Una Vieja (Libreto)



UNA VIEJA



Zarzuela en un acto.

Libreto arreglado a la escena española por de Francisco Camprodón.

Música de Joaquín Gaztambide.

Representada por primera vez en el Teatro de la Zarzuela en Diciembre de 1860.



REPARTO (Estreno)

Adela - Srta. Ramos.

Conrado, oficial - Sr. Sanz.

León, pintor - Sr. Cubero.

Pancho, mayordomo - Sr. Arderíus.

Un Criado - N. N.

La escena pasa en Méjico, en 1826.


ACTO UNICO

Salón con puertas; una en el fondo y dos a cada lado. Un tocador bajo con espejo, fondo izquierda: en primer término piano, izquierda: mesa de libros, álbum, etc., a la derecha. Ventanas en los ángulos del fondo. Sillas, sillones, etc.


ESCENA PRIMERA

Pancho, mirando a las ventanas como si hablara a los criados que se suponen fuera

PANCHO
A ver cómo me dejáis
el jardinito arreglado
y los paseos barridos;
pero limpitos, ¿estamos?
No diga el huésped que somos
muy flojos los mejicanos;
y, sobre todo, nuestra ama
lo ha dispuesto, y yo lo mando.
(Viniendo a la escena)
Sin este afán que yo tengo
de darle la última mano
a todo lo que me encargan,
seria esta casa un páramo.
Bien puede estar satisfecha
la señora del cuidado
conque me esmero en servirla:
¿qué haría sin mí a sus años?
La pobre es anciana y viuda,
y... (Sale un Criado)
¿qué es lo que tú traes?

CRIADO
Traigo,
que abajo hay un español
que llegó ahora a caballo,
y dice que viene a ver
a ese capitán que trajo
el ama en su compañía.

PANCHO
Duerme la siesta: no estamos
para recibir aún.

CRIADO
Que trae un viaje muy largo.

PANCHO
Que lo traiga, y que se espere;
el capitán está malo
todavía de su herida,
y debemos esmerarnos
en guardarle el miramiento
que la señora ha mandado,
¿sabes?

CRIADO
¿Qué le digo entonces?

PANCHO
Lo que te he dicho, zanguango.

(Vase el Criado)

A no estar yo aquí, ese imbécil
ya le hubiera despertado.
Mas ¡calle! ya viene aquí.


ESCENA II

Dicho; Conrado, por la primera puerta de la derecha.

PANCHO
Buenas tardes: ¿cómo vamos
capitán?

CONRADO
Bastante bien;
me siento ya reforzado
y con ánimo de dar
un paseo por el campo.

PANCHO
Conque hay buen humor, ¿eh?

CONRADO
Mucho.

PANCHO
Me alegro.

CONRADO
Gracias: acabo
de leer un periódico,
en que vi que os han cascado
bien las liendres nuestras tropas.

PANCHO
¿A quién?

CONRADO
A los mejicanos.

PANCHO
¡Calla! ¿Y eso os da alegría?

CONRADO
¡Pues no ha de dármela! ¿Acaso,
por estar yo prisionero,
te figuras que he dejado
de ser español?

PANCHO
Después
que el ama os ha afianzado
con todos sus bienes para
que vos pudieseis curaros
aquí, ¿deseáis que venga
el español a zurrarnos?

CONRADO
No temas: ¡ojalá venga
y pueda llegar el caso
de poderme desquitar
con tu señora de tantos
obsequios como le debo,
que no sé cómo pagarlos!

PANCHO
Del mal el menos, siquiera...
¡Ah! se me había olvidado
deciros que un español
que llegó, desea hablaros.

CONRADO
¿Y por qué no me lo has dicho?

PANCHO
Como estabais descansando,
tomé a mi cargo el decirle
que esperara.

CONRADO
¡Pero, Pancho,
que no has de hacer cosa alguna,
ni aun pasar un recado,
sin la funesta manía
de tomar siempre a tu cargo
el quererlo enmendar todo!

PANCHO
Yo creí haber acertado.

CONRADO
Cuando te pido agua fresca,
te vas y me traes caldo,
por ese afán sempiterno...

PANCHO
Sí, señor, porque es más sano.

CONRADO
Anda, ve y dile que pase,
¿entiendes? sin enmendarlo.

(Vase Pancho)


ESCENA III

Conrado.

(Música)

CONRADO
Un español que viene
a verme aquí;
el alma se transporta
a mi país.
Yo siento aquí un ambiente
de inmensa languidez:
en este paraíso
me falta una mujer;
la busco en vano
en derredor;
la llama a voces
mi corazón.
Está sin alma
todo este edén;
la maga de mis sueños
no vaga ¡ay, Dios! en él.
Auras de España,
venid a dar
a un alma inquieta
la dulce paz;
ponedme cerca
de esa ilusión,
que vaga siempre
en derredor;
de mi querella
llevadle el son,
llevad hasta ella
la voz de mi amor.


ESCENA IV

Dichos y León, que corre a abrazar a Conrado.

(Hablado)

CONRADO
¡León!

LEON
¡Querido Conrado!

CONRADO
¿Tú por aquí?

LEON
Aprieta fuerte.

CONRADO
¡Tras tanto tiempo sin verte!

LEON
No tanto, el año pasado,
en Méjico: en el momento
que estalló la rebelión,
estabas de guarnición
allí con tu regimiento:
más luego perdí tu huella
cuando saliste a campaña.

CONRADO
¿Has renegado de España,
León?

LEON
Eso no; aunque en ella
fue mi trabajo infecundo,
y de la fortuna al cebo,
para encontrar algo nuevo,
dije: voy al Nuevo Mundo.
En el viejo hay tal enjambre
de sabios de atrevimiento,
que el verdadero talento
suele morirse de hambre.
Dicho y hecho; me embarqué
buscando con mis pinceles
dónde sentar mis cuarteles
y en Méjico me instalé;
y hallé un país seductor
que siendo rico de sobras,
representan nuestras obras
y no pagan al autor:
con mucho jefe ambicioso,
poco respeto a la ley,
casados que hacen el buey,
solteros que hacen el oso,
banqueros con egoísmo,
coquetas con travesura,
nuestra España en miniatura^
lo mismo, chico, lo mismo.

CONRADO
¿Y has hecho suerte?

LEON
Así, así,
no me escasea el dinero:
hoy soy pintor extranjero
y valgo más, como allí.

CONRADO
Recuerdo que a tu pincel
le debo más de un buen rato.

LEON
¿Te acuerdas de aquel retrato
que te enamoraste de él?

CONRADO
¡Qué tipo tan celestial!
más que terrestre mujer
un ángel debía ser
sin duda el original.
Ante aquella copia, llena
de cariñosa expresión,
me decía el corazón:
anda, sueña, busca y pena.

LEON
¿Y a quién hay que retratar
en esta quinta, Conrado?

CONRADO
¿Cómo?

LEON
Vengo contratado
expresamente a pintar.

CONRADO
¿A pintar aquí?

LEON
Sí tal;
vino a mi casa un banquero
diciéndome: caballero,
¿sois vos León Carvajal?
«Servidor.» Pues tengo encargo
de proponeros hacer
un retrato de mujer
a un trecho bastante largo.
«Si pagan bien, allá voy.»
Lo que pidáis os darán.
«Dos mil pesos.» Aquí están.
Cobré, partí y aquí estoy.

CONRADO
Otro rasgo de bondad
de mi noble bienhechora.

LEON
¿Quién es ella?

CONRADO
Una señora
que tiene bastante edad;
un día de sobremesa
le encarecí tu persona,
y ella es quien me proporciona
esta agradable sorpresa.
Ella mi herida ha curado,
me ha afianzado, y según veo,
no puedo tener deseo
que no vea realizado.

LEON
Absorto, chico, me dejas:
¿y a qué debes sus cuidados?

CONRADO
Viniendo con cien soldados
de la provincia de Tejas,
un día al amanecer
topé un convoy enemigo,
me vuelvo a mi tropa y digo:
muchachos, cayó quehacer.
Puse mi escuadrón al trote,
y de buenas a primeras,
les cargamos como fieras
matando gauchos a escote:
y en medio de aquel desmoche
oí una voz muy contrita
de una pobre viejecita,
que desde el fondo de un coche
con el mayor desconsuelo
amparo me demandaba;
parecióme que me hablaba
mi madre que está en el cielo.
Fui y la dije: no temáis
que nadie os falte al respeto,
que yo escoltaros prometo
hasta donde vos queráis.
Casualmente ella llevaba
nuestra misma dirección,
le di, pues, conversación
la servía, la cuidaba,
y fuimos perfectamente
algunos días así,
.hasta que al cabo, hete aquí
que me veo de repente
cargar por una legión
de hordas, indisciplinadas,
con fuerzas centuplicadas
contra mi corto escuadrón.
En tal apuro, ¿qué hacer?
mi tropa escapar quería,
pero dejar me dolía
a aquella pobre mujer,
que con voz enternecida
me suplicaba doliente;
mandé a mis chicos dar frente
y aceptarles la partida.
Dicho y hecho.

LEON
¡Caracoles,
yo que ellos te. planto allí!

CONRADO
No se portan nunca así
los soldados españoles.
Dóciles siempre a mi voz
el coche aquel rodearon,
y en torno de él pelearon
con un ímpetu feroz:
hasta que un tiro certero
en un hombro me alcanzó,
y en el suelo me dejó
sin sentido y prisionero.
Desde entonces ya no sé
lo que pasaría allí,
sé si, que al volver en mi
en esta quinta me hallé
con mi anciana compañera,
quien con ternura exquisita
ha sido un hada bendita
velando en mi cabecera.

LEON
Correspondió tu pareja.
y en tu parecer abundo,
lo mejor del Nuevo Mundo
hasta ahora es una vieja.

CONRADO
Sí, merced a la bondad
con que ella me ha afianzado,
paso tranquilo a su lado
mi alegre cautividad.
Junto a mi lecho sentada,
me ha hecho olvidar mi pena
su conversación amena,
su asistencia delicada,
ó la dulce melodía
que en el clave preludiaba,
cuando mi frente nublaba
la negra melancolía.

LEON
Bien, hombre, bien, y... sepamos,
a ojo, ¿qué edad le das?

CONRADO
Setenta años.

LEON
¿Nada más?
No es muy niña que digamos,
mas tampoco es una edad
avanzada en demasía;
para un siglo, todavía
le faltan treinta, ¿verdad?

CONRADO
Siempre el mismo: ya supones...
¡qué salida de pavana!

LEON
Mira que en la edad temprana
son muy fuertes las pasiones.

CONRADO
Pues mira, más de una vez
escuchando soñoliento
la vibración de su acento,
que hace olvidar su vejez,
soñé un tipo de mujer
que adoraría de hinojos;
pero así que abro los ojos
no hay más remedio que ver.

LEON
Me tranquilizo. Su vista
te hará olvidar lo demás.

CONRADO
Ella viene, tú verás
cómo también te conquista.


ESCENA V

Dichos; Adela, por la primera puerta de la izquierda.

(Música)

CONRADO
Noble señora,
tengo el honor
de presentaros
a mi amigo León, el pintor.

LEON
Tengo, señora,
a mucho honor,
ser hoy el huésped
de una dama tan digna cual vos,

ADELA
Mi noble casa adquiere
un singular blasón,
al hospedarse en ella
el talento y el valor.

LEON y CONRADO
Gracias, señora,
por tanto honor.

ADELA
Faltará en mis alamedas
al pintor la inspiración,
no hallará a quien dar el bravo
los trofeos del valor.
Solamente hay una anciana
que os dirá con débil voz,
por estos surcos
que el tiempo abrió,
en otras fechas
pasó el amor.

LEON y CONRADO
Aunque el cabello
encaneció,
tenéis muy joven
el corazón.

LEON
De gracias un tesoro
tiene vuestra alma.

ADELA
Las gracias con arrugas,
no tienen gracia.

LEON
En toda regla
hay su excepción.

ADELA
Yo, al menos tengo,
esa opinión.
Sólo se ve a las flores
lucir sus galas,
bañadas del rocío
de la mañana:
así que el sol
sus frescas hojas seca,
marchitas son.
¡Ay, Dios,
marchitas son!

CONRADO y LEON
Porqué la que tan joven
conserva el alma,
ha de perder el brillo
de la mañana?
Es un dolor,
hallar en el ocaso
tan bella flor.
¡Ay, Dios,
tan bella flor!

(Se sienta Adela e invita a los dos a que hagan lo mismo, y lo hacen. La posición será: León, primera figura de la derecha; Conrado, en medio, y Adela a la izquierda)

(Hablado)

ADELA
Yo celebro en el alma,
que un amigo venga a hacer
gratas las horas ingratas
que a mi lado pasaréis.

CONRADO
¡Señora!...

ADELA
Es peso tan grave
el peso de la vejez,
que suele tronchar el báculo,
si mucho se apoya en él.
Yo os traía, por pensar
que algo puede distraer
las largas noches, mis ocios
de literata: entended
que escribo sin pretensiones,
y que al fin, como mujer,
á la pobre ortografía
le doy un trato cruel.

LEON
No es extraño: yo, señora,
tuve una novia en Jaén,
que decía que me amaba
con el corazón, y que
yo no tendría breguenza
si quería a otra mujer;
en el mes de Marco, el año
dieciocho mil dieciséis.

CONRADO
(Hojeando el cuaderno de Adela)
¿Qué es ello?

ADELA
Episodios raros;
anécdotas que escuché
de la presente campaña,
y que en mi afán de coser
con hilo de mi magín
a mi manera hilvané.
Os ruego no las leáis
hasta no tener que hacer;
cuando el hastío es muy grande
cualquier cosa sienta bien.
Hablemos de vuestro amigo.

CONRADO
Mi amigo ha venido a hacer
en vuestro retrato alarde
de sil mágico pincel.
¡Pinta con una verdad!...

ADELA
Lo siento mucho.

CONRADO
¿Por qué?

ADELA
Porque como yo estoy mal
y sé que él retrata bien,
traerá a mi memoria de hoy
los recuerdos de mi ayer;
y así que en España vean
ese cuadro, por mi fe
exclamarán: «¡Vaya un cuadro!»
y entonces vos, ¿qué diréis?

CONRADO
Que a través de esas arrugas
el alma entera se os ve,
y que quien os juzgue mal
es que no os ha visto bien.
Compañía al de mi madre
ese retrato ha de hacer:
junto el recuerdo en mi alma
y el retrato en la pared.

ADELA
Ante ese recuerdo santo,
gustosa presto a mi vez
mi busto, busto tan raro
como muestra de almacén.
En fin, tiene la ventaja
de que aunque lo llegue a ver
vuestra novia ó vuestras novias,
no os darán celos a fe.

LEON
Ni el plural ni el singular
habla, señora, con él:
¡si Conrado es lo más raro!..
sólo ha querido una vez.

ADELA
¿Sí?

LEON
Se enamoró de un cuadro
que yo en Méjico pinté,
de un retrato que me dieron
para sacar copia de él,
perteneciente a una dama
casada con no sé quién,
a la que no vio en su vida
ni yo tampoco. ¿No es
un absurdo amar a un lienzo
que no puede responder,
habiendo por esos mundos
tantas muchachas de bien
que tienen huesos y carne,
cintura, manos y pies?
Señora, no hay hombre cuerdo
que tal absurdo resista.

ADELA
Estamos, señor artista,
completamente de acuerdo.

(Dirigiéndose a Conrado)

Amad siquiera una vez,
y en esa dulce inquietud
emplead la juventud,
que os lo dice la vejez:
emplead vuestro deseo
en esa senda florida,
que la fuerza de la vida
no tiene mejor empleo.
Olvidados del querer,
dejando el amor atrás,
no hallan la dicha jamás
ni el hombre ni la mujer:
y aunque peque de indiscreta,
permitid que en confianza
use de una semejanza
casi digna de un poeta.
El amor es una flor
que aun cuando en la tierra vive,
tan sólo el alma percibe
el perfume del amor.
Van el hombre y la mujer
empujados del destino,
la encuentran en su camino
y ambos la quieren coger:
si uno de ellos no es sincero,
al tender ambos los brazos,
rompe la flor en pedazos
el que la coge primero.
Pero si son tan felices
que sientan igual amor,
entonces vive la flor,
porque tiene dos raíces:
y las dos, de igual manera,
deben cuidarse a porfía,
que la flor muere en un día
con una raíz que muera.
Pero si vive, es consuelo
de toda alma dolorida,
porque esa flor de la vida
tiene el aroma del cielo:
y al arrugarse la tez
cuando el cuerpo se desploma,
nos templa aún con su aroma
el frío de la vejez.

LEON
Excelente moraleja
para hacerle entrar en caja.

CONRADO
(Esta vieja es una alhaja)

LEON
(Pero es una alhaja vieja)

CONRADO
¡Nunca se pintó el amor
con pincel más delicado!

ADELA
Cuando vos hayáis amado,
sabréis pintarlo mejor.

LEON
¡Qué de conquistas no haría
vuestro acento seductor!

ADELA
Para ser mi confesor,
sois muy joven todavía.

CONRADO
Seguid, y León podrá
empezar vuestro retrato...

ADELA
No corre prisa: otro rato...

LEON
Yo estoy pronto.

ADELA
Tiempo habrá.
¿No sabéis vos que a mi edad
es manía de los viejos
odiar retratos y espejos
porque dicen la verdad?
El pintor está rendido
del viaje, y más valiera
que vos, un rato siquiera.
le halagarais el oído.
Haced vos el gasto un rato,
y si la pereza es mucha,
figuraos que os escucha
la señora del retrato.
Yo cantaba de afición
en mis tiempos, y pensaba
que quizá Una nota daba
medida de un corazón.

CONRADO
Pero...

LEON
Te haces de rogar.

CONRADO
De ningún modo, eso no.

ADELA
Pues sois tan amable, yo
procuraré acompañar.
Y a ver si abriríais brecha
fraseando una canción,
que yo escribí de afición
hace ya... callo la fecha.

(Música)

(Adela entrega una canción a Conrado, que éste cauta leyéndola)

CONRADO
Malhayan ¡ay! las brisas
que van a España,
que hacen llorar las niñas
americanas.
¡Ay, mamá, qué noche aquella
en que el falso me decía,
niña mía, por lo bella,
tú has de ser la estrella mía!
¡Ay, mamita, qué mudanza
me ha causado un español,
que al llevarse mi esperanza,
me dejó sin luz ni sol!
Mimadme mucho,
por compasión;
yo estoy malita,
yo tengo amor.
¡Por Dios, mamita,
mandad por él,
que si no vuelve
me moriré!

ADELA
Dais a esa frase
poca expresión,
debe decirse
con más calor.

(Adela repite la frase, empezándola con voz de vieja, y pasando a la voz natural con todo el colorido y efecto posible)

Mimadme mucho, etc.

CONRADO y LEON
¡Qué buen estilo,
qué buena voz;
conserva rasgos
de ruiseñor!
En nuestra España
jamás topé
con una vieja
de tal jaez.

LEON
¡Cáspita y qué modo
tiene de cantar;
habrá sido una
notabilidad!

CONRADO
¿No te lo decía
que era celestial?

ADELA
(Con voz de vieja)
No os burléis señores,
de la ancianidad.

(Los tres repiten el estribillo, pero Adela ya con voz de vieja)


ESCENA VI

Dichos; Pancho, sobresaltado.

(Hablado)

PANCHO
¡Ay, señora de mi alma,
vengo toíto aplomao!

ADELA
¿Qué ha sucedido?

PANCHO
Es muy grave,
y yo no puedo enmendarlo.

ADELA
¿Acabarás de decirlo?

PANCHO
Primero he de empezarlo.

ADELA
¿Qué hay?

PANCHO
Que el gobernador,
que es un peaso de bárbaro,
ha recibido una orden
para internar en el acto
a tóos los prisioneros
que no sean mejicanos,
¿estamos?

ADELA
¡Dios mío!

CONRADO
¿Cómo?

PANCHO
Y el caso es que está empeñao
en que esta noche sin falta,
han de salir escoltaos
pa la provincia de Tejas,
¿estamos?

LEON
¡Qué alma de cántaro!

ADELA
¡Imposible! Cuando aún
se encuentra el pobre Conrado
con las heridas abiertas...
¡esto fuera un atentado:
yo me opongo!

PANCHO
Y yo también
me opuse; pero es el caso
que el señor gobernador,
que es muy duro y muy.. ¿estamos?'
sólo por hacernos guaje
a la señora y a Pancho,
pone pena de la vida
al que no cumpla su bando.

LEON
(¡Canario!)

ADELA
¡Qué atrocidad!

CONRADO
¡Ira del cielo!

LEON
Conrado,
no hay que apurarse por eso;
voy contigo, ¡qué diablos!
en la provincia de Tejas
no ha de faltarnos tejado.

ADELA
No, señor, yo no lo quiero;
eso no se hace entre vándalos.

PANCHO
Eso es lo que digo yo.

ADELA
Venid, venid a mi cuarto
a ver si encontramos un
medio de salir del paso.

PANCHO
Eso es lo que digo yo;

LEON
¿Pero qué dices? Sepamos.

PANCHO
Ahora, nada, porque el otro
dise que va a fusilarnos,
que si no, ya lo diría;
porque soy muy hombre, ¿estamos?

ADELA
Me ocurre una buena idea;
venid, (a Conrado) Ven tú también, Pancho.

(Vase por la primera puerta de la izquierda)


ESCENA VII

León.

LEON
¡Qué recurso será ese!
No lo entiendo, ¡vive Dios!
pues yo no le dejo solo,
aunque se vaya a Joló.
Por fortuna, en todas partes
recursos tiene el pintor;
pintaré por el camino
paisajes de luna y sol,
con vaquitas y cabritos,
y una pastorcita ó dos.
Si en un castillo nos zampan,
retrato al gobernador
y a su mujer, y al conserje
,y a toda la guarnición;
y si en el castillo hay prójimas,
¡para qué nos hizo Dios!

(Música)

Haré por ponerme triste
para que digan, al verme así:
chinito, ¿te has puesto malo?
y yo, muy serio, diré que sí.
Haré que me canten tangos
de esos melosos de sí señó,
de aquellos que, al escucharlos,
en una cuna mecido voy.
¡Que ya viene el alba,
que ya sale el sol,
ay, chinito, vete,
por amor de Dios!
No me des más dulce,
pues temiendo estoy
que el que ayer me diste
se me indigestó.
Y yo el contraste haré después
con unas siguidillas de Lavapiés.
Para bailar manchegas,
vestido corto,
que el que las mire, gane
el purgatorio.
No tiene miga
si no se ve en las vueltas
hasta la liga.


ESCENA VIII

Dicho; Pancho, que, saliendo con un papel en la mano, tropieza, con él.

(Hablado)

PANCHO
Su mersé dispense.

LEON
¡Bárbaro,
que me has dado un pisotón!

PANCHO
Es que soy activo...

LEON
¿Y qué?

PANCHO
Y que voy de oficio...

LEON
Y yo,
¿qué tengo que ver con eso,
pedazo de...?

PANCHO
Sí, señor;
es que yo ando muy de prisa,
muy de prisa; porque soy
listo, y tengo sobre mí
la casa y la dirección
de la casa, y los asuntos
de la casa; y como yo
soy tan diligente, ¿estamos?
me han dado una comisión...

LEON
¿Y para qué?

PANCHO
Es un secreto.
¡Ea, quede usted con Dios!

LEON
Espera, hombre.

PANCHO
Voy de prisa.

LEON
Cuéntame siquiera...

PANCHO
¡No! (Vase por el fondo)

LEON
Dime al menos... que si quieres,
es un bagaje mayor.
Pues señor, en nuestras filas
ha penetrado el terror:
¡cómo ha de ser! Preparémonos
á emprender la expedición
para Tejas; ¿qué más da
ir a Tejas que al Mogol?


ESCENA IX

Dicho y Conrado.

CONRADO
Pero hombre, ¿qué haces ahí?

LEON
Estaba echando mis cuentas
para el viaje.

CONRADO
¿Para el viaje?

LEON
A la provincia de Tejas.
Mira yo voy a comprar
un jamón y frutas secas
para el camino, ¿eh? De paso
tomaré algunas botellas...

CONRADO
¿Para qué?

LEON
Para beber.

CONRADO
Si no hay tal viaje.

LEON
¿De veras?
ya lo comprendo, habrá sido
una mala inteligencia
de aquel bárbaro. ¿Eh?

CONRADO
No tal
La orden que él dijo, es cierta,
pero hay modo de eludirla.

LEON
¿Escapándonos?

CONRADO
Nos fuera
imposible.

LEON
Pues entonces...

CONADO
Un recurso de mi vieja:
es la mujer de más chispa...

LEON
A ver, a ver, cuenta, cuenta.

CONRADO
Esa orden que has oído
hace sólo referencia
a los españoles que
son prisioneros de guerra.

LEON
Pues, y nosotros, ¿qué somos?

CONRADO
Hombre, por Dios, ten paciencia:
los mejicanos están
exceptuados de la pena,
y si me hago mejicano
no entro en la ley y me dejan.

LEON
¿Irías a renegar
de tu patria y tus banderas
ante el peligro? Conrado,
por Dios, mira que eso fuera...

CONRADO
¿Me crees a mí capaz
de semejante bajeza?

LEON
Pues entonces, no te entiendo.

CONRADO
Entre las varias maneras
que hay para ser mejicano,
ya sabes que es una de ellas
casarse con mejicana:
¿me entiendes ya?

LEON
Ni una letra.

CONRADO
Cuidado si estás hoy torpe.

LEON
Gracias, sigue.

CONRADO
Si me dejas,
trataré de hacerlo.

LEON
Callo.

CONRADO
Tengo mujer que me quiera
y me caso, y tengo hoy mismo
carta de naturaleza.

LEON
Mal aconsejado joven,
¿quién te imbuyó esas ideas?
Cuando todo este país
lucha por su independencia,
¿tú vas a dejar la tuya
en manos de una doncella?
Antes que a la Vicaría,
a Tejas, Conrado, a Tejas.

CONRADO
Vamos, veo que no hay medio
de que te calles la lengua.

LEON
Ya me conoces, Conrado:
los absurdos me exasperan.

CONRADO
¿Me dejas que acabe?

LEON
Sigue.

CONRADO
¿Y qué dirás cuando sepas
que el casamiento es de farsa?

LEON
¡Ah!

CONRADO
¡Ah! Si no interrumpieras.

LEON
Vamos, eso ya es distinto.
Pero, ¿y qué mujer se presta
a ser objeto de farsa?

CONRADO
Mi bienhechora.

LEON
¿La vieja?

CONRADO
La misma, es la mujer
que tiene el alma más bella.

LEON
El alma sí, pero el cuerpo...
¿Y cómo te las arreglas
para...?

CONRADO
Muy sencillamente:
há poco ha venido a verla
el escribano del pueblo,
que tiene unas tragaderas...
capaz de dar fe de que él
es hijo de una ballena;
en fin, chico, un escribano
muy tramposo.

LEON
Cosa nueva.

CONRADO
Ha extendido la escritura
y sin pasarla siquiera
ni al alcalde ni al registro,
que sabes que en esta tierra
son requisitos precisos
para estar casado en regla,
la hemos dado a Pancho, el cual
la ha llevado a la carrera
al señor gobernador
convidándole a la fiesta.
¿Qué te parece?

LEON
Bien, sólo
que, hablándote con franqueza,
eso de casarse, chico,
hasta en chanza me hace mella.

CONRADO
La Providencia me ayuda.

LEON
Mira que la Providencia
da a veces unos petardos...

CONRADO
Si no hay riesgo.

LEON
Dios lo quiera.
¿Sabes que se necesita
todo el valor de un atleta
para decir coram populo
soy marido una vieja?

CONRADO
Pues yo la quiero lo mismo
que a mi madre si viviera.

LEON
Eso está corriente, y puedes
quererla como a tu abuela.

CONRADO
Me voy a ayudarla a hacer
los honores de la fiesta. (Vase)


ESCENA X

León.

LEON
A estar yo en su posición,
pregunto, ¿me casaría?
No, señor; preferiría
el pan de la emigración.
Francamente, me hace mella
ese esfuerzo sobrehumano,
un joven que al dar la mano
aprieta un siglo con ella.
Es una barbaridad
hasta en chanza, y no lo haría
porque sé que soñaría
por la noche, que es verdad.


ESCENA XI

Dicho y Pancho, que llega muy cansado y se sienta.

PANCHO
¡Válganle Dios, qué calor,
lo que he sudado y corrido!

LEON
Bien, Pancho, ya sé que has ido
a casa del gobernador.

PANCHO
¿Conque ya le han enterao
a usté los señores?

LEON
Sí.

PANCHO
Mire usté, si no es por mí,
todo estaba malograo:
pero ya se ve, el que entiende
como yo que lo sé tóo,
hace las cosas de móo
que nadie se las enmiende.
La señora y el señor
me mandaron con premura
que llevara una escritura
al señor gobernador;
y no me han mandado en balde,
porque al salir vi el papel,
y vi que faltaba en el
el registro y el alcalde.
De suerte que el documento
que me dieron, era nulo;
mas yo, que siempre calculo,
¿qué te hago? En un momento,
como Dios me ha hecho tan listo,
corro al consistorio...

LEON
(Azorado) ¿Y qué?

PANCHO
Nada, que tóo lo dejé
arreglao.

LEON
¡Santo Cristo!

PANCHO
¿No conoce usté, señor,
que a no haberlo yo enmendao,
era nulo?

LEON
¡Desdichado!

PANCHO
Si ya está en regla.

LEON
Traidor.
¿conque lo has puesto por obra?

PANCHO
Lo enmendé y creí acertar.

LEON
Pues yo te voy a enmendar
la cabeza, que te sobra.

PANCHO
¡Pero hombre, no sea usté fiera!

LEON
¡Vas a morir, asesino!

PANCHO
¡Válgame el Cristo divino,
este hombre es una pantera!

(Vase por la segunda puerta de la izquierda)


ESCENA XII

León; luego Conrado.

LEON
¡Le he de matar sin demora!
¡Cuando lo sepa Conrado!...

CONRADO
(Saliendo)
¡Chico, vengo entusiasmado!

LEON
(Aparte)
(¡Cómo se lo digo ahora!)

CONRADO
Nuestra vieja ha conseguido
ser la reina del salón.

LEON
(Aparte)
(No sabe aún la extensión
del abismo en que ha caído)

CONRADO
Chico, aun cuando me alborotes,
la miraba con placer.
¿Lo creerás?

LEON
Sí. Esta mujer
tiene... dotes... tiene dotes.

CONRADO
Tiene mucha inteligencia.

LEON
Mucha... y a cierta distancia...

CONRADO
Y además, mucha elegancia.

LEON
Y además, mucha experiencia.

CONRADO
Cuando habla es tan discreta,
y tiene un juicio tan recto...

LEON
A mí me ha hecho el efecto
de una mujer muy completa:
y por su edad, no está fea.

CONRADO
En el salón me ha ocurrido,
creer que era su marido.

LEON
¿Qué efecto te hizo esa idea?

CONRADO
Tal vez tú no lo creyeras:
me causaba tanto agrado,
que no me hubiera pesado
ser su marido de veras.

LEON
¿Formalmente?

CONRADO
Te respondo
de que me sería igual.

LEON
¡Oh, filósofo inmortal!
abrázame, has dado fondo.

CONRADO
¿Qué?

LEON
Por una necedad
de ese imbécil mayordomo,
te han casado.

CONRADO
¿Cómo?

LEON
¡Cómo!
casándote de verdad.

CONRADO
No te entiendo.

LEON
Pues yo creo
que me doy bien a entender;
digo que tienes mujer
y eres marido, y laus cleo.

CONRADO
León, León, despacito,
porque esa broma rae hastía.

LEON
Pues amigo, no hay tu tía,
has caído en el garlito.

CONRADO
Y me lo dice de un modo...

LEON
¡Oye!

CONRADO
¡Tendría que ver.
que esa vieja!...

LEON
Tu mujer
está inocente de todo.
Tú has tenido la humorada
de dar la escritura nula
a ese Pancho, que calcula
en vez de comer cebada.
Y él, que con santa intención
lo enmienda todo de balde,
fue al registro y al alcalde
a que tomaran razón.

CONRADO
¿En dónde está? (Irritado)

LEON
Ten prudencia.

CONRADO
¿Prudencia yo? ¡Vive Dios!
¡Lo menos le parto en dos
por primera providencia!


ESCENA XIII

Dichos; Adela, llorando.

ADELA
¡Después de encargarle tanto
que lo guardara! ¡León,
dejadnos! (Vase León respetuosamente)

CONRADO
(Aparte) (¡Buena ocasión,
para venirme con llanto!)

ADELA
Conrado, no acierto a fe
a hablar con vos: no sé cómo
deciros que el mayordomo...

CONRADO
Lo sé, señora, lo sé.
Sé que sin saberlo vos,
se permitió ese manejo;
y pues callo y no me quejo...

ADELA
No importa, ¡bien sabe Dios,
que nunca había pensado
que pudiese llegar día
en que la presencia raía
os hiciese desgraciado.
¡Vos no os podéis figurar
cuánta amargura me dio!

CONRADO
(Aparte)
(¿Qué apostamos a que yo
la tendré que consolar?)

ADELA
Veo que vuestra existencia
se ha nublado de improviso;
la Providencia lo quiso.

CONRADO
(Aparte)
(¡Buena está la Providencia!)

ADELA
Si por errores ajenos
os he hecho desgraciado,
me permitiréis, Conrado,
que yo lo repare al menos;
porque desde la jornada
en que la vida os debí,
era obligación de mí
pagar deuda tan sagrada.
Mis cuidados, mi ternura,
no os han faltado hasta ahora:
sé que eso es poco...

CONRADO
Señora,
me pagasteis con usura.

ADELA
No, señor; yo ansiaba alguna
digna y honrosa manera
de traspasaros siquiera
la mitad de mi fortuna;
temí que esto os humillara,
porque os conozco.

CONRADO
Os advierto...

ADELA
Más no quería, por cierto,
que la pagaseis tan cara.
Pero hoy, que un lazo siniestro
nuestro destino ha ligado,
puedo deciros: Conrado,
todo lo que tengo, es vuestro.

CONRADO
No lo acepto.

ADELA
¿Por qué no?
Nadie me lo impedirá:
vos, no tenéis madre ya,
dejad que lo sea yo.
Con riqueza y juventud
a España podréis volver;
yo no aspiro a merecer
más que vuestra gratitud.
Allí encontraréis honores,
amigos, dichas, placeres,
y aquellas lindas mujeres
que inspiran tantos amores;
yo... me quedaré sólita,
gozando, si vos gozáis,
contenta con que escribáis
a la pobre viejecita
vuestros amantes desvelos;
la esposa nada sabrá;
es tan vieja, que no está
ya en edad de tener celos.

CONRADO
(Aparte)
(¡A que me va a hacer llorar!)

ADELA
Pero si un día en la vida
despierta el alma dormida
la necesidad de amar,
en que alguna niña bella
os absorba en su mirada,
y vuestra alma enamorada
no pueda vivir sin ella,
aquel día desgraciado,
de amoroso frenesí,
cuando os acordéis de mí
no me maldigáis, Conrado;
no hagáis que el dolor taladre
mi alma en su sol postrero,
porque Dios sabe que os quiero
como os quiso vuestra madre.

CONRADO
No creáis nunca, señora,
que yo os vaya a abandonar;
yo nunca podré olvidar
que fuisteis mi bienhechora.
Y ya que mi buena estrella
me da otra madre; yo que
tan ciego a mi madre amé,
os amaré como a ella.

ADELA
Ya veis, yo soy muy anciana;
no he de contar muchos días.

CONRADO
¿Vais a decir tonterías?
¡Si estáis como una manzanal


ESCENA XIV

Dichos; León, que se dirige a Conrado, y Pancho, que se dirige a Adela.

LEON
¡Chico, está llena la sala
de gente que quiere irse
y desea despedirse!

CONRADO
(Amostazado)
Mándales enhoramala.

PANCHO
¿Tiene algo que mandar,
señora?

(Adela le señala que no, y Pancho se marcha)

CONRADO
(A León) ¡Tengo una gana
de echar por una ventana
a ese tuno!

LEON
Has de pensar
que ha servido a tu mujer,
y has de ser hombre de seso;
ya estás casado...

CONRADO
Por eso,
por eso lo quiero hacer.

(Adela se habrá dirigido al fondo, al tocador)

ADELA
¡Lucía, Pachina! a ver,
¿qué es eso? ¿nadie responde?

(Toca la campanilla y entran tres doncellas)

A desnudarme.

LEON
(Aparte) (¡Aquí es donde
Cristo empezó a padecer!)

(Mientras Adela se dirige al tocador, fondo izquierda, León coge a Conrado, llevándolo a la boca de la escena, derecha)

(Música)

LEON
En luchas desiguales
ganan los bravos
las cruces laureadas
de San Fernando.
¡Animo, pues,
que un siglo te contempla,
lucha con él!

CONRADO
No me faltó bravura
nunca en el campo;
mas no hay valor que baste
para este caso.
¡Tiemblo, pardiez,
desde la coronilla
hasta los pies!

(Hablado)

LEON
Conrado, yo me retiro.

CONRADO
¿Te vas?

LEON
Lo exige el pudor.
Honra a tu patria, y... valor. (Vase)

CONRADO
Estoy por pegarle un tiro.
Cuando me ve en la agonía
me encarga el valor; quisiera
que en mi pellejo estuviera
á ver qué valor tendría.
He aquí la amistad: un coro
de farsantes por sistema,
que os deja en la hora suprema
solo en las astas del toro.

ADELA
(Bajando)
Ya deberéis suponer
que no habrá variación:
esa es vuestra habitación,
y esta es la mía.

CONRADO
¡Oh, placer!

ADELA
No llaméis nunca a deshora,
yo tengo el cuarto cerrado.

CONRADO
Bueno; no tengáis cuidado,
hasta mañana, señora.

(Tomando la palmatoria para retirarse)

ADELA
¿No os quedáis hoy a leer
como las noches pasadas?

CONRADO
Es verdad. (Hay las criadas,
que no deben entender.)
Iba hasta el cuarto vecino
a buscar algo moderno
que leer; pero este cuaderno
me va a ahorrar el camino.

(Coge el cuaderno que Adela ha traído en su primera salida y se sienta junto a la mesa, que estará en primer término derecha, mientras Adela empieza su «toilette» en el tocador del fondo, tapada por sus tres doncellas)

CONRADO
(Leyendo)
«Anécdotas de la guerra.»
Creo que todas están
escritas de vuestra mano.

ADELA
(Desde el fondo)
Solamente por matar
el tiempo.

CONRADO
Pues en la letra
no se os conoce la edad.

ADELA
¡Gracias!

CONRADO
«El gaucho celoso.»
Esta la conozco yo.
«Anécdota interesante.»
Veamos. «Al empezar
»esta campaña, casó
» Adela de Monteorgaz
»con un noble mejicano,
»de fortuna colosal;
»ella era niña y él viejo:
»le triplicaba la edad.»
Un enlace como el mío,
poco menos, poco más.
«Fanático el noble anciano
»por la causa nacional,
»dejó sus comodidades
»para ir a pelear
»contra las armas de España.»
(¡Maldito de Barrabás!)
«Su esposa, que le tenía
»un cariño filial,
»y que conocía que era
» tocia la felicidad
»de aquel noble viejo, al verle
»ir a cumplir con lealtad
»su deber de mejicano,
»no le quiso abandonar;
»y aunque niña muy mimada,
»sin querer escuchar más
»que la voz de su deber,
»dijo; mi lugar está
»al lado de aquel a quien
»le di mi fe en el altar.»
He aquí un tipo que me encanta,
ya tengo curiosidad
de irle siguiendo la pista.
«En un encuentro tenaz
»y sangriento, en que después
»de un día de batallar,
»la división mejicana
«vencida y dispersa ya,
»tuvo que ceder el campo,
»vino una bala a alcanzar
»al noble esposo, que a poco
»murió con serenidad
»en los brazos de su esposa
»bendiciéndola, y a más
»nombrándola en testamento
»su heredera universal.»
Bien hecho, lo merecía,
¡pobrecilla!

ADELA
(Desde el fondo) Continuad.

CONRADO
«La joven, que se vio entonces
»en completa soledad,
»y a cien leguas de su casa.
»teniendo que atravesar
»todo un país ocupado
»a cada paso por las
»fuerzas indisciplinadas
»que en todas las guerras hay,
»conoció que su belleza
»podía serle fatal.»
En eso no se engañaba,
los soldados siempre van
a caza de gangas, y en
este clima...

ADELA
(Desde el fondo) Continuad.

CONRADO
Continúo. «¿Qué hizo entonces
»la joven para evitar
»los riesgos? Dobló su cuerpo,
»llenó de arrugas su faz,
»se puso peluca blanca,
»y llegó a disimular
»su voz de tal suerte, que era
»una vieja de verdad.»
Ni al demonio se le ocurre
idea más singular
y oportuna. Era la única
que la podía salvar,
porque el soldado español
teme menos a un caimán
que a una vieja.

ADELA
¡Qué decís!

CONRADO
Nada. (¡Qué barbaridad!
¡A qué hora tan oportuna
me ocurre el filosofar!)

ADELA
¿No continuáis?

CONRADO
Si, señora.

(Al decir esto, habrá vuelto algo la cara y habrá visto á Adela, que estará de espaldas a él, frente al tocador con la cabeza de vieja aún)

¡Calla! ¡mi mujer está
más estirada que cuando
se ha empezado a desnudar!
¡Este es un efecto de óptica!
«Empezó, pues, a viajar,
»cruzando leguas y leguas
»con un joven oficial,
»que a pesar de ser muy listo
»no se le ocurrió jamás
»la sospecha más remota.»
Esto sí que no es verdad.
No hay oficial en la tierra
a quien se pueda pegar
un chasco así; digo, a menos
de ser él muy animal.

ADELA
¿Y por qué?

CONRADO
Toma, porque él
lo había de adivinar.

ADELA
Amigo, no todos tienen
vuestro talento especial,
y no obstante, el desenlace
creo que os sorprenderá.

CONRADO
Lo dudo, porque las fábulas
no me sorprenden jamás.
Son cuentos a los que dan
cierto barniz de interés.

ADELA
(Acercándose en elegante y sencillo negligé, y con voz .de vieja, aún con la palmatoria en la mano)
Leedlo despacio, pues:
buenas noches, capitán.

CONRADO
Buenas noches.

(En este momento de volver la cara Conrado, ella se retira precipitadamente a su cuarto y cierra la puerta. Conrado, como herido de un rayo, suelta el cuaderno y da un violento sacudimiento en la silla, sin saber lo que le pasa)

¡Qué visión!

(Registra con la vista el cuarto, y dirigiéndose a las doncellas)

¿En dónde está mi mujer?

(Las doncellas le señalan que es la que acaba de meterse en el cuarto)

¿Aquella? No puede ser.
¡Dios mío! ¿Es una ilusión,
ó es un delirio insensato
que mis sentidos fascina,
con la cara peregrina
de aquel divino retrato?
Aquellos rasgos que impresos
conservo en mi corazón,
los suyos, los suyos son.

(Empieza a golpear la puerta de Adela)


ESCENA XV

Dichos; León y Pancho.

LEON
Hombre, ¿qué golpes son esos?

CONRADO
(Lleno de efusión)
Que es mi esposa angelical
la que tu pincel pintó.

LEON
(Lo mira azorado y le pone la mano en la frente)
(Aparte)
Ya me lo temía yo,
un ataque cerebral.

CONRADO
Chico, estoy loco de amor.
Pancho, Pancho, te bendigo.

LEON
(Aparte)
¡Y le abraza! ¡Ay, pobre amigo!

(Gritando)

¡Que llamen a un sangrador!

CONRADO
¿Estás loco?

LEON
Por supuesto.

CONRADO
¿Pues a quien quieres sangrar?

LEON
No temas, hay que evitar...
una congestión.

(En este momento sale Adela de su cuarto con la palmatoria en la mano, que deja sobre una mesa, y al verla León y Pancho quedan estupefactos)

PANCHO y LEON
¿Qué es esto?

ADELA
Tengo un marido glacial
que quiere. separación,
y aquella es su habitación
y esta es la mía.

LEON
(A Conrado) ¡Animal!

CONRADO
(Cayendo a sus pies)
No lo repitáis jamás,
señora, por compasión.
Yo os daré mi corazón
y mi alma, ¿qué queréis más?
Donde vos estéis, allí
viviré yo prisionero.

ADELA
Conrado, yo sólo quiero
que me queráis siempre así

PANCHO
(A León)
Habéis visto si obré bien:
¿quién tenía razón?

LEON
Con esta transformación,
Pancho, cásame también.

(Música)

ADELA
De un nuevo sol
la inmensa claridad
viene mi vida
á iluminar.
Mi porvenir
al lado del que amé,
de aromas puras
es un verjel.
En derredor
aspiro amor,
y el paraíso
se me abre ya.
El alma fiel,
a la voz de él,
a nueva vida
renacerá:
amada soy,
no cabe en mí el placer,
muero de amor,
muero de amor por él.


CONRADO, LEON y PANCHO
Todo es amor,
todo es aquí placer;
el corazón
respira en un edén.



FIN DE LA ZARZUELA


Información obtenida en:
https://archive.org/details/unaviejazarzuela00gazt



2 comentarios:

  1. está obra también la interpreto
    AMALIA RAMIREZ

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    1. Hola Ana, posiblemente así fuera, aunque no he encontrado información de ello.
      De todas formas el reparto que aparece en el Libreto es el del estreno y ahí no estaba.

      Saludos

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