EL NIÑO JUDIO
Zarzuela
en dos actos divididos en cuatro cuadros.
Texto
original y en prosa de Enrique García Alvarez y Antonio Paso.
Música
de Pablo Luna.
Estrenada
en el Teatro Apolo de Madrid el día 5 de Febrero de 1918.
REPARTO (Estreno)
Concha
- Rosario Leonís.
Jubea
– Srta. Moreu.
Rebeca
– Carmen Ramos.
Mirsa
– Srta. Girona.
Esclava
1ª – Srta. Domingo.
Esclava
2ª – Srta. Meseguer.
Esclava
3ª – Srta. Gutiérrez.
Esclava
4ª – Srta. Asensio.
Esclava
5ª – Srta. Stern.
Esclava
6ª – Srta. Obón.
Una
Danzarina – Srta. Amparo Guillot.
Jenaro
– Ramón Peña.
Samuel
– Francisco Gallego.
Manacor
– Francisco Meana.
Barchilón
– Matías Ferret.
Jamar
Jalea – Sr. Rufart.
Samid
– Sr. García Valero.
Kazil
– Sr. Román.
Severo
– Sr. Guillot.
Ataliar
– Sr. Morales.
Paco
– Sr. Ibarrola.
Holcar
– Sr. Beltrán.
Manasés
– Sr. Paisano.
Mercader
/ Mangor – Sr. Besga.
Un
Guardia – Sr. López.
Mercaderes,
judíos, judías, sacerdotisas, músicos, pueblo y coro general.
La
acción del primer cuadro, en Madrid; la del segundo, en Alepo (Jerusalén) y la
de los tercero y cuarto (segundo acto), en la India.
Derecha
e Izquierda, las del actor.
ACTO PRIMERO
CUADRO PRIMERO
Un
puesto de libros viejos en el paseo del Prado, junto a las verjas del Botánico.
Compónese de un departamento cubierto de madera con un interior con estantería
y libros. Encima de la puerta que da entrada al departamento se leerá:
biblioteca de Jenaro. Colocado en otro sitio a gusto del pintor, otro letrero
en el que se leerá: Alto, entren,
busquen, repasen. A un lado y otro lado figurarán pedazos de otros puestos que
se prolongan por las laterales. El foro la perspectiva del Botánico. Son las
once de la mañana. Estamos en septiembre. Este cuadro debe componerse todo lo
más en las dos primeras cajas, para tener colocado parte del segundo.
ESCENA PRIMERA
Samuelito
y Severo.
Samuel,
chico de unos quince o diez y seis años, encargado del puesto, está sentado en
una silla, leyendo con entusiasmo un libro. Severo, de unos cuarenta y cinco
años, no muy bien vestido, de gesto duro, examina los libros que hay en la
tabla de afuera
SAMUEL
(Leyendo
entusiasmado)
«La
tarde es de agosto:
las
uvas doradas; que dan luego el mosto,
en
grandes racimos ofrecen las cepas;
y
en la lejanía,
lector
cariñoso, para que lo sepas.
se
ven aún más cepas, aún más todavía.
(Dejando
de leer) Bueno, este Gustavo Villaclara es un descriptivo que escalofría. Le fluye
la rima con una vertiginez de side-car. Yo lo tengo conceptuao como el don Gracilazo
de la Vega del novecientos diecinueve.
(Sigue
leyendo)
«El
sol echa fuego
y
abrasa inclemente la era y la trilla
y
tuesta las mieses implacable y ciego.
Un
tosco labriego,
en
tanto que riega su huerta sencilla,
canta
alegremente el himno de Riego,
y
un peón caminero suda en su casilla.
¡Infeliz
peón, dulce y bonachón
víctima
segura de una insolación,
por
un jornal breve, mísero y fugaz,
anda
de cabeza con el capataz,
que
le ordena cosas sin ton y sin son
y
hace dar mil vueltas al pobre peón.»
(Cesa
de leer y entusiasmado dice:) ¡Bucólico, Sencillamente bucólico.
SEVERO
(Con
voz imperiosa) A ver, ¿qué vale esta «Filosofía», de Diderot?
SAMUEL
¿Esa
Filosofía? Dos cincuenta.
SEVERO
(Tirando
el libro al suelo) La filosofía es cara.
(Sigue
husmeando)
SAMUEL
(Cogiendo
el libro y arreglando las hojas) ¡Caray, qué modales! Bien es verdad que el
librito se las trae, (colocando las hojas) 209-306, está correlativo. No le
faltan más que ciento cinco hojas; por lo demás, salido de la imprenta.
SEVERO
Y
este «Tratado del toreo», ¿qué vale?
SAMUEL
Cincuenta
céntimos.
SEVERO
(Tirándolo
igualmente) El tratado es carísimo.
SAMUEL
¿Que
es carísimo?
SEVERO
Si,
señor; ese libro está tirado.
SAMUEL
Ya
lo veo.
SEVERO
Luego
dicen que aquí se encuentran gangas; ¡maldita sea! (Sigue buscando)
SAMUEL
(Cogiendo
el libro) Mire usted que decir que este «Tratado del toreo» es caro en
cincuenta céntimos y marca en librería... (Busca el precio) marca en librería,
¡ah, sí, aquí está! Precio, cero setenta y cinco.
SEVERO
Y
esta «Vida de Napoleón», ¿qué cuesta?
SAMUEL
Si
no lo toma usted a mal, una peseta.
SEVERO
(Dejando
el libro) «La vida» es cara.
SAMUEL
No
lo sabe usted muy bien.
SEVERO
¿Y
este novelucho?
SAMUEL
(Leyendo)
«Cuarenta años o una vida de mártir» Como es de folletín, le pondré cuarenta
céntimos.
SEVERO
¡Cuarenta
céntimos!
SAMUEL
Fíjese
usted que le sale a céntimo por año.
SEVERO
(Indignado)
Mire usted, feriófilo, yo vengo a este tenderete a comprar en serio, y como se
me chirigotee, le meto en la cabeza este tomo de «Medicina legal».
SAMUEL
¡Caballero!
:
SEVERO
Lo
dicho: las cuchufletas para el Congreso: yo soy más serio que una pagoda, y no
digo por un chiste, por un guiño de ojos intencionado, le parto la cabeza a una
esfinge.
SAMUEL
No
lo dudo; pero conste que yo...
SEVERO
No
estorba la advertencia. ¡Pues menudo día estoy llevando desde las seis de la
mañana, para aguantar calambures! ¡Vamos, hombre; soy capaz de pegarme con el
grupo de Isabel la Católica!
SAMUEL
(Aparte)
¡Mi madre, qué tío pa el frente italiano!
SEVERO
Ahí
van los cuarenta céntimos: aquí dejo el novelucho, que voy a llegarme al
Ministerio de Instrucción pública a ver si me han despachado un expediente que
me están resolviendo hace cinco años.
SAMUEL
Como
usted guste.
SEVERO
A
la vuelta lo recogeré, porque como son tres tomos, debe pesar lo suyo y de paso
echaré una última ojeada, a ver si hay algo que me convenga.
SAMUEL
La
entrada en el establecimiento es libre, caballero.
SEVERO
Voy
de un humor, que me partía el cráneo contra una farola. Adiós.
SAMUEL
Servidor.
(Mutis
izquierda don Severo)
ESCENA II
Samuel,
Concha por la derecha. Madrileña de veintidós a veinticuatro años. Mantón de
crespón y muy bien peinada.
SAMUEL
Pues
señor; llevamos una mañanita que salvo los cero cuarenta de ese señor, todo lo
demás han sido pus parleres.
CONCHA
(Saliendo)
¿Y mi padre? ¿No ha venío entavía mi padre?
SAMUEL
¿Concha?
¿Pero no vienes tú de casa?
CONCHA
Salí
a las diez y media, a ver si a la Engracia le daba la gana o no de acabarme el vestido,
porque me parece que ya lleva un ratito toreándome. Después he ido cá de la Justina
a que me arregle un corsé. Por cierto que no estaba y lo siento, porque mujer que
conozca mi cuerpo como esa, no la hay: con dos ballenas y un pedazo de yute, me
deja que ni modela.
SAMUEL
La
verdad es que cada día te levantas más mórbida, y estás adquiriendo un
redondeo...
CONCHA
¿Vas
a empezar ya?
SAMUEL
Concha,
acuérdate que te lo he jurao tu cariño me va a conducir a la Morgue, porque yo
me doy un tiro, no te quepa duda. Si tu padre sigue hostil a que nos queramos y
me echa del puesto, yo me voy; pero me voy a la Morgue. Sin tu amor, la vida
para mí es un peso corrido.
CONCHA
Si
ya sabes que mi padre lo único que afea es tu procedencia.
SAMUEL
Pero,
¿qué tengo yo de judío, si de dos meses me trajeron aquí?
CONCHA
Cansá
estoy de decírselo. «Padre, que Samuel podrá haber nacido onde haya nació; pero
aquí pe ha criao y es más madrileño que la posa de la soga. Pero que si
quieres: luego, como tu padre es como es, que apenas se interesa por ti. Al
contrario, guardando como tó el barrio sabe que guarda dinero, te tiene ganando
una cochina peseta.
SAMUEL
Pero
el día que se muera tó será mío y ese día si tu padre quisiera tó irá pa ti.
CONCHA
¿De
veras, Samuelillo?
SAMUEL
Tú
lo has de ver; digo, si me sigues queriendo como hasta ahora.
CONCHA
Como
hasta ahora no; ca día más, ¿pero dónde estará metió ese hombre?
SAMUEL
Sí
que me extraña que no esté aquí ya el señor Jenaro.
CONCHA
Oye,
¿se habrá agravao tu padre y estará con él?
SAMUEL
Quizá,
porque anoche la pasó con un ahogo, que más de una vez estuve tentado de avisaros
ahora, que yo digo que si se hubiese puesto peor, me hubieran mandao recado…
CONCHA
También
es verdad... Calla, me parece que viene por... sí, él es.
SAMUEL
El
mismo.
ESCENA III
Dichos
y Jenaro, por la derecha. Sale preocupado y desde que sale no hace más que
fijarse en Samuelito.
JENARO
¡Hola!
CONCHA
¡Hola,
padre!
SAMUEL
Buenas,
señor Jenaro.
JENARO
(Acercándose
a Samuel, le coge la cabeza con las dos manos y se le queda mirando fijamente)
Sí, ¡claro! Ahora me explico ciertos rasgos, porque esa nariz es judía; pero es
otra clase de judía y ese pelo... claro, la madre.
CONCHA
¿Pero
qué hace usted, padre?
JENARO
(Soltando
a Samuel) Nada; bueno, este mundo es un puro guiñapo. Oye, Samuelito.
SAMUEL
¿Qué
manda usted?
JENARO
¿Tienes
que hacer algo?
SAMUEL
Nada.
JENARO
Entonces,
coge el primer coche que te encuentres, móntate en la trasera y llégate a tu
casa si quieres recoger el último suspiro de tu... (Dudando) de tu... bueno, de
tu padre.
SAMUEL
¿Qué
me dice usted, señor Jenaro?
JENARO
Lo
que oyes; pero no te apenes mucho... es decir, sí.., mejor dicho, no... bueno,
ya lo sabrás todo; ahora vete por ese suspiro, no vayas a llegar tarde.
SAMUEL
(Corriendo) Con su permiso. (Mutis derecha
sollozando cómicamente)
ESCENA IV
Dichos,
menos Samuel.
CONCHA
¡Qué
cosas le dice usted al chico, padre!
JENARO
¿Qué
Cosas le di... (Mirando a todos lados y con misterio) Oye, Concha: ¿Qué dirías
tú si antes de dos meses fueses condueña de una fortuna que oscilase entre
quince o veinte millones de pesetas?
CONCHA
¡Padre!
JENARO
¿Y
qué dirías tú si yo autorizase la boda de Samuel contigo?
CONCHA
(Más
alto) ¡Padre!
JENARO
No
alces la voz que pueden apercibirse los industriales fronterizos.
CONCHA
¿Es
que eso que me dice usted?...
JENARO
¿Te
choca, verdad? Pues aproxima unos cuantos tomos del «Etimológico», descansa sobre
ellos y escucha. (Jenaro se sienta en la silla. Concha en unos tomos que sacará
del interior) Ya sabes que el padre de Samuelito, el señor David Benchimol,
dueño de las Antiquités antiquísimas que lindan con nuestra librería de la
calle de los Estudios, está desde anteayer si se las lía o las deja a la intemperie.
CONCHA
¡Pobre
hombre! Parece una momia faraónica.
JENARO
Esta
mañana, a poco de irte tú, me envió un recado, diciéndome que se sentía morir y
quería revelarme un secreto.
CONCHA
¡Qué
raro!
JENARO
Igual
me pareció a mí, y con la curiosidad natural me planté en su casa; penetro en
la alcoba, me acerco a la cama, y me dice: «Señor Jenaro, me muero; ha llegado
mi último cuarto de hora.» —Cá, hombre — le interrumpo: —Usted tiene que ver
acabada la Gran Vía —. Y con una oscilación de cabeza me contestó: —«La Gran
Vía acabada, ni ese.» Y me señaló al loro que tiene en el balcón.
CONCHA
Pué
que tenga razón.
JENARO
«Me
muero —siguió —; pero antes de abandonar este perro mundo, quiero abrirle mi corazón,
para que lea en él un secreto: Señor Jenaro, Samuelito no es hijo mío.»
CONCHA
(Dando
un grito de alegría) ¿Que no es hijo suyo? ¿Entonces no es judío?
JENARO
Eso
mismo le pregunté yo. ¿Entonces Samuelito?... —pero él adivinándolo, añadió: «ese
niño es de lo más judío que se conoce.» —Y continuó: —Hace diez y ocho años
conocí en Alepo una hebrea llamada Esther, de una hermosura singular; la amé
con locura y con igual enajenación fui correspondido, hasta que se interpuso
entre nosotros la figura de Samuel Barchilón, el judío más rico de Alepo. La
familia de Esther se puso de parte del dinero y aunque viejo y fea triunfó de
mí y se casó con aquella que llenaba toda mi vida.
CONCHA
¡Pobrecillo!
JENARO
Pero,
¡ahí, — continuó — mi venganza fue enorme. De aquellos amores nació un niño, que
desapareció a los pocos meses, sin que nadie lograra averiguar su paradero.
CONCHA
¿Lo
robó el anticuario?
JENARO
Sí,
robó a la criatura y se vino a España con ella.
CONCHA
¿Entonces,
Samuelito es hijo de aquel judío millonario?
JENARO
Del
mismo, y el señor David me ha rogado que lleve ese fruto de bendición a su
padre. El es poderoso, me dijo, y al ver que le devuelve ese pedazo de su alma,
todo le parecerá poco para corresponder con usted. Ahí va ese documento donde
declaro todo lo sucedido; me alargó este papel, me estrechó la mano, y señalándome
la garganta, balbuceó: «siento una sequedad, un aprieto», yo le mandé a hacer
gárgaras, salí disparado hacia aquí y fin del capítulo primero, (Se levanta)
CONCHA
¿Y
qué piensa usted hacer?
JENARO
Lo
primero, casarte con Samuelito. El te quiere, ¿verdad?
CONCHA
Muchísimo.
JENARO
Cuando
se le hable de matrimonio, no se echará atrás?
CONCHA
Creo
que no.
JENARO
Lo
pregunto porque hay gachés que en cuanto vislumbran la ponerse pálidos y a
decir que padecen de erisipela u otra erupción por el estilo y hay que
llevarlos amarraos.
CONCHA
Con
Samuel no hay cuidao.
JENARO
Pues
entonces, lo que tarden en echaros las bendiciones es lo que tardamos en salir para
Alepo, que creo que está cerca de Jerusalén.
CONCHA
Pero,
¿usted no ha caído en que Samuel es judío, y, por lo tanto, tendrá que hacerse cristiano
para casarse conmigo?
JENARO
A
mí me tiene eso sin cuidao; si él no quiere hacerse cristiano te haces tú
judía, y si es necesario me lo hago yo. ¡Pues no es ná! Por veinte millones me
hago yo liliputiense.
CONCHA
El
conflicto es que de dónde sacamos el dinero para ese viaje, porque eso debe
estar muy lejos.
JENARO
Claro
que no está lindando con Torrelodones, pero hoy se hacen estos viajes con relativa
comodidaz, y en cuanto al dinero, ya lo tengo resuelto: traspaso la librería de
casa, y el puesto a mi hermano Jeremías.
CONCHA
¿Y
nos quedamos sin nada?
JENARO
¿Y
los millones de tu suegro?
CONCHA
Es
verdad. ¡Ay, padre, qué alegría tengo! ¡Yo millonaria! ¡Casada con Samuel!
¡Quién me iba a decir a mí, tan madrileña, que iba a ser judía.
JENARO
Tiene
su explicación, porque ya sabes que tu madre era de la Granja.
ESCENA V
Dichos
y Paco; es otro librero de viejo, también establecido de igual forma
PACO
(Entrando
por la izquierda) Oye, Jenaro.
JENARO
¿Qué
hay, Paco?
PACO
Que
avives el ojo; que hay un sinvergüenza que lleva unos cuantos días recorriendo
los puestos, y con el aquel de revirar los estantes, en cuanto puede coge lo
primero que encuentra a mano y se las naja. Ayer le quitó al señor Eusebio «La
dama de las camelias
»,
y está mañana le ha faltao a Baldomero «Su único hijo».
JENARO
Mi
madre, pues como yo le eche la visual se van a sentir los quejidos en Getafe.
Gracias por la advertencia.
PACO
De
ná. ¡Pero señor, cuánto granuja hay en este mundo! Hasta luego. (Mutis por
donde salió)
CONCHA
Vaya
usted con Dios.
ESCENA VI
Dichos,
menos Paco.
JENARO
Y
tú prepárate para ir a avisar a tu tío pa tratar del traspaso; esto hay que
hacerlo por la posta.
CONCHA
Oiga
usted, padre; a mí se me está ocurriendo que debíamos llevarle al padre de
Samuel un pequeño presente. Esto nos colocaría muy alto a sus ojos.
JENARO
No
has dicho ninguna incoherencia. ¿Y qué te parece a ti que... sí, porque a un
tío tan opulento es difícil...
CONCHA
Había
que llevarle algo típico, algo español...
JENARO
Espera,
que ya se me ha ocurrido... (Pensando) Justo, sí... Una guitarra.
CONCHA
No
está mal; pero y si allí no la sabe tocar ni él ni nadie, ¿qué hace con ella?
JENARO
Que
la rife, y a la persona que le toque, no me negará que la toca.
CONCHA
Eso
sí.
JENARO
(Reparando
en don Severo, que habrá entrado un momento antes y estará ojeando por los
estantes) ¡Calla!
ESCENA VII
Dichos.
Don Severo. Después Paco y un Guardia.
CONCHA
¿Qué
pasa?
JENARO
Fíjate
en ese tipo que está revisando los estantes.
CONCHA
¡Ya,
ya, qué cara tiene!
JENARO
Haste
la disimulá.
SEVERO
Nada,
no se encuentra un libro que valga la pena. Y lo del Ministerio lo mismo. Cuando
digo que llevo un diíta... (Coge los tomos que dejó apartados y se dispone a
irse)
JENARO
(Corriendo
y cogiéndole del cuello) Ah, sinvergüenza, ya te cogí.
SEVERO
Oiga
usted, pero que...
JENARO
Deje
esos libros, so ladrón...
SEVERO
(Indignado)
¡Ladrón! ¡Yo ladrón!
JENARO
Tú,
y por el pronto, toma. (Le da un puntapié)
SEVERO
¡Maldición
de Dios! No volverás a maltratar a nadie Con ese remo. (Saca un revólver, y
apuntándole en la pierna dispara. Jenaro da un grito, y apoyándose en Concha
levanta la pierna, estirándola. Severo huye por la izquierda)
JENARO
¡Ay!
CONCHA
¡Padre,
socorro! ¡Guardias!
PACO
(Saliendo
izquierda) ¿Qué ocurre?
CONCHA
¡Que
han herido a mi padre!
GUARDIA
(Saliendo
derecha) ¿Quién?
JENARO
Aquel
tío que va corriendo hacia la estación.
GUARDIA
No
Se me escapa. (Mutis izquierda)
PACO
Ni
a mí tampoco. (Mutis izquierda)
JENARO
(Sollozando)
¡Ay, que me la ha atravesao! Y no siento yo esto, sino el viaje, que nos lo ha
aguao.
CONCHA
¡Padre,
qué mala pata!
JENARO
Muy
mala; pa mí que me la escayolan.
(Telón)
FIN DEL CUADRO PRIMERO
CUADRO SEGUNDO
Una
plaza de Alepo. En primer término, derecha del actor, puerta que da entrada a
una especie de tenducho donde se sirve
té, café y viandas. Segundo o tercer término izquierda, y formando chaflán para
que se vea bien desde el público, fachada y puerta practicable de una casa de mísero
aspecto. Las demás laterales figuran bocacalles. El foro, la plaza, a gusto del
pintor, teniendo en cuenta que es de día y que Alepo pertenece a la baja Judea,
y aunque la acción de esta obra sucede en 1917, siempre es conveniente,
para
mayor efecto teatral, que en cuanto a la composición del cuadro no se sujete a
época determinada.
(Al
levantarse el telón, el Coro de señoras y el de caballeros, vestidos de árabes
y de Judíos, pero sin gran lujo, pasean por la plaza. Por el foro izquierda, a
su tiempo, aparece Manacor, viejo judío pordiosero, que se apoya en un cayado,
y cuelga a su espalda esa especie de cítara que sólo tiene una cuerda. En la
plaza hay vendedores, esquiladores de burros, etc., etc.)
ESCENA PRIMERA
Manacor.
Coro general.
(Música)
CORO
(Tenores)
Ya
el mercado va a comenzar
y
al mercado pienso yo ir,
que
aunque nada vaya a comprar
por
costumbre voy siempre allí.
Me
gusta oír al vendedor
su
mercancía pregonar.
Me
gusta ver al comprador
regatear.
Ya
el mercado va a comenzar
y
al mercado pienso yo ir
aunque
nada vaya a comprar.
¡Ah!
Vamos
a ver
qué
novedad
nos
va a ofrecer
el
judío del arrabal.
TIPLES
Vamos
a oír al vendedor
su
mercancía pregonar.
Vamos
a ver al comprador
regatear.
Ya
el mercado va a comenzar
y
al mercado pienso yo ir.
etc.
(Igual
letra que los tenores)
BAJOS
Del
mercado es la hora,
vamos
ya
para
ver si hay alguna
novedad.
Si
llegaron esclavas
y
si son
de
esas que el verlas causa
sensación.
Vamos
a ver
qué
novedad
nos
va a ofrecer
el
judío del arrabal.
VENDEDOR
(Saliendo)
Aretes
de oro,
piedras
preciosas
y
pipas de ámbar
maravillosas.
Todo
lo vendo
muy
arreglado,
lo
doy a un precio
que
es regalado.
ELLAS
Eso
del precio
me
suena a raro.
ELLOS
Tú
lo que vendes
es
malo y caro.
VENDEDOR
No
receléis
de
mi pregón,
y
aprovecharse
de
la ocasión.
TODOS
Déjanos,
vete
ya,
tu
pregón
no
es verdad.
ELLOS
Ya
el mercado va a comenzar,
etc.,
etc., etc.
ELLAS
Vamos
a oír al vendedor,
etc.,
etc., etc.
(Esclavas,
dentro, por la parte de la case de Barchilón. Este número lo canta la primera
tiple que haga el papel de Rebeca y las segundas tiples)
¡Ya
se fue
por
siempre mi juventud!
¡Moriré
llorando
mi esclavitud!
¡Mi
vivir
fue
tormento y fue temor!
¡Fue
sufrir
cautiverio
de dolor!
Moriré
llorando
mi juventud
que
se fue.
(Sale
Manacor)
MANACOR
Que
el Dios de Israel derrame
sobre
vosotros su gracia
y
aliviar, hermanos míos,
de
Manacor la desgracia.
CORO
Es
el viejo Manacor
el
coplero sin igual,
entre
todos el mejor
de
la musa popular.
ELLAS
Dinos
de esos sortilegios
que
conoces del amor.
UNOS
Que
nos cuente alguna historia,
que
nos cante es lo mejor.
MANACOR
Pedid
vosotros
lo
que queráis
que
por mi parte
no
ha de quedar.
UNOS
Que
cante algo.
OTROS
Sí,
que nos cante.
MANACOR
En
ese caso voy a cantar.
Qué
me importa ser judío
si
por serlo soy amado
de
la hebrea más hermosa
que
el amor ha imaginado.
Qué
me importa que la gente
cuando
paso me zahiera
si
al final de mi camino
es
su amor el que me espera»
Por
ella aliento,
por
ella canto,
por
ella siento.
Por
ella quiero,
por
ella sufro,
por
ella muero.
Y
en sus labios como brasas
yo
mis besos quemaría,
y
en la noche de sus ojos
para
siempre dormirla.
Noemí
de mis amores,
hija
hermosa de Israel,
tus
labios pon tan sabrosos
y
dulces como panales
de
miel.
Beber
quisiera yo en ellos
el
secreto de tu amor,
que
aunque la muerte encontrase
bebería
sin temor.
Y
ella me dice: toma
y
alivia pronto tus males.
Y
me da sus labios rojos,
tan
rojos como corales,
y
siento yo al besarlos
dicha,
locura y pasión,
y
le doy en aquel beso
entero
mi corazón.
Noemí,
la de mis sueños,
Noemí,
la de mi amor.
(Coro
repite)
(Hablado)
MANACOR
Conque
darme para mitigar el hambre y que Jehová os proteja.
(Figura
que le dan algunas monedas y hacen mutis por diferentes sitios y algunos se
quedan paseando por el foro)
ESCENA II
Manacor,
Samuel, Barchillón, que sale por la puerta de la izquierda con un látigo corto
en la mano, seguido de dos Criados que se quedan respetuosos a alguna distancia
MANACOR
¿Vas
de mercado, Barchilón?
BARCHILLON
De
mercado voy.
MANACOR
¿No
tienes nada para mi?
BARCHILLON
Voluntad
mucha: dinero poco.
MANACOR
Di
mejor ninguno. A pesar de tus inmensas riquezas, está por alborear el día que
tu mano me alargue una ofrenda. ¡Que Jehová te las aumente y te haga feliz!
BARCHILLON
(Con
pena) ¡Feliz! Yo no puedo ser feliz, Manacor; tú lo sabes.
MANACOR
¡Bah!
El tiempo borra todos los recuerdos.
BARCHILLON
El
mío no lo borra el tiempo y hasta casi estoy por decirte que ni la muerte. (Sollozando
y
con pasión) ¡Esther! ¡Mi adorada Esther!
MANACOR
Mucho
la quisiste.
.BARCHILLON
Era
para mí como la tierra prometida. En qué mal hora vino aquel Rajah de la India y
en qué peor aún le di hospitalidad en mi casa.
MANACOR
Era
y es la mejor de Alepo: estabas obligado.
BARCHILLON
Y
él también lo estaba a respetarla, y sin embargo...
MANACOR
Sí,
lo sé; lo sabe todo el pueblo: requirió de amores a tu mujer, él era una
arrogante figura, además Rajah, creo que de Baroda...
BARCHILLON
De
Baroda.
MANACOR
Tú
nunca has sido una belleza. Además, se decía que Esther fue a tu hogar más que por
amor, por tus inmensas riquezas. En fin, ¡qué se le va a hacer!
¡Bienaventurados los que no tenemos ni dinero, ni mujer!... Pero, oye, si no
estoy equivocado, creo que Esther tuvo fruto de bendición.
BARCHILLON
¡Un
niño! Al que le puse mi nombre, al que creía hijo mío y al que adoraba con
ceguera tanta que su desaparición estuvo a punto de costarme la vida, (con
rabia) Pero cuando más tarde sorprendí las cartas que se cruzaron entre el
Rajah y ella, cuando lo supe todo, cuando la adúltera, echada a latigazos de mi
casa, apedreada por mis criados me lo confesó todo, sentí hacia aquella
criatura un odio de muerte, (con más rabia) Todas las vergüenzas, todas las
humillaciones porque pasa nuestra raza, me sabrían a gloria, si yo pudiera
coger entre mis brazos aquel fruto maldito. ¡Con qué placer le retorcería... le
ahogaría!... Te juro que daba la mitad de mi fortuna por encontrarlo... Pero se
conoce que lo robaron de orden de él y en la India estará seguí amenté. Desde
entonces odio a las mujeres y las compro en los mercados por el placer de
martirizarlas.
MANACOR
Feliz
tú que te puedes dar esa satisfacción.
BARCHILLON
¡Ah,
si me pudiese dar igualmente la otra!... ¡Ese niño!... ¡Ese hijo del
adulterio!... (A los criados) Vamos. (Mutis foro derecha)
ESCENA III
Manacor,
que al hacer mutis Barchilón, se coloca junto a la puerta de la tienda de la
derecha. Por el foro izquierda sale Jenaro, cubre la cabeza con un fez y cuelga
del brazo una guitarra. El traje puede ser el mismo que sacó en el primer
cuadro u otro de viaje a gusto del actor, pero del día. Le sigue Ataliar, tipo
nubiano, bronceado, vestido a usanza de los suyos.
JENARO
(Desde
dentro, llamando) ¡Samuelito!... ¡Concha!... (Saliendo) ¡Concha! ¡Samuelito!
Nada, que llevo cerca de una hora haciendo el ridículo por las calles de este
destartalado
pueblo
y no los veo. ¿Dónde se habrán metido esos chicos? Y tú, ¿los has visto?
ATALIAR
Nada,
señor.
JENARO
(Al
público) Este servidor cobreado es otra ganguita que me ha caído; le ajusté a
mi servicio mediante cincuenta pesetas mensuales y manutención diaria, y al
pronto creí que se volvía loco. Señor —me decía — los cielos y la tierra te
darán mil beneficios. Pero cuando le digo: «Ataliar, llévame estas maletas o
hazme este recado», empieza a decir que siente flaqueza y no hay forma. Eso sí,
comer, come que parece que los alimentos se le volatilizan. ¡Una verdadera
ganga! Claro que mi idea al adquirirlo no fue para aquí precisamente. Yo pensé:
a este me lo llevo a Madrid, lo visto como el Dante, le pongo un letrero en el
que se lea: «Librería de Jenaro Lebrija, Estudios, 20. El saber no ocupa lugar.
Tengo Galdós, tengo Benavente y tengo Trigo» y hago un negocio terrible, (a Ataliar)
¿De modo que has corrido todo el pueblo?
ATALIAR
Todo
no, porque siento flaqueza.
JENARO
Pero
relope, si no hace una hora que te has comido una gallina.
ATALIAR
Una
gallina me resulta un ave tan pequeña.
JENARO
(Al
público) Este va a tener que comer con lupa. Bueno, pues entra en ese
establecimiento y pide un tente en pie.
ATALIAR
Me
haces un bien, porque ya me estaba desvaneciendo. (Mutis de Ataliar a la tienda)
JENARO
¡Caray,
lo que es como a este en Madrid le guste el cocido, se van a poner los
garbanzos
por
las nubes! En fin, continuaré mis indagaciones, (a Manacor) Oye, barbilampiño.
MANACOR
(Acercándose)
¿En qué puedo servirte?
JENARO
Tú
eres de aquí, ¿verdad?
MANACOR
Yo
soy de todo el mundo; mi patria es el pedazo de tierra que hollo.
JENARO
Bueno,
a mí no me importa lo que holles; lo que yo deseo es que me digas si conoces por
casualidad a un mercader hebreo llamado Samuel Barchilón.
MANACOR
¡Barchilón!
¡Oh, quién no conoce en Alepo al avaro Barchilón! Esa es su casa, (señalando la
de la izquierda)
JENARO
¡Hombre, qué feliz casualidad! Me he ahorrado el alquiler de un burro, porque
estaba dispuesto a recorrer todo el pueblo. ¿Y dime, simpático sexagenario: es
verdad que ese Barchilón es tan rico como se susurra?
MANACOR
¡Más
aún!
JENARO
¡Recaracoles!
MANACOR
El
oro que posee ya no le cabe en sus arcones.
JENARO
¡Remojama!
MANACOR
Medio
Alepo es suyo y dentro de esa casa de pobre apariencia pero que por dentro es un
paraíso, guarda en joyas, en cuadros y en tela?, un tesoro imposible de
calcular.
JENARO
Pero
eso será un sueño.
MANACOR
Casi
lo parece. Su museo artístico es de un valor fabuloso. ¡Copas de oro de los
faraones! En cerámica, los barros más vastos de los etruscos y en armería las
lanzas y espadas de los caudillos más invencibles. ¡Un portento!
JENARO
¡Revandervil!
¿De modo que todo eso es de Barchiloncito?
MANACOR
Todo.
JENARO
(Al
público) Y claro que siendo de Barchilón es de Samuel, que es su hijo, y siendo
de su hijo es de su mujer, que es mi hija, y siendo de mi hija es mío, que soy
su padre. Esto aparte de la gratificación que me dé el tal Barchilón por
traerle a su hijo vivo y regordete. ¡Me hincho! (a Manacor) ¿Y sabes si estará
visible ese desheredado de la fortuna?
MANACOR
Hace
poco salió de mercado.
JENARO
Ah,
pero ¿Barchilón va a la compra?
MANACOR
De
esclavas, sí; hoy han puesto a la venta muchas mujeres y quizá se quede con
todas.
JENARO
¡Nada,
que me hincho!
MANACOR
No
tardará en regresar.
JENARO
Pues
anda, entra conmigo en la tienda, que te voy a convidar por tus informes y al
mismo tiempo cuando él vuelva me lo indicas.
MANACOR
Siempre
a servirte. (Entra primero Manacor y Jenaro detrás diciéndole al público:)
JENARO
¡Arcas
llenas de oro! ¡Copas de los faraones! ¡Espadas de los caudillos! ¡Oros, copas,
espadas! ¿Querrá este tío jugar conmigo? (Mutis)
ESCENA IV
Foro
derecha, Samuelito, lleva como Jenaro un fez y un traje por el estilo. Concha.
Salen fumando cada uno en una pipa, que consiste en un canuto de bambú muy fino
y muy largo, y al final un depósito en forma de bellota, en el que se echa el
«kist», especie de tabaco árabe.
(Música)
SAMUEL
Ahora
que estamos aquí,
encanto
y luz de mi amor,
vamos
a ver si es verdad
que
el kist es superior.
CONCHA
Pues
encendamos nuestra pipa
y
la verdad vamos a ver.
LOS
DOS
Pues
a encender.
(Compases
para encender)
CONCHA
¡Ay,
qué gusto más grande me da!
SAMUEL
¡Qué
suave! ¡Qué aroma! ¡Qué olor!
CONCHA
¡Ay,
qué extraña voluptuosidad!
LOS
DOS
Al
fumar me entra un dulce sopor
de
amor.
SAMUEL
Aunque
creas que es una broma
yo
entre sueños veo a Mahoma.
CONCHA
Y
yo, si tú me das permiso,
sueño
que entro en el Paraíso.
SAMUEL
Yo
estoy viendo muchos harenes.
CONCHA
Samuelito,
qué vista tienes.
SAMUEL
Veo
cosas que no las creo.
CONCHA
Para
cosas las que yo veo.
LOS
DOS
¡Santo
Dios, qué mareo me da,
yo
de fijo me voy a caer!
¡Y
la vista también se me va!
Si
no cede el mareo
no
sé qué hacer.
Yo
al principio lo fumaba
con
deleite y me extasiaba
viendo
el humo que subía,
que
subía y se esfumaba,
y
el aroma que dejaba,
soñolienta/o
me tenía.
¡Qué
gusto daba
ver
lo que hacían
los
espirales
cuando
subían
y
se esfumaban
y se
perdían! (Echan bocanadas de humo)
¡Ay,
no me sueltes, por Dios,
que
no me puedo tener,
y
sin tu apoyo verás
cómo
me voy a caer!
Sujétame,
que si me caigo
un
espectáculo daré!
Sujétame.
Su-jé-ta-me.
(Van
cayendo poco a poco al suelo y sentados empiezan la escena, levantándose a las
pocas palabras)
(Hablado)
SAMUEL
¡Ay,
Concha, Concha! Yo creo que este tabaco, o lo que sea, nos ha envenenado.
CONCHA
¡Yo
siento unas cosas tan raras! ¡Se me caen los brazos! ¡Se me va la cabeza!
SAMUEL
¡No,
rica, que no se te vaya la cabeza que es lo que más me gusta de ti!
CONCHA
Tú
has tenido la culpa por instarme a fumar: me dijiste que el humo de este tabaco
proporcionaba un divino éxtasis y que se soñaba con cosas bonitas.
SAMUEL
Mujer,
a mí me lo escribió un amigo y me decía que desde que fumaba el Kist soñaba que
se elevaba dulcemente a una región etérea maravillosa y que allí no carecía de nada,
pues un día sí y otro no le subían el pan, le subían los comestibles, le subían
el carbón...
CONCHA
Entonces
como en Madrid.
SAMUEL
Pues
calla, que no había yo caído.
CONCHA
Pero
qué barbaridad, qué mareada estoy. ¡Todo me da vueltas!
SAMUEL
Y
apropósito, lo que he notao es que ese mercader del Pasaje, en las cuatro o
cinco veces que le hemos comprao, nunca nos ha dao la vuelta. Ese tío es un
ladrón.
CONCHA
Lo
que es, es un tío vivo.
SAMUEL
¿Qué
va a ser? Si fuera un tío vivo nos hubiera dao por lo menos dos vueltas... para
no escamarnos.
CONCHA
¿Te
parece que volvamos a reclamárselas?
SAMUEL
Déjalo:
qué importan unas pesetas más o menos, si me espera mi padre y con los deseos que
tendrá de satisfacer mis gustos figúrate, todo le parecerá poco.
CONCHA
(Con
cariño) ¡Samuelillo!
SAMUEL
(Idem)
¡Mi Conchilla!
ESCENA V
Dichos
y Jenaro por la tienda.
JENARO
¡Hombre,
sois más frescos que las estalactitas! ¿Pero dónde os habéis metido?
SAMUEL
Pues
verá usted: a ésta se le antojó entrar en un Bazar.
CONCHA
Donde
había miles de cosas lindísimas.
SAMUEL
Y
claro: ¡qué tela más preciosa! ¡qué Damasco más rico!
CONCHA
¡Qué
porcelanas! ¡Qué bisuterías!
SAMUEL
Nos
va usted a regañar, pero nos hemos gastado seiscientas pesetas.
CONCHA
Ahora
nos traerán aquí los encargos: como comemos en esa tienda, dijimos que los
enviaran aquí.
JENARO
Menos
mal que ya sé dónde vive tu padre.
SAMUEL
¿Ah,
sí?
JENARO
Y
me han hablado de su fortuna. ¡Una pochez! Al lado de tu padre, Creso fue un
colillero. Mira, esa es su casa.
SAMUEL
¡Esa!
Usted se chufla.
CONCHA
Pero
padre, si esa parece una casa de vecinos.
SAMUEL
Eso
es una birria.
JENARO
Por
fuera, conforme; ¿pero tú sabes, desgraciado, lo que hay por dentro?
SAMUEL
y CONCHA
¿Qué?
JENARO
Salones
de cuentos de hadas, museos de objetos de inmenso valor, cientos de arcas de oro.
SAMUEL
¿Pero
será posible?
JENARO
Una
cosa así para perder el poco conocimiento que tengas.
CONCHA
¡Ay,
Samuel, te idolatro!
SAMUEL
¡Y
yo a ti, rica mía! (La abraza)
JENARO
(Abriéndole
los brazos) ¿Y para mí no hay nada, virrey del oro?...
SAMUEL
(Abrazándole)
¡Padre mío!
JENARO
Bueno;
ahora calma y no te acelores. Dentro de un momento regresará tu padre que ha ido
a comprar un ciento de doncellas.
SAMUEL
¿Un
ciento?
JENARO
Por
lo visto aquí compran las doncellas como si fueran tarjetas.
CONCHA
¡Qué
barbaridad!
JENARO
Pues
como te decía, tu padre regresará en seguida, y yo como es natural le abordaré.
SAMUEL
Cuanto
antes mejor.
JENARO
Ahora
bien, Samuelito, hijo de mi alma, no te acaroles, porque si te aceloras tú, me
aceruelo yo... ¡Caramba, me estoy haciendo un lío!
SAMUEL
Usté
no se preocupe: usté le dice lo que tenga que decirle y en seguida yo doy un
grito, me meso el cabello y exclamo: (Muy deprisa y con sonsonete) ¡Oh, padre, padre, tanto
tiempo sin verle, qué angustia, qué zozobral Siempre ansiando el momento de
estrecharle entre mis brazos cariñosos para no separarme nunca de ellos y para
toda la vida poderle dar el dulcísimo nombre de padre. ¡Oh, padre, padre!
JENARO
Mira,
no digas eso porque va a creer que lo has aprendido en la escuela.
SAMUEL
Entonces,
¿qué hago?
JENARO
Das
un grito, saltas a sus brazos y dices: «¡Padre mío!», cuanto más breve, mejor.
SAMUEL
Una
cosa así, ¿verdad? «¡Padre mío!» (Da un salto y se sube sobre Jenaro)
JENARO
Sí,
pero no con tanta vehemencia porque lo matas.
CONCHA
¿Y
usté, padre, no cree que yo también debía hacer algo?
JENARO
Claro
que sí... (Se oye por el loro un rumor que se aproxima) ¿Eh, qué pasa?
MANACOR
(Que
habrá salido un momento antes, dice:) Que llega el poderoso Barchilón con sus
nuevas esclavas.
JENARO
Llegó
el momento: venid un instante, fijaremos todos los detalles de la presentación.
(Entran
en la tienda)
ESCENA VI
Barchillón.
Le siguen los dos Servidores que salieron con él y siete Mujeres Esclavas, seis
vestidas por grupos de dos iguales, la del centro distinta. Estas mujeres van
unidas unas a otras, de dos en dos también, por una cadena que las sujetará a
los tobillos, pero de una a otra habrá medio metro para que puedan danzar; al
salir !a arrastran, después se colocarán en hilera. Les sigue el Coro General.
(Música)
CORO
Ahí
llega Barchilón
con
las esclavas nuevas,
y
dicen que trae una
de
tan rara belleza,
como
jamás se ha visto
mujer
sobre la tierra.
¡Quiera
el profeta
que
su hermosura
le
dé placer,
para
que olvide
la
ira que siente
por
la mujer!
(Sale
Barchilón con las Esclavas, agitando y haciendo crujir el látigo)
BARCHILLON
¡Oh,
pérfidas cautivas!
¡oh,
pérfidas esclavas!
vuestras
danzas bailad.
Con
la cadencia rítmica
de
vuestros cuerpos lúbricos
mi
carne despertad;
si
no el cordón flexible de mi terrible látigo
vuestra
carne abrirá.
ESCLAVA
1ª
Escucha,
gran señor,
la
voz de una mujer,
que
acaso llegue a ser
la
prenda de tu amor.
No
extremes tu rigor,
generoso
cegrí;
si
te ciega el furor
sacia
tu furia en mí.
BARCHILLON
(Reparando
en la Esclava 1ª)
Mujeres
peregrinas
de
espléndida belleza
he
visto, pero nunca
hallé
mujer como esta.
¡Oh,
perla incomparable
entre
todas las perlas!
(Reaccionando)
Pero
no, carne imbécil,
en
ti vuelve, despierta
que
todas son lo mismo,
acuérdate
de aquella.
¡Oh,
pérfidas cautivas!
¡Oh,
pérfidas esclavas!
etc.,
etc.
ESCLAVA
1ª
Oye,
mi dueño y señor,
una
leyenda de amor.
Lo
que te puede ofrecer
para
templar tu furor
una
infelice mujer.
Yo
era infanta castellana
y
el amor me hizo agarena,
por
la enseña mahometana
olvidé
la nazarena.
Un
gomel me enamoró,
en
sus palabras creí,
el
alma me la robó
y
el corazón se lo di.
Por
la pena de amar
que
es un dulce sufrir,
bien
se puede esperar
el
dolor de morir.
Yo
de puro enamorada
no
cambiaría mis penas,
ni
el peso de estas cadenas
por
mi vida regalada.
No
maldigo de mi suerte
ni
de aquél bien que perdiera,
pero
de mí, maldijera
si
más no volviera a verte.
Que
estas cadenas, señor,
conque
me traes al destierro,
no
son cadenas» de hierro
que
son cadenas de amar.
TODOS
Por
la pena de amar,
etc.,
etc.
ESCENA VII
Dichos,
Jenaro, Samuel y Concha que saldrán de la tienda.
Manacor
ha estado durante todo el número en la puerta
(Hablado)
JENARO
(Adelantándose)
¿Tengo el gusto de hablar con el opulento israelita Samuel Barchilón?
BARCHILLON
Yo
soy, ¿quién eres y qué quieres?
JENARO
Pues
tu humilde esclavo Jenaro Lebrija y Salagarza, desea conversar breves instantes
contigo, en la plena seguridad que vas a estallar de alegría después de
escucharme.
BARCHILLON
(A
los criados) Entrad, mis esclavas, y esperarme, (Al coro) Vosotras seguid
vuestro camino.
(Bis
en la orquesta: los criados y las Esclavas entran en la casa; el coro hace
mutis por diferentes sitios)
SAMUEL
Me
salta el corazón.
CONCHA
Oye,
no te pareces en nada a tu padre.
SAMUEL
Habré
salido a mi abuelo.
BARCHILLON
Habla,
que te escucho.
JENARO
Barchilón,
Jehová es grande.
BARCHILLON
Y
único.
JENARO
El
te colmó de riquezas: eres poderoso entre los poderosos: tienes esclavos que te
sirvan, doncellas que te distraigan...
BARCHILLON
Sí.
JENARO
Pero
no eres feliz, Barchilón.
BARCHILLON
¿Quién
te ha dicho?...
JENARO
No;
no eres feliz. Eres más desgraciado que un sello, que todo el mundo lo pega.
BARCHILLON
Acabarás.
JENARO
No
te impacientes; digo que no eres feliz, porque la felicidad la da el cariño
paternal y ese cariño te lo arrancaron a ti violentamente, miserablemente,
criminalmente.
SAMUEL
(Entusiasmado)
Admirablemente.
BARCHILLON
¿Pero
es que tú sabes?...
JENARO
Todo.
Sé que te uniste con la bellísima Esther, una joven de Galilea que era un
amanecer de Mayo.
BARCHILLON
(Con
éxtasis) ¡Un campo de flores!
JENARO
Sé
que Jehová, para colmar vuestra ventura, es envió un ángel, rubio como la mies
y redondo como una píldora.
BARCHILLON
(Nervioso)
Cierto.
JENARO
Sé
que aquel niño fue tu gozo, tu alegría.
BARCHILLON
Más
aún: mi locura.
JENARO
(Aparte
a Samuel) Preparado para el grito filial. (Alto) Y sé que en los momentos
horrendos que siguieron a la desaparición de aquel pedazo de tu alma, tus ojos
eran dos saltos de agua, tu corazón una motocicleta y tu cerebro los Altos
Hornos de Bilbao. Y sé más; sé que ofreciste una buena cantidad al que te devolviese
tu hijo.
BARCHILLON
Verdad.
Ofrecí dar veinte millones.
JENARO
¿Veinte
millones? Pues me juego la cabeza a que no se enteraron de tu ofrecimiento.
BARCHILLON
Y
hubiera dado treinta y cuarenta.
JENARO
¿Treinta
y cuarenta? Sigo jugándomela.
BARCHILLON
¡Ah,
qué tristeza la de aquellos días, qué horas de angustia pensando en Samuel! Sólo
el que lo pasa puede apreciar la magnitud del suplicio.
JENARO
Pues
bien, Barchilón; bendice a Jehová y abre tus brazos.
BARCHILLON
¿Para
qué?
JENARO
Para
que aprietes en ellos al hijo llorado. (A Samuel) Anda, Samuel.
SAMUEL
(Dando
un grito y yendo a Barchilón con los brazos abiertos) ¡Padre de mi alma!
BARCHILLON
(Cogiéndolo)
]Ah, por fin! (Lo aprieta con una furia de salvaje por el cuello)
JENARO
Ahí
le tienes, aprieta. ¡Qué cariño!
SAMUEL
¡Socorro,
que me ahoga!
JENARO
Todo
cariño.
SAMUEL
(Con
voz quejumbrosa) Que me ahoga.
CONCHA
Padre,
que le ahoga.
JENARO
Déjalo,
que es cariño.
SAMUEL
Que
no es cariño, que es un bestia.
CONCHA
Pero
si es que le estruja, padre.
(Jenaro,
Concha y Manacor luchan y consiguen arrancarle a Samuel de sus brazos, y
sujetan a Barchilón que quiere cogerle nuevamente)
BARCHILLON
¡Dejádmelo!
¡Dejádmelo, que quiero estrangularle!
(Manacor
sujeta a Samuel)
SAMUEL
¡Mi
padre!
JENARO
¡Pero
señor Barchilón, que la sorpresa le ha trastornado el juicio!
BARCHILLON
¡Nunca
como ahora! Quiero verle exhalar el último aliento.
SAMUEL
Por
Dios, no soltarle que me desalienta!
BARCHILLON
Quiero
con su muerte vengar la inicua ofensa de su adúltera madre.
JENARO
¡Pero
señor Barchilón!
SAMUEL
Pero
padre.
BARCHILLON
No,
yo no soy tu padre; no manches con tus labios ese nombre. Tu eres hijo del
oprobio.
SAMUEL
¿De
quién dice que soy hijo?
BARCHILLON
Que
Jehová te maldiga; que todas las plagas de Israel caigan sobre ti, y que sirva
tu cuerpo de pasto a los buitres, (contenido y empujado por Manacor, va
haciendo mutis a la casa, diciendo:) ¡Maldito, maldito, maldito! (Con la última
palabra desaparece y cierra)
ESCENA VIII
Dichos,
menos Barchillón.
JENARO
Maldito
si lo entiendo.
SAMUEL
Bueno,
¿y de dónde ha sacado usted que este monstruo es mi padre?
JENARO
Hombre,
a mí lo que me dijo tu padre.
SAMUEL
¿Qué
padre?
JENARO
El
otro, el de Madrid, el agónico; mejor dicho, a estas horas el putrefacto.
CONCHA
¡Pobrecillo!
Pues a poco te estrangula.
JENARO
Sí,
sí; a lo último yo ya te estaba viendo con la lengua fuera.
SAMUEL
Como
que no la he sacao porque no creyera que le hacía burla y fuera peor.
CONCHA
Y
usted también lo ve que pide socorro, y tan tranquilo.
JENARO
Hombre,
yo creí que era el arrebato lógico; figúrate quines años sin verte.
SAMUEL
Pues
si vengo a los treinta años me hace harina lacteada.
CONCHA
Sea
lo que sea, esto no se hace con un hijo.
MANACOR
(Que
se ha ido acercando poco a poco) Es que tú no eres hijo de Samuel Barchilón.
SAMUEL
¡Caray!
CONCHA
¿Qué
dice usted?
JENARO
¿Que
no es su hijo?
MANACOR
No;
la bella Esther le fue infiel, y de aquellos amores adúlteros nació éste. Ya os
contaré la historia.
SAMUEL
Bueno,
pero yo tendré un padre.
MANACOR
Y
más poderoso que Barchilón y más rico que él.
JENARO
¿A
que vas a salir ganando en el cambio?
MANACOR
¡Tú
eres hijo del rajáh de Baroda!
SAMUEL
|De
un rajáh!
JENARO
¡De
un rajáh!
CONCHA
¡De
un rajáh!
MANACOR
¡De
un rajáh!
(Música)
SAMUEL
¡Mi
asombro es atroz!
¡Rajáh
mi papá!
LOS
OTROS
¡Rajáh,
rajáh!
SAMUEL
¡Quién
lo iba a decir!
¡Yo
hijo de un rajáh!
¡Millonario
yo,
o multi
quizá!
Y
al fallecimiento
de
mi señor padre,
servidor
rajáh. (Ríe)
LOS
OTROS
¡Rajáh!
¡ Rajáh!
¡Se
ha vuelto loco!
¡Pobre
Samuel!
¡Mas
loco y todo,
quien
fuera él!
SAMUEL
Palacios
fastuosos,
jardines
prodigiosos
y
lagos cristalinos
donde
refleje el sol.
Salones
de oro y nácar,
tapices
y esculturas
y
artísticas pinturas
serán
de un servidor.
LOS
OTROS
Ya
lo veras,
de
todas esas cosas
dueño
serás.
SAMUEL
¡Pues
si es así
será
una cosa enorme?
LOS
OTROS
¡Claro
que sí!
Tendrás
mil servidores
que
te hagan reverencias
y
muchas eminencias
se
harán lenguas de ti.
SAMUEL
Y
esclavas voluptuosas
y
bellas del Oriente
irán
seguramente
para
cantarme allí
trovas
cadenciosas
que
jamás oí,
con
letras preciosas,
una
cosa así.
(Simulan
tocar !a guitarra)
TODOS
Plim-plim-plim.
Plim-plimplim.
SAMUEL
¡Ay,
moreno de boca hechicera,
son
tus ojos igual que un veneno!
Déjame
que te mire aunque muera.
LOS
OTROS
¡Ay,
moreno, moreno, moreno!
SAMUEL
¡Di
porque eres así,
tan
arrebatador!
Di,
que ansias de mí,
locura
de mi amor.
¡Negro!
¡Mi
negro!
Al
ver tu boquita me alegro,
y
tus ojos claros
que
han de ser mi perdición,
y
esa tu sonrisa
que
me alegra el corazón,
LOS
OTROS
¡Chato!
¡Mi
chato!
¡No
he visto más lindo muchacho!
Verme
yo en tus ojos
y
morirme de pasión.
SAMUEL
¡Qué
felicidad y qué ilusión!
(Para
caso de repetición, cámbiese la copla por la siguiente)
SAMUEL
Si
tú miras con fuego a las mozas,
las
deleitas y las arrebatas,
y
así luego en la cara las rozas.
LOS
OTROS
¡Ay,
las matas, las matas, las matas!
(Hablado sobre la música)
JENARO
Ven
aquí, heredero del trono de Baroda.
SAMUEL
Pero
¿ha visto usted qué cosas suceden en ese mundo? Yo, creyendo que ese tío
salvaje era mi padre, y ahora resulta que es un rajáh indio.
MANACOR
Y
con el tiempo el rajáh lo serás tú.
CONCHA
¡Ay,
Samuel, tú rajáh!
SAMUEL
¡Quién
me lo iba a decir! ¿Verdad?
JENARO
Pues
y a mí, ¿quién me iba a decir que una hija mía iba a ser rajadesa? ¿De modo que
tú estás seguro que éste es hijo?...
MANACOR
De
Jamar-Jalea, rajáh de Baroda. Tan seguro como el sol sale por Oriente. Y más puedo
asegurarte: sé que tu padre, en cuantas cartas escribió a tu madre, le hablaba del
inmenso cariño que sentía por ti; por ese hijo, decía, a quien nunca podré dar
un beso.
JENARO
¿De
modo que tú crees que lo recibirá con los brazos abiertos?
MANACOR
Y
con lágrimas en los ojos.
JENARO
Pues
no divaguemos y a Baroda, que el cariño paternal te reclama.
ESCENA IX
Dichos;
foro derecha, Mercaderes 1° y 2°, cargados con telas, cajas, etc. Poco después,
por la tienda, Ataliar y Manasés; éste último es el dueño de la tienda, que saca
una cuenta en la mano.
MERCADER
l º
Aquí
están todos los encargos que adquiristeis en el Bazar Israelita.
JENARO
(Asustado
de ver tantos bultos) Está bien; dejadlos ahí.
(Dejan
los bultos y hacen mutis)
ATALIAR
Aquél,
que es mi amo, le pagará.
MANASES
Está
bien, (A Jenaro) Señor, la cuenta del criado.
JENARO
A
ver. (Lee) Dos raciones de lomo de cerdo. Dos ídem de lomo de cordero. Otras
dos de lomo de vaca. Seis pasteles de la Arabia, un pan de dos libras, dos
botellas de vino y un puro.
MANASES
Total...
JENARO
Un
cólico, (A Ataliar) Te has hinchado de lomo. ¿Te habrá desaparecido la
flaqueza?
ATALIAR
Del
todo, señor.
JENARO
Menos
mal. Ahí va; la vuelta para ti.
MANASES
Gracias,
pródigo. (Entra en la tienda)
JENARO
Yo
creo que me saldría más barato mantener una casa de fieras, (A Ataliar) Pues
anda, vé cogiendo todos esos bultos, que nos marchamos.
ATALIAR
Señor...
JENARO
(Asustado)
¿Qué te pasa?
ATALIAR
Nada,
que me va a ser imposible andar, y esos todos esos bultos mucho menos.
CONCHA
¡¡Pero
qué dice!!
ATALIAR
Que
hasta dentro de dos horas no hay que contar conmigo.
JENARO
Esto
es para disparar metralla. (Resignado) Bueno, pues andad, coged vosotros
vuestras
compras.
SAMUEL
Recontra,
con el criadito. (Cogiendo la mitad)
CONCHA
Sí
que ha sido una adquisición, (Carga con otros bultos)
JENARO
(Cargando
con otros) ¿Estamos listos?
CONCHA
y SAMUEL
Estamos.
JENARO
(A
Ataliar) Pues anda, síguenos.
ATALIAR
(Suplicante)
Señor.
JENARO
¿Qué
pasa?
ATALIAR
Que
no puedo moverme; soy un plomo, y si mi señor quisiera podría alquilarme un
burro.
JENARO
(Desesperado)
Sí, hombre, sí. (Al foro izquierda) Tú, burrero, trae un burro y que se monte este
inválido.
(De
la izquierda sale un Moro con un burro chiquitín en el que monta Ataliar)
JENARO
¿Qué,
vas bien?
ATALIAR
No.
El lomo de este animal no me gusta.
JENARO
¡Será
embustero! ¡Pues no dice que no le gusta el lomo! Anda, arréale.
SAMUEL
¿Vamos?
CONCHA
¿Vamos?
JENARO
(Al
público, indicando a Ataliar) Lo que Se dice una ganga.
(Marchan
hacia la izquierda. Al mismo tiempo fuerte en la orquesta, y se oye por la
derecha a Manacor que va recordando su canción)
MANACOR
(Dentro)
Beber
quisiera yo en ellos
el
secreto de tu amor,
etc.,
etc.
(El
telón va cayendo lentamente)
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
Salón
del trono de un palacio en la India. Foro a gusto del pintor, pero procurando
que sea urja galería abierta por la que se vea la ciudad iluminada por los
rayos del sol. Lateral derecha cajas libres: segunda izquierda el trono, un
poco sesgado para que se domine bien de todo el público. Primer término puerta
que conduce a las otras habitaciones, lodos los demás detalles a gusto del
pintor.
ESCENA PRIMERA
Jamar-Jalea,
Jubea, Holcar, Kazil. Coro general, Guerreros, Dignatarios, músicos y cuerpo de
baile. Al levantarse el telón están en escena Kazil y Holcar, viejos
dignatarios. Por el foro, lejos y a media voz que irá creciendo se oye al Coro
general que canta.
(Música)
CORO
(Dentro)
Que
reine muchos años,
feliz
por siempre sea
el
príncipe de príncipes
el
gran Jamar-Jalea.
Guerrero
poderoso
y
sabio y justiciero,
sus
dotes y virtudes
admira
el pueblo entero.
¡Honores
y riquezas
al
príncipe escogido
y
que de Brahma sea
por
siempre protegido!
(Recitado dentro de la música)
KAZIL
Ya
llega la comitiva y con ella nuestro amado príncipe el gran Jamar-Jalea.
HOLCAR
De
la gran Pagoda vienen de dar gracias a Jagarnath, el Dios bueno, por cumplirse
hoy doce años de su advenimiento al trono.
KAZIL
(Yendo
al foro) Plañideras, brahmanes, guerreros,
músicos,
todos vienen.
HOLCAR
Jamar-Jalea
y su esposa se apean de los elefantes.
KAZIL
¡Gran
día es hoy en Baroda!
(Más
fuerte la orquesta: al compás de la música entran en escena y se van colocando
para formar cuadro: Guerreros, Dignatarios, después Jamar-Jalea y la princesa Jubea
en palanquines, la guardia india, la música y el cuerpo de baile. Acabado el
desfile y ya en el trono Jamar-Jalea y su esposa)
JAMAR
Gracias
os doy a todos!
|Que
Jagarnath os bendiga!
y
concluya esta fiesta
con
nuestra danza india.
(Gran
bailable. Cuiden los Directores este baile)
(Hablado)
JAMAR
Gracias
doy a Brahma por sus bondades y a vosotros mis leales súbditos también os las
doy: no olvidéis que aunque feudatario de la gran Inglaterra, llevo en mis
venas sangre de los Tamérlides, dinastía tan antigua como la india misma.
JUBEA
(Con
acento varonil y duro) Como yo.
JAMAR
La
mira con algo de repugnancia y resignado continúa) Que he cazado en la selva de
Perawa la pantera negra.
JUBEA
(Idem)
Como yo.
JAMAR
(La
vuelve a mirar del mismo modo y continúa) Y que de niño aprendí a jugar el
lazo, el terrible lazo que mata.
JUBEA
Como
yo.
JAMAR
Por
último, en todas las ocasiones he demostrado que soy un hombre.
JUBEA
Como
yo... (Rectificando en seguro) Como yo, una mujer digna de tan gran príncipe.
KAZIL
Señor,
todas las venturas parecen pocas a tus humildes súbditos para que de ellas goces,
pero autorízame para hacerte una suplica.
JAMAR
Kazil,
fuiste mi preceptor cuando aún no pensaba ocupar el trono, tú me acompañaste a
recorrer, el Asia, el Africa, la Europa; has sido y eres mi mejor consejero y
amigo, por lo tanto... (Va a autorizarle para hablar, pero se detiene y dice a
jubea) ¿Te parece que debo autorizarle para que hable?
JUBEA
(Despóticamente)
Que hable, pero que sea breve.
JAMAR
Ya
lo oyes: sé breve.
KAZIL
Señor,
hoy se cumplen doce años que ocupas el trono y con tal motivo, en tu reino todo
es regocijo y alegría, pero más aún lo será si te acuerdas de ser clemente.
Señor, que Bowanhia, diosa del odio y Siva, Dios del mal, no logren que se
oficie en día tan señalado en sus altares. Perdona a los que van a sufrir hoy
tomento porque se permitieron blasfemar de Jagarnath el dios poderoso.
HOLCAR
Perdónalos,
Jamar Jalea, príncipe poderoso.
JAMAR
Es
una idea magnífica: yo recuerdo haber leído, no sé en dónde, que la clemencia
es el mejor adorno de los príncipes: desde luego los perdono.
JUBEA
(Con
rabia) ¡Nunca! ¡Perdonar a los blasfemos de Jagarnath el gran dios! ¿Y eres tú
el que lleva sangre de los Tamérlides?
JAMAR
Pero,
mujer, considera que...
JUBEA
He
dicho que no y no.
JAMAR
(A
todos) Bueno, pues ya lo habéis oído: no los perdono.
KAZIL
(Aparte
a Holcar) Lo de siempre, no hay más voluntad que la de Jubea.
HOLCAR
(Idem)
El rajah no es rajah: es un juguete de su mujer.
KAZIL
(Idem)
La tiene un miedo mortal.
HOLCAR
Lo
que más teme en el mundo.
JUBEA
(Secamente
a Jamar) Da por terminada la ceremonia y vamos.
JAMAR
Cada
cual a su puesto; y tú, Kazil, y tú, Holcar, venid conmigo.
(Bis
en la orquesta. Coro, músicos, etc., etc., hacen mutis por diferentes sitios.
Jamar da la mano a Jubea y seguido de Kazil y de Holcar hace mutis por la
primera izquierda)
ESCENA II
Samid,
ayuda de cámara de palacio. Concha, Jenaro y Samuelito. Estos dos últimos
visten lo mismo pero sin fez indio. Jenaro desde luego con la guitarra.
SAMID
Repito
que es inútil: porque no digáis le pasaré la carta del cónsul, pero dudo mucho que
os conceda audiencia.
JENARO
¿Pues
qué pasa?
SAMID
Que
hoy se cumplen doce años que se sentó en el trono Jamar-Jalea de la dinastía de
los Tamérlides, a las quince horas, veinticuatro minutos y treinta segundos,
meridiano Calcuta, por muerte de su padre Sabi-Jalea, ocurrida dos días antes,
a las veintitrés horas diez minutos y catorce segundos del susodicho meridiano.
SAMUEL
Este
tío es un almanaque de pared.
JENARO
¿Conque
sí, eh? Bueno, pues dame esa carta y pásale esta otra y yo te juro que ahora son
(Mirando el reloj) las once horas, seis minutos y catorce segundos meridiano
Canseco; bueno, pues si a las once y cuarto no está su india majestad bailando
un tango argentino, es que no ha llegado aquí todavía esa voluptuosidad
americana.
SAMID
Puesto
que tienes tal seguridad, voy a pasársela.
JENARO
Menudo
abrazo te va a dar.
SAMID
Esperad
aquí. (Mutis izquierda)
ESCENA III
Dichos
menos Samid.
CONCHA
¿Pero
qué le dice usted en la carta?
JENARO
Todo:
como yo me sospechaba que nos pondrían algún inconveniente para verlo, de repuesto
me traje esa misiva en la que le digo lo de lúbrica: «Me alegraré que al recibo
de esta se halle bien en compañía de los suyos, etc., etc., yo bien a Dios
gracias, etc. La presente tiene por objeto... » y le largo que vengo con su
hijo; que está deseando caer en sus brazos, evoco la memoria de tu pobre madre
y nada más.
CONCHA
Ah,
pues nos recibirá en seguida.
JENARO
¡Figúrate!
SAMUEL
Y
a todo esto, se ha fijao usté qué choza tiene mi señor padre.
JENARO
¡Una
bohardilla de treinta reales!
CONCHA
(Admirada)
¡Parece un palacio de Aladino!
JENARO
Pues
todo esto es vuestro, mejor dicho, lo será dentro de poco, porque me he enterao
está muy enfermo.
CONCHA
Lo
importante es que acabemos de ir de acá para allá y que se acaben los
sinsabores.
JENARO
Y
que no han sido pocos; pues si me llego a fiar de éste, (Por Samuel) a estas
horas estamos en el golfo de Guinea.
SAMUEL
¿De
mí? ¿Yo qué culpa tengo?
JENARO
Que
te dije que marcases la ruta porque como yo te había oído decir en Madrid que habías
estado varias veces en la India!
SAMUEL
Y
he estado: pero en la de la calle de la Montera.
JENARO
Te
daba así.
ESCENA IV
Dichos,
Jubea, que sale hecha una furia con una carta en la mano. Detrás Samid.
JUBEA
¡Qué
vergüenza! ¡Qué humillación! ¡Qué escándalo!
SAMID
Perdonad,
señora, pero esa carta era para, el rajah.
JUBEA
¿Es
que acaso ignoras que todas las cartas del rajah tienen que pasar antes por mis
manos?
SAMID
¡Princesa!...
JUBEA
Basta:
¿Son esos, verdad? (Por Jenaro, concha y Samuel)
SAMID
Esos
son.
JUBEA
Que
esperen en esa habitación, (Por la derecha) y dile al rajáh que le aguardo.
(Figura que sigue leyendo la carta con ademán de ira)
SAMID
(A
Jenaro y los otros) Pasen aquí: el rajah no tardará en venir.
JENARO
¿Veis
como nos recibe? (Entran. Samid cruza y hace mutis por la izquierda)
ESCENA V
Jubea.
Después, Jamar-Jalea, Kazil y Samid.
JUBEA
(Estrujando
la carta) ¡Ah, Jamar-Jalea, con que me has engañado! Me juraste el día de
nuestra boda que llegabas a mí puro como el aliento de la diosa Kali... Pues
como sea verdad, teme mi venganza.
JAMAR
(Saliendo
seguido de Kazil y Samid) ¿Me llamabas, bambú tropical?
JUBEA
Sí,
pero no te acerques...
JAMAR
Pero...
JUBEA
(Con
más furia) Retírate, (A Samid) Toma, alárgale esa carta, léela y contesta.
(Kazil coge la carta y se la entrega a Jamar. Mientras este la lee, Jubea se
dirigirá al foro despreciativamente)
JAMAR
(Al
leer la carta da un gran suspiro) ¡Ah! ¡él! ¡Por fin! ¡quince años! ¡Brahma
poderoso! Kazil.
(Llamándole)
KAZIL
Señor.
JAMAR
(En
voz baja y con alegría reconcentrada) ¡Mi hijo! Aquel niño de la hebrea de
Alepo...
KAZIL
Disimula,
señor, Jubea nos mira.
JAMAR
(Con
pena y rabia) ¡Y no poder estrecharle entre mis brazos! ¡Hijo de mi alma!
JUBEA
(Avanzando)
¿Qué contestas?
JAMAR
(Dominándose)
Que esto es una calumnia vil, una impostura. Tú ya sabes que yo no conocí los
divinos secretos del amor hasta que me uní a ti, caña del Ganges.
JUBEA
¿De
modo que tú afirmas que es una impostura?
JAMAR
Esa
es la palabra. (Aparte) ¡Perdóname, pedazo de mi alma!
JUBEA
Pues
bien, tú mismo vas a contestarle al autor de esa carta.
JAMAR
¿Pero
está aquí?
JUBEA
En
esa estancia.
JAMAR
¿En
esa estancia el autor de esta carta? Pues bien, que salga.
JUBEA
¡Bravo!
JAMAR
Que
salga el autor; que me va a oír.
JUBEA
(A
Samid) Ya lo oyes: dile a esos europeos que se presenten.
JAMAR
(Con
ansiedad) ¿Pero hay más de uno?
JUBEA
El
de la carta, una mujer y un joven.
JAMAR
(Sin
poder contenerse) Mi hi... Mi hi...
JUBEA
¿Qué
te pasa?
JAMAR
(Enmendando)
¡Miserables! No, que no salgan; no quiero verles, (a Kazil) La voz de la sangre
me delataría.
KAZIL
Domínate,
señor.
JUBEA
(Imperiosa)
Que Salgan. (Samid obedece)
JAMAR
¡Dame
fuerzas, Visnu!
ESCENA VI
Dichos,
Jenaro, Concha y Samuelito.
SAMID
(Señalando
al grupo de Jamar y Kazil) Allí tienes al rajah.
JENARO
(Adelanta
y hace una reverencia a Kazil) ¡Gran Jamar-Jalea!
KAZIL
El
rajah es éste.
JENARO
(Aparte)
Me he colao. (A Jamar) Gran señor, soy tu siervo.
JAMAR
¿De
modo que tú eres el autor de esta carta?
JENARO
El
mismo. (Aparta a Samuel) Vete preparando para el grito.
JAMAR
¿Tú
eres el que afirmas que me traes un fruto de bendición que tuve en Alepo?
JENARO
Ahí
le duele: servidor es el encargado del fruto. (Aparte a Samuel) Adelántate un
poco para que se fije.
(Samuel
se adelanta)
JAMAR
(Aparte
a Kazil) ¡Oh, Kazil! ¡Mírale: rubio como su madre! ¡Rubio como yo!...
KAZIL
Tú
eres moreno.
JAMAR
(Continuando,)
¡Como yo me lo figuraba! ¡Y tener que!...
JUBEA
(Imperiosa)
Vamos, termina.
JAMAR
(Dominándose)
Pues bien, sólo una palabra acude a mis labios.
JENARO
(Sin
dejarle hablar) No la digas, la adivino: (A Samuel) ¡Anda con él!
SAMUEL
Padre
de mi al...
JAMAR
(Dándole
un grito) ¡Miserables! ¡Impostores!
SAMUEL
(Corriendo
a refugiarse detrás de Concha) ¡Otra vez lo mismo!
CONCHA
¿Pero
qué es esto?
JENARO
Pero
señor de Jalea.
JAMAR
Impostores,
sí. ¿Quién os ha encargado que lleguéis hasta aquí con esa calumnia?
JENARO
(Sin
poder contenerse) Oiga usté, que a mí no me ha encargado nadie de calumnias,
¡ea! Que ya estoy harto de lo que me sucede con este niño, que más que judío
parece sevillano; en todas partes me lo rechazan.
JAMAR
Calla,
o mandaré que te quemen la lengua.
JENARO
¿Pero
qué culpa tengo yo de que le gustase a usté la señora de Barchilón?
JAMAR
(Asustado,
a Jubea) Mentira, todo mentira. No lo creas; ese hombre está loco...
JUBEA
Basta.
No demos escándalos.
JAMAR
Te
juro que son unos falsarios.
JUBEA
Y
yo te creo, porque de no ser así... (Suena un gong dentro) La hora de hacer mis
ofrendas a la diosa Kali. Acompáñame.
JAMAR
Sólo
por unos momentos, perqué voy a disponer lo que se hace con esos bandidos, (A Kazil
y a Samid) Seguidme.
(Vanse
foro izquierda)
ESCENA VII
Concha,
Samuel y Jenaro.
CONCHA
Bueno,
¿qué hacemos?
JENARO
(Desesperado)
Esto es para abrirme una arteria...
CONCHA
No
tanto.
JENARO
¡Nada
más que para ver cómo tiene uno la sangre! ¡Que la debe tener negra!
CONCHA
Pues
hay que tomar una resolución.
SAMUEL
Por
mí la que quieran: todo menos ir en busca de otro padre, porque yo no voy. A mí
me llaman ustedes hijo de la fatalidad o de la desdicha o de la jefatura...
JENARO
¿Pero
qué dices?
SAMUEL
De
eso que tiene mala pata.
JENARO
De
la jefatura.
SAMUEL
Pues
de eso; porque ya estoy harto de tener el corazón en vilo y los brazos abiertos
para que me vituperen, me improperien y me acardenalen.
JENARO
De
todo esto tiene la culpa tu madre... Sí, no me mires así, tu madre; que no es
ofenderla, pero tu madre debió dejar claro lo de tu padre, para que tú no te
vieras en la dura necesidad de criticar a tu madre y de andar buscando a tu
padre, pasando por el bochorno de oír a uno que crees que es tu padre decir que
no es tu padre, teniendo la completa seguridad de que por ahí anda tu padre.
SAMUEL
¡Mi
madre!
JENARO
Tu
padre. De todo lo cual se deduce que tu madre no se portó como una madre.
SAMUEL
Pero
es mi madre, y yo no debo criticarla por ser mi madre.
CONCHA
Es
verdad, padre.
JENARO
Como
os dé la gana: lo único que os digo es que el conflicto es más desairao que el casco
de un guardia. Este Jamar-Jalea no te reconoce, y de capital nos quedan unas
cuarenta pesetas moneda india, que al tipo que está aquí el cambio, no tenemos
ni para ir al cine; de modo que no nos queda más solución que ponernos a tocar
la guitarra a la puerta de una pagoda.
CONCHA
¡Sí
que es fatalidad!
ESCENA VIII
Dichos
y Jamar por foro izquierda.
JAMAR
(Al
público) Mientras Jubea queda haciendo sus ofrendas a la diosa tengo tiempo
de... (Llevándose la mano al corazón) No puedo, no puedo contener los latidos
de mi corazón.
CONCHA
y SAMUEL
¡El
rajáh!
JENARO
Este
nos echa a patás.
JAMAR
(Aparte)
No sé si al estrecharle entre mis brazos moriré de alegría, porque tengo un nudo
en la garganta. (Se dirige a Samuel con los brazos abiertos) Hij... hij...
SAMUEL
(Corre
por la escena) ¡Que me mata!
CONCHA
¡Socorro!
JAMAR
¡No,
no gritar, por Brahma poderoso! Y tú no corras. Ven, ven, que quiero darte con toda
mi alma...
SAMUEL
Sujetadle,
que me va a dar con toda su alma.
JAMAR
Sí,
quiero darte con toda mi alma un abrazó. (Le coge) ¡Hijo de mi vida!
JENARO
¿Eh?
CONCHA
¿Qué
dice?
JAMAR
(Besándole)
¡Hijo de mis entrañas! ¡Hijo de mi corazón!
JENARO
¡Caracoles!
JAMAR
¡Qué
inmenso gozo! ¡Qué suprema alegría!
SAMUEL
¡Qué
raro! ¡No me pega!
JAMAR
¡Pobre
Esther! ¡Cuánto habrá sufrido! ¡Oh, Jamar, mi Jamarito! (Acariciándole)
SAMUEL
Samuelito,
dirá usted.
JAMAR
¿Cómo?
¿No te llamas Jamar? Yo encargué a tu madre que te pusiera mi nombre.
JENARO
(Aparte)
¡Adiós! ¿A que se va a desarreglar otra vez? (Alto) No, verá usté. La madre de éste
les dijo a los padrinos: «Ponerle Jamar.» Pero el padre... bueno, el marido de
la madre se indignó mucho y dijo: «¿Jamar? ¡Jamás!»
JAMAR
¡Ah,
qué horror! ¿Pero el esposo de Esther acaso sospechaba?...
CONCHA
(Padre,
que lo va usted a echara perder)
JENARO
No,
le diré a usted. Tenía su poquito de mosca detrás del auricular, pero...
CONCHA
(Aparte)
Padre, que...
JENARO
Pero
de eso ya hablaremos después, aparte de que aquí le entrego esta confesión del judío
David, y ella le pondrá en antecedentes...
JAMAR
(Cogiendo
los papeles) Sí, dices bien.
JENARO
Ahora
lo importante es que lo tiene usted en sus brazos, ¡Con las ganas que tenía el pobrecito
de darle a usted un beso!
JAMAR
(Con
alegría) ¿De veras?
JENARO
Hay
que ver la matraca que nos ha dado durante el viaje. ¿Dónde está mi padre? ¡Yo quiero
ver a mi padre!
JAMAR
¡Hijo
de mi alma!
JENARO
Y
ahora permítame usté. (Le da la guitarra) Gracias a Dios que me la descuelgo;
me había hecho callo en la sangría.
JAMAR
¿Qué
es esto?
SAMUEL
Un
presente.
CONCHA
Un
modesto regalo.
JAMAR
¿Español?
JENARO
Madrileña,
de la tierra donde se ha educado este charrán: la toca usté y suena a chulos, a
celos y a púnalas.
JAMAR
¡Ah,
quién supiese tocarla!
CONCHA
Yo
misma.
JAMAR
¿Tú?
JENARO
Sí,
señor, ella. Y además le va a cantar a usté una canción española, que la canta
en una pagoda y la aplauden las esfinges.
JAMAR
(Dándole
la guitarra) Canta ya.
(Concha
se sienta en una banqueta frente al público, toca y canta)
(Música)
CONCHA
De
España vengo.
¡Soy
española!
En
mis ojos me traigo luz de su cielo
y
en mi cuerpo la gracia de la manola.
De
España vengo,
de
España soy,
y
mi cara serrana va pregonando,
que
he nacido en España por donde voy.
A
mí lo madrileño
me
vuelve loca,
y
cuando yo me arranco
con
una copla,
al
acento gitano
de
mi canción
toman
vida las flores
de
mi mantón.
Campana
de la torre
de
Maravillas,
si
es que tocas a fuego
toca
de prisa.
Mira
que ardo
por
culpa de unos ojos
que
me han mirao.
Por
culpa de unos ojos
madre,
me muero,
por
culpa de unos ojos
nebros,
muy negros,
que
los tengo metíos
dentro
del alma
y
que son los ojazos
de
mi gitana.
Muriendo
estoy, mi vida,
por
tu desvío.
Te
quiero y no me quieres,
gitano
mío.
¡Mira
qué pena,
verme
así despreciada
siendo
morena.
De
España vengo,
de
España soy,
etc.,
etc.
(Hablado)
JAMAR
Bonita
canción.
CONCHA
¿Le
ha gustado a usté?
JAMAR
Muchísimo.
Y vosotros ¿no sabéis ninguna otra?
JENARO
¿Nosotros?
JAMAR
Sí,
me gustaría oíros algo.
JENARO
Pues
si es su gusto...
SAMUEL
(Aparte)
¿Pero qué le vamos a cantar?
JENARO
Aquella
canción de salida que cantaban en el Chantecler las Hermanas Catafalco.
SAMUEL
Un
poco fúnebre me parece.
JENARO
Ya
lo arreglaremos. Lo importante es que este tío se quede encantao de nosotros. Con
que fíjese usté que va usté a ver materialmente a dos chanteuses españoles. Tú,
coge ese tapiz.
(Samuel
coge un tapiz y se lo coloca y Jenaro otro)
(Música)
(Cuiden
los Directores de poner cómicamente y bien este número)
LOS
DOS
¡Arza
y olé!
Soy
el rayo de luna más triste
que
ha visto usté.
¡Olé
y olá!
cuando
alumbro las fosas y nichos
qué
gusto da.
Soy
un rayito de luna
que
da luz a un sementerio
donde
reposa mi padre,
y
mi tío Desiderio
y
mi pobrecita mare,
y
un primo la mar de serio,
y
una hermanita
bastante
mona
que
se murió
porque
al cogerla
la
comadrona
la
espachurró
(Con
aire flamenco y triste)
Sementerio,
sementerio.
siempre
solo, siempre serio,
si
no fuera por el rayo
de
lunita que te alumbra,
¡qué
sería de tus fosas,
qué
sería de tus tumbas!
¡Ay,
qué tumbas!
Pobrecitos
cadáveres
sin
hablar una palabra
y
por toda distracción
bailan
la danza macabra.
(Bailan
cómicamente la danza. Este número se interpretará imitando en todo a las malas
cupletistas)
(Hablado)
JAMAR
(Entusiasmado)
¡Muy bien! ¡Muy bien! Bailáis mejor que danzarinas del fuego. Sobre todo tú. (Por
Samuel) ¡Oh, qué guapo eres! Como ella, como la pobre Esther. Déjame que te bese,
así, (Le besa) así. (Idem)
JENARO
Se
va a volver loco de alegría.
CONCHA
¿Pero
por qué este hombre lo trataría antes tan mal?
JENARO
¡Qué
sé yo!
JAMAR
Así,
entre mis brazos, así. (Muy cariñoso)
ESCENA IX
Dichos,
Jubea por foro izquierda seguida de Samid.
JUBEA
¡Qué
ven mis ojos!
JAMAR
(Al
notar la llegada de Jubea cambia las caricias por golpes) Así, perro, (Pegándole)
Así, falsario, así te he de matar.
SAMUEL
¡Que
me lisia!
JENARO
¡Caray!
CONCHA
¡Dios
mío!
JUBEA
(Adelantándose)
Déjale, Jamar. No es necesario que te irrites ni llegues a esos extremos: no
eres tú quien ha de castigar a esos falsarios.
JENARO
¿Cómo
castigar?
JUBEA
Silencio,
sapo de los cienos.
JENARO
¿Qué
me ha llamao?
SAMUEL
Sapo
de no sé qué.
JUBEA
Samid.
SAMID
Princesa.
JUBEA
Abofetea
a ese villano.
JENARO
¿A
mí?
SAM1D
De
Orden Superior. (Le da una bofetada)
JENARO
¡Qué
bestia!
SAMUEL
Como
es orden superior...
JENARO
Lo
que es superior es la bofetada.
JUBEA
Samid.
SAMID
Princesa.
JUBEA
Dale
también al chico.
JAMAR
No
le des...
JUBEA
¿Cómo?
JAMAR
No
le des flojo, ¿eh? (Aparte y tapándose los oídos) ¡Hijo de mi alma!
(Samid
le da otra torta a Samuel)
SAMUEL
¡Qué
bruto!
CONCHA
Esto
es un atropello, una indignidad.
SAMUEL
Yo
me voy a quejar al Cónsul.
JENARO
Ahora
no te vayas a quejar.
SAMUEL
Pues
no me he de quejar, si me duele mucho.
JUBEA
Y
ahora que los lleven, menos a ella, y que !o agradezca al ser mujer, a la
pagoda de la diosa Bowanhia y que le ofrenden sus tormentos.
JAMAR
(Aparte)
Hijo de mis entrañas, ¡le van a martirizar!
SAMID
Vamos.
JENARO
¿Ah,
pero es que encima de los guantazos nos van a molestar más?
SAMID
Os
van a someter al tormento.
JENARO
¿A
qué tormento?
SAMID
Al
del fuego.
JENARO
¿Al
del fuego? ¿Sabes que ya me voy yo quemando?
JUBEA
(Llamando)
¡Ah de la guardia! (Salen por foro derecha seis guardias indios) Llevarse a los
europeos y que se cumplan mis órdenes.
SAMUEL
¡Ay,
don Jenaro, nos van a quemar!
CONCHA
¡Quemar!
Eso no lo hace ningún padre.
JENARO
Eso
no lo hace más que una salamandra.
SAMID
En
marcha.
(Los
tres van saliendo rodeados de la guardia)
JUBEA
(Imperativa)
¡Así se castiga a los impostores, así!
JAMAR
(Aparte)
Así... te maten.
(Fuerte
en la orquesta y telón de cuadro)
MUTACION
CUADRO SEGUNDO
Interior
de una pagoda India consagrada al culto de Bowanhia, diosa del odio y de la
venganza. En el centro templete con la figura de la diosa. El resto a gusto del
pintor, dejando libres por derecha e izquierda las primeras cajas. Es de noche,
pero la pagoda debe estar espléndidamente iluminada.
ESCENA PRIMERA
Al
alzarse el telón aparecen colocadas artísticamente las Sacerdotisas de la
diosa, las Danzarinas del fuego y Mirza, sacerdotisa del culto.
(Música)
(Un
baile corto de adoración)
(Hablado)
MIRZA
Que
papen los que han de ofrendar sus martirios a Bowhania.
ESCENA II
Dichos,
por primera derecha salen Jenaro, Samuel y varios Indios más, la Guardia del
cuadro anterior y Samid. Al llegar al centro se detienen. La Guardia forma al
fondo Samid Prosternarse ante Mirza, sacerdotisa de la diosa.
JENARO
¿Cómo
dices?
SAMID
Que
te prosternes.
JENARO
¡Ah,
con mucho gusto! Anda, Samuel, arrodíllate y mete la cabeza bajo el ala. (Todos
se prosternan)
SAMID
Vais
a ofrecer a Bowhania vuestros tormentos; si los sufrís con resignación, Brahma,
el Dios bueno, borrará los restos de vuestras culpas.
MIRZA
Levantaos.
(Se
levantan)
SAMUEL
Ay,
señor Jenaro, esto va a ser horripilante.
JENARO
¿Pero
qué es lo que van a hacer por fin con nosotros?
SAMUEL
¡Qué
sé yo! Freírnos las manos, freírnos las rodillas, freírnos los hombros.
JENARO
Si,
me doy cuenta: un frito variado. Estos tíos son unos salvajes.
SAMUEL
Y
ya ve usted por qué delito más nimio; ¿pues qué harán aquí con uno que asesine a
su familia?
JENARO
Qué
sé yo: como no lo pongan con arroz.
SAMUEL
Yo,
por quien lo siento, es por Conchita.
JENARO
¡Pobre
hija mía! Cómo lloraba.
MIRZA
Sacerdotisas
del odio, danzarinas del fuego, retiradse. (Música. Se retiran fondo derecha) Y
vosotros ofrendadle a la diosa los tormentos que vais a sufrir.
(Música)
(Los
Indios forman dos filas, frente a frente, dejando, en medio a Samuel y Jenaro)
TODOS
¡Bowhania!
Diosa
excelsa del martirio,
yo
en tu honor
sacrifico
las torturas
y
el dolor.
En
tu honor, diosa Bowhania,
por
mi fe,
resignado
los tormentos
sufriré.
JENARO
Ahora
a los dos nos toca
ofrendarle
el martirio
a
la diosa Bowhania,
que
es más fea que Picio.
SAMUEL
Pues
vamos a ofrendarle
y
hagámoslo de prisa.
JENARO
Esto
tiene más gracia
que
el tubo de la risa.
JENARO
(Dirigiéndose
a la diosa)
¡Yo
en tu honor!
SAMUEL
(Idem)
¡Yo en tu honor!
Cuplés
SAMUEL
Si
esta mano me la tuestan
harán
una salvajada
JENARO
Pero
cuando esté en su punto
te
ofreceré la tostada.
SAMUEL
Si
una tibia me dislocan
para
ofrecértela a ti.
JENARO
Oh,
gran diosa, va a ser tibia
la
que voy a armar aquí.
TODOS
(Cogiéndose
de las manos y dando vueltas, menos Samuel y Jenaro)
¡Salve!
¡Salve!
Cantemos
en rueda.
¡Salve!
¡Salve!
JENARO
y SAMUEL
¡Sálvese
el que pueda!
TODOS
¡Salve!
¡Salve!
y
Kirie eleisón
JENARO
y SAMUEL
Este
es un remedo
de
la Inquisición.
SAMUEL
Cuando
un ojo me atraviesen
con
un hierro puesto al rojo...
JENARO
Ya
puedes buscar dinero
porque
va a costarte un ojo.
SAMUEL
Si
achicharran mi garganta
le
llamo a usté sin tardar.
JENARO
Pero
hombre, sin campanilla
cómo
me vas a llamar,
TODOS
(Idem)
¡Salve! ¡Salve!
Etc,
etc.
(Al
final van couplets para repetir)
(Hablado)
MIRZA
Y
ahora que Brahma os dé fuerzas; aquí llega el que os ha de aplicar los
tormentos.
ESCENA III
Dichos
y Mangor, seca un hornillo encendido y dentro varios hierros con sus puños de
madera para poder cogerlos; Sale primera derecha.
MANGOR
(Saliendo)
¡Salud!
JENARO
Miá
que decir este tío salud y nos va a tener un mes en cama.
MANGOR
(A
ellos) ¿Perdonáis el dolor intenso que os voy a causar?
(Los
demás menos Jenaro y Samuel, dicen:)
INDIOS
Perdono.
SAMUEL
Señor
Jenaro.
JENARO
¿Qué
quieres?
SAMUEL
Que
si le perdona usted.
JENARO
¿A
quién?
SAMUEL
Al
del hornillo.
JENARO
Anda
y que le maten, y apropósito, oye:
(Llamándole)
MANGOR
¿Qué
deseas?
JENARO
¿Dónde
nos van a atormentar?
MANGOR
Ahí,
en la bóveda roja.
JENARO
¡Caray,
qué mareo me da!... (Hace como que se desmaya, y sin querer, mete una mano en
el hornillo y da un salto) Bebowhanhia, y cómo quema.
MIRZA
Llegó
el momento. Tú, a tu puesto. (Mangor saluda y entra por la izquierda) Tú (A un
Indio) el primero, tú (a Jenaro) a continuación, detrás tú (A Samuel) Y Vosotros
detrás. (Forman todos una fila)
MANGOR
(Asomando
la cabeza) Que pase el primero.
JENARO
Parece
que vamos a sacar la cédula.
(El
Indio colocado en primer lugar entra)
SAMUEL
¡Ay,
señor Jenaro, que le va a tocar a usted
en
seguida!
JENARO
Yo
creí que era cosa de juego, pero me va a tocar.
(Se
oye dentro al Indio que grita:)
INDIO
1 º
(Dentro)
¡Ay! ¡Ay!
JENARO
¡Caray!
SAMUEL
¡Caray!
INDIO
1 º
(Dentro)
¡Madre mía!
(Jenaro
y Samuel empiezan a bailar de nerviosos. Esta situación queda a cargo de los
actores)
SAMUEL
¿Ha
oído usted?...
(La
voz del Indio grita:)
INDIO
1 º
¡Brama!
¡Brama!
SAMUEL
¡Virgen
Santa!
JENARO
¡Cómo
brama!
SAMUEL
Ya
parece que no se oye... se habrá desmayado; ahora entra usted.
JENARO
Yo...
(Se va a la cola)
SAMID
¿Dónde
vas?...
JENARO
Aquí,
a hablar con este amigo.
SAMID
Estás
el primero para el tormento.
JENARO
Ya
lo sé, pero es que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, y... Es un segundo.
SAMID
Pues
habla y a tu puesto.
JENARO
(Al
indio) Hola.
INDIO
2 º
No
te conozco.
JENARO
¿Que
no me conoces? (Disimula, hombre)
INDIO
2 º
Repito
que no te conozco.
JENARO
Pues
me vas a conocer.
INDIO
2 º
Eso
es otra cosa.
JENARO
Me
vas a conocer porque te voy a dar una bofetada por bruto, que te voy a
mandar...
SAMUEL
(Que
se ha mezclado en la fila, hablando con otro Indio) Pero, hombre, ¿no me
conoces?
SAMID
Vamos,
a vuestros puestos.
SAMUEL
¿Pero
ha visto usted qué malos fisonomistas son en este pueblo? (Se dirigen a su
sitio)
MANGOR
(Asomando
la cabeza) ¡Otro!
JENARO
(Desmayándose
en brazos de Samuel) ¡Mi madre!
SAMID
¿Qué
le pasa?
SAMUEL
Que
se ha desvanecido.
SAMID
Pues
como no hay tiempo que perder, entra tú.
SAMUEL
(Desmayándose
en brazos de Samid) ¡Mi abuela!
MIRZA
(Acercándose)
Pero, ¿qué les ocurre?
SAMID
No
sé; están como muertos.
MIRZA
(Llamándoles)
¡Sentenciados! ¡Sentenciados!
SAMUEL
No
oyen ni un cañonazo y además han perdido el habla.
CONCHA
(Dentro)
¡Padre! ¡Samuel!
LOS
DOS
(Levantándose)
¿Quién llama?
ESCENA IV
Dichos,
Jamar-Jalea, Kazil, éste saca en la mano los papeles que Jenaro entregó a Jamar
en el cuadro anterior, y Concha por la primera izquierda, Sacerdotisas y todo
el acompañamiento del Rajan.
SAMUEL
(Que
lo ve llegar) ¡El Rajáh!
CONCHA
(Yéndose
hacia ellos y abrazándoles)" ¡Padre! ¡Samuel!
JENARO
¿Pero
qué pasa, a qué se debe esta visita?
JAMAR
Escucha,
europeo: ese niño no es hijo mío.
JENARO
¡Tampoco!
KAZIL
La
declaración del judío David nos lo ha aclarado. El creyó que el niño que robaba
era el hijo de Esther y no fue así, porque yo sé que ella para librarlo dé la
venganza de su marido, si algún día llegaba a conocer la verdad, hizo que sus
amigas lo cambiasen por el que precisamente tuvo el mismo día una servidora
suya. De este modo el niño de la criada es el verdadero hijo de Esther y de mi
señor, y tú.
.
JENARO
Basta:
¡hijo de una frega platos!
SAMUEL
¡Pues
si que me he buscao un porvenir!
JAMAR
Podéis
marchar cuando queráis.
JENARO
¡Marchar!
¿Hay aquí asilos?
CONCHA
¿Pero
qué dice usted, padre?
JENARO
Que
como no nos recoja la caridad ídiga, no sé cómo nos vamos a ir.
JAMAR
(Por
Kazil) Este os facilitará el dinero para el viaje, pero nada más que lo
estrictamente necesario; ya en vuestra tierra... (Vase)
JENARO
En
nuestra tierra, ¿sin librería, sin puesto?
CONCHA
No
se apure usted, padre; nosotros trabajaremos.
SAMUEL
Y
luego, con el apoyo de mi padre...
JENARO
¿De
qué padre?
SAMUEL
De
usted, que por lo visto es el único padre que me queda.
JENARO
¿Yo?
Yo qué voy a ser tu padre, so sinvergüenza, y no me nombres al autor de tus días
porque te meto ahí en la bóveda roja.
CONCHA
Bueno,
a Madrid, que en Madrid ya veremos cómo salimos.
JENARO
¡Ah!,
oiga usted, señor Kazil.
KAZIL
¿Qué
quieres?
JENARO
Una
vez que somos libres, ¿se me permite una pequeña satisfacción?
KAZIL
Lo
que quieras.
JENARO
(Por
señas llama, a Samid y cuando está a su lado le propina una sonora bofetada) Ya
estoy tranquilo.
CONCHA
A
España.
JENARO
(Al
público)
¡Qué
odisea, Jesús mío!
y
para encontrarme así:
sin
dos reales, hecho un lío,
con
un siervo vago y
con
este niño judío.
(Música y telón)
FIN DE LA OBRA
COUPLETS PARA REPETIR
A
mi cuando me traían
me
han dado veinte capones.
Pues
a mí más de cuarenta
me
dieron estos ladrones.
Tanto
capón me parece
que
es una barbaridad.
Puede
ser que aquí en la India
estemos
en Navidad.
Si
el verdugo en el tormento
esta
pierna me hace cisco.
Pues
lo vendes al momento
y
en seguida te haces rico.
Pero
si cojo me dejan
me
voy a desfigurar.
No
te importe, porque cojo
puedes
hasta gobernar.
Se
están poniendo las cosas
para
comprar escopetas.
Anteayer,
por un repollo,
me
han pedido mil pesetas.
Haciendo
¡pum! por las calles
la
cuestión resolverán.
Haciendo
¡pum!, nada de eso,
que
lo que hay que hacer es ¡pan!
Aquí
tienen la costumbre
de
machacar la barriga.
Pues
eso es una barbarie
que
lo diga quien lo diga.
Si
la barriga me duele
va
ha ser una compasión.
Antes
que te duela, toma
una
determinación.
Si
en la mano me pusieran
encendidos
los carbones.
No
volvías en tu vida
a
tener más sabañones.
Si
en un horno me sentaran
¡qué
suplicio más brutal!
Pues
si en el horno te sientan...
te
haces uno de cristal.
Si
me queman las narices
me
van a hacer mucho daño.
Si
te queman las narices
no
estornudas en un año.
Como
el cuello me lo quemen
qué
dolor tan pertinaz.
Pues
si te queman el cuello
te
pones otro y en paz.
Con
mil sacos de judías
vino
un barco de la Habana.
Y
en alta mar le hizo fuego
una
escuadrilla alemana.
Mas
pusieron las judías
por
delante y por detrás.
Y
en seguida contestaron
con
mil torpedos o más.
Como
estamos en Cuaresma
hay
que comer de pescado.
Yo
merluza solo como
que
siempre me ha entusiasmado.
Pues
aunque le choque mucho
yo,
bonito, nada más.
Tú,
bonito, caracoles,
qué
modo de exagerar.
Información obtenida en:
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