LAS HILANDERAS
Zarzuela en un acto y tres
cuadros.
Libreto de Federico Oliver.
Música de José Serrano.
Estrenada el 3 de Diciembre
de 1927 en el Teatro Eldorado de Barcelona y en el Teatro Fontalba la noche del
15 de Febrero de 1929.
REPARTO (Estreno)
La
Condesa Angélica - Blanca Asorey.
Catalina
/ Susana – Carmen Maíquez.
Belisa
- Juanita Amorós.
Silvia
- Angelíta Velasco.
Don
Leandro de Valor - Tino Folgar.
El
capitán Fabricio - Alejandro Bravo.
Farello
- Luis Moreno.
El
Gran Duque de Toscana - Carlos Oller.
Bertoldo
- Alejo Cano.
Bertuccio
- Francisco Furió.
Basanio
- José Caballero.
Valerio
- Ramón Silvestre.
Jacinto
- Antonio Latorre.
Floro
- Aurelio Toyana.
Soldados,
pajes, hombres de armas y gente del pueblo.
Acción:
Italia, 1796.
Derecha
e izquierda, las del actor.
ACTO UNICO
CUADRO PRIMERO
La
escena representa el interior del mesón de “La Cigüeña Azul", en las
cercanías de Liorna. A la izquierda, mostrador.
A la derecha, escalera que conduce a los alojamientos. En el centro, portalada,
que descubre un extenso corral, donde hay un emparrado.
ESCENA PRIMERA
Bertoldo,
en el emparrado con unos cuantos compañeros de orgía. Floro, que viene cargado
de equipajes. Maese Bertuccio, que va y viene.
BERTOLDO
(A
gritos, dentro) — ¡Maese Bertuccio! ¡Maese Bertuccio! ¡Señor hostelero!
FLORO
(Entrando)
¡Ha de la casa!
BERTUCCIO
(Saliendo
de la cocina con mandil y gorro) ¡Ah, verdugos! ¡Ah, despiadados verdugos de mi
indefensa volatería! ¿Queréis más, tragones insaciables?
FLORO
¡Oiga,
buen hombre!
BERTUCCIO
(A
Bertoldo y comparsas, que asoman por el emparrado) — ¿Qué queréis? ¡Decidlo! (Alboroto)
BERTOLDO
(Saliendo)
— ¿Cómo que qué queremos? ¡Queremos empezar a comer!...
BERTUCCIO
¿Empezar?
Pues qué; ¿hacéis otra cosa que devorar mis provisiones desde hace tres días?
¡Empezar!... ¿Tenéis valor de decir que empezar?
BERTOLDO
Digo
empezar, porque tanto tardáis de plato a plato, que de uno a otro queda la
digestión rematada y abierto nuevo apetito para nuevo aditamento. Y si no,
decidme: ¿Qué hicisteis de la pierna de ternero que os tengo encargada?
BERTUCCIO
¿La
pierna de ternero? ¡Por la Madonna, señor Bertoldo, que me dejáis con las patas
colgando!
BERTOLDO
¿Cómo,
cómo?
FLORO
(Impaciente)
— ¡Oiga, buen hombre!
BERTUCCIO
La
pierna de ternero la encargasteis para vuestro señor, el capitán don Fabricio.
BERTOLDO
(Esgrimiendo,
furioso, cuchillo y tenedor) — ¡Para él, y para mí, y para los ilustres amigos
que esperan, hambrientos, bajo aquel emparrado! ¿Qué creísteis, sórdido avariento?
¡Que la pierna de ternero era para mi señor don Fabricio! ¿Y qué tienen que ver
mis piernas con las de mi señor don Fabricio? ¡Que vuestras patas quedáronse colgando!
¡Mirad que una de las mías no quede empotrada con fuerza de catapulta en la
parte inferior convexa de vuestra abominable persona! ¡Venga, pues, la pata o
la pierna si no queréis quedaros sin orejas, seor ladrón de más de la marca! (A
Floro) Con diplomacia hay que tratar a estos bergantes, señor forastero.
(Vuelve al emparrado, donde es recibido con aplausos)
BERTUCCIO
¡Estos
son los soldados de nuestro señor el Gran Duque! ¡Cómo serán los del corso Bonaparte!
FLORO
Decidme,
por vida mía, señor hostelero: ¿no es ésta la posada de "La cigüeña azul”?
BERTUCCIO
¡Otro
que tal baila! ¿No visteis pintada la cigüeña en la fachada de la casa?
FLORO
Antes
parece urraca viuda y menesterosa. ¿Por qué no pusisteis debajo?: "Esta es
sigüeña"; porqué tal como está no la reconociera la mesma madre que la
parió.
BERTUCCIO
¡Sabed,
señor iletrado, que las aves vienen al mundo por cascarón, y no por abultamiento
abdominal.
FLORO
Sabed,
señor mesonero, que no está el horno para bollos, y que voy a emplear con vos
aquella diplomacia que poco ha vuestro huésped me encarecía.
BERTUCCIO
¿Con
ínfulas venís?
FLORO
Con
estas boletas vengo; despachaos a servirme.
BERTUCCIO
(Leyendo)
— "Boletas de alojamiento para; el egregio capitán español don Leandro de Valor
y su criado Floro, ambos al servicio de su Alteza Femando III, Gran Duque de
Toscana."
FLORO
Enseñadme,
pues, cuáles son las piezas que nos tenéis destinadas.
BERTUCCIO
Venid
conmigo y decidme entretanto: ¿Trae vuestro amo apetito? (Hacen mutis por la
escalera)
ESCENA II
El
Capitán Fabricio, Basanio, Jacinto y Valerio; todos oficiales del ejército del
Gran Duque.
VALERIO
(Por
una mesa que está servida en la izquierda del escenario) — Esta es la mesa que
nos tiene preparada maese Bertuccio.
FABRICIO
Y
si no es ésta, nosotros la allanamos con el fuero de nuestra espada!
JACINTO
¡Viva
el amor!
BASANIO
¡Viva
la vida!
VALERIO
¡Viva
la mujer!
FABRICIO
Viva
la guerra; que en la guerra, camaradas, en complicidad con la muerte, podemos cazar
el amor como se caza el tigre en la selva! ¡No hay mujer que resista al
soldado, rojo de pasión y negro de pólvora!
TODOS
¡Bravo,
bravo!
FABRICIO
¡Y
no hay mujer que no satisfaga nuestras ansias, que el hombre dé guerra no es melindroso!
¡En un castillo, gran trofeo son las princesas; en un mesón, ricos bocados son
las fregonas! ¡Doquiera que sea, la mujer tiene algo suyo, peculiar y distinto
que nos arrebata y cautiva!
JACINTO
¡Viva
el amor!
VALERIO
¡Viva
el capitán Fabricio!
BASANIO
¡Pero,
voto a tal, amigos! ¿Dónde está ese belitre de posadero?
TODOS
(Llamando)
— ¡Maese Bertuccio! ¡Maese Bertuccio!
FABRICIO
¿Qué
maese Bertuccio ni qué ocho cuartos? ¡En el mesón, las fregonas! ¡Catalina! ¡Catalina!
TODOS
¡Catalinaaa!...
FABRICIO
¡La
de la pierna morena, la de cadera divina!
TODOS
¡Catalinaaa!...
(Sale Catalina muy remangada de brazo y de zagalejo. Algazara)
ESCENA III
Dichos
y Catalina.
CATALINA
¿Qué
queréis, señores míos?
FABRICIO
¡Vino
en jarras, y amor en jarras! (Intenta abrazarla)
CATALINA
¡Arre
allá, señor capitán ; que tanto va el cántaro a la fuente!...
BASANIO
¡Miren
la remilgada!
FABRICIO
¡Déjala
en su salsa, Basanio! (Catalina les sirve vino defendiéndose como puede)
VALERIO
¡Sopapos
a cambio de pellizcos!
FABRICIO
¡Escenas
de bodegón;
Maritornes
de cuartel,
con
zumo de moscatel
y
besos de mojicón!
(Ríen
estrepitosamente y beben)
CATALINA
¡Cuando
los hombres se ponen de tal guisa no hay diferencia entre amos y criados!
FABRICIO
¡Eres
guapa y das los goces del amor bestia y rural; y sacudes cuatro coces como cosa
natural!
CATALINA
¡Manos
quedas y cepos quedos, que al que me busque el bulto he de ponerle los morros a
la bretona!
VALERIO
"Puesto
que lo reconoces,
y
no lo lleváis a mal;
dame,
entre besos y coces,
tu
amor puro y animal."
CATALINA
(Dándole
una bofetada) — ¡Tomad de aperitivo esa galleta!
VALERIO
¡Arisca
eres! (Risas, algazara)
CATALINA
¡Tal
me hizo mi madre, y no parche de tamboril!
JACINTO
¡Es
una Lucrecia de mesón!
BERTOLDO
(Desde
el emparrado) — ¡Catalina, Catalina!
FABRICIO
“¡La
de la pierna morena,
la
de cadera divina!"
ESCENA IV
Dichos
y Farello, viejo judío, que viene con su mercancía.
FARELLO
¡Salud,
egregios capitanes!
FABRICIO
(A
Basanio) — ¿Quién es este viejo?
BASANIO
Un
judío, vendedor de gargantillas, sortijas y amuletos.
FARELLO
Amuletos
contra el mal de ojo, gargantillas de corales, que tanto resaltan sobre la piel
nacarada de la niña que espera, juntamente con el tributo del amor, una
liberalidad de la bolsa: que si el amor es carne rosada, el oro es llama con
que se logra el rendimiento del alma, animadora de la carne.
FABRICIO
¡Miren,
el viejo, con qué suavidad persuasiva pretende colocarnos su mercancía!
FARELLO
La
persuasión de los débiles, señor capitán, que tiene la fuerza en la palabra...
FABRICIO
...engañosa.
FARELLO
No
hay palabra que no lo sea, que tal es el disfraz con que se viste el
pensamiento.
FABRICIO
¿Cuál
es tu oficio?
FARELLO
La
orfebrería; señor.
FABRICIO
¿Cómo
te llamas?
FARELLO
Farello.
BASANIO
(Supersticioso)
— ¡Lagarto, lagarto!
VALERIO
(Lo
mismo) — ¡Vade retro!
FABRICIO
¿Eres
tú Farello el brujo?
FARELLO
Tal
es la opinión en que el vulgo me tiene por mis aficiones a la alquimia y mis consultas
a las estrellas.
FABRICIO
Dicen
que eres el mismo conde Gagliostro, que vaga errante por estos andurriales.
FARELLO
Mirad,
señor, que yo no nací conde; aunque tengo a Gagliostro por un gran iniciado en
ocultismo y magia.
FABRICIO
Dicen
que vives...
FARELLO
En
un humilde chiscón, señor capitán, donde tengo filtros, retortas, crisoles,
cubetas de Mesmer y otras rarezas divinas y endiabladas. Si vuestra señoría se
dignara visitarlo no habría de salir con las manos vacías, que yo fabrico
hechizos para rendir la más altanera voluntad.
FABRICIO
Hasta
ahora, el hechizo que me hizo triunfar en amor fue mi juventud.
FARELLO
No
está mal el hechizo, no está mal; pero no sabéis a dónde alcanza una mixtura de
infierno y juventud.
FABRICIO
¿Sabes
que si la Inquisición estuviera restablecida...?
FARELLO
Me
quemarían; sería mi cuerpo una antorcha humana. ¡Pero en este año glorioso de
1796 no hay otra antorcha que la de la Revolución Francesa: los derechos del
hombre!
VALERIO
(Poniendo
mano en la espada) — ¡Silencio!
FABRICIO
Has
ofendido a estos dignos defensores del feudalismo.
BASANIO
¡Lárgate,
brujo!
FARELLO
(Haciendo
reverencias) — No quise provocaros, dignísimos señores.
ESCENA V
Dichos
y Catalina, que vuelve.
CATALINA
(Tropezando
con Farello) — ¿Vais ciego?
FARELLO
(Atónito)
— ¿Qué ven mis ojos?
CATALINA
(Lo
mismo) — ¡Señor Farello!
FARELLO
¡Señora
Susana!
CATALINA
(Callad
por todos los demonios, amigos y protectores vuestros, y no digáis a bicho viviente
que la señora Susana, azafata de la condesa Angélica di Napoli Vital, hace los menesteres
de fregona en el mesón de ''La Cigüeña azul"
FARELLO
¡Por
mi compadre Libicocco, día de brillo de la satiriasis, que has de decirme el
secreto de esta maravillosa mudanza!
CATALINA
Tal
secreto no es mío, sino de mi señora la Condesa.
FARELLO
A
cambio de él yo he de feriarte un amuleto para que atraigas hacia ti, como imán
irresistible, el amor del caballerizo Ascanio, por quien tus pedazos se
derriten como rubia manteca.
CATALINA
¡Callad,
por vida mía, y no me toquéis el bordón sensible de esta vihuela, que es mi
amor desengañado!
FABRICIO
(Desde,
su mesa) — ¡Bertoldo! ¡Bertoldo! ¡Condenado Bertoldo! (Sale Bertoldo devorando un
trozo de pernil)
ESCENA VI
Dichos
y Bertoldo.
BERTOLDO
Aquí
me tenéis, mi amo.
FABRICIO
Comendador
de gallineros, gran maestre de despensas, camarlengo de bodegas: ¿qué es lo que
puede comerse en este mesón de "La Cigüeña azul"?
BERTOLDO
Señor:
para vos y vuestros amigos, con la diplomacia que me caracteriza he reservado un
opíparo yantar.
FABRICIO
¿Cuál
es?
VALERIO
y BASANIO
¡Viva
Bertoldo!
JACINTO
¡Dejadle
hablar!
FABRICIO
¡Oigamos
la palabra revelada!
BERTOLDO
Primero
encurtidos, jamón, salchichones, torreznos...
FABRICIO
¿Y
luego?
BERTOLDO
Rabiolis,
riñonada, macarrones...
FABRICIO
¿Y
luego?
BERTOLDO
Menestra,
nabos, coles...
FABRICIO
¿Y
luego?
BERTOLDO
Salchichas
de Milán rezumantes grasa vivificadora y alimenticia.
FABRICIO
¡Basta,
basta, que tienes la habilidad, con tus vivas descripciones culinarias, de abrir
desordenadamente mi apetito!
BERTOLDO
Ensaladas,
puerros, escabeche, pepinos.
FABRICIO
¡Con
una legión de demonios te mando que calles! Oyéndote estoy en peligro de engordar
y perder el talle, que tanto cautiva a damas, sobre todo en tiempo de guerra.
BERTOLDO
Bien
podéis jurar que Atila no devastó los campos de batalla como Bertoldo “La
Cigüeña azul".
TODOS
¡Viva
Bertoldo!
ESCENA VII
Dichos,
Don Leandro de Valor. Maese Bertuccio, y a poco, Floro.
DON
LEANDRO
(A
Catalina) — ¡Hola, buena mujer, decidme!
CATALINA
Decid,
señor caballero.
DON
LEANDRO
¿Topasteis
por ventura con un soldado español llamado Floro?
BERTUCCIO
(Interviniendo)
— Floro se llama señor, un escudero y
criado del capitán granadino "comendattore" don Leandro de Valor.
DON
LEANDRO
Yo
soy don Leandro.
CATALINA
(Aparte,
con un grito de alegría) ¿Es éste?
DON
LEANDRO
¿Dónde
está Floro?
FLORO
(Saliendo)
— Heme aquí, señor.
DON
LEANDRO
¿Tengo
posada?
FLORO
Todo
está dispuesto.
DON
LEANDRO
Hemos
de parar aquí poquísimo tiempo. Ensilla los caballos.
FLORO
¡Qué
me place, señor!
BERTUCCIO
¿En
qué puedo serviros?
DON
LEANDRO
Servidme
una botella de Borgoña.
BERTUCCIO
Al
momento, señoría.
(Música)
DON
LEANDRO
Amores.
Amores
me traen a Italia,
tierra
de luz y colora.
Amores.
Amores
que allá en España
nacieron
entre las flores.
Tan
sólo a ti
van
mis amores.
En
alas de la fortuna
a
nada tengo temor,
que
alienta en mí
su
casto amor.
En
jornadas de guerra
son
mis guardas mejores
la
fe en mi Dios
y
en mis amores.
El
alma espera anhelante
que
acabe mi padecer
y
el loco afán
por
ti,
mujer...
ESCENA VIII
Dichos
menos Floro.
CATALINA
(Aparte
a Don Leandro) — ¡El corazón no me engaña!
DON
LEANDRO
(Extrañado)
— ¿Qué queréis decir?
CATALINA
Quiero
decir que vos no parecéis lo que sois, como yo no soy lo que parezco. Vos sois
don Leandro de Valor, de sangre real, último descendiente de los Omeyas, reyes
moros de Granada. Yo, bajo mi rústico aspecto de fregona de mesón, no soy otra
que Susana, azafata de mi señora la condesa Angélica di Napoli Vita.
DON
LEANDRO
(Pudiendo
contener apenas su alegría) — ¿Mi esposa?
FARELLO
(Entrometiéndose
con el propósito de espiar) — Una gargantilla de finos corales...
CATALINA
Vuestra
esposa, que os aguarda con todas las azucenas del pudor en su blanca alcoba de
virgen.
FARELLO
Talismanes
de la India... escarabajos de Egipto... dedos de momias faraónicas que protegen
contra la mala ventura...
DON
LEANDRO
(Enajenado)
— ¡Mi espposa!... Todo el universo para mí es Angélica. Dime tú, Susana, cómo
es Angélica, mi señora. Yo no la recuerdo sino de niña, cuando ella con sus
padres vivía en mi patria. Conocía en los arrayanes de la Alhambra, y nos
juramos amor en un bosquecillo de cipreses. Después, únicamente por carta nos
correspondimos; y a través de sus cartas divinas amo locamente su alma de mujer...
Pero no la conozco en lo físico; no pude haber un retrato suyo a manos. La
persecución de su familia ha motivado que yo no tenga una miniatura de su
rostro querido, para ponerla sobre el corazón y besarla mil veces. Estoy conturbado.
No puedo expresar mi espanto si la veo de pronto en mi presencia y el corazón
no me lo advierte. ¡Dame un retrato de mi Angélica. Susana, y yo te cubriré de oro...
siquiera sea del tamaño de un grano de trigo!
FARELLO
(Muy
rápido y bajo) — Si venís a mi taller de orfebre, caballero, con sólo que me
digáis cómo es su nariz, su boca, sus ojos, la color de la piel y el oro o el
ébano de sus cabellos, yo os juro fabricaros una miniatura tal que la veáis
viva en el óvalo minúsculo del esmalte.
DON
LEANDRO
(Atónito)
— ¿Qué dice este viejo?
CATALINA
(Furiosa)
— ¡Sabed, señor Farello?
FARELLO
¡Sabed,
señora Susana, que he calado vuestro secreto como pez en estanque claro y poco
profundo! De sobra estoy enterado de que el caballero don Leandro, aquí
presente, ha contraído nupcias por poder con vuestra señora Angélica; que los
esposos amantes no pueden unirse en el tálamo sino en el mayor de los secretos,
puesto que Su Majestad Católica ha negado rotundamente su permiso al capitán
para esta boda.
CATALINA
¿Y
cómo sabéis vos, costal de brujerías, tamañas verdades?
FARELLO
Porque
vos mesma me las confirmáis, lengua expedita y habladora. Como conozco, al
cabo, que os disfrazasteis de fregona de mesón paira acercaros sin sospecha al
señor don Leandro y decirle con sigilo el santo y seña.
CATALINA
¿Y
cómo sabéis lo del santo y seña, viejo bergante?
FARELLO
¡Porque
me lo estáis diciendo ahora, ingenua Susanita!
CATALINA
¡Pues
no lo sorprenderéis! ¡Sólo mi señor puede saberlo!
DON
LEANDRO
No
alcanzo cuál pueda ser ese santo y seña. Como no sea una canción veneciana...
FARELLO
¡Que
ella os enseñó!
DON
LEANDRO
¿Quién
os lo ha dicho?
FARELLO
La
cantabais de niños en los bosquecillos de la Alhambra.
DON
LEANDRO
¡Cáspita!
FARELLO
Sólo
Angélica y Leandro conocen esta canción.
DON
LEANDRO
¿Cómo
sabéis que la cantábamos de niños?
FARELLO
Porque
vos acabáis de revelármelo. Esa es mi magia: deducir de una palabra un hecho.
Adelantar el pensamiento a lo que voy a saber.
DON
LEANDRO
Puesto
que el caso es sin remedio, quiero contar con vos, mago entrometido, y teneros
a mi servicio.
FARELLO
No
ha de pesaros.
DON
LEANDRO
¿Qué
dijisteis de aquella! miniatura mágica?
FARELLO
El
retrato de vuestra amada, señor. Con sólo que me describáis sus facciones, yo
las iré grabando en el medallón. Y el esmalte ha de ser de una delicadeza tal,
que cuando esté en peligro el honor de vuestra dama, notaréis que el esmalte empalidece...
Como tened entendido que cuando la virtud está incólume, el esmalte se
mantendrá vigoroso... ¡Gran cosa para la ausencia, don Leandro! ¡Figuraos qué lave
de seguridad para un marido!
DON
LEANDRO
¡Pero
el diablo andará en todo eso!
FARELLO
Magia
blanca, señor: nada del infierno. Secretos arrancados a la Naturaleza por la
paciente investigación del sabio. Venid a mi taller; no ha de pesaros. (Vase
haciendo zalemas)
ESCENA IX
Dichos,
menos Farello.
CATALINA
(A
Don Leandro) — Dice verdad en todo el condenado brujo.
DON
LEANDRO
No
hay duda que iré a visitarlo.
BERTUCCIO
¿Qué
haces aquí, lengua larga y manos cortas?
CATALINA
¡Tened
la vuestra, señor mesonero de arrebatacapas, y tratad como es debido una
fregona de ocasión! (Vase)
ESCENA X
Dichos,
menos Catalina.
BERTUCCIO
(A
Don Leandro) — ¿Habéis oído. ¡El mundo se desquicia! ¡Esa maldita revolución
francesa vierte su veneno hasta en el meollo de las fregonas!
DON
LEANDRO
Lo
que veo, mi estimado huésped, es que nada disponéis para mi almuerzo.
BERTUCCIO
(Asombrado)
— ¿Pero tenéis pretensión de almorzar?
DON
LEANDRO
(No
menos asombrado) ¿Inaudita os parece? ¿Imagináis que soy cuerpo glorioso que no
ha menester ni pescado, ni carne?
BERTUCCIO
No
digo tal, señor; sino que un feroz tragaldabas, llamado Bertoldo, ha consumido
para sí y para sus compinches todas cuantas provisiones me quedaban.
DON
LEANDRO
¿De
suerte que no tenéis nada?
BERTUCCIO
Ni
pluma en el corral, ni tajada en la despensa, ni lumbre en el fogón...
DON
LEANDRO
(Indignado)
— ¡Cuerpo de tal que si no mirara!... (Maese Bertuccio vase corriendo)
ESCENA XI
Dichos,
menos Maese Bertuccio.
FABRICIO
(Aproximándose
cortés a Don Leandro) — Señor caballero: deponed vuestra furia ante el descaro
de maese Bertuccio, y venid con nosotros, que de buen grado os brindamos silla y
cubierto.
DON
LEANDRO
Acepto
agradecido vuestra cortés invitación, que ya el estómago comenzábame a dar
vahídos.
FABRICIO
(Presentando
a sus amigos) — Los oficiales don Basando, Capella, don Jacinto Pachierotti, don
Valerio Rocaberti... (Saludos, etcétera) Yo soy, señor, el capitán don Fabricio
Pantaleone, que se os ofrece como amigo y criado.
DON
LEANDRO
Pláceme
de veras tal cortesía. Mi nombre es don Leandro de Valor; mí patria. Granada.
(Se sientan)
VALERIO
Españoles
e italianos, somos todos hijos de la loba romana.
BASANIO
¡Brindemos,
pues, por la común patria latina!
FABRICIO
(Alzando
su copa) — ¡Brindemos también por la sin par condesa Angélica di Napoli Vita!
DON
LEANDRO
(Sorprendido
y confuso) — ¿Qué decís?
JACINTO
Que
nuestro amago el capitán Fabricio anda perdidamente enamorado de la dama que
dice y jura y perjura que ha de rendirla a su amor.
VALERIO
¿No
conocéis a la condesa Angélica? Es un pájaro divino que vive en la jaula de oro
de su castillo.
BASANIO
¿No
conocéis al capitán Fabricio? Es un émulo de vuestro sevillano don Juan.
JACINTO
No
hay mujer que se le resista.
VALERIO
Ni
princesa, ni fregona (Ríen)
VALERIO
Conoce
el alma femenina de tal modo, que para él no hay recoveco ignorado y sabe
aprovecharse lindamente del fatal cuarto de hora.
FABRICIO
No
hagáis caso, señor don Leandro, de las alabanzas de mis amigos; aunque en el
caso de la condesa Angélica, bien pudieran estar en lo cierto. Tengo para mí
que no es una virtud muy esquiva. Conozco los rincones ocultos de su corazón, y
tengo la seguridad de rendirla en una noche.
DON
LEANDRO
(Levantándose
airado) — ¡Basta, señor mío! ¡En mi ánima lamento corresponder a vuestra
cordial acogida arrojándoos mi guante de caballero! (Se levantan todos)
FABRICIO
¡Esa
palabra!
DON
LEANDRO
¡Ofendisteis
a una dama en mi presencia, y soy español!
FABRICIO
¡Don
Quijote!
DON
LEANDRO
¡Vos
habéis dicho que sois don Juan! ¡No está mal que don Juan se las haya una vez con
don Quijote! (Pone mano en a espada)
FABRICIO
¡Sabed
que soy un don Juan quintaesenciado, puesto que soy un don Juan Torentino! (Saca
la espada)
DON
LEANDRO
¡Don
Juan puede ser de otra parte; don Quijote, nunca! ¡Don Quijote es español! ¡En
guardia, caballero!
ESCENA XII
Dichos,
el Gran Duque de Toscana y acompañamiento.
GRAN
DUQUE
¿Qué
furia es ésta? ¿Mis oficiales con las espadas desnudas se aprestan a matarse?
DON
LEANDRO
Señor:
el capitán Fabricio, aquí presente, ofendió el honor de una dama en mi
presencia.
GRAN
DUQUE
¿Y
sacasteis la espada?
DON
LEANDRO
Hela
aquí, al servicio de vuestra alteza.
GRAN
DUQUE
¿Qué
respondéis, capitán Fabricio?
FABRICIO
Señor:
que hablé de la condesa Angélica di Napoli Vita, no en mengua de su honor, sino
en pro de su belleza. Dije y sostuve, rindiendo pleitesía a sus encantos de mujer,
que me consideraba capaz de rendirla de amor en el curso de una noche. A los
valientes oficiales del ejército de
vuestra alteza se le ha permitido siempre, en tiempo de guerra, esa exaltada
galantería.
DON
LEANDRO
(Indignado)
— Galantería decís?
GRAN
DUQUE
¡Silencio!
(A Leandro y Fabricio) No están estos tiempos de guerra y revolución para
esterilizar el valor de hombres como vosotros en bagatelas femeniles. Vale más una
buena espada que una docena de bellezas perturbadoras. ¿Por qué reñir entonces?
Decidme, señor de Valor: ¿vos conocéis a la condesa Angélica?
DON
LEANDRO
(Confuso)
— No, sino para servirla, monseñor.
GRAN
DUQUE
Con
violencia lo decís. ¿Y vos capitán Fabricio?
FABRICIO
Tampoco
hablé con ella jamás; si bien es cierto que la he visto y la he admirado.
GRAN
DUQUE
Es
notable el caso: dos bravos muchachos que van a matarse por una mujer con la
que no cambiaron palabra.
DON
LEANDRO
¡Y
por la cual doy la vida, monseñor: está dicho!
FABRICIO
¡Y
yo lo mismo, y dicho queda!
GRAN
DUQUE
¡Singular
empeño, por vida mía! ¿Vos, capitán Fabricio, apostáis?...
FABRICIO
¡Quinientas
onzas españolas a que rindo de amor en una noche!
DON
LEANDRO
¡Y
yo pongo vida y hacienda que la condesa Angélica no ha de ser sino de m Leandro
de Valor!
FABRICIO
¡Pues
va la hacienda y la vida a que ha de ser para el capitán Fabricio!
GRAN
DUQUE
Yo
soy el juez de campo de este duelo. Vos, capitán Fabricio, partiréis al amanecer
para el castillo de la condesa Angélica. (Fabricio saluda y vase)
DON
LEANDRO
(Desesperado)
— ¿Y me lleva ventaja, monseñor?
GRAN
DUQUE
Doce
horas, no más. El se adelanta con su compañía, y vos no podéis separaros de mi
cuartel general.
DON
LEANDRO
¡Señor,
señor!... ¡No sabéis el tormento a que esta inacción me condena!
GRAN
DUQUE
Si
no confiáis en el honor de una dama, ¿por qué apostáis hacienda y honra por
ella? Pero vamos a lo prosaico y necesario de la vida. (A sus ayudantes) Decid
al posadero que prepare almuerzo sobre la marcha para mí y mi cuartel general.
Total: ochenta cubiertos. ¡Vivo!
BERTUCCIO
(Cayendo
redondo) — ¡Maldición!
(Mutación)
CUADRO SEGUNDO
Taller
de orfebrería y magia del brujo Farello. Un hornillo encendido. Yunque.
Crisoles, letreros cabalísticos, aves disecadas, esqueletos, instrumentos
exóticos, etc., etc.
ESCENA XIII
Farello.
FARELLO
Esta
figulina, que parece una tanagra de cera, es el retrato en carne desnuda de mi
señora la condesa Angélica di Napoli Vita. Merced a este prodigio he podido
fundir en mi hornillo mágico el medallón de diamantes que me ha encargado el
caballero español don Leandro de Valor, que por cierto me ha parecido un ingenuo
inyectado de imbecilidad amorosa; gracias a la cual, vivimos brujos y
alcahuetes como manda Dios nuestro Señor. (Llaman a la puerta) Ya está aquí.
ESCENA XIV
Farello
y Don Leandro.
(Música)
FARELLO
Pasad,
señor;
señor,
pasad:
honrad
la cueva
que
es mi mansión;
esos
esqueletos
de
hombres y fieras
que
os miran airados,
son
inofensivos;
os
lo juro yo.
(Parece
imbécil
el
buen señor)
DON
LEANDRO
Aunque
un aborto del infierno
me
mirara,
a
sombra tal
no
temo yo,
que
es mi defensa
la
dulce amada mía,
mi
talismán es el amor.
FARELLO
(Pues
sí es imbécil
el
buen señor)
Mirad
en blanco el medallón.
DON
LEANDRO
Pero
el retrato,
¿cómo
lo haréis?
FARELLO
Al
soplo de mi poder
su
imagen aquí vendrá,
si
vos cantáis la canción
aquella
de la Alhambra.
DON
LEANDRO
Aquélla
no puede ser.
FARELLO
Con
sólo mi magia blanca
creo
un imposible
lo
que vos queréis.
DON
LEANDRO
Si
canto, ¿veré a mi esposa?
FARELLO
Os
juro que la veréis.
DON
LEANDRO
Pero...
FARELLO
Cantad.
DON
LEANDRO
Tu
amor es una rosa,
tu
amor es una rosa
que
está en mi huerto;
y
con la luz del día
mi
boca le da un beso.
¡Son
besos que en el alma
yo
los sentí.
Besos,
besos
para
ti.
Rosa
mañanera,
rosa
mañanera
la
del huerto mío;
en
tu cáliz tiemblan,
en
tu cáliz tiemblan
perlas
de rocío.
No
quiero la noche,
quiero
la mañana
por
besar
el
divino broche
de
mi rosa grana
al
despertar.
Tu
amor es una estrella,
tu
amor es una estrella,
es
un lucero,
que
en la noche encantada
navega
por el cielo.
¡Amor
de mis amores!
voy
hacia ti;
brilla,
brilla
para
mí.
Sigue,
lucerito,
sigue,
lucerito,
estrellita
mía;
brilla
tú en la noche,
brilla
tú en la noche,
que
tu luz me guía.
Faro
de mi cielo,
mi
camino alumbre
tu
fulgor;
dame
tu consuelo
con
los resplandores
del
amor.
Amor...
Amor...
Angélica
no aparece.
(Aparece
en la bombona el rostro de Angélica, tocado con peluca blanca a la moda de
María Antonieta)
FARELLO
(Copiando
afanosamente)
Esperad.
Esperad.
(Se
va desvaneciendo la imagen)
DON
LEANDRO
No
te alejes, vida mía;
no
te alejes de mí por compasión;
no
te vayas, que contigo
se
va mi pobre corazón.
No
me dejes, amor mío;
no
me dejes sin ti, por caridad;
que
tu imagen adorada
es
la flor de mi felicidad.
.
FARELLO
(Mostrando
el medallón a don Leandro)
Ya
está el prodigio.
Esta
es la viva imagen
de
la condesa;
de
todos mis trabajos,
la
obra suprema.
DON
LEANDRO
(Besando
el medallón)
Mi
vida; por siempre yo veré
tu
imagen, que es fuente de ilusión
besar
tus ojos así
con
ardiente pasión,
y
tu rostro adorado
llevar
sobre mi corazón.
FARELLO
De
mi arte soberano
la
prueba es ésa :
el
rostro soberano
de
la condesa.
Fortuna
radiante
Llegaste
al fin, al fin.
El
mozo tiene oro,
mucho
oro, y es seguro
que
también yo lo tendré,
lo
tendré.
DON
LEANDRO
Por
arte sobrehumano
vi
a mi condesa,
Esencia
divina de la mujer,
gentil
rosal de mi jardín,
tu
amor será la gloria de mi vida
la
luz que alumbrará
mi
ser.
(Oyense
aldabonazos, Farello acude a la puerta)
DON
LEANDRO
¿Quién
llama?
FARELLO
(Volviendo)
— ¡Alguien que os conoce y puede sorprenderos! Salid por esta puerta excusada.
DON
LEANDRO
Tomad
este bolsico. (Dáselo) No merece menos vuestro arte.
FARELLO
Gracias,
señoría. Y tened presente cuando empalidezca el esmalte, corre peligro el honor
de vuestra dama.
DON
LEANDRO
¡Raro
prodigio! No lo olvidaré.
FARELLO
Salud,
excelencia. (Vase don Leandro)
ESCENA XV
Farello
y El Capitán Fabricio.
FARELLO
(Haciendo
reverencias)
Pasad,
señor,
señor,
pasad;
honrad
la cueva
que
es mi mansión.
FABRICIO
¡Bribón!
¿A qué vienen zalemas y disimulos? Yo necesito de Satanás, y te busco a ti de
corredor.
FARELLO
¿En
qué puedo serviros?
FABRICIO
¿Cuál
es el secreto de mi rival?
FARELLO
No
puedo decirlo.
FABRICIO
(Dándole
una bolsa) — ¡Toma y habla!
FARELLO
Don
Leandro y la Condesa están casados por poder y en secreto.
FABRICIO
¡Entonces
estoy perdido!
FARELLO
Yo
puedo salvaros.
FABRICIO
¡Habla!
FARELLO
Hay
una contraseña, una canción sólo conocida de ellos. Si la cantáis a medianoche
al pie de la torre del homenaje, suplantaréis a vuestro rival.
FABRICIO
¡Cántala,
por tu vida!
FARELLO
¡Es
magia negra, señor!
FABRICIO
¡Brujo
infame!
FARELLO
¡Tened,
señor!
FABRICIO
¡Invoca
a Satanás si es preciso!
FARELLO
(Arrojando
al hornillo substancias mágicas y que producen vivas llamaradas)
¡Satán!
¡Satán!
rey
del Averno,
sal
de tu lóbrega mansión,
y
entre clamores del infierno
cante
tu boca la canción.
FABRICIO
¡Satán!
¡Satán!
rey
del Averno,
sal
de tu lóbrega mansión,
y
entre clamores del infierno
cante
tu boca la canción.
FARELLO
Yo
te conjuro
con
mi palabra;
yo
soy acero
y
tú el imán.
Escucha
el eco
de
Abracadabra.
Mis
preces todas
hacia
ti van.
¡Satán!
¡Satán!
Mis
preces todas
hacia
ti van.
FABRICIO
Pero
¿y la canción? ¿Qué aguardas?
FARELLO
¡Sois
impaciente, señoría! Ya vendrán los espíritus del mal.
FABRICIO
¡Acaba
pronto, Farello!
FARELLO
(Absorto
en sus manipulaciones) — ¡Ya!... ¡Ya!... ¡El Infierno quiere más oro!
FABRICIO
(Dándole
más) — ¡Toma todo cuanto tengo!
FARELLO
¡Más!...
¡Más!
FABRICIO
¡Mis
joyas, mis sortijas!
FARELLO
¡Con
oro se alimenta el fuego!
LOS
DOS
¡Satán!
¡Satán!
Rey
del Averno,
sal
de tu lóbrega mansión,
y
entre clamores del infierno
cante
tu boca la canción.
FARELLO
¡Esperad!
¡Esperad!... El infierno, me ha oído... ¡Ya!... ¡Ya!...
DON
LEANDRO
(Dentro)
Sigue
lucerito,
sigue
lucerito,
estrellita
mía;
brilla
tú en la noche,
brilla
tú en la noche,
que
tu luz me guía.
Faro
de mi cielo,
mi
camino alumbre
tu
fulgor.
Dame
tu consuelo
con
los resplandores
del
amor.
Amor...
amor...
FABRICIO
(Saliendo)
— ¡He ganado la apuesta! ¡Es mía! . . . ¡Es mía! (Farello ríe)
(Mutación)
CUADRO TERCERO
Cámara
de Angélica. Alcoba y ventana al fondo. Gran chimenea. Oyese dentro ruido de
viento y lluvia.
ESCENA XVI
Angélica,
Belisa, Silvia.
BELISA
¡Terrible
noche!
SILVIA
Llueve
y ventea.
ANGELICA
¡No
permita el cielo que mi esposo y señor don Leandro de Valor se ponga en camino
en noche como ésta! Mucha es mi impaciencia por recibirle en este mi castillo,
como señor natural que es de mi casa y persona; pero no deseo dolor para él ni
remordimiento para mí.
SILVIA
¡Ay!
ANGELICA
¿Qué
es eso, Silvia? ¿Os asusta la tempestad? Venid a mí, pobres corzas aterradas, y
distraeremos el miedo cantando, como viajero perdido en camino tenebroso.
(Música)
ANGELICA
Una
linda gondolera
del
Gran Duque se prendó,
con
la inocencia
de
su corazón.
Y
soñaba en su locura
con
la corona ducal.
¡Ay,
pobre de la gondolera,
que
en alas de su fantasía
al
cielo
ensoñó
llegar!
Y
cantaba sus amores
al
compás de una canción.
¡Ay,
la pobre gondolera,
herida
por la flecha de amor!
Y
los días pasaba soñando
con
su quimera,
en
su góndola alegre cantando
la
gondolera.
Mariposa
que busca la llama,
la
encontrará,
y
en la lengua de fuego, las alas
se
quemará.
Una
noche que bogaba
por
las aguas del canal,
vió
iluminarse
la
mansión ducal.
Su
desgracia presintiendo,
preguntaba
por doquier.
¡Ay,
pobre de la gondolera,
que
lleva la muerte en el alma
sabiendo
la verdad cruel!
Era
la cena de bodas
del
Gran Duque, su señor.
¡Ay,
la pobre gondolera,
que
al fondo del canal se arrojó!
ANGELICA
y AZAFATA
Y
la góndola va navegando
sin
su remera.
Y
no cruza las aguas cantando
la
gondolera.
En
la tierra no cabe el cariño
con
que soñó.
Y
en las aguas tranquilas del lago
lo
sepultó.
(Oyense
unas campanadas tocando ánimas)
BELISA
Las
ánimas.
ANGELICA
Recemos.
(Pausa. Rezan)
BELISA
(Asustada)
— ¿Oísteis?
ANGELICA
¿Qué?
BELISA
Con
el último tañido de la campana, algo así como un gemido lejano.
ANGELICA
¿Desvarías,
Belisa? (Ligera pausa)
SILVIA
(También
asustada) — ¿Otra vez?
ANGELICA
¿Tú
también, Silvia? (Pausa. Las tres mujeres se miran inquietas)
BELISA
(A
Angélica) — Ahora sois vos la que palidecéis.
ANGELICA
No
soy supersticiosa; pero tengo miedo a la imponente majestad de una noche negra
y cerrada. Es conseja antigua m este mi castillo que cuando por tercera vez se
oye ese gemido, es señal de que alguien ha violentado las puertas del infierno
y dado suelta a los demonios.
SILVIA
(Santiguándose)
— ¡Qué miedo!
BELISA
Y dicen
que los diablos toman formas de perros y jabalíes feroces.
SILVIA
¡Líbrenos
Dios del diablo-hombre, que es el más peligroso de todos!
ANGELICA
No
hay duda que la noche está embrujada. No ha mucho tuve un sueño raro.
SILVIA
¿Decís?
ANGELICA
Que
tuve un sueño extravagante. Me encontraba en un salón densamente oscuro, sin
otra claridad que la de un óvalo a modo de marco de retrato, vuelto del revés,
que se presentaba ante mi vista. Una melodía muy querida de mi corazón me
llamaba del otro lado, obligándome a asomarme por allí como si lo hiciera por
claraboya o ventana. Lo hice, y cuál no sería mi sorpresa cuando vi que el
cantor era mi Leandro. Lo vi tan bien como os veo a vosotras. Mirad que no le
conozco, y, sin embargo, tengo la seguridad de que era él. La. Canción que
llevaba en los labios era la que yo le enseñé en los vergeles de la Alhambra;
la misma que, por medio de mi azafata Susana, le he rogado que cante al pie de
mi roja. Y a propósito de mi azafata Susana: tengo miedo también por ella en
noche tan cruda como ésta.
BELISA
No
tended, señora; que es valerosa y fuerte, y no hay jayán que la lleve el pulso.
(Oyese una rondalla que se aproxima)
SILVIA
¿Oís,
señora?
ANGELICA
Alguien
se acerca con música tal que temo ha de hacerme desfallecer.
BELISA
¿Será
él?
SILVIA
(Observando
que los músicos han llegado al pie de la ventana) — ¡Ya están ahí!
(Música)
FABRICIO
(Dentro)
Rosa
mañanera,
rosa
mañanera,
la
del huerto mío,
en
tu cáliz tiemblan,
en
tu cáliz tiemblan,
perlas
de rocío.
No
quiero la noche;
quiero
la mañana,
por
besar
el
divino broche
de
mi rosa grana
al
despertar.
ANGELICA
¡Leandro!
¡Es mi Leandro! ¡Vendrá aterido de frío y mojado de lluvia!... ¡Mis damas,
disponed al punto una mesa pletórica de manjares exquisitos y vinos
confortadores! ¡Traedla aquí, junto a la chimenea! ¡Atizad la fogata con leños
resinosos y perfumados; que todo es poco paira recibir como se debe al que manda
en el castillo y en el corazón de la castellana!
BELISA
(Mirando
a la izquierda) — ¡Helo aquí, señora; que hacia vos viene anhelante!
ESCENA XVII
Dichas
y Fabricio, seguido de Bertoldo. Lacayos con luces.
FABRICIO
(Doblando
la rodilla) — Ahinojado, señora, pongo mi alma a vuestros pies.
ANGELICA
Levantaos,
señor; que no como soberana, sino como sierva quiero recibiros.
FABRICIO
Dulcísima
Angélica, vuestra discreción es tan grande como vuestra hermosura. El comedimiento
y recato de vuestra gentilísima persona pone orgullo satánico en el corazón de vuestro
marido.
ANGELICA
¿Por
qué decís orgullo satánico?
FABRICIO
Porque
el orgullo es pecado, ciertamente, aunque gratísimo pecado tratándose de vos.
ANGELICA
Yo
no quiero sino el santo orgullo que Dios pone en el corazón de los buenos cuando
una noble empresa es cumplida. Mas, decid: ¿por qué me hurtáis el rostro? ¡¡Ah!!
(Retrocede asustada) ¡Vos no sois mi Leandro!
FABRICIO
¡Me
afrentáis, señora!
ANGELICA
¡Vos
no sois mi marido!
FABRICIO
Temeraria
suposición es la vuestra.
ANGELICA
He
visto en sueños a mi Leandro y es otro su rostro y continente. Más galán y cortesano
que vos, tenía el alma en la mirada y su alma era buena. En cambio, en vuestros
ojos brilla un fuego que ofende mi pudor…
BERTOLDO
Eso
es, señora mía, que llevamos treinta leguas de camino sin probar bocado.
FABRICIO
¡Silencio!
BERTOLDO
¡Que
me quiten de los ojos esa mesa o que me den de comer!
ANGELICA
¡Glotonería
en el criado y lascivia en el amo! ¡Vos no sois mi Leandro! ¿Cómo permanecéis,
vos y vuestro escudero, armados en mi presencia? ¿Cómo no entregasteis espadas y
pistoletes a mis lacayos? ¿De esta guisa los caballeros de España rinden
vasallaje a la señora de sus pensamientos?
FABRICIO
Perdonad,
señora, si el apremio de adorar vuestra hermosura puso en olvide por mi parte,
un leve trámite de etiqueta. (Entrega las armas) Desarrugad el ceño que, así vuestro
rostro será un cielo sin nubes. ¡Yo soy vuestro Leandro en cuerpo y alma,
señora!...
ANGELICA
¡Apartad!
FABRICIO
¿Que
me aparte decís?
ANGELICA
¿Os
asombráis? ¿Vuestro orgullo de varón no concibe que mi pudor os rechace? Y sin
embargo es así. ¡No sois mi Leandro!
ESCENA XVIII
Dichos
y Catalina, que viene por la izquierda, todavía con traje de fregona.
CATALINA
(Saliendo)
— ¡Qué ha de ser vuestro Leandro, señora!
FABRICIO
(Reconociéndola
consternado) — ¡Catalina!
ANGELICA
(Con
alegría) — ¡Susana!
CATALINA
(Indignada)
— ¡Qué ha de ser vuestro Leandro ese impostor!
FABRICIO
(Confundido)
— ¿Por qué no me traga la tierra?
BERTOLDO
(Mirando
la mesa como perro hambriento) — ¿Por qué no me tragaría, yo lo que hay encima
de la tierra?
ANGELICA
(A
Susana) — ¿Luego tú conoces al caballero?
CATALINA
¡Le
conocen mis carnes, señora, tarazadas a pellizcos por eso libertino! ¡Pero a bien
que menudo soplamocos tuve, ayer mismo, el honor de espetarle en plena quijada!
Sabed que el tal petimetre es caballo de buena boca; que lo mismo rinde a
mojicones una moza de mesón, que conquista con un madrigal una princesa
trasnochada. Y lo malo es que se jacta con razón el barbilindo, porque hay
doncellas anden tan necesitadas de varón, que con melindres o sin ellos se
tragan las píldoras que esos boticarios las ofrecen. ¿Y qué sucede luego? Figuraos
el bulto que meten las consecuencias!
ANGELICA
(Escandalizada)
— ¡Susana!
CATALINA
¡Perdonad,
señora; pero, desde que por vuestro servicio me he vestido de fregona, me he
vuelto muy desvergonzada!
ANGELICA
En
suma: quiero saber cómo se llaman estos hombres que allanaron mi castillo.
FABRICIO
Yo
soy el capitán don Fabricio.
ANGELICA
(Sarcástica)
— ¿El burlador?
FABRICIO
Por
esta vez, burlado.
ANGELICA
¿Qué
alegáis en disculpa de vuestra acción?
FABRICIO
Buscad
la clave en vos misma. Miraos un punto al espejo y comprenderéis. Ya tenéis
explicado mi proceder. No rehuyo vuestra sentencia.
ANGELICA
(A
Bertoldo) — ¿Y vos? (Bertoldo, subyugado por la mesa, no contesta) ¡Responded!
(Bertoldo sigue ensimismado) ¿Como os llamáis?
BERTOLDO
(Como
si despertara) — ¡Gazuza!
ANGELICA
¿Os
burláis?
BERTOLDO
Creo
que me llamo gazuza. A lo menos no hay nombre que me cuadre mejor en este momento.
ANGELICA
Está
bien; puesto que así os confirmáis, "señor gazuza" habréis de
llamaros de ahora en adelante…
BERTOLDO
(Alarmado)
— ¿Eh?...
ANGELICA
Quiero
decir que para justificar y merecer tan raro apellido habréis de ayunar como un
fakir de la India, como un monje de la Tebaida.
BERTOLDO
¡Señora,
por piedad; mi nombre es Bertoldo!
CATALINA
¡Bertoldo
Carpanta!
BERTOLDO
¡Carpanta!
¡Por algo no quiste decir mi apellido!
ANGELICA
(Altiva)
— ¡Basta de burlas! ¡Ea, mis lacayos! ¡Aquí mis hombres de armas! (La obedecen)
¡Sujetad al señor don Fabricio y a su criado! (Lo hacen) ¡Vigiladles
estrechamente en el calabozo de las hilanderas! ¡Vosotras, mis damas y
azafatas, sacad los trajes femeninos que estos egregios varones se han ganado! ¡Traed
las ruecas, husos y copos del lino en abundancia! (Belisa, Silvia y Catalina
traen lo que se las manda)
FABRICIO
(Atónito)
— ¿Qué decís, señora?
ANGELICA
¡Que
vos y vuestro satélite aliasteis el sagrado de mi hogar con nombre supuesto; y
es tradición en este mi castillo que quien cometa tal felonía ha de ganar su
pan, si quiere vivir, halando a la rueca y vestidlo a lo señora!
FABRICIO
¡A
un gentilhombre como yo no se le puede humillar de tal manera!
ANGELICA
¡A
una dama honesta como yo no se la puede ultrajar como vos lo hicisteis, señor!
FABRICIO
¡Jamás!
ANGELICA
¡La
lengua desmiente en vano al estómago vacío! ¡Vestido de mujer hilaréis, señor! ¡Es
mi derecho y mi venganza! ¡Ya lo sabes, Susana: vigilancia y puños! (Vase
Angélica con sus damas)
ESCENA XIX
Catalina,
Bertoldo, lacayos y guardias.
CATALINA
(A
los guardias) — Llevad a su tajo al capitán, que no ha de probar bocado hasta
no entregar tarea.
FABRICIO
¡Pésia
mí, que he jugado y he perdido! (Llévanse a Fabricio)
CATALINA
Y
a éste (Por Bertoldo) dejadle de mi cuenta, que yo me basto y me sobro para
hacerle pagar los retorcidos pellizcos que me ha dado en... “La Cigüeña
Azul". (Vanse los criados)
ESCENA XX
Bertoldo
y Catalina.
(Música)
(Bertoldo
quiere comer de los manjares de la mesa)
CATALINA
(Interponiéndose)
¡Atrás!
Para
probar esta cena,
conforme
a la tradición,
hilar
a la rueca
es
la condición.
BERTOLDO
Dadme
un poquito, un poquito,
porque
me voy a morir.
CATALINA
Pero
estaréis quietecito
y
hasta podréis elegir.
Estos
bartolillos
van
rellenos de jamón,
y
estos pastelillos,
con
pechugas tiernas de pichón.
BERTOLDO
¡Qué
tormento tan atroz!
CATALINA
Y
este arroz con leche.
(Le
muestra un plato colmado)
BERTOLDO
¡Catalina,
dame arroz!...
(Catalina
juega con la voracidad de Bertoldo. Este logra meter los dedos en el plato)
CATALINA
¡Arre
allá!
BERTOLDO
(Chupándose
los dedos)
Me
han salido granos
y
me los voy a curar.
CATALINA
Vuestro
señor os aguarda,
y
hay que seguir su destino;
tomad
vuestro traje,
la
rueca y el lino.
(Le
da las prendas y objetos que dice)
BERTOLDO
¡Pero,
por Dios, Catalina;
no
me dejéis sin comer!
CATALINA
Podéis
estar sin cuidado,
que
ya sé yo qué he de hacer.
(Le
muestra una loncha de jamón, que le acerca y retira picarescamente)
BERTOLDO
(Siguiéndola
hambriento y como hipnotizado)
¡Catalina,
sois cruel!
(Mutis
los dos. Sigue la música. Pausa. Oyese dentro cantar a Leandro)
DON
LEANDRO
(Dentro)
Rosa
mañanera,
rosa
mañanera,
la
del huerto mío;
en
tu cáliz tiemblan,
en
tu cáliz tiemblan,
perlas
de rocío.
No
quiero la noche;
quiero
la mañana,
por
besar
el
divino broche
de
mi rosa grana
al
despertar.
Amor...
Amor...
ESCENA XXI
Angélica,
Silvia y Susana.
ANGELICA
¿Y
los prisioneros?
SUSANA
Pacientes
y modositos, como hábiles hilanderas, componen un cuadro conmovedor. ¡Bien se
ganan el pan, señora mía!
ANGELICA
¿Han
hilado mucho?
SUSANA
¡Y
muy delgado!
ANGELICA
¿Les
has dado de comer?
SUSANA
En
tanto no lo ordene vuestra señoría, ni por pienso. Y a Bertoldo, que es el más necesitado,
acabo de obsequiarle con un aperitivo.
ANGELICA
¡Cruel!
SUSANA
Temo
que han de desmayarse si no les socorremos pronto. El infeliz Bertoldo suspira como
un verraco.
ESCENA XXII
Dichos
y Belisa, por la izquierda.
BELISA
(Muy
emocionada) — ¡Señora!
ANGELICA
¿Qué
ocurre?
BELISA
Acaba
de llegar al castillo mi señor don Leandro con su criado Floro.
ANGELICA
(Inmutándose)
— ¡Cielos!
SUSANA
¿Qué
tenéis?
SILVIA
¿Qué
os pasa? (La rodean)
ANGELICA
No
quiero recibirle. Sabed, amigas mías, que guardo grave resentimiento contra mi
marido.
BELISA
¿Por
qué?
ANGELICA
¿Por
qué, me preguntáis? La dulce canción, secreto de dos almas, es conocida por la
tropa del Gran Duque y cantada por la chusma... ¡Mi marido, depositario de esta
sagrada melodía, la ha profanado sembrándola en los cuatro vientos!... Y lo que
es peor: ha estado a punto de perder mi honra si mi pudor alarmado no me
hubiera advertido.
SUSANA
Mirad
que el bellaco, de Bertoldo miente.
ANGELICA
¡Miente,
y su amo canta al pie de mi ventana! (Se oyen voces en la pieza inmediato)
ESCENA XXIII
Dichas,
y a poco, Don Leandro.
DON
LEANDRO
(Dentro)
— ¡Con una legión de diablos habréis de dejarme entrar, señor maestresala! (Entra)
ANGELICA
(Reconociéndole)
— ¡El! (A las azafatas) ¡Salid! (Mutis)
(Música)
ANGELICA
Decid
pronto, caballero,
por
qué entráis en mi morada.
DON
LEANDRO
(Turbado)
Señora...
No sé...
ANGELICA
Vuestro
torpe desafuero
no
es muy digno de esa espada
DON
LEANDRO
Mi
atrevimiento... perdonad.
ANGELICA
¿Qué
os sucede? Decid.
DON
LEANDRO
Quiero
hablaros.
ANGELICA
Hablad.
DON
LEANDRO
¿No
advertís, señora mía,
que
yo soy vuestro marido?
ANGELICA
(Riendo)
¿Vos
mi Leandro?
Señor,
deliráis.
Mi
esposo está allí.
(Señala
las habitaciones interiores)
DON
LEANDRO
¿Vuestro
esposo? ¡Imposible!
ANGELICA
¿Imposible?...
¿Por qué?
DON
LEANDRO
(Consultando
aparte el medallón)
El
esmalte empalidece.
ANGELICA
El
señor de esta morada,
el
amado esposo mío,
no
sois vos seguramente.
DON
LEANDRO
Con
el alma entera
juramento
os doy;
por
mi fe de capitán
que,
por dicha mía,
vuestro
esposo soy.
Soy
vuestro Leandro,
que
os arrancaría
de
las mismas garras de Satán.
ANGELICA
Sois
muy galán.
DON
LEANDRO
Ese
miserable,
sátiro
impostor,
viene
sólo a mancillar
mi
honor.
ANGELICA
Tranquila,
dichosa,
pensando
en mis amores,
soñada
mimosa
el
cielo para mí,
tejiendo
mis sueños
cadenas
de flores... ¡Ay!
Y
esta dicha pretendéis
romper
así.
DON
LEANDRO
Os
ruego, condesa...
ANGELICA
No
insista el capitán.
DON
LEANDRO
Pero,
condesa...
ANGELICA
¿Quién
sino mi esposo
cantar
podría la canción?
DON
LEANDRO
He
de explicaros...
ANGELICA
A
su juramento
no
pudo hacer traición.
DON
LEANDRO
¡Condesa,
si
un momento fiáis en mi honor
oiréis
de mis labios
la
verdad entera!
¡Lo
pido por favor!
ANGELICA
¿Por
favor?... Ya os escucho (Se sienta)
DON
LEANDRO
Señora
mía,
si
adoraros es delito,
por
las torres de la Alhambra
juro
que culpable fui...
Pero
un villano
puso
en duda vuestra honra,
y
por vengaros vine aquí.
Creedme:
la
canción de nuestra infancia
salió
sólo de mis labios
al
conjuro de un hechizo
que,
por arte vil de un mago,
vive
en este medallón.
Si
yo culpable he sido
imploro
así vuestro perdón.
(Se
arrodilla)
ANGELICA
Ir
con el demonio
tan
cerca de sí
no
es cristiano, capitán.
A
su Dios ofende
con
amar así;
yo
no quiero hechizos,
quiero
un corazón.
DON
LEANDRO
(Arrojando
el medallón al fuego
de
la chimenea)
Ved
cómo en las llamas
se
funde el medallón.
ANGELICA
(Con
una graciosa reverencia,)
Vos
siempre tan galante.
DON
LEANDRO
La
dicha soñada
al
fin es realidad.
¡Angélica
del alma mía!
(Se
abrazan)
ANGELICA
Os
brindo con nupciales llores,
y
brille al fin con sus resplandores
sol
de la felicidad.
LOS
DOS
Nos
alumbran los rayos del solí
de
la felicidad.
ESCENA ULTIMA
Dichos
y Catalina, Silvia, Belisa, el Gran Duque de Toscana. Acompañamiento.
(Sigue la música)
CATALINA
(Entrando
apresurada) — Señora, su alteza el Gran Duque de Toscana.
GRAN
DUQUE
(Entrando)
— Condesa...
ANGELICA
(Queriendo
arrodillarse) — Monseñor...
GRAN
DUQUE
Levantaos.
(A don Leandro) Bien sospechaba que aquí os encontraría. Sabed que Su Majestad
Católica os vuelve a su gracia, y me recomienda que toméis vuestra esposa y
regreséis a España.
DON
LEANDRO
¡Oh,
monseñor; me devolvéis la vida!
GRAN
DUQUE
(A
Angélica) — Y decid: ¿qué hicisteis del pobre capitán Fabricio?
CATALINA
Helo
aquí, monseñor. (Descorre un tapiz y descubre una segunda estancia, donde aparecen
el capitán Fabricio y Bertoldo hilando y vestidos de mujeres)
GRAN
DUQUE
¡Hilando
a la rueca! (Risa en todos) ¡Corred aprisa ese tapiz, que en el duro trance en
que se encuentra mi ejército, capitanes he menester y no hilanderas! (Catalina corre
el tapiz)
ANGELICA
y DON LEANDRO
(A
dúo)
Rosa
mañanera,
rosa
mañanera,
la
del huerto mío,
en
tu cáliz tiemblan,
en
tu cáliz tiemblan,
perlas
de rocío.
No
quiero la noche;
quiero
la mañana,
por
besar
el
divino broche
de
mi rosa grana
al
despertar.
TELON
Información obtenida en:
https://archive.org/details/lashilanderaszar3967serr
https://archive.org/details/lashilanderaszar3967serr
Hola, los artistas mencionados son los correspondientes al estreno de Madrid; quizás esté bien especificarlo, dado que la obra se había presentado antes en Barcelona. Saludos, Luis Alberto
ResponderEliminarEn la ficha sonora, así como en Listado completo de Zarzuelas de la Base de Datos, ya se especifica que su estreno fue en el Teatro Eldorado de Barcelona el año anterior. Dicho reparto lo desconozco.
EliminarSaludos Luis-Alberto y gracias por el comentario.
Fernando