Salir el amor del mundo
Salir el amor del mundo, Zarzuela nueva en dos jornadas se estrenó en Madrid, el día 6 de Noviembre de 1696. Su libretista, José de Cañizares. Música de Sebastián Durón.
Jornada I
Comienza con la intromisión de Cupido en los bosques de Diana. Esta le descubre y ordena a sus Ninfas, Zinna, Yrene y Lesbia que le capturen, y para amedrentarle, canta Diana y la Música ¡Muera Cupido! Ante esta persecución, la Ignorancia (el Momo Gracioso) que acompaña a Cupido sugiere a éste que huyan, a lo que responde Cupido que es deseado por la propia Diana y que ha de herir “en lo altivo”, refiriéndose a Diana, que en juego de palabras, se asocia con Doña Ana. Por dos veces más se canta ¡Muera Cupido! Y Diana insiste a sus Ninfas para que perseveren en la persecución. Comprendiendo la dificultad de la empresa ante las astucias del Amor, llama en su ayuda a los dioses Apolo, Marte y Júpiter, dedicando a cada uno de ellos una invocación cantada y obteniendo la respuesta del Olimpo en forma de música a cuatro. Al oír la respuesta favorable a su petición, Diana pide que bajen en su ayuda, descendiendo éstos en nubes mientras la música repite las respuestas anteriores. Una vez en el Mundo, los tres dioses cantan preguntando a Diana qué quiere de ellos. Esta, en un largo parlamento, les pide ayuda para echar al Amor del Mundo, convenciéndoles con sutiles argumentos. Finalizado el parlamento de Diana, responden los tres dioses cantando, exponiendo que la persuasión de Diana les ha convencido. Sigue un diálogo entre los cuatro en el que cada uno de ellos explica sus amenazas y cantan juntos para asustar al Amor. En la siguiente escena el Momo repite los últimos versos de los cuatro, lamentando después su poca suerte al servicio del Amor ante lo que se avecina. Se oyen ruidos de instrumentos pastoriles y voces que gritan vivas al Amor, y el Momo, contento, invita a bailar a los zagales que han entrado en escena, comenzando un hermoso baile cantado delante del Amor en el que dicen que éste siempre vence aunque huya. Interviene el Amor en un parlamento en el que pide a los zagales y al Momo que le dejen solo con sus astucias, enfadándose el Momo porque también a él le pide el Amor que se vaya. Todos se van cantando y danzando el mismo baile y cuando el Amor se ha quedado solo, canta la más hermosa aria de toda la obra, expresando su dolor y tratando de darse ánimos. En un recitado cuenta su cansancio y su deseo de dormir en un lugar del bosque que cree seguro; se recuesta en un peñasco y, cantando de nuevo el aria del principio, comienza a quedarse dormido. Sale Morfeo de una gruta y toca al Amor con un caduceo al mismo tiempo que canta para que se duerma. Se queda dormido el Amor. Entonces, aparecen, “como acechando” Diana, Apolo, Marte y Júpiter, descubriendo al Amor dormido y entablan un diálogo en el que deliberan qué harán con él, decidiendo finalmente romperle las flechas. Le van quitando y rompiendo las flechas, al mismo tiempo que dialogan entre ellos cantando. Suena la caja y el clarín y se despierta el Amor asustado. Diana y los dioses se han escondido y el Amor canta un recitado en el que, al ver las flechas rotas, expone su miedo y su sospecha de que le han sorprendido mientras dormía. Suena de nuevo la caja y el clarín y el Amor no sabe a dónde huir, arrepintiéndose de haber entrado en los jardines de Diana. Cuando va a salir, aparecen Júpiter y los demás que lo detienen, cantando, estableciéndose un diálogo cantado entre los cuatro en el que amenazan al Amor, desarmado, y en el que éste pide que le dejen huir. Diana, ante las súplicas del Amor, que son “veneno de su oído”, ordena a éste que huya. El Amor huye pero prometiendo vengarse de la afrenta, y Diana y los dioses cantan a cuatro voces obligándole a huir y llamándole cobarde, a lo que responde el Amor que mienten, porque ni “huyen ni temen ni agravian las flechas de Amor”, y contestan los cuatro que huya su quiere librarse de ellos, con lo que da fin a la primera jornada.
Jornada II
Comienza con la intervención de la Música y el ruido de unos martillos en una fragua. Están haciendo una flecha para el Amor, desarmado en la afrenta de Diana. El amor oye el ruido de los martillos y las voces y se pregunta, cantando, qué será ese ruido a la vez atractivo y peligroso. El Momo y los Zagales ven al Amor y se acercan a él, habiendo cantado antes una parte de la música inicial. Le explica que, al verle desarmado, le han construido una flecha para que dé “a Doña Ana un saetazo”, flecha que tiene el valor de muchas, pues ha sido forjada con celos, con mudanzas, con olvidos y con ausencias. El Amor la coge y va a vengar su ofensa, no sin antes escuchar las recomendaciones del Momo. Se oyen dentro las voces de Diana y las Ninfas que están cazando y el Momo insta al Amor a que vaya a vengarse, “pues ya está Doña Ana en el bosque”. Se va el Amor, y el Momo con las Zagalas, ante el temor de que se descubra su ayuda al Amor, se van confundiéndose con el ruido de la caza. Entran en escena Diana con sus Ninfas, cazando, y Diana propone entrar en lo intrincado de la selva, a lo que una Ninfa dice que hace mal, pues el Amor, aunque desarmado, está en el bosque y “sus traidoras asechanzas en carcaj mental aun tienen saetas imaginarias”. Responde Diana segura de su fuerza, mientras es espiada por el Amor que habla consigo mismo dándose ánimos para no desaprovechar su flecha. Diana insta a sus Ninfas a que la sigan y salen éstas cantando que de nada le sirven a Cupido ni las flechas ni las alas, porque “el Desdén unas corta y otras quebranta”. Diana se siente halagada por la canción de sus Ninfas y las sigue cantando con ellas. El Amor, que durante este tiempo ha estado acechando, va a disparar traicioneramente su flecha contra Diana, pero aparece y se interpone Júpiter que viene a proteger a Diana. El Amor amenaza con dispararle a él y Júpiter canta diciendo que va a perder la flecha, el Amor va a disparar pero el arco no le obedece. Júpiter canta diciendo que va a perder la flecha. El Amor va a disparar pero el arco no le obedece. Júpiter increpa al Amor diciéndole que es muy difícil vencerle, y le deja solo como desprecio. El Amor intenta seguirle para vengarse, pero sale Marte y lo detiene, cantando un recitativo en el que dialogan los. El Amor amenaza ahora con vengarse en él, y le dispara su flecha, pero Marte interpone su escudo y detiene la flecha que cae al suelo, y ufano de su triunfo se va cantando un Aria. El Amor responde lamentándose de su suerte, pero finalmente se anima de nuevo y va a recoger la flecha. Entonces “sale Apolo y, adelantándose, coge el harpón y canta”, increpando también al Amor por su obstinación en vengarse. El Amor le responde orgulloso, pretextando que desarmado es muy fácil jactarse. Entonces Apolo le devuelve la flecha para que el Amor vea que no le tiene miedo. Este la recoge y va a dispararle, pero se rompe la cuerda del arco. Apolo desprecia al Amor y le manda huir, pero éste, orgulloso, responde que aún le quedan las alas y que no se va huyendo, llama el Amor en su ayuda a Venus y sale de escena perseguido por Apolo. Entra en escena Diana, que ha oído las voces de Apolo y piensa que seguramente ha descubierto al Amor y corre tras él. De pronto ve acercarse a alguien, y entra en escena el Amor asustado, gritando, y ve a Diana. Entablan un diálogo y el Amor dice a Diana que en ella se va a vengar de los tres, utilizando la flecha como puñal, ya que se le habría roto el arco. Luchando los dos y se hiere el Amor, triunfando Diana que llama a sus Ninfas y a los Dioses para darles cuenta de su triunfo y castigar al Amor desterrándolo del Mundo y encerrándole en una gruta, y con él al Momo. El Amor intenta hablar, pero no le dejan, y como insista, le encadenan y cogen los extremos de las cadenas Diana, Apolo, Marte y Júpiter. El Amor se lamenta; los zagales, antes sus parciales, ahora se ríen de él. Lo conducen a la gruta para encerrarlo, pero previamente pide el Amor que le dejen al menos quejarse y Diana le autoriza, entonando entonces el Amor un hermoso lamento al que van respondiendo todos, a solo y a cuatro voces. El Amor intenta todavía que le dejen libre, pero al final le encierran en la gruta mientras la música canta cele brando el triunfo de Diana. Una vez cerrada la gruta, con el Amor y el Momo dentro, Marte, Júpiter y Apolo ponen a los pies de Diana, como homenaje, su lanza, rayo y lira respectivamente, mientras los zagales y las ninfas gritan en su honor, cantando todos “que en el cóncavo profundo / de un risco logra el rigor, / ya que vino al mundo amor, / que salga el amor del mundo”, con lo que termina la zarzuela.
Jornada I
Comienza con la intromisión de Cupido en los bosques de Diana. Esta le descubre y ordena a sus Ninfas, Zinna, Yrene y Lesbia que le capturen, y para amedrentarle, canta Diana y la Música ¡Muera Cupido! Ante esta persecución, la Ignorancia (el Momo Gracioso) que acompaña a Cupido sugiere a éste que huyan, a lo que responde Cupido que es deseado por la propia Diana y que ha de herir “en lo altivo”, refiriéndose a Diana, que en juego de palabras, se asocia con Doña Ana. Por dos veces más se canta ¡Muera Cupido! Y Diana insiste a sus Ninfas para que perseveren en la persecución. Comprendiendo la dificultad de la empresa ante las astucias del Amor, llama en su ayuda a los dioses Apolo, Marte y Júpiter, dedicando a cada uno de ellos una invocación cantada y obteniendo la respuesta del Olimpo en forma de música a cuatro. Al oír la respuesta favorable a su petición, Diana pide que bajen en su ayuda, descendiendo éstos en nubes mientras la música repite las respuestas anteriores. Una vez en el Mundo, los tres dioses cantan preguntando a Diana qué quiere de ellos. Esta, en un largo parlamento, les pide ayuda para echar al Amor del Mundo, convenciéndoles con sutiles argumentos. Finalizado el parlamento de Diana, responden los tres dioses cantando, exponiendo que la persuasión de Diana les ha convencido. Sigue un diálogo entre los cuatro en el que cada uno de ellos explica sus amenazas y cantan juntos para asustar al Amor. En la siguiente escena el Momo repite los últimos versos de los cuatro, lamentando después su poca suerte al servicio del Amor ante lo que se avecina. Se oyen ruidos de instrumentos pastoriles y voces que gritan vivas al Amor, y el Momo, contento, invita a bailar a los zagales que han entrado en escena, comenzando un hermoso baile cantado delante del Amor en el que dicen que éste siempre vence aunque huya. Interviene el Amor en un parlamento en el que pide a los zagales y al Momo que le dejen solo con sus astucias, enfadándose el Momo porque también a él le pide el Amor que se vaya. Todos se van cantando y danzando el mismo baile y cuando el Amor se ha quedado solo, canta la más hermosa aria de toda la obra, expresando su dolor y tratando de darse ánimos. En un recitado cuenta su cansancio y su deseo de dormir en un lugar del bosque que cree seguro; se recuesta en un peñasco y, cantando de nuevo el aria del principio, comienza a quedarse dormido. Sale Morfeo de una gruta y toca al Amor con un caduceo al mismo tiempo que canta para que se duerma. Se queda dormido el Amor. Entonces, aparecen, “como acechando” Diana, Apolo, Marte y Júpiter, descubriendo al Amor dormido y entablan un diálogo en el que deliberan qué harán con él, decidiendo finalmente romperle las flechas. Le van quitando y rompiendo las flechas, al mismo tiempo que dialogan entre ellos cantando. Suena la caja y el clarín y se despierta el Amor asustado. Diana y los dioses se han escondido y el Amor canta un recitado en el que, al ver las flechas rotas, expone su miedo y su sospecha de que le han sorprendido mientras dormía. Suena de nuevo la caja y el clarín y el Amor no sabe a dónde huir, arrepintiéndose de haber entrado en los jardines de Diana. Cuando va a salir, aparecen Júpiter y los demás que lo detienen, cantando, estableciéndose un diálogo cantado entre los cuatro en el que amenazan al Amor, desarmado, y en el que éste pide que le dejen huir. Diana, ante las súplicas del Amor, que son “veneno de su oído”, ordena a éste que huya. El Amor huye pero prometiendo vengarse de la afrenta, y Diana y los dioses cantan a cuatro voces obligándole a huir y llamándole cobarde, a lo que responde el Amor que mienten, porque ni “huyen ni temen ni agravian las flechas de Amor”, y contestan los cuatro que huya su quiere librarse de ellos, con lo que da fin a la primera jornada.
Jornada II
Comienza con la intervención de la Música y el ruido de unos martillos en una fragua. Están haciendo una flecha para el Amor, desarmado en la afrenta de Diana. El amor oye el ruido de los martillos y las voces y se pregunta, cantando, qué será ese ruido a la vez atractivo y peligroso. El Momo y los Zagales ven al Amor y se acercan a él, habiendo cantado antes una parte de la música inicial. Le explica que, al verle desarmado, le han construido una flecha para que dé “a Doña Ana un saetazo”, flecha que tiene el valor de muchas, pues ha sido forjada con celos, con mudanzas, con olvidos y con ausencias. El Amor la coge y va a vengar su ofensa, no sin antes escuchar las recomendaciones del Momo. Se oyen dentro las voces de Diana y las Ninfas que están cazando y el Momo insta al Amor a que vaya a vengarse, “pues ya está Doña Ana en el bosque”. Se va el Amor, y el Momo con las Zagalas, ante el temor de que se descubra su ayuda al Amor, se van confundiéndose con el ruido de la caza. Entran en escena Diana con sus Ninfas, cazando, y Diana propone entrar en lo intrincado de la selva, a lo que una Ninfa dice que hace mal, pues el Amor, aunque desarmado, está en el bosque y “sus traidoras asechanzas en carcaj mental aun tienen saetas imaginarias”. Responde Diana segura de su fuerza, mientras es espiada por el Amor que habla consigo mismo dándose ánimos para no desaprovechar su flecha. Diana insta a sus Ninfas a que la sigan y salen éstas cantando que de nada le sirven a Cupido ni las flechas ni las alas, porque “el Desdén unas corta y otras quebranta”. Diana se siente halagada por la canción de sus Ninfas y las sigue cantando con ellas. El Amor, que durante este tiempo ha estado acechando, va a disparar traicioneramente su flecha contra Diana, pero aparece y se interpone Júpiter que viene a proteger a Diana. El Amor amenaza con dispararle a él y Júpiter canta diciendo que va a perder la flecha, el Amor va a disparar pero el arco no le obedece. Júpiter canta diciendo que va a perder la flecha. El Amor va a disparar pero el arco no le obedece. Júpiter increpa al Amor diciéndole que es muy difícil vencerle, y le deja solo como desprecio. El Amor intenta seguirle para vengarse, pero sale Marte y lo detiene, cantando un recitativo en el que dialogan los. El Amor amenaza ahora con vengarse en él, y le dispara su flecha, pero Marte interpone su escudo y detiene la flecha que cae al suelo, y ufano de su triunfo se va cantando un Aria. El Amor responde lamentándose de su suerte, pero finalmente se anima de nuevo y va a recoger la flecha. Entonces “sale Apolo y, adelantándose, coge el harpón y canta”, increpando también al Amor por su obstinación en vengarse. El Amor le responde orgulloso, pretextando que desarmado es muy fácil jactarse. Entonces Apolo le devuelve la flecha para que el Amor vea que no le tiene miedo. Este la recoge y va a dispararle, pero se rompe la cuerda del arco. Apolo desprecia al Amor y le manda huir, pero éste, orgulloso, responde que aún le quedan las alas y que no se va huyendo, llama el Amor en su ayuda a Venus y sale de escena perseguido por Apolo. Entra en escena Diana, que ha oído las voces de Apolo y piensa que seguramente ha descubierto al Amor y corre tras él. De pronto ve acercarse a alguien, y entra en escena el Amor asustado, gritando, y ve a Diana. Entablan un diálogo y el Amor dice a Diana que en ella se va a vengar de los tres, utilizando la flecha como puñal, ya que se le habría roto el arco. Luchando los dos y se hiere el Amor, triunfando Diana que llama a sus Ninfas y a los Dioses para darles cuenta de su triunfo y castigar al Amor desterrándolo del Mundo y encerrándole en una gruta, y con él al Momo. El Amor intenta hablar, pero no le dejan, y como insista, le encadenan y cogen los extremos de las cadenas Diana, Apolo, Marte y Júpiter. El Amor se lamenta; los zagales, antes sus parciales, ahora se ríen de él. Lo conducen a la gruta para encerrarlo, pero previamente pide el Amor que le dejen al menos quejarse y Diana le autoriza, entonando entonces el Amor un hermoso lamento al que van respondiendo todos, a solo y a cuatro voces. El Amor intenta todavía que le dejen libre, pero al final le encierran en la gruta mientras la música canta cele brando el triunfo de Diana. Una vez cerrada la gruta, con el Amor y el Momo dentro, Marte, Júpiter y Apolo ponen a los pies de Diana, como homenaje, su lanza, rayo y lira respectivamente, mientras los zagales y las ninfas gritan en su honor, cantando todos “que en el cóncavo profundo / de un risco logra el rigor, / ya que vino al mundo amor, / que salga el amor del mundo”, con lo que termina la zarzuela.
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