Oro y Sangre (Libreto)



ORO Y SANGRE



Zarzuela Melodramática en un acto, dividido en tres cuadros, en prosa.

Original de Miguel Portalés.

Música de Pablo Luna.

Estrenada en el teatro Lo Rat-Penat el día 24 de Diciembre de 1908 y en el de Novedades el 29 de Enero de 1909.


REPARTO (Estreno)

En Lo Rat-Penat

Vicentica - Srta. Velasco.

La Lechuza - Sra. Brieva.

Mujer primera - Sra. Liñán.

Mujer segunda -  Sra. Vahamonde.

Mujer tercera - Sra. Povedano.

Señor Bautista - Sr. Bejaraño.

Julio - Sr. Hernández.

Ricardo - Sr. Castillo.

Javier - Sr. Aguirre.

Tío Juanón - Sr. Castro.

Quico - Sr. Pérez.

Juaneco - Sr. Martín.

Pepote - Sr. Marcos.

Jesusíllo - Sr. Cereceda.

Don Melchor - Sr. Busquets.

Hombre primero - Sr. Ortiz.

Hombre segundo - Sr. Bestard.

Hombre tercero / Guarda jurado primero  - Sr. Alfambra.

Guarda jurado segundo - Sr. Bestard.

Guardia civil primero - Sr. Busquets.

Guardia civil segundo - Sr. Ortiz.

Coro general.


En Novedades

Vicentica - Sra. Pinós.

La Lechuza - Sra. Senra.

Mujer primera - Sra. Alcázar.

Mujer segunda -  Sra. Opellón.

Mujer tercera - Sra. Avila.

Señor Bautista - Sr. Pamplona.

Julio - Sr. Sirvent.

Ricardo - Sr. Eduardo Gallo.

Javier - Sr. Rebull.

Tío Juanón - Sr. Domingo Gallo.

Quico - Sr. Lía.

Juaneco - Sr. Rico.

Pepote - Sr. Peláez.

Jesusíllo - Sr. Soriano.

Don Melchor - Sr. Salas.

Hombre primero - Sr. Balsalobra.

Hombre segundo - Sr. Mayor.

Hombre tercero - Sr. Santos.

Guarda jurado primero  - Sr. Casares.

Guarda jurado segundo - Sr. Rico.

Guardia civil primero - Sr. Santos.

Guardia civil segundo - Sr. Mayor.

Coro General.

La acción en un pueblo de la huerta de Murcia. —Epoca actual (La del estreno).

Derecha del actor.

Importa muchísimo al diálogo observar con toda fidelidad el espíritu de las acotaciones.


ACTO UNICO


CUADRO PRIMERO

Salón, reflejando en su conjunto cierto tinte de patriarcales costumbres. Puerta en el foro, dos a la derecha y una a la izquierda. En el centro de la escena una mesa con bayeta verde; sobre ella un velón luciendo. Junto a él un gran cazo, con luces también de aceite, como cazuela de las animas, dando a la estancia el sombrío aspecto que aconseje la situación. En la pared un retrato de señora.


ESCENA PRIMERA

(Música)


CORO GENERAL

Compuesto de vecinas, vecinos, huertanos y parientes, según a su tiempo consignará el diálogo, rosario en mano y sentados todos en torno de la mesa.

TODOS
Santa María.
Madre de Dios...

ELLOS
¡Pobre señora!...
¡Cuánto dolor!...

ELLAS
¡Que descanse eternamente
a la diestra del Señor!...
¡Infeliz doña Fuensanta!...
Fue una santa...

ELLOS
¡Una santa de verdad!...

ELLAS
Se fue... como moribundo
que deja este triste mundo
en olor de santidad...

(Algo de rezo rutinario y continúa el canto)

TODOS
¡Cuántas virtudes atesoraba!...
¡Qué alma tan grande la que tenía!
Ya está... (En el Cielo) arribica; Dios la llamaba.
¡Más qué tristeza dinde ese día!...
Sí algún consuelo puede restarnos
pues que sin ella ya no hay consuelo,
es el rezarla... y el de acordarnos
que está en el cielo!

ELLAS
¡Pobre señora!...

ELLOS
¡Cuánto dolor!...

TODOS
¡Que descanse santamente
en la gloria del Señor!...

(Hablado)


ESCENA II

Quico y Hombre 1º.

QUICO
(Con sincera pena y poniéndose en pie como todos) ¡Ay!... (Pausa solemne) ¡Bien podemos decir que al llevarse Dios a mi ama se llevó lo mejor que quedaba en toíca la huerta!...

HOMBRE 1°
¡Pobretica doña Fuensanta!...

QUICO
Para no seguir sorbiendo lagrimones, hagan el favor de pasar todos allá dentro, en el inter llega Don Melchor, el escribano, con los papelotes. (Indica puerta izquierda)

HOMBRE 1°
Ahí estamos, Quico. (Entra seguido de todos primera izquierda)

QUICO
Yo les avisaré. (Queda Quico en escena, desapareciendo los demás. Las mujeres se llevan a los ojos el revés del delantal. Los hombres secan algunas lágrimas con el moquero ó con el revés de la mano, con solemnidad y rumor de avispero al hacer el mutis)


ESCENA III

Quico, el señor Bautista y Vicentica. Foro. Visten luto y se presentan un tanto apenados.

SR. BAUTISTA
Buenas noches, Quico.

QUICO
Pase el señor administrador de la difunta. Hola, Vicentica... (A ambos) ¿Se descansó algo esta tarde? (Signo negativo de ella)

SR. BAUTISTA
Imposible. El cansancio y la pena, en lugar de amenguar son mayores, según van pasando los días.

QUICO
Verdad. Nueve llevamos con el de hoy sin pegar los ojos ni chispa, como quien dice.

SR. BAUTISTA
Igual que mi hija y yo.

VICENTICA
(Llorando) ¡El golpe ha sido... tan rudo!...

SR BAUTISTA
Por Dios, hija mía...

VICENTICA
¡No puedo remediarlo, padre! Talmente como a mi madre le tenía de ley a doña Fuensanta.

QUICO
¡Como un hijo y no como un criado la quería yo también! (Larga pausa)

SR. BAUTISTA
¿Andan por dentro... el sobrino de la señora y su inseparable amigo?...

QUICO
(Signos negativos) El señorico Julio y el señorico... Ricardo salieron al anochecer.

SR. BAUTISTA
¿Dónde fueron?

QUICO
¡A cuchichear por los bancales!...

VICENTICA
¿Más cálculos?... (Maliciosa)

QUICO
¡Más! ¡Si sabemos aquí que lo único que le importó siempre, y ahora le importa más que nunca al Señorico Julio, es!... (Acción de dinero)

SR. BAUTISTA
(Desviando la conversación, sonriendo) Bueno, bueno; no... maliciemos.

QUICO
¡Sí, sí, malicia!

SR. BAUTISTA
¿Por dónde anda el resto de la parentela?

QUICO
(Señala a la puerta izquierda) Juntica toda espera ahí...

VICENTICA
(Otra vez acción de dinero) ¡Todos... esperando!... (Se oye en la calle, a media voz, un comienzo de copla del país)

SR. BAUTISTA
¿Qué? (Vicentica sonríe) ¿Anda por ahí fuera Javier?...

VICENTICA
(Afirmando con cierto rubor) Sí; espera que salgamos para acompañarnos a casa, padre.

SR. BAUTISTA
(Sonríe indulgente) Dile que entre.

QUICO
¡Novio más cortico de genio que el que te echaste, Vicentica!... (Va al foro, hace una seña, sale y se presenta a poco con Javier. Joven huertano vistiendo pobremente) ¡Pasa, hombre, que no te Va a comer... (Por el señor Bautista y Vicentica, respectivamente) el padre, ni mucho menos la hija.


ESCENA IV

Dichos y Javier.

JAVIER
(Sonriendo con Vicentica) Dios guarde...

SR. BAUTISTA
Hola, buen mocico...

VICENTICA
¿Vienes de casa?

JAVIER
De allí vengo.

QUICO
¿Cuándo nos dais el buen día, zagales?...

JAVIER
(Se encoge de hombros) ¡Facilica es la cosa!.. Cuando lo disponga el señor Bautista.

SR. BAUTISTA
Ya hablaremos de eso... más oportunamente. Bástate saber que mi hija no te cambia por ningún otro hombre del mundo. (A ella, sonriendo con reconcentrado afecto) ¿Verdad, zagalica?

VICENTICA
(Aunque con rubor, afirmando profundamente) ¡Verdad! (Mirando a Javier de hito en hito) Javiericos como éste... no hay en toda la huerta más que uno.

JAVIER
(Lo mismo que ella) Y Vicentica como tú... ni en todos esos bancales... ni en toda la tierra. Hay que buscarlas... (Señalando al cielo) ¡allá arribica!

VICENTICA
¡Tonto!...

SR. BAUTISTA
(Interponiéndose muy familiar) ¡Ea, muchachos, un poco más de formalidad en esta casa, donde todavía... aletea la muerte! (Quedan arrullándose aparte)

QUICO
Verdad, señor Bautista.

SR. BAUTISTA
(Saca y consulta el reloj) Las nueve menos cinco... Al caer está el escribano.

QUICO
Y tan al caer.

SR. BAUTISTA
Mientras llega voy a impaciencias... de ese avispero (Por los parientes que aguardan)

VICENTICA
Voy contigo, padre.

JAVIER
Y yo con los dos. (Vánse los tres, izquierda)

QUICO
Yo quedo aquí por si viniese en el ínter el señorico Julio. (Palabras animadas, aunque ininteligibles, de Julio y Ricardo, antes de presentarse, por el foro, desde luego) ¡Calla! ya está aquí con el amigo. (Queda inmóvil)


ESCENA V

Quico, Julio, Ricardo. —Ambos con abrigo; de pieles el de Julio. —Visten con elegancia cortesana, denotando en sus pormenores cierta exagerada superioridad entre cuantos les rodean durante todo el curso de la acción.

JULIO
¡Rendido, chico! ¡Rendido vuelvo!

RICARDO
¡Y yo! (Quico les mira atento, pero sin afecto)

JULIO
(A Quico, al reparar en él, con marcada sequedad) ¡Hola!

QUICO
¿Manda algo el señorico Julio?

JULIO
(Como anteriormente) No.

QUICO
(Con forzado respeto) Con la misma libertad que si me mandase su pobre tía...

RICARDO
(Con sequedad y burla) ¡Naturalmente!

JULIO
(Algo esquivo y molesto) ¡Déjanos!

QUICO
(Con instintiva repulsión) (¡Qué secos... son el uno y el otro!) (Medio mutis izquierda)

JULIO
¡Ah! ¿Quién ha venido... durante mi ausencia?

QUICO
Todos los parientes lejanos. (Indica la puerta)

JULIO
(Con mal contenido desdén) ¡Ya!

RICARDO
(Acción de dinero, irónico) Al olorcillo...

JULIO
Ve a hacerles compañía.

QUICO
En Seguida, Señorico. (Julio y Ricardo quedan en el primer término de la derecha, hablando entre sí. —Quico, después de mirarlos con recelo y desdén) (¡Me repugnan sin saber por qué!)

(Vase izquierda sin dejar de mirarlos).

RICARDO
(Saca y mira el reloj, de oro) ¿Sabes que se está portando el escribano?

JULIO
(Saca también el reloj) ¡Demonio de don Melchor...! Va siendo, en efecto, un abuso esta  
tardanza.

RICARDO
¡Infracción de ley diría yo! Pasan varios minutos.

JULIO
Resignémonos porque no digan.

RICARDO
¿Dónde vas?

JULIO
(Indicando la segunda derecha) A quitarme el abrigo y asearme un poco.

RICARDO
Dices bien. Yo voy a hacer otro tanto. (Sonriendo y burlón) No sea que tus desconocidos parientes tengan que reprochar nuestra toilette. ¡Todavía hay clases!

JULIO
(Sonriendo con malicia y confianza suma) Eso de clases supongo que lo dirás por mí, con respecto de ti y de ellos.

RICARDO
Bueno, hombre; mil veces hemos convenido en que media mucha distancia entre el origen de tu cuna y la mía. Tú, hijo de una familia de aristócratas;... yo, de familia... insignificante. Tu padre te legó un millón... y un apellido honradísimo; mi padre me dejó una regular fortuna, aunque no pudo darme apellido... ni supo nadie cómo enriqueció.

JULIO
¡Exacto y sabidísimo!

RICARDO
Quiero recrearte el oído, espera; eres, aunque residiendo toda la vida en la corte, el refinamiento de la aristocracia provinciana; yo, el señorito chulo, personificación del hampa madrileña. ¡Pero por nuestra mala cabeza, y andando los veinte años que nos conocemos, tan señorito yo como tú, y tan perdido tú como yo!

JULIO
¡Creo que exageras en ambas cosas, Ricardo! (Riendo)

RICARDO
(Con ironía y cierta maldad) Mira que venir a... ponerte moños conmigo a estas alturas...

JULIO
(Sin dejar su sonrisa) ¡Hasta ahora, Chico! (Vase segunda derecha)

RICARDO
En mi cuarto te espero para fumar un cigarrillo... y hacer muchos números nuevamente. (Vase primera derecha)


ESCENA VI

La Lechuza, EL Tío Juanón, Juaneco, Pepote y Jesusillo, familia gitana dedicada al robo como el menos bajo de sus oficios. Todos cinco en extremo mal encarados, y, dentro siempre de la nota artística, desde luego, horriblemente andrajosos, de continente repulsivo y aspecto de ferocidad instintiva. Son, según se verá a su debido tiempo, matrimonio y tres hijos La Lechuza es de avanzadísima edad; el tío Juanón algo más joven que ella; los hijos aparentan unos treinta, veinticinco y veinte años, respectivamente y por el orden que quedan citados. Se presentan con cierto sigilo por el foro, dando la sensación de terror que justificarán plenamente en el diálogo después de terminar el número con sus frases de caló latronil.

(Música)

LA LECHUZA
Yo soy La Lechuza...

TIO JUANON
Yo el tío Juanón...

JUANECO
Juaneco. (Señalándose a sí propios)

PEPOTE
Pepote.

JESUSILLO
Jesusillo me llamo yo.

LA LECHUZA
Se pinta lo que se puede... (Acción de robar)

PEPOTE
Para tirar de la vida.

JUANECO
Sin que la sospecha quede.

TIO JUANON
Y al que estorba, si otro acede

(Acción de agredir)

LA LECHUZA
¡¡¡Le quitamos de en medio en seguida!!!

(Corroboran)

LOS CUATRO
Hacemos brevajes
más que milagrosos
para ciertas chavalillas...

LA LECHUZA
Que los mengues han picao.

(Cortándoles la nota)

LOS CUATRO
Y algo se abroquela
por esos caminos,
cada vez que ésta pregunta...

(Por La Lechuza)

LA LECHUZA
¿Te la digo, resalao?

(Como anteriormente)

LOS CINCO
Vendemos de todo...
no comprando nada:
este es el oficio
que de churumbeles aprendimos bien...
Y si hay algún guapo que no esté conforme... (Acción de agredir)
mojamos muy hondo...
y le echamos a un hoyo... y ¡amén!

(Hacen una cruz)

TIO JUANON
Hay que aluspiar... (Acechar)

LA LECHUZA
Y descubrir...

TIO JUANON
Riendo para llorar...

LA LECHUZA
Llorando para reír...

TIO JUANON
¡Ja..., ja..., ja...! (Risa forzada)

LA LECHUZA
¡Ji..., Ji..., Ji...! (Llanto hipócrita)

TODOS
¡Ja..., ja..., ja...!
¡Ji..., ji..., ji...!

TIO JUANON
Serán buenas ó malas las mañas...

(Muy quedo)

LA LECHUZA
¡Pero hay que vivir...! (Con fiereza)

TODOS
Hay que vivir... (Lo mismo)
Hay que vivir....

(Hablado)

TIO JUANON
(Saca de encima de la oreja una colilla de cigarro puro, que enciende con grandísima calma. Después escupe por el colmillo, y dice luego de echar una gran bocanada de humo:) Bueno. (Mirando en torno) Esperaremos un poco, aluspiando... (Significa acechando) al sobrino de la difunta...

LA LECHUZA
(Con fiera mirada y ademanes de bruja) ¡Malos mengues (Demonios) le coman las mantecas, Juanón, si tampoco le encontramos ahora en su casa, después de dos días y cinco viajes...!

JUANECO
¡Se querrá zafar (Desentender) sin habernos conocido siquiera!

LA LECHUZA
¡Ni que mi trabajo hubiera sido servir una saña! (Robar una cartera)

TIO JUANON
¡Has hecho algo más que eso!

LA LECHUZA
Y... ya ves; hasta ahora ¡ni el primer plazo!

TIO JUANON
¿Mitá y mitá! en dos veces, ya lo sé... así se trató la cosa.

JUANECO
Decir al señorito Ricardo que no tiene las quinientas gallas, (Quinientos duros)

PEPOTE
¡Ni quinientos duros! ¡A otro con eso!

TIO JUANON
¡Ni de una beata (Peseta) dispone todavía, según me dijo ayer!

JUANECO
¡Estaría bueno que ahora nos negase la astilla!

(Parte correspondiente a cada uno)

TIO JUANON
¡Malos buitres les dejen ciegos al uno y al otro... y me cieguen a mí si se nos burlan!

(De pronto imponiendo silencio y mirando a la vez hacia la segunda derecha. (Rápido a todos)

¡Chist!... Se oyen pasos...

JUANECO
(Rápido también, con movimiento instintivo de agresividad, buscando un arma en la cintura) ¿Hay que hacer?

LA LECHUZA
(Imponiendo silencio a los tres) Vosotros...

TIO JUANON
(Rotundo y con autoritario matonismo) ¡Ni esto! (Ni la punta de una uña en sentido de que hablen o acometan) Como no veáis que me rasque en un brazo tres veces seguidas... (Afirmación de los tres hijos, entre inteligentes y resignados, ante la consigna)


ESCENA VII

Dichos y Julio, sin abrigo.

JULIO
(Sale acabándose de acicalar) (Ya estoy más presentable...) (Al verles, sorprendido) ¿Eh (Pausa marcadísima, aguijoneando todos a Julio con la mirada)

TIO JUANON
(Con sonrisa que quiere inspirar confianza y descubriéndose cortés pero torpemente) ¿Señorito?

LA LECHUZA
(Con sonrisa igual) ¿Es usté el señorito Julio?

JULIO
(Con cierta intranquilidad, pero digno) Yo. ¿Quién son ustedes? ¿Qué desean ustedes de mí?

TIO JUANON
(Después de nueva prolongadísima mirada, sonriendo y dando maquinalmente vuelta al ala del sombrero, a la Lechuza por Julio) (¡Se hace de nuevas!) (Afirmación irónica de La Lechuza) (A Julio sin abandonar el doble sentido de sus palabras) Bien está eso de hacer que se extraña, por el buen ver, como persona fina...

JULIO
(Con creciente y naturalísima curiosidad, pero con repulsión) No comprendo...

TIO JUANON
(Otra sonrisa socarrona) ¿No sabe usted... ni siquiera de oídas... quiénes somos y a qué venimos?

JULIO
(Con desprecio y extrañeza) (¡Qué dice esta gentuza!)

LA LECHUZA
(Otra mirada como las anteriores) Conque... ¿no, eh?...

TIO JUANON
(Risa, que quiere inspirar confianza por medio del terror) ¡Je... je... je... (Queda mirándole)

LA LECHUZA
(Lo mismo que él) ¡Je... je... je!... (Los tres hijos sonríen igualmente, sin apartar en lo más mínimo los cinco la mirada de Julio)

JULIO
(Con entereza y embarazoso enojo) ¿Harán ustedes que llame al criado, para que les eche de esta Casa Como se merecen? (Movimiento instintivo de agresividad en Juaneco, Pepote y Jesusillo buscando algo en la cintura. —El tío Juanón y la Lechaza impiden con solemnidad de perdonavidas que realicen sus propósitos los hijos)

TIO JUANON
¡Eh!... (Pausa larguísima)

LA LECHUZA
¡Quieto todo el mundo! (Nuevo silencio)

TIO JUANON
(A Julio) Por lo visto... parece verdad que no le habló a usté de nosotros el señorito Ricardo.

JULIO
(¡Pero qué dicen!) (Con creciente interés) Luego ustedes conocen a mi amigo...

LA LECHUZA
(Irónica) ¡Nos conocemos todos, señorito!

JULIO
(¿Qué asco... interés . . ó terror me empiezan a inspirar estas gentes?) Decían...

TIO JUANON
(Como cortando la conversación) ¡Para ahorrar tiempo y palabras! ¿Está él en casa?...

JULIO
¿Ricardo? (Afirmación de todos) ¡Sí!

TIO JUANON
Pues dígale usté que salga.

JULIO
(Está cegando mis ojos una nube de sangre Sin adivinar el motivo) (Llamando precipitadamente y nervioso junto a la puerta primera derecha) ¡Ricardo!... ¡Ricardo!... (Queda impacientísimo)

TIO JUANON
(Encogiéndose lentamente de hombros, cual admitiendo que nada sepa Julio, a la Lechuza) (¡Para mí que lo ignora... de verdad!)

LA LECHUZA
(Como negando y reconviniendo al tío Juanón) (¡Primo!)


ESCENA VIII

Dichos, Ricardo, de americana. Sale precipitadamente, y al ver a la familia gitana, exclama un tanto contrariado y sorprendido.


¡Que! (Pausa acentuadísima y expectación creciente. De pronto, reponiéndose y fingiendo dominio y serenidad, hija de la situación:) ¿Señores? (Julio queda aterrado  más que absorto, a pesar de ignorar el por qué de tan afectuoso saludo de Ricardo a los demás)

TIO JUANON
(Satisfechísimo, sonriendo irónicamente a Julio) Ve usted cómo el señorito Ricardo no se viene... con tantos moños como usted?

LA LECHUZA
(Corroborando) ¿Ve usted cómo nos conocemos todos?

JULIO
(Desencajado, lívido, impacientísimo) ¡Habla, Ricardo!... ¿Qué significa... ¿estas gentes?...

RICARDO
(Fingiendo aplomo y sin dejar de sonreír) ¡Ni me acordé de hablarte de ellas, chico!

TIO JUANON
Pues... ¡ya es memoria flaca, chaval!

RICARDO
(A Julio) Alguna relación nos une a ella... Ya te explicaré. (A ellos de pronto y para desviar la conversación general) Bueno, ustedes desearán... (Acción de dinero)

TIO JUANON
(Como afirmando) ¡No que no!

RICARDO
Naturalísimo es ese deseo; pero, señores... háganse cargo de que el asunto no está completamente solventado.

LA LECHUZA
(Desconfiando) ¿Qué dice usted?

RICARDO
Digo que el escribano... es un plomo, y que no ha venido todavía...

TIO JUANON y LA LECHUZA
(Recobrando confianza) ¡Ah! (Julio continua ensimismado y con terror)

TIO JUANON
Eso ya es otra cosa, aunque hasta ahora no ha cumplido usté... el primer ofrecimiento de la astilla.

LA LECHUZA
(Desconfiando) No es desconfianza...; pero esta misma noche... hemos de hablar claro del todo... (Acción de dinero)

RICARDO
He dicho que pueden estar seguros...

TIO JUANON
(Como anteriormente) ¡Qué... se habla entre hombres!

RICARDO
(Afirmando convencido) ¡Ya!

TIO JUANON
(Con sonrisa satánica, por Julio, que sigue sin comprender con la necesaria claridad: subiendo con La Lechuza y los tres hijos, impulsados finamente por Ricardo, hacia el foro) Y ahora... haga usté la merced de explicarle a su amigo cosa por cosa, (Con acento feroz; sin abandonar la sonrisa, por Julio nuevamente a Ricardo) O chanela poco el chaval, ó es que después de estar hecho... lo hecho... ¡le falta cora...! (Corazón, golpeándosele con el puño. Hace una seña a todos como para salir, y dice luego:) ¡Andando!... (Vánse foro)


ESCENA IX

Julio. —Ricardo.

JULIO
(Que observa, aterrado, el mutis. Con ansiedad creciente cual si le faltase el aire para respirar) ¡Ricardo!... ¡Habla pronto si no quieres que mi cerebro estalle!... ¡Habla!...

RICARDO
(Temeroso y algo azorado) Calma, hombre.

JULIO
¿Qué misterio envuelve esa repugnante visita? ¡Di!..

RICARDO
Eres el menos indicado... en eso de querer ahondar en el asunto.

JULIO
(Rebelándose impacientísimo) Pero, ¡Cual asunto es el de que me hablas!

RICARDO
Luego te obstinas...

JULIO
Repito que hasta el aliento quiero contener para no interrumpir tus palabras ante mis respuestas: ¡Habla, Ricardo!...

RICARDO
(Muy reacio) Pues hablaré..., aunque quien va a preguntar... soy yo.

JULIO
(Con extrañeza grandísima) ¿Tú?

RICARDO
(Recobrando aplomo) ¡Yo!... (Pausa) Hablaré todo lo claro que me exiges; vamos... por partes. (Ademán de Julio como indicando que empieza cuanto antes, contestado con otro de Ricardo, equivalente a decir que tenga calma. Después de dicha pausa) ¿Hace... unos siete meses... te encontrabas en Madrid... sin dos pesetas?... ¿Te veías a todas horas con un pie en los salones del gran mundo y el otro en presidio, por obra y gracia de varios prestamistas a los cuales logramos tú y yo engañar, y cuidado si es difícil eso?...

JULIO
No niego nada.

RICARDO
¿Qué es lo que entonces me suplicaste más de una vez... y hasta de rodillas?

JULIO
(Con entereza) Que me salvases en lo posible de aquella angustiosa situación.

RICARDO
¿Te salvé?

JULIO
(Con gratitud) Al pronto, sí.

RICARDO
¿Aceptaste, sin el menor titubeo, y aprovechando la buena racha (Acción de jugar al monte) qué tuve durante una semana, todo cuanto pude reunir?

JULIO
(Afirmando con naturalidad suma) Treinta y dos mil duros, no lo olvido.

RICARDO
Con cuyo dinero...

JULIO
Renové algunos pagarés, sirviéndome el resto para salir de España.

RICARDO
Para huir..., esta es la palabra..., y viajar por el extranjero... a lo príncipe.

JULIO
Exacto.

RICARDO
En el mes de Junio, y por haber perdido a una carta cuanto te quedaba, ¿me escribiste desde Monte-Carlo, diciéndome que el revólver acariciaba con insistencia aterradora tu sien derecha si no corría nuevamente en tu auxilio?...

JULIO
Textual.

RICARDO
¿Te seguí auxiliando cuando la fortuna me favorecía?...

JULIO
¡Si no niego nada de eso!...

RICARDO
¿Recuerdas bien el texto de algunos de tus, escritos?...

JULIO
¡Claro que sí!

RICARDO
¿Me decías en ellos que te levantabas la tapa de los sesos si al regresar a Madrid te enviaba a presidio uno de los muchos usureros que lo están deseando?... «No vaciles en vender, por mí, tu alma al demonio, llegando a realizar la idea más estupenda, ante la situación en que nos hallamos»

JULIO
Ya, ya...

RICARDO
«Todo menos sucumbir de una manera humillante y vulgar» (Otro asentimiento de Julio, aunque comenzando a comprender, bien a pesar suyo) «En Diciembre vencen mis pagarés más importantes y temo que me ahogaría el asqueroso dogal de la usura»...

JULIO
¡Acaba!

RICARDO
«Mi tía es el cable único en este naufragio horrible... Si su quebrantada salud se prolonga, la herencia llegará tarde a mis manos...» «¡Sálvame, sea como sea, cueste lo  que cueste... y valga lo que valga!»

JULIO
¡Sí , sí!... ¿Y bien?

RICARDO
(Queda mirándole como queriendo escudriñar en su alma) Que... te he salvado.

JULIO
(Como atónito) Pero, ¿en qué forma?

RICARDO
(Risa de reconcentrada ironía y maldad) ¡Vamos, Julio...; ó... te has vuelto tonto, ó eres más perverso que yo!

JULIO
(Con espanto) ¡Ricardo...!

RICARDO
¡Claro, hombre!

JULIO
(Desconcertado) Te juro... (Como no entendiéndole)

RICARDO
¡Ya tanto y tanto tapujo sería de un candor infantil!

JULIO
(Apretándose rápido é inconsciente las sienes. Con espanto) ¿En? ¡Dios mío! ¿Qué monstruosidad es esta que va tomando forma en mi imaginación? ¡Sigue! ¡sigue..., aunque el espanto muerde en mi alma... ¡sigue!

RICARDO
Menos mal... que comienzas a comprender.

JULIO
(Con terror creciente) ¡Continua!

RICARDO
¿Atribuyes... a la afección pulmonar que aquejaba a tu tía, y a pura coincidencia... las fechas del vencimiento de tus pagarés y la en que ella ha dejado de existir?...

JULIO
(Exclamación de espanto, con los ojos desencajados, que fija inmóvil en Ricardo largo rato) ¡Ah!.. (Arrojándose con fiereza a su cuello) ¡Asesino!... ¡Miserable! ¡Ladrón!... ¡Defiéndete, que te estrangulo!.. ¡Defiéndete, cobarde!... (Ricardo sigue sonriendo canallescamente y haciendo signos negativos, sin intentar defenderse, cual para desarmarle en el sentido moral. Julio, ante tal actitud, cae de pronto desplomado en un sillón rompiendo en sincero llanto y mesándose los cabellos con vergüenza y dolor. Ricardo le mira fijamente y cruzado de brazos. Pausa acentuada) ¡Pobre tía de mi alma... (Signe sollozando con la cabeza oculta entre las manos. De pronto se pone en pie con movimiento terrible de agredir de nuevo a Ricardo, desistiendo con repulsión y rapidez. Transición, separándose un tanto de él) ¡No mereces siquiera el honor de morir a mis manos!... ¡Las del verdugo te harán justicia!

RICARDO
(Aterrorizado y suplicante) ¡Julio...! ¡Julio...! ¿Dónde vas?... (Al verle con resolución subir hacia el foro)

JULIO
¿Y lo preguntas?... ¡A delatar en el acto esta repugnante monstruosidad...!

RICARDO
(Suplicando de nuevo) Oyeme...

JULIO
¡Sería ponerme a tu mismo nivel la prolongación de mi silencio...!

RICARDO
¡Julio...! (Cae de rodillas ante él en la misma puerta del foro, suplicando con los brazos abiertos) ¡Por tu madre!... ¡Por ella!...

JULIO
(Grandísima pausa. —Julio queda vacilando. Después retrocede, de espaldas a la escena, lenta y caritativamente, ante las dos últimas exclamaciones de Ricardo) ¡Llamas a la generosidad de mi alma para que me limite a despreciar la ruindad de la tuya! ¡Bien me conociste! ¡Levanta si buscas únicamente mi silencio; pero si tus súplicas tienden a buscar tranquilidad a tu conciencia ó complicidad en mí..., ¡palabra de honor que te envío al patíbulo con toda esa repugnante canalla!...

RICARDO
(Poniéndose en pie) Tu misericordia me salva...

JULIO
¡No puede hacer más un hombre hundido en la desgracia, pero honrado, por un vulgar asesino...!

RICARDO
Te suplico que me escuches.

JULIO
Sé lo que vas a decir... Que no fuiste tú... materialmente... ¡como sin concertar crímenes no fuese cien veces más cobarde y repugnante que ejecutarles...! Y con qué... habilidad: Fue... el puñal? (Signo negativo de Ricardo, que mira fijamente al suelo) ¿El... veneno, entonces...? (Signo de afirmación. Julio llora) |Lo suponía.. ! (Pausa) ¿Y cómo no pudo sospechar... ni el médico, ante el cadáver...?

RICARDO
Era... dificilísima toda sospecha... No fue obra de un día... ni de dos... sino del verano entero.

JULIO
Mas...

RICARDO
Esa... bruja que acaba de salir, La... Lechuza, entre pedigüeña y solícita, frecuentaba muchísimo esta casa, desde hace tiempo... y gozaba, lejos de inspirarle temor, de la absoluta confianza de tu tía...

JULIO
¡Ya!...

RICARDO
La Lechuza entraba y salía constantemente en la cocina, ayudando a preparar los alimentos a la enferma...

JULIO
¡Sí!...

RICARDO
La intoxicación no dejaba adivinarse... por lo lenta.

JULIO
¡Ah...!

RICARDO
Yo fui quien concertó el crimen... Plena confesión con que pagó tu misericordia.

JULIO
¡Me asqueas...! ¡me repugnas cada vez más...! Yo sólo sé el estupendo esfuerzo que me supone tener que fingir indiferencia ante ti... hasta que te pierda de vista para siempre.

RICARDO
Lo supongo. Procuraré fingir también yo, mientras permanezcamos en este pueblo.


ESCENA IX

Dichos, Don Melchor, escribano. Por el foro, con papeles debajo del brazo. Después todos cuantos se hallan en la habitación primera izquierda.

DON MELCHOR
Santas y buenas noches.

JULIO
Hola... don Melchor, adelante.

RICARDO
Creímos... que no venía usted.

DON MELCHOR
(Dejando los papeles sobre la mesa) El diantre del tresillo en casa del registrador.

JULIO
(Asomándose) ¡Quico...! ¡Quico...!

DON MELCHOR
No hay que preguntar... estarán ya todos reunidos.

RICARDO
Todos. Tome usted asiento. (Lo hace don Melchor)

QUICO
(Asomándose a la puerta) ¿Señorico.. ?

JULIO
Avisa a todos que ya está aquí el señor escribano.

QUICO
Voy... (Vase. Pausa)

DON MELCHOR
(Liando un pitillo, como por decir algo) ¡Duros trances éstos, amigo don Julio!

JULIO
(Mirando sin poder evitarlo a Ricardo y desviando de él rápidamente la mirada y fingiendo) Fuertecito ha sido. Sí, Señor... (Salen todos, gimoteando, al ver a don Melchor. Este toma asiento a la mesa rodeado de los demás. —Ricardo y Julio, afectando menor impaciencia, en pie)

QUICO
¡Animo, señores...! ¡Pobre ama!...

TODOS
¡Ay...! (Llorando también con frase ininteligible y mal disimulando sórdida codicia. Larga pausa; en tanto don Melchor se cala unas gafas de oro)

DON MELCHOR
¡En nombre de la ley...! (Inclinación de todos y descubriéndose. —Abre los pliegos. Momento de expectación solemne. Leyendo después de pronunciar las siguientes palabras) En el nombre de Dios... etc., etc., etc., «Yo, doña Fuensanta de Medina y de..., y de..., Hallándome en plena lucidez de mis sentidos y con todos mis derechos legales, declaro que los bienes que me pertenezcan a mi muerte sean distribuidos de la siguiente manera: (Un momento de silencio sepulcral) El molino de mi pertenencia situado en el barranco de la Ermita, valuado en doce mil duros, pasará a ser propiedad de mi criado Francisco García y García en premio a la lealtad y honradez con que me sirvió.»

HOMBRE 1º
(Al segundo, que tiene a su lado) ¡Buen puñao coge Quico. (Este llora en silencio)

DON MELCHOR
(Continuando) «Los terrenos de regadío del término de la Acequia grande, como igual mente mis haciendas y fincas del término lindante con el de Cieza, valuado en veinte y cinco mil duros, será vendido juntamente con mi casa mortuoria, y su importe se distribuirá por partes iguales entre los pobres de solemnidad a quienes semanalmente daba yo limosna en propia mano y cuyos nombres y apellidos se detallan a continuación:» (Preguntando a don Julio y exhibiendo el pliego) Aquí van, don Julio; ¿doy lectura de ellos?...

JULIO
(Casi indiferente y apresurándose a que continúe) No, no..., adelante.

DON MELCHOR
(Sigue leyendo) «Tal es mi voluntad, que será acatada en todas partes. Yo Fuensanta de Medina y de... y de... En la ciudad de Murcia, a... tantos y tantos... etc., etcétera.

(Deja impasible los papeles encima de la mesa)

Y no hay más, señores. (Quedan todos cual sin acabar de comprender)

TODOS
¿Qué? (Gran pausa)

DON MELCHOR
(Indiferente) Que ha terminado la lectura del testamento.

JULIO
(En el colmo de la sorpresa y con cólera mal reprimida) ¡Don Melchor! (Revuelo, indignación, profunda y visible de todos, poniéndose en pie y formando grupos en artístico desorden. Procuren, aunque sin frase precisa, hablar el Coro y todos los personajes, sirviendo con facilidad la situación)

RICARDO
(¡Maldición!...)

JULIO
(Sin avenirse) Pero... oiga usted, don Melchor...

DON MELCHOR
(Con marcadísima indiferencia) ¡Diga usted, don Julio!

JULIO
Esto es imposible.

TODOS
¡Ya lo creo, esto no puede, no puede ser!...

DON MELCHOR
¿Por qué, don Julio?

JULIO
¡Imposible de todo punto!...

DON MELCHOR
Usté dirá. (Todos pendientes de las palabras de Julio y don Melchor, con ojos en que se refleja extrañeza y despecho)

JULIO
Lo que acaba usted de leer no es ni una décima parte de las propiedades de mi tía. Y  todo ello me pertenece como heredero directo.

DON MELCHOR
(Siempre cortés) Diga usted mejor que le pertenecerían, si a su muerte hubiera poseído todo eso doña Fuensanta.

JULIO
¡Cómo!... (Aterrado)

DON MELCHOR
Digo que la señora, desde hace mucho tiempo, venía realizando su inmensa fortuna, que bien ascendería a unos doscientos mil duros.

JULIO
(Afirmando enérgicamente) ¡Sí, Sí!...

RICARDO
Pero...

DON MELCHOR
Yo siento en el alma que no haya legado ni una sola peseta a ninguno de sus parientes...

HOMBRE 1º
(Con energía, iniciándose la desbandada) ¡Esto ha sido una burla!

MUJER 1ª
¡Eso ya me lo esperaba yo!... (Con tono despectivo hacia la muerta)

HOMBRE 3°
¡Ni los perros la querían!...

MUJER 1ª
¡Bien se estará achicharrando en los inflemos!

JULIO
¡Señores!... (Como indicando que se vayan cortésmente)

MUJER 1ª
¿Yo estar un minuto más en esta casa? (Vase foro)

MUJER 2ª
¡Por mí, ya puede hundirse, que no me pillará debajo! (Vase también)

HOMBRE 1°
¡Si murió de necesidad por no gastar!... (Mutis igualmente. —Sucesivamente y entre parecidas exclamaciones vanse todos, seguidos de Quico, que les grita:) ¡Malas pécoras! (Don Melchor quedó impasible apurando el pitillo. Ricardo, ensimismado. Julio, paseando nervioso y cabizbajo)

SR. BAUTISTA
(Dando la mano a Julio) ¿Don Julio?... nada le digo a usted...

JULIO
Gracias.

SR. BAUTISTA
Ya sabe que mi casa— la de usted, —está un paso de aquí, para mandarme como siempre.

VICENTICA
¿Nos vamos a casa, padre?

SR. BAUTISTA
Ya es hora, hija mía... (Afirmando)

JAVIER
¡Les acompaño!...

DON MELCHOR
Con Dios Señor Bautista. (Vase éste con Javier y Vicentica, diciendo ésta al señor Bautista, por Julio y Ricardo)

SR. BAUTISTA
(Desde el foro) Servidor de ustedes.

VICENTICA
(¡Qué caía de corajina tienen los dos, padre!)

QUICO
(Foro) ¡Pero qué malas pécoras!... (Fijándose en Ricardo y Julio, que siguen preocupadísimos y en terrible actitud. — Queda en el último término de la izquierda, sin dejar de mirarles con creciente y especial cuidado)

JULIO
¡Don Melchor! ¿Qué es esto? ¿Qué significa todo esto? (Golpeando nerviosamente con ambos puños los papeles de la mesa. Don Melchor evita que continúe)

DON MELCHOR
Un poco más de respeto con lo actuado... don Julio.

JULIO
Pero... ¿y el dinero?... Esos... doscientos mil duros... ¿dónde están? ¿Quién se halla en posesión de mi fortuna?

DON MELCHOR
La pregunta, don Julio, no es muy pertinente...; no es misión de la justicia averiguar cual destino diese la señora a su capital... (Cogiendo el sombrero)

JULIO
Pero oiga usted...

DON MELCHOR
(Sin escuchar, dirigiéndose a Julio y a Ricardo) ¡Imposible, señores!... La justicia ha terminado su misión en esta casa. (Saluda nuevamente desde el foro, se cala el sombrero y vase. Un rugido sordo de cólera en Julio y Ricardo; éste sube hasta el foro. Julio queda en primer término derecha mirando preocupadísimo al suelo y mordiéndose inconscientemente los puños. Ricardo baja hacia él con lentitud é igual preocupación y contrariedad. Le toca suavemente en un hombro. Julio alza la cabeza un tanto sorprendido. Ricardo le interroga con una mirada insistente y larga sonrisa irónica. Julio le mira con reconcentrado desprecio. Quico, en el último término izquierda, queda mirándoles sin perder el menor detalle, mientras baja muy lentamente el telón de boca)


CUADRO SEGUNDO

Casa del señor Bautista, de cierto aspecto de modesto agricultor. Puerta en el foro, una a la derecha y otra a la izquierda.


ESCENA I

Al levantarse el telón permanece desierta. Poco después ábrese la puerta del foro y se presentan Javier, Vicentica y el señor Bautista, siendo éste quien se supone que abrió, y pone en la cerradura la llave por dentro, mientras dice las siguientes palabras, encendiendo luego un quinqué que habrá sobre una mesa a la izquierda.

SR. BAUTISTA
Bueno... Ya estamos en casa... Nada hay como la casa de uno para descansar y respirar a sus anchas...

VICENTICA
Que sí, padre.

SR. BAUTISTA
(Sentándose con cierto cansancio) ¡Ah!... (Viendo que Javier queda en la puerta) ¿No pasas, Javier?

JAVIER
(Sonriendo) No paso.

VICENTICA
¿Qué dices?

JAVIER
Que no paso...; vuelvo ahora, nenica. En cuanto deje acostados a mis viejecicos.

VICENTICA
No tardes.

JAVIER
¿Tardar? ¡Ya es encarguico el que me haces!... (Vase sonriendo foro)

VICENTICA
(Que le acompañó hasta la puerta) ¡Es un pedazo de pan bendito!

SR. BAUTISTA
Sí lo es.


ESCENA II

El señor Bautista, Vicentica.

SR. BAUTISTA
(Después de largo silencio, en el cual quedó con la cabeza entre las manos y apoyando los codos sobre la mesa, a Vicentica, con gran recato, que aumenta gradualmente con el diálogo, convirtiéndose en misterio y en voz muy baja) Nunca tanto como esta noche podría satisfacerme el que desee tener larga velada contigo.

VICENTICA
(Con extrañeza) ¿Qué?...

SR. BAUTISTA
Hija mía... Estamos solos, y es llegado el instante... de que hablemos muy largamente tú y yo.

VICENTICA
¿Pues?...

SR. BAUTISTA
(Afirmando apenado) Entorna... la puerta.

VICENTICA
(Obedeciendo, cada vez más extrañada) Ya está...

SR. BAUTISTA
(Después de suspirar muy hondamente y con preocupación) Ven, Vicentica, siéntate a mi lado...

VICENTICA
(Sentándose) No comprendo...

SR. BAUTISTA
(Con cariño intenso, besándola en la cabeza) ¡Zagala, pobreta Zagala! (Nueva pausa y llorando Bautista)

VICENTICA
¡Padre! ¿Llorando tú?...

SR. BAUTISTA
Ya me ves...

VICENTICA
¡Virgencica de la Fuensata! Habla, si no quieres que siga con el corazón encogidico.

SR. BAUTISTA
(Con visible emoción) ¡Sí! (Nueva pausa) Es llegado uno de esos momentos solemnes de la vida, en que se exteriorizan con más intensidad que nunca grandes afectos... y pecados grandísimos.

VICENTICA
(Absorta) ¡Mira que hablar de pecados tú!

SR. BAUTISTA
(Secándose los ojos y cual decidiéndose a hablar cuanto antes) ¡Yo! Confesión plena voy a hacer de ellos.

VICENTICA
¿Padre mío?...

SR. BAUTISTA
Hace... más de veinte años... vivía yo felicísimo con mi esposa en un pueblo de la sierra granadina... Y con la misma bárbara brusquedad que debe de sentir un hombre al ser despezado por una fiera, así sentí yo destrozado el corazón al enterarme de que amaba a otro...

VICENTICA
¡Jesús!

SR. BAUTISTA
¡Sí!... Cuando me enteré de tal mezquindad, me limité a escupirla a la cara, arrojándola para siempre de mi lado.

VICENTICA
¡Y me dijiste siempre que yo era huerfanica!... ¡Dios mío!

SR. BAUTISTA
Preferí engañarte a que supieses quién fue mi mujer. Escucha... Quisiera que el mundo entero ignorase esa mi tremenda desgracia... pero hay quien está enterado de ella... El señorito Julio y su inseparable amigo Ricardo lo saben...; en Madrid la conocieron, aunque ignoran !o importantísimo de lo que te estoy refiriendo.

VICENTICA
¿Y qué es ello?

SR. BAUTISTA
Es que creen, como todo este pueblo, que a ti te une algo con mi despreciable esposa.

VICENTICA
¡Qué, pero!...

SR. BAUTISTA
No te une a ella... ¡nada absolutamente! (Grito de angustia y poniéndose en pie) ¡Ah!...

SR. BAUTISTA
(Corroborando con energía) ¡Absolutamente nada!... Oyeme... (Acariciándola un brazo y haciéndola sentar nuevamente) Mi desgracia, quizá por ser tan enorme, despertó, algún tiempo después..., no sé si simpatía ó cariño en el corazón de otra mujer, que fatalmente se me entró alma adentro, de igual modo que entré yo en la suya...

VICENTICA
¡Padre mío!

SR. BAUTISTA
¡Con locura verdadera!... Esa mujer halla base de temporada en aquel pueblo... Un año después de conocernos viniste al mundo tú.

VICENTICA
Sigue...

SR. BAUTISTA
Apenas naciste, la que te dio el ser regresó a su casa..., a Murcia, y unos meses después vine yo contigo a vivir en esta casa... atendiendo súplicas del corazón y guardando sobre todo esto un silencio muy doloroso.. Escucha... ¿Desde hace nueve días, y a pesar de mis esfuerzos por fingir indiferencia, no me has visto llorar mucho?... (Vicentica muestra inconsciente asombro) ¿Vas viendo... con alguna claridad lo que quiero decirte?
¿No pasa siquiera por tu imaginación... el nombre de esa mujer?

VICENTICA
(Como queriendo adivinar) ¡Ah!

SR. BAUTISTA
¿Necesitaré pronunciarlo?

VICENTICA
(Con el aliento más que con la voz) Doña Fuensan...

SR. BAUTISTA
(Afirmando) ¡Doña Fuensanta! (Quedan abrazados sollozando. Largo silencio luego)

VICENTICA
Sí... Sí... Ahora acuden a mí (Poniéndose en pie) pensamiento... todas las cosas...; la vida entera... parezco recordar... ¡Madre, madrecica de mi alma!... ¡Si debí haberlo adivinado desde zagalica!... Cuando me comía a besos... y correteaba detrás de mí riendo por alcanzarme; mimándome a todas horas!... Y más que nunca, durante su enfermedad... Aquel... no soltarme las manos a cá momento, y besarme muchísimo... siempre, siempre sin decir palabra...

SR. BAUTISTA
Comprenderás lo horrible de su silencio.

VICENTICA
Y aquella su mirada, al expirar, y su último beso, que por lo largo y por lo frío me pareció como que se me derretía aquí en la frente) un copico de nieve, me decían que era ella... ¡Sí, ella!... ¡Con ningún otro beso puede confundirse el último beso de una madre!

SR. BAUTISTA
Valor...

VICENTICA
Y... de ello ¿no está enterado nadie?

SR. BAUTISTA
Una sola persona...; un fidelísimo criado; el anciano y bueno de Quico.

VICENTICA
¡Ah!... ¡Cómo supo callarlo también!

SR. BAUTISTA
¡Con el alma se lo agradezco! He aquí, hija mía, la voluntad postrera de tu madre, en Súplica a mi propio... (Saca una carta)

VICENTICA
¿Una carta?

SR. BAUTISTA
La misma que me encareció abriese apenas exhalara el último aliento... Cumplí su súplica con entera fidelidad... Lee... hija mía...

VICENTICA
(Coge la carta y lee interrumpiéndose por los sollozos) «Sintiendo aproximarse el postrer instante de mi vida, suplico hagas llegar estos renglones a la hija de mis entrañas, ya que no pude llamarla así públicamente por ocultar mi deshonra.»

SR. BAUTISTA
¡Sigue!

VICENTICA
«Hago cuanto puedo por ella... Detrás del marco de mi retrato, en el salón principal de la casa, encontrarás una llave, la de la cómoda de mis abuelos; en ella y en sus distintos secretos, dejé guardada toda mi realizada fortuna en billetes y talones del Banco... Asciende a doscientos mil duros... Integra quede esa cantidad para nuestra hija; para la Vicentica de mi alma.»

SR. BAUTISTA
Cumplí en el acto todas las indicaciones de esa carta. Aquí está... la cantidad; recíbela (Sacando una cartera, que le ofrece) de manos de tu madre, por cuya sagrada memoria juro que en ningún momento de mi vida la hice ni la más remota indicación para que te legase dinero alguno.

VICENTICA
¡Padre! ¡No deposites en tu hija otros tesoros que los de tu cariño!

SR. BAUTISTA
Pues que mi tutela pides, queda en mí depositada esta cartera hasta el día en que decidas hacer la felicidad de Javier... Y si consejo mío hubieras de tomar, debes hablarle únicamente de nuestra desgracia... Cuanto a la fortuna, sólo después de haber recibido la bendición ante el altar.

VICENTICA
¡Yo sola sé las lágrimas que ella ha de costa me, pero le hablaré según me aconsejas! ¡Ah, Javier de mí vida!


ESCENA III

Dichos. —Julio y Ricardo.

JULIO
(Abriendo la puerta del foro) ¿Hay permiso?

RICARDO
¿Se puede?

VICENTICA
(Alarmada al verles) ¡Eh...!

SR. BAUTISTA
(Lo mismo, aparentando aplomo, a ella) (¡Chist!) ¿Señorito Julio?

VICENTICA
(Idem) ¿Señorico Ricardo? (¡Dios mío!)

SR. BAUTISTA
(¡Qué podrá traerles por aquí!) ¡Tanto bueno...! Vienen a honrar a esta casa con su visita.

JULIO
(Con aspereza) Gracias.

RICARDO
(Lo mismo) Algo más que pura cortesía nos trae.

SR. BAUTISTA
Estoy desde luego a la disposición de ustedes.

JULIO
Es bien sencillo: por la lectura que del testamento hizo don Melchor hace escasamente un cuarto de hora, comprenderá usted que necesite pedir alguna más estrecha cuenta, como administrador que fue usted de mi pobre tía.

VICENTICA
(¿Sospecharán?...)

SR. BAUTISTA
Nada tan lógico ni que pudiera satisfacerme más. Si tienen ustedes la bondad de pasar a mi modestísimo despacho, (Primera izquierda) podré poner a su disposición cuantos datos deseen conocer... (A ella) No habrá luz... allá dentro.

VICENTICA
No. Encenderé... Dame cerillas.

SR. BAUTISTA
(Le da una caja de cerillas) Toma..., y no tardes en avisarnos así que podamos entrar.

VICENTICA
(Mirándole con gran recelo) (Dios mío... ¡Qué desearán! ¡por qué me dan más miedo cada vez estos dos hombres!...) (Vase primera izquierda)

SR. BAUTISTA
En el acto quedarán ustedes complacidos.

JULIO
Deseo únicamente inquirir... con ciertos detalles, cuándo y ante quién se hicieron las escrituras de venta, el valor porque fue vendida cada finca...

RICARDO
(Ayudándole) Confrontar datos, cantidades y fechas en el Registro de la Propiedad, etcétera, etc., etc.

SR. BAUTISTA
Naturalmente: hasta al céntimo.

VICENTICA
(Desde dentro, llamando) ¡Padre!

SR. BAUTISTA
Cuando ustedes gusten.

RICARDO
(A Julio) Anda. Yo vuelvo por ti ahora mismo.

SR. BAUTISTA
Hace usted mal, y pe-done la indicación, en no querer enterarse igualmente...

RICARDO
Repito las gracias. Un asunto del momento me obliga a ir al Casino...

JULIO
Ahí dentro te espero.

RICARDO
Soy contigo dentro de unos minutos.

VICENTICA
(Desde dentro) ¡Padre!

SR. BAUTISTA
(Indicándole que pase) Cuando usted guste.

JULIO
Vamos allá. (Mutis primera izquierda)

SR. BAUTISTA
Sabe que queda usted en su casa, ya que no desea pasar. (Vase igualmente)

RICARDO
Gracias...; después quizá...


ESCENA V

Ricardo (Reconcentrado é irónico por Bautista)

RICARDO
Esa tranquilidad... ¿será real., ó ficticia? Resultará estéril la pista que indiqué a Julio, de que ese hombre... debe no ignorar el paradero de la realizada fortuna?... Si no surge el menor rastro... estamos definitivamente perdidos... Esa familia de gitanos que conmigo asesinó a la testadora me está esperando... No me deja un instan te con su canallesca pegajosidad... Horror me causan las repetidas y terribles amenazas del tío Juanón... «O la astilla, ó nos chivamos... aunque marchemos todos en cuerda delante de la Guardia civil...» ¡ Y lo harán! ¡Delatarán lo hecho, si no hay dinero! ¡Son así esas chusmas!... Lo harán..., si es que no nos asesinan antes de abandonar Julio y yo estos rincones de huerta... Menos mal que las circunstancias vienen haciéndole esclavo de mi voluntad... Le vencí con mis súplicas... ¡Me obedecerá en todo si quiere salvarse!... (Vase muy pensativo, foro)


ESCENA VI

Vicentica, después Javier.

VICENTICA
(Saliendo de espaldas a la escena, cual hablando a su padre) Sí, sí, padre... Espero aquí y entro ahora mismo... (Con gran intranquilidad) ¡Ay! qué extraña angustia siento ante todo esto... y más que por nada al pensar en lo que he de decirle a Javier en cuanto venga.

JAVIER
(Presentándose en el foro) ¡Nenica!

VICENTICA
¡Javier!

(Música)

JAVIER
¿Qué tiés?... ¿Estás triste?...

VICENTICA
¡Cansá de esperarte!

JAVIER
Ya sé que he tardao, más no te enfurruñes
con quien aquí dentro (En la cabeza) te ve en toícas partes.

VICENTICA
Tarde... para verme,
pero no tan tarde
para que te cuente tristezas muy hondas
y que te suspire penicas muy grandes...

JAVIER
¿Penicas dices?

VICENTICA
¡Penicas digo!

JAVIER
¡Pues es bien extraño, teniendo en el mundo
tóas las alegrías de nuestro cariño!

VICENTA
Por él, como nunca,
suspiro y lo siento;
que amarguras que tenga de darle
a mi Javierico... ¡para mí las quiero!

JAVIER
Ya sería agravio
el que me ocultaras ni siquiá una chispa,
si no has olvidao
que tu vida tan sólo es mi vida.

VICENTICA
¿Olvidar tal cosa?...
Tiemblo al escucharla,
¡porque pensaría que ya en este mundo
solica quedaba!

JAVIER
Nunca estará sola
mi pobre zagala,
que para ella siempre guardo un huequecico.
muy dentro del alma.

(Ambos a la vez)

JAVIER
¡Perdona, nenica,
al que en toícas partes
se ve a ti juntico
riendo al hablarte!

VICENTICA
¡Deja que hoy suspire
y tenga que darte
en vez de alegrías...
penicas muy grandes!...

(Hablado)

JAVIER
Vamos..., habla pronto por lo que más quieras.

VICENTICA
Por ti; sólo por ti.

JAVIER
Te escucho ya.

VICENTICA
Mira, Javier... en dos palabras. ¿No es verdad que desde que me conociste... me creías huerfanica de madre?

JAVIER
(Asombrado) ¿Y cómo no? ¿Había de estar equivocado el pueblo entero, dinde que eras tú... una mocosica?

VICENTICA
Equivocado estaba todo el mundo; lo estabas tú; lo estuve yo siempre también.

(Pausa marcadísima)

JAVIER
Pero... bueno; y ¿qué razón es la que tu padre tuviera para decir en todas partes... que enviudó de recién casado? ¡Habla!

VICENTICA
El acaba de decírmelo... ¡Una desgracia muy grande es lo que obligó a mi padre a escupir a la cara a su mujer, a arrojarla de su lado y no querer saber de ella en toda su vida!

JAVIER
¡Bien hecho, si tan remala le salió!.... Pero... ¿murió ó vive?

VICENTICA
Vive. Allá en Madrid...

JAVIER
Y después de todos esos años... ¿a cuento de qué te lo ha dicho ahora?... No llores y contesta.

VICENTICA
Porque... ha sido preciso. Por la propia voluntad de mi pobre madre al morir.

JAVIER
¡Eh! O te acabo de escuchar mal, ó tú acabas de decirme que vive todavía,

VICENTICA
Nada me unió, nada me une a la... esposa de mi padre.

JAVIER
¡Ah!... Entonces... ¿de quién eres hija?

VICENTICA
¿Tampoco tú... has sospechado nada... durante el trajín y las lágrimas del pueblo entero, hace más de una semana?

JAVIER
(Sin acertar) ¿Eh?

VICENTICA
(Afirmando) ¿A quién lloran todos, y muy amargamente mi padre, desde hace con el de hoy.. . nueve días?

JAVIER
(Como iluminado de repente y ahogando la frase, temiendo pronunciarla. En voz muy queda) Doña...

VICENTICA
(Signos rotundos de afirmación como ayudándole a decirlo)

JAVIER
Doña Fuen... (Vicentica afirmando de nuevo) ¡Doña Fuensanta! (El mismo juego) ¿Ella? (Queda absorto)

VICENTICA
¡Sí! (Nuevo llanto) ¡Madre de mi vida!... (Pausa)

JAVIER
Nada pudiera dejarme más... helao. Luego es que al morir...

VICENTICA
Le suplicó a mi padre que me lo contase todo.

JAVIER
¿Y... nadie está enterado de que eres hija suya?

VICENTICA
Dice que... hay uno que lo sabe... y que lo calló siempre como un muerto.

JAVIER
¿Quién es?

VICENTICA
El criado de confianza.

JAVIER
¿Quico?

VICENTICA
Quico.

JAVIER
¡Ah! Bien guardó el secreto.

VICENTICA
Ya lo sabes, Javier; ahora es cuando de verdad soy huerfanica... Piensa mucho en todo lo que acabo de decirte..., y resuelve. Mi padre quedó con el señorito Julio.

JAVIER
¿Está aquí?

VICENTICA
Revolviendo papelotes allá dentro... Piensa bien... en lo desgraciadla que soy... y hasta mañana.

JAVIER
¡Pobretica de mí alma, espera!

VICENTICA
No; ahora no... (El queda ensimismado. Mirándole y con grito del más hondo cariño) (¡Qué corazón tan grande!... (Váse primera izquierda sollozando)


ESCENA VII

Javier, después Ricardo.

JAVIER
(Cayendo anonadado en una silla. Después de larga pausa) ¡Jarra de agua más helá que la que acaba de echarme!... Pero... la quiero más que cuando lo ignoraba tóo... ¡y mía es toda su pena! (Queda llorando)

RICARDO
(Se presenta por el foro, hablando como por Bautista y Julio) ¿Continuará la entrevista? Entraré ahora) (Al ver a Javier) ¿Eh?

JAVIER
(Este alza la cabeza) ¿Señorico Ricardo?

RICARDO
¡Caramba! ¿Llorando un mocetón de la huerta murciana?

JAVIER
Lagrimicas del corazón.

RICARDO
(Irónico) Y... ¿por qué, ó por quién son esas lágrimas?

JAVIER
¿Por quién?... ¡Por mi Vicentica! ¿Por qué?... ¡Porque la quiero más que a mí mismo!

RICARDO
¿Ha habido regaño con la zagala? (Negación de Javier) ¡Ya! ¿Se opone el señor Bautista... al noviazgo? (Nuevos signos negativos) ¿Tampoco?

JAVIER
(Rotundo) ¡Tampoco! ¡Ella me quiere mucho y el señor Bautista también!

RICARDO
¿Qué es ello entonces?

JAVIER
Que creí huerfanica a mi novia...

RICARDO
(Dando una carcajada de burla) ¡Ah!... ¡Ya!... ¡Estoy enterado de esa orfandad... de guardarropía! ¡De esa orfandad... inventada!

JAVIER
¿Usted?

RICARDO
Hace muchos años.

JAVIER
¿Y por quién?

RICARDO
Por mi amigo don Julio.

JAVIER
¿Por... él?

RICARDO
(Cual sin concederle importancia) Por él mismo. Una desgracia... como mil que ocurren en este sentido.

JAVIER
Luego el señorico Julio, dice...

RICARDO
Exactamente lo que yo: (Con sonrisa irónica); que ciertas desgracias merecen respeto y silencio. Nada más.

JAVIER
Es... verdad...; no sé si hice bien en quejarme delante de usted.

RICARDO
(Encogiéndose de hombros) Ni bien... ni mal.

JAVIER
Mal hice, ahora lo veo. Es natural que al señorico Julio le favorezca en bien poco todo lo que sea hablar de este asunto.

RICARDO
(Con extrañeza y cierto desprecio) (¿Qué dice?) ¿Qué... está usted diciendo del señorito Julio?

JAVIER
La verdad pura: que aunque ello me está haciendo llorar, respeto la memoria de la pobre señora, pues mirando las cosas bien, no cometió más pecado que el de morir soltera, sin poder legitimar a mi nenica, ya que el señor Bautista está casado.

RICARDO
(Queda cual petrificado y abriendo desmesuradamente los ojos cual iluminado por repentina idea) (¡Pero qué está diciendo!... (Cual penetrando en ella) ¿La... señora?...¿Vicentica?... ¡Ah!...) (Queda con íntimo y salvaje regocijo. De pronto, conteniéndose y fingiendo naturalidad y aplomo:) ¿Decía usted, Javier?...

JAVIER
La verdad pura; que dentro de esta desgracia, alguna diferencia hay entre que mi pobre Vicentica sea hija de doña Fuensanta y no de la pécora que por esposa le tocó en suerte al señor Bautista.

RICARDO
(Con alegría indescriptible y corroborando) (¿Qué... inconsciente y estupenda revelación está haciendo?... Astucia)

JAVIER
¡Ya, ya sería sufrir el de la señora!...

RICARDO
(Como condoliéndose sinceramente) ¡Figúrese usted, Javier!... (Otra vez con honda alegría y cierta impaciencia) (¡Oh... pista segurísima!) (Mirando cual con avaricia y alegría feroz hacia la puerta izquierda. Sondándole y como animándole) Vaya, Javier, le dejo a usted un instante. Me espera ahí dentro el señorito... (Como condensando en una sola todas las anteriores exclamaciones de astucia) (¡Nos hemos salvado, amigo Julio!... Nos hemos salvado completamente!...) (Váse izquierda)

JAVIER
(Con sincera pena) Y decía mi Vicentica que únicamente Quico estaba enterado de la desgracia de la señora.. . Secreticos a voces, como suele pasar en estas cosas.


ESCENA VIII

Javier y Quico foro.

QUICO
¡Hola, Javier!... ¿Sabes... si anda por aquí el señorico Julio?

JAVIER
Ahí dentro creo que está con el señorico Ricardo... y el señor Bautista...

QUICO
(Contrariadísimo) ¡Los dos! ¡Solicos con él!

JAVIER
Y con Vicentica.

QUICO
Eso... me tranquiliza un poco.

JAVIER
¿Pues?

QUICO
Yo me entiendo... Me dan peor espina cada vez los dos señoricos aquí en el pueblo... y siempre hablando misteriosos... Que si el dinero..., que si los papelotes..., que si la herencia... Vigilaré al señor Bautista hasta que se larguen a Madrid..., ¡que ojalá fuese mañana mismo!...

JAVIER
¿Quico?

QUICO
¡Sé lo que me hablo y no me preguntes más!

JAVIER
(Sonríe tristemente y dice con ironía) ¡Descuide usted, que no he de echar a los cuatro vientos secreticos que me confíe. Hizo usted bien en guardar toda la vida el que reza... con mi pobre Vicentica y su madre.

QUICO
¡Javier!

JAVIER
(Volviendo a sonreír entre amargado é ingenuo) Sí, Quico, sí.

QUICO
Pero tú sabes... (Con extrañeza enorme)

JAVIER
¡Todo! Apenado) Acaba de contármelo ella, mi nenica.

QUICO
(Contrariadísimo y desconfiado) ¡Digo que no puede ser eso!

JAVIER
¡Cómo no! Hace unos minutos, lamentándome yo, presentóse el señorico Ricardo...

QUICO
¡Y bien!

JAVIER
 Que él mismo se echó a reír por eso de que yo creyese huerfanica a mi novia.

QUICO
¡Naturalmente! Sabían los dos señoricos que, como huerfanica, no lo es...; mejor dicho, no lo era...; mas de eso... a lo otro.

JAVIER
¿Qué otro?

QUICO
 A que tu novia fuese hija de mi pobre ama... ¡ni sospecharlo!

JAVIER
¡Pero si acaba de decirme el señorico Ricardo que lo sabía por el propio don Julio!

QUICO
¡Javier!

JAVIER
¿Qué?

QUICO
¡Javier! ¡Nos has perdido!

JAVIER
¿Yo? (Sin acentuar, pero asustado)

QUICO
(Con grandísima vehemencia y alarma) ¡Tú! Tu sencillez, tu buena fe, tu poca experiencia de la vida, traen a esta casa... algo muy negro.

JAVIER
Pero.

QUICO
¡Ojalá me equivoque!... (Como por los dos señoritos) En fin... Astucia por astucia... ¡Sígueme!

JAVIER
¿A dónde?

QUICO
¡Sígueme... y silencio!... ¡Que no se confirmen mis horribles pensamientos, Virgencica!... (Vase foro, como acariciando una idea, seguido de Javier. Este sin comprender el alcance de las palabras de Quico)


ESCENA IX

Ricardo, Julio, Bautista, Vicentica.

RICARDO
(Saliendo, y aparte a Julio rapidísimo con interés y honda alegría) (¡Chist!... ¡obedéceme, que tengo en la mano la salvación!)

JULIO
(Lo propio) (Pero...)

RICARDO
(No muestres la menor extrañeza y asiente a todas mis palabras)

SR. BAUTISTA
(Sale detrás de Julio) Yo, señoritos, celebro que hayan ustedes satisfecho su curiosidad.

VICENTICA
(Detrás de su padre) ¡Las cuentas, son las cuentas! Así... quedarán más tranquilos... los señoricos.

RICARDO
(Después de hacer una seña de inteligencia a Julio imponiéndole silencio) ¡Efectivamente! No podían estar más claras ni más en orden todas las notas... y ya que mi amigo Julio satisfizo su curiosidad, en el primer tren que pase marchamos mañana a Madrid.

JULIO
(Con indecisión que Ricardo evita con su palabra) Sí, mañana.

SR. BAUTISTA
(Tendiéndole la mano) Pues ea, ya saben dónde dejan un amigo.

RICARDO
(Despidiéndose) Gracias, señor Bautista.. ¡Hasta... sabe Dios cuándo!...

JULIO
¡Eso!

VICENTICA
Mucha salud, señoricos.

RICARDO
Adiós... (En el foro)

JULIO
Adiós.

SR. BAUTISTA
(Aparte y rápido a Vicentica, por ellos, con reconcentrada satisfacción) (¡Ni la menor sospecha!)

(Queda con gesto satisfechísimo)

RICARDO
(A Julio) (¿Me obedeces ciegamente?)

JULIO
(Con convicción y confianza profunda) (¡Sí!)

RICARDO
(Con salvaje alegría) ( ¡Nuestra salvación es absoluta!...) (Vanse los dos por el foro, quedando Bautista y Vicentica viéndoles marchar. —Telón)


CUADRO TERCERO

Sala dormitorio de la casa del cuadro anterior. Dos puertas a la izquierda, una en el foro. Ventana en segundo término derecha. A la izquierda de la puerta del foro una cómoda. Sobre ésta, en la pared, una estampa con la imagen de la Virgen de la Fuensanta, con una lamparilla en un vaso de aceite. Entre las dos puertas de la izquierda un armario-librería. Muy en primer término derecha una cama con todo juego Junto a ésta la mesa de noche, con un quinqué de pantalla verde y con muy escasa luz. Al levantarse el telón, el señor Bautista se halla acostado. Cuídese el detalle de que sin gorro de dormir. Después de muy solemne silencio se oyen frecuentes truenos, viéndose luz de relámpagos por la acristalada ventana, y, a ser posible, destacándolo mucho, percíbese el ruido de persistente lluvia.


ESCENA I

El señor Bautista, a poco Vicentica.

SR. BAUTISTA
(Medio incorporado, apurando un pitillo y aludiendo con cierto pavor a los truenos) ¡Dios mío!... ¡Qué noche tan espantosa!... ¡Invierno más crudo!... ¡Eso les faltaba a las huertas!... (Persignándose rápido é inconsciente y cual aludiendo a la intensa luz de un relámpago que entró por las entreabiertas hojas de la ventana) ¡Ave María Purísima!... (Largo silencio en Bautista Sale por el lado izquierdo de la puerta del foro. Vicentica, con un velón de cuatro luces, que protege del aire con la mano)

VICENTICA
¡Virgencica! (Con cierta superstición) ¿Apagárseme dos veces la luz? ¿Será maleficio? ¡Nunca fue esto buena señal!... (Deja el velón sobre la cómoda y cierra con llave, por dentro, desde luego, la puerta del foro. Avanzando hacia él lentamente cual preguntando si está todavía despierto) ¿Padre?...

SR. BAUTISTA
(Soñoliento, en voz queda) ¿Hija mía, todavía en pie?

VICENTICA
Trajinando los últimos quehaceres de la casa... A recogerme voy, encerrándome por dentro como todas las noches.

SR. BAUTISTA
Si, Vicentica, es muy tarde; rato ha que dieron las doce... (Echa la colilla de! cigarro) La noche infunde pavor, y debes acostarte cuanto antes... Venciéndome por segunda vez está el sueño.

VICENTICA
(Al ver que cabecea) Verdad; en cuanto le rece mis cósicas a la Virgen... (Va a la ventana y entorna sus maderas El señor Bautista reclina la cabeza arropándose y quedando dormido. La cama debe estar colocada muy en primer término, según se indicó, en forma que la cabecera dé casi en la pared lateral derecha. El quinqué de la mesa de noche permitirá, no obstante su escasa luz, dejar ver todo movimiento ó gesto del señor Bautista oportunamente. Este queda en la ya citada forma acostado sobre el lado derecho, y de frente, por tanto, al espectador. Vicentica se acerca nuevamente)

VICENTICA
(Después de contemplarle un momento) Se ha dormido del todo... (Le besa en una mano cual temiendo interrumpirle el sueño, a la vez que dice:) Duerme... duerme... (Va a la cómoda y ante ella queda un momento contemplando la imagen de la Virgen y cual rogándola «in mente» con verdadero fervor) ¡Virgen mía! no me muestres agravio si esta noche mezclo en mis rezos el nombre de mi madre, ya que he conocido su nombre... ¡después de muertecica! (Coge el velón y vasa por la segunda izquierda. Al cerrar oyese el rechinar de una llave en la cerradura cual encerrándose por dentro. Silencio absoluto, durante unos momentos)


ESCENA II

El señor Bautista.

SR. BAUTISTA
(Incorporándose de pronto entre soñoliento y alarmado, siempre con el tono bajo que la situación exige. ¿En?... ¿Qué es esto?... Diría que se oye algún ruido... cerca de aquí (Sonriendo con confianza, que momentáneamente perdió) ¡Ah! Los... truenos, el aire que hace crujir las maderas de puertas y ventanas. (Reclina de nuevo la cabeza. Se perciben crecientes ruidos , efecto de forcejear puertas. Repitiendo el juego anterior) ¡Calla! (Queda poniendo atención, desconfiando visiblemente) ¿Será... pesadilla? (Tranquilizándose un tanto^ ante el silencio que de nuevo se hace) Es el viento... el Viento... (Pausa y solemne silencio unos instantes. Queda dormido profundamente. Vuelven a dejarse oír los ruidos, esta voz con más violencia. La cerradura de la puerta del foro, de gran tamaño, cede en forma visible para el espectador desuniéndose de la madera por uno de sus lados y quedando suspendida por el otro. Silencio profundo)


ESCENA III

El señor Bautista, tío Juanón, la Lechuza y Ricardo. (Estos tres por el foro. Se presentan como mojados por la lluvia. El tío Juanón envuelto en una raída manta, tapándose hasta cerca de los ojos. La Lechuza lo propio con un mantón andrajoso. Ricardo con el cuello del gabán subido, y con el sombrero muy hacia la frente, cual para no ser adivinado. La familia gitana entera, cuyo resto entrará oportunamente, va un tanto enmascarada, un tanto nada más, cuidando de no incurrir en lo exagerado ó fácilmente grotesco, buscando como nota única la sensación del más desalmado terror)

TIO JUANON
(Avanzando cauteloso de puntillas y con cierta irónica resignación y obediencia) ¡Buena nochecita nos ha escogido usted para trabajar, señorito!...

RICARDO
Las circunstancias...

LA LECHUZA
(Con honda intención) Peor sería estar en huelga.

TIO JUANON
(Corroborando) Mucho peor.

RICARDO
(Algo desconfiado) Pero... ¿está usted seguro de que no había nada de valor... en ninguno de los cajones de la mesa del despacho?

TIO JUANON
(Con afirmación rotunda y cierto enojo) ¡Ni una mota!... ¿Se desconfía de mi trabajo?

RICARDO
¡Eso no!

LA LECHUZA
(Con ironía y despecho) ¿Pues que se han quedado aluspiando, entonces, los tres chavales?

TIO JUANON
¡Qué sé yo!... ¡Cuánto más les enseña uno a cumplir con su obligación...! Tú, a la tuya: de santera. (De espía)

LA LECHUZA
(Como herida en su amor propio «profesional») ¡ A mí me ensañarás tú a estas horas...! (Queda vigilando en la puerta del foro, desapareciendo de él a intervalos. Ricardo avanza muy lentamente examinando toda la estancia con la intranquilidad natural)

TIO JUANON
¡No grites!... ¡Malos mengues! (Ante esta exclamación de enojo y contrariedad, el señor Bautista abre desmesuradamente los ojos y queda como escuchando, completamente .inmóvil y poseído de cierto instintivo terror, exclamando muy reconcentrado:)

SR. BAUTISTA
(¿Eh?)

LA LECHUZA
Diría que se oyen pasos...

TIO JUANON y RICARDO
(Alarmados de pronto y subiendo al foro) ¿Pasos?

SR. BAUTISTA
(Quedan prestando oído hacia afuera los tres. Aprovechando este instante se incorpora ligeramente, mirando hacia la susodicha puerta, y dándose perfecta cuenta de la situación, con el espanto consiguiente) (¡Ah...!) (Vuelve a quedar como al principio de la escena, fingiendo dormir de un modo naturalísimo)

TIO JUANON
(Con confianza) ¡Son los pasos de los chavales... y del señorito Julio!

RICARDO
¡Ya!

LA LECHUZA
¡Bueno está el señorito Julio!; ni de santero nos sirve. Allá fue a quedó sin hacer otra cosa que mirar al suelo por los rincones... (El tío Juanón saca de debajo de la manta una linterna sorda, sin dejar de mirar hacia la cama con cierto recelo. Por Bautista, con sonrisa y cierta indiferencia de perdonavidas) ¿Dormirá? (Queda examinándole)

RICARDO
(Contemplándole muy atentamente) Duerme...

LA LECHUZA
(Imponiendo silencio) ¡Chist!... (Se retiran un tanto de la cama el tío Juanón y Ricardo) Dejadle dormir un poco más... Hasta que entre Juaneco... y lo despache. (Acción de hundir un arma blanca en el cuerpo de Bautista)

RICARDO
(Aterrado) ¡Matarle dice!...

SR. BAUTISTA
(Volviendo a abrir los ojos, siempre inmóvil y cual denotando el riesgo que corre de una muerte inmediata y casi segura) (¡Dios mío...! ¡Dios mío!) (Vuelve a quedar inmóvil con los ojos cerrados)

TIO JUANON
¿No matarle dice usted?.., ¡Mira que dejar que nos engañara haciendo que ronca. (El juego anterior en Bautista. —Ya sin frase hasta el final del cuadro) Uno es perro viejo en estas cosas...

RICARDO
¡Pronto!

TIO JUANON
Más calma... Yo sé hacer las cosas... y no trabajo nunca sin tapiña. (Individuo que oculta la acción de cuanto él se propone realizar, ó sea ayudado principalmente de Juaneco en el sentido que se indicó)


ESCENA V

Dichos, Juaneco, Pepote y Jesusillo. (Estos tres entrando por el foro con sigilo y rapidez de ardilla)

JUANECO
(Con un puñal en la mano) ¡Padre!...

PEPOTE
(Como diciendo ni una peseta ó nada) ¡Ni una beata!

JESUSILLO
Y eso que ha trabajao bien la grilla. (Llavecita, que enseña, para forzar cerraduras fáciles)

PEPOTE
Y la brava. (La palanqueta)

TIO JUANON
Pues a dar el golpe aquí como hombres formales.

LA LECHUZA
Pero oye... (A Juanón) ¿ Vais ó no vais con ese? (Por Bautista)

TIO JUANON
¡Claro que vamos! (indicándole la cama) ¡Anda con él, Juaneco! (Acción de apuñalar)

JUANECO
(Llega hasta la cama, algo vacilante, con el puñal en la mano) ¿Y si grita?

RICARDO
(De pronto, oponiéndose) ¡No! He dicho que matarle no.

LA LECHUZA
¡Deje usted trabajar!

RICARDO
¡Repito que no quiero sangre, aunque busco oro!

TIO JUANON
Es verdad... pero... ¿me creéis tan lelo que no suponga, desde que entré, dónde está... lo que buscamos?

RICARDO
¿Dónde?

TIO JUANON
En el general. (Indica la cama)

RICARDO
No comprendo...

JUANECO
Quiere decir en el jergón.

RICARDO
(Con cierta extrañeza y repugnancia) ¡Ah?

TIO JUANON
Por eso digo que hay necesidad de despacharle (Por Bautista), y cuanto antes mejor.

RICARDO
¡Por Dios! Hay que intentarlo todo antes que eso. Rebuscar en todos los muebles y rincones...

LA LECHUZA
¡Juanón!

TIO JUANON
¿Qué?

LA LECHUZA
¿No podrá estar entre los libracos y papelotes...? (Indica el armario)

TIO JUANON
Confianza sería guardar ahí... Probaremos. Mira, Juaneco, mientras eso hacemos... tú corres con ese. (Por Bautista)

JUANECO
¡Ya! como no esté del todo dormido...

TIO JUANON
(Acción de que le hunda el puñal en el pecho) ¡Eso! ¡Toda la hoja!...

JUANECO
Por si nos engaña... le examinaré bien... (Queda auscultándole y fijándose en Bautista, con grandes pormenores, en tanto los demás dispónense a registrar en el armario. Levanta, hasta dejarle descubierto casi la mitad del pecho, las ropas de la cama en que está envuelto Bautista. Todo ello con gran cuidado. —Bautista, aprovechando algún movimiento de no ser visto fijamente por Juaneco, abre los ojos con mayor espanto cada vez, volviendo a cerrarlos y fingiendo dormir. La situación siguiente queda al talento del actor: Juaneco coloca la punta del puñal encima del corazón de Bautista; en tanto los demás hacen lo quo se indicó, y queda pendiente de todo detalle sin abandonar su actitud de asesino) ¿Será verdad que no nos atisbas? ¡Duerme de verdad! Ese sueño hace que no te haga yo dormir otro más largo...

TIO JUANON
Como no respire fuerte,.. (Cual diciéndole «mátalo»)

JUANECO
¡Ande usted con lo suyo, padre! (Bautista expresa con el gesto todo el horror que la situación aconseja, durante unos momentos)

TIO JUANON
(Después de ir dejando en el suelo, ayudado de sus dos hijos, libros y papeles del armario, Ricardo les contempla, y alternativamente a Bautista) ¡ Ah!... (Con alegría salvaje, dando con la cartera). ¡Una saña!

RICARDO
¿Qué?

TIO JUANON
Una cartera... ¡Y abulta!... Hay que desmincharla... (Como equivalente a abrirla); desabrocharla... (Instintivamente corren hacia el tío Juanón La Lechuza y Juaneco, rodeándole y examinando el botín. Bautista, aprovechando esta circunstancia, abre desmesuradamente los ojos y respira, dando a entender que le ahoga la emoción, quedando de nuevo como anteriormente) ¡Ah! ¡Por finí... Todas las haciendas aquí reunidas...

LA LECHUZA
¡Tantísimos terrenos en tan poco sitio! (Por la cartera)

RICARDO
¡Oh, felicidad! El botín da para todo largamente. (Guarda con avaricia la cartera)

TIO JUANON
Y ahora... ¡Andando hacia la larga!

RICARDO
¿Dónde?

LA LECHUZA
Sí; hacia la carretera.

(Se disponen todos a salir por el foro de puntillas, y entre cuchicheos de miserable é intimo regocijo. Se oye el disparo de dos tiros casi simultáneos en la callo. Retroceden todos instintivamente con fiereza y contrariedad, apercibiéndose a la defensa y buscando arma cada cual en la cintura ó en los bolsillos)

TODOS
(Al propio tiempo que hacían lo anterior,) ¡Ah! (Se presenta Julio por el foro, precipitadísimo, desencajado y jadeante, con las ropas caladas y en desorden. Al verle, aterrados) ¡Julio!


ESCENA ULTIMA

Dichos, Julio, Vicentica, Javier, Quico, guardas jurados primero y segundo y los dos individuos de la guardia civil, según se irá indicando oportunamente.

JULIO
¡Ricardo!

TODOS
¿Qué?

JULIO
¡Perdidos por completo! ¡Me sorprendieron y acorralaron, obligándome a callar... y a refugiarme aquí huyendo de una muerte segura!

TODOS
¡Maldición!

JULIO
¡Alguien nos ha delatado...! ¡Cercados estamos por todas partes! (Bautista, sin atreverse a mover todavía, se reanima un tanto con indescriptible alegría respirando muy difícilmente. Juaneco, Pepote y Jesusillo, con rapidez casi eléctrica van a la ventana, tratando de salir por ella.. Suena otro tiro. Retroceden agazapándose para no presentar blanco)

TIO JUANON
¡Estamos copaos! (Se oye por la ventana un muy fuerte y prolongado silbido, contestando con otro igual desde la habitación primera do la izquierda . Se presentan en el foro los dos guardas jurados, apuntando con las tercerolas)

GUARDIA 1º
¡Alto todo el mundo!

JAVIER
(Asomando, revólver en mano, por la ventana, y gritando con reconcentrada alegría y toda la fuerza de sus pulmones, mirando fijamente hacia la primera izquierda:) ¡¡¡Tío Quico!!!

QUICO
(Saliendo por dicha puerta con un trabuco y contestando con igual fuerza é idéntica forma:) ¡¡¡ Javier!!!... (Salta éste la ventana, por la que le siguen los dos Guardias civiles, cercando a los malhechores, con el máuser terciado unos y apuntando otros)

TIO JUANON
(Con ira, desprecio y dándose por vencido) (¡Estaban conchavaos!...) (Por Javier y Quico)

LA LECHUZA
¡Siempre dije yo que esta astilla nos costaba cara!

GUARDIA 1º
¡Manos a la cabeza! (Autoritario)

GUARDIA 2º
Armas al suelo! (Lo mismo)

VICENTICA
(Saliendo acongojada, con las ropas desordenadas y gritando) ¡Padre!... ¡Javier!... ¡Qué es esto!... (Corre hacia su padre)

SR. BAUTISTA
(Después de enorme esfuerzo para romper a hablar, y aspirando aire con dolor y avaricia de moribundo. Grito del alma) ¡¡¡Vicentica!!!... (La abraza, besándola efusivamente en los cabellos largo rato . Mientras algunos atienden al grupo de ambos, los dos individuos cachean a los malhechores y proceden a esposarlos por parejas. Ricardo y Julio quedan aplanados El guarda ocupa a Ricardo la cartera robada, guardándola él)

PEPOTE
¡Se torció la cosa! (Por la cartera)

QUICO
¡Sí!, me ha salido a mí un poco mejor que a iodos ustedes!...

JAVIER
(Abrazándole) ¡Ah, señor Bautista!

SR. BAUTISTA
¡Hijos míos! (Le abraza a la vez que a Vicentica) ¡Acaba de resucitar vuestro padre! (Queda llorando sobre ellos)

QUICO
¡Ya le dije yo a la zagala que durmiese esta noche más tranquila que nunca!

SR. BAUTISTA
¡Gracias...! ¡Mi buen Quico!

GUARDIA 2º
(Al primero, por los detenidos)¡En cuerda todos! (En este momento están ya esposados, por parejas, Juaneco y Pepote, La Lechuza y Jesusillo, y están haciendo lo propio con Ricardo y el tío Juanón, con una cuerda a lo largo de las parejas y por las muñecas)

JULIO
(Algo separado de ellos) Todos... ¡no!

TODOS
¿Qué? (Con gran extrañeza)

JULIO
Hay quien todavía conserva, dentro de su desgracia, un resto de dignidad. (Mirando con profundo desprecio a Ricardo y a todos los demás esposados. Saca un revólver, y apuntando se a la sien derecha, dispara y cae sobre la baranda de la cama, y de ella redondo al suelo)

TODOS
(Grito de terror) ¡Ah!

RICARDO
(Mientras acaban de esposarle con el tío Juanón llorando amargamente) ¡Julio!... ¡Julio!... (Quico le examina dando a entender que está muerto)

QUICO
¡No, aunque le llame usted más fuerte es inútil ya!

RICARDO
(Con sincero dolor) ¡Julio!... ¡Muerto tú... y a presidió yo! (Queda contemplándole sin dejar de llorar)

TIO JUANON
(A Ricardo, con cierta filosofía, entre canallesco, resignado y compasivo) ¡Toma, toma!... ¡Pues si eso de llevar mala vida no tuviese estas quiebras!... (A los Guardias civiles, indicándoles que pueden marchar cuando quieran) ¡Andando! (Vicentica y Javier, con Quico, rodeando el cadáver de Julio, Bautista contempla cuanto ocurre sin salir por completo de su penosísima impresión. El telón baja lentamente al propio tiempo que la cuerda de presos sale por el foro, todos con la mirada fija en el suelo)



FIN DE LA ZARZUELA


Información obtenida en:
https://archive.org/details/oroysangrezarzue459luna

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