La villana
La villana, Zarzuela en tres actos se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el día 1 de Octubre de 1927. Sus libretistas, Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Música de Amadeo Vives.
Acto I
La acción se desarrolla a principios del siglo XV en las inmediaciones de Ocaña. Miguel Angel, cachicán de la hacienda y su esposa Juana Antonia, mujer del campo, están esperando que baje su amo, Peribáñez, para la ceremonia de su boda. Baja Peribáñez, en traje de fiesta y alegre porque va a casarse con una villana guapa y honrada. Se adelantan un grupo de mujeres, Juana Antonia al frente, para entregarle un presente y los segadores entonan unas coplas. Suenan, a lo lejos, unas campanillas, y al poco tiempo aparece Casilda, la novia y su tía Blasa. Peribáñez se acerca al carro para darle la mano a Casilda. Suena la campana de la ermita y se oye el bullicio de la gente que sale precediendo a los recién casados. Antes de que terminen de entrar todos los invitados al patio de la hacienda, entran armando un gran revuelo Miguel Angel y el poeta Olmedo, pues un toro ha atacado al comendador Don Fadrique, al que traen, desmayado, dos labradores. Don Fadrique abre los ojos y al ver a Casilda queda prendado de ella. Se incorpora y le pregunta si es la novia, a lo cual contesta Casilda que ya está casada. Aparece Peribáñez y Don Fadrique, en prueba de agradecimiento por lo bien que le ha tratado le dice que le pida algo. Peribáñez que ya tiene un buen pago al verle con vida. A fuerza de insistir el comendador, le dice que su mujer deseaba ir a la fiesta de Toledo, pero como su carro es de labrador y no está engalanado, le agradecería mucho si le prestara una alfombra y repostero. Cuando se marchan los invitados, Casilda y Peribáñez se declaran su amor frente a sus tierras, tras lo cual penetran en casa. Aparece Olmedo que está enamorado de Juana Antonia. Viendo aparecer a Don Fadrique por el fondo, Olmedo le pregunta si viene a felicitar al novio a lo que contesta el comendador que se ha enamorado de Casilda. Poco tiempo después el pregonero dice en la casa de labor de Peribáñez que el Rey Don Enrique va a hacer la guerra y requiere que se haga una compañía de labradores voluntarios de la que Peribáñez será el capitán. Esto último es una orden del comendador que quiere que esté lejos para poder abordar a Casilda. Cuando Peribáñez ya está a punto de partir, aparece en la casa un judío llamado David que pide hospitalidad que pagará bien. Peribáñez no lo quiere aceptar pero David le entrega a Casilda en pago de su hospitalidad unos pendientes de perlas. Se marcha Peribáñez. David está, en realidad, enviado por el comendador. Roque y Blasa, los tíos egoístas de Casilda, sospechan algo y vigilan al judío; tras saber por quién va enviado, sale Roque en busca del comendador, mientras, Blasa intenta convencer a Casilda. Todo ello lo escuchan Olmedo y Chaparro. Sale Casilda a la ventana y al ver al comendador llama a los segadores con mucha diplomacia. Mientras huye Don Fadrique aparecen Olmedo y Chaparro que comentan cómo se ha sabido defender el ama.
Acto II y III
En una venta del camino de Ocaña a Toledo Miguel Angel y algunos labradores jóvenes esperan a su amo. Cuando llega éste se encuentra con el judío David que le dice quién le envió a su hacienda. Peribáñez vuelve a su casa con la duda de si han mancillado su honor pero cuando ve a Casilda le pregunta por los pendientes de perlas y ella le contesta que siendo labradora y villana y habiéndose casado con un villano, también llevando pendientes de perlas, le dirían que era de señor. Cuando por fin Peribáñez tiene que partir a la guerra, manda al comendador que le ciña su propia espada, dejándole a su cuidado su hacienda y su mujer, y que si él le ha dado el honor ya sabe lo que lo que le roban si se lo quitan. Juana Antonia sale con traje de marcha y dispuesta para ir a la guerra con su Miguel Angel, afrentando a Olmedo por no ir, tras lo cual éste también se va. Queda sola Casilda en la casa. Aparece el comendador que le ofrece su amor, rechazándole Casilda y echándole de la casa. Aquel le contesta que si no lo quiere la tendrá a la fuerza, saltando por la ventana, Casilda pide socorro. En estos momentos Peribáñez, que se ha sentido celoso e intranquilo, ha vuelto y oye los gritos de su mujer. Entra y con la espada que le ció el mismo comendador le mata. El Rey ofrece una recompensa a quien le entregue al asesino del comendador de Ocaña. Peribáñez se entrega y el Rey pide a los soldados que le prendan. Ninguno se mueve, por lo que el Rey pregunta por qué desoyen sus instrucciones, a lo que le contesta Peribáñez, que ellos le perdonan. Conociendo el motivo por el que mató al comendador, también será perdonado por el Rey, culminando felizmente la obra.
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