El joven piloto
El joven piloto, Cuadros sentimentales de la vida en el mar y en los puertos en dos actos se estrenó en el Teatro Calderón de
Madrid, el día 7 de Diciembre de 1934. Sus libretistas, Jacinto Miquelarena y Luis Urquijo Landecho (Marqués de Bolarque). Música de Juan Tellería.
Acto I
Primer cuadro. En un puerto del norte de España, la tripulación de La Mundaca, un hermoso velero blanco, se apresta para embarcarse rumbo a Cuba. Sirimiri y Shimela, dos lobos de mar, esbozan algunas historias de marineros y llaman a Ignacio, el joven piloto de la nave que, recién casado, se despide de su mujer Rosario.
Segundo cuadro. Transcurre en un cosmopolita café cantante de La habana donde se divierten marinerías de todas las razas con mujeres de alterne, Shimela, Sirimiri e Ignacio, asisten al espectáculo. Es su última noche antes de emprender el regreso y, sobre todo Ignacio y Sirimiri han bebido más de la cuenta. Shimela, que es un viejo marino amante de su mujer Raimunda, trata de transmitir a los otros algo de cordura, pero no se lo ponen fácil porque se han prendado de dos mulatas. Sirimiri no tiene mucho éxito, pero Ignacio ha enamorado a Trinidad, La Chinamanila, principal vedette del café y, haciendo oídos sordos de la llamada de su capitán decide quedarse en tierra con ella.
Tercer cuadro. Termina el acto con un cuadro que representa de nuevo el puerto español. Allí, en el Café de la Marina, al son de músicas distintas a las caribeñas y sin adorno de mujerío habanero, reina también un ambiente marinero más tabernario que cabaretero. Un cantante ciego trae la noticia del avistamiento de La Mundaca, lo que emociona a Rosario y Raimunda. Llega Shimela, pero la noticia que trae deja desolada a Rosario: Ignacio se quedó en Cuba, "cosas del mar y de los puertos", según Shimela.
Acto II
Primer cuadro. Veinte años después. Rosario ha criado sola un hijo de Ignacio, José María, al que simplemente ha dicho que su padre desapareció en el mar. José María quiere ser, a toda costa, marinero para buscar a su idealizado padre. Raimunda trae noticias de que las cosas entre Ignacio y la mujer cubana van de mal en peor pero, tanto tiempo después, Rosario no reacciona. Regresa entonces La Mundaca de una nueva singladura, pero Shimela, el marido de Raimunda, murió en la travesía y el capitán dio su cuerpo a la mar como hubiera querido el viejo marino. Sirimiri se lo cuenta a Rosario, los marineros van trayendo el equipaje y el jergón de Shimela, llega Raimunda y el capitán se la lleva del brazo para darle la fatal noticia.
Segundo cuadro. De nuevo en La Habana, en un sórdido cafetín, donde ha recalado en su decadencia Trinidad La Chinamanila con su celoso amante Ignacio. Entre tanto aparece Ignacio, Sirimiri habla con un viejo conocido: el Bardo, un cantante español que va con su guitarra de puerto en puerto. Cuando llega Ignacio hace una escena de despecho con Trinidad que se ha encaprichado de un mulato que la corteja. El mulato se encara con Ignacio, hay bronca, aquel saca una pistola, pero el Bardo le desarma mientras Sirimiri y otros marineros sujetan a Ignacio. Finalmente, Sirimiri convence a Ignacio de que vuelva con él a su tierra mientras Trinidad se queda con su nueva conquista.
Tercer cuadro. De nuevo en el puerto español, Ignacio se presenta ante Rosario pidiendo disculpas pero ella no le perdona. Llega el armador de La Mundaca y ofrece a Ignacio capitanear el barco. Al principio Ignacio se resiste, pero cuando el armador le dice que su hijo, José María, se ha enrolado en la tripulación, éste accede encantado. José María se despide de su madre en presencia de Ignacio y, con este mínimo destello de esperanza la obra concluye.
Acto I
Primer cuadro. En un puerto del norte de España, la tripulación de La Mundaca, un hermoso velero blanco, se apresta para embarcarse rumbo a Cuba. Sirimiri y Shimela, dos lobos de mar, esbozan algunas historias de marineros y llaman a Ignacio, el joven piloto de la nave que, recién casado, se despide de su mujer Rosario.
Segundo cuadro. Transcurre en un cosmopolita café cantante de La habana donde se divierten marinerías de todas las razas con mujeres de alterne, Shimela, Sirimiri e Ignacio, asisten al espectáculo. Es su última noche antes de emprender el regreso y, sobre todo Ignacio y Sirimiri han bebido más de la cuenta. Shimela, que es un viejo marino amante de su mujer Raimunda, trata de transmitir a los otros algo de cordura, pero no se lo ponen fácil porque se han prendado de dos mulatas. Sirimiri no tiene mucho éxito, pero Ignacio ha enamorado a Trinidad, La Chinamanila, principal vedette del café y, haciendo oídos sordos de la llamada de su capitán decide quedarse en tierra con ella.
Tercer cuadro. Termina el acto con un cuadro que representa de nuevo el puerto español. Allí, en el Café de la Marina, al son de músicas distintas a las caribeñas y sin adorno de mujerío habanero, reina también un ambiente marinero más tabernario que cabaretero. Un cantante ciego trae la noticia del avistamiento de La Mundaca, lo que emociona a Rosario y Raimunda. Llega Shimela, pero la noticia que trae deja desolada a Rosario: Ignacio se quedó en Cuba, "cosas del mar y de los puertos", según Shimela.
Acto II
Primer cuadro. Veinte años después. Rosario ha criado sola un hijo de Ignacio, José María, al que simplemente ha dicho que su padre desapareció en el mar. José María quiere ser, a toda costa, marinero para buscar a su idealizado padre. Raimunda trae noticias de que las cosas entre Ignacio y la mujer cubana van de mal en peor pero, tanto tiempo después, Rosario no reacciona. Regresa entonces La Mundaca de una nueva singladura, pero Shimela, el marido de Raimunda, murió en la travesía y el capitán dio su cuerpo a la mar como hubiera querido el viejo marino. Sirimiri se lo cuenta a Rosario, los marineros van trayendo el equipaje y el jergón de Shimela, llega Raimunda y el capitán se la lleva del brazo para darle la fatal noticia.
Segundo cuadro. De nuevo en La Habana, en un sórdido cafetín, donde ha recalado en su decadencia Trinidad La Chinamanila con su celoso amante Ignacio. Entre tanto aparece Ignacio, Sirimiri habla con un viejo conocido: el Bardo, un cantante español que va con su guitarra de puerto en puerto. Cuando llega Ignacio hace una escena de despecho con Trinidad que se ha encaprichado de un mulato que la corteja. El mulato se encara con Ignacio, hay bronca, aquel saca una pistola, pero el Bardo le desarma mientras Sirimiri y otros marineros sujetan a Ignacio. Finalmente, Sirimiri convence a Ignacio de que vuelva con él a su tierra mientras Trinidad se queda con su nueva conquista.
Tercer cuadro. De nuevo en el puerto español, Ignacio se presenta ante Rosario pidiendo disculpas pero ella no le perdona. Llega el armador de La Mundaca y ofrece a Ignacio capitanear el barco. Al principio Ignacio se resiste, pero cuando el armador le dice que su hijo, José María, se ha enrolado en la tripulación, éste accede encantado. José María se despide de su madre en presencia de Ignacio y, con este mínimo destello de esperanza la obra concluye.
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