El cantar del arriero
El cantar del arriero, Zarzuela en dos actos se estrenó en el Teatro Victoria de Barcelona, el día 21 de Noviembre de 1930. Sus libretistas, Serafín Adame Martínez y Adolfo Torrado Estrada. Música de Fernando Díaz Giles.
Acto I
Próximo a la vejez, Blas, es dueño una
Venta, situada en la carretera que conduce a Puebla de Sanabria, que es
frecuentada por arrieros, y a los que Blas no ve con buenos ojos.
El ventero, viudo y con una hija, tiene depositadas todas
sus ilusiones en ella. La muchacha, llamada Mariblanca, es buena y cariñosa con
su padre, a quien brinda total obediencia y cariño. Braulio, mozo de confianza
del ventero, es el fiel criado que y se siente orgulloso de servir a su amo.
Gloria es otra muchacha que sirve en la Venta, y tiene Braulio a mal traer, por
sus coqueteos con los demás mozos del lugar y con algún que otro arriero de los
que de paso en la venta. Es Anselmo, entre los mozos del lugar, lo más serio y
formal que pueda desearse. Y en quien se fijó en Mariblanca, con la que no
pierde la ocasión de ser agradable a la joven. El cariño surge entre los dos
jóvenes, y Anselmo adora a su novia.
No son muy del agrado de Blas las relaciones de Anselmo con
Mariblanca, ya que el muchacho no posee ningún bien de fortuna, pero incapaz de
quitar un gusto a su hija, no llega a oponerse con resolución a que estas
relaciones continúen.
El día en que se celebra el santo de Mariblanca, la venta
está de fiesta. Mozas y mozos, vienen con bailes y canciones a festejar a la
hija del ventero. Blas ante la posibilidad de su viaje aquella misma noche, le
hace la recomendación a Braulio, de que cierre la venta a todo arriero. Efectivamente, ante la ausencia del amo, la venta está
cerrada. Se interrumpió la fiesta, con el anuncio de la próxima llegada de los
arrieros, por el sonido de campanillas lejanas que se van acercando poco a
poco.
Cuando llegan Lorenzo, "Cigüeño" y Tomás con los
demás arrieros frente a la puerta de la Venta, sólo un silencio sepulcral, como
de lugar deshabitado, les recibe. Las intenciones del jefe de los arrieros no
son muy buenas, ya que se desvió a propio intento de su ruta normal para hacer
un alto en la venta. Tiene conocimiento de la belleza de Mariblanca, y como
hombre de poco escrúpulo en cuestiones de faldas, y acostumbrado a hacer su
voluntad, de grado o por la fuerza, no reparó en perder unas horas en su
caminar para correr la aventura que se propone.
Mariblanca quien ordena a sus criados que abran la puerta a
los arrieros y les franqueen la entrada en la Venta, si así lo desean. Lorenzo,
conseguido su primer propósito, trata con gran dulzura a la joven. Al poco de
estar los arrieros saboreando el vino que les fue servido, se presenta Anselmo,
al frente de otros mozos, a rondar a su novia. Esta sale a recibir a su
prometido, quien, orgulloso, hace gala del cariño que profesa a Mariblanca.
El despecho que siente Lorenzo es torpemente disimulado,
retando a Anselmo a que haga con él un alarde de fuerza y destreza de pulso.
Ante la osadía del arriero, y a pesar de la oposición de Mariblanca, que quiere
evitar a Anselmo la reyerta con el pendenciero Lorenzo, el muchacho comienza a
medir sus fuerzas con su rival, siendo vencido, ante el regocijo de los
arrieros y la consternación de los mozos. Esta humillación, sufrida por Anselmo
ante su novia, es lo que buscaba Lorenzo.
Anselmo, dándose cuenta de las intenciones de su rival, le
reta a una lucha a muerte para defender a su novia. El arriero amenaza lograr
su propósito a pesar de toda oposición. La oportuna llegada de Blas, que no efectuó el viaje
anunciado, corta la tirante situación.
Acto II
En el interior de la venta Blas medita sobre lo sucedido y decide que a pesar del contratiempo se celebrará la fiesta de Mariblanca. Braulio se queda vigilando con Gloria, cuando llega el Cigüeño disfrazado de fraile, pidiendo alojamiento. Blas pone en manos de Anselmo la custodia de Mariblanca. El mozo jura defenderla con su vida. A poco, se presenta en la Venta un fraile falso, ya que se trata de "Cigüeño", uno de los secuaces de Lorenzo, quien sigue en su propósito anterior de ultrajar a Mariblanca. El tal "Cigüeño" es el encargado de franquear la entrada en la casa de la muchacha a su jefe y demás gente arriera en un momento determinado. Lograda la primera fase del plan concebido por Lorenzo, y cuando incluso tiene en su poder a Anselmo aprisionado entre dos de sus hombres y a Mariblanca desmayada y a merced suya, la aparición del ventero le detiene en su intento. Blas hace saber a Lorenzo que la mujer que tiene ante él es su propia hija, fruto de la mala acción que años antes cometiera. Esta confesión final hace que Lorenzo desista de su propósito, y arrepentido de la mala acción que iba a cometer, haga votos por la felicidad de Anselmo y Mariblanca, abandonando la venta.
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