Aquella canción antigua (Cantables)



AQUELLA CANCION ANTIGUA


Comedia lírica en tres actos.

Libreto: Federico Romero.

Música: Joan Dotras Vila.

Estrenada el 12 de abril de 1952 en el Teatro Principal de San Sebastián.


ARGUMENTO


En la Residencia de Santa Cecilia para viejos cantantes retirados, vive entre otros artistas más o menos célebres, el barítono Andrés Molina, retirado veinte años antes, cuando se hallaba en la plenitud de sus facultades. Al cuidado de los residentes están dos monjas. Una de ellas, Sor Angelines ha profesado con votos temporales al ser abandonada por su novio, Eduardo. Este es ahora el prometido de Purita, hija del jardinero de un colegio que hay frente a la Residencia. Purita es el rayo de sol que ilumina el otoño de Andrés. Sor Angelines descubre a lo lejos, en el jardín, la efigie de Eduardo, con quien se encuentra poco después, suplicándole que no vuelva por la Residencia. Este encuentro produce en Eduardo la reacción que le inclina hacia su primer amor, que fue Sor Angelines, en el mundo. Los residentes celebran la fiesta de Santa Cecilia y a ella va a concurrir la fundadora del refugio, que es Rosalía Jareño, antiguo amor de Andrés.
Los residentes celebran, en su día, la nochebuena. Al concluir la fiesta íntima, se presenta Eduardo que ha recogido a Don Andrés en mitad de la calle, hambriento y arrecido. Mientras Purita sale a recibirle, y se encuentran de nuevo Sor Angelines y Eduardo. Este piensa si no será un milagro divino que Molina se le haya aparecido precisamente a él, obligándole a presentarse en la Residencia. Sor Angelines va a cumplir sus votos temporales pocos meses después, pero ha hecho promesa de votos perpetuos si el Señor la aparta de aquel amor humano. Eduardo, entonces, le pide perdón y ella le dice que desde el primer instante fue perdonado. Conducido por Purita entra Andrés, encontrándose con Rosalía. Aquel le canta emocionado y humildemente el madrigal que había dispuesto para la fundadora de Santa Cecilia, cuando no sabía quien era. Va besarle la mano y ella lo impide arrodillándose ante él. Purita conmovida llama a Eduardo para abrazarlo.
Mientras se está celebrando la boda de Purita y Eduardo en la capilla del colegio  Andrés no asiste a la boda; no quiere poner los pies en la calle ni siquiera por tan grato motivo. Asiste en cambio Sor Angelines que, apenas terminada la ceremonia, relata a Molina cuan alegre ha sido la ceremonia. La monja va abandonar la Residencia para profesar en las clarisas. Promete a Andrés recomendarle a la hermana sustituta. Esta es Rosalía Jareño y, cuando viene Purita con su esposo a abrazar al viejo cantante, coincide el momento con la aparición de Sor Angelines y de Sor Magdalena (Rosalía) que le traen una taza de café. Purita y Eduardo quieren darle gracias a Santa Cecilia por la felicidad que han alcanzado. Sor Angelines les precede para abriles la puerta de la capilla. Quedan solos Andrés y Sor Magdalena. Esta se acerca a preguntarle si el café está bastante dulce. Y Andrés, redimido de sus resentimientos, le contesta conmovido: Muy dulce, hermana, muy dulce.



Personajes:

Sor Angelines: Monja, antigua novia de Eduardo.
 
Purita: Cantante folklórica retirada que acaba casada con Eduardo.
 
Rosalía: Antigua soprano que termina profesando como Sor Magdalena.
 
Andrés: Barítono retirado que estuvo enamorado de Rosalía.
 
Eduardo: Antiguo novio de Sor Angelines y actual de Purita.
 
Perecito: Amigo de Purita.



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Números musicales:

Número cómico de Perecito "Buenas tardes felices amigos… Yo no me quiero morir… Cu-cu cantaba la rana": (Hortensia, Andrés, Perecito, Calero, Buitrago, Valdemoro)
Romanza de Andrés "Si de la historia de mi desdicha….Rosalía era una flor delicada": (Sor Angelines, Andrés, Perecito)
Plegaria de Sor Angelines "Señor aparta de mis ojos la sombra de esa imagen": (Sor Angelines)
Romanza de Eduardo "Azucena gentil… Florecilla de nieve y de esencia": (Eduardo)
Bolero español por Andrés "Aquella canción antigua… Por tu calle morena": (Andrés)
Dúo de Sor Angelines y Andrés "Este jardín no tiene olores": (Sor Angelines, Andrés)
Duetto de Purita y Perecito "¡Viva mi niña!....Vamos al compás del pasacalle": (Purita, Perecito)
Dúo de Purita y Sor Angelines "¡Ay! hermanita pura": (Sor Angelines, Purita)
Dúo de Andrés y Eduardo "¡Ay! quien pudiera también rezar, yo también tuve un sueño de amor": (Andrés, Eduardo)
Antillana por Rosalía "En la bahía de Veracruz… Las luces que van a anclar al puerto al anochecer": (Rosalía)
Dúo de Sor Angelines y Eduardo "Aquello se olvidó….No causa dolor el amor que vuela": (Sor Angelines, Eduardo)
Madrigal de Andrés "Señora, la nieve de tu mano": (Sor Angelines, Andrés)


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ACTO PRIMERO

La acción transcurre en Madrid y en la época del estreno, en la Residencia de Santa Cecilia, para viejos cantantes retirados.

Número cómico de Perecito "Buenas tardes felices amigos… Yo no me quiero morir… Cu-cu cantaba la rana": (Hortensia, Andrés, Perecito, Calero, Buitrago, Valdemoro)

PERECITO
Buenas tardes.

CALERO
Felices, amigo.

HORTENSIA
¡Qué temprano esta tarde te vuelves!

PERECITO
Tuve un día, tan grande, tan grande,
que no quise tentar a mi suerte.
Cómo están esas calles, señores;
el otoño es un cielo en Madrid,
qué chavalas nos salen al paso;
este octubre parece un abril.

LOS DEMAS
¡Dichoso mortal!

PERECITO
Mortal que por él no se muere,
sin ver de la vida
lo que queda en la vida por ver.
Yo no me quiero morir
escondido en un rincón,
hay muchas cosas que ver
y mucha imaginación.
Cuando me venga a llamar
el traspunte de la muerte
quiero saberme el papel
y estudiarlo me divierte.
Yo soy por fuera viejo caduco,
pero guardo un rescoldo en el alma
de mis tiempos de verde aceituno,
de mis tiempos de verde aceituno,
y apagaron las llamas mis vientos
y apagaron las llamas mis vientos
pero quedan el ascua y el humo
pero quedan el ascua y el humo.
Cu-cu, cantaba la rana,
cu-cu, debajo del agua.
Yo voy pisando en el suelo,
debajo de un cielo
que estalla de luz.
Cu-cu, y estoy tan contento,
que envidia no siento
de la juventud.
Una mañana de sol
vale más que una fortuna,
una calle de Madrid
más que el sol y que la luna.
Un clavel en un balcón,
¡qué regalo de la vista
si lo riega una mujer!;
es un don para un artista.
Vivan mis ojos cuando os contemplo,
muchachita al balcón asomada;
clavelito que cuidas y riegas
clavelito que cuidas y riegas
en la calle bonita que dora
en la calle bonita que dora
la mañana del sol madrileña,
la mañana del sol madrileña.
Cu-cu, cantaba la rana,
cu-cu, debajo del agua.
Yo voy pisando en el suelo,
debajo de un cielo
que estalla de luz.
Cu-cu, y estoy tan contento,
que envidia no siento
de la juventud.

HORTENSIA, ANDRES, PERECITO, CALERO, BUITRAGO, VALDEMORO
Cu-cu, cantaba la rana,
cu-cu, debajo del agua,
cu-cu, pasó un caballero,
cu-cu, vendiendo romero.
Cu-ru-cu, cu-ru-cu,
cu-ru-cu, cu-ru-cu, cu-ru-cú.


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En la residencia, fundada por la viuda de Valdés –dama mejicana por su matrimonio pero española de nacimiento– vive entre otros artistas, más o menos célebres, el barítono Andrés Molina, retirado veinte años antes, cuando se hallaba en la plenitud de sus facultades. Al cuidado de los residentes están dos monjas: Sor Águeda y Sor Angelines.
Una de ellas, Sor Angelines –en el mundo Catalina– ha profesado con votos temporales al ser abandonada por su novio. Bajo la máscara alegre de Molina, nadie sospecha el motivo de su retirada. Valdivia, un antiguo bajo, envidioso y resentido, descubre a un periodista que Andrés Molina se retiró porque una noche tuvo un fracaso artístico, justamente en la función de debut de su amante, Rosalía Jareño. Según Valdivia, ante el triunfo de Rosalía y el fracaso suyo, se apartaron los amantes porque Andrés pretendía explotarla a ella y vivir del arte de Rosalía. Lo cierto es que Andrés, mucho mayor que Rosalía, la había recogido siendo una niña y, al transformarse en mujer, llegó a enamorarse de ella sin declararle su pasión por creerse, a sus cuarenta y tantos años, viejo con relación a Rosalía.

Romanza de Andrés "Si de la historia de mi desdicha….Rosalía era una flor delicada": (Sor Angelines, Andrés, Perecito)

ANDRES
Si de la historia de mi desdicha
veja y escarnio se quiere hacer,
con mis dientes y con mis uñas
las malas lenguas desgarraré.

SOR ANGELINES
Calma tu furia,
templa tus nervios;
venga a mi lado,
siéntese aquí.

PERECITO
Y habla, ¡demonio!,
cuenta la historia;
si eso es mentira,
déjame a mí.

SOR ANGELINES
Les dejo solos.

PERECITO
Venga usté aquí.

ANDRES
Rosalía
era una flor delicada,
un capullito lozano,
¡ay de mí!,
que en mi jardín cultivaba;
pajarito
que recogí de la calle
una alborada de invierno,
¡ay de mí!,
muerto de frío y de hambre.
Yo la dormía al calor de mi hogar,
yo le enseñé la alegría cantar;
y ella encendía en mi otoño el fulgor
de una quimera de amor.
No me importa que luego triunfara,
¡qué mayor galardón para mí!;
el laurel que en su vida cortara
es el premio que yo apetecí.
Aquella noche triste y gloriosa
que la soprano se reveló,
fue la primera que la armonía
en la garganta se me rompió.
No de envidia, que nunca sintiera;
no por celos de artista; no, no...
fue por celos de hombre o de fiera,
que mirada a su amante la dio.
Linda mirada de su pupila
vi cuando luego me sucedió,
y aquella noche triste y gloriosa
el pajarito se me escapó.

PERECITO
Esas mujeres siempre serán
para los hombres la perdición.

SOR ANGELINES
Cuántas en cambio conocerán
otra letrilla de esa canción.

ANDRES
Rosalía,
flor que en mi otoño brotaba,
pronto en mi huerto marchita,
¡ay de mí!,
¡cómo tronchaste mi alma!
Rosalía,
soy desde entonces un muerto,
soy una sombra que huye,
¡ay de mí!,
y me persigue el recuerdo.
Soy una sombra que huye,
¡ay de mí!,
porque mi luz eras tú,
¡ay de mí!
Sombra de un hombre
que vuelve a sus glorias de ayer
por olvidarte, mujer.


__________



Resulta pues, que Andrés Molina y Sor Angelines se encuentran en la misma situación, diferenciándose en que el primero siente el constante escozor del resentimiento, mientras ella encontró consuelo y esperanza en el amor divino. Y al referir Andrés la pérdida de Rosalía, Sor Angelines recuerda su vida pasada, su antiguo amor, y esos recuerdos empiezan a turbar su vocación de monja.

Plegaria de Sor Angelines "Señor aparta de mis ojos la sombra de esa imagen": (Sor Angelines)

SOR ANGELINES
Señor, aparta de mis ojos
la sombra de esa imagen
que aviva mi dolor.
Si Tú, Señor, no me la impones,
será visión que impura
me brinda Belcebú.
Señor, te ofrezco si me salvas,
si Tú me ayudas a triunfar,
vivir, vivir la vida entera
esposa de Tu Hijo
y esclava de su altar.
La prueba, Señor, que me aflige,
la acepto si logro vencer
pensando en Tu gloria futura
mi sueño olvidado de ayer.
Señor, apaga en mi memoria
la luz de aquel humano amor
y ten piedad, mi dulce Esposo,
de quien, de quien implora
 tu sumo bien.
Y ten piedad, piedad mi dulce Esposo,
de quien implora
tu sumo bien.


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Aparece Eduardo, el antiguo amor de Sor Angelines. Este es ahora el prometido de Purita, hija del jardinero de un colegio que hay frente a la residencia, y el rayo de sol que ilumina el otoño de Andrés.

Romanza de Eduardo "Azucena gentil… Florecilla de nieve y de esencia": (Eduardo)

EDUARDO
Azucena gentil,
pura flor del pensil,
que del cielo cayó
como lluvia de luz,
como rayo de sol,
azucena del Señor.
Florecilla de nieve y de esencia,
que perfuma el ambiente de amor
de un sereno querer,
sin pesar, sin dolor,
sin temor de caer
en un lazo traidor,
¡quién pudiera volver a encontrarte
en la planta recién florecida
y aspirar el olor
de esa flor de virtud,
de esa flor...
primer amor de juventud!
Primer amor de juventud
que dejas ir del corazón...
no sabes tú qué dulcemente
en él resuena, eternamente,
su canción.
Primera flor primaveral
que el alma aroma de inquietud,
no mueres tú,
primer amor de juventud.

(Hablado)
¿Por qué volviste a aparecer,
primera rosa de mi amor,
transfigurada de mujer
en azucena del Señor?

(Cantado)
Primera flor primaveral
que el alma aroma de inquietud,
no mueres tú,
primer amor de juventud.
Azucena gentil
que olvidé en el pensil,
yo no puedo volver
a aspirar el olor
que embriagaba mi ser
con ensueños de placer...
y amor.
Sueño feliz,
sueño de amor,
huye, vuela,
sombra de mujer.
¿Por qué volviste a aparecer,
primera rosa de mi amor?
Adiós, mujer,
flor de virtud,
flor de virtud;
te he de olvidar,
primer amor de juventud.


__________



Sor Angelines descubre a lo lejos, en el jardín, la imagen de Eduardo, con quien se encuentra poco después, suplicándole que no vuelva por la Residencia. Ese encuentro produce en Eduardo una reacción que le inclina hacia su primer amor, que fue Sor Angelines, y a ésta también se le hace difícil poder olvidar aquel antiguo amor. Sus dificultades se acrecientan ante la desesperación de Andrés, quien después de volver a recordar una antigua canción de amor, deja profundamente desasosegada a Angelines.

Bolero español por Andrés "Aquella canción antigua… Por tu calle morena": (Andrés)

ANDRES
Aquella canción antigua
que yo solía cantar,
a mí me parece bella
y a ti no te gustará.
Aquella canción antigua
que yo solía cantar,
y se ha perdido en el viento
como una gota en el mar.
Por tu calle, morena,
cruzo deprisa;
si me paro en tu calle,
¿quién no te mira?
Si te miro y te veo,
morena hermosa,
¿quién al verte y mirarte
no se enamora?
Si te miro y te veo,
morena hermosa,
¿quién al verte y mirarte
no se enamora?
No se enamora,
no se enamora
quien no entienda de niñas
buenas y hermosas.
Hermosa y buena,
hermosa y buena
eres tú, como nadie,
¡ay, ay, ay!,
¡Ay! niña morena.
Cuántas veces, deprisa,
crucé tu calle;
te veía, aunque nunca
quise mirarte.
Yo era nube de mayo
que vuela y pasa,
tú el lucero constante
de la mañana.
Yo era nube de mayo
que vuela y pasa,
tú el lucero constante
de la mañana.
De la mañana,
de la mañana
donde rosas florecen
como tu cara,
como tu cara,
como tu cara,
lucerito mío,
¡ay, ay, ay!,
¡Ay!, de mi esperanza,
de mi esperanza,
de mi esperanza.
¡ay, ay, ay!,
¡ay, ay, ay!


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Sor Angelines quiere dejarle solo, pero Andrés le suplica que le ayude. La hermana le sugiere que sepa ver en el solitario jardín del asilo la luz del amor divino que no conoce la traición.

Dúo de Sor Angelines y Andrés "Este jardín no tiene olores": (Sor Angelines, Andrés)

ANDRES
Este jardín no tiene olores
ni hay armonía en sus sonidos,
en su plantel no brotan flores
ni en su arboleda esconde nidos.
¡Qué importa ya la primavera
para quien vuela hacia su fin!
Yo soy la imagen verdadera
de este tristísimo jardín.
Tuve días radiantes
de belleza y de amor
y horas de grandes angustias,
desengaños y traición.
Esos tiempos remotos
nunca quiero volver a evocar.
Y renuncio a la miel
por no probar
el sabor de la hiel.

SOR ANGELINES
No puedo oírle más.

ANDRES
¿Se va, se va...? ¡Por Dios!,
devuélvame la fe que perdí
sólo en mí,
sólo en mí.

SOR ANGELINES
Busquémosla los dos.
Aunque el jardín no tenga flores
ni entre sus frondas tiemblen nidos,
rosas y tiernos ruiseñores
huelen y cantan escondidos.
Siempre en el alma es primavera
cuando se eleva el corazón
hacia una luz de amor señera
que no conoce la traición.

ANDRES
Gracias por la lección.

SOR ANGELINES
¿Le puedo ya dejar?

ANDRES
¿Se queda usted,
se queda usted, aquí?
¿Siempre aquí?

SOR ANGELINES
Tengo oficios.

ANDRES
¿Siempre aquí?

SOR ANGELINES
¿Me exonera?

ANDRES
Bendita su bondad.

SOR ANGELINES y ANDRES
Aunque el jardín no tenga flores
ni entre sus frondas tiemblen nidos,
rosas y tiernos ruiseñores
huelen y cantan escondidos.
Siempre en el alma es primavera
cuando se eleva el corazón
hacia una luz de amor señera
que no conoce la traición.
Hacia una luz de amor señera
que no conoce la traición.


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ACTO SEGUNDO

Los residentes celebran la fiesta de Santa Cecilia y a ella va a concurrir la fundadora del refugio, desconocida para todos ellos. Mientras, Perecito tontea con Purita.

Duetto de Purita y Perecito "¡Viva mi niña!....Vamos al compás del pasacalle": (Purita, Perecito)

PERECITO
¡Viva ni niña!

PURITA
¡Viva mi abuelo!

PERECITO
¡Viva su tierra!

PURITA
¡Viva su sielo!

PERECITO
¡Viva Sevilla!

PURITA
¡Viva Madrí!

PERECITO
¡Cuidado, tú,
que mi cuna paterna es Valladolid!

PURITA
Sea usté de donde sea,
tié un gran tipo de torero.

PERECITO
Tú lo tienes de Manola
aunque fueras de Alaejos.

PURITA
¡A alterná!

PERECITO
¡A vivir!

PURITA
¡Olé ya!

PERECITO
¡Olé ahí!

PURITA
Vámonos a la plasa,
mi vía,
que hay una corría
de mucho postín.

PERECITO
Vamos al compás de un pasacalle,
¡gitana!, ¡Manola!

PURITA
Hoy é pa los dó toa la caye,
dejárnosla sola.

PERECITO
Dejen paso libre a un hombrecito.

PURITA
Y a la compañía.

PERECITO
Esta hembra es mía.

PURITA
Este flautín es pa mí.
Qué más da si torea
que sea er chavea
de Valladolí.

PERECITO
¡Manola!

PURITA
¡Torero!

PERECITO
¡Te como!

PURITA
¡Te quiero!

PURITA y PERECITO
Dejen paso libre a la pareja
que el mundo es pa ellos.

PURITA
Que el mundo es pa ellos.

PERECITO
Y esta hembra es pa mí.

PURITA
Esta hembra jarifa
no toca en la rifa
por un Potosí.

PERECITO
¡Viva el salero!

PURITA
¡Viva er convoy!

PERECITO
¡Vaya piropo!

PURITA
¡Vaya rentoy!

PERECITO
¡Viva la madre
que te alumbró!

PURITA
¡Y er cura que,
saleroso y cañí, que te bautizó!

PERECITO
¡Olé ahí!

PURITA
¡A alterná!

PERECITO
¡Olé ahí!

PURITA
¡Olé ya!

PERECITO
Vámonos del bracero,
salero,
que si vas conmigo
no te pesará.

PURITA y PERECITO
Vamos del bracero donde quieras,
en broma y en veras.
Vamos a alternar como los buenos,
un rato lo menos.
Dejen paso libre a un hombrecito
y a la compañía,
y a la compañía.
Que te quiero yo llevar
a tomar un tranvía
que suele algún día
venir y parar.

PERECITO
¡Viva la madre
que te alumbró!

PURITA
¡Y er cura que,
saleroso y cañí, que te bautizó!


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Ese mismo día, Andrés Molina informa a Purita que ha reñido con Eduardo por empeñarse, el uno en no acudir a la residencia, y la otra en que sólo se verían en el jardín de «Santa Cecilia», y que la causa de este apartamiento de Eduardo es que Sor Angelines fue su primer amor. Purita le cuenta sus angustias a la monja, quien le aconseja que busque a su novio, porque el antiguo romance de sus amores fue como un pajarillo que voló.

Dúo de Purita y Sor Angelines "¡Ay! hermanita pura": (Sor Angelines, Purita)

PURITA
¡Ay!, hermanita buena,
tengo una pena,
tengo una angustia,
y estoy ya chuchurría
y enmorecía
de pura angustia.
¡Ay, que yo no sabía
que le quería
de esa manera!
¡Ay que yo no creía
que ar bien nacío
no vorvería!

SOR ANGELINES
No desconfíes
y ámale tú.
Pídeselo a la Virgen
de la Salud.

PURITA
Se lo he pedío
con devosión,
se lo he pedío
con devosión,
ar Niño de la Bola
y a San Pascual Bailón.

SOR ANGELINES
Mira que él te quiere,
mira que él se fue,
pero si le llamas
tiene que volver.
Mira que amor no muere
cuando uno quiere
si el otro no,
y esa candelita
no se consumió.

PURITA
¡Ay!, hermanita pura,
yo sé que dura
su larga ausensia,
porque el amante mío
vorvió ar sentío
de otra querensia.
Es un romanse viejo
y er son añejo
le ha recordao
la voz del caramiyo
de un pajariyo
que le ha cantao.

SOR ANGELINES
No desconfíes
de aquel amor
si es un romance viejo
que se olvidó.

PURITA
¡Ay!, que me angustia
y es la verdá,
¡Ay!, que me angustia
y es la verdá,
que aqueya candelita
se vuerva a espabilá.

SOR ANGELINES
Dile que le quise,
pero le olvidé;
dile que mi pecho
dulce nido fue;
dile, si el viento sabe
qué fue del ave
que allí cantó.
Era un pajarillo,
pero ya voló.
Dile, si el viento sabe
qué fue del ave
que allí cantó.
Era un pajarillo,
pero ya voló.


__________



Llegado el momento de la función religiosa, al presentarse la fundadora de la residencia, nos encontramos con que ella es Rosalía Jareño. Molina, que había compuesto un madrigal para cantárselo, es advertido unos momentos antes. Al verla y reconocerla queda desencajado y no asiste a la recepción.

Dúo de Andrés y Eduardo "¡Ay! quien pudiera también rezar, yo también tuve un sueño de amor": (Andrés, Eduardo)

ANDRES
¡Ay, ay, ay, ay, quién pudiera también rezar!
Yo también tuve un sueño de amor,
y hoy es un pozo sombrío de pena y rencor.
Nunca la podría borrar
a aquella mujer de mi alma.
¡Ay!, que yo también la querría olvidar,
o contemplarla de lejos
y ante ella rezar.
¿Cómo tú puedes arrancar un ensueño
de amor sin penar?

EDUARDO
Sin penar, ¡quién puede olvidar
una rosa de luz!;
sin dolor, ¡quién mata una flor,
la primera de la juventud!
Yo, que la arranqué sin pena de mi huerto,
logré, y pensaba soñar despierto,
el perdón de tu corazón.

ANDRES
Nadie como yo te puede asegurar
que si perdono es digna de un altar.

EDUARDO
Perdonar... ¡Cuán hermosa virtud
la esa blanca azucena de mi juventud!
Quiero confesar y no sé por qué
se escapó de mi alma.
Si el perdón es un haz de luz,
¿qué tenebroso capuz oscurece mi paz?
Amor ya no puede ser
lo que siento por esa mujer.
Es un fervor de caridad
por esa flor de santidad.
Es un fervor de caridad
por esa flor de santidad.

ANDRÉS
Yo no sé perdonar la traición.
Para la acción del ingrato
no existe el perdón.
Quiero perdonar, y no sé
por qué se le niega
a mi alma la calma.
Si el perdón es un haz de luz,
¿qué tenebroso capuz oscurece mi paz?
Yo no sabría perdonar la falsía
de aquella mujer jamás.
Yo no sabría perdonar falsía tal.
¡Jamás! ¡Jamás!
Yo no sabría perdonar falsía tal.
¡Jamás! ¡Jamás!

Cuando todos los residentes penetran en la capilla, Andrés huye a la calle por no vivir a costa de Rosalía.


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ACTO TERCERO

CUADRO PRIMERO.– Los residentes celebran, en su día, la Nochebuena con una comida después de la Misa del Gallo, presidida y costeada por Rosalía Jareño.

Antillana por Rosalía "En la bahía de Veracruz… Las luces que van a anclar al puerto al anochecer": (Rosalía)

ROSALIA
En la bahía de Veracruz
anoche había
un barquito de vela
con una luz,
y un marinero y una canción
que rozaba el alero
de mi balcón
y llenaba de gozo
mi corazón,
¡ay!, porque era de un mozo
y tenía buen son.
En la bahía, esta mañana,
¡ay, madre mía!,
cuando fui tempranito
no había nada;
ni barquito, ni amor,
ni lucero, ni luz.
Qué triste estaba, en pleno día,
¡ay, mamá!,
la bahía de Veracruz,
¡ay, mamá!,
la bahía de Veracruz,
¡ay, mamá!,
la bahía de Veracruz.
Las luces que van a anclar
al puerto al anochecer
se marchan a navegar
a punto del amanecer.
Las luces del puerto son
quimeras sin son ni luz...,
que sueñan las cabecitas
de las mocitas de Veracruz...
¡Ay!, que sueñan las cabecitas
de las mocitas de Veracruz.
En la bahía, desde el balcón,
me paso el día
preguntándole al mundo por la canción
que a un marinero le oí cantar,
y decía: «Te quiero, niña, llevar
en mi barco velero a navegar».
¡Ay!, por qué no lo saben
ni la tierra ni el mar.
¡Ay!, por qué no lo saben
ni la tierra ni el mar.
Se fue el barquito, se fue el amor,
se fue la noche, se fue la luz...
¡Ay!... quién lo viera, alma mía,
en la bahía de Veracruz.
De Veracruz,
de Veracruz.


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Al concluir la fiesta íntima, se presenta Eduardo que dice haber recogido a don Andrés en mitad de la calle, hambriento, arrecido y pidiendo limosna como un pordiosero.
Mientras Purita sale a recibirle, encuéntranse de nuevo Sor Angelines y Eduardo. Este piensa si no será un milagro divino que Molina se le haya aparecido precisamente a él, obligándole a presentarse en la residencia. Sor Angelines va a cumplir sus votos temporales pocos meses después, pero ha hecho promesa de voto perpetuo si el Señor la aparta de aquel amor humano. Eduardo, que albergaba esperanzas de recobrarla, al ver lo firme de sus convicciones, le pide perdón; ella le dice que desde el primer instante fue perdonado. Conducido por Purita, vuelve Andrés al asilo y encuéntrase con Rosalía.
Aquél le canta emocionado y humildemente el madrigal que había dispuesto para la fundadora de Santa Cecilia, cuando no sabía quién era. Va a besarle la mano y ella lo impide arrodillándose ante él. Purita, conmovida, llama a Eduardo para abrazarlo.

Dúo de Sor Angelines y Eduardo "Aquello se olvidó….No causa dolor el amor que vuela": (Sor Angelines, Eduardo)

SOR ANGELINES
Aquello se olvidó.

EDUARDO
Yo no te olvidé, Catalina.
Tu voz es la voz adorada
que nunca dejé de escuchar,
ni el día que tú de seguro
pensaste que falso y perjuro
mi amor voló por ganas de volar.

SOR ANGELINES
No causa dolor
el amor que vuela
si un nuevo sentir
su dolor consuela;
no quiero que nunca
retorne el amor que fue.
No quiero jamás
perder la dicha que encontré.

EDUARDO
No, no, créeme.
Siempre, siempre, firme, firme seré.
No quiero perder tu amor
que no quise jamás
perder la dicha que encontré.
Tu perdón quiere merecer
quien con fe y en verdad te amó.
Tu perdón, si no puede
por ventura ser creído
de que nunca fue culpable
de traición.
Catalina, perdóname,
que mi amor, créeme,
es un pájaro perdido
que no supo dónde fue
ni cómo fue.

SOR ANGELINES
Puede ser.

EDUARDO
Oye mi confesión
y dame tu perdón.

SOR ANGELINES
Yo, que sé perdonar,
sólo quiero olvidar,
quiero olvidar...
Mi perdón...
Cuánto tiempo ha 
que en verdad
te lo concedí.
Mi perdón...
No podía ser negado
por un pecho,
que inundado
se sentía de otro amor;
de otro amor 
que es mi bien mayor
y que sueño volar
como un pájaro
perdido en el espacio
sin cesar de suspirar
más allá,
más allá,
de verdad.

EDUARDO
Mi corazón
ansioso está de recobrar
tu estimación.
Como una aparición
tú vuelves a mi corazón.
Perdóname,
permíteme besar tu mano
cual si fueras
imagen de un altar
con toda devoción.
Quiero tu perdón,
por piedad.


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CUADRO SEGUNDO.– Transcurridos seis meses, en pleno tiempo de primavera, se está celebrando la boda de Purita y Eduardo en la capilla del colegio del que su padre es jardinero y organista. Andrés no asiste a la boda; no quiere poner los pies en la calle ni siquiera por tan grato motivo. Asiste en cambio Sor Angelines que, apenas termina la ceremonia, mientras los invitados toman un refresco, viene a relatar a Molina cuán alegre ha sido la ceremonia.

Madrigal de Andrés "Señora, la nieve de tu mano": (Sor Angelines, Andrés)

SOR ANGELINES
Relucía el altar
como un ascua de luz.
Sonreía el Señor
enclavado en la Cruz.
Esparcían su aroma
los rosales en flor,
y en los cedros cantaba
un gentil ruiseñor.

ANDRES
Donde canta, canta el ruiseñor,
cerca llora, llora el Niño Amor.

SOR ANGELINES
El pájaro reía,
el pájaro reía
como las luces, como las flores.
El ruiseñor sabía,
el ruiseñor sabía,
cantar, cantar el triunfo de dos amores.

ANDRES
Feliz cantor, herido,
canta una pena
que alegre suena.

SOR ANGELINES
Feliz quien algún día,
feliz quien algún día
a la alegría va,
a la alegría,
por el dolor.

ANDRES
Cuando canta el ruiseñor,
que es un ave enamorada,
algo suena alrededor,
algo suena alrededor,
y le avisa que es menguada
la alegría de su amor,
y le avisa que es menguada
la alegría, la alegría de su amor,
de su amor.

SOR ANGELINES
Un momento la vi
a la novia temblar
y un diamante cayó
en la flor de azahar.
Entretanto en su boca
reventaba el clavel
más alegre y más vivo
del más bello vergel.

ANDRES
Cuando canta el ruiseñor,
que es un ave enamorada;
la alegría de su amor,
la alegría de su amor
una lágrima asomada
suele haber al mirador,
una lágrima asomada
suele haber, suele haber al mirador,
al mirador.

Sor Angelines va a abandonar la residencia para profesar en las Clarisas, pero antes promete a don Andrés recomendarle a la hermana sustituta. Esta es Rosalía Jareño y, cuando viene Purita con su esposo a abrazar al viejo cantante, coincide el momento con la aparición de Sor Angelines y de Sor Magdalena (Rosalía) que le traen una taza de café.
Purita y Eduardo quieren darle gracias a Santa Cecilia por la felicidad que han alcanzado.
Sor Angelines les precede para abrirles la puerta de la capilla. Quedan solos Andrés y Sor Magdalena. Esta se acerca a preguntarle si el café está bastante dulce. Y Andrés, redimido de sus resentimientos, le contesta conmovido: «Muy dulce, hermana, muy dulce».





FIN


Información obtenida en la Página Web http://lazarzuela.webcindario.com/

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