Francisco Alonso (Director)

Francisco Alonso 
 
Francisco Alonso López nació en Granada el día 9 de Mayo de 1887, y falleció en Madrid el día 18 de Mayo de 1948 (61 años). Compositor. Fue uno de los grandes zarzuelistas de la primera mitad del siglo XX y aquel en que la popularidad y la finura técnica alcanzaron una síntesis más productiva.


BIOGRAFIA. Nacido en el seno de una familia de la burguesía acomodada granadina de finales del siglo XIX. Alonso era hijo de Celedonio Alonso, funcionario de la Delegación de Hacienda de Granada, y Pilar López Carmona, pianista aficionada, con quien se inició en la música. Luego estudió con las dos personalidades más relevantes de la música granadina del momento: Antonio Segura Mesa, que fue también por aquel tiempo el maestro de Federico García Lorca y Angel Barrios, y Celestino Vila Forns, maestro de capilla de la catedral, con quienes adquirió buenos principios de técnica compositiva. Tras concluir sus estudios básicos en el Colegio de los Escolapios de Granada, inició la carrera de Medicina que abandonó muy pronto decidido a dedicarse a la música de forma profesional. Sus primeras composiciones fueron ya del género lírico realizadas para las Escuelas Pías fundadas por el Padre Manjón para la alfabetización y educación de los gitanos del Sacromonte en las que el propio compositor impartió algunas clases de música. En el teatro infantil de dichas Escuelas, Alonso estrenó, con el nuevo siglo, tres piezas líricas con libreto del canónigo y rector del Sacromonte Manuel Medina Olmos: La primera gracia, Escuelas del Ave María y El día de inocentes, cuadro lírico en tres actos que imprimió el establecimiento de A.S. Arista de Barcelona en 1909, siendo la primera obra editada del compositor.
La carrera profesional de Alonso en Granada se afianzó en 1903 cuando fue nombrado director de la coral de la recién creada Sociedad Filarmónica Granadina, y en 1906, por oposición, consiguió la plaza de director de la Banda de la Fábrica de Obreros Polvoristas de El Fargue, localidad muy próxima a Granada, cuya banda de música era la materialización de otro de los proyectos de la ilustración cultural de principios del siglo XX. Como director de estas dos instituciones, Alonso se convirtió en el protagonista de los conciertos del Corpus de 1907, ofreciendo en el Palacio de Carlos V tres programas los días 1, 3 y 5 de junio -intercalados con otros tantos del Cuarteto Francés- en los que estrenó dos obras propias: la canción La despedida y una Barcarola. Francisco de Paula Vallador, crítico de El Defensor de Granada, en vísperas de la primera actuación, resaltó lo siguiente: "Como quiera que la dirección de ambos elementos musicales está a cargo de una misma persona: del estudioso y joven maestro D. Francisco Alonso, masas corales y banda se han compenetrado y comprendido y forman un excelente conjunto digno de aplauso y elogio" (28/05/1907) y después del último concierto concluyó: "Y ahora que se ha dado un vigoroso empuje para la vida y el progreso de la Filarmónica y no menos para el de la Banda de Obreros Polvoristas de El Fargue, hay que continuar el camino emprendido. Por una dichosa circunstancia, Granada, que tan indiferente es siempre a todo lo que es de aquí y aquí se produce, ve con agrado e interés los progresos de los dos organismos musicales" (7/06/1907).
Al tiempo que trabajaba con estas dos agrupaciones, que fueron a la vez una estupenda escuela para ampliar su formación y adquirir notoriedad entre la filarmonía granadina, continuó componiendo para el teatro y estrenó el poema lírico con libro de Aureliano del Castillo El sueño de Boabdil, obra que fue aplaudida, aunque sin excesivo entusiasmo, por el público de Granada; sin embargo Valladar la valoró mucho debido a la pericia adquirida por Alonso para la presentación de las situaciones dramáticas así como por salirse "de los moldes de la actual producción granadina". El 20 de junio de 1905 estrenó en el teatro Cervantes granadino La niña de los cantares, con libro de Raimundo Rodríguez (periodista y director de la revista Granada gráfica) y Venancio Herreros, obra que sí obtuvo un notable éxito y se interpretó también en Almería y en Málaga. En 1910 en célebre director de orquesta de los teatros de Madrid y empresario lírico Enrique Guardón, director del Conservatorio Odero de Cádiz donde había estudiado Falla, descubrió las dotes musicales de Alonso y estrenó con su compañía en el Cervantes de Granada un conjunto de pequeñas piezas líricas que había estado componiendo estos años en colaboración con los libretistas Luis Guarnerio y Venacio Herreros: Castillos en el aire, Un patio del Albaicín, La cruz de los Angeles y La instantánea de Perico y ya entrado el año 1911 estrenó la zarzuela Almas grandes.
Son muchas las razones que confluyeron entonces y animaron a Alonso a intentar la aventura para cualquier autor o compositor lírico de establecerse en Madrid, en primer lugar, los éxitos de la temporada 1900-11, y el apoyo recibido de una personalidad sabia en temas teatrales como Guardón, en segundo lugar, el desencanto que le produciría el desmantelamiento de los dos proyectos musicales -la Banda de La Fargue y el Orfeón de la Sociedad Filarmónica Granadina- a los que tanto esfuerzo había dedicado estos años y, en último término, la independencia y cierto desahogo económico que adquirió al quedar huérfano en 1908 tras el fallecimiento de su padre, tres años después del de su madre. Así, con su buen talento musical y una simpatía que será siempre el rasgo más recordado de su carácter, éste joven granadino, rubio cobrizo y algo miope, llegó a Madrid el 15 de marzo de 1911 y comenzó la tarea de abrirse camino en el difícil mundo teatral capitalino. Malvendió entonces en el teatrillo El Madrileño de la calle Atocha algunos cuplés que se interpretaron en los cafés de moda, porque, para entrar en los círculos de la lírica madrileña, había que tener tantas aptitudes musicales como habilidades sociales siendo preciso dejarse ver en los estrenos, acudir a las tertulias y a los saloncillos de los teatros, y, todo eso, suponía un impresionante desembolso que en el caso de Alonso, se convirtió en una buena inversión. Las letras de aquellos cuplés las escribió el celebre sainetero Enrique García Alvarez con quien debió contactar Alonso a través de Antonio Paso, afincado en la capital desde hacía tiempo, y que había colaborado con García Alvarez en numerosas ocasiones. Pero Alonso no descubrió la composición de otro tipo de obras que indefectiblemente se relacionaban con su Andalucía natal y en agosto de 1911 consiguió el premio del Circulo de Bellas Artes de Murcia con su Serenata Andaluza. Sobre versos del poeta cordobés Cristóbal de Castro escribió Trova a Lindaraja y, con letra de Joaquín López Barbadillo Trova Gitana, ambas para canto y piano, que imprimió en Madrid la Casa Dotesio en 1911, dando paso una relación importante de Alonso con esta editorial, que era entonces la más importante de España. En la temporada 1911-12 se produjo el primer estreno madrileño: ¡Armas al hombro! en colaboración con Tomás López Torregrosa. Con él estrenó la opereta El verbo amar y el sainete Poca pena y Lo que manda Dios, su primer éxito notable, El bueno de Guzmán. En 1913 estrenó su primera obra en solitario con libreto de Antonio Paso titulada Baldomero Pachón.
En la nueva temporada 1913-14 estrena La boda de Farruca con la que llegó a cien representaciones iniciando su época de grandes éxitos afirmando el prestigio de Alonso entre los compositores líricos españoles del momento. El premio a su perseverancia llegó muy pronto con el estreno en el Martín, el 31 de octubre de 1919 de Las corsarias, del que hizo furor su número "Pasodoble de la Banderita", que se popularizó de tal manera que fue un fenómeno social y llegó a convertirse, espontáneamente y por aclamación en el himno de los ejércitos españoles que combatían en Africa, valiéndole la Cruz de Alfonso XII.
Desde su posición conquistada de compositor de éxito, Alonso pudo permitirse, a partir de entonces algunas alegrías como Federico el Grande. El público madrileño no aceptó el movimiento de Alonso fuera del género chico y Federico el Grande fue tan sonoramente pateado que, desde entonces, no permitió a nadie de su familia asistir a los estrenos.
A pesar de su fracaso Alonso se decidió por pasar a la zarzuela grande, de dos o tres actos. El estreno de La linda tapada con texto de José Tellaeche, a la que siguió La Bejarana. 
Al año siguiente se produjo el estreno de Curro el de Lora, zarzuela en dos actos, y la preferida de su autor, pero por desgracia no tuvo el éxito deseado.
En 1925 estrenó La calesera, por fin una zarzuela con éxito en tres actos y estrenada, de una manera algo precipitada por el barítono Marcos Redondo. Se convirtió en tal vez el mayor éxito de Alonso. A la que siguieron La parranda, La picarona, Me llaman la presumida, etc... todas ellas en tres actos.
Hasta el final de su carrera dedicó la mayoría de su producción a la Revista, en donde destaca sobre todas Las leandras, que de la mano de Celia Gámez le ocasionó uno de sus mayores éxitos.
  
DISCOGRAFIA.  

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