Gloria y Peluca (Libreto)



GLORIA Y PELUCA



Zarzuela en un acto.

Libreto de José de la Villa del Valle.

Música de Francisco Asenjo Barbieri.

Estrenada el 9 de marzo de 1850 en el teatro supernumerario de la Comedia (antes Teatro Variedades) de Madrid.


REPARTO (Estreno)

María – Adelaida Latorre.

Marcelo Pelusa – Francisco Salas.

Oficialas de sastre, coristas del Circo. Coro de ambos sexos.



Representa la escena una pobre habitación. Al fondo una ventana; a la derecha del actor puerta de entrada; a la izquierda otra de comunicación con la habitación de María. Sillas, mesas, moldes de pelucas, útiles de peluquería, papeles de música y un clavicordio. En el fondo y sobre unas sillas cajas de cartón llenas de pelucas de diferentes clases; sobre la mesa una botella.


ESCENA I

Marcelo y Coristas del Circo. Al levantar el telón varios coristas revuelven las cajas de las pelucas armando un ruido notable, hasta que cada uno elije una y se la presenta a Marcelo.

UNOS
Esta peluca.

OTROS
Mucho trabajo....

UNOS
Pronto prontito.

OTROS
Ha de emplear.

UNOS
Yo canto el coro.

OTROS
Yo canto el bajo.

TODOS
Pronto maestro, no hay que tardar.

MARCELO
Bueno, señores, dentro de una hora
Todo rizado, todo estará.
¡Ay triste suerte, perra, traidora,
Que me condenas a trabajar!

CORO
Pronto, prontito, señor maestro,
No descuidarse, gane el jornal.

MARCELO
¡Soy un artista! El sacro astro
Junto al oficio para mi mal.

UN CORISTA
¡Un artista!

MARCELO
Justamente,
Célebre compositor!
A propósito, señores,
Pues voy a servirles yo
Quiero a mi vez que me hagan
Un señalado favor.
Ofrezco rizar sus pelos
Como ninguno veloz,
Y dejarles las cabezas
Peinadas con tal primor
Que ningún gacetillero
Les sople una pulla atroz,
Ni confundirles las épocas
De Vamba con Salomón,
Ni dar a David peluca
Como al caudillo Oudinot;
Pero quiero para mi ópera
Fuerte recomendación.

UN CORISTA
¡Opera!

MARCELO
Que yo he compuesto,
Que he presentado, y que hoy
De admitirla ó desecharla
Me han de dar contestación.
¡Es una cosa sublime!
Cosa bellísima, honor
De la música española;
Juzgad por la introducción.

(Cantado)

Empieza el Rey de Marruecos
Recitando en si bemol.
Que me traigan los esclavos.....
Un redoble de tambor
Y les corten las cabezas
Obligado de fagot
Tran, tran, tran, ti, ti, la flauta
Los timbales, tron, tron, tron.
Y ahora va toda la orquesta
Reforzando con vigor,
Y concluyen todos juntos
Por hacer un calderón.
Sigue después el andante.
Dice el Rey. "Prenda de amor,
Por ti quiero que en desierto
Se convierta esta nación?"
Y dice el coro a lo lejos
“Perdonadnos, gran señor."
Y replica el Rey. “Matadlos;"
Y luego el coro: “Perdón."
¿Qué tal?

CORO
¡Es cosa magnífica!

MARCELO
Los clarines y el trombón
Empiezan luego el alegro,
Ti, ti, ti, ta, ta, ton, ton,
Los violines tin, tin, tin,
Platillo y bombo chon, chon.

CORO
Basta, basta para muestra.
¡Qué concierto tan feroz!

MARCELO
¿Qué queréis? ¡Se enciende el alma
Con un fuego abrasador!
Quiero de artista la palma,
Soy un gran compositor.

CORO
Hablaremos, hablaremos
De la ópera en favor.

MARCELO
Bien, señores, cantaremos
A la gloria y al amor.
Llénese el ámbito
Con mi armonía,
El más recóndito
Retumbará.
Mueran los bártulos
De barbería,
La ciencia métrica
Lo ganará.

CORO
Déjate, ó bárbaro,
De la armonía,
Que todo el público
Te silbará.
Coge tus bártulos
De barbería,
La ciencia métrica
Lo ganará.

(Marcelo despide con notable trabajo d los Coristas: cuando consigue hacerlos salir cierra la puerta con cerrojo)


ESCENA II

Marcelo.

 (Hablado)

MARCELO
¡Bendito Dios! Se largaron
Esos malditos cantores,
Y entregado a mis amores
Por mi suerte me dejaron.
Fortuna notable ha sido
Que cesaran sus encargos.
"Deje Vd. los pelos largos

(Remedándoles)

Ese rizo bien cogido
Que estén las cocas muy cucas
Que pueda lucir la frente…”
¡Maldita la calva gente
Y malditas las pelucas!
Para mí que dentro siento
Del arte el fuego volcánico,
Este trabajo mecánico
Es un potro de tormento.
Músicas, inspiraciones,
Bullas, fiestas, armonías,
Y graciosas melodías
De fagotes y violones;
Eso sí que al mundo pasma:
Y al atronar los oídos
Se confunden los sentidos
Y el más torpe se entusiasma.
¿Y si es de Verdi? ¡O ventura!
Los compases a montones,
Y el ruido de cien cañones
En cualquiera partitura!!!

(Reflexionando)

Por este entusiasmo loco
Me alejo de mi María,
Y tengo a la prenda mía
Y a mis pelucas en poco
¡Mas decir que estoy demente
Porque escribo partituras!
¡Llamar al arte locuras!
¿Qué hay que esperar de tal gente?
Para idear tal desastre,
Para una aprensión tan mala
Es fuerza ser oficiala,
Y oficiala a más de sastre.
Pero sastra tan bonita
Y con tantas perfecciones
Que me da más tentaciones
Que tuvo Antón cenobita.
¡Qué pulido pie, qué mano,
Qué dientes y qué cintura!
Si la mueve por ventura,
Se aturde el género humano.
¡Y aquella cara tan bella,
Y los ojuelos traidores!
Vamos, me dan trasudores
Solo con pensar en ella.
Es cosa segura y cierta
Que si en vez de peluquero
Me volviera cerrajero,
No resistiera esa puerta.
¿Mas cómo he de hacer astillas
La causa de mis tormentos
Con solo estos instrumentos,
Un peine y las tenacillas?
Hace un año ¡qué ventura!
Podía verla a mi antojo;
Aún no existía el cerrojo
Ni esa fatal cerradura.
Mas desque vio la taimada
Que escribí la primer nota,
Quedó la alianza rota
Y la guerra declarada.
Ello es que salí a peinar
Un día tranquilamente
Amalgamando en mi mente
Un aria y el macasar.
Al volver no la hallo; ¡malo!
Dije, mi desdicha es cierta:
Lanzóme a abrir esa puerta,
Y encuentro cara de palo.
Golpeo, en la rabia mía
Grito, lloro, la suplico,
Y ella cerrado su pico
No dijo esta boca es mía.
La digo si está enfadada,
La pido dos mil perdones,
Y ella que nones, que nones,
Y suelta una carcajada.
Tan tremenda hilaridad
Me saca de mis casillas,
Y pagan las pobres sillas
Aquella barbaridad.
Rompo, pateo, destrozo,
Dándome sangrienta prisa,
Mas cesando al fin la risa
Me dice ella: “Pobre mozo,
¿Esos trastos, por ventura,
Son causa de mi desvío?
Pega antes, Marcelo mío,
Patadas a tu locura.
Con que si quieres mi amor
En premio de tus desvelos,
Tiñe canas, riza pelos,
Y deja de ser cantor."
Parece que siento ruido
En su cuarto ¡Qué alborozo!

(Mira por el ventanillo de la puerta)

¡Salta el corazón de gozo!
No hay falencia; ya ha venido.
Si quisiera contestar...
Hola ¡se sentó…! Ya cose
¡Magnífico! Escupe, tose;
No hay remedio, Va a cantar.

MARIA
(Canta dentro)
Dejad al pensamiento
Libre camino,
Que vuele hasta los brazos
De su querido.
Y allí sin pena
Dejadle que arrullado
Tranquilo duerma.

MARCELO
Esa voz me enajena,
Me llega al alma;
Es la voz argentina
De mi adorada.
¡Ay mi María!
Valen más que la Norma
Tus seguidillas.

MARIA
Despliega el manso vuelo,
Gentil Cupido,
Cruzando el aire ardiente
De mis suspiros.
Llega a Marcelo,
Y dile callandito
Cuánto le quiero.

MARCELO
(Hablado)
Niña de la voz bonita:

(Se acerca a la puerta izquierda)

Encantadora sirena,
¿Me quieres hacer favor
De escuchar mis tristes quejas?

MARIA
No quiero.

MARCELO
¿Por qué, bien mío?

MARIA
Porque no.

MARCELO
Linda respuesta.
Es razón que no convence.

MARIA
Si no convence, hace fuerza.

MARCELO
Pero, mujer, ten piedad

MARIA
Marcelo, ¿ya no te acuerdas
Que te he dicho que hasta tanto
Que abandones tus rarezas
Y músicas no era fácil
Que entrases tú en esta pieza?

MARCELO
Pues mira, una idea me ocurre
Y puede que te convenga
No entrando yo no se falta
A tu propósito, sea:
Pero pasa tú a mi cuarto,
Y queda en toda su fuerza
Tu juramento ¿Qué dices?

MARIA
Repito que si no dejas
Tu manía filarmónica,
Pierdes el tiempo en que ruegas.

MARCELO
Bien, mujer yo te prometo
Que si de esta conferencia
Que propongo no salieres
Convencida en toda regla,
O abjuro de mi propósito,
O te vuelves a tu celda
Y no atravieso jamás
Los umbrales de esta puerta.

MARIA
¿Lo prometes?

MARCELO
Te lo juro.

MARIA
Voy a salir; pero cuenta
Que es la postrer vez que tengo,
De seguro, esta flaqueza.

MARCELO
Así a lo menos tendré,
Suceda lo que suceda,
Él consuelo de mirarla
Y de hablarla más de cerca.


ESCENA III

María y Marcelo.

MARIA
Vamos a ver: ¿qué me quieres?

MARCELO
Tener una conferencia
Contigo, en la que tratemos
De la paz…

MARIA
O de la guerra.
Es escusado, Marcelo;
Discordan nuestras ideas,
Y a ti que quieres ser hombre
De rumbo pues de grandeza,
No te pueden convenir
Mujeres de mi ralea.

MARCELO
No digas eso por Dios;
A el que te quiere de veras
Como yo, es un suicidio
Hablarle de esta manera.
Tratemos primeramente
Del arte por excelencia,
De la música; después
De nuestro amor.

MARIA
Pues empieza
Por ahí y te entenderé,
Que lo que es de esas tonteras
De fusas y semifusas
No comprendo ni una letra.

MARCELO
Pero tú cantas también…
Mas es cosa tan plebeya
La seguidilla…

MARIA
Mejor,
Yo soy española neta,
Y a más hija de Madrid,
No me salgo de mi esfera;
Y manola aun en el canto
He de ser hasta que muera.

MARCELO
Valieras cien veces más
Si estudiando por mi escuela
Cantases dúos conmigo.

MARIA
Déjate de esas simplezas:
No quiero cantar yo más
Que las cosas de mi tierra;
Esto me ayuda a coser
Y mi soledad consuela:
Y era bueno no olvidaras
Que a los dos toca, y de cerca,
Que no se hizo el chocolate
Para mulas de colleras.

MARCELO
¡Qué símiles usas, hija!
Cosas tan vulgares, prenda,
No deben estar en boca
De una muchacha tan bella,
Que ha de parar en mujer
De un compositor en regla.

MARIA
¿Mujer de un compositor?
Ni lo espero, ni Dios quiera
Que piense unirme jamás
A uno de la murga.

MARCELO
(Aparte)
¡Arrea!

(Alto)
Quiero aristocratizarte.

MARIA
Eso ¿se vende en las ferias
O en la plaza?

MARCELO
No, María.
Mujer, por Santa Quiteria
No quieras aparecer
Tan ignorante, tan lerda.

MARIA
Si no entiendo esos vocablos,
¿Qué quieres? Soy yo muy bestia.

MARCELO
Bestia no; ¡Jesús mil veces!
Lo que yo solo quisiera
Es te elevases un poco;
Quiero decir, que ascendieras
En categoría social.

MARIA
Que fuese yo una condesa
Y anduviese con repulgos
Haciendo dos mil pamemas,
Fingiendo ataques de nervios,
Convulsiones y jaquecas,
Prefiriendo ver quintetos
A oír una buena comedia
De aquellas que empiezan: ¡Arma,
Arma, arma, guerra, guerra!
O las otras en que salen
Angeles, gigantes, dueñas,
Y donde bailan el olé
O la jota aragonesa?
Quita allá nunca en mi barrio
Pensaron en tal las hembras:
La pandera, una guitarra,
Bulliciosas castañuelas,
Guardapiés ancho, zapato
Descotado, limpia media,
Respingo y jaleo a todo,
En todo la verdad neta,
La cara muy levantada,
Bien limpia y bien descubierta,
Sin manchas en el vestido
Y pocas en la conciencia,
Tales son, Marcelo mío
De una Manola las prendas.

MARCELO
Y prendas que yo venero,
Y más si todas encuentran
Por portador un palmito
Como lo es el tuyo, perla.
Pero piensa, hermosa mía,
Que el mundo sigue otra senda.
¿Sabes qué es Revolución?

MARIA
Una jarana; simplezas.

MARCELO
No, mujer; es una cosa
Es un mal que hoy nos aqueja.

MARIA
Ya te entiendo; como el cólera
O el .tifus: una epidemia.

MARCELO
Oye bien, te explicaré
Largamente esta materia.
Los pueblos estaban mal
Porque las cosas añejas
A todo el mundo fastidian,
Y es preciso cosas nuevas:
La paz de antes, se ha acordado
Que es una cosa perversa,
Y que es mejor el bullicio
Y el estrago de la guerra.
Las opiniones del día
Todo al igual lo nivelan;
Pío ha de haber pobres ni ricos,
Ni ha de haber niños ni viejas,
Ni muchachos corcovados,
Ni raquíticos, ni feas,
Ni hombres más altos que otros,
Ni potentados: se quedan
Todos, todos por igual.

MARIA
Estarán de esta manera
Los ricos, ricos de hambre,
Los pobres con su miseria.

MARCELO
Abordan unos al mando,
Otros abordan la hacienda;
El zapatero hace versos,
El Duquesito comedias;
El comerciante los libros
De partida doble deja,
Y en vez de letras de cambio
Aprende las bellas letras.
Todos ascienden ó cambian,
Todo se agita en la tierra;
De todo lo cual deduzco
Que tú, pobre costurera,
Puedes con el tiempo ser
Vizcondesa ó Baronesa,
Que hasta príncipes se han visto
Casados con lugareñas.
Y yo no es mucho que aspire
A las glorias de la escena.

MARIA
No delires.

MARCELO
No deliro:
Es cosa muy fácil esta.
¿Sabes el poder inmenso
Del ingenio? Hasta la esfera
Del sol se puede elevan
Y allí, del mundo lucerna.
Escita la admiración.

MARIA
Marcelo, no seas babieca.
¿Qué entiendes de teatros tú,
Qué de músicas, etcétera?

MARCELO
¡Que no entiendo! ¿Pues acaso
Veinte semanas y media
Que cursé el Conservatorio
No han de dar ninguna ciencia?
Haber peinado tres años
Las barbas y las cabezas
De Ronconis, Salvatoris,
Artistas de tanta fuerza,
Y a la Persiani, la tiple
Mas tiple que hay en la tierra,
¿No me deben haber dado
Por lo menos experiencia?
Escucha, prenda querida,
Mis planes.

MARIA
Sí, tus quimeras.

MARCELO
Aprueban ahora mi ópera;
La cantan; mi fama vuela
Hasta el rincón más recóndito;
Entonces mi nombre aprecian,
Y llueven aquí recados
Para hacer obras diversas:
Ya unas polkas para un baile,
Luego un sentido Requiescat,
La ópera, la canción,
Tanda de valses, zarzuelas…
Luciré mi rico ingenio,
De mi canto la excelencia;
Y coronas y doblones,
Y aplausos y enhorabuenas
Caerán a mis pies, las unas
Para adornar mi cabeza,
Y los otros llenarán
Mis bolsillos y gavetas.
Entonces dejarás tú
El dedal y las tijeras;
Tendrás gorros, tendrás chales,
Y andarás en carretela.

MARIA
Y dirá la gente al verme
Con miriñaque tan hueca…
Esa cosió este chaleco.
El pantalón, la chaqueta,
Y é1 me teñía las canas
O rizaba la melena.
¡Ay Marcelo! Tú estás loco;
Es inútil que pretenda
Tu curación. ¡Pobre mozo!
Rematado… A Dios te queda.

MARCELO
Mariquita, escúchame.

MARIA
Ni la meopatía pudiera
Con todos sus globulillos
Curarte ya la mollera.
Ya tronamos, no hay remedio:
Quedó la amistad deshecha,
Y hasta me propongo odiarte
Desde hoy más con todas verás.

MARCELO
Mira, si no te convenzo
Con esta razón postrera,
Tomo el tole y no descanso
Mientras me lleven las piernas.
Estate atenta, dirás
Si mi doctrina no es cierta;
Son verdades que enternecen
A un guardacantón de piedra.

(Canto)

Cosiendo todo el día
Chalecos, pantalones,
Se va, ¡pobre María!
Tu vida sin sentir.
La aguja ¡Dios me asista!
Tu mano pincha hermosa,
Acaba con tu vista,
No da para vivir.

MARIA
Si tú prefieres, tonto,
La gloria a las pelucas,
Convenceráste pronto
De tu insensato error.
Maneja bien los hierros
Y déjate de coplas,
O un ciento de cencerros
Se oirán solo en tu honor.

MARCELO
Cosa pestífera
Es la peluca,
Cosa ridícula
Que me da horror.
Es tan prosaica,
¡Cosa muy cuca!
Para el que cuentan
Ya gran señor.
Tú idea estólida
Deja, querida,
Siendo aristócrata
Te irá mejor.
Grave y magnífica
Será tu vida,
Veránte atónitos
De tu esplendor.
Seria y pacífica
Irás al Prado,
Muy impertérrita
En tu landó.
Mientras el pópulo
Te ve admirado,
Siempre de adlátere
Estaré yo.

MARIA
Deja las fusas,
Prenda querida,
Porque en tu vida
Prosperarás.
Coge tus hierros,
Y que tu oído
Oiga el sonido
Del chis, chis, chas.

MARCELO
Valen más, prenda,
Otras canciones;
Violas, trombones,
Y hasta el violón.
Vivan las notas,
Viva mi lira,
Y el tararira
Y el chon, chon, chon.


ESCENA IV

María.

MARIA.
¡Se ha largado! Si es la suya,
No cabeza, calabaza;
Parece imposible que hombre
Que tiene tan buena gracia
Para arreglar las cabezas
De los otros, tenga calva
Su razón ¡Pobre muchacho!
Si yo un remedio encontrara
Para curar su manía…
Mas no se me ocurre nada…
Un específico fuerte…
Si el barbero de esta casa
Supiese una medicina
Que la música matara…
Pero ¡Quiá! Con el pellejo
Su locura no le arrancan.
Lo que una mujer no puede
Ni el mismo diablo lo alcanza.
¡No le curan mis desdenes
Cuando con pasión me ama.....!
No hay en la botica drogas
Que puedan curar su falta.
Si alguno me aconsejase…
¡Qué idea…! las oficialas
De sastre, mis compañeras,
Son traviesas, vivarachas,
Y tal vez estando juntas
Les ocurra… cosa llana;
Más ven cuatro ojos que dos…
Convirtamos esta sala
En consejo, y discutamos…
La ocasión la pintan calva;
Y pues Marcelo se fue,
Manos a la obra. ¡Muchachas! (Llamando)


ESCENA V

María y Oficialas de Sastre.

UNA OFICIALA
¿Qué nos quieres?

MARIA
Escuchadme,
Porque me hace suma falta
Vuestro consejo; sentaos

(Las Oficialas cogen sillas y se sientan en semicírculo)

En redondo… bueno.

UNA OFICIALA
Charla.

MARIA
(Canta)
Para un asunto importante
Tengo que pedir consejo.

OFICIALAS
Escuchemos; adelante.

MARIA
Prestadme vuestra atención.
Discutamos seriamente,
Porque es grande el compromiso,
Qué será más conveniente
Hacer en esta ocasión.
Yo tengo un amante
Muy fino y constante.

UNAS
¿Es joven?

OTRAS
¿Es rico?

OTRAS
¿Se casa?

OTRA
¿Es buen chico?

MARIA
Callaos, chitón.
Mas a él para loco
Le falta muy poco;
Cantar solo quiere,
Y a todo prefiere
El bombo y violón....,
Veamos que hacemos.

UNAS
¡Pensemos...!

OTRAS
¡Pensemos!

UNA
A ver…

OTRA
Convencerle...

OTRAS
Negado.

OTRAS
Molerle
Será más razón.

MARIA
Con orden, amigas....

TODAS
Es fuerza le digas…

MARIA
Despacio, una a una.

UNA
Curar su tontuna.

OTRAS
Matar su aflicción.

UNAS
Yo opino al contrario.

OTRA
Que no es necesario…

UNA
Reñirle…

OTRA
Pegarle....

OTRA
Quererle…

OTRAS
Mimarle…

UNAS
Caricias…

OTRAS
Soñón…

UNA
Mi voz…

4 ó 5
Descalabra.

MUCHAS
Pido la palabra.

MARIA
Al orden.

UNAS
¡Votemos!

OTRAS
¡No tal!

MARIA
¡Chist! ¡Callemos!
Cerré la sesión.

LAS OFICIALAS
Atrapa al buen Marcelo
Pues quiere ser marido,
Sin hombre es consabido
Se muere de aflicción.
Casarse es lo que importa,
Casarse, y eso pronto;
No siempre se halla un tonto
Con tanta vocación.

MARIA
Acepto el buen consejo
Puesto que ya he sabido
Que estando sin marido
Me muero de aflicción.
Casarse es lo que importa,
Casarse, y eso pronto;
No siempre se halla un tonto
Con tanta vocación.


ESCENA VI

Marcelo.

MARCELO
Ya se ha marchado ¡Dios mío!
¿Habrá mayor desventura?
No me queda más recurso;
No hay esperanza ninguna,
Como no la dé la muerte
Y el silencio de la tumba.
Quiero morir… mas no tengo
Un arma que me concluya
Sin dolor; ni aun unos fósforos,
Que es veneno que ahora se usa.
Pero hay hombres que se matan
A fuerza de tomar turcas…
Al espíritu de vino
Llama, Marcelo, en tu ayuda,
Y si has de morir, ve al menos
Alegre a la sepultura.

(Coge una botella y dice contemplándola)

Solo creí que sirviera
Para limpiar las inmundas
Cabelleras de los muertos,
Que luego de dueño mudan,
Y no para convertir
En calavera huesuda
Cabeza tan bien compuesta,
Marcelo, como la tuya.
¡Quiero morir…! Quiero vino…
Una muerte quiero estúpida,
Que haga reír al mundo

(Va a beber y se detiene)

Como haya reído nunca.
Pero ¿y las artes, señor?
¿Qué dirán las semifusas?
Aún me queda una ilusión;
La gloria, el laurel, la música.
Consolaráme mi ópera.
¡Qué excelente partitura!
Si pudiera yo cantar
El terceto: tengo mucha
Gana de ver el efecto
Que produce. Sí; no hay duda,
Debe alborotar. ¡Qué fuego!
¡Qué terneza y qué bravura!
Si tuviera aquí un tenor…
Y aun me faltaría una
Tiple de excelente voz…
Pero ¡qué idea tan chusca
Se me ocurre! Cantaré
Con este par de pelucas.
El Tenor un peluquín
Debe ostentar en la nuca;
Y estos rizos, y estas greñas
Tan bien trenzadas, tan cucas,
A una Tiple apasionada,
A una odalisca moruna
La deben sentar muy bien:
Escojamos las posturas
Que deben tener… Tenor
A la izquierda, cosa justa;
La Tiple en el otro lado;
Actitud de humilde súplica:
Tiene delante al cristiano
Que sacó de triste y sucia
Mazmorra, y al que entregó
Las llaves de su ternura,
Y suplica al Rey infiel
Que los perdone y los una.
El Bajo esta furiosísimo
Porque a su querida turca
La camela el cristianuelo,
Y con faz fea y sañuda
A la muerte los sentencia…
Es situación tremebunda:
Deben estar las oyentes
Desmayadas ó difuntas…,
Algunas tendrán vahídos
Si me ampara la fortuna.


TERCETO

Zaide, Rufo, el Rey de Argel.

(Canto) (Interpretado por Marcelo)

ZAIDE
Tened piedad, señor de una infelice.

RUFO
Escucha, Rey tirano, lo que dice.

REY
Nada escucho…

ZAIDE
Señor…

REY
Nada, chitito:
Purgarás con la muerte tu delito.

ZAIDE
Yo también moriré.

REY
Silencio, infame.

RUFO
No alcanza tu poder a que no me ame.
Colmó mi dura suerte.
Dolióse del cautivo,
Por ella solo vivo,
Por ella tengo honor.
Podrá solo la muerte
Llevarme lejos de ella.
¡Tú sola, Zaide bella,
Serás siempre mi amor!

REY
Y yo, cristiano perro,
También a Zaide amo;
Y a mí, que soy el amo,
No me toca ceder.
Tu amor cúrelo el hierro
Y enciérrelo la losa;
Entonces Zaide hermosa
Podrá ser mi mujer.

ZAIDE
Jamás, bello cristiano,
Seré del fiero moro;
Ya sabes que te adoro,
Saber puedes mi amor.
Persíguenos tirano
Con su rigor la suerte;
La dura y fiera muerte
Podrá darnos honor.

RUFO
A mis brazos acude, sultana.

ZAIDE
Toma, esclavo, con ellos mi vida,

REY
Morirás al momento, tirana.

RUFO
Unirános la muerte, querida.

REY
¡A la muerte!

RUFO
La muerte ya tarda.

ZAIDE
¡¡A y cruel!!

RUFO
Ay ¡¡mi bien!!

ZAIDE
Oye aguarda;
Por ti siente el ánima
Bullir ciento a ciento
Amores volcánicos,
Pasiones sin fin.
Muramos ya, ¡bárbaro!
Con risa y contento
Veremos impávidos
La muerte venir.

RUFO
Será el hierro límpido
El que ahorre tormento.
Crucemos el ámbito,
Verásnos morir.
La risa sardónica
Será mi lamento;
Irá mi alma rápida
Al alto cénit.

REY
Los dos son dos picaros
Que excitan mi saña;
Mas pronto mi cólera
Habrán de sentir.
Pondrán la faz lívida
Al ver la guadaña;
Con risa sarcástica
Veré yo su fin.

(Hablado)

MARCELO
¡Magnífico! ¡Bravo! ¡Bravo! (Aplaudiéndose)
En mis oídos retumba
El aplauso y los clamores
Que esto excitará en la turba.
¡Qué de coronas y Vítores
Y de oro! ¡Fuera pelucas!

(Golpes en la puerta izquierda)

Mas parece que me llaman,
Y no hay mas es mi Maruja
¿Qué me quieres, prenda mía?

MARIA
Abajo un hombre te busca.

MARCELO
¿Un hombre? Un avisador
Del Circo será sin duda:
Traerá noticias de la ópera,
Séme propicia, Fortuna.

(Sale corriendo de la escena. En el momento entra en ella María)

MARIA
Por fin consiguió mi ruego
Que me hablasen en razón:
Su fatídica pasión

(Coge tos papeles de música y los echa en el brasero)

La debe extinguir el fuego.
Conviértase en humo vano
El fruto de tu locura;
Siempre fue la mejor cura
La que corta por lo sano:
Quiera el cielo que esta llama
Te vuelva, Marcelo, el juicio,
Y debas tal beneficio
A la mujer que te ama.
Retirémonos a ver
En tal caso qué resuelve
Si esto a mi amor no le vuelve,
No le debo de querer.


ESCENA VII

Marcelo.

MARCELO
Me ha engañado, y querrá luego
Que la crea ¡Miente tanto!
¡Mas qué miro, cielo santo!
Se quema mi fama. ¡Fuego!
Mujer, tú me martirizas
Con tus desdenes impíos,
Y a mas los papeles míos
Me conviertes en cenizas.
¿Hay situación más cruel?
Dime tú lo que mereces:
He bebido hasta las heces
El cáliz de amarga hiel.
Aquí quisiera yo ver
A esos poetas llorones
Que pintan en sus canciones
La crueldad de la mujer.
¿Qué dijeran si supieran
Lo que a este amante le pasa?
Los misterios de esta casa
Si supiesen, ¿qué dijeran?
Canta la zafia criada
La Atala y triste Corina
Trasteando en la cocina,
O entre una y otra escobada.
Canta el ciego a la guitarra
Las coplas de Calaínos,
De suerte que a los vecinos
El oído les desgarra.
Canta el tenor extranjero,
Y al soltar un gallipavo
El público exclama "bravo,"
Y le da aplauso y dinero.
Canta un niño una canción,
Y muy mal el pobrecito,
Y le dicen: "qué angelito,
¡Jesús, cómo coge el son!"
¿Y sufriendo al niño, al ciego,
Al tenor y a la criada,
Una mano despiadada
Les pone a mis notas fuego,
Sin ver consume la llama
De un genio el nombre, el honor,
Tan buenos frutos en flor,
Y tanta gloria en programa?
¿Se pueden dar más tormentos,
Suceda lo que suceda?
¿Y qué es lo que aquí me queda?
Juntemos estos fragmentos.

(Leyendo de dos papeles que han quedado a medio quemar)

La dulce prenda que serrana mía.
Llama a la muerte al son de la guitarra.
Injusto Rey, tu mano mi alegría
Y tu poder la faja y la zamarra.
Contento moriré gloria y salero,
Por mi hermosa y su cuerpo sandunguero.
A Dios, a Dios y ese talle
¡Qué injusta suerte infeliz!
La muerte yo iré a tu calle
No temo una cicatriz.
Adiós, sultana si a un majo quieres
Voy al tormento hiena iracunda
Mi último aliento Adiós qué tunda
Será por ti te doy a ti.

MARIA
(Dentro)
Marcelo.

MARCELO
Húyeme, aparta;
No con nuevas bromas vengas.

MARIA
Para que ahora te entretengas
Ahí te remito esa carta.

(La echa por debajo de la puerta)

MARCELO
Sr. D. Marcelo Pelusa:
El atrevimiento ó por mejor decir la locura de Vd. están grande, que merece un castigo ejemplar; ninguno mejor que decirle que lo que Vd. llama su ópera es un engendro disparatado; es el aborto de un cerebro trastornado. Solo a Vd. se le puede ocurrir empezar una introducción do partitura con la marcha de caballería, cosa que de puro moderna se tocaba en tiempo de Isabel la Católica, a quien Vd. debe ya conocer. Peine Vd. pelucas, déjese Vd. de músicas, ó váyase a curar a Toledo, donde le espera un cuarto en la casa de locos. Suyo, etc.

¿Es cierto lo que estoy viendo?
¿Es verdadera esta carta?
Esto solo ¡santos cielos!
Esto solo me faltaba.
Esto debe ser envidia,
Pero mata mi esperanza.
Ay Mariquita ¡María!
¡Prenda hermosa de mi alma!
Si tú me vuelves tu amor,
Renuncio por ti a la fama.

MARIA
(Dentro)
No te creo, ya Marcelo.

MARCELO
Te lo juro.

MARIA
No me engañas.

MARCELO
Pues bien, ponme en cuarentena,
Y si una nota me hallas
Consiento que me estrangules
O me arranques las entrañas;
Pero al menos no me prives
De ver tu preciosa cara.

MARIA
Concedértelo no puedo.

MARCELO
Perdona, mujer, mis faltas
Mea culpa… pequé, pequé…
Para penitencia basta
Con la que antes he sufrido
¿Mis súplicas no te ablandan?

MARIA
Ya no queda de mi amor
Para ti ni una migaja.

MARCELO
Dame siquiera, María,
A besar tu mano blanca
Por la puerta, y sea el iris
Sucesor de mi borrasca,
Y la señal de que al fin
Me perdonarás… Despacha,
Que me come la impaciencia
Y me devora la rabia.
¿Nada dices? ¿No concedes?
¿No te conmueven mis lágrimas?
Pues voy a concluir mi vida
Saltando por la ventana.
Adiós, Maruja querida.
Ese silencio me mata:
Sal a tu ventana a ver
Mi catástrofe inhumana.

(Se separa de la puerta y va hacia la ventana; en el momento mismo se entreabre la puerta y asoma la mano de María. Marcelo se precipita a cogerla y la besa repetidas veces)

MARIA
Te perdono…

MARCELO
¡Qué ventura!
Este perdón esperaba.
Te prometo no cantar…
Lo menos hasta mañana;
Pero deja que traspase
Estos límites… ya basta
De separación, mujer

(Queriendo abrir la puerta)

Aquí mis fuerzas me valgan
Ya van venciendo… por fin
Darás a mi amor la paga.

(Se oye el Coro de hombres por el lado derecho, Marcelo asombrado suelta la mano y la puerta se cierra; cuando vuelve a ella ya trata en vano de abrirla)


ESCENA VIII

Dichos, y Coro de hombres y mujeres.

CORO DE HOMBRES
Subamos, subamos, pasó ya la hora,
Se acerca el momento de ir a trabajar.

MARCELO
Malditos cantores, su charla traidora
Me impide de amores la palma alcanzar.

CORO DE MUJERES
Dejemos la aguja, llegó ya la hora
De darnos descanso y el mundo gozar.

CORO
¿Y mi peluca?

MARCELO
No está corriente.

CORO
¿Cuál es la causa?

MARCELO
No hay que chistar.

CORO
Es una infamia, maestro insolente:
Su picardía debe pagar.

MUJERES
¿Qué tal la música?

MARCELO
Vayan al cuerno.

MUJERES
¿Qué tal le aplauden?

MARCELO
Me voy a ahorcar.

MUJERES
Si Vd. se mata se va al infierno,
Piense en la gloria que ha de alcanzar.

MARCELO
Cese la grita; óiganme un poco,
Oiganme un poco por caridad.
Callen, ó denme de la botica
Tres cuarterones de rejalgar.

CORO
Di qué te pasa.

MARCELO
Que hallar no puedo
Ni gloria artística ni conyugal
Ay desgraciado, quién lo dijera,
No hallo consuelo para mi mal!!!

CORO
Y hace pucheros, ay ja, ja, ja.
¡Vaya una cosa particular!
Pobre maestro, rice postizos…
Deje la gloria, déjela ya:
Coja por fusas canas y rizos,
Que una peluca gloria le da.

MARCELO
Juro, señores, que mi manía
Desde esta noche se curará
Si me perdona mi fiel María
Y a mí se acerca.

MARIA
(Abrazándole)
Toma.

CORO
Aquí está.

MARCELO
No tiene cálculo
Cuánto yo gozo,
No hay otro mozo
Con más pasión.
Retoza el júbilo
Dentro del alma,
Nace la calma
Del corazón.

MARIA
La suerte próspera,
De sus furores
A mis amores
Los libertó.
Por fin apiádase
De ellos el cielo,
Grato consuelo
Me deparó.

CORO
Por fin la música
Vuelve a su quicio,
Le vuelve el juicio
Por fin amor.
Cese su estúpida
Rara manía,
Calme María
Su loco ardor.



FIN


Información obtenida en:
http://www.bibliotecavirtualmadrid.org/bvmadrid_publicacion/i18n/consulta/registro.cmd?id=2146

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