La Mari-Blanca (Libreto)



LA MARI-BLANCA



Zarzuela cómica en dos actos, el segundo dividido en tres cuadros, en prosa, original.

Texto de Ricardo González del Toro y Ricardo Hernández Bermúdez.

Música de Federico Moreno Torroba.

Estrenada en el Teatro de la Zarzuela el jueves 4 de marzo de 1926.


REPARTO (Estreno)

Mari-Blanca - María Badía.

Casilda - Jacinta Vega.

Moza 1ª - Srta. Gutiérrez.

Moza 2ª - Srta. Caballero.

Emilio - Marcos Redondo.

Tío Donato - Eduardo Marcén.

Margarito - Antonio Palacios.

Cosme - Vicente Guillot.

Froilán - Pedro Bárcenas.

Mozo 1º - N.N.

Aldeanas y aldeanos.

La acción en la Maragatería. — Epoca actual (la del estreno).


ACTO PRIMERO

Plazoleta a la entrada de una aldea maragata. En el centro de la escena hay una rústica fuente, con pilón de piedra, que sirve para abrevadero a las bestias, y, tras el pilón, una columna cuadrada, de la cual, en la cara que mira al público, brota un chorro de agua. Sobre la columna, una cruz de hierro, A la izquierda del espectador, y en tercer término, dando frente al público, una casuca, sobre cuya puerta cae la clásica balaustrada de madera que sirve de balcón a la solana o carasol. La puerta, cubierta por un tejadillo, se ve al fondo de la solana, Junto a esta casa, y bajando hasta segundo término, lateral izquierda, otra de mayores dimensiones, con una balaustrada que coincide con la anteriormente descrita. Bajo esta balaustrada, ancho portalón, de uno de cuyos quicios sobresale un palo, del que cuelga un paño blanco, a guisa de bandera o enseña de taberna. Puertas, corredor y carasol de estas casas, son practicables. En el foro, a la derecha, la pared combada del ábside de una iglesuca, cuya espadaña se ve en la altura.  En primer término, lateral derecha, otra casita. La segunda y tercera caja, libres. Amanece.

(Al levantarse el telón, aparece la escena casi a oscuras, con esa tenue claridad que precede al amanecer. Luego, cuando la acción lo indica, va clareando, hasta que se hace día claro)

(Música)

CORO DE MARAGATOS
(Muy lejano)
Recostada en la llanura
se ve mi aldea,
como una paloma zura
que al sol se orea.
Ya el alba asoma,
pronto estaré en el nido
de mi paloma.

(Pausa. Suena la esquilita de la iglesia, llamando a misa. Cruzan la escena dos o tres viejas. Luego, por la lateral segunda, derecha, entran en escena el Señor Rosendo, viejo y rico maragato, que viste lujoso traje al uso del país y viene seguido de Mozas y Mozos, que traen unos farolillos, con los que alumbran el rastro de paja que hay desde el segundo término, derecha del espectador, hasta la casuca que está frente al público en tercer término, foro izquierda. Tras ellos, Margarito, mozo portugués, vestido con estrecho pantalón largo y acampanado sobre la bota, faja de seda, camisa de bullones, chaquetilla corta, de puntas redondas, y sombrero ancho)

LOS QUE LLEGAN
Desde la casa del novio
basta el portal de la novia,
el rubio rastro de paja
es caminito de gloria.
Resalta en el suelo oscuro
como una franja de sol,
y cuando no está deshecho,
ya es compromiso de amor.

ROSENDO
(Señalando el cabecero de hierbas y rastrojos, que casi cubre la puerta de la casuca)
¡Intacto está!
De que hoy habrá boda
nadie dudará.

MOZOS y MOZAS
Mirad, mirad;
intacto a la puerta
está el cabezal.

TODOS
Desde la casa del novio
etc., etc., etc.

MARGARITO
¡Ay! Cuándo será el día
que vea el rastro de pallas
entre su casa y la mía.

TODOS
El alba va despuntando.
Despierta, mi amor, despierta,
que el sol besando
ya está, tu puerta.

Tal vez lo que estás soñando
realizará.

(Hablado)

ROSENDO
(Señalando la senda de paja y brezos) Ya lo estáis viendo, mocines. Boda tenemos.

MOZA 1ª
Hay que avisar al tamborilero, para que toque el Mambrú anunciando la ceremonia.

MOZA 2ª
Y sacar del arca castañuelas y panderos, para bailar el ramo.

MOZO 1º
Y decirle a los mozos que han venío a las fiestas sacramentales que carguen bien escopetas y trabucos, para dispararlos al ir a la iglesia.

MOZA 1ª
¡Viva la novia!

TODOS
¡Viva!

ROSENDO
(Con entusiasmo) ¡Y vaya si es viva la Mari-Blanca! Como una centella. Y alegre como un pajarillo en primavera. ¡Buena zagala se lleva mi hijo! La flor del páramo la llaman, y está bien llamao; porque es la única flor con aroma, colores y lozanía que ha nacido en esta parda y seca tierra maragata.

MARGARITO
Pero, ¿de verdad que basta con que haya amanecido intacta esa senda de pallas para dar por seguro o casamento?

ROSENDO
Ya se ve que no eres del país, mancebo. Si la novia hubiera querido romper el compromiso, en vez de terminar ese rastro en su puerta, lo hubiera derivao durante la madrugada hacia el regajal más cercano a su casa.

MARGARITO
¿E cómo no ha vinido o novio con nosotros?

ROSENDO
Porque mi hijo, como todos los hombres de la aldea, se marchó el año pasao, cuando terminaron las fiestas, y llegará hoy para cumplir su compromiso.

MARGARITO
¿E si no chegase?

ROSENDO
Me caso yo en representación suya. El año pasao nos comprometimos con la Mari-Blanca, y hoy habrá boda, porque cuando el señor Rosendo, el Rico, que soy yo, dice una cosa, es como si estuviese escrita en mi testamento. Ni después de muerto la dejarían de cumplir los herederos. Los maragatos somos así de serios.

MARGARITO
En Portugal somos más románticos. Nos casamos después de darle multas serenatas a las novias.

ROSENDO
Aquí no queremos ruidos.

MARGARITO
E de talar muitas noites a o peu de la reixa.

ROSENDO
Aquí, los novios, ni siquiera se escriben durante la ausencia.

MARGARITO
E de suspirar juntitos a luz da luna.

ROSENDO
A la luz de la luna no suspiran aquí más que los gatos. (A los Mozos) Conque dirvos a publicar por la aldea que el rastro de paja ha amaneció intacto, y que en cuanto llegue el novio se celebrará la ceremonia.

MOZO 1º
¿Y aluego correremos el bollo?

ROSENDO
Naturalmente. Y que le he puesto al pelele en la cabeza, treinta monedas de plata.

MOZO 1º
¡Viva el señor Rosendo el Rico!

TODOS
¡Viva! (Se marchan por el foro)

ROSENDO
Por muchos años, mocines, por muchos años.

MARGARITO
Y a mí, ¿me dejará vosé asistir a la boda?

ROSENDO
¿Por qué no?

MARGARITO
Es que como eu so forastero...

ROSENDO
¿Y qué?

MARGARITO
Y como todos creen que yo he venido a la feria por vender zagalejos nada más...

ROSENDO
¡Ah! Pero, ¿has venido a otra cosa?

MARGARITO
Sí, señor Rosendo. Yo he venío de Portugal a traer zagalejos y a levarme de aquí a una
zagala.

ROSENDO
(Incomodado) ¿Eh?

MARGARITO
(Precipitadamente) ¡Casándome con ela, naturalmente!

ROSENDO
Pero, ¿en dos días que llevas en la aldea, ya has encontrado novia?

MARGARITO
(Embelesado) Como un caravel.

ROSENDO
¿Y te has enamorao?

MARGARITO
Como un carabao.

ROSENDO
¿Y ella te corresponde?

MARGARITO
Como un yirasol. Desde que el año pasao estuvo en mi país y hablé con ela y la vi de sonreír; y la dije dos requiebros y la vi de ruborizarse, estoy que ni me apetece a panela, ni me distrae la brincadeira, ni tengo gusto ni para mudarme de camisa. ¡Yo, que antes me la cambiaba una vez al mes, por lo menos!

ROSENDO
¡Qué exagerao!

MARGARITO
¿No le parece a vosé que esto es amor?

ROSENDO
Te diré. Lo de la camisa, paréceme suciedad.

MARGARITO
No, señor Rosendo ¡Ye amor!... ¡Amor! Anoite, cuando me retiré a la posada y me acosté, empecé a dar unos suspirinos tan hondos, que se levantó mi madre asustada.

ROSENDO
¿Creyó que te morías?

MARGARITO
Creyó que se nos había metido o buey en el dormitorio,

ROSENDO
¡Probín!

MARGARITO
Y aquí me tiene vosé en cuanto amanece el día, para hablar con ella escondió detrás de ese pilón mientras llena su cantarillo, porque a fera de su padre ha jurao que si nos ve juntos, rae rompe el cántaro en la cabeza.

ROSENDO
¿Y por qué no le dices a tu madre que venga a hablar en persona' con ese verdugo?

MARGARITO
Porque a coñeso, e sé que mi madre no va a venir en persona, sino en leoparda. ¡Y si el padre de mi novia la hace un desaire, lo araña! ¡Vosé nao sabe o qué es mi madre! ¡Con decirle que al mes de nacer yo se separó de mi padre porque oyó decir que la había hecho un feo!

ROSENDO
¡Y puede que tuviese razón tu madre!

MARGARITO
(Emocionado, mirando hacia la portada de la casa lateral izquierda) ¡Ah! ¡Vela! ¡Vela vosé! Ahí llega.

ROSENDO
(Volviéndose) ¿Quién?

MARGARITO
¡Mi novia!... ¡Qué garrida es!

ROSENDO
¡Ah! ¿Pero esa es tu novia?

MARGARITO
(Embobado sin dejar de mirarla) Sí, señor.

ROSENDO
¿La Casilda?

MARGARITO
(Idem) Sí, siñor.

ROSENDO
¿La hija del señor Donato?

MARGARITO
Si, siñor.

ROSENDO
Pues no te apures. Ese no te da en la cabeza con el cántaro por no gastarse dos reales en otro, si se rompe.

(Por la puerta lateral, segundo izquierda, sale Casilda, garrida moza vestida a lo maragato. Trae un cántaro bajo el brazo)

CASILDA
(Adelantando ruborosa) Buenos nos los dea Dios.

ROSENDO
Felices, mocina.

MARGARITO
(Suspirando hondamente) ¡Uh! ¡Uh!

ROSENDO
(A Margarito) ¿Ya estás haciendo el buey?

MARGARITO
Es que me ahogo de emoción cuando la veo.

CASILDA
(A Rosendo muy ruborosa) Encargome la Mari-Blanca que dijese a usted que está en la iglesia con las mozas del caldo, que la acompañaron a confesarse y a tomar la comunión.

ROSENDO
¡Ah! ¿Pero salió de casa?

CASILDA
De madrugada. Como el balaustre de su carasol, es juntero al mío, marchóse por la mi casa pa no desapartar de su puerta el cabecero del rastro.

ROSENDO
Dila, cuando vuelva, que lo tenga todo dispuesto pa casarse.

CASILDA
(Mirando a hurtadillas a Margarito que la contempla embobado) Dirélo.

ROSENDO
Que mi hijo está al llegar y en seguida irá a la iglesia para cumplir con los mandamientos.

CASILDA
(Como antes) Dirélo.

ROSENDO
Y dila que... (Fijándose en los des) Pero, ¿te enteras de lo que te digo?

CASILDA
(Azorada) Dirélo, dirélo...

ROSENDO
(Remedándola) Dirélo, dirélo... Vaya. Vos dejo, porque me paez que los que tenéis que decirvos sois vosotros.

MARGARITO
(Candorosamente) Sí, siñor.

ROSENDO
¡Adiós! (A Casilda) ¡Y ten cuidao con tu padre!

CASILDA
¡Tendrélo, tendrélo!

ROSENDO
(A Margarito) ¡Y tú... cuidao con el cántaro (Se va por el foro)

MARGARITO
Sí, siñor... sí, siñor.

(Pausa. Se miran, sonríen, luego bajan la vista ruborosos. De pronto, Margarito extiende los brazos como si fuese a abrazar a Casilda, que retrocede mirando asustada a su alrededor)

CASILDA
¡Cuida que ya es de día claro y pueden vernos!

MARGARITO
(Con mucha sencillez) Si iba a cogerte el cántaro ná más.

CASILDA
(Casi con disgusto) ¿Nada más que el cántaro?

MARGARITO
Nada más. ¿Tienes miedo de que te abrace?

CASILDA
De que me abraces, no. Temo que salga mi padre y te abra la cabeza de un garrotazo.

MARGARITO
Lo sentiría por el sombrero, que lo merqué hace cinco días para venir a verte.

CASILDA
¿Y pa qué has venío, Margarito, pa qué has venío? ¿No sabes que cuando mi padre se enteró de nuestros amoríos, fue a Portugal y me sacó de casa del hermano de mi madrastra, y me dio dos patas que estuve cuatro días sin poder pasar la frontera? ¿No sabes que le han dicho que eres un enamoradizo, que en cada aldea que vas a vender zagalejos te pones de novio con la primera que se te acerca?

MARGARITO
Eso no es verdad. Lo que sucede es que por exigencias de mi comercio, tengo que ser amable con las mozas y todas se me ponen tiernas en cuanto las ofrezco un zagalejo. Pero yo te he jurao casarme contigo y me caso. Y si tu padre es bruto, mi madre es terca, y si yo le pido a mi madre que convenza a tu padre, o tu padre se convence o lo mata mi madre de un berrinche; y después me caso contigo, aunque se oponga tu familia y el pueblo y hasta el señor cura del pueblo.

CASILDA
Eso no. Hay que contar con el señor cura para que nos eche las bendiciones.

MARGARITO
Es que si se niega el señor cura nos las echa mi madre. ¡Yo no vuelvo este año a Portugal sin mi maragata!

CASILDA
¿De veras, Margarito?

MARGARITO
Lo he jurao, Casildina.

(Música)

MARGARITO
Yo te quiero llevar, mi maragata,
yo te quiero llevar a Portugal,
y tenerte mejor que una zafata
aunque ya no haya rey ni casa real.
Ya verás lo bonito que es Figueira,
y qué alegre es Espinho y Santarén,
y si vas a Lisboa, de brincadeira
pasaremos las noches en Belén.

CASILDA
Ay, mi Marga, Margarito,
yo me quiero unir a ti.

MARGARITO
Ay, mi mara, maragata,
ven conmigo a mi país.

LOS DOS
Para estar siempre juntitos
como en tiempo más feliz,
cuando el fado melodioso
entonábamos así.

(FADO)

MARGARITO
Lo que facemos los novios
la luna al sol se lo cuenta,
y como es mujer la luna
muy larga tiene la lengua.
Por eso cuando amanece,
el sol parece un rubí,
pues se le ha subido el pavo
con lo que acaba de oír.

CASILDA
Jesús.
Cuando lo pienso
me da cierta cortedad.

MARGARITO
La luz es un estorbo
para amar con ceguedad.

LOS DOS
Mejor
es que esperemos
a que no haya claridad.
¡Ay! ¡Ay!
Porque el amor, cuando es verdad,
escuchadme novios que os amáis,
necesita mucha oscuridad.
E inda mais.

CASILDA
Jamás te fíes de novios
que te hablen con mucho seso,
porque dan cada pellizco
que te levantan en peso.
Pues en cambio del tronera
ya te podrás confiar,
porque puede dar un beso
pero no hace un cardenal.
Jesús.
Cuando lo pienso,
etc., etc.

(Baile y cesa la música)

(Aparece en la casa lateral, segundo izquierda, Tío Donato, hombre viejo, cómicamente mal encarado y que viste también al uso del país)

(Hablado)

DONATO
(Desde arriba y con voz fuerte) ¿Con que se fadea, eh, se fadea?

CASILDA
(Aterrada) ¡Mi padre!

MARGARITO
(Aturdido) ¡Esconde el cántaro!

DONATO
Esperad que ahora bajo a llevaros el contrapunto con una tranca. (Desaparece)

CASILDA
Vete, Margarito; qué te estropea el sombrero.

MARGARITO
¡Me voy, sí; me voy! Pero volveré para hablarle... cuando se tranquilice... sí; porque un hombre que antes de hablar empieza a puntapiés, hay que hablarle, con asiento.

(Se va por la primera derecha)

CASILDA
(Acercándose a la fuente y juntando las manos en actitud suplicante) ¡Ay, Santa María la Blanca! Que baje mi padre en alpargatas... porque si se ha puesto ya los zapatos no voy a poder bailar esta tarde en la boda.

(Donato sale furioso, con una tranca en la mano y seguido de Cosme y Froilán, que intentan contenerlo)

DONATO
¡Soltadme! Sus digo que me soltéis.

CASILDA
(Le mira a los pies y atemorizada se sienta en el borde del pilón) ¡Ay, madre; que trae los zapatos nuevos!

DONATO
¿Dónde está ese zascandil?

FROILAN
¡Vamos, cálmese usted, señor Donato!

COSME
(Quitándole el palo) No hay que tomar así estas cosas.

DONATO
¿Qué no? A ese lusitano le doy cuatro pata? y luego le arranco la lengua, para que no vuelva a hablar con la mi mocina.

FROILAN
Y tendrán que casarse más pronto.

DONATO
¿Por qué?

FROILAN
Porque si le deja usted sin lengua, se hablarán con las manos; y cuando los novios empiezan a hablarse con las manos, hay que casarlos en seguida.

DONATO
¡Maldita sea! (Dirigiéndose amenazador a Casilda) ¿Y tú, qué dices? ¿Aún no estás escarmentá? ¡Maldita sea! (Levanta la pierna como para darla un puntapié) ¿Ya no te acuerdas de Portugal? ¿Es que te ha enloquecido ese mameluco? ¿Pero no sabes que no quiero que hables con él, porque no tiene ni donde caerse muerto?

CASILDA
Pero es honrao, padre, es honrao.

DONATO
¿Honrao? Según. Porque eso de dejar una. novia en cada aldea...

CASILDA
No es verdad.

DONATO
¿Que no es verdad? Y me han dicho que tuvo relaciones con una zagala de Valdecruces y al año la abandonó, dejándole como recuerdo un zagalejo.

CASILDA
Pues aunque así sea, le quiero y le quiero.

DONATO
¿Qué le quie...? (A Cosme) Dame el palo, Cosme, dame el palo.

CASILDA
Sí, dele usted el palo... (Llora) y que me mate de una vez.

COSME
Sí, palo se lo voy a dar... pero va a ser en la cabeza.

DONATO
(Volviéndose furioso) ¿A mí?.., ¡Tú!... Sujétame, Froilán, que lo coceo.

COSME
(Amenazándole con el garrote) Cuidao, que yo no soy tu hija, y si levantas la pata, te la quiebro.

FROILAN
(A Donato) Vamos, tranquilícese usted y considere que hoy es día de fiesta y no está bien que la disguste.

DONATO
¿Y por qué habla con ese mozo, sabiendo que yo no le quiero?

CASILDA
¡Pero si a usted le disgusta que hable con cualquiera! Si a mi madrastra la ha tenío usted siempre tan encerrá que no la deja ni asomarse al carasol.

DONATO
¡No me hables de tu madrastra, que pierdo la paciencia! Marcharse a Portugal con su hermano en vísperas de las fiestas, que es cuando más trajín hay en la taberna... Y este año, que con la boda del hijo de Rosendo el Rico, tendremos que hacer sobrao.

CASILDA
¿Y pa qué quería usted que se quedara? ¿Pa darla un disgusto diario por si miró o no miró a un parroquiano?

DONATO
(Volviendo a levantar la pierna) ¡Maldita sea!

COSME
¡No! No la amagues, que la mocina habla como un prior. No se debe tratar a la familia como tú la tratas.

FROILAN
Es que cuando el marido es viejo y la mujer joven y guapa...

DONATO
(Revolviéndose como una fiera) ¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso?

COSME
Ná, hombre, ná... que no se casa uno y en paz.

FROILAN
O por lo menos se dulcifica un poco el carácter de uno.

DONATO
¿De modo que yo tengo mal carácter? (Como, antes) ¡Maldita sea!

FROILAN
(Agarrando una estaca) ¡Cuidao, que te arreo!

DONATO
(Furioso) ¿Tú también?

CASILDA
(Conteniéndole) ¡Padre!

DONATO
(Reprimiéndose y fingiendo tranquilidad) Sí, hombre, sí; arrea, que te lo consiento... Y por daros gusto, cambiaré de genial y mandaré venir a mi mujer y la diré que se ponga lo más lucio de sus galas, y cuando alguno la mire y ella le sonría, le daré las gracias.

COSME
No tanto, hombre.

DONATO
Sí, hombre. Y ahora mismo por complacer a esta falaguera. (Por Casilda) me voy a buscar a ese portuguesino y le diré que me perdone. ¿Dónde vive ese pimpollo? ¿En la posada? Pues a la posada me voy... a suplicarle que venga... a pedirle perdón... Y si se resiste y no quiere venir, volveré por mi hija y se la llevaré a su casa. . ¿No es esto lo que debo hacer? Pues a hacerlo voy... (Dirigiéndose hacia la lateral, segundo derecha) ¡Maldita sea mi estampa!... ¡Mal demonio no me lleve!... ¡Mala centella no me parta!... ¡Mal abismo no me trague!... (De pronto, volviéndose antes de hacer mutis y cambiando de entonación) ¡Ya veis que voy cambiando de carácter! (Desaparece)

FROILAN
No tiene enmienda.

COSME
¡Qué ha de tener! Con deciros que de muchacho cuando tropezaba con una piedra se tiraba al suelo y la mordía.

CASILDA
¡Por la Virgen, no le dejen! Que si va a la posada y se encuentra con Margarito, me va a dejar huérfana de novio.

FROILAN
Tiene razón la Casilda. Vamos con él.

COSME
¡Cá! Lo mejor es dejarle solo y que se le pase la furia.

FROILAN
(A Casilda) Adiós, mocina, y resinación.

COSME
Y prepárate pa la fiesta, que hoy no es día de pensar en más golpes que los del pandero. (Se marchan los dos, por detrás de la iglesia. Casilda coge el cantarillo que dejó sobre el borde del pilón y, apoyándose en la fuente, empieza a llenarlo)

(Música)

EMILIO
(Desde dentro)
Quien quiera de este mundo
ver lo que es bueno,
que ponga sus amores
en nido ajeno.

CASILDA
¡La fiesta! ¡Dios mío! ¡Un día tan alegre, tan hermoso, que hasta el sol parece que quiere gozar con nosotros, y estar yo tan triste!... ¡Ay, madre de mi vida!... ¡Bien dichosa!...

EMILIO
(Sale a escena y, al ver a Casilda que junto a la fuente y en actitud pensativa ve llenarse de agua el cantarillo, se quita el sombrero, y adelantándose, canta:)
¡Salve, maragata!
¡Carita de plata,
belleza bravía!
¡Salve, clara estrella,
que aun luces más bella
a la luz del día!
Junto a esa fontana
que copia galana
tu melancolía.
Es la parda y llana
maragatería
la que veo en ti.

CASILDA
(Dice en voz baja, muy emocionada) ¡Sí! ¡Es él! ¡El novio! ¡El hijo del señor Rosendo!

EMILIO
(Deteniéndola con un ademán)
No rompas la magia
de este dulce instante,
deja que te admire,
deja que te cante;
deja que en la prosa
de la vida mía,
como flor entre hojas
brote una poesía.
Eres la dulce esposa
toda dolor y amor,
eres la que amorosa
del hijo cuida,
dando por él la vida,
dando al hogar calor.
Del páramo eres tú la flor
humilde y escondida.
Mientras buscando suerte
huye de ti tu amor,
eres la dócil hembra
que el campo siembra;
¡eres la mujer fuerte!
la que convierte
nuestro terruño asolador
en huerto soñador.
Mujer.
¿Qué misterio hay en ti
que me atrae así
tu gentil figura?
Amor.
En tu dulce mirar
prisionero está
entre rejas de oro.
¡Yo tu donosura,
yo tu gracia, adoro!
Eres luz,
eres flor.
¡Oh, celestial mujer
que aroma da y calor
con tu poder!...
Y mientras, buscando suerte,
huye de ti tu amor;
eres la dócil hembra
que el campo siembra;
¡eres la mujer fuerte!
la que convierte
nuestro terruño asolador
en huerto soñador.

(Cesa la música)

(Hablado)

CASILDA
Cantarín llega el novio al casamiento.

EMILIO
¡Ah! ¿Sabes quién soy?

CASILDA
Aunque no le he visto desde hace años, conocíle en cuanto asomó. ¿No es usted Emilio, el hijo del señor Rosendo el Rico?

EMILIO
Acertaste.

CASILDA
El novio de la Mari-Blanca.

EMILIO
Te diré.

CASILDA
Que viene para casarse con ella hoy mismo.

EMILIO
¡Eso sí que no!

CASILDA
¿Cómo? ¿Se atreverá usted a desobedecer a su padre?

EMILIO
¡Nunca! Pero no me caso.

CASILDA
Entonces, ¿a qué ha venido?

EMILIO
Verás. ¿Tú eres muy amiga de Mari-Blanca?

CASILDA
Críeme con ella. Como se quedó huérfana de pequeñina, mi pobre madre, que en reposo esté la biendichosa, nos crió a las dos como hermanitas.

EMILIO
Entonces, tú puedes ayudarme.

CASILDA
¿Ayudar?

EMILIO
A convencerla para que no se case conmigo.

CASILDA
¿Desistir de la boda con las galas preparadas, el rastro de paja a su puerta. (Señalándole) el tamborilero avisado y casi toda la aldea convidada?

EMILIO
¡Ah! ¿De modo que todo está preparado ya?

CASILDA
Para hoy mismo. No faltaba más que el novio... y ya está aquí.

EMILIO
No... no está aquí.

CASILDA
¿Eh?

EMILIO
El novio sigue faltando.

CASILDA
No comprendo lo que dice.

EMILIO
Que yo no he sido nunca el novio de la Mari-Blanca.

CASILDA
¿Se burla usted de mi?

EMILIO
Te juro que no.

CASILDA
¡Pero si su padre de usted le obliga a casarse con ella porque le sorprendió el año pasao, por las fiestas, saliendo de madrugada de casa de la Mari-Blanca!

EMILIO
Exacto.

CASILDA
Y cuando el señor Rosendo exigió una explicación, usted se quedó sin habla y ella contestó que usted era novio suyo.

EMILIO
Así fue.

CASILDA
Y delante de mi padre, que acababa de llegar a casa, y de mi madrastra, que se asomó a la balaustrada cuando oyó las voces, su padre de usted juró que para la fiesta de hogaño estarían ustedes casados, porque la Mari-Blanca es huérfana y pobre: y él no podía consentir que su hijo se burlase de ella, por ser rico y aseñorado.

EMILIO
¿Y quién te contó todo eso?

CASILDA
¿No le oigo? Mi madrastra que lo oyó desde nuestro carasol.

EMILIO
¿Vuestro carasol?

CASILDA
(Señalando el de la casa segunda izquierda) Ese que está juntero al de la Mari-Blanca.

EMILIO
(Alarmado) ¡Ah! Pero... ¿tú eres hija de?...

CASILDA
Del tío Donato, el tabernero.

EMILIO
(Desconcertado) ¿Y la mujer del tío Donato... es... tu madrastra?

CASILDA
¡Velay!

EMILIO
(Aparte) ¡Caray!

CASILDA
¿Qué le pasa?

EMILIO
Nada... nada... (Aparte) Buena la hago si llego a contarle a ésta...

CASILDA
Conque... explíquese usted. ¿Qué quiere que le diga a la Mari-Blanca, para hacerla desistir del matrimonio?

EMILIO
(Azorado) No... nada...

CASILDA
Pero está usted nervioso. ¿Le ocurre algo?

EMILIO
La inquietud... el deseo de ver a mi novia...

CASILDA
En la Iglesia está. ¿Quiere usted que la avise? (Sé dirige al foro)

EMILIO
No... no... deja...

CASILDA
(Mirando hacia el foro derecha) ¡Ah! ¡Vela! Ahí llegan las mozas que la acompañan. Voy a decirlas que está usted aquí.

EMILIO
Sí... lo que quieras.

CASILDA
(Llamando hacia el foro derecha) ¡Mocinas! ¡Venid, que ya llegó el novio!

EMILIO
Oye.

CASILDA
Diga.

EMILIO
¿Está en casa tu madrastra?

CASILDA
Marchóse a Portugal hace unos días.

EMILIO
(Aparte) Menos mal.

CASILDA
(Al marcharse por la puerta segunda izquierda) Es arrogante, muy arrogante; pero no le cambio por el mío, ¡Ay, el mío! A saber el a estas horas estará el pobre perniquebrado. (Desaparece)

EMILIO
Tengo que hacerla desistir, sea como sea.

(Por la segunda derecha, foro, salen Ocho Muchachas, vestidas con lujosos trajes maragatos. Sobre el zagalejo, llevan delantal verde)

(Música)

MOZAS
Las mozas del caldo
ya estamos dispuestas
para ir a la boda
con ropas de fiesta.
Galán es el novio,
la novia, ideal;
jamás se habrá visto
unión más igual.

EMILIO
(Aparte)
Ahora que veo
cerca el peligro,
yo no me caso...
primero emigro.
Para no hablarla,
la escribiré,
y que desista
la rogaré.

MOZAS
(Interponiéndose entre la puerta y Emilio)
¿Adónde va el novio?

EMILIO
Dejadme un instante.

MOZAS
¿Por qué tanta prisa?

EMILIO
Es algo importante.

MOZAS
La novia no debe
tardar en llegar.

EMILIO
Por eso no quiero
hacerla esperar.

MOZAS
Galán, ¿adónde va, gentil galán?
Si aquí está tu ilusión,
y te espera, enamorada,
tu linda amada
lleno de gozo el corazón.

EMILIO
Dejad.

MOZAS
El día al fin llegó.

EMILIO
Pasar.

MOZAS
De tu felicidad,
las quimeras de tu sueño
tu dulce dueño
va a convertir en realidad.

EMILIO
¡Sólo un instarte,
que es importante!

Cuando mi carta vea, quizás
ella a casarse se negará.

(Hace mutis por la taberna, lateral segunda izquierda)

MOZAS
(Al verle desaparecer)
¿Por qué se marcha
de esa manera,
si le hemos dicho
que ella le espera?
En cuanto llegue
preguntará
y le diremos
en dónde está.

(Mari-Blanca, vestida con traje de maragata en día de boda, pero sin la capa. Sale muy alegre, por la segunda derecha)

MARI-BLANCA
Alegre sol
que brillas en la altura.
Mañana azul
de espléndida hermosura.
Iluminad
mi dicha y mi ventura.
Mi anhelo ya
a realizarse va.

MOZAS
Al fin, Mari-Blanca,
tu novio ha llegado.

MARI-BLANCA
(Gozosa)
¿Le visteis vosotras?

MOZAS
Y le hemos hablado.

MARI-BLANCA
¿De veras?

MOZAS
(Señalando la segunda izquierda)
Ahí dentro
le tienes.

MARI-BLANCA
(Estremecida de placer)
¿Ahí?
¡Dios mío! Qué cerca
le tengo de mí,

(Volviéndose hacia la segunda izquierda)

Novio mío, novio mío,
tan amado y esperado
como aguardan el rocío
las violetas en el prado.
Te esperé como paloma
al palomo rondador,
y será tuyo el aroma
delicado de esta flor.

(Dirigiéndose a la casita, de frente al público)

Pobre casita
donde nací,
a separarme
voy ya de ti.
Si otro nido
voy a buscar,
tu humilde techo
no he de olvidar.

MOZAS
Pobre casita
donde nació,
de abandonarte
la hora llegó,
y si otro nido
su hogar será,
tu humilde techo
no olvidará.

(Hablado)

CASILDA
(Por la segunda izquierda, con una carta ) ¡Mari-Blanca! ¡Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
¡Casilda! ¡Qué feliz soy! ¿Está mi novio en tu casa? ¿Cierto?

CASILDA
¡Está! Y me ha dado este papel para ti.

MARI-BLANCA
¡A ver!... (Toma el papel y empieza a leer, mientras la orquesta recuerda la frase de salida de Emilio. Salve, maragata, etc., etc.. Mari-Blanca, expresa en sus gestes, primero, ansiedad; luego, congoja, y al ver que las mozas la observan, se rehace, sonríe dulcemente y dice a Casilda, emocionadísima) Dile que venga, que le espero.

CASILDA
¿Pasa algo?

MARI-BLANCA
No... nada...

CASILDA
Voy a llamarle. (Entra por la segunda izquierda.

MARI-BLANCA
(A las mozas) Vosotras, retirad el cabecero de mi puerta y aguardadme en el estradín, que ahora subo yo para que me prendáis el manto de boda.

(Las mozas retiran el montón de hierbas que hay delante de la puerta del fondo izquierda, y luego entran. Mientras tanto, Mari-Blanca, canta a media voz y como si volviese a leer en la carta de Emilio)

MARI-BLANCA
(Leyendo y cantando)
Mari-Blanca, Mari-Blanca,
tan hermosa y generosa,
tú no puedes, si eres franca,
decidirte a ser mi esposa.
Si el amor llamó a tu puerta,
fue al huir como un ladrón;
y encontró tu puerta abierta,
pero no tu corazón.

(Con mucho sentimiento y dirigiendo la vista a la casuca del foro)

Pobre casita
donde nací,
tú sabes cuándo
mi amor le di;
y al marcharse,
con mi perdón,
ya no era mío
mi corazón.

(Al terminar de cantar, aparece Emilio en la puerta lateral, segunda izquierda)

EMILIO
Mari-Blanca; flor del Páramo, perdóname...

MARI-BLANCA
(Sonriente) ¿Perdonarte? ¿Por qué?

EMILIO
Mi carta... ¿no has leído mi carta?

MARI-BLANCA
(Ingenua y sonriendo) Leí.

EMILIO
Y habrás comprendido, que yo...

MARI-BLANCA
Comprendí... comprendí...

EMILIO
(Alegre) Entonces... ¿estás dispuesta a renunciar a este ridículo matrimonio que sería nuestra desgracia?

MARI-BLANCA
(Como antes) Exageras... Yo, por mi parte, creo que voy a ser muy feliz.

EMILIO
¡Feliz con un hombre que no te quiere....

MARI-BLANCA
Pero yo sí. ¡Te quiero!

EMILIO
¡Que nunca te ha dicho una palabra cariñosa!

MARI-BLANCA
Ya te las diré yo a ti.

EMILIO
¿Y vas a casarte con un hombre que llego a tu casa huyendo?...

MARI-BLANCA
Sí... recuerdo... recuerdo. Me dijiste que estando en agradable conversación con una mujer casada, llamó el marido a la puerta; que huyendo de él, saliste al carasol, que de su balaustrada saltaste a la de al lado, hasta que llegaste a la mía...

EMILIO
Eso es. Y me detuve allí, y llame a tu puerta, porque apareció en la plaza mi padre y yo no podía seguir adelante, ni arrojarme a la calle sin promover un escándalo.

MARI-BLANCA
Y, sin embargo... promovióse. Porque al ver desde la calle que había luz en mi cuarto y un hombre conmigo, llamó a mi puerta tu padre, subió, nos vio juntos...

EMILIO
Y me salvaste, y salvaste a aquella señora, diciendo que tú y yo éramos novios.

MARI-BLANCA
Y entonces tu padre, delante del Tío Donato y de su mujer, y de dos o tres personas más, me apalabró para ti.

EMILIO
Y yo... callé.

MARI-BLANCA
Y fijó la boda para este año.

EMILIO
Y yo... callé.

MARI-BLANCA
Y yo... acepté.

EMILIO
Y me he pasado un año en Madrid, esperando una carta tuya...

MARI-BLANCA
(Con gazmoñería) En Maragatería, ya sabes que no hay costumbre de escribir a los novios.

EMILIO
(Casi violento) ¿Y por qué aceptaste, vamos a ver? ¿Por qué aceptaste?

MARI-BLANCA
(Ruborosa) Porque... porque...

EMILIO
(Más violento) ¡Dilo! ¡Con franqueza!...

MARI-BLANCA
(Mirándole sonriente) ¿Con franqueza?

EMILIO
Sí.

MARI-BLANCA
Pues... porque me gustabas mucho.

EMILIO
Pues tú a mí, no.

MARI-BLANCA
Y si no fuese... porque no debo decirlo... te diría... que te quiero con toda mi alma...

EMILIO
Pues yo no siento por ti más que agradecimiento; eso es, agradecimiento.

MARI-BLANCA
Por algo se empieza.

EMILIO
Y si no fuese una grosería, te diría que no puedo quererte, porque estoy enamorado de la otra.

MARI-BLANCA
Ya se te pasará.

EMILIO
¿De modo que insistes en casarte conmigo?

MARI-BLANCA
Si tú no te niegas...

EMILIO
Está bien... Me casaré... Nos casaremos... pero al estilo del país...

MARI-BLANCA
Bueno.

EMILIO
Iremos a la iglesia ahora mismo, se celebrará el baile esta tarde, la fiesta, a la noche...

MARI-BLANCA
Bueno.

EMILIO
Y de madrugada, me voy de la aldea.

MARI-BLANCA
Bueno.

EMILIO
Y volveré al año que viene.

MARI-BLANCA
Bueno.

EMILIO
¡O no volveré!

MARI-BLANCA
Eso...

EMILIO
(Desafiándola) ¿Qué?

MARI-BLANCA
(Volviendo a su dulce resignación) ¡Bueno!

CASILDA
(Por la puerta lateral, segunda izquierda, vestida con lujoso traje de maragata) Pero, ¿aún están así? ¿Es que ya no se casan ustedes?

EMILIO
(Violento) Sí. Me caso. Nos casamos ahora mismo. Cuanto antes. Y en cuanto se celebre la ceremonia, me marcho del pueblo.

CASILDA
¿Con su mujer?

EMILIO
(Altivo) ¿Desde cuándo se llevan los maragatos a sus mujeres? ¿No es costumbre dejarlas en la casa? Pues en la casa se quedará mi mujer. (Se marcha por la lateral, segunda derecha)

CASILDA
(Después de una pausa. Muy asustada) ¿Qué pasa?

MARI-BLANCA
Ya lo oyes. Que se me va el novio después de casarme.

CASILDA
Peor sería que se marchase antes.

MARI-BLANCA
No lo creas, Casilda. Es peor después.

(Por la lateral, primera derecha, entra corriendo Margarito. Viene despavorido, tembloroso, pálido, y al ver a las dos muchachas, se acerca a ellas, acongojadísimo)

MARGARITO
¡Ya está! ¡Ya está!

CASILDA
¡Margarito!

MARI-BLANCA
¿Qué ocurre?

MARGARITO
¡Qué ya está!

CASILDA
¿El qué?

MARGARITO
El berrinche.

MARI-BLANCA
¿Qué berrinche?

MARGARITO
(A Casilda) ¿No te dije que si tu padre no se convencía mi madre le daba un disgusto?

CASILDA
Sí.

MARGARITO
Pues ya se lo está dando.

CASILDA
¿Qué dices?

MARGARITO
Que tu padre se presentó hace un momento en mi posada. Que sin decirme una palabra, me agarró del colodrillo y empezó a tirar de mí hacia la calle; que a las voces que yo daba, salió mi madre; que se enfrontaron los dos... y... no sé más... porque del espanto que me entró al ver a mi madre frente a tu padre, salí corriendo y he venido a llamarte, para que elijas entre tener el padre o el novio lisiado. Porque si tu padre se empeña en no ceder, mi madre lo lisia, y si mi madre no lo lisia, me lisia tu padre a mí. Conque tú dirás.

CASILDA
(Apuradísima) ¡Dios mío! ¡Tú lisiao! ¡Mi padre lisiao! ¿Qué hago yo con dos inválidos?

MARI-BLANCA
Vamos, no te apures que todo tiene arreglo.

MARGARITO
Si es un brazo o una pierna, puede que lo tenga... Pero como mi madre siempre tira a la cabeza...

MARI-BLANCA
¿Que tira a la cabeza?

MARGARITO
Lo primero que encuentra a mano.

CASILDA
¿Qué hacemos, Mari-Blanca, qué hacemos?

MARI-BLANCA
Irvos cuanto antes a la posada, arrodillaros delante de vuestros padres y decirles que nada en el mundo podrá separaros.

CASILDA
Sí,.. anda... vamos, Margarito.

MARGARITO
¡Ca! Yo no me arrodillo delante del padre de ésta, porque como todo lo arregla a patadas, si me coge arrodillado hace un "gol" con mi cabeza.

MARI-BLANCA
No será tanto.

MARGARITO
Será tanto, porque mi cabeza pasa de la portería.

MARI-BLANCA
Vosotros id y haced lo que os he dicho, mientras se celebra mi boda; que si no lo arregláis, ya hablaré yo con mi suegro para que os ayude.

CASILDA
Sí... háblale... que el señor Rosendo puede mucho.

MARI-BLANCA
Lo procuraré. Vaya, voy a ponerme el manto de casada, que ya no debe tardar en venir por mí la comitiva

CASILDA
¡Qué feliz eres! Tú has logrado casarte con el hombre a quien quieres.

MARI-BLANCA
He logrado casarme, pero aún no sé si me quedaré viuda esta madrugada.

CASILDA
¿Qué dices?

MARGARITO
¿Se va a morir el novio?

MARI-BLANCA
El novio, no; pero se me quiere marchar el marido. (Entra por la puerta de la casita, foro izquierda)

CASILDA
¿Vamos, Margarito?

MARGARITO
¿Adónde?

CASILDA
A tu posada... Y si no convencemos a mi padre, entonces...

MARGARITO
Entonces... ¿qué?

CASILDA
¿Tú me quieres de verdad?

MARGARITO
Ya ves. Estoy dispuesto a perder la cabeza por ti.

CASILDA
Pues te juro que este año no vuelves solo a Portugal. (Se marchan los dos por la primera derecha)

(Música)

(Se oye lejana la dulzaina del tamborilero, que va acercándose poco a poco, tocando el "Mambrú" Luego aparecen los Mozos y Mozas, vestidos con trajes de fiesta y conduciendo el ramo, que es un armadijo de muchos colorines, con flores, dulces y hojarascas. Los Mozos traen el ''bollo" (Pan de ocho a diez libras, que simula un muñeco). A su tiempo, el padrino, señor Rosendo, y luego Emilio, seguidos de Cosme y Froilán)

TODOS
(Dentro, después de iniciar la dulzaina el 'Mambrú" cantan)
Al son de la dulzaina,
mirondón, mirondón, mirondela.
al son de la dulzaina,
al son del tamboril.
Llevando ramo y bollo,
mirondón, mirondón, mirondela.
Llevando ramo y bollo,
la boda viene aquí.

(Salen a escena por el orden antedicho y se colocan frente a la casa de la novia, cuya puerta se abre)

CORO
Mientras el novio, en la iglesia
cumple con los Mandamientos,
para avisar a la novia
viene a su casa el cortejo.
Que Dios te haga bien casada,
palomita tempranera;
que Dios te haga bien casada,
ya que hallaste quien te quiera.
Voló la paloma
por cima la oliva,
por ver si el palomo
al nido venía,
por cima la fuente
voló el palomito,
y al verse juntaron
los dos los piquitos.

(Por el foro derecha salen el Señor Rosendo y Emilio, que lleva sobre el traje una enorme capa de maragato. Les siguen Cosme y Froilán, con flores en el sombrero y al hombro senda escopetas)

ROSENDO
(A Emilio)
Ya cumpliste con la iglesia
con humilde devoción.
A cumplir con Mari-Blanca,
como es tu obligación.

EMILIO
A cumplir vine dispuesto
lo que a usted le prometí.
Llamen, pues, a Mari-Blanca
porque el novio ya está aquí.

TODOS
Ven, doncellica, a la iglesia,
que te estamos aguardando.
Ven, que a tu puerta está el novio
con el padrino, llamando.

(Aparecen en el umbral de la puerta, foro izquierda las «Mozas del Caldo», luego las amigas, y en medio de ellas Mari Blanca, con lujoso traje de maragata y envuelta, como Emilio, en una capa enorme)

MOZAS
(Las que salen con Mari-Blanca)
Ya está aquí la novia
envuelta en su capa,
como una paloma
que arrastra sus alas.
Ved qué ruborosa
y qué medrosica,
parece una rosa
por lo encendidica.

ROSENDO
(Avanzando y tomando de la mano a Mari-Blanca, que se adelanta ruborosa)

(Hablado sobre la música)

Palabra y plazo nos dimos.
Acércate, Mari-Blanca,
que venimos a cumplir
una palabra empeñada.

MARI-BLANCA
Que se cumpla norabuena.

ROSENDO
Mi bendición te acompaña.

(Se forma el cortejo. Delante, el tamborilero; luego, la novia y el padrino; detrás, el novio, con las «Mozas de caldo»; siguen los hombres, luego las mujeres y, por último, Cosme y Froilán, disparando sus escopetas, a cuyos disparos contestan otros, desde dentro)

TODOS
(Mientras desfilan y desaparecen)
Por esta calle a la larga
lleva el galán a su dama,
por esta calle arenosa
lleva el esposo a su esposa.

(Ya han desaparecido y se oye dentro)

Voló la paloma
por cima la oliva,
por ver si el palomo
al nido venía.
Por cima la fuente
voló el palomito,
y al verse juntaron
los dos el piquito.

(Se oyen varios disparos lejanos y cesa la música, coincidiendo con la salida del Tío Donato, que viene por la segunda derecha, con un cofrecillo en la mano)

(Hablado)

DONATO
¡La erupción de los bárbaros! ¡La batalla del espanto y la toma de la pastilla!... (Pausa) Todo eso, a la vez, hubieran presenciado hoy en esta aldea de no entregarme a tiempo esta cajita la señora madre del pretendiente de mi Casilda. Porque, según iba la conversación, aquello amenazaba terminar a testarazos. ¡Es mucho rejo el de esa dama! Para jurarme por sus catorce apellidos que su hijo se casaría con mi muchacha, descargó
tal puñetazo encima de la mesa, que la hundió dos palmos en el pavimento... y sacó el puño por el otro lao del tablero. Pero yo, que también tengo mi carácter y mis apellidos, para demostrarla que a mí no me achicaba, le repliqué que antes de consentir esa boda dejaría de llamarme Donato Latorre. Y cuando iba a sacudirle al sofá un puntapié, para dar más fuerza a mi juramento, se me calma aquella forzuda, me sujeta la pata y exclama; ¡usted! ¿Usted es Donato Latorre, el marido de Faustina la Portuguesa, que tiene un hermano en mi pueblo? Le digo que sí y contesta sonriendo: Pues no discutamos más, señor Latorre; usted me hace un desaire y yo voy a pedirle un favor. Tenga usted este cofrecito, que me entregó su mujer, para que en nombre suyo se lo ofrezca, el mismo día de la boda, a ese joven que va a casarse con la Mari-Blanca. Usted, que asistirá a la ceremonia, podrá cumplir el encargo con más facilidad que yo. Y me dio esta cajita, y me dio un empujón, que no salí a trompicones de la posada porque me dio el posadero... me dio la mano para que recobrase el equilibrio. Y he venido hasta aquí dándole vueltas a dos cosas: Al por qué me habrá traspasado este encargo de mi mujer y al por qué le mandará mi mujer este regalo al novio de la Mari-Blanca. Y claro. (Dándole vueltas a la cajita entre las manos) después de darle tantas vueltas... después de darle tantas... vueltas .. (Abre el cofrecillo) ¡Recofre! ¡Pues se ha abierto! (Al abrirse caen al suelo varias cartas, flores y un retrato) ¿Eh?. . ¿Qué ha caído? (Recogiendo del suelo lo que dice) Cartas... Dos amapolas... Un retrato... (Sorprendido) ¡De Emilio! (Lee) «Recuerdo de una alianza hispano-portuguesa», y debajo una torre con dos banderitas en todo lo alto, desplegadas ¡y a media asta!... ]Me escama la torre, las banderitas y el asta! ¿A ver las cartas? (Lee una)
«Adorable tabernera:
Ven, que estoy triste, en mi auxilio;
que el vino de la Solera,
si estás sentada a mi vera,
dará alegría a tu Emilio...»
(Estrujando el papel) ¡Me lo sorbo!... ¡Pero que me lo sorbo en cuanto lo vea!... Calma, calma, Donato. No te precipites... Puede que esto sea un elogio al vino y no a la tabernera... A veces éstos que escriben coplas, por decir una cosa dicen otra. A ver... a ver... otra carta. (Toma otra y lee) «Abandona a ese viejo borracho, grosero y brutal que te tiraniza. Huye a Portugal, yo iré por ti y nos marcharemos muy lejos, para ser felices...» (Deja de leer) No... pues ya no hay duda, porque escribe en prosa... Ahora comprendo por qué ese Emilio huía de mi casa cuando le sorprendieron en la solana de la casa de Mari-Blanca... ¡Ah! ¡Pero me vengaré! .. ¡Me vengaré... de mi mujer, del novio, de la madre, del hijo... de todo el mundo! ¿Dije que la batalla del espanto?... ¡Peor!... ¿La toma de la pastilla?... ¡Peor!... ¿La erupción de los bárbaros?... Esto más que erupción va a ser una «pidemia». ¡La peste de otro tanto, por mi salud! (Queda pensativo a la izquierda de la escena)

(Aparecen en la lateral segunda derecha, Casilda y Margarito; al ver a Donato, se detienen)

CASILDA
¡Ah! Míralo. Ahí esta...

MARGARITO
Y está entero... ¡Qué raro!

CASILDA
Parece pensativo.

MARGARITO
A ver si mi madre le ha dao el golpe en la cabeza y lo ha petrificao.

DONATO
¡Qué hago, Dios mío, qué hago!

MARGARITO
Oye. De arrodillarnos, ponte tú delante, porque a ti no te arreará tan fuerte.

DONATO
¿Procesarle?

MARGARITO
¿Eh? ¿Qué dice?

CASILDA
Me parece que he oído algo de... procesarle...

MARGARITO
Ay, que me quiere meter en la cárcel.

DONATO
No... eso no. Se enteraría todo el pueblo y se burlarían de mí. Lo mejor sería desafiarle.

CASILDA y MARGARITO
¿Eh? (Asustados)

DONATO
Sí... justo... lo desafío... le atravieso el corazón...

MARGARITO
(Asustado) ¡Ay!

CASILDA
(Idem) ¡Calla!

DONATO
O me lo atraviesa él a mí .. no... no me conviene... lo mejor es matarle a traición como él ha hecho conmigo, ¡eso es! ¡A traición! Aprovecho el momento en que los mozos disparan las escopetas durante las fiestas de la boda...

MARGARITO
(Casi desmayado) ¡Asesino!

CASILDA
(Sosteniéndole) ¡No grites!

DONATO
Saco mi trabuco... lo encañono... Y ¡pum!...

MARGARITO
(Dando un grito y cayendo desmayado) ¡Dios me acoja en su seno!

CASILDA
(Asustadísima, sosteniéndole en brazos) ¡Ay! ¡Que me lo ha matao!

DONATO
(Volviéndose y viendo el cuadro) ¿Eh? ¿Qué hacéis vosotros ahí?

CASILDA
¡Perdón, padre! Pero yo le quiero... él me quiere...

DONATO
¡Otra vez!

CASILDA
Y queremos casarnos en seguida.

DONATO
(Furioso) ¡Nunca! ¡Nunca!

MARGARITO
(Levantándose) ¿Nunca? Yo no puedo esperar tanto tiempo.

DONATO
Pero, ¿quién eres tú, monigote de feria, para pretender casarte con mi hija?

MARGARITO
¡Un hombre! ¡Eso, es!

CASILDA
(Bajo a Margarito) Animo, ánimo.

MARGARITO
(Idem a Casilda) ¿Y si me mata?

CASILDA
Yo rezaré por ti.

DONATO
¡Tú! ¿Un hombre?

MARGARITO
Sí, siñor. Un hombre. Y algo tendré de interesante, cuando más de quince mocitas se han vuelto locas por mis pedazos.

DONATO
¿Conquistas? ¿Tú conquistador?

MARGARITO
Más que Vasco de Gama

DONATO
(Aparte) ¡Ahí ¡Qué idea!... Sí... Sería una venganza sabrosísima.

MARGARITO
(Bajo a Casilda) ¿Qué estará pensando?

DONATO
El sitio donde darte el primer puntapié.

MARGARITO
Pues como no me tire una pierna no me alcanza.

DONATO
(A Casilda) Tú, déjanos solos.

CASILDA
Padre...

DONATO
Que nos dejes, digo.

CASILDA
Me lo mata, me lo mata... (Se va por el portalón segunda derecha)

MARGARITO
(Aparte) Menos mal que tengo toa la calle pa correr.

DONATO
(Paseando) Sí... es lo mejor... Así no me comprometo yo. Y trunfe o no trunfe este mocín, el escándalo será enorme.

MARGARITO
(Aparte) Cómo me mira. Pa mí que está midiendo la distancia pa darme de lleno.

DONATO
(Parándose frente a Margarito) Ven acá.

MARGARITO
(Retrocede asustado) ¡Ay!

DONATO
Dices que a ti no ha habido mujer que se te resista.

MARGARITO
Ni una. (Aparte) Yo no le llevo la contraria.

DONATO
Ni solteras, ni viudas.

MARGARITO
Ni casadas.

DONATO
Muy bien. ¿Y tú quieres casarte con mi hija?

MARGARITO
Sí, señor.

DONATO
Pues no hay más que hablar. Yo te caso con Casilda en cuanto me demuestres que es verdad lo que dices.

MARGARITO
Demostrárselo. ¿Cómo?

DONATO
Enamorando a la mujer que yo te diga.

MARGARITO
¿Qué?...

DONATO
Sí. Enamorando a una casada guapa, joven y alegre que yo te indicaré.

MARGARITO
Y si no lo hago?...

DONATO
No cuentes con Casilda... ni con los doscientos duros de su dote; pero cuenta con una paliza mía.

MARGARITO
No hay más que hablar. ¿Quién es esa casada?

(En este momento se oye lejano el canto de los que vienen a la fiesta)

(Música)

CORO DE MARAGATOS
(Desde dentro)
Recostada en la llanura
se ve una aldea,
como una paloma sura
que al sol se orea.

DONATO
(Hablando sobre la orquesta) Ya llegan los mozos que vienen a las fiestas y los de la boda no tardarán en volver de la iglesia. Ven conmigo a casa y allí te diré quién es ella.

MARGARITO
Vamos ¡Tener que enamorar a una casada pa casarme con una soltera! ¡Estas cosas no se ven en Portugal! (Vanse los dos por la segunda izquierda)

(Se oye más cercano el canto de los que llegan, todos hombres jóvenes y viejos, vestidos unos de maragatos y otros, trajes de los corrientes pero sin lujo, modestos más bien. Son artesanos y obreros que vuelven a su pueblo para las fiestas)

TODOS
(Saliendo)
Cuando en la parda lejanía
tu anchura inmensa se mostró,
un alarido de alegría
de mi garganta se escapó.
Que no hay vergeles en el mundo
que en mis andanzas recorrí,
con un encanto tan profundo
como el encanto que hay en ti.

(Empiezan a oírse los cánticos de los que vienen de la boda y van saliendo a escena por el mismo orden que se marcharon)

CORO DE LA BODA
(Dentro y poco a poco van saliendo a escena)
Al son de la dulzaina
mirondón, mirondón,
mirondela.
Al son de la dulzaina,
al son del tamboril,
la, la, la, la.

LOS DE ESCENA
Es una boda
lo que aquí viene,
hemos llegado
con buena suerte.

(Sale la boda)

TODOS
¡Vivan los novios,
viva el padrino,
y la madrina
y los testigos!

MARI-BLANCA
Son los festeros
que aquí están ya.

ROSENDO
Pues a la boda
se han de quedar.

TODOS
(A la vez que adelantan las Mozas con los Mozos que bailan el Ramo)
Voló la paloma
por cima la oliva,
vivan muchos años
padrino y madrina.
Voló la paloma
por cima la fuente,
vivan muchos años
todos los parientes.

MARI-BLANCA
(Amorosamente a Emilio)
Ahí tienes mi corazón
cerrado con una llave,
ábrele y verás que en él
sólo tu persona cabe.

EMILIO
(Como sugestionado por el candor de Mari-Blanca, se acerca a ella y canta con mucha dulzura)
Maragata,
carita de plata,
en tus ojos mi dicha estará.
Eres la dulce esposa
todo fervor y amor.
Eres la que amorosa
del hijo cuida,
dando por él la vida,
dando a tu hogar calor.
Del páramo eres tú, la flor,
humilde y escondida.

TODOS
Mientras buscando suerte
huye de ti tu amor.
Eres la dócil hembra
que el campo siembra.
¡Eres la mujer fuerte!
La que convierte
nuestro terruño asolador
en huerto soñador.

(Cuadro y telón)


FIN DEL ACTO PRIMERO


ACTO SEGUNDO


CUADRO PRIMERO

DECORACION.—Cocina en una casa de mediano acomodo en la Maragatería. Al foro izquierda, el fogón bajo, sobre él, la campana. Taburete de roble, escaño corrido. Vasares y espetera con muchas cacerolas, platos, etc. En primer término, lateral derecha, mesa "perezosa", que es una mesa empotrada, por uno de sus cabeceros, en la pared. Sobre esta mesa, un pellejo de vino a medio vaciar. Puerta lateral en segundo término derecha, otra en el lateral primero izquierda, a continuación del escaño. En el foro derecha, puerta que da a la calle. Todo muy encalado y muy limpio. Es de día

(Al levantarse el telón, aparecen Emilio, Cosme y Froilán, bebiendo con los mozos, y Tío Donato, junto a un pellejo de vino, casi vacío, que hay sobre la mesa de la derecha, va llenando los jarros que luego pasan de mano en mano)

(Música)

TODOS
Aspero, rojo y espeso
es este vino de Toro,
que da a los cuerpos pujanza
y vivo fuego pone en los ojos.
Venga más,
que de sangre sabor tiene el vina.
Venga más,
que mis labios sedientos están.

Áspero, rojo y espeso
es este vino de Toro,
que hace valiente al cobarde
y al prudente decidor.

EMILIO
Bebed y brindad,
que en el fondo de un jarro de vino
está la verdad.
Brindad y bebed,
que su espuma corona los labios
y apaga la sed.


CANCION

Dame vino, tabernero,
y hasta el borde el vaso llena,
que un cariño olvidar quiero
del que arrastro la cadena.
Carceleros vigilantes
para mi, fueron sus ojos,
y sus besos delirantes,
mis candados y cerrojos.
Su sabor
el de aquellos besos matará,
y la ruin cadena romperá
de este esclavo del amor.
Llena el jarro,
tabernero,
de ese vino rojo como la escarlata.
Llena el jarro,
porque quiero
ver si puedo mi alegría recobrar.
Dame vino,
tabernero,
que me abrase con su ardiente catarata.
Que un cariño
traicionero
en sus rojas oleadas quiero ahogar.

CORO
El vino ya
su alegría te da.
De padecer
dejarás al beber,
y ya a sentir
no volverás
en tu corazón,
esa pasión que muerte da.
Vence al dolor
el bebedor
que apura el vino.
Llena el jarro,
tabernero,
de ese vino rojo como la escarlata.
Llena el jarro,
porque quiero
ver si puedo mi alegría recobrar.

EMILIO
Dame vino,
tabernero,
que me abrase con su ardiente catarata.
Que un cariño
traicionero...

TODOS
En sus rojas oleadas quiero ahogar.
En el beber
la vida está,
y el bebedor
vencerá al dolor.

(Hablado)

DONATO
¡Maldita siá! Desde que hace diez años se casó en la aldea el hijo de Chomín con la viuda del indiano, no ha vuelto a darse el caso de que el novio se pase la noche fuera de casa con los mozos, en vez de estar junto a la desposada, esperando a que la lleven la pepitoria las mozas del caldo.

FROILAN
Es que el hijo de Chomín era joven y garrido y la viuda vieja y fea.

COSME
Pero tenía muchos pesos duros.

DONATO
Y ahora, la novia es guapa y el novio galán y rico. (A Emilio) ¿Cierto?

EMILIO
(Sin hacerle caso y presentándole el jarro) Dame vino.

DONATO
(Volcando el pellejo) Poco queda.

EMILIO
Tráelo de tu casa.

DONATO
Si hay.

EMILIO
Y él no lo hay, tendremos que buscarlo.

COSME
Como hizo el hijo de Chomín. Que sacó las muías de la cuadra y se fue a Astorga con los amigos porque ya no quedaba vino en la aldea.

EMILIO
¿Eso hizo el hijo de Chomín?

COSME
Como lo cuento.

EMILIO
Pues vamos a tu casa, Donato, y si no queda vino, nos preparas unos caballos, un carro, lo que se encuentre; que esta misma tarde nos vamos.

DONATO
Pero... ¿y la novia?

EMILIO
Que aguarde.

DONATO
¿Y el señor Rosendo?

EMILIO
¿Mi padre?... (Reprimiéndose) A mi padre, ya sabré yo lo que tengo que decirle... Vamos.

(Se dirigen hacia el faro, en cuya puerta ha aparecido un momento antes el Señor Rosendo. Al verle, se detienen todos)

ROSENDO
Buenos días.

DONATO
¡E1 señor Rosendo!

ROSENDO
(A los Mozos) Marchad a donde ibais, que por lo que he escuchado, mi hijo tiene que hablar conmigo.

EMILIO
(Vacilando) Luego...

ROSENDO
(Con firmeza) Ahora.

FROILAN
(Al salir con loa mozos por el foro, dice en voz baja a Cosme) Mala cara trae.

COSME
(Idem a Froilán) Pues que ande el hijo con cuidao, que el señor Rosendo tiene la mano pesada. (Salen por el foro)

ROSENDO
(A Donato, que remolonea para quedarse) ¿Y usted, qué aguarda?

DONATO
(Indicando el pellejo de vino) El pellejo.

ROSENDO
¿Cómo?

DONATO
Si me llevo el pellejo o hay que dejar el pellejo.

ROSENDO
(Mirando a Emilio) ¿Dejar el pellejo? Ya veremos. Ahora, largo de aquí.

DONATO
(Con alegría) ¡Maldita siá! ¡Este no se marcha... y como no se marche... el escándalo!... ¡Ya te daré yo a ti banderitas a media asta!

(Se marcha por el foro. Durante el aparte anterior, Rosendo se ha acercado a la puerta lateral izquierda y escucha; luego vuelve hacia donde está Emilio, que con gesto de disgusto le contempla, apoyado en el borde de la mesa donde está el pellejo de vino)

ROSENDO
(Con sequedad) Vamos a ver... ¿Qué tienes que decirme?

EMILIO
(Vacilando) Padre...

ROSENDO
Habla claro. Sé que te has pasado. la noche fuera de casa. Sé que has venido aquí porque se terminó el vino en la taberna... Sé que, desde anoche, cuando acabó el baile y dejasteis aquí a tu esposa, no has vuelto a verla... Y ahora, acabo de oír que te marchas otra vez. ¿Adónde? ¿Para qué? (Pequeña pausa) Vamos, di.

EMILIO
(Sin mirarle) Me marcho con esos a Astorga, a traer más vino para la tornaboda.

ROSENDO
A traer más vino... en el cuerpo. Eso... si no vas a Astorga para tomar el tren y largarte a Madrid...

EMILIO
(Con algo de descaro) Es posible.

ROSENDO
Pues yo te digo que no te vas.

EMILIO
(Contrariado) ¡Padre!

ROSENDO
(Con más firmeza) ¡Que no te vas!

EMILIO
(Enérgico) Yo ya he cumplido mi palabra,... mi compromiso. Mari-Blanca no tiene derecho a exigirme más.

ROSENDO
¡Pero yo sí! ¿Qué le digo a tu mujer cuando me pregunte por el marido que yo la he dado?

EMILIO
¿No es corriente en la maragatería que hasta los recién casados dejen a sus mujeres en el pueblo, mientras ellos se marchan por el mundo?

ROSENDO
Cuando van a trabajar para su casa. Pero tú, ¿en qué vas a ganar dinero, si hasta ahora gastaste de lo mío? ¿En qué vas a trabajar, si nada aprendiste? Cierto que yo te eduqué para caballero. ¡Pero, por eso mismo, como tal has de portarte! Y si no lo haces, me olvido de que eres hijo mío yo, en lugar de tratarte como a un caballero, te trataré como a una caballería. (Pausa) ¡Qué! ¡Padre! Yo ¿Qué dices?

EMILIO
(Con tono suplicante. no quiero a esa muchacha.

ROSENDO
¿Y por qué la comprometiste?

EMILIO
No fui yo. Fue... la fatalidad.

ROSENDO
Ella es honrada.

EMILIO
Sí.

ROSENDO
Ella es bonita.

EMILIO
Sí.

ROSENDO
Ella te quiere.

EMILIO
Sí.

ROSENDO
Entonces, ¿por qué te marchas?

EMILIO
(Con turbación) No puedo... no debo decirlo.

ROSENDO
Y yo quiero saberlo.

EMILIO
No.

ROSENDO
Pues de aquí no sales sin que sepa yo por qué ofendes tan cruelmente a Mari-Blanca. Vamos, di.

(Música)

(Se abre la puerta lateral, izquierda, y aparece Mari-Blanca, en traje de maragata, sencillo, con su mantelo, su delantal y su pañuelo a la cabeza. Avanza sonriente y se coloca entre los dos)

MARI-BLANCA
(A Rosendo y Emilio)
Padre y esposo, perdonad
si os he venido a interrumpir;
mas quiero hablar con lealtad,
y mi opinión debéis oír.

I
(A Rosendo)
Señor padre, ¿por qué le obliga
a quedarse con su mujer,
si este anhelo no se mendiga,
y mucho menos se ha de imponer?
Si el cariño que por él siento
no despierta ni su ilusión,
¿por qué hablarle de un sentimiento
que no conmueve su corazón?
Y si no logré
su alma interesar,
¿a qué
luchar?

REFRAN

Vete esposo, desdeñoso, mientras tu mujer
hará
cuidar
tu hogar.
Vete, que cuando el hastío te vuelva a traer,
aquí
feliz
serás.

II
(A Emilio)
Si el encanto que el mundo tenga
a mi lado no has de encontrar,
aunque padre te reconvenga,
no le hagas caso, debes marchar.
Si te quedas, con tu desvío
mi cariño padecerá,
y, aun teniéndote al lado mío,
tu pensamiento, ¿dónde estará?
Yo alzaré un altar
a mi amor, y allí
rezar
por ti.

REFRAN

Vete esposo, desdeñoso, etc. , etc.

(Hablado)

ROSENDO
(Conmovido) ¡Eres... muy buena, Mari-Blanca! Y no te digo que eres un ángel, porque no queremos ángeles por acá, sino mujeres. Mujeres sumisas, dóciles, humildes para el marido y esclavas de su hacienda. ¡Eres la mujer maragata! ¡La flor del páramo! (A Emilio) Y tú, vete si quieres, pero no cuentes conmigo para vivir. ¿Dejas aquí tu casa y tu mujer? Pues aprende a trabajar para ellas y no olvides que también nuestras mujeres, cuando el hombre las abandona, se hacen fuertes y adquieren un derecho. ¡Cerrar las puertas de su casa al marido desleal! (Se marcha por el foro. Pausa. Emilio se deja caer en la silla que hay junto a la mesa. Pausa)

MARI-BLANCA
(Al ver su actitud pensativa) ¿Te quedas?

EMILIO
(Seco) Sí.

MARI-BLANCA
¿Por lo que ha dicho tu padre?

EMILIO
No. Por lo que te he oído a ti. (Mari-Blanca sonríe, incrédula) ¿No me crees?

MARI-BLANCA
¿Para qué voy a engañarte? Aunque tengo muchos dese(»s de creerte... aunque te creyese ahora, ¿cómo evitar la duda, cuando pensara que han sido necesarias las amenazas de tu padre para detenerte?

EMILIO
(Sorprendido) ¡Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
¿Cómo no sospechar que tu cariño sea una limosna? (Conteniendo un movimiento de protesta de Emilio) ¡Déjame tener un poquito de orgullo, algo de dignidad! Y tú, no te dejes alucinar por mis palabras. Vete. Recuerda lo que abandonas, y, cuando comprendas que te soy tan necesaria como tú a mí, vuelve, que, vengas como vengas, yo no te cerraré nunca las puertas de nuestra casa...

EMILIO
(Conmovido) ¡Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
(Idem) Ni las de mi corazón. (Se marcha por la. primera, izquierda)

(Música)

EMILIO
Yo no sé qué resolver.
Dudo al marchar.
Pues me atrae esa mujer
con su alegre ingenuidad.
Acaricia su mirada, tan pura,
sin reproches, ni amargura.
Acarician sus palabras, sentidas,
tan humildes, tan rendidas,
que su encanto
no hay quien pueda resistir.
¡Ay, mocina encantadora!
¡Bien supiste mis desdenes combatir!
Ya es para mí un placer
recordar
tu figura encantadora,
de tus ojos el mirar,
y el florecer
de mi querer,
es florecer de amapolas
que, en medio de los trigales,
dan al viento sus corolas.
Así, en mi pecho, ya
naciendo van
de una pasión los ideales,
cual florecer de amapolas.
¡La ilusión,
la semilla del cariño
ya dejó en mi corazón!
Acaricia tu mirada, tan pura,
sin reproches ni amargura.
Y acarician tus palabras, sentidas,
dulces como miel.

(Hablado)

¡Y esta muchacha me conquista! Y me conquista por su dulzura, por su ingenuidad, por su resignación y, si no fuese porque mi padre diría que he cedido por sus imposiciones, ¡me quedaba! ¡Vaya si me quedaba!

(Se marcha por la lateral segunda, derecha. Pausa. Por el foro, entran Tío Donato y Margarito.

DONATO
No hay nadie. Pasa sin miedo.
— 50 —

MARGARITO
(Asomando por el foro) ¿Le es a vosé lo mismo que pase con un leve temblequeo? Porque si está el marido y sospecha...

DONATO
¡Que no está, hombre, que no está! ¿No has visto a Cosme y Froilán preparando las caballerías? ¡Se va a Astorga y no vuelve; te lo aseguro, no vuelve!

MARGARITO
¡Si viera vosa siñoría que me da cierto reparo conquistarle a la mujer! Porque... ¡que se la conquisto, es anecdótico! Ayer, cuando la Mari-Blanca repartía e) pan de boda, me dijo: guárdeme un bocadiño, a cambio de otro que tengo reservado para vosé.

DONATO
¿Y te dio el bocadiño?

MARGARITO
Al terminar un baile.

DONATO
(Alegre) ¿De veras? Y, ¿dónde?

MARGARITO
Metiendo la mano en la faja y sacando un pedazo de pan) Aquí teño o mendrugo.

DONATO
(Contento) ¡Ya es tuya! ¡Ya es tuya!

MARGARITO
Me lo temo.

DONATO
(Casi con rabia) ¡Y luego dicen!... ¡Las mujeres!... Todas son iguales.

MARGARITO
Todas... sí, siñor... todas.

DONATO
Por supuesto, ¿no habrás dicho nada a Casilda de este negocio?

MARGARITO
¡Pero si no me ha dejado vosé ni hablar con ella!

DONATO
Ese fue el trato. Ni verla, ni hablarla, hasta que conquistes a esta casadita. (Dirigiéndose a la primera izquierda) Voy a llamarla.

MARGARITO
¿A Casilda?

DONATO
A Mari-Blanca. Y a ver cómo te las arreglas para que te reciba en su casa.

MARGARITO
¿En su casa?

DONATO
Es la mejor ocasión. La aldea entera duerme en la trilla esta noche. Es la costumbre. El marido se va...

MARGARITO
¡Y el San Cristo de Viceu, me saque con bien!

DONATO
¡Bah! No temas. (Llamando) ¡Mari-Blanca! ¡Mari-Blanca!

MARGARITO
(Retirándose al foro, aparte) ¡Ay, si supiera la felonía que le he hecho!

DONATO
Ya sale. Pero, acércate, hombre.

MARGARITO
No. Adviértale antes que estoy aquí para que no se acongoje mucho al verme.

DONATO
Descuida.

MARI-BLANCA
(Aparece en la lateral primera izquierda) ¡Ah! ¿No es Emilio?

DONATO
Tu esposo está con los amigos preparando el viaje.

MARI-BLANCA
(Con tristeza) ¡Se va!

DONATO
Pero no te entristezcas. Aquí tienes a este mancebo, amable, galán... y con una fantasía completamente portuguesa, que puede hacerte compañía hasta que vengan tus amigas para llevarte a tu antigua casa... porque supongo que volverás a ella.

MARI-BLANCA
Mientras Emilio esté fuera, sí.

MARGARITO
Pues cuente conmigo hasta que vuelva.

MARI-BLANCA
Gracias, Margarito.

DONATO
(Acercándose a la mesa donde está el pellejo de vino) ¡Y yo, me voy!

MARGARITO
¿Tan pronto?

DONATO
Sí. Tengo que llevar este pellejo para que los mozos que van a Astorga me lo traigan con vino.

MARI-BLANCA
Vaya con Dios, señor Donato.

DONATO
Adiós, fillina. (Aparte a Margarito) al cargar con el pellejo) ¡Apriete... que es tuya!

MARGARITO
Apretaréla.

DONATO
¡Y consigue la cita!

MARGARITO
Conseguiréla.

DONATO
(Desde la puerta) ¡Eso es pan comido!

MARGARITO
¡Ya!.„ Ya lo noté ayer cuando me dio el bocadiño. (Se marcha Donato por el foro)

MARI-BLANCA
¿Se marchó?

MARGARITO
Sí.

MARI-BLANCA
¿Y está usted dispuesto a hacer lo que le dije?

MARGARITO
Si usted cree que precisa...

MARI-BLANCA
Necesario. Desde que ayer me contó usted lo que le exigía ese marrullero para casarle con Casilda, comprendí que lo que va buscando además del escándalo y desacreditarme, es tener motivos para negarse a la boda de su hija. Es un egoísta. (Al ver a Margarito pensativo) ¿En qué piensa?

MARGARITO
En que parece mentira que a un portugués como yo, le engañe un maragato como ése.

MARI-BLANCA
Y ahora casi me alegro de que se marche mi marido, para poder hacerle este favor a la Casilda.

MARGARITO
(Con efusión) ¡Gracias, Mari-Blanca!... ¡Vosé no es sólo la flor del páramo!... ¡Vosé es mi Providencia!... ¡Mi ángel de la Guardia!... ¡Sí!... ¡Por vosé será mi Casilda feliz!... ¡A vosé le deberé mi felicidad! (La toma la mano)

(Aparece Casilda, por el foro)

MARI-BLANCA
¡Vamos! ¡No se ponga usted romántico!

MARGARITO
(Lírico) ¡Mari-Blanca! ¡Flor del páramo! ¡Angel mío!

CASILDA
(Sorprendida) ¿Qué la dice?

MARGARITO
Esta esperanza que me da, es el rayo de luna que acaricia el melancólico clavel encarnado do meu coraçao.

CASILDA
(Aparte apuradísima) ¡Ay, que la va a cantar el fado!

MARGARITO
Y si llegamos a realizar nuestras ilusiones cuente con el zagalejo más lujoso de mi casa.

CASILDA
(Aparte) ¡Ya le ha ofrecido el zagalejo!

MARGARITO
¡Verá quién es Margarito en cuanto lleguemos a Portugal!

CASILDA
(Desesperada) ¡Va a escaparse con ella!...

MARI-BLANCA
Prudencia... Y hasta luego.

MARGARITO
(Cogiendo una mano a Mari-Blanca y llevándosela al corazón, cada vez que la dice una frase) ¡Hasta luego, rosal! ¡Hasta luego, lucero! ¡Hasta...

CASILDA
(Adelantándose incomodadísima) ¡Hasta ahora no me convencí de que eres un falsario!

MARI-BLANCA
¡Ah! ¡Casilda!

MARGARITO
¡Ella!... (Enamoradísimo)

CASILDA
(Rechazándole) ¡Ustadáy, so libertino!

MARI-BLANCA
(Sorprendida) ¿Qué dices?

CASILDA
¿Creéis que no os oí? ¿Pensáis que no os he visto? (A Mari-Blanca) Y yo, que me escapé de casa para venir a pedirte consejo... ¡Ah! Pero me vengaré de vosotros.

MARI-BLANCA
¿Vengarte?

CASILDA
Ahora mismo va a saber toda la aldea la felonía que pensabais hacer.

MARGARITO
¿Felonía?

CASILDA
Sí, felonía... Tú, porque eres un enamoradizo; y ésta, por dar celos a su marido que la abandona.

MARI-BLANCA
(Casi llorando) ¡Me ofendes, Casilda!

CASILDA
¡Lo he oído!

MARGARITO
¡Qué has oído mal! Que me parece que estás equivocada.

CASILDA
(Gritando furiosa) ¡Falso!... ¡Mala amiga!

MARGARITO
¡No grites!

CASILDA
¡Quiero!

EMILIO
(Aparece en la lateral, segunda derecha) ¿Qué pasa? ¿Qué voces son esas?

MARGARITO
¡Atiza! ¡El marido!

MARI-BLANCA
(Con alegría) ¡No se ha marchado!

CASILDA
¡Venga usted, Emilio, venga acá, y máteme en seguida a este engañador!

MARGARITO
(Aparte a Casilda) Calla, por Dios, que vas a malograrte el casamiento.

CASILDA
Mo me importa.

EMILIO
¿Que mate a tu novio? ¿Por qué?

CASILDA
Porque me engaña con otra.

MARI-BLANCA
Tranquilízate, Casilda. Yo te explicaré... (A Emilio)

EMILIO
¡Ah, vamos!... ¡Celos! Eso no tiene importancia...

MARGARITO
(A Casilda) ¿Lo oyes? No tiene importancia...

MARI-BLANCA
Sí; llévesela y convénzala de que esos celos son ridículos.

CASILDA
¿Ridículos? Aquí los únicos que estamos en ridículo, somos el señor (Por Emilio) y yo.

EMILIO
(Sorprendidísimo) ¿Eh?

CASILDA
¡Sí, señor!... ¡Y que se atrevan a negarlo estos dos... si se atreven!...

EMILIO
(Como antes) ¡Ah! ¿Pero tú crees que Mari-Blanca... y tu novio?...

CASILDA
Sí, señor... El la hace el amor porque es un enamoradizo y ella le hace caso para darle celos a usted ¡y que no se vaya!

MARGARITO
(Asustadísimo) ¡Me mata! ¡Eu me voy!

EMILIO
¡Quieto! (Pequeña pausa)

MARI-BLANCA
(Apenadísima) ¡Qué has hecho, mocina!

CASILDA
De mí no se burla nadie.

EMILIO
(Tranquilamente) Ni de mí.

MARI-BLANCA
(Con dignidad) ¿Cómo? ¿Qué pensaste?

EMILIO
Pensé... quedarme porque me conmovió tu dulzura, tu bondad. Ahora que recurres a una farsa grotesca para retenerme, no vacilo; me marcho.

CASILDA
¿Sin matar a Margarito?

MARGARITO
(A Emilio) No la haga caso vosa siñoría. Lo mejor es despreciarme.

MARI-BLANCA
(Dolida) ¡Y te marchas sin pedirme una explicación!

EMILIO
(Indiferente) ¿Para qué?

MARI-BLANCA
(Casi indignada) ¿Es que ni por un momento has sentido celos de mí?

EMILIO
¿Celos? Hoy los celos, Mari-Blanca, son una cosa ridícula.

(Aparecen en la puerta del foro Cosme y Froilán, seguidos de algunos mozos)

COSME
(Desde el foro) ¿Estorbamos?

EMILIO
¡Nunca! ¿Qué os trae por aquí?

FROILAN
Los caballos ya están listos.

EMILIO
Pues en marcha.

MARI-BLANCA
¿Te vas?

EMILIO
Sí. (Pausa) ¿Tienes algo que decirme?

MARI-BLANCA
(Le mira, como para hablar, y al ver su aspecto alegre y descuidado, se reprime y dice casi con el aliento) Nada. Adiós.

EMILIO
(Aparte, al marcharse) ¡Bah! No me quiere.

(Desaparece por el foro con los mozos y Cosme y Froilán)

MARI-BLANCA
(En voz baja y con mucha dulzura) ¡No me quiere!

(Pausa)

CASILDA
(De pronto) ¡Y yo! ¡Yo también me voy y os dejo solos! ¡Para que la cantes el fado! ¡Para que la regales el zagalejo! ¡Para que te la lleves a Portugal! (Desde la puerta) ¡Embusteros!

(Desaparece por el foro)

MARGARITO
¿Sabe vosa siñoría que nos hemos lucido?

MARI-BLANCA
(Fija en su idea) ¡No me quiere! ¡No me quiere!

CASILDA
(Entrando por el foro, como un torbellino) ¡Ay! ¡Por la Virgen del Páramo! ¡Escondedme!

MARGARITO
¡Casilda!

MARI-BLANCA
¿Por qué vuelves?

CASILDA
¡Mi padre! ¡Que viene mi padre, y si ve que me escapé de casa me descoyunta! ¡Escóndeme, por Dios!

MARI-BLANCA
(Como si repentinamente se le ocurriese una idea)
¡Ah! Nos salvamos. (Llevando a Casilda a la lateral primera, izquierda) ¡Entra!

CASILDA
¡No le digáis que me habéis visto! (Entra y cierra)

MARGARITO
(Atolondrado) Y yo, ¿dónde me meto?

MARI-BLANCA
¡Aquí, conmigo! ¡Y hágame el amor!

MARGARITO
¿El amor?

MARI-BLANCA
Sí. Es su salvación de usted y la mía.

MARGARITO
¿Mi salvación?

MARI-BLANCA
¡Vamos!

MARGARITO
(Tembloroso y tartamudeando) Te... te... qui... qui... Te... te... qui... qui...

MARI-BLANCA
¿Qué dice?

MARGARITO
¡No puedo romper! Te... te... qui... qui... Tete... qui... qui...

MARI-BLANCA
(Dejándose caer sobre él) Acójame en sus brazos.

MARGARITO
(Abrazándola) ¡Señor! ¡Acógeme en tu seno!

DONATO
(Aparece en el foro y les ve abrazados) ¡Repote! ¡Y eso que no ha hecho más que salir el marido!

MARI-BLANCA
(Bajo, a Margarito) ¡Dígame algo tierno!

MARGARITO
(Loco de miedo) ¡Panecillo!

MARI-BLANCA
No. ¡Algo dulce!

MARGARITO
(Como antes) ¡Mermelada!

DONATO
(Adelantando) ¡Muy bien!

MARI-BLANCA
(Desprendiéndose de sus brazos, huye como atemorizada y se encierra en la lateral primera, izquierda) ¡Ah!

MARGARITO
(Volviéndose y fingiendo sorpresa) ¡Vosé!

DONATO
Yo ¿Conseguiste la cita para esta noche?

MARGARITO
Sí, siñor.

DONATO
¿En su casa?

MARGARITO
Sí, siñor.

DONATO
¡Eres deslumbrante!

MARGARITO
¡Como que tengo unos ojos que son dos hoces! ¡Allí donde os clavo, siegan!


MUTACION


CUADRO SEGUNDO

Telón corto, que representa un paisaje de la campiña maragata, a la caída de la tarde.

(Música)

(Se oye lejana la gaita del gaitero y una voz que canta)

VOZ
La tarde cayó
y la luz del sol se apagó.
Déjame tus ojos mirar,
que voy caminando al azar.
Mirándome en ti
puedo mi camino encontrar,
que tus ojos son para mí
claro luminar.

(Va saliendo todo el coro, por parejas, y luego el Gaitero y Mari-Blanca)

GAITERO
Esta noche el campo será,
yendo tú a mi lado, un jardín,
y mi voz allí te hablará
y dirá: Por fin.

TODOS
La tarde cayó
y del sol la luz se apagó.
Déjame tus ojos mirar,
que voy caminando al azar.
Mirándome en ti
puedo mi camino encontrar,
que tus ojos son para mí
claro luminar.

(Van desapareciendo, lentamente, con el Gaitero. Mari-Blanca queda en escena)

Ven, no tengas miedo tú, mi bien,
que son mis brazos tu sostén
y son tus ojos mi guía.
Ya la noche pronto cerrará,
pero la luna alumbrará
con luz más clara que el día.

MARI-BLANCA
(Sola en escena. Recitado sobre orquesta)
¡De sus casitas vienen
y a sus sembrados van,
de la su compañera
que contentos están.
Igual que la semilla
se guarda en el terrón,
así el recuerdo suyo
está en mi corazón,
y brotará en mi pecho,
cuando le vuelva a ver,
como una rubia espiga
que el sol hizo crecer.

(Con mucha melancolía)

Tarde, tarde agosteña
que va cayendo serenamente;
tiene color de oro
el haz de trigo y el sol poniente.
Canta y corre el arroyo
como si fuera, con su corriente,
besos dando a la tierra
que ha dado el fruto de la simiente.
Aire puro y suave
que acariciando mi frente estás,
llévate este suspiro
para el que acaso no vuelva más.

(Queda extática mirando la lejanía)

VOZ
(Muy lejana)
La tarde cayó
y la luz del sol se apagó.
Déjame tus ojos mirar,
que voy caminando al azar.

(Empieza a caer el telón, lentamente)

Curándome en ti
puedo mi camino encontrar,
que tus ojos son para mí
claro luminar.


(CUADRO Y TELON)


INTERMEDIO MUSICAL


CUADRO TERCERO

La misma decoración del acto primero. Es de noche.

(Por el foro derecha, avanzan Margarito y Tío Donato)

MARGARITO
(Cantando alborotadamente)
Esta noche, Margarito,
va a conquistar una dama...

Esta noche, Margarito,
va a conquistar una dama...

DONATO
(Interrumpiéndole) A ver qué palabra se te ha ocurrió que pegue con dama, no vaya a resultar la copla una barbaridad.

MARGARITO
¡Vosa siñoría no me conoce como poeta! Si eu vingo a o mondo un año antes que Camoens, o autor de As Lusiadas sou eu; oiga usted. (Vuelve a cantar)

Esta noche, Margarito,
va a conquistar a una dama,
lo mismo que o Nuevo Mundo
conquistó Vasco de Gama.

¿Eh? ¿Qué le parece?

DONATO
Que bajes la voz. Pueden oír y te llamarán libertino.

MARGARITO
¡No me importa! Cuando eu me pongo en plan de calavera, soy un hueso. (Al ver que Donato sube hacia la casita de Mari-Blanca) ¿Adónde va usted?

DONATO
A ver si Mari-Blanca ha dejado la puerta entornada como dices que te prometió.

MARGARITO
Y si no la ha dejado, me paso por la balaustrada de su casa de vosé a carasol de Mari-Blanca.

DONATO
(Sonriendo con ira) ¡Como hizo el otro!... ¡Eso sería lo definitivo!... Pero, no... no... puede sentirte la Casilda, que está encerrada en el estradín desde esta mañana, y si te oye, lo echaría todo a perder... (Sube al foro)

MARGARITO
(Lírico) ¡Casilda!... ¡Casilda!... ¡Todo por tu amor!

DONATO
(Empuja la puerta de la casita) ¡Ah! Mira... ¡Abierta!

MARGARITO
(Ufano) ¡Ya lo sabía eu!

DONATO
¿Y ella?... ¿Habrá venido?

(En este momento, se enciende una luz en el piso alto de la casita de Mari-Blanca, y en la cortina que cubre la puerta que da a la solana, se destaca la silueta de una mujer)

MARGARITO
(Que como está vuelto hacia la casa ve la luz y la silueta, sonríe y dice:) ¿Que si ha venido?... ¡Mire vosé!

DONATO
(Volviendo la cabeza) ¡Ella! (Mirando a Margarito, asombrado) ¡La has conquistado!

MARGARITO
(Pavoneándose) Lo mismo que al Nuevo Mundo conquistó Vasco de Gama.

(La silueta de mujer que se ve en la cortina, deja la luz sobre una mesa, que también se ve, y se sienta en una silla)

DONATO
¡Se ha sentado!

MARGARITO
Ya le dije que me esperase sentada.

DONATO
(Nervioso) ¡Arriba, Margarito, arriba! ¡Que yo te vea arriba y tuya es Casilda!

MARGARITO
¿Y los doscientos duros del dote?...

DONATO
También.

MARGARITO
¿Y las dos habitaciones en su casa de usted para mi madre y para mí?

DONATO
¡Todo! Pero... anda .. que yo te vea... que yo me convenza...

MARGARITO
(Vacilando) Sabe vosé... que ahora me da cieno reparo...

DONATO
(Iracundo) ¿Es que vas a arrepentirte?

MARGARITO
Como se trata del honor de una muller... y su marido está ausente...

DONATO
(Aparte) Lo mismo que yo estaba... ¡Maldita sea!... (Alto ) ¡Y a ti qué te importa!

MARGARITO
¿Pero no está vosé convencido ya?...

DONATO
(Atajándole, rabioso) ¡No! Quiero verte ahí arriba... ahí... y si no subes, te hago yo subir de un puntapié...

MARGARITO
(Atemorizado) Bueno... subiré... Pero, conste, que subo porque vosé me lo ha exigido...

DONATO
(Cortándole la palabra y empujándole) Sí... Sí...

MARGARITO
(Siguiendo el razonamiento anterior) Para casarme con su hija de vosé.

DONATO
(Sin poderse contener) ¡Anda!

MARGARITO
Voy. (Volviendo desde la puerta) Oiga. ¿Le bastará a usted con ver mi silueta, o desea presenciar alguna pelícola amatoria?

DONATO
Como quieras.

MARGARITO
Pues vaya vosé preparando los cuartos...

DONATO
Sí... dos... uno para tu madre y otro...

MARGARITO
No... no... los cuartos del dote. Es más interesante. (Entra por la puerta de la casita del foro izquierda)

DONATO
¡Los cuartos!... ¡Menuda estaca voy a preparar! Pero, antes... antes voy a traer aquí al señor Rosendo, a todos los que queden en la aldea, para que presencien este escándalo...
como yo presencié el mío... (Mira al corredor de la casa y ve 1a silueta de mujer, que se levanta) ¡Ah!... ¡Ya subió! ¡Ya lo ha visto!... (La silueta se lleva un dedo a la boca como recomendando silencio al que llega) ¡Le hace señas!... ¡Están de acuerdo!... ¡No cabe duda!... ¡Pronto!... ¡A casa de Rosendo el Rico!.. Se marcha por la lateral segunda derecha)

(Música)

(Se ve avanzar la silueta de Margarito, como para unirse a la de la mujer que le aguarda con los brazos extendidos; cuando Margarito va a caer en ellos, ella le rechaza y le obliga a sentarse frente a ella, quedando la mesa entre los dos. Emilio entra corriendo por el foro izquierda)

EMILIO
En mitad del camino
he podido dejarlos,
y a favor de las sombras
conseguí despistarlos.
Yo no sé qué impaciencia,
qué ansiedad, qué tormento,
me ha traído a la aldea
como en alas del viento.
Al llegar he encontrado
nuestra casa cerrada,
y ahora vengo a la suya
con el alma angustiada.
¿Son las bromas de Cosme?
¿Fue el reír de Froilán?
¿Son acaso los celos
que mordiéndome están?
Ahora que recobro
la serenidad,
veo lo ridículo
de mi situación.

(Sonriendo burlón)

¡Celos!... ¡Sentir celos!
¡Qué imbecilidad!

(Se vuelve hacia la casita)

Adiós, Mari-Blanca
Para siempre...

(Ve a las dos siluetas que se transparentan en la cortina; ella se ha levantado, él, se acerca y se ve hablarle al oído)

¡Oh!
¡Ella!

(La cara de la mujer se muestra de perfil, muy cerca, de la del otro)

¡No!... ¡No es verdad!

(El levanta un brazo como para atraerla. Emilio, echa a correr hacia la casa, enloquecido)

¡Los mato a los dos!

MARI-BLANCA
(Aparece en la balaustrada del carasol de la taberna) Galán, ¿adónde vas, gentil galán?
Si te espera enamorada...

EMILIO
(Deteniéndose sorprendido)
¡Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
Tu linda amada...
etc., etc.

EMILIO
¿Pero qué es esto?
¡Explícate!

MARI-BLANCA
Recuerda. Y la memoria
de alguna vieja historia
cuyo héroe fuiste tú,
traerá esa transparencia...

(Señalando a la cortina, donde se ven las dos figuras, ella de pie, él arrodillado y besándola una mano)

Con una diferencia..
¡Que entonces no había luz!

EMILIO
¿Tú sabías?...

MARI-BLANCA
(Con picardía) ¡Nada!

EMILIO
¿Tú callaste?...

MARI-BLANCA
¡Todo!
Porque estaba enamorada,
y al salvarte... ¡te encontré!

EMILIO
(Amoroso)
¡Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
(Señalando al grupo. Ahora ella está de espalda a él, y él muy cerca de ella, de pie y hablándole al oído)
Cómo escucha emocionada
lo que nunca te escuché.

EMILIO
(Apasionado, dirigiéndose a ella, como si la cantara una serenata)
Mari-Blanca, Mari-Blanca,
linda flor de gentileza,
es tu aroma, tu dulzura,
y tu encanto, tu belleza.
Otra vez está llamando
a tus puertas el amor,
con arrullo dulce y blando
de palomo rondador.

(Se oye dentro, lejano, y poco a poco va acercándose, el canto de los que vuelven de los trillos)

CORO
(Dentro)
La tarde cayó
y del sol la luz se apagó;
déjame tus ojos mirar
que voy caminando al azar.

MARI-BLANCA
(Mientras siguen cantando y acercándose el Coro más cada vez)
Ya de los trillos
hacia la aldea
vuelven los mozos.

EMILIO
¡Que no me vean!

MARI-BLANCA
¡Vete!...

EMILIO
¡Contigo!

(Dirigiéndose hacia la puerta de la taberna, que la de la casa primera izquierda, en cuyo corredor está Mari-Blanca)

MARI-BLANCA
¡No subas!

EMILIO
¡Sí!

(Desapareciendo por la puerta)

¡Mi Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
(Gozosa, retirándose de la balaustrada)
¡Mío, por fin!

CORO
(Más cerca.)
Mirándome en ti
puedo mi camino encontrar;
que tus ojos son para mí
claro luminar.

(Ya están en escena, a la vez que por la lateral segunda derecha, entran el Señor Rosendo y Tío Donato)

(Hablado sobre la Orquesta)

DONATO
Venga usted y convénzase. (Señalando al balcón donde se ven las dos siluetas, ahora frente a frente, y de perfil, naturalmente, al escenario) ¡Mire usted!

ROSENDO
No... no es posible... ¿Quién es ese hombre?

DONATO
¡Margarito! El portugués de los zagalejos. (El Coro, que se ha detenido al llegar estos dos personajes mira también hacia la puerta donde tras la cortina se ven las siluetas)

ROSENDO
¿Y... ella. ella?...

DONATO
(Malicioso) Ella...

(En este momento se oye la voz de Mari-Blanca que canta dulcemente)

MARI-BLANCA
(Desde dentro)
Novio mío, novio mío...
tan aneado y esperado...

ROSENDO
(Con sorpresa y rencor, mientras Mari-Blanca sigue cantando) Sí... es ella... ¡Es Mari-Blanca!

MARI-BLANCA
(Siguiendo su canción)
Como aguardan el rocío
las violetas en el prado.

ROSENDO
(Dirigiéndose hacia la puerta de la casita del foro izquierda) ¡Los mato!

DONATO
(Sujetándole) ¡Calma!

ROSENDO
¡Suélteme usted! (Da un empujón violento a la puerta y .sube como una centella)

DONATO
¡Las mujeres! ¡Todas son iguales! como respondiendo a un murmullo del Coro) ¡Iguales!

MARI-BLANCA
(Continuando su canto, que ha seguido durante las frases anteriores)
Te esperé como paloma
al palomo rondador,
y será tuyo el aroma
delicado...

(Al llegar a esta frase, se interrumpe la canción, coincidiendo con un movimiento de sorpresa que hacen las siluetas, que se vuelven en dirección al fondo, como si en la habitación hubiese entrado alguien)

DONATO
(Que ha seguido todos los movimientos, dice con alegría) ¡Se mastica la tragedia! (Pausa. Las dos siluetas se alejan hacia el fondo de la habitación, y por lo tanto, se retiran del foco de luz que también desaparece cuando se indica, quedando la habitación a oscuras) ¡Maldita sea!... ¡Ya estoy satisfecho! Me vengué de aquella burla... Y ahora tengo motivos para negarme al casamiento de Casilda con ese mamarracho. (Se dirige a su casa, o sea la puerta lateral primera izquierda, la abre y llama) ¡Casilda! ¡Ven! ¡Casilda!

MARI-BLANCA
(Apareciendo) Casilda no está.

DONATO
(Retrocediendo, sorprendido) ¡Eh! ¡Tú!... ¡Mari-Blanca!... ¿Y mi hija?

MARI-BLANCA
(Señalando a la puerta segunda izquierda ) En mi casa. La dije que subiera a traerme unas ropas...

DONATO
(Asombrado ) Entonces... Margarito... y ella... son... (Volviéndose de repente hacia el Coro) ¿Qué hacen ustedes ahí? ¡Fuera! ¡A vuestras casas! ¡A vuestros asuntos!... ¡En cuanto a esa mala hija!...

ROSENDO
(Aparece en la puerta) No hay más sino consentir que se casen.

DONATO
(Furioso) ¡Nunca!... |Se han burlado de mi! ¡Me ha deshonrado!

MARI-BLANCA
Y usted, ¿qué pretendía hacer conmigo?

DONATO
Lo que hizo tu marido...

MARI-BLANCA
Mi marido hizo una locura... es joven... pretendió... pero, ¿quién puede afirmar que fueron admitidas sus pretensiones?

DONATO
¿Pretendes hacerme creer que aquel infame?...

MARI-BLANCA
Se vio solicitada... y huyó. ¿Qué mejor prueba quiere usted?

ROSENDO
(Adelantándose, con Casilda) No obligues a tu hija que huya también de tu lado.

CASILDA
No, padre. Yo no huyo, si se queda Margarito.

ROSENDO
(Hacia la puerta a donde asoma Margarito) ¡Vamos, sal, y pide perdón al señor Donato!

MARGARITO
¡Cá, yo no salgo hasta que se quite las botas!

MARI-BLANCA
Mi marido y yo nos marchamos del pueblo.

ROSENDO
¿Qué os marcháis?

DONATO
Sí. ¡Que se vaya! Que se vaya donde yo no le vea... porque si le encuentro en mi camino...

EMILIO
(Saliendo) No tenga usted cuidado, que no nos volveremos a ver en esta vida.

(Música. Cuadro y telón)



FIN DE LA OBRA


Información obtenida en:
https://archive.org/details/lamariblancazarz00more

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