La Marsellesa (Libreto)



LA MARSELLESA



Zarzuela histórica.

Original, en tres actos y en verso de Miguel Ramos Carrión.

Música de Manuel Fernández Caballero.

Representada por primera vez en el Teatro de la Zarzuela el  de Febrero de 1876.


REPARTO (Estreno)

Flora - Sra. Zamacois.

Magdalena Dietrich - Srta. Matilde Franco.

La Marquesa - Sra. Santamaría.

Rouget de L'isle - Sr. Sanz.

Renard - Sr. Jimeno.

San Martín - Sr. Tormo.

El Barón de Dietrich - Sr. Arcos.

El Ciudadano Layard - Sr. Benavides.

El Comisario - Sr. González.

Aldeanos, voluntarios, viejos, niños, tambores, cornetas, descamisados, jacobinos, gendarmes, mujeres del pueblo de París, secciónanos, guardias nacionales, carceleros, presos, furias de la guillotina, etc., etc. Coro general y banda militar.

La acción del acto primero en Strasburgo, año de 1792.

La de los dos siguientes en París, 1795.


ACTO PRIMERO


CUADRO PRIMERO


LA PATRIA EN PELIGRO

Salou bajo en la Alcaldía de Strasburgo.—Puerta al foro y otra a la izquierda (1).—A la derecha la mesa y el sillón del Alcalde.—A la izquierda la bandera francesa y el escudo de armas de la ciudad.

(1) Entiéndase por derecha é izquierda la del actor.


ESCENA PRIMERA

Al levantarse el telón empiezan a inundar la escena grupos de hombres y mujeres. Se oye cercano el redoble de un tambor y el toque de la campana grande de la catedral. El Barón de Dietrich sentado; a su izquierda el escribiente; Rouget de pie.

(Música)

CORO
Llegando va la gente
de toda la ciudad;
del uno al otro extremo
la alarma cunde ya.
Inquieta y agitada
está la población,
oyendo el incesante
redoble del tambor.
Venid! Llegad!
Tal vez peligra
la libertad!

OTROS
Al son de la campana.
que toca sin cesar,
de toda la campiña
la gente acude ya.
Venid! Llegad!
Tal vez peligra
la libertad!

BARON
Oíd con atención!

CORO
Silencio y escuchad!
Callad! Callad!

ROUGET
Valientes alsacianos,
la patria está en peligro.
Al arma, ciudadanos,
al arma sin tardar:
el enemigo espera
del Rhin en la otra orilla
y osado la frontera
pretende atravesar.
La patria en este día
a defenderla os llama,
y en vuestras manos fía
su libertad así.
Pasemos la frontera
buscando al enemigo:
el que seguirme quiera
su nombre ponga aquí.

(Mostrando el pliego del alistamiento)

CORO
Todos, sí, todos!

(Se precipitan hacia la mesa unos tras otros figurando alistarse)

iremos, sí!
La patria nunca en vano
alzó su voz
llamando al alsaciano.
Iremos, sí,
volando a la frontera
a defender
la patria y la bandera.
Ya nuestro hogar
acecha el enemigo;
no hay que dudar,
marcha sin tardar!


ESCENA II

Dichos, Flora, que se abre paso entre el coro.

FLORA
(Presentándose)
Yo con vosotros
quiero partir!

ROUGET
(Ah, Flora!)

CORO
Viva!
FLORA Ya estoy aquí.
Yo con vosotros la frontera
a la vanguardia pisaré;
yo quiero ser la cantinera,
y animo y fuerzas os daré.
Es el soldado más valiente
y gana en brío y decisión
con una copa de aguardiente,
con la ginebra ó con el ron.
El fruto que el viñedo
del enemigo da
en zumo trasparente
mi copa os brindará.
Y si es cuando se paga
tan apreciado el Rhin,
será mejor sin duda
cogido en el botín!
Ya en el campo de batalla
creo estar,
escuchando la metralla
retronar!
Marcha delante
mi batallón!
Hala, soldados,
truene el cañón!

CORO
Ejemplo con su brío
a todos ella da;
valor infunde al alma
su espíritu marcial!

FLORA
Yo en el calor de la pelea
a vuestro lado me hallaré,
y al que sin fuerza ya le vea
con mi bebida animaré!
Quiero gozar de vuestra suerte
y vuestra gloria contemplar,
y si una bala me da muerte...
nadie me tiene que llorar!
Alegre la existencia
por nuestra patria doy;
allí donde hay peligro
allí contenta estoy.
Yo soy la cantinera
que a vuestro lado irá:
aquel que a mí me siga
atrás no quedará!

CORO
Ejemplo con su brío
a todos ella da;
valor infunde al alma
su espíritu marcial!

TODOS
Marchemos, sí;
la patria nunca en vano
alzó su voz.
llamando al alsaciano, etc.

(Hablado)

BARON
Ciudadanos de Strasburgo,
sostén de la libertad
vais a ser en la frontera;
los alistados vendrán
antes que se ponga el sol
dispuestos para marchar.
Ir con vosotros me impiden
los achaques de la edad,
mas quedo aquí; vuestros hijos
un padre en mí encontrarán.

ROUGET
Viva nuestro alcalde!

TODOS
Viva!

ROUGET
Vuestra marcha preparad!

(Música)

CORO
Iremos, sí, etc. (Váse el Coro)


ESCENA III

Flora, Dietrich, Rouget, y el Escribiente.

(Hablado)

FLORA
(Al escribiente)
Flora Lisberg, escribid
mi nombre; no sé firmar.

ROUGET
(A Flora) Pero esto es una locura!

FLORA
Iré donde vos vayáis.
Es inútil pretender
que me quede.

ROUGET
Bien está.

(Habla aparte con Dietrich)

FLORA
(Morir a su lado! Pude
soñar tal dicha jamás?)

BARON
Sois huérfana?

FLORA
No señor.

BARON
Pues tenéis necesidad
de que vuestros padres den
su licencia...

FLORA
La darán
si es preciso, pero encuentro
simple tal formalidad:
si no me lo permitieran
me escaparía y en paz.
Volveré con el permiso.

BARON
Id con Dios!

FLORA
Con él quedad!

(Ap. a Rouget)

(Hasta el fin del mundo iré
si hasta el fin del mundo vais!) (Váse)


ESCENA IV

Rouget y el Barón de Dietrich.

ROUGET
(Empeño igual!)

BARON
Brava moza!

(Viéndola marchar)

Sin duda la conocéis?

ROUGET
Es hija de mi hostelero.

BARON
Decidida es la mujer!

ROUGET
Estáis contento, señor,
de la gente?

BARON
Sí, pardiez!

ROUGET
Ya lo veis, aún queda en ella
entusiasmo, aún queda fe.
Siempre a la voz de la patria
sabe el pueblo responder.

BARON
Rouget, no me inquieta el pueblo.

ROUGET
Quién, pues, os inquieta?

BARON
Quién?
Los que le guían, los hombres
que buscan apoyo en él
para elevarse, y ya arriba
lo rechazan con el pie.
Los que tuercen sus instintos,
que siempre son hacia el bien;
los que le hacen creer cosas
que nunca debe creer.
En el club de esta ciudad
predican, ya lo sabéis,
máximas aterradoras;
y por lo que llego a ver
en las masas hallan eco
esas doctrinas, Rouget.

ROUGET
Y lo extrañáis? Ah, señor!
Sólo hace tres años, tres,
que el pueblo respira libre
del tiránico poder.
¿Cuántos siglos de agonía
el despotismo por ley
sufrió callado, vertiendo
lágrimas de sangre y hiel!
La revolución le ha dicho:
—¡Eres libre!—¿Qué ha de hacer?
del nuevo goce disfruta
a veces mal, (Con amargura)
otras bien! (Con orgullo)
Es arroyo contenido,
manso antes, fiero después:
rompe el dique y se desborda...
Al arroyo no culpéis,
culpad solamente al necio
que lo quiso contener.

BARON
Veo a donde el pueblo va
y empiezo a temblar por él:
le hacen soñar con quimeras
y por verdades las ve.

ROUGET
Ensueño del desgraciado
a quien sonríe una vez
la fortuna, mas despierta
y vuelve a verlo cual es.

BARON
Rouget, la patria peligra.
Todo la es contrario; ved:
Europa entera contempla
con odio al pueblo francés.
Austria y Prusia coligadas
pretenden salvar al rey
y amenazan la frontera:
germina ya en la Vendée
la guerra civil que tiene
en la nobleza un sostén;
la lucha de los partidos
más sangrienta es cada vez;
sobran ideas y faltan
hombres que vida las den;
en el ejército empieza
a cundir con rapidez
la indisciplina que mata
la fuerza de su poder,
y alentando la anarquía
que ya amenaza cruel,
ni hay en los clubs patriotismo
ni en los gobernantes fe.

ROUGET
Hoy, señor, la Francia toda
no piensa más que en vencer
al extranjero que audaz
quiere hollarla con su pie.
Se unen todos, y los lazos
que se forman para el bien
difícilmente se rompen.

BARON
Quiéralo el cielo, Rouget.
Y decidme, habéis cumplido
vuestra promesa de ayer?

ROUGET
La del himno?

BARON
Sí.

ROUGET
Señor,
Notas y versos anoche
acudieron en tropel
a mi mente enardecida
por patriótica embriaguez.
Con fiebre los escribí
hasta que al amanecer
rendido por la fatiga
sobre el clave me quedé.
Despertome la llamada
y no he mirado el papel
en que apenas concebidas
mis ideas estampé.
Si es que acaso deseáis
oirías, iré por él.

BARON
Pues cómo no? Siendo vuestras
de seguro han de valer.
Poeta y músico sois,
y en vuestros cantos se ven
siempre justas reflejarse
la hidalguía y la altivez.
Si habéis logrado expresar
eso que sentís tan bien
digno de su noble objeto
será el canto.

ROUGET
Lo traeré,
y vos, señor, como todas
mis obras lo juzgareis.

BARON
Hasta después, hijo mío.

ROUGET
Ah! Cuándo serlo podré!

BARON
Si es conforme a mi deseo
muy pronto tendrá que ser.

(Váse por la izquierda)


ESCENA V

Rouget, solo.

ROUGET
Siempre la fortuna ingrata
sus favores me negó
y hoy sobre mí los desata:
a nadie la dicha mata
cuando no me muero yo!


ESCENA VI

Dichos, Magdalena.

(Música)

MAGDALENA
Rouget!

ROUGET
Mi bien amado!
Qué veo! Tú has llorado!
La huella de tus lágrimas
no quieras ocultar.
Qué tienes, mi tesoro?
Por qué es tu amargo lloro?
Algún temor quimérico
tal vez lo hizo brotar!

MAGDALENA
Al preguntar por qué es mi llanto
cuando a alejarte vas de aquí
es que al marchar no sufres tanto,
es que vivir podrás sin mí!
Hoy que se acerca tu partida
siento en el alma tanto mal
que se conmueve dolorida
y suelta el llanto su raudal!

ROUGET
Sabiendo ya que te amo tanto,
y que es mi afán vivir por ti
debes calmar tu acerbo llanto
hoy que a alejarme voy de aquí!
Queda, mi bien, mi amor, mi vida,
entre los muros de tu hogar;
mas el dolor de mi partida
calme la idea de tornar.
Lleve un recuerdo tuyo,
prenda de amor;
en prueba de tu afecto
dame esa flor!

MAGDALENA
Esta sencilla flor delicada
sola en mi huerto nació ignorada;
yo entre las hojas la descubrí,
y al primer rayo de la alborada
del verde tallo por mí arrancada
fue para ti.
Sea esta flor
prenda de amor,
y de tu pecho fiel
marchítese al calor! (Se la da)

ROUGET
Para que un día de ti apartado
este recuerdo nunca olvidado
más en la ausencia valga después,
sólo te pido, mi bien amado,
que en su aromoso botón cerrado
un beso des! (Magdalena besa la flor)
Huya el temor,
calma tu afán,
esta sencilla flor
será mi talismán.
Ella valor
me inspirará:
la prenda de tu amor
mi pecho escudará!

MAGDALENA
Ella valor
le inspirará:
la prenda de mi amor
su pecho escudará!

(Hablado)

ROUGET
Calma, pues, tus penas todas
y piensa con alegría
que pronto lucirá el día
dichoso de nuestras bodas.
Haz como yo, que procuro
disipar alegremente
lo nublado del presente
con el brillo del futuro.
Desde que tu padre ayer
tu mano me concedió
no pienso en que marcho, no,
sino en que voy a volver.
Así mi pecho se llena
de dulce esperanza, y siento
en el alma tal contento
que no cabe en mí la pena.
Véate yo sonreír,
enjuga el acerbo llanto;
no hay razón a tal quebranto.

MAGDALENA
Sí, te la voy a decir.
Me daba cierto rubor,
pero ya estoy decidida.

ROUGET
Di.

MAGDALENA
No es sólo tu partida
la causa de mi dolor.

ROUGET
Cuál es? Conocerla ansío!

MAGDALENA
Tiempo hace que sufro muda
el tormento de esta duda:
Rouget, tu amor sólo es mío?

ROUGET
Cómo?

MAGDALENA
Que contestes quiero.

ROUGET
Tú celos! mi dulce bien!

MAGDALENA
Horribles!

ROUGET
Pero, de quién?

MAGDALENA
De... la hija... de tu hostelero!

ROUGET
(Ah!) Desecha ese temor
que inspirarte ha conseguido
alguien que no ha distinguido
la gratitud, del amor.
Cuando a Strasburgo llegué
sabes que enfermo caí;
aun sin amigos aquí
triste y sólo me encontré.
Constante a mi cabecera
velándome noche y día
fue mi única compañía
esa infeliz hostelera.
Ya casi muerto me vi,
y a su afán caritativo
debo el encontrarme vivo
y el ser feliz junto a ti.
Ve si es justo lo que siento
por esa pobre mujer,
y si la puedo tener
menos que agradecimiento.

MAGDALENA
Por fin mi pecho respira!

ROUGET
Que me haces justicia veo
creyéndome.

MAGDALENA
Ya lo creo!
No es tan franca la mentira!
Mas oyendo ciertas voces
repetirlo, me hizo mella...
y luego... como al fin ella...
es hermosa...

ROUGET
La conoces!

MAGDALENA
Pues hay quien no en la ciudad?
Si en la última procesión
iba en representación
ella de la Libertad!
Por cierto estaba preciosa!
(Transición) Así somos las mujeres:
sabiendo que no la quieres
me parece más hermosa.

ROUGET
Mi amor, vive sin temor,
lo concedo por igual
a ti y a otra amada.

MAGDALENA
(Con viveza) A cuál?

ROUGET
A mi patria!

MAGDALENA
Buen amor!

ROUGET
A ambas todos mis desvelos
dedico y toda mi fe.

MAGDALENA
Quiérela mucho, Rouget,
de esa no he de tener celos!

(Suena lejos una corneta)

ROUGET
Te dejo; el deber me llama.

MAGDALENA
Vuelve pronto.

ROUGET
Hasta después!

MAGDALENA
Adiós! (Viéndole marchar) (Qué gallardo es!)

ROUGET
(Deteniéndose a mirarla)
(Qué hermosa y cuánto me ama!) (Váse)


ESCENA VII

Magdalena, después Renard.

MAGDALENA
No hay otro como él.—Señor,
perdóname que te pida
que antes acabe mi vida
si ha de faltarme su amor.
Ah! Renard! (Disponiéndose a sal

RENARD
No huyáis así,
parece que me teméis!

MAGDALENA
Yo! (Deteniéndose)

RENARD
Por qué cuando me veis
el paso alejáis de mí?
¿Qué puede daros temor?
No así huyáis del lado mío.
¿No comprendéis que el desvío
aumenta siempre el amor?

MAGDALENA
Basta, no puedo escucharos!

RENARD
Vuestra presencia es mi vida!

MAGDALENA
Sabéis que estoy prometida
a otro hombre y que no he de amaros.
De mi amor único dueño
es él, dejadme ya en paz.
Es inútil que tenaz
prosigáis en vuestro empeño.

RENARD
Todas iguales!—Rigor
para el que las quiere bien;
al que las ama, desdén,
y al que las engaña, amor.

MAGDALENA
En balde habéis procurado
envenenar con la duda
mi dicha, Rouget la escuda
con la fe que me ha jurado.

RENARD
¡Podéis vivir satisfecha
de su constancia sin parí

MAGDALENA
No puedo en mi pecho dar
entrada ya a la sospecha.

RENARD
(Con fuego) Hasta hoy viéndoos engañada
os advertí su falsía,
otra cosa no podía
hacer, ni probaros nada.
Hoy tengo prueba palpable
de su amor a esa mujer.

MAGDALENA
Bien; no la quiero saber. (Pausa)

RENARD
(Ya está deseando que hable)
(Muy pausado) ¿Sabéis que ella se ha alistado
de cantinera?

MAGDALENA
(Con viveza) Y se va!

RENARD
Con él.

MAGDALENA
(Oh!)

RENARD
Así logrará
tenerla siempre a su lado.

MAGDALENA
(Está encendiendo un infierno
en mi alma!)

RENARD
¿No lo creéis?
Esta tarde los veréis
marchar juntos.

MAGDALENA
¡Dios eterno!

RENARD
Ved que la prueba es segura.

MAGDALENA
¡Y vos amarme decís
cuando tan sólo venís
a envenenar mi ventura!
Nada conseguís, cruel,
con tal proceder infame:
tan imposible es que os ame
como que no le ame a él.
Qué más?—Podría acabar
el amor que le profeso;
pero amaros a vos!... Eso
no lo debéis ni aun soñar!

RENARD
Nadie como yo os ha amado.
y tenedlo bien presente,
cambia en odio fácilmente
el amor que es despreciado,
y al arrancar mi esperanza
con tan altiva fiereza,
siento que a nacer empieza
en mí la sed de venganza.

MAGDALENA
Lo que con frases de amor
no habéis podido lograr
¡lo pretendéis alcanzar
infundiéndome terror!

RENARD
Yo nunca amenazo en vano,
por vuestro bien os lo advierto.

MAGDALENA
Digno de vos es por cierto
ese proceder villano.
Sólo a una débil mujer
os atrevierais así!

RENARD
Ay, desgraciada de ti!
Mía ó de nadie has de ser!
Oyes? (Cogiéndola por un brazo)

MAGDALENA
Que llamo! Soltad!

RENARD
(Soltándola) No; ya os dejo... ya me voy.

MAGDALENA
Salid!

RENARD
Mis palabras de hoy
en la memoria guardad!

MAGDALENA
(Dios mío, yo desfallezco!)
Salid!

RENARD
Ya no os hablaré
nunca de mi amor. (No sé
Si la amo ó si la aborrezco) (Váse)


ESCENA VIII

Magdalena sola.

(Música)

MAGDALENA
Sal ya del alma mía,
horrible duda fiera,
que lacerando impía
mi corazón estás;
si es cierta la falsía
del hombre a quien adoro,
si tanto amor fingía
dudar no quiero más.
Sepa yo del pérfido
la cruel traición;
Séquense mis lágrimas,
muera ya mi amor!
El fue por vez primera
quien despertó mi alma,
él encendió la hoguera
que hoy siento arder aquí:
¿por qué su voz artera
llegando a mis oídos
tan dulce y placentera
sonaba para mí?
Si es verdad que pérfido
tanto amor fingió,
ser podré su víctima;
¡olvidarle, no!


ESCENA IX

Magdalena y Flora.

(Hablado)

FLORA
(Ella! Qué casualidad!)

MAGDALENA
(Ah!) (Yendo a marchar al verla)

FLORA
Deteneos, señora,
tengo que hablaros.

MAGDALENA
Ahora...

FLORA
Corre mucha prisa.

MAGDALENA
Hablad.

FLORA
En pocas palabras voy
a deciros mis deseos;
no me gustan los rodeos,
veréis lo franca que soy.
Hija del pueblo he nacido
y expresarme no sabré
como vos, pero diré
muy claro a lo que he venido.
Yo amo a Rouget.

MAGDALENA
Santo Dios!
Y así me lo confesáis?

FLORA
Por qué no?

MAGDALENA
Acaso ignoráis
que nos amamos los dos?

FLORA
Ojalá, pero lo sé,
por eso he querido hablaros.

MAGDALENA
No entiendo...

FLORA
Voy a explicaros
muy claramente por qué.
Jamás por nadie sentí
lo que ese hombre me inspiró:
le vi, le amé. ¿Por qué no
he de confesarlo así?
A su voz el alma mía
regocijada se altera;
si él la vida me pidiera
contenta se la daría.

MAGDALENA
Eso no me importa nada,
podéis amarle en buen hora.
¿Qué queréis de mí?

FLORA
(Con fuego) Señora,
no merecéis ser amada,
Os hablo del loco amor
que ese hombre logró inspirarme.
y me oís, y al escucharme
no estalla vuestro furor!
Sabéis lo que mi alma siente
por él; decís que le amáis,
y le amo yo ¿y no me odiáis?

MAGDALENA
No; me sois indiferente.

FLORA
Vaya un modo de querer!
La indiferencia no entiendo;
yo, señora, no comprendo
más que amar ó aborrecer.

MAGDALENA
Basta: si vuestra intención
hoy mortificarme ha sido,
yo os perdono ese atrevido
arranque de la pasión.
Y juro que mi reposo
ni aun levemente alteráis
confesándome que amáis
a aquel que ha de ser mi esposo.
Pruebas tengo de que es fiel.
¿Le amáis? ¿Qué puede importarme?
Pudiera... acaso, inquietarme
saber que os amaba él.»

FLORA
Y sabéis que él no me quiera?

MAGDALENA
Os ama? (Muy vivo)

FLORA
Viven los cielos!
Qué os importa? ¿Tenéis celos?

MAGDALENA
Celos yo de una cualquiera?

FLORA
Cómo?

MAGDALENA
Vuestro proceder
me obliga a hablaros así

FLORA
Ah! Ya sé por qué de mí
celos no podéis tener.
Vuestra superioridad
de clase lo impediría.
Vos sois noble!—Ya lo había
olvidado, dispensad.
Muy pronto esa distinción
no será tan conveniente,
y la tendré muy presente
cuando llegue la ocasión!
En tanto, y pese al altivo
desdén con que lo escucháis,
no olvidéis que amo al que amáis
y que solo por él vivo,
y quiérame ó no me quiera...

MAGDALENA
Tal confesión os rebaja.

FLORA
Pues ahí tenéis la ventaja
De ser una... una cualquiera.
Yo puedo expresarme así
y vos tenéis que callar;
yo puedo con él marchar
mientras vos quedáis aquí.

MAGDALENA
Eh?

FLORA
Sí; voy de cantinera
de su batallón, señora. (Con intención)
Ved si me conviene ahora
el ser, así, una cualquiera.
Siempre con el ser amado
las fatigas sufriré
de la campaña y seré
feliz estando a su lado.
Presenciaré su victoria
primera... ¡con qué alegría!
Su gloria será la mía,
compartiremos la gloria;
y si una bala le hiere
le cuidaré con amor...
y moriré de dolor
a su lado si él se muere.

MAGDALENA
(Ah! No me engañó Renard!)

FLORA
(Al cabo la hice sentir!)
Luego nos veréis partir!

MAGDALENA
Basta; no os puedo escuchar!

FLORA
Os molesto?

MAGDALENA
(Mi dolor
ocultarla necesito!)

(Casi riendo)

Si él no os ama, os lo repito,
qué me importa vuestro amor?
Y ya bien claro lo vi,
vuestro afán lo ha descubierto:
si él os amara de cierto
no hubierais venido aquí.
Queriendo mortificarme
mis dudas desvanecéis:
os doy gracias, porque habéis
venido a tranquilizarme.
Procurad, pues, que el despecho
otra vez así no os venda...
e id con Dios! (Que no comprenda
todo el daño que me ha hecho!) (Váse)


ESCENA X

Flora, sola.

FLORA
Infame! —Tiene razón!
He estado muy torpe, sí;
es claro, la descubrí
sin querer el corazón,
y ahora gozándose va
en mi duelo y mi amargura:
goza, goza tu ventura,
que poco te durará! (Váse por el foro)


ESCENA XI

La Marquesa y San Martín, detrás un postillón.

(Música)

MARQUESA
Pasad aviso!
No hay nadie aquí?
Anunciad a la Marquesa
de Valmy.

(Entra el postillón por la izquierda)

SAN MARTIN
Por fin llegamos!

MARQUESA
Gracias a Dios!
Ay qué camino!

SAN MARTIN
Qué agitación!

MARQUESA
Hoy no es posible
ni aun viajar!

SAN MARTIN
Hoy ni aun se puede
ser sacristán!

MARQUESA
Ay qué maldita
revolución!

SAN MARTIN
Pueden oíros,
bajad la voz!

MARQUESA
Nada me importa.

SAN MARTIN
Pues a mí sí,
que vengo muerto
desde París.
Mas felizmente,
no hay que dudar,
tras de estos tiempos
otros vendrán.
Otra vez en el convento
ya tranquilo me veré,
escuchando el dulce acento
de la hermana Salomé.
El refugium pecatorum
las monjitas me darán,
consolatrix aflictorum
de este pobre sacristán!
Y ayudando místico
á los santos fines
pensaré en las vísperas
y en los maitines,
y al fervor monástico
entregado así,
ya per omnia scecula,
cantaré yo allí:
¡Virgo clemens numquam sordam,
alejáminis la gordam!
Sácanos de estos ahogos
conservando nuestra fe,
y de impíos demagogos
libéranos dominé.
Y prometo más de un año
ejercer la candad
y hacer vida de ermitaño
y azotarme sin piedad.
Pero al menos véame
en la sacristía
y oiga el dulce cántico
de la letanía.
Y en lugar pacífico
viéndome yo así,
ya per ómnia scecula
cantaré yo allí:
Vade retro populoruml
libéranos palizorum!


ESCENA XII

Dichos, Magdalena y el Barón de Dietrich.

(Hablado)

MAGDALENA
Tía!

BARON
Señora!

MARQUESA
Hija mía! (Abrazándola)
Barón! (Tendiéndole la mano para que la bese)

BARON
Vos por esta casa!

MARQUESA
Bien podéis asegurar
que sólo de mala gana
puedo venir a Strasburgo
desde París.

BARON
Pues qué pasa?

MARQUESA
Y lo preguntáis, Barón?

BARON
Qué hay de nuevo? No sé nada.

MARQUESA
En verdad que ya no es nuevo!
Desde que empezó la infausta
revolución derribando
hasta las cosas más altas,
nadie ocupa su lugar,
tiene la aristocracia
que huir de la corte ó ser
víctima de la canalla.
Pero a fe que las Potencias
unidas hoy contra Francia,
pondrán pronto cada cosa
en su lugar.

SAN MARTIN
(Que está detrás en pie) Dios lo haga!

BARON
(Volviéndose)
Eh? Quién es el que se atreve
a decir esas palabras?

SAN MARTIN
Señor...

BARON
Quién sois?

SAN MARTIN
(Por la Marquesa) La Señora
sabe...

BARON
(A la Marquesa) Viene con vos? Basta!

MARQUESA
Es un buen hombre...

SAN MARTIN
Me honráis,
señora Marquesa.

MARQUESA
Estaba
de sacristán en las monjas
teresas, y al exclaustrarlas
se quedó el pobre en la calle:
y yo, que necesitaba
un mayordomo, le di
este oficio y me acompaña.
Pero por qué os alterasteis
al escuchar sus palabras?

BARON
Porque respeto, señora,
las creencias de una dama
como vos, sólo por serlo,
mas no puedo tolerarlas
en un hombre cuando son
en desdoro de la patria.

SAN MARTIN
(Este viejo es demagogo)

BARON
(Volviéndose a San Martín)
Mas diga cuanto le plazca.
Fue sacristán, y ya he dicho
que yo respeto las faldas.

SAN MARTIN
(Sospecho que me ha insultado)

MARQUESA
Ay Barón! No recordaba
que siempre vuestras ideas
fueron revolucionarias.

BARON
Siempre.

MARQUESA
Y no os arrepentís
viéndolas puestas en práctica?

BARON
Por qué, señora?

MARQUESA
Por qué?
La pregunta me hace gracia!
Reina el desorden en todo,
se encumbra la gente baja,
predícase el exterminio
de los nobles en voz alta,
la usurpación ó el incendio
la propiedad amenazan,
y nadie puede vivir
seguro, ni aun el monarca!

SAN MARTIN
(Ni aun un pobre sacristán
que no se ha metido en nada)

BARON
Señora, soy el primero
en deplorar lo que pasa,
y creo que sólo el orden
puede salvar a la patria.
Creo que deben calmarse
las pasiones exaltadas
de los diversos partidos
que hoy entre sí se desgarran;
creo que la libertad
con el orden se afianza,
que sin él vivir no puede;
mas no quiero que lo traiga
el extranjero imponiéndolo
con la fuerza de las armas:
ese orden me da vergüenza,
que es a costa de la infamia.

MARQUESA
Si no es solamente el orden
lo que hoy vienen Prusia y Austria
a restablecer.

BARON
Por eso
el pueblo indignado se alza.

MARQUESA
Vienen para levantar
lo que ha hundido la canalla.

BARON
El pueblo.

MARQUESA
Bien, es lo mismo.

BARON
No señora, hay gran distancia.

MARQUESA
Para mí es igual.

BARON
Por eso
no comprendéis mis palabras.

MARQUESA
Barón, no he de convencerme
oyéndoos.

BARON
Entonces basta.
Cerrando los ojos nadie
puede ver la luz más clara.

MARQUESA
(A Magdalena)
Qué es eso, hija mía? Os veo
así como contristada.
Vos pensareis como yo,
lamentareis lo que pasa.

MAGDALENA
Yo pienso como mi padre:
no he de creer que me engaña.

SAN MARTIN
(También ella es demagoga!)

MARQUESA
Veo que las nuevas máximas
tienen a la juventud
completamente cambiada.
¿Y qué solemnizan hoy,
que he visto en calles y plazas
levantar arcos de triunfo?

BARON
Es porque esta tarde marchan
los voluntarios.

MARQUESA
A dónde?

BARON
A la guerra. Se adelantan
para guardar la frontera
y tal vez atravesarla.

MARQUESA
Ay, San Martín!

SAN MARTIN
Qué hay, señora?

MARQUESA
Que nos tengan preparada
la silla para marchar
al momento, no nos vayan
a detener.

BARON
Pero adonde
os vais, señora?

MARQUESA
A Alemania.

BARON
Es imposible.

MARQUESA
Traemos
pasaportes.

BARON
No os bastan.
Hoy ya para atravesar
la frontera, es necesaria
una orden de la Asamblea;
ha llegado esta mañana
el mandato.

MARQUESA
Santo Dios!

SAN MARTIN
(Santo fuerte!)

MARQUESA
Yo pensaba
detenerme aquí dos días.

MAGDALENA
Pues os quedáis mientras alzan
la prohibición!

MARQUESA
Imposible,
no quiero estar más en Francia.
yo no puedo con paciencia
presenciar lo que aquí pasa.
Esta tarde nos marchamos!

BARON
Y os cogen por emigrada
y tenéis pena de muerte!

MARQUESA
Jesús!

SAN MARTIN
(La Virgen nos valga!)

MARQUESA
Y quedándonos aquí
si la situación se agrava,
qué vamos a hacer?

BARON
Estáis
segura estando en mi casa.

SAN MARTIN
(Mucho! En la boca del lobo!)

MAGDALENA
No hay remedio.

MARQUESA
(Ap. a San Martín) (Yo alojada
por un revolucionario,
San Martín!)

SAN MARTIN
(Aquí nos asan!)


ESCENA XIII

Dichos, Rouget.

ROUGET
Señores...

MAGDALENA Ah, Rouget!

ROUGET
(Al Barón) Vengo
a cumpliros mi palabra.

BARON
Traéis el himno?

ROUGET
Aquí está!

BARON
Os presentaré a esta dama.
La Marquesa de Valmy,
mi parienta muy cercana.
Rouget de L'isle, mi yerno.
futuro.

SAN MARTIN
(Yo estoy en ascuas!)

BARON
Capitán de artillería
que hoy los voluntarios manda
y a la vez poeta y músico
notabilísimo.

ROUGET
Gracias.

BARON
Ha escrito un himno patriótico
y quiere antes de su marcha
hacérnoslo conocer.
Pasemos, pues, a la sala.

SAN MARTIN
(A la Marquesa)
(Nos va a hacer oír alguna
canción revolucionaria!)

MARQUESA
Y os llamáis?...

ROUGET
Rouget de L'isle.

MARQUESA
No conozco vuestro nada.

ROUGET
Pobre poeta ignorado,
músico desconocido,
mi nombre está en el olvido
con justicia sepultado,
y nunca lo habréis oído.
La artística afición mía
há tiempo que conocía
mi buen amigo el Barón,
alentando esa afición:
—¿Por qué un himno no escribís
fiel expresión de ese ardiente
entusiasmo que sentís
para inspirarlo igualmente
a nuestro pobre país?
Un himno que el pueblo aprenda
fácilmente, que se extienda
pronto de una a otra ciudad;
himno sagrado que encienda
amor a la libertad!
Debéis escribirlo!—Sí!
dije, y a casa partí.
Lleno de fuego llegué
sintiendo agitarse en mí
el patriotismo y la fe.—
El odio a la tiranía
guiaba la pluma mía;
las ideas se agolpaban,
y en tropel, juntas brotaban
la música y la poesía.
Ya acalorada mi mente,
con trémula mano ardiente,
estas líneas escribí:
Si es bueno lo que se siente
algo bueno traigo aquí!
Venid mi canto a escuchar!
No quiero más galardón
si en la masa popular
un eco logran hallar
las notas de mi canción!

(Entran por la izquierda Rouget dando la mano a la Marquesa, detrás el Barón y Magdalena; y tras ellos San Martín, que al entrar se santigua)

(MUTACION)


CUADRO SEGUNDO

Plaza de la catedral. A la izquierda, primer término, la alcaldía, cuya gran puerta y reja volada dan a la calle. A la derecha la entrada de otra con un gran arco triunfal de verdura, coronado por gallardetes. Dos arcos más en otras dos calles. Al foro la catedral. Al efectuarse la mutación la plaza está sin otra gente que los cornetas que tocan llamada debajo de los arcos.


ESCENA XIV

Mujeres del Pueblo, después Voluntarios con armas. Chiquillos, Viejos. Coro General.

(Música)     

CORO GENERAL
La hora se acerca
de la partida,
la gente acude
ya prevenida.
Tal entusiasmo
nunca se vio;
el pueblo unánime
su grito dio.
Calles y plazas
llena la gente,
y el más cobarde
mudó en valiente;
que en sus oídos
llegó a sonar
el grito mágico
de libertad!

(Quedan en el centro los voluntarios. A la izquierda las mujeres y a la derecha los viejos)

VIEJOS
Si falta a nuestros brazos
la fuerza y el vigor,
al grito de la patria
aún late el corazón.
Marchar podéis tranquilos
por los que aquí dejáis:
nosotros moriremos
cuidando vuestro hogar!

MUJERES
No penséis que llorando os aguardan
la esposa y el hijo;
prefieren no veros
a veros vencidos.
Nuestros ojos no anubla hoy el llanto,
no pueden llorar,
porque sólo sentimos la envidia
de veros marchar!

(Un grupo de veinte muchachos armados, con su tambor al frente, aparecen por la derecha formados)

CHICOS
Somos los hombres
del porvenir,
y en nuestra débil
fuerza infantil
van los cimientos
en que ha de hallar
firme baluarte
la libertad.
Los hombres de mañana
vamos aquí;
los de hoy nos dan ejemplo
para morir!

(Vanse los chicos)

CORO GENERAL
A la voz de la patria
despertó la nación,
y responden el niño
y el anciano a su voz.
Tal entusiasmo
nunca se vio;
el pueblo unánime
su grito dio.


ESCENA XV

Dichos, Flora, de cantinera , por la derecha, Renard por la izquierda.

FLORA
Siglos son los instantes
que ya acabando van
hasta sonar la hora
dichosa de marchar.
Con él! siempre a su lado!
Tal dicha yo jamás
por grande, por inmensa,
ni aun me atreví a soñar!

RENARD
Qué esperáis?

FLORA
A nuestro jefe!

RENARD
(A todos) Pues a fe que el capitán
no da ejemplo de impaciencia
al hacernos esperar!
Del amor el dulce lazo (A Flora)
deteniéndole allí está,

(Señalando a la alcaldía)

y a dejarle no le mueve
la impaciencia popular.

FLORA
A llamarle!

TODOS
Sí; que salga!

(Se dirigen tumultuosamente hacia la puerta de la alcaldía. De pronto se oye la voz de Rouget que canta dentro acompañado por el clave la primera estrofa de la Marsellesa. Al oiría, Flora detiene a la multitud, que se para y escucha)

FLORA
Silencio!—Escuchad!

ROUGET
Marchemos, hijos de la patria,
glorioso día luce ya!
Otra vez el sangriento estandarte
los tiranos se atreven a alzar.
¿Oís rugir por la campiña
esa turba salvaje y andas?
Degollar vuestros hijos desea
para ahogar en su sangre nuestra idea!
El arma preparad!
No hay tiempo que perder!
Marchad, marchad
a defender
la santa libertad!

(El pueblo oye conmovido la primera estrofa.—Al cantar Rouget el estribillo, el coro lo repite con Flora. Renard a un extremo del escenario los contempla sombrío)

CORO
Al arma sin tardar! etc.


ESCENA ULTIMA

Dichos, Rouget, Barón, Magdalena, la Marquesa y San Martín.

Rouget saca la bandera que en el cuadro anterior estaba en la sala de la alcaldía, y con ella enarbolada canta la segunda estrofa del himno,  cuyo estribillo repiten todos con el mayor entusiasmo.

ROUGET
Mirad las hordas de traidores
que el suelo patrio van a hollar.
¿Para quiénes son esas cadenas
que forjando iracundos están?
Son para ti, pueblo querido;
presto ve tal afrenta a vengar;
el furor en tu pecho despierte,
busca ya la victoria ó la muerte!
El arma preparad! etc.

TODOS
Al arma sin tardar, etc.

(Se oye un cañonazo)

ROUGET
(A Magdalena)
(Adiós, mi bien amado,
la hora fatal llegó!)

RENARD
(Tal vez es la postrera (Mirándolos)
en que os habláis los dos!)

MAGDALENA
(Mirando a Flora)
(El ver que marchan juntos
me parte el corazón!)
FLORA
(El alma me destroza
ver juntos a los dos!)

BARON
(A Rouget)
(En marcha ya, hijo mío;
llevad mi bendición!)

SAN MARTIN
(Qué voz! Y qué bien canta
esa feroz canción!)

MARQUESA
(No hay duda que el tal himno
a todos conmovió)

CORO
Tronando nos despide
el bronce con su voz!

TODOS
Adiós! Adiós! (Se abrazan)

ROUGET y CORO
Marchemos, sí, la patria nunca en vano, etc.

(Desfile de las fuerzas militares por delante de la alcaldía. Rouget se incorpora a los voluntarios y Flora se coloca a su lado.—El pueblo los despide agitando en el aire pañuelos y sombreros)


FIN DEL ACTO PRIMERO


ACTO SEGUNDO


CUADRO TERCERO


EL TERROR

La escena dividida. A la izquierda del actor una calle estrecha, cortada en último término por un pretil. Sobre éste, hasta perderse lo más lejos posible, una callejuela. La calle, que ocupa los primeros términos, está cortada por otra trasversal, a la cual hace esquina la casa de la izquierda. De esta se ve el patio, junto a cuya puerta de la calle está la portería, que es un cuchitril abierto por la parte que da al público. Al foro escalera que conduce a los pisos superiores. A la derecha puerta. Al levantarse el telón empieza a anochecer.


ESCENA PRIMERA

Varias Vecinas bajan por la escalera a tiempo que entran de la calle otras. Algunas hacen calceta.

(Música)

UNAS
Felices, ciudadanas!

OTRAS
Fraternidad!

UNAS
Salud!
(En voz muy baja)
¿En dónde está el portero?

OTRAS
Sin duda se fue al club.

UNAS
Ved sin embargo si está;
hay que tener precaución,
no nos denuncie después
el ciudadano Nerón.

VECINAS
(Después de mirar la portería)
No está, no está!

OTRAS
Pues hablemos ya!
Ciudadanas, qué sucede,
qué se dice por ahí?

UNAS
Cunde el miedo y no hay un alma
por las calles de París.

OTRAS
Hoy sin duda por el centro
algo grave sucedió,
pues se nota por el barrio
que en aumento va el terror.
¿Qué ocurre, ciudadanas?
Qué pasa por ahí?

UNAS
Se dicen muchas cosas.

OTRAS
Decid! Contad.

UNAS
Oíd.

(Con misterio)

Dicen que a todos los girondinos
hoy juzga al cabo la Convención;
su muerte piden los jacobinos
y nadie espera la absolución.
Danton anoche juró su ruina
y hoy a los jefes acusará;
tal vez mañana la guillotina
con todos ellos acabará.

TODAS
Qué horror! mañana la guillotina
con todos ellos acabará!
Esto se dice,
esto se cuenta;
poco se sabe,
mucho se inventa.
Lo único cierto
es que hay terror
y la cosa va
cada vez peor.
—Dicen que aumentan los vendeanos,
que ya dominan en su país,
y se asegura que los prusianos
a escape vienen sobre París.
Con las continuas ejecuciones
está aterrada la capital,
y a cientos mandan las delaciones
los jacobinos al tribunal.
Esto se dice,
esto se cuenta,
poco se sabe,
mucho se aumenta.
Lo único cierto
es que hay terror
y la cosa va
cada vez peor.

(Se oyen gritos cercanos, entre los que sobresale éste: Mueran los aristócratas! Mueran!)

VECINAS
Oís ese tumulto?
Qué pasará?

(Salen todas a la puerta de la calle)


ESCENA II

Dichas, Jacobinos, Descamisados y Mujeres, que traen en triunfo a San Martín.

JACOBINOS y DESCAMISADOS
Mueran los girondinos!
Viva Marat!

( Las Vecinas al verlos vuelven a entrar en el patio asustadas. El coro conduce a San Martín hasta la puerta de la casa)

CORO
Aquí va la esperanza
de la Nación.
¡Abajo los exnobles!
viva Nerón!

(San Martín entra en el patio seguido del coro)

SAN MARTIN
El pueblo se corona en mi cabeza,
dijo Marat, ciñéndose el laurel;
yo esta ovación en nombre de la patria
acepto como aquel.
Mil gracias, ciudadanos,
si el triunfo conquisté
la nueva idea en cambio
popularizaré.

CORO
Si logra su elocuencia
el triunfo conquistar,
la nueva idea en cambio
popularizará!

SAN MARTIN
Yo quiero ver cien nobles
colgados de un farol,
racimo que en un día
vendimie la nación.
Yo soy descamisado,
yo quiero la igualdad;
si yo no tengo nada,
que nadie tenga más!
Muerte y exterminio
haya por doquier;
sangre y degollina,
ese es mi placer!

CORO
Muerte y exterminio, etc.

SAN MARTIN
El pensamiento libre
proclamo en alta voz,
y muera quien no piense
igual que pienso yo!
De todo jacobino
que anhele aquí vencer,
fraternidad y palo
la enseña debe ser.
Muerte y exterminio, etc.

CORO GENERAL
Muerte y exterminio, etc.

(Hablado)

CIUDADANO 1º
Bien, ciudadano Nerón!
Tú serás otro Marat!

CIUDADANA 1ª
Si hubiera muchos patriotas
como tú!...

SAN MARTIN
Sí, pocos hay!
Aquí para que la cosa
marche bien hay que cortar
lo menos dos mil cabezas
diarias. (No he dicho más
porque no se me ha ocurrido)

CIUDADANA 1ª
Esa es la pura verdad!

CIUDADANA 2ª
Quedan muchos aristócratas
que son el foco del mal.

CIUDADANO 2°
Y realistas a millares.

CIUDADANO 1°
Hoy se ha logrado escapar
un sacristán que anda oculto,
pero ya parecerá;
en cuanto le eche la garra
va derecho al tribunal.

SAN MARTIN
Sacristán! Gente de iglesia!
Se le debe despreciar;
dejadle!

CIUDADANO 1º
(Amenazador) Cómo! Tú dices
que se deje en libertad
al sacristán de un convento
de monjas!

SAN MARTIN
De monjas? Ah!
De monjas! Era de monjas!
Entonces no hablemos más,
merece la guillotina:
había entendido mal!
Desolación y exterminio!
Que no quede un sacristán!

TODOS
Bien!

SAN MARTIN
(Perdone mi cofrade,
no sirve mi voluntad!)
Conque ciudadanos, yo
aún tengo que redactar
una moción para el club
y va siendo tarde ya.

CIUDADANO 1º
Sí, nosotros nos marchamos
a la Convención.

SAN MARTIN
Si hay
alguna cosa importante,
ya lo sabéis, avisad!
y mañana a la sección,
y cuidado con faltar!

CIUDADANO 1º
Buenas noches, ciudadano.

SAN MARTIN
Salud y fraternidad!

(Sale el Coro a la calle.—Las vecinas, como atemorizadas, suben por la escalera a sus habitaciones)

(Música)

CORO
(Alejándose)
El pueblo sus cadenas
ha roto ya.
Mueran los girondinos!
Viva Marat! (Váse por el foro)


ESCENA III

San Martín solo, después de ver si hay alguien.

SAN MARTIN
Basta, basta de ficción!
Nadie ya me puede ver,
ya puedo dejar de ser
el ciudadano Nerón.
Mi apacible condición
a solas no he de ocultar.
¡Quién había de pensar
que el beato San Martín
llegaría a ser al fin
un ídolo popular!

Yo que no tengo valor
para matar un mosquito,
así que levanto el grito
infundo a todos horror.
Se me nombra con temor,
y aquel que se atreve a más
solamente por detrás
me señala con el dedo;
y estando muerto de miedo
soy terror de los demás!

De todos los oradores
yo soy quien logra obtener
más aplausos al hacer
proyectos aterradores.
Mas de predicar horrores
y absurdos continuamente,
tan turbada está mi mente,
que anoche mientras dormía
soñaba que me comía
a una vecina de enfrente.

Soy odiado, soy temido
y adquiere fama mi nombre.
Señor, ¿seré yo un gran hombre
sin haberlo conocido?
No; yo no soy presumido,
la gloria no me cegó,
y cien veces me ocurrió
al verme aplaudido así,
«¡cuántos habrá por ahí
que harán lo mismo que yo!»

(Entra en la portería)

(Bostezando)

Qué sueño tengo!—Este afán
continuo rinde a cualquiera.—

(Se sienta en el tablado)

Si esa gente descubriera
que yo he sido sacristán!...
¿Cómo no adivinarán
que soy un hombre de bien!
Tienen ojos y no ven,
pero esto viene en mi auxilio,

(Santiguándose)

In nomine Patri et Fillio
Spiritu sancto, amen.

(Se echa y duerme)


ESCENA IV

Música de la orquesta.

Aparecen por el foro en lo alto del pretil Rouget, Magdalena y la Marquesa, vestidas como del pueblo bajo. Esta con una gran escarapela tricolor en la cabeza.

MARQUESA
Nos sigue un hombre, Rouget.

ROUGET
Silencio y andad de prisa

(Por el mismo sitio aparece también Renard)

Una patrulla! Ocultémonos!

MARQUESA
Pero dónde?

ROUGET
Aquí, en seguida.

(Se ocultan en el umbral de una puerta: Renard hace lo mismo en la esquina del tercer término derecha. Sale por la derecha una patrulla de Guardias Nacionales, que se detiene al oír la patrulla de seccionarios, que sale por la izquierda. Ambas al verse preparan las armas)

GUARDIAS
Quién vive?

SECCIONARIOS
Sección del Templo!

GUARDIAS
Ve si tiene la Consigna, (A uno de la patrulla)
ciudadano.

CIUDADANO
(Acercándose al Seccionario, que avanza)
Fuerza!

SECCIONARIO
Unión!

CIUDADANO
Bien.—Viva la Común!

TODOS
Viva!

(Los Seccionarios suben por el pretil y los Guardias se marchan por la izquierda)


ROUGET
(Después de verlos desaparecer)
No hay nadie; podéis salir.

MARQUESA
Os digo que nos seguía
un hombre.

ROUGET
Callad ahora!

MARQUESA
(Uf! Qué barrios! Me horripilan!)

(Renard, que le» ha seguido, al ver que se detienen ante la casa, se oculta tras de la esquina, asomando un momento la cabeza)

MARQUESA
Es esta la casa?

ROUGET
Sí!

(Abre con llave la puerta. Entran)

(Mirando a lo largo de la calle)

Sin duda perdió la pista, (Cierra la puerta)

RENARD
 (Mirando la casa)
Me basta. Ya habéis caído.
No olvidaré la guarida.

(Váse rápidamente por el pretil. Cesa la música)

ROUGET
(Acercándose a la portería)
Ciudadano! Ciudadano!
No hay nadie en la portería
sin duda, mas vendrá pronto:
habrá ido a adquirir noticias.

MARQUESA
Pero nuestra habitación,
cuál es?

ROUGET
No sé: prevenida
desde hoy al anochecer
me dijo que la tendría,
y es necesario esperar
hasta que venga y nos diga
cuál es.—Aquí mientras llega
podéis descansar tranquilas.

MARQUESA
Y quién es el cariñoso
protector que nos auxilia?

ROUGET
San Martín.

MARQUESA
Cómo! Es posible!

ROUGET
Silencio!

MARQUESA
Oh alma bendita!
Conque está en París el pobre!
Y yo que no lo sabía!
Es un santo! No sé cómo
no ha ido ya a la guillotina!

ROUGET
Ya lo sabréis!—Magdalena,
cálmate ya, no te aflijas.
Vuelva yo a ver en tus ojos
reflejarse la alegría.

MAGDALENA
Ay Rouget! Ya no es posible:.
murió para mí la dicha.

ROUGET
Te lo niego por mi amor.

MAGDALENA
Pues qué, sin él viviría?
Un año lejos de ti,
se ha sostenido mi vida
no más que con la esperanza
devolver a verte un día!

ROUGET
Pues bien, ya estoy a tu lado,
refiéreme tus desdichas
y únanse para llorarlas
tus lágrimas y las mías.

MAGDALENA
Rouget, desde que marchaste
a la guerra, sin noticias
tuyas, creyéndote muerto,
viví en constante agonía.
La revolución creciente
desencadenó sus iras.
Yo temblaba por mi padre
que en vano evitar quería
los excesos de la plebe,
más y más enardecida
cada vez contra los nobles
A muy poco tiempo fue
denunciado por realista
y conducido a París.
Preso él ya, quién detenía
en su vértigo insensato
a la plebe enfurecida?
Nadie!—Entre aquella marea
que por momentos subía,
nos vimos amenazadas
de muerte nosotras mismas
y una noche entre las turbas
huimos despavoridas
al resplandor de la hoguera
de mi palacio que ardía!
aún en la ciudad vivían.
Vinimos a París. Yo,
confiando en la justicia
del tribunal, esperaba
que a mi padre absolvería.
Cómo suponer que fuese
una delación inicua
bastante para cambiar
tan pronto al ídolo en víctima?

MARQUESA
Y sin embargo así fue.

MAGDALENA
Las dos, al siguiente día
de hallarnos aquí, le vimos
morir en la guillotina
¡al son de tu himno! de aquel
que a instancia suya escribías
hace un año y que cantabas
el día de tu partida!

MARQUESA
Dichosa canción! A mí
me causa espanto el oiría. (Sentido)

MAGDALENA
Sin duda no morí entonces
porque hasta odiaba la vida,
y Dios me quitaba sólo
aquello que yo quería!

ROUGET
Qué horror!

MAGDALENA
Desde aquel instante
en agitación continua,
llevando nombres supuestos
para no ser perseguidas
y temiendo una denuncia
si alguno nos conocía,
hemos vivido seis meses
eternos, sobrecogidas
de terror, con le amenaza
de la muerte a nuestra vista.

MARQUESA
Ay! Hemos sufrido mucho!
Rebajadas, confundidas
con la canalla, cosiendo
para pasar por modistas,
dejándonos tutear
por la gente más indigna,
llamándome ciudadana,
que es lo que más me horroriza...
Os juro que muchas veces
casi he estado decidida
a exclamar a voz en grito
denunciándome yo misma:
¡he sido, soy y seré
aristócrata y realista!
¡Muera la revolución
y viva la monarquía!

ROUGET
Prudencia! Por Dios!

MARQUESA
Al fin
he logrado hacer de tripas
corazón, y eso tal vez
nos ha salvado la vida.
Me he puesto la escarapela
tricolor; ved que bonita!
y hoy os dirá todo el mundo
que soy una jacobina
descamisada. Y en esto
no mienten los que lo digan,
que entre unos y otros al fin
me han dejado sin camisa.

ROUGET
Al escuchar el relato
de todas vuestras desdichas
veo que no fue conmigo
la desgracia tan impía.
Desde que lejos de ti,
pisando tierra enemiga
fui soldado de la patria
del Rhin en la opuesta orilla;
la vida del campamento,
el peligro y la fatiga,
todo, prestaba a mi ser
nuevo aliento y nueva vida,
y con tu amor por escudo
valeroso combatía.
Cien veces al son del himno
que hoy en tus oídos vibra
como un cántico de muerte,
nuestras huestes decaídas
por el cansancio, se alzaron
poderosas a mi vista.
Entonando con voz ronca
las estrofas aprendidas
entre el fragor incesante
de aquella lucha continua,
los soldados fueron héroes,
y al pelear parecía
que el corazón de la patria
palpitaba en nuestras filas (1).
Mi canción daba al soldado
con sus frases vengativas,
en la derrota consuelo,
en la victoria alegría!
Ya desbandado el ejército
cuando la traición inicua
de Dumouriez, yo rompí
el acero que ceñía.
Fui presuroso a Strasburgo,
procuré adquirir noticias
vuestras, pero inútilmente;
y cuando casi perdida
la esperanza de encontrarte
mi ánimo desfallecía,
Dios te puso en mi camino.
¡Sea mil veces bendita
la hora en que mis ojos vuelven
a ver tu imagen querida!

(1) Lamartine.—Los Girondinos.

MAGDALENA
Y... aquella mujer?

ROUGET
Quién! Flora?
No sé si está muerta ó viva. (Con emoción)

MAGDALENA
Es posible!—No está aquí?

ROUGET
Tres meses há cayó herida
en el campo y prisionera
de las tropas enemigas.
Ignoro cuál fue su suerte
después.

MAGDALENA
Infeliz!

ROUGET
Es digna
de compasión!

MAGDALENA
La perdono.
Su delito consistía
en amarte, y para mí
sólo esto la justifica.

SAN MARTIN
(Soñando) Et cum espíritu tuo.

(Despertando sobresaltado)

Eh! Quién es?—Qué pesadilla! (Sentándose)
Si alguien me ha oído!... Soñaba
que estaba ayudando a misa. (Se levanta)

ROUGET
Habéis oído?—Parece
que hay gente en la portería. (Acercándose)
Ciudadano.

SAN MARTIN
Quién me llama? (Ciñéndose el sable)
Voy!

ROUGET
Es él! (A 1a Marquesa y Magdalena)

SAN MARTIN
Voy en seguida!


ESCENA V

Dichos, San Martín.

SAN MARTIN
(Saliendo) Quién es?

MARQUESA
¡San Martín!

SAN MARTIN
(Cogiéndola violentamente por un brazo) Chitón!
San demonio!

MARQUESA
¿Qué tenéis?

SAN MARTIN
Me llamo, no lo olvidéis,
el ciudadano Nerón.

MARQUESA
(Aterrada) Cómo! Seréis vos!...

SAN MARTIN
Sí tal!
El mismo!

MARQUESA
(Cómo ha cambiado!)

SAN MARTIN
El primer descamisado
de toda la capital.
Yo soy Nerón, pero en todo,
y como él matando vivo.

MARQUESA
(Dios nos valga!)

SAN MARTIN
Y os prohibo
que me llaméis de otro modo.

MARQUESA
(Dios mío, si este es otro hombre!)

SAN MARTIN
Oís?

MARQUESA
Así os llamaré,
San... Nerón.—Pero, por qué
habéis cambiado de nombre?

(Tímidamente y con mucho sigilo)

SAN MARTIN
Qué pregunta, voto a tal!
Pues no sabéis, ignorante,
que hemos dejado cesante
a la corte celestial?
Hoy, todo buen ciudadano
que es enemigo del trono,
elige por su patrono
a un héroe griego ó romano.
Yo tengo entre los vecinos
de la casa, Cicerones,
Calígulas y Catones
y Rómulos y Tarquinos.
Hay Lucrecias y Sabinas,
y dos madres de los Gracos
y tres ó cuatro Agripinas.
Y un Scipion, un Marcial,
un Scévola, un Severo,
dos Brutos en el tercero
y tres en el principal.

MARQUESA
Ah! Todo ha cambiado, sí!

SAN MARTIN
Y es raro que lo extrañéis;
vos misma ya no seréis
la Marquesa de Valmy.

MARQUESA
Callad! Qué he de ser? Yo soy
la ciudadana Isidora,
costurera y planchadora.

SAN MARTIN
(Riendo) Lo que va de ayer a hoy!—
(Transición) Bien, pues como he dicho ya
al ciudadano Rouget,
yo en esta casa os tendré
y nadie os molestará.

MAGDALENA
Gracias!

SAN MARTIN
Con la condición
de verme sólo y hablarme
como portero y llamarme
el ciudadano Nerón.

MARQUESA
Está bien.

SAN MARTIN
Y procurad
al hablar de ciertas cosas
el no haceros sospechosas
a nadie en la vecindad.
No vayan a descubrir
quiénes sois a lo mejor,
y por hacer un favor
me den a mí que sentir.

MAGDALENA
Podéis estar descuidado:
temerosas de inspirar
sospechas, casi a no hablar
nos hemos acostumbrado.

ROUGET
(Con ironía) La libertad conseguida
por el pueblo es tan completa
que una palabra indiscreta
hoy puede costar la vida.

SAN MARTIN
Queréis libertad mayor?

ROUGET
Mucho mayor la anhelaba,
que la libertad acaba
en donde empieza el terror.

SAN MARTIN
Es que por diversos modos
y esperando impunidad...

ROUGET
No la llaméis libertad
si no es igual para todos!
De estar sujeta a la ley
de la infame tiranía
yo nunca preferiría
la de un pueblo a la de un rey.
Y no es que al monarca inmolo
la fe que en mis venas arde,
es que al menos no es cobarde
cuando la ejerce uno solo.

SAN MARTIN
Os escucho con sorpresa!

ROUGET
No sé por qué, ciudadano.

SAN MARTIN
Así habla el republicano
autor de la Marsellesa!

ROUGET
Mi himno no se llama así!

SAN MARTIN
Cómo!

ROUGET
Al ser envilecido
ese canto hasta ha perdido
el nombre que yo le di.
Marsella con qué razón
a apropiárselo se atreve?
Mi canto llamarse debe
el canto de la Nación.—
Vengo de oírlo entonar
al soldado que pelea
cantando un himno a la idea
que le impulsa a pelear.
Y veo aquí con dolor
que ese canto que ha animado
en la batalla al soldado
es el himno del terror.
Yo en esa canción querida,
que oigo profanar ahora,
forjé un arma vengadora,
pero no un arma homicida.
Aquí sembrando el espanto
marchan hordas de bandidos
al compás de los sonidos
de ese patriótico canto,
y a la par que lo profieren
en el crimen se desatan;
aquí cantándolo matan
y allá cantándolo mueren.
Siempre suena para mí
allí alegre, aquí sombrío;
¡aquel es el canto mío,
no el que entonan los de aquí!

SAN MARTIN
Silencio!

ROUGET
Tenéis razón!
Alguien nos puede escuchar.—
Creo que debéis entrar
en la nueva habitación.

SAN MARTIN
(Dirigiéndose a la portería)
Voy por la llave.

ROUGET
Yo os ruego
me dejéis la de la puerta
de la calle, por si acierta
a serme precisa luego...

SAN MARTIN
Llevadla!

(Entra en la portería y coge la otra llave)

MAGDALENA
¿Te marchas?

ROUGET
Sí,
pero acaso volveré:
si noto alarma vendré
a pasar la noche aquí,
mas si no hay agitación...

MAGDALENA
No salgas! Me infunde miedo
verte marchar.

ROUGET
Hoy no puedo
faltar a la Convención.

(En voz Laja para que no se entere San Martín)

(Si el partido girondino
logra esta noche salvarse,
¡quién sabe! puede esperarse
que cambie nuestro destino!

MARQUESA
Dios lo quiera!)

ROUGET
Hasta mañana.
Magdalena!

MAGDALENA
Adiós, Rouget!
Ven temprano.

ROUGET
Sí vendré.

(A la Marquesa)

Buenas noches... ciudadana!

(Sale a la calle después de cerciorarse que nadie le ve. Váse por la izquierda)


ESCENA VI

Dichos menos Rouget.

SAN MARTIN
Voy a coger el farol, (lo descuelga)
Vamos.—Veréis qué cuartito:
no es que sea muy bonito,
pero es claro como un sol.

MARQUESA
Gracias!

SAN MARTIN
Y al menos podréis
tranquilas en él estar.

MAGDALENA
Cómo os podremos pagar
el favor que nos hacéis!

SAN MARTIN
Ya os he dicho lo que quiero:

(Abriendo la puerta derecha)

hablar poco y se acabó.
Pasad! (Cediéndolas el paso cortésmente)

(Entra Magdalena)

(Ya olvidaba yo (Transición)
mi papel!)

(Entra antes que la Marquesa, impidiéndola el paso)

MARQUESA
¡Habrá grosero! (Entra)


ESCENA VII

Flora, baja por el pretil como reconociendo el sitio.

(Música)

Esta es la calle,
no hay duda, no.
Este es el sitio
que me indicó.
Renard me jura
que vio a los dos!...
celoso acaso
se equivocó.
Goce mi alma,
no más recelos;
ceda un instante
mi agitación:
Basta de duda,
duerman los celos
en lo profundo
del corazón!
Voy a verle, ¡Dios mío!
¡Qué más dulce placer!
Voy al fin en sus ojos
a mirarme otra vez!
Si él a mi acento enamorado
con tierna voz responde ya,
¡oh, qué feliz seré a su lado,
cuánta ventura me dará! (Transición)
Mas si otra vez su pecho yerto
se muestra duro a mi dolor,
seré leona del desierto
que ruge fiera por su amor!


ESCENA VIII

Dicha y Renard, después San Martín.

(Hablado)      

RENARD
Flora!

FLORA
Renard!

RENARD
(Señalando la casa) Aquí es!

FLORA
Qué feliz casualidad!
Ahí habita el ciudadano
Nerón.

RENARD
Le conoces?

FLORA
Ah!
Más de lo que él se figura.
En nuestras manos están;
ahora te respondo de ello.

(Queda como pensando)

SAN MARTIN
(A la Marquesa, que la acompaña hasta la puerta)
Cuidado con olvidar
lo dicho!

MARQUESA
No lo olvidamos.

SAN MARTIN
Salud y fraternidad!

MARQUESA
(Y un demonio que te lleve!) (Cierra la puerta)

FLORA
(Dirigiéndose a la puerta)
Sí, lo mejor es llamar:
él debe estar a estas horas.

RENARD
Qué intentas?

FLORA
Ya lo verás! (Da dos aldabonazos)

SAN MARTIN
 (Que da un salto al oír los golpes)
Jesús! Qué susto me han dado!
Ahora quién diablos será?
Quién es? (Con voz muy ronca)

FLORA
Una ciudadana
que quiere hablarte!

SAN MARTIN
Allá van!
Siempre será una oradora
de la sección que vendrá
a consultarme, de fijo,
alguna barbaridad!
Esto de ser hombre público
es lo más pesado y más... (Abre la puerta)
Adelante!

FLORA
Buenas noches!
Entra tú también, Renard. (Entran los dos)

SAN MARTIN
Ciudadanos, poco a poco. (Deteniéndoles)
Ante todo, a quién buscáis?

FLORA
Al ciudadano portero.

SAN MARTIN
Yo soy. ¿Qué queréis?

FLORA
Hablar!
Cierra la puerta!

SAN MARTIN
Es que yo
tengo prisa.

FLORA
Dejarás
todo en cuanto yo te diga
dos palabras.

SAN MARTIN
(Después de empujar la puerta) Dilas ya.

FLORA
Te conozco. (En voz baja)

SAN MARTIN
(Asustado). Eh?

FLORA
(Riendo) Qué te pasa?

SAN MARTIN
No... nada! (Qué atrocidad!
Iba a venderme!)

FLORA
Parece
que te has alterado.

SAN MARTIN
Bah!
Pues me gusta! ¿Por qué causa?
Si me conoces, sabrás
que soy Nerón, el amigo,
el émulo de Marat.

FLORA
No es eso.

SAN MARTIN
Cómo? Es gracioso!
Si me vendréis a probar
que yo no soy yo.

FLORA
No es eso.

SAN MARTIN
Entonces...

FLORA
Ya entenderás.

(En voz muy baja)

Yo te conozco hace mucho!

SAN MARTIN
Mentira!

FLORA
Cierto.

SAN MARTIN
(Más alterado) No hay tal:
yo no tengo conocidos
de antes!

FLORA
No hay por qué gritar:
te importa hablar en voz baja.
Ese no lo sabe. (Por Renard)

SAN MARTIN
(Tranquilizándose algo) (Ah!)
Pues bien, de qué me conoces?

FLORA
De cuando eras sacristán!

SAN MARTIN
Yo!

FLORA
(Subiendo la voz) Sacristán de las monjas
Teresas!

SAN MARTIN
(Aterrado) Por Dios! Callad!

FLORA
(En voz baja) Ya ves cómo te conviene
yo no sé lo que me pasa;
yo me voy a desmayar)

FLORA
Tranquilízate; no vengo
a causarte ningún mal.

SAN MARTIN
Muchas gracias!

FLORA
Mas no ignores
que te puedo denunciar...

SAN MARTIN
Por Dios!

FLORA
Y que denunciado,
te guillotinan y en paz.

SAN MARTIN
Disponed de mí al momento
que yo haré cuanto queráis.

FLORA
Bien, poco a poco.—Tú sabes
la pena que el tribunal
revolucionario impone
al que se atreve a ocultar
a un ex-noble.

SAN MARTIN
(San Gervasio!)

FLORA
Sé que en esta casa están
ocultas dos aristócratas.

SAN MARTIN
(Infelices!)—No es verdad!

FLORA
La hija del Barón Dietrich,
que hablemos bajito.

SAN MARTIN
(Ay!
guillotinado poco há,
y su tía.

SAN MARTIN
(Esta mujer
lo sabe todo!)

FLORA
Además
está aquí Rouget de L'isle,
girondino, ex-capitán
de artillería...

SAN MARTIN
No es cierto,
ese os juro que no está.

FLORA
Es inútil que lo niegues,
yo misma le he visto entrar.

SAN MARTIN
No vive aquí, se ha marchado,
lo juro.

FLORA
(Con interés) Y no volverá?
¿Dónde ha ido?

SAN MARTIN
No lo sé.
Quedó en venir a pasar
la noche aquí si notaba
alguna intranquilidad;
si ocurría alguna cosa
muy grave.

FLORA
Entonces vendrá?

SAN MARTIN
Pues qué hay? (Agitado).

FLORA
En la Convención
acaban de condenar
a veintidós girondinos,
que mañana morirán.

SAN MARTIN
(Qué horror!)—Me alegro! Yo soy
patriota como el que más.

FLORA
(Animal!) (Dirigiéndose hacia Renard)

SAN MARTIN
Eh? (Me parece
que me ha llamado animal)

FLORA
(A Renard) (Quieres hablarla?)

RENARD
(Sí quiero!
Por última vez!)

FLORA
(¿Estás
decidido a todo?)

RENARD
(A todo)

FLORA
Ciudadano!

SAN MARTIN
Qué mandáis?

FLORA
Dónde están esas mujeres?

SAN MARTIN
En ese cuarto.

FLORA
Pues vas
a hacer que salga la joven;
éste la tiene que hablar.

SAN MARTIN
Y quién digo que la llama?

FLORA
Cuando salga lo verá.
Tú esperas dentro a que vuelva.

SAN MARTIN
Pero...

FLORA
Silencio!

SAN MARTIN
No hay más;
me cogieron en la red
y no me puedo escapar!)

(Dirigiéndose al cuarto de Magdalena)

FLORA
(A Renard) Por si acaso Rouget vuelve
mientras, vosotros habláis
yo te esperaré en la calle.

RENARD
Bueno.

FLORA
No vacilarás?

RENARD
Mía ó de la guillotina!
Lo juro a fe de Renard.

(Sale Flora a la calle)

SAN MARTIN
(Dando golpes a la puerta)
Ciudadanas! Ciudadanas!
Se habrán acostado ya.

MARQUESA
(Dentro) Quién es?

SAN MARTIN
Abrid al momento.

(La Marquesa abre y entra San Martín)

RENARD
(Deseo y dudo a la par)


ESCENA IX

Flora, en la calle; Renard, en el patio; luego Magdalena, que se detiene al ver a Renard.

(Música)

MAGDALENA
Renard! (¡Dios mío!)

RENARD
El mismo soy.
Hablarte quiero.

MAGDALENA
(Perdida estoy!)

RENARD
¿Pensaste acaso
que huyendo así
no lograría
llegar a ti?

Yo de tu paso
la huella sigo,
siempre anhelante,
lleno de afán;
que a mi alma, dura
como el diamante,
atrae tu dulce
mágico imán.
Y aunque siempre insensible a mis quejas
no ves mi dolor,
cuanto más de mi lado te alejas
más crece mi amor.

MAGDALENA
Basta, que en vano
con voz amante
queréis el odio
disimular;
ni ayer altivo
ni hoy suplicante
de mí el cariño
podréis lograr.
Es inútil robarme la calma
con vuestro rigor;
ya sabéis que mantiene mi alma
la fe de otro amor.

FLORA
(Si antes altiva
luchó constante,
hoy al peligro
sucumbirá.
Renard al cabo
será su amante
y mi venganza
se cumplirá.
Verla logro sufrir de la pena
el fiero rigor:
para mi alma que el odio envenena
no hay goce mayor!)

MAGDALENA
Ya sabéis que mantiene mi alma
la fe de otro amor.

RENARD
Oh! sí! Mas juro
que ya de hoy más
tu amor, impía,
no gozarás.
Sé que tu amante
por fin te halló;
mas vuestra unión ansiada
sabré impedirla yo!

Cese tu desdén, cese tu desvío;
yo no guardo amor en el pecho mío;
ya no soy aquel desdeñado amante
que escuchó tu voz muda y anhelante;
que miraba en ti su ángel salvador,
que llegaba aquí mendigando amor.
No soy el loco que amor demanda,
víctima ciega de tu rigor;
soy el que exige, soy el que manda,
soy dueño tuyo, soy tu señor!
Hoy en mis manos
tu vida está.
Con el desdén la muerte
buscando vas.
Dame é lo menos
para mi amor
una esperanza sola.

MAGDALENA
¡Mil veces no!

RENARD
La suerte de tu amante
por fin se decidió;
terrible mi venganza
caerá sobre los dos.
Cese tu desdén, cese tu desvío;
ya no guardo amor en el pecho mío,
ya no miro en ti mi ángel salvador,
ya no llego aquí mendigando amor.

MAGDALENA
(Ten de mí piedad, sólo en ti confío,
sálvale Señor, sálvale, Dios mío;
caiga sobre mí todo su furor,
líbrese Rouget, sálvese mi amor)

FLORA
(Si hoy por el terror cesa su desvío,
duda ya no habrá siendo el triunfo mío;
yo por fin seré dueña de su amor,
yo sabré calmar todo su dolor!)

(Magdalena entra rápidamente en su habitación)


ESCENA X

Dichos menos Magdalena.

(Hablado)

RENARD
Oh! Ya no debo abrigar
Ni la más leve esperanza.
¡Consuéleme la venganza
si me puede consolar!
Pobre de ti!—Flora! Flora!

FLORA
(Entrando) Qué pasa? Qué ha respondido?

RENARD
Que no.

FLORA
Y estás decidido
a denunciarla?

RENARD
Sí; ahora.
Si no mi odio desfallece,
y a mi pesar considero
mucho más lo que la quiero
que lo que ella me aborrece.
Este corazón maldito
temo que me haga traición.

FLORA
¿Sabes que la delación
tiene que ser por escrito?

RENARD
Sí.


ESCENA XI

Dichos, San Martín.

FLORA
Ciudadano portero!

SAN MARTIN
(Dios mío! Aún están aquí!)
Qué mandáis?

FLORA
Hay por ahí
pluma, papel y tintero?

SAN MARTIN
Entrad en la portería!

(Dirigiéndose hacia la escalera)

FLORA
Dónde vas?

SAN MARTIN
A descolgar
el farol para alumbrar.

FLORA
Ah! Bueno.

SAN MARTIN
(Virgen María!)

(Descuelga el farol y entra en la portería)

RENARD
(Y ha de quedar libre él
cuando lo tengo en mi mano?)

SAN MARTIN
Aquí tienes, ciudadano,
pluma, tintero y papel.

RENARD
(Sentándose a escribir)
(Si a ella salvarla no puedo...
mueran los dos!) (Escribe)

SAN MARTIN
Si pudiera
ver lo que escribe siquiera!
Estoy temblando de miedo!)

(San Martín procura ver lo que Renard escribe)

RENARD
¿Qué te importa lo que escribo?

SAN MARTIN
(Separándose) A mí?—Nada! (Pues señor,
esto aumenta mi temor.
Ay, yo no sé cómo vivo!)

RENARD
Ya está.—Voy al comité.

FLORA
Yo me quedo por si él viene.

RENARD
Vendrá, pues qué duda tiene?
(A San Martín) Dijiste antes que Rouget
vendría esta noche?

SAN MARTIN
Sí;
él dijo que si ocurría
algo grave volvería
a pasar la noche aquí.

FLORA
(A Renard) Oye, podéis ir los dos.
No vaya a avisarlas.

RENARD
Cierto:
Ven conmigo. (A San Martín)

SAN MARTIN
(Ya soy muerto!)
Dónde?

RENARD
Al comité!

SAN MARTIN
(A Flora) Por Dios!

FLORA
No temas; te he dicho ya
que contigo no va nada.
Es con ella.

SAN MARTIN
(Desgraciada!)

RENARD
Andando.

SAN MARTIN
Vamos allá.

(Salen a la calle y suben por la callejuela)


ESCENA XII

Flora, que se ha quedado sombría meditando.

FLORA
(De pronto) Vamos, que no estoy tranquila!
Está visto: me ha hecho Dios
para luchar con nobleza,
de frente, a la luz del sol.
Casi, casi me arrepiento
de haberle ayudado yo.
Esto al fin y al cabo es
una infame delación.

(Sale Rouget por donde entró antes)

Pero alguien viene... ¿Será?...
El es! Ya no dudo, no!
Son sus pasos que resuenan
dentro de mi corazón.


ESCENA XIII

Flora y Rouget.

(Música)

FLORA
Rouget!

ROUGET
Qué veo! Flora!

FLORA
Yo misma, yo!

ROUGET
Tú aquí!

FLORA
¿Qué buscas? ¿Qué pretendes?
¿Qué quieres? Pronto, di.
Qué busco! Qué pretendo!
—Ni una palabra más!
sólo sorpresa y duda!
sólo temor quizá!
Ah!
fue mi sostén, y alegre y placentera
muda al dolor tranquila resistí.
Y hoy que por fin mi anhelo
puedo lograr,
ni una mirada tuya
calma mi afán.

ROUGET
Siempre sintió cariño el alma mía
y gratitud y afecto para ti;
verte feliz mi corazón ansia;
la ingratitud no cupo nunca en mí.
Di qué deseas, pide.
dímelo ya;
siempre a tu voz dispuesto
me encontrarás.

FLORA
Qué he de querer
yo para mí?
vengo a salvarte,
vengo por ti.
De muerte amenazados
están los girondinos;
hoy mismo a ti con ellos
tal vez te buscarán;
huyamos de la muerte
que te amenaza impía,
huyamos hoy, mañana
remedio ya no habrá.
Yo puedo hacer que hoy mismo
ganemos la frontera,
y lejos de la patria
ingrata para ti,
tranquilos viviremos,
y siempre y donde quiera
una sumisa esclava
encontrarás en mí:

ROUGET
Marchar! Sin ella!—Nunca!
no digas más:
yo lejos... ella sola!
¡Eso, jamás!

FLORA
Tu vida amenazada
me llena de terror;
desoye la llamada
de ese funesto amor.

ROUGET
En vano suplicante
me rogarás,
yo al riesgo abandonarla,
¡eso, jamás!

CORO
(Lejano. Çá irá)
Ah, bien va! Bien va! Bien va!
A colgar realistas de los faroles!
Ah, bien va, bien va, bien va!
Todos los que caigan se colgarán!

FLORA
Pues bien, ingrato, escacha!
Escucha y tiembla ya!
la voz del pueblo es esa
que ciego viene acá!

CORO
(Lejano. Çá irá)
Ah! Bien va! Bien va! Bien va!
A colgar realistas de los faroles!
Ah! Bien va! Bien va! Bien va!
Todos los que caigan se colgarán!

FLORA
Rugientes se aproximan
buscando a esa mujer,
si acaso aquí te encuentran
te prenderán también.

ROUGET
¿Has dicho que la buscan!

FLORA
Por ella vienen, sí!

ROUGET
Infame! Ya comprendo.
Apártate de mí!

(Rechazándola duramente)

De tu voz al satánico acento
cambia en odio mi acento hacia ti.
Ah! ¡Maldigo el infame momento
en que noble tu pecho creí!

FLORA
La verdad a tus ojos presento;
el peligro llegó para ti!
¡No desoigas altivo mi acento,
que a la muerte te entregas así!

(La rechaza haciéndola caer al suelo y se dirige a la habitación de Magdalena. Llama y entra)


ESCENA ULTIMA

Dichos, San Martín, Renard, un Comisario, Gendarmes, Seccionarios, Furias de la guillotina, Descamisados, etc., etc.

Gran masa de gente que va llenando la calle y el pretil. Algunos traen hachas de viento. Otros con armas. Varios chicos, que armados con piedras las hacen sonar a compás del canto. Las vecinas se asoman al corredor.

CORO GENERAL
Ah! Bien va! Bien va! Bien va!
A colgar realistas de los faroles!
Bien va! Bien va!
Dos aristócratas
van a prender,
buen espectáculo
vamos a ver.
Ah! Bien va, etcétera.

(Las turbas, precedidas del Comisario, Renard y San Martín entran en el patio. Abrense las ventanas de las casas asomándose por ellas algunos vecinos. Gran tumulto)

CORO
¡Mueran los aristócratas
y viva la Nación!

COMISARIO
(Llamando a la puerta del cuarto de Magdalena)
Abrid a la República
que represento yo!

(Abrese la puerta saliendo Magdalena y Rouget. Detrás la Marquesa, a quien poco después San Martín obliga a que vuelva a entrar)

COMISARIO
Tú eres la ciudadana
Magdalena Dietrich?

MAGDALENA
Yo soy!

COMISARIO
(A los gendarmes) Prendedla!

CORO
Muera!

RENARD
(Que coge a Magdalena para entregarla a los gendarmes)
Tu dueño soy al fin!

(Señalando a Rouget)

Ese es el girondino!

ROUGET
(Adelantándose)
Es cierto, sí, yo soy! (Le prenden)

FLORA
(A Renard)
¿Qué has hecho, miserable?

RENARD
Me vengo de los dos!

FLORA
A costa de mi vida
sabré salvarle yo!

CORO
Marchemos, hijos de la patria,
glorioso día luce ya...

ROUGET
(Aterrado)
Callad! Yo os lo suplico!
Callad por Dios! Callad!

RENARD
Le hace daño al realista;
ciudadanos, cantad!

CORO
Marchemos, hijos de la patria, etc.

ROUGET
¡Y esas notas de mi alma brotaron
de la patria al sagrado calor!
Ah! Maldita la mano que escribe
esos cantos de muerte y horror!

CORO
Marchemos, hijos de la patria, etc.

(Se llevan a Rouget y Magdalena y las turbas los siguen cantando siempre hasta perderse por el foro)

FLORA
(Que va a seguirles se detiene en la calle)
Morir! Morir con ella!
Qué horror! No! No será!

(Arrodillándose)

Mi vida por la suya!
Perdón! Señor! Piedad!

(Cae desplomada y se oye lejana La Marsellesa)


FIN DEL ACTO SEGUNDO


ACTO TERCERO


CUADRO CUARTO


LA CONSERJERIA

Galería baja en la prisión de la Conserjería. A la izquierda salida a un pasillo, que da al exterior, con verja. A la derecha dos puertas, una con grandes cerrojos, que conduce á los calabozos. Al foro dos grandes arcos, por los cuales se ve el patio. Mesa y taburetes de madera. Un gran farol pendiente de la bóveda a poca altura. Varias rejas sobre la parte de la izquierda.


ESCENA PRIMERA

Un Comisario, Gendarmes y Carceleros, jugando sentados a la mesa. Otro, con arma al brazo, paseando por delante de las prisiones, y en el foro otro. Al levantarse el telón empieza a amanecer.

(Música)

VOZ
Alerta, ciudadano!

OTRO
(Más lejos) Alerta!

OTRO
Alerta está.

COMISARIO
Qué bien cambia de mano
el dinero.

GENDARME 1º
Ya, ya. (Jugando)

GENDARME 2º
Va doblada la puesta.

CARCELERO 1º
Ocho van!

GENDARME 1º
Ya perdí.

CARCELERO 1º
Quince sueldos me cuesta.

GENDARME 1º
Veinte me cuesta a mí!

COMISARIO
Ya despunta la aurora,
ya saldrá pronto el sol.
Ciudadanos, ya es hora
de apagar el farol.

(Un carcelero lo apaga, quedando la escena en una semiclaridad, que va aumentando rápidamente. El Comisario se retira por el foro)

CARCELEROS
Va a llegar el relevo,
la baraja guardad;
de este tarro, que es nuevo,
la Ginebra apurad.

(Llenan dos copas, que pasan de mano en mano)

TODOS
Para el que pasa
la noche en vela
no hay desayuno
como el licor;
templa el gaznate,
limpia y consuela
y presta al cuerpo
vida y calor.
La puerta se abre, atención!

(Se abre la reja de la izquierda y entran San Martín y la Marquesa)


ESCENA II

Dichos, San Martín y la Marquesa.

SAN MARTIN
Salud y fraternidad!

TODOS
El ciudadano Nerón!
y su apreciable mitad.

SAN MARTIN
(Presentando a la Marquesa)
Amigos míos,
tengo el placer
de presentaros
a mi mujer.

TODOS
Valiente moza!

SAN MARTIN
Valiente, sí!
Por lo valiente
me hizo tilín.

MARQUESA
(Y que una tenga
que resistir!...
Todos los nervios
me hacen así!) (Crispando las manos)

CORO
Y desde cuándo
casado estás?

SAN MARTIN
Hace tres días
ó poco más.

CORO
Y en qué parroquia,
di, gran bribón,
te ha echado el cura
la bendición?

SAN MARTIN
Cura a este cura.
Qué atrocidad!
No tuve de ello
necesidad.

CORO
No hay más que oírle,
no hay más que ver;
es demagogo
de buena ley.

SAN MARTIN
Permite la república
que pueda sin faltar,
en uso del libérrimo
derecho conyugal,
unirse un par de prójimos,
y así, sin más ni más,
gozosos irse al tálamo
con toda libertad.
Y por este método,
¡ay, qué retebien!
sin oír la epístola
de San... no sé quién,
y sin más andróminas
que un dame y un ten,
cásanse sin clérigo
en un santiamén.

CORO
Y por ese método
¡ay, qué retebien!
cásanse dos prójimos
en un santiamén!

(Hablado)

CARCELERO 1º
Vaya un brindis por tu boda.

SAN MARTIN
Gracias; por mi boda va. (Bebiendo)

CARCELERO 1º
(A la Marquesa)
Oye tú, bebes ginebra?

SAN MARTIN
Que si bebí! Y aguarrás.

CARCELERO 1º
Pues toma una copa.

MARQUESA
Ay Dios! (La bebe)
Qué tragos hay que pasar!)

CARCELERO 1º
Y qué diablos te ha traído
tan temprano por acá?

SAN MARTIN
Pues... cosas de esta; quería
ya hace tiempo visitar
las prisiones... y la dije,
hoy tengo yo que ir allá,
vente conmigo y las ves.
Al ciudadano Layard,
—me acordé de ti,—le toca
de guardia, y te enseñará
lo que quieras... por supuesto.
si es que no hay dificultad.

CARCELERO 1º
Para los buenos patriotas
siempre estas puertas están
francas, ya lo sabes tú.
La ciudadana será
buena patriota?

SAN MARTIN
Tremenda!
Se va a ver guillotinar
todos los días, y goza
de una manera que ya!
Y ha echado en el club discursos,
conque no os digo más.

CARCELERO 1º
Sí, eh?

SAN MARTIN
Con una elocuencia
que deja a Danton atrás.

GENDARMES y CARCELEROS
Já, já, já!

GENDARME 1°
Que diga algo!

TODOS
Que hable!

CARCELERO 1º
Sí, tienes que hablar.

SAN MARTIN
Habla.

MARQUESA
Pero aquí!...

CARCELERO 1º
No importa;
imagínate que estás
en el club.

TODOS
Venga un discurso!

SAN MARTIN
(Rápidamente y aparte)
(Hablad por Dios!)

MARQUESA
Allá va.

(Tose y se prepara)

Señores!

TODOS
Cómo señores!

CARCELERO 1º
(Acercándose amenazador)
Qué es eso?

SAN MARTIN
(Interponiéndose) Basta! Haya paz.
Lo ha dicho... irónicamente,
en tono de burla.

TODOS
Ah!

SAN MARTIN
Pero ni aun en ese tono
te lo vuelva yo a oír más,
ó te pego una paliza
que te deslomo.

MARQUESA
(Animal!)

(Después de toser)

Ciudadanos!

TODOS
Bravo! Bien!

MARQUESA
Descamisados!

TODOS
Bien va!

MARQUESA
(Iba a decir ¡indecentes!
pero se incomodarán)
La libertad ó la tumba!
¡La muerte ó la libertad!

TODOS
Bien!

MARQUESA
La nación pide sangre!

TODOS
Bravo!

MARQUESA
Es preciso apurar
hasta la última gota
del... pues... y del... de la...
En fin, ciudadanos, pido
la indivisibilidad
de la república.

TODOS
Viva!

MARQUESA
Y el reparto general.

TODOS
Bravo!

MARQUESA
Y el terror... y he dicho.
Salud y fraternidad!

TODOS
Bravo! Muy bien! (Se oye una corneta)

GENDARMES
El relevo!

(Cogen las armas los Gendarmes y salen al patio donde los relevan otros durante el principio de la escena siguiente)

CARCELERO 1º
Ea, yo voy a pasar
revista, mas pronto salgo.
(A San Martín) Si vosotros me esperáis,
entrareis en cuanto cumpla
con esta formalidad.
Hasta luego.

SAN MARTIN
Hasta después.

CARCELERO 1º
(Dando en la espalda a la Marquesa)
Adiós, ciudadana.

(Abre la primera puerta de la derecha y sale por ella)

MARQUESA
(Volviéndose asustada) Ay!


ESCENA III

San Martín y la Marquesa.

MARQUESA
Vamos, estas groserías
ya no las puedo aguantar.

SAN MARTIN
Silencio! Ya es necesario
que hablemos con claridad.

(Recatándose para que no puedan oírles)

MARQUESA
Qué sucede?

SAN MARTIN
Una gran cosa!

MARQUESA
Cómo? ¿Se puede salvar
a Magdalena?

SAN MARTIN
No es eso.
Desgraciadamente ya
sólo intentarlo sería
condenarnos los demás.

MARQUESA
Dios mío!

SAN MARTIN
Por complaceros
y para que la veáis
por última vez, os traje.
No vayáis luego a olvidar
mis instrucciones. Cuidado
con hacer un ademan,
un gesto, por el cual puedan
ni siquiera sospechar
que os conocéis.

MARQUESA
Y si acaso
ella viene...

SAN MARTIN
Descuidad!
Yo le indicaré por señas
cuando no puedan notar
que lo hago... Pero vos nada.

MARQUESA
Bueno.

SAN MARTIN
(Con gran misterio. Sacando un papel)
Y ahora... mirad!

MARQUESA
Y qué es eso?

SAN MARTIN
Un pasaporte.

MARQUESA
Un pasaporte!

SAN MARTIN
Sí tal,
para dos, para nosotros.

MARQUESA
Cómo!

SAN MARTIN
Sí, para escapar
hoy mismo. ¿No comprendéis?

MARQUESA
Dios mío, será verdad?

SAN MARTIN
Y tan verdad! Ya que a ella
no la podamos salvar,
salvémonos a lo menos
nosotros.

MARQUESA
No me engañáis?
Pero vos no estáis contento
en París?

SAN MARTIN
Yo! Qué he de estar?

MARQUESA
Pero... vuestros compromisos...
vuestra popularidad...

SAN MARTIN
Yo soy lo que siempre fui.

MARQUESA
Es posible!

SAN MARTIN
Claro está.
Y estoy deseando verme
en Rusia ó el Indostán,
a mil leguas de París,
para volver a tomar
oficio de mayordomo
y aspecto de sacristán.
Y llamaros excelencia
con toda solemnidad,
y Marquesa por aquí,
y Marquesa por allá,
y lejos de esta gentuza,
que no puedo soportar,
en donde mande un tirano
vivir con más libertad.

MARQUESA
Ay, San Martín! (Cogiéndole una mano)

SAN MARTIN
Ay... Marquesa!

(Llenándose la boca con esta palabra)

MARQUESA
Y podremos escapar?...

SAN MARTIN
Hoy mismo, a las ocho en punto
un carruaje estará
esperándonos; salimos
por la barrera y en paz:
hasta las puertas del Havre
no nos detenemos ya;
nos embarcamos y luego...
que nos pesquen en el mar.

MARQUESA
Gracias! Sois mi salvador!
Dadme un abrazo!

SAN MARTIN
Tomad! (Se abrazan)

MARQUESA
Ay, San Martín!

SAN MARTIN
(Estrechándola más) Ay, Marquesa!

CARCELERO 1º
(Saliendo y viéndolos)
Me parece muy bien!

LOS DOS
Ay!


ESCENA IV

Dichos, El Carcelero 1º.

SAN MARTIN
(Aterrado) (Nos ha oído!)

CARCELERO 1º
Qué demonio!
No hay que avergonzarse. Bah!
Entre marido y mujer
no hay nada más natural.
La luna de miel exige
esos extremos.

SAN MARTIN
(Tranquilizándose) Já, já!
(No nos ha oído!) Esta es
la más zalamera y más...

(Haciéndola una caricia)

CARCELERO 1º
Es natural.—Ciudadana,
hoy no puedes visitar
las prisiones.

SAN MARTIN
Pues qué ocurre?

CARCELERO 1º
Que en este momento van
a cerrar todas las puertas.

MARQUESA
(Asustada) Me voy!

CARCELERO 1º
No te asustes!

SAN MARTIN
Quiá!
¡Asustarse esta de nada?

CARCELERO 1º
Descuida, que tú saldrás.

SAN MARTIN
Pero por qué no permiten?...

CARCELERO 1º
Ha querido el tribunal
adelantar la hora de
las ejecuciones...

SAN MARTIN
Ya!

CARCELERO 1º
Y mientras que se preparan
las carretas y demás,
es costumbre y no se deja
a nadie salir ni entrar.
(A la Marquesa) Conque, lárgate si quien
ver la gran fiesta! ¡Que hoy hay
aristócratas y gente
de superior calidad!

MARQUESA
Sí, sí, no quiero perder...
Vamos.

CARCELERO 1º
(A San Martín) No, tú no te vas!

SAN MARTIN
Pues?

CARCELERO 1º
Porque te necesito
para un servicio especial
¡en nombre de la república!

SAN MARTIN
Entonces no hablemos más.
Soy tuyo.

CARCELERO 1º
Esperadme aquí.
Voy en un momento a dar
Varias órdenes. (Entra por el foro)

MARQUESA
Dios mío!
Qué horrible contrariedad!
San Martín!

SAN MARTIN
Callad por Dios!
Vos salís y me esperáis
en el sitio donde ayer
nos citamos.—Iré allá
en cuanto sea posible.

MARQUESA
Y me marcho sin lograr
haber visto a Magdalena...

SAN MARTIN
Eh! Silencio!

CARCELERO 1º
(Saliendo, a otro) Colocad
guardias dobles en el patio.

(A la Marquesa y San Martín)

Ea, Venid por acá. (Por la derecha)

MARQUESA
(Ay, San Martín!)

SAN MARTIN
(Ay, Marquesa!
Cuando me veré en la mar!) (Vánse)


ESCENA V

Flora y Renard, aparecen por la puerta de la izquierda que abre para darles paso el Carcelero 2º.

CARCELERO 2º
Podéis pasar. (Dando el pase a Flora)

RENARD
Oye, ahora
explícame tu proyecto;
yo me he confiado a ti
y aún ignoro...

FLORA
Ese recelo
prueba, Renard, que me juzgas
por tus propios sentimientos.
Ayer me hiciste traición
y temes que yo, queriendo
vengarme de ti, te engañe.
Vive tranquilo y sin miedo.

RENARD
Lo de ayer...

FLORA
Te lo perdono,
y fue horrible!—No hablar de ello.
es mejor; hoy me haces falta
y te perdono por eso.
Ya ves si hablo con franqueza.
Yo soy así.

RENARD
Gracias; pero
aún no sé qué te propones.

FLORA
Escucha; vas a saberlo.
Anoche, cuando os llevasteis
a Rouget, yo caí al suelo
y estuve allí sin volver
en mí no sé cuánto tiempo.
Al recobrar el sentido
comprendí todo lo horrendo
de la situación; pensé,
y al cabo de unos momentos
de maldecirte... ¡de veras!
de pronto me ocurrió un medio
de arreglarlo todo.

RENARD
Cuál?

FLORA
Calla, ya lo irás sabiendo.
Yo tengo muchos amigos,
gente de mi regimiento,
patriotas que pertenecen
al club de los cordeleros.
Dije: allá voy... y allá fui.
Guardando dentro del pecho
toda mi pena...—Ya estoy
muy acostumbrada a hacerlo,—
hablé con todos y así
alegremente, fingiendo
no tener gran interés,
les indiqué mi deseo
de que me proporcionaran
dos pases...

RENARD
Voy comprendiendo.

FLORA
(Continuando) Para entrar en las prisiones
con otra amiga y con nuestros
novios para divertirnos,
pues, como cosa de juego.
Total, pases para cuatro
personas.

RENARD
(Con ansiedad) Y te los dieron?

FLORA
Sí.—Con este hemos entrado,
y el otro, ve, aquí lo tengo.

(Sacándolo del pecho)

RENARD
Bien; pero qué te propones
que consigamos con ellos?

FLORA
No lo comprendas! Librar
a los dos...

RENARD
Bien, pero eso
no es bastante. Libres ambos
nosotros nos hallaremos
como ayer.

FLORA
Me juzgas tonta
sin duda! No seas necio!
Tú salvas a Magdalena,
que al ver llegar el momento
de morir... huirá contigo,
y allá te las hayas luego.
Yo saco a Rouget diciéndole
que ella está en salvo; lo llevo
fuera de aquí, y lo demás
ya procuraré yo hacerlo.

RENARD
Ah! Gracias!

FLORA
No, ya te he dicho
que no me agradezcas esto.
Lo hago por mí; si redunda
en bien tuyo, buen provecho.

RENARD
Y si al salir la conocen...

FLORA
Para eso traigo yo puesto
este manto. Nada temas.
Audacia y los salvaremos!
Tú me das ese capote
para que salga cubierto
Rouget con él.

RENARD
Pero y yo?

FLORA
Tú! Ningún impedimento
te han de poner a que salgas;
pues por ventura estás preso?

RENARD
Es verdad!—Pero quisiera
que saliésemos primero
Magdalena y yo.

FLORA
Es lo mismo,
no hay inconveniente en ello.
(Dándoselo) Toma el pase. Vete al patio
y dame el capote.

RENARD
Pero...

FLORA
Con precaución, no lo adviertan.
Ahora no miran!—¡Soberbio!

(Cogiendo el capote)

Los presos van a salir;
esa gente espera a verlos;

(Por un grupo de hombres y mujeres que debe haber en el patio desde algunos momentos antes)

las mujeres salen antes.
Cuando la vea me acerco,
la digo que está en tu mano
sacarla de aquí al momento
y que yo salvo a Rouget;
duda, por fin la convenzo,
te llamo, vienes, os vais...
y hágaos felices el cielo!
Yo por mí procuraré
que nunca nos encontremos. (Campana)
Oyes? La campana suena,
ya van a salir los presos;
yo te buscaré en el patio,
anda.

RENARD
Adiós! Yo te agradezco
lo que haces por mí... y dispensa
lo de ayer.

FLORA
No hablemos de eso.

(Renard se va)


ESCENA VI

Flora. Carcelero 1°, que se acerca a la puerta de las prisiones y la abre. Todos los que esperan se acercan impacientes.

FLORA
(De pronto) Oh! Qué idea! Si le habré
dado el pase verdadero!

(Mirándole con atención)

No; me tranquilizo! Es este!
El falso es el más pequeño.

(Música en la orquesta)

(Al tocar la campana, sale por la derecha el Carcelero 1º y abre la puerta de las prisiones.—Salen por ella una señora anciana, dos jóvenes como de la clase media y dos mujeres del pueblo. Los que las esperan en el patio se confunden con ellas abrazándolas. Procúrese preparar con algún cuidado el cuadro que forman)


ESCENA VII

Dichos y Magdalena.

MAGDALENA
Sólo a mí en tal aflicción
nadie a consolarme llega.

FLORA
(Echándose a sus pies)
Perdón!

MAGDALENA
Vos aquí!

FLORA
Perdón!
Loca estuve, loca y ciega;
tened de mí compasión.
Sea vuestro pecho blando
a mi voz!

MAGDALENA
Qué significa!...
Vos a mis pies implorando
piedad!

FLORA
Sólo esto os indica
todo lo que estoy pasando.

MAGDALENA
Explicaos, levantad.

FLORA
A vuestras plantas, señora.
su arrepentimiento llora
una mujer que piedad
por primera vez implora.
Mas veo en vuestra mirada
todo el fuego del encono,
y estaré aquí arrodillada
hasta verme perdonada
por vos.

MAGDALENA
Alzad; yo os perdono.

FLORA
(Levantándose)
De veras? Esa sencilla
expresión cambia mi suerte;
y es sincera, bien se advierte.

MAGDALENA
¿Quién no perdona a la orilla
del camino de la muerte!

FLORA
Muerte! No hay tal. Yo he venido
a salvaros a los dos.

MAGDALENA
Cómo!

FLORA
Sí; a Rouget y a vos.
Dudáis?—Oh! Dad al olvido
mi infamia de ayer, por Dios!
Creed lo que os digo, sí;
temiendo que él se negase
a aceptar nada de mí,
os busqué a vos. Tengo un pase
para que salgáis de aquí.
Y yo os diré la manera
de que hoy, sin más esperar,
atraveséis la barrera
y de que podáis pasar
fácilmente la frontera.
Lo tenía desde ayer
dispuesto yo para ver
de huir ambos.—Lo confieso
con franqueza.—Y todo eso
es lo que os vengo a ofrecer.

MAGDALENA
Vos! Tan completa mudanza!...
Si me parece mentira.

FLORA
No dudéis, el tiempo avanza.

MAGDALENA
(¿Con cuánto placer se mira
la más remota esperanza!)
Sí, sí lo quiero creer,
mas no acierto a comprender
tan extraña variación...

FLORA
Son cosas del corazón;
al cabo yo soy mujer.
Pudo el aborrecimiento
en mi corazón celoso
sembrar un mal pensamiento,
pero al fin... es generoso!
Miradme bien, yo no miento!
Salvaros quiero a los dos
siendo a mi promesa fiel,
y esto, bien lo sabe Dios,
no lo hago sólo por él;
lo hago por él y por vos.

MAGDALENA
Gracias.

FLORA
No, por vida mía.
yo tal vez no os salvaría;
mas si a hacerlo me he lanzado
es porque sé demasiado
que sin vos él moriría.
Y luego....me ha decidido
el haberme convencido,
(¡hasta el pensarlo me hiere!)
de que... de que él no me quiere,
de que nunca me ha querido.

(Conteniendo el llanto)

No comprendió su razón
la inextinguible pasión
que para él atesoro!...—
No tengáis celos! Le adoro
con todo mi corazón. (Rompe a llorar)

(Música)

MAGDALENA
Veo en el llanto
que a pesar vuestro
no contenéis,
prueba bien clara
del sacrificio
que me ofrecéis.
En lo que vale
yo os lo agradezco,
lo juro así;
mas aceptarlo
siendo tan grande
indigno fuera
de él y de mí.

FLORA
Oh! Qué habéis dicho?
Capaz seréis!!..
Por él siquiera
lo aceptareis.
Solo en la suya
cifro mi suerte,
mío es su bien;
suya es mi alma,
si él es dichoso
lo soy también.
Yo por él vivo!
Comprended esto...
vos que le amáis:
ved que sois dueño
de su existencia,
ved que le matan
si no aceptáis.
Y no miréis mis lágrimas,
que se han secado ya;
estas serán las últimas
que verteré quizá!

MAGDALENA
(Hoy que la muerte próxima
nos amenaza ya,
—¿cómo rechazo, ay mísera,
la vida que nos da?)

FLORA
Cuando felices algún día
ambos gocéis de vuestro amor,
cuando risueña la alegría
borre las huellas del dolor,
pensad en mí!
Y recordad siquiera
que vuestra dicha entera
¡soy yo quien os la di!
Si acaso él duda
¿qué le diréis?

MAGDALENA
Que yo lo acepto.
¿Qué más queréis?

FLORA
(Con ardor)
Salvad a Rouget!
Salvadle por Dios!
Feliz yo veré
el bien de los dos)
Tranquilos en mí
la suerte fiad!
¡Sacadle de aquí!
Su vida salvad!

MAGDALENA
Salvad a Rouget!
Salvarnos los dos!
En esto se ve
la mano de Dios!
Bien clara ya vi
tu inmensa bondad!
Será para ti
mi eterna amistad! (Se abrazan)


ESCENA VIII

Dichos, Rouget y Varios Prisioneros.

(Hablado)

FLORA
(A Magdalena)
Él Sale ya! (Se retira algo)

ROUGET
Magdalena!

MAGDALENA
Rouget!

ROUGET
Mi bien, mi alegría,
no te acongoje la pena,
alza la frente serena
y a la muerte desafía.
Siempre al cielo le pedí
morir contigo y por ti:
mi ventura está colmada

FLORA
(Sólo ella atrae su mirada!
Ni aun ha reparado en mí!)

MAGDALENA
Morir! Dime, y si la suerte
por una casualidad
llegar pudiera a ofrecerte,
librándote de la muerte,
la perdida libertad?

ROUGET
Qué dices? Tú desvarías!

MAGDALENA
Si alguien de quien no podías
esperar que te la diera
hoy la vida te ofreciera,
responde, la aceptarías?

ROUGET
La vida contigo? Sí!
Pues qué ventura mayor,
si yo vivo para ti?

MAGDALENA
No hablemos de nuestro amor;
calla, que Flora está aquí.

ROUGET
 Flora! (Flora se echa a sus pies)

FLORA
Sí!

MAGDALENA
Su falta olvida,
que hoy tu gratitud merece;
a tus pies arrepentida
cariñosa nos ofrece
la libertad y la vida.
Yo en ella poco hace hallé
un manantial ignorado
de amor y ternura y fe:
perdónala tú, Rouget,
como yo la he perdonado.

FLORA
Duélete de mi aflicción
y ve mi arrepentimiento!

ROUGET
Pobre mujer! (Levantándola)

FLORA
(Compasión!
El único sentimiento
que debí a su corazón!)

ROUGET
Pero es verdad?...

FLORA
Es verdad!
¡Quiera el cielo que por mí
en tranquila libertad
gocéis la felicidad
que yo nunca conseguí.

ROUGET
Flora!

FLORA
No, no hay amargura
en nada de cuanto digo;
yo anhelo vuestra ventura...
a Dios pongo por testigo,
mi corazón os lo jura.
Mas no hay tiempo que perder.
Con este pase salís

(Dando a Rouget el pase y el pliego)

y aquí escrito podéis ver
todo cuanto habéis de hacer
para escapar de París.
Poneos mi manto vos
y que temor no se note
en ninguno de los dos.
Y tú, ponte este capote...

(A Rouget, dándole al mismo tiempo un gorro frigio)

Y salid pronto, por Dios.

ROUGET
Y tú!

FLORA
Para mí hay salida
siempre franca.

MAGDALENA
Reparad...
que si notan nuestra huida...

ROUGET
Pueden sospechar...

FLORA
Descuida,
no hallaré dificultad.
Aquí no me quedaré! (Con amargura)

(Ap. a Magdalena)

(Yo a verle no volveré;
hacedle dichoso vos!)

MAGDALENA
Gracias, Flora! (Abrazándola)

FLORA
Adiós, Rouget.

ROUGET
Adiós, Flora!

FLORA
Adiós! Adiós!

(Después de abrazarse conteniendo el llanto los tres, salen por la izquierda Magdalena y Rouget)


ESCENA IX

Flora, luego Gendarmes, Carcelero 1º y después Renard.

FLORA
(Mirando a la puerta por donde salió Rouget)
Con él van mis alegrías!
El era ser de mi ser,
regocijo de mis días!
¡Salid ya, lágrimas mías!
Ya os puedo a solas verter!

(Renard, que sale por el foro y se dirige a Flora detiénese al oír la voz del Carcelero)

CARCELERO 1º
Magdalena Dietrich! (Llamando)

FLORA
(Ah!
Si no han logrado salir
nos hemos perdido ya!)

CARCELERO 1º
(A los Gendarmes) Buscadla; ved donde está
y hacedla al punto venir.

FLORA
(De pronto) ¿Buscábais a Magdalena
Dietrich?

CARCELERO 1º
La misma.

FLORA
Yo soy!

CARCELERO 1º
Prendedla! (La cogen dos Gendarmes)

RENARD
(Soñando estoy!
Ella! De espanto me llena
lo que sospechando voy!—
Salgamos!)

(Se dirige hacia la puerta de la izquierda, que acaba de cerrar el Carcelero 1°)

CARCELERO 1º
(Deteniéndole) ¿A dónde vas,
ciudadano?—No se sale.

RENARD
Tengo permiso, ve.

(Enseñando el pase, que coge el Carcelero)

CARCELERO 1º
Atrás!
Nadie pasa!—Y además
que este permiso no vale.
Es falso!

RENARD
Dios mío!

CARCELERO 1º
A ver,
prended a este hombre.

RENARD
A mí!

(Se acercan a él los Gendarmes)

Me ha engañado esa mujer!
Y ha hecho que escapen de aquí
dos presos!

CARCELERO 1º
No puede ser.

RENARD
Sí! Y os juro que no es tal
Magdalena Dietrich!—Flora
se llama!

CARCELERO 1º
Bien, es igual,
ya lo explicarás ahora
delante del tribunal.

RENARD
Pero y los que han escapado?

CARCELERO 1º
Descuida, no habrán salido:
está todo bien guardado!

FLORA
(Santo Dios!)

RENARD
Tú me has perdido
pero no los has salvado!

(Dos Gendarmes cogen a Rouget y otros dos a Flora y salen por el foro)

(MUTACION)


CUADRO QUINTO


¡A LA GUILLOTINA!

Malecón del Sena, desde el cual se ve la conserjería.—Varias mujeres, hombres y chicos atraviesan la plaza pregonando los periódicos. La Marquesa en primer término derecha.


ESCENA PRIMERA

La Marquesa, Coro de Mujeres del pueblo.

(Música)

VENDEDOR 1º
El amigo del pueblo! Con los nombres de
los guillotinadores en el día de ayer!

VENDEDOR 2º
El Centinela!

VENDEDOR 1º.
El Viejo Franciscano!

VENDEDOR 1º.
El Monitor, con las últimas noticias de la
guerra!

VENDEDOR 2º
El Patriota de ahora, El Patriota!

(La Marquesa compra un número del Viejo Franciscano a un chicuelo)

CORO DE MUJERES
(Rodeándola)
Sepamos las noticias:
leed, leed, leed!
¿Qué dice el ciudadano
Camilo Desmoulins? (Léase Demulen)

MARQUESA
Dejadme que lo lea;
después os lo diré!
(Caramba con la gente
y qué curiosa es!) (Lee para sí)

CORO
Sepamos lo que dice
Camilo Desmoulins.

MARQUESA
(Parece increíble!
Qué barbaridad!)

CORO
¿Qué pasa? Qué es ello?
Qué ocurre? Qué hay?

MARQUESA
Sabed, ciudadanas,
la gran novedad
que en este periódico
acabo de hallar.

CORO
Qué pasa? Qué es ello?
Qué ocurre? Qué hay?

MARQUESA
El Gobierno que nos manda
y que a nuestro bien atiende,
para hacernos más felices
cambia el nombre de los meses.
Así ya Noviembre
se llama Brumario
y en vez de Diciembre
diremos Frimario;
Enero Nivoso
y Abril Germinal;
Febrero Pluvioso
y Junio Pradía!
¡Cáspita, cáspita qué órdenes
tan estrambóticas
las que nos dan!
Mándalo así la República,
pues chito y cúmplase
su voluntad!

CORO
Cáspita, etcétera.

MARQUESA
Ya no hay lunes, ya no hay martes,
ya no hay miércoles ni jueves;
se abolieron los domingos
y los sábados y viernes.
Según he leído,
sabed, ciudadanas,
que está prohibido
contar por semanas.
La cosa varía
del principio al fin:
los nombres del día
serán en latín,
Cuéntase el tiempo por décadas
y así consíguese
más claridad:
cuártidi, quíntidi, séxtidi,
séptidi, óctidi
se llamarán.

CORO
Basta de sábados!
Mueran los miércoles!
Vivan las décadas
que duran más!
Cuártidi, quíntidi,
séxtidi, séptidi,
óctidi, nónidi
dígase ya!

(Hablado)

MARQUESA
Cuánto tarda San Martín! (Cañonazo)

VOZ
Las carretas!

TODOS
Las carretas!

(Corren hacia la izquierda, y pasan grupos de gente corriendo en la misma dirección)

MARQUESA
Qué horror! Y desde este sitio
no hay más remedio que verlas!
Ay! Yo no tengo valor...
Quién sabe si Magdalena
habrá sido condenada...


ESCENA II

Dicha, Magdalena y Rouget, que vienen apresuradamente por la izquierda; luego San Martín.

ROUGET
Animo! No desfallezcas.

MARQUESA
Magdalena!

ROUGET
Callad!—Vamos,
que nos persiguen de cerca.

SAN MARTIN
Alto!

(Se paran aterrados la Marquesa, Magdalena y Rouget)

MAGDALENA
Dios mío!

SAN MARTIN
Soy yo.

MARQUESA
San Martín!

SAN MARTIN
Y qué carrera
me habéis hecho dar, ¡canario!

ROUGET
No vuelvo de mi sorpresa!
Erais vos!

SAN MARTIN
El mismo; yo,
el que guardaba la puerta,
y en nombre de la República
os dejé tomar soleta.
Ni más ni menos.—Y andando,
que la gentuza se acerca.
Oís? (Se oye lejana La Marsellesa)

ROUGET
Dios mío! Esas notas
hasta mis oídos llegan
como el eco pavoroso
de una maldición eterna.
¡Perdón, patria mía!—Vamos.

SAN MARTIN
(A la Marquesa)
Cuando seguro me vea,
voy a cantar un Te Deum
que va a retemblar la iglesia!

(Vánse rápidamente por la derecha. A muy poco aparece por la izquierda la multitud, que canta La Marsellesa. Dos Gendarmes a caballo preceden á la carreta en que van Flora y Renard.—Dos filas de descamisados con armas, marchan a los lados.—Chiquillos, viejas, pueblo, etc.—

FLORA
(Después de mirar hacia el sitio por donde ha marchado Rouget)
Gracias, Dios mío!
Libre está ya!
Muero por él!
Cuánta felicidad!

CORO GENERAL
Marchemos, hijos de la patria,
glorioso día luce ya, etc.

(La carreta vuelve a ponerse en marcha cuando baja el telón)



FIN DE LA OBRA


Información obtenida en:
https://archive.org/details/lamarsellesazarz474caba

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