EL
HUESPED DEL SEVILLANO
Zarzuela
en dos actos, en prosa y verso.
Libreto
de Enrique Reoyo y Juan Ignacio Luca de
Tena.
Música
de Jacinto Guerrero.
Estrenada
el 3 de diciembre de 1926 en el Teatro Apolo de Madrid.
REPARTO (Estreno)
El
huésped del mesón del Sevillano - Jesús Navarro.
Raquel -
Selica Pérez Carpió.
Constancica
– Rosario Leonís.
Teresa
(Lagarterana) – Paquita Alcaraz.
Mesonera
– Sra. Romero.
Ginesa
– Angelita Durán.
Dorotea
– Srta. Ramos.
Juan
Luis – Delfín Pulido.
Rodrigo
– Arturo Lledó.
El
conde don Diego – Juan Frontera.
El
espadero, maese Andrés Munestein – Sr. Cumbreras.
Mesonero
– Sr. Rodríguez.
Corregidor
– Sr. Gallegos.
Un
capitán – Sr. Iborra.
Fray
Miguel – Sr. Martínez.
Moza 1ª
– Srta. Achaerandio.
Moza 2ª
– Srta. Paso.
Moza 3ª
– Srta. Recio.
Moza 4ª
– Srta. López.
Moza 5ª
– Srta. Rodríguez.
Fea 1ª
– Srta. Durán
Fea 2ª
– Srta. M. Paso.
Fea 3ª
– Srta. López.
Fea 4ª
– Srta. García.
Lindo 1º
- Srta. Martitegui.
Lindo
2º - Srta. Lina de Toca.
Lindo
3º - Srta. Rodríguez.
Lindo
4º - Mercedes Paso.
Embozado
1° - Sr. Iborra.
Embozado
2º - Sr. Gallegos.
Embozado
3º - Sr. Fernández.
Embozado
4º - Sr. López.
Un
corchete – Sr. Moriña.
Oficial
1° - José Navarro.
Un
pregonero – Sr. Moya.
Un
carretero (dentro) – Sr. Barberá.
Mozos y
mozas, lagarteranas, corchetes, trajinantes y espaderos.
La
acción, en Toledo, a principios del siglo XVII.
Derecha
e izquierda, la del actor.
ACTO PRIMERO
La
escena está dividida. La de la derecha del actor es una plazuela de Toledo. En
su centro, una fuente. En primer término derecha, un palacio. Por detrás de
este palacio arranca una calle, y del fondo de la plazuela, otra. En primer
término izquierda, la fachada de una casa modesta, cuyo portón comunica con la
otra escena. La escena de la izquierda representa el taller de un espadero. En
primer término derecha, la puerta de entrada que comunica las dos escenas. En
primer término izquierda, puerta que comunica con habitaciones interiores, y al
foro, la fragua. En el centro, una mesa. Es de día. En la segunda mitad del
acto comienza a anochecer.
(Música)
(Al
levantarse el telón están en la primera escena — la calle — unas cuantas
muchachas llenando su cantarillo en la fuente. En el taller, maese Andrés
Munestein, el espadero, templa espadas con tres oficiales, y Juan Luis, el
Capitán y el Corregidor están sentados ante, la mesa)
MOZAS
En la
fuente cristalina.
duerme
el amor a esta hora.
Mocita
que va a la fuente
se
enamora.
ESPADEROS
Forja
la espada, espadero,
y no des
paz a la mano,
porque
la forjas de acero
toledano.
Forja,
forja, espadero,
tu fino
acero,
sin
descansar.
Templa
la hoja afilada
de fina
espada,
daga y
puñal.
MOZAS
Igual
que mi cantarillo
con el
agua se colmó,
con sus
decires, ¡ay, madre!,
se
llenó mi corazón.
ESPADEROS
Forja,
forja, espadero,
tu fino
acero,
sin
descansar.
Templa
la hoja afilada
de fina
espada,
daga y
puñal.
(Hablado)
OFICIAL
1º
Hasta
mañana, maestro. (Los oficiales pasan a la otra escena, y hacen mutis, con las
mozas, por la calle del fondo)
CORREGIDOR
A lo
que parece, por hoy se da de mano a la labor.
MAESE
Así es
como lo decís, aunque mejor fuera no acabarla tan pronto, señor Corregidor, que
apenas puedo atender a los encargos.
CORREGIDOR
Por
algo vuestra espadería, maese Andrés Munestein, es la más famosa de Toledo.
MAESE
Gracias
a vuestras mercedes, que vienen a honrarla...
JUAN
LUIS
Días
pasados oí de los labios mesmos del Rey un cumplido elogio de vuestros aceros.
CORREGIDOR
(A Juan
Luis) ¿Dónde hubisteis la dicha de hablarle?
JUAN
LUIS
En su
propio alcázar, que me llamó para darme el encargo de una pintura.
CORREGIDOR
¿Tan
alta llegó la fama de vuestros pinceles?
JUAN
LUIS
Podeisme
creer que el tal cuadro es mi constante obsesión. Puede ser mi gloria o mi
fracaso. ¡Sueño con el tal lienzo!
CAPITAN
¿Y ha
de ser un paisaje o rincón toledano?
JUAN
LUIS
No;
sino una Virgen Inmaculada para el Real Oratorio.
MAESE
¡Obra
de empeño!
JUAN
LUIS
De
tanto, maese, que aún no me atreví a comenzarla.
CORREGIDOR
¿Y a
qué aguardáis?
JUAN
LUIS
A dar
con una mujer, dama o villana, cuyo rostro refleje la pureza que ha de dar
forma a lo que yo imagino.
CORREGIDOR
Aquí
habéis de encontrarla, que Toledo fue siempre solar de mujeres hermosas.
JUAN
LUIS
Cierto,
que yo a la ciudad vengo atraído por la fama de cierta moza de humildísimo
estado, pero cuya belleza es tal, que hasta la Corte llegó en habladurías la
reputación de su hermosura. Constancica se llama, y en el mesón del Sevillano
sirve.
CAPITAN
Así es
lo cierto, como lo es también que de su beldad y discreción quedan prendados
cuantos la conocen.
MAESE
Hasta
don Periquito, vuestro hijo, señor Corregidor, por ella, a lo que dicen, bebe
los vientos.
CORREGIDOR
¡Locuras
de la gente moza!
MAESE
Con
vuestra licencia, voy a traeros los encargos.
(Mutis
por la izquierda)
CORREGIDOR
Pues
ahora os digo, señor artista, que no necesitáis el mesón del Sevillano, ni aun
siquiera moveros de aquí, para conocer a una de las más grandes beldades de que
se ufana Toledo.
JUAN
LUIS
¿Qué
decís?
CAPITAN
El
señor Corregidor se refiere a Raquel, la hermosura conocida por la moza del
Cigarral, la hija de maese Andrés, el dueño de esta espadería.
JUAN
LUIS
¿Tan
bella es?
CORREGIDOR
En su
rostro hechicero hallan venturosa hermandad las gracias de la virgen cristiana
y los rasgos característicos de la raza hebrea. Nació en un cigarral cercano.
Su padre, maese Andrés Munestein, es judío converso. Su madre, difunta no ha
mucho, tan cristiana era como vos mismo.
JUAN
LUIS
Decid,
entonces, que ni hecho de encargo hallaría modelo mejor. (Por la izquierda
vuelve a salir maese Andrés con una espada en la mano)
MAESE
Aquí
tenéis vuestra tizona pulida y remozada. Haced cuenta de que la estrenáis.
JUAN
LUIS
No; en
verdad que si fuera nueva no amaría tanto su noble hoja, que mi abuelo
esgrimiera en San Quintín, y en manos de mi padre triunfó en Lepanto.
CAPITAN
¡Bravo
hierro!
MAESE
Fijaos
cómo brilla
su fino
acero.
CAPITAN
Como un
rayo de luna.
JUAN
LUIS
Así la
quiero.
(Música)
JUAN
LUIS
Fiel espada
triunfadora,
que
ahora brillas en mi mano,
y otros
hombres y otras lides
ya tu
gloria conoció;
yo
venero la nobleza
de tu
acero toledano,
que del
Tajo entre las aguas
reciamente
se templó.
¡Brilla,
tizona
de fino
acero,
igual
que un claro
rayo de
luna!
¡Brilla,
tizona,
que a
tu luz quiero
hallar
la senda
de mi
fortuna!
Sé en
las lides como rayo
que no
cede ni perdona;
hiere
siempre que te asistan
el
derecho y la razón.
MAESE, CAPITAN
y CORREGIDOR
¡Brilla,
tizona
de fino
acero,
igual
que un claro
rayo de
luna!
JUAN
LUIS
¡Brilla,
tizona,
que a
tu luz quiero
hallar
la senda
de mi
fortuna!
(Hablado)
(Juan
Luis envaina su espada)
CAPITAN
Bien se
ve que vuestra mano, aunque maneja el pincel, sirve para la guerra.
CORREGIDOR
Hasta
mañana, maese.
MAESE
Dios os
guarde, señor Corregidor.
CAPITAN
(Al
Corregidor) Os acompaño.
JUAN LUÍS
Yo
también he de irme. Aún ignoro si mi criado nos encontró alojamiento. (Saca una
bolsa y se la entrega a maese Andrés)
MAESE
Gracias,
señor. Siempre a vuestras órdenes.
(Juan
Luis, el Capitán y el Corregidor salen de la espadería, pasando a la otra
escena. Maese hace mutis por la izquierda)
CORREGIDOR
(A Juan
Luis) ¡Qué triunfo si lográis que Raquel os sirva de modelo! (Juan Luis, el
Capitán y el Corregidor hacen mutis por la calle de la derecha. Por la del
fondo sale Rodrigo, rodeado de Ginesa, Dorotea y otras doncellas del bajo pueblo
toledano, una de ellas muy fea, y cargado con los cantarillos de estas
muchachas)
GINESA
(Quitándole
un cantarillo y poniéndolo en la fuente) Traed ya. Y gracias sean dadas a
vuestra galantería.
MOZA 1ª
Traed.
(Le quita otro cántaro)
MOZA 2ª
Dadme.
(Idem. Todas hacen igual)
DOROTEA
Y
gracias por el trabajo que os tomasteis.
RODRIGO
Si a
esto llamáis trabajo, ¿qué fueran los que pasé por esos mundos?
GINESA
¡Válame
Dios! Mucho habéis rodado.
RODRIGO
Mucho
es poco, Ginesa hermana. Si yo os refiriese el porqué de mi estancia en esta
imperial Toledo, pienso que lo tomarais por invención de amoroso romance.
GINESA
¿Amores
hay de por medio? Contad, contad, por vuestra vida, mientras se llenan los
cantarillos.
TODAS
(Rodeándole
con algazara) Sí, sí; contadlo.
RODRIGO
¡Hijas
de mi alma, y cómo les pica la curiosidad! Primero hais de saber que éste que
os habla debe gran parte de sus desdichas a su valor desaforado.
GINESA
Bien
está el valor en los hombres.
RODRIGO
En mí
es herencia y obligación. Imaginaos: Rodrigo de nombre, Díaz de apellido y
nacido en Vivar, al pie de Burgos.
TODAS
¡El
Cid!
RODRIGO
Tocayo,
nada más que tocayo y paisano. Pues mi valor y mala ventura hiciéronme caer en
manos de un pirata tunecino, que me vendió como esclavo a otro fiero musulmán
residente en Argel.
GINESA
¡Ay, el
pobre!
RODRIGO
Aquel
hijo del Profeta que me tocó por amo dio en la flor de emplearme en los más
bajos menesteres, hasta que la hermosa Fátima vióme una tarde en que yo,
gallardamente, zurcía una calceta. Me propuso la fuga, y como, para lograrla,
me dejara franca la puerta y una bien repleta bolsa, pronto salí de aquella tierra
maldita.
GINESA
¿Y
abandonasteis a la inocente Fátima?
DOROTEA
¡Pobre
doncella!
RODRIGO
¿De
doncellez habláis? Así era doncella como yo moro.
DOROTEA
Ya
comprendo que sería una de las varias esposas de vuestro amo.
RODRIGO
No era
sino una de sus quince madres políticas, que también dicen suegras. (Todas ríen)
Pero atended, que ahora llega mi mayor desventura. Embarqué en una desvencijada
galera que venía a España, y apenas perdimos de vista la costa africana,
estalló en el mar horrible tormenta, que nos puso a punto de naufragio. Olas
como montañas nos sacudían sin cesar. El capitán, aterrado, estudiaba
inútilmente las cartas náuticas. De pronto, una racha de viento rompió el palo
mayor. Cuando el capitán vio que le fallaba el palo, tiró las cartas. Al fin,
creyéndome en trance de muerte, hice, por salvarme, la promesa de la más rara
penitencia que vieron los siglos.
TODAS
¿Cuál?...
¿Cuál fue ella?
GINESA
¿No
comer a manteles jamás y sólo pan duro?
RODRIGO
Mucho
más duro.
DOROTEA
¿Ir a
pie y descalzo hasta los Santos Lugares?
RODRIGO
Peor.
GINESA
¿Profesar
de cartujo?
RODRIGO
Nada de
eso. Prometí a San Pedro, patrón de Burgos, si me sacaba de aquel trance,
casarme con la mujer más fea que encontrase este año.
GINESA
¿Así prometisteis?
RODRIGO
Así
mesmo. (Las mozas se apartan un poco de él y forman dos grupos) Ahora sirvo a
las órdenes de un gran pintor, honrado y noble caballero, que goza de gran
predicamento en la Corte. De él dependerá el tiempo que aún permanezca en Toledo.
Heme aquí entretanto, que, amén de mis prendas personales, cuento con unos cien
escudos en oro que me restan de la bolsa de Fatimica, buscando por el mundo una
fea entre las más feas para llevarla al tálamo, en cumplimiento de mi promesa.
GINESA
(A Dorotea)
¡Marido y con cien escudos!
DOROTEA
¿Has
visto?
OTRA
¡Qué
cosa!
OTRA
Loco
está. (Llega Juan Luis por la calle de la derecha)
RODRIGO
¡Ah, mi
señor!
JUAN
LUIS
Al fin
os encuentro, señor perdido. Pensé si se habría tragado la tierra a mi escudero...
RODRIGO
Venía a
buscaros a la espadería, según me mandasteis, sino que me entretuve un momento,
y...
JUAN
LUIS
(Mirando
a las mozas) He de perdonarte la negligencia, en gracia a la causa de ella, que
motivo y aun motivos hay de cierto para no moverse de este lugar.
RODRIGO
¿Verdad,
señor, que son hermosas las toledanas?
DOROTEA
(Indignada)
Eso no lo diréis por mí, ¡que siempre pequé de desgarbada! (Mutis por la derecha)
MOZA 1ª
Ni por
mí, que siempre fui ojiturbia. (Mutis)
MOZA 2ª
Y yo, patituerta.
(Mutis)
GINESA
(Llorando)
La más desgraciada soy yo, que mi fealdad no está a la vista, sino oculta como caracol
en su concha. (Mutis)
MOZA 3ª
Igual
me pasa a mí. Y la fealdad, como la hermosura, es mayor cuanto más escondida, (Mutis)
MOZA 4ª
(Agresiva)
¿Qué pudisteis hallar en mi persona, decid, para motejarme de hermosa?
RODRIGO
(Azorado)
Nada, nada. (Mutis de la moza cuarta)
MOZA 3ª
¿En qué
vos ofendí para que así os burlarais? Fea soy y fea moriré, porque así plugo al
cielo. (Mutis)
FEA
(Acercándose
por detrás y sonriéndole con coquetería) ¡Je!
RODRIGO
¿Qué?
FEA
(Insistiendo)
¡Je!
RODRIGO
¿Qué?
FEA
¿Seré
yo la agraciada?
RODRIGO
¿Agraciada?
¡Y es más fea que pegarle a su padre! (Mutis la fea)
JUAN
LUIS
¿Qué es
esto, Rodrigo? Jamás alcancé a ver; cosa parecida.
RODRIGO
Señor,
que les he gustado. ¿Qué he de hacerle yo? Y como han sabido mi promesa a San Pedro...
¿Y vos, señor, conocisteis ya a esa tan hermosa fregona del mesón del Sevillano
que pretendíais por modelo?
JUAN LUIS
De
conocerla vengo; pero me hablaron de otra beldad, ensalzándola tanto, que no
vivo hasta dar a mis ojos el regalo de su hermosura.
RODRIGO
¿Dónde
vive? Perdonad. Quise preguntar si está aquí en Toledo.
JUAN
LUIS
En
Toledo y en esa casa. Es la hija del espadero.
RODRIGO
Pues de
la casa sale una dama.
JUAN
LUIS
¿Será
ella, Dios santo? (A la escena de la izquierda la — espadería — ha salido, en
efecto, Raquel del interior. Rodrigo y Juan Luis se ocultan)
(Música)
RAQUEL
Cuando
el grave sonar de la campana
a los
fieles invita a la oración,
gentilmente
la moza toledana
va a la
iglesia con toda devoción.
Bajo el
manto, velada y misteriosa,
es más
vivo su encanto virginal,
y un
galán, al cruzar presurosa,
le
ofrenda la rosa
de su
madrigal.
Castellana,
toledana,
por
besar tus labios grana
perdiera
vida y honor.
Toledana,
castellana,
flor de
amor.
Toledana,
flor de amor.
(Maese
Andrés sale a la espadería del interior y despide a su hija con un beso en la
frente, acompañándola hasta la puerta. Ella sale a la plazuela. Inicia el mutis
por la calle de la derecha, pero la detiene la voz de Juan Luis, que, oculto a
la vista del público, canta desde la calleja del foro)
JUAN
LUIS
Castellana,
toledana,
por
besar tus labios grana
perdiera
vida y honor.
RAQUEL
Perdiera
vida y honor.
JUAN
LUIS
Toledana,
castellana,
flor de
amor.
LOS DOS
Toledana,
flor de amor.
(Raquel
hace mutis por la calle de la derecha)
(Hablado)
RODRIGO
(Saliendo
a la plazuela con Juan Luis) Ya la conocéis.
JUAN
LUIS
He aquí
realizado mi sueño. No me engañaron, en verdad. (Entra en la espadería)
RODRIGO
Le ha
vuelto los cascos la zagala. En verdad que las toledanas son dulces y
sabrosísimas.
(Entra
en la espadería)
MAESE
¿Sois
vos, señor artista?
JUAN
LUIS
Dios os
guarde, maese. Decidme y perdonad. ¿Es vuestra hija la dama que salía hace un instante?
MAESE
Raquel
era, en efecto.
JUAN
LUIS
Pues al
verla, maese Andrés, he visto el modelo que buscaba para mi cuadro.
MAESE
¿Qué
decís? Mi Raquel para...
RODRIGO
¡Como
tiene el perfil hebreo! (Tapándose la boca) Tente, lengua.
MAESE
¡Infamias
de los desocupados! Ella, como yo, es cristiana ferviente.
JUAN
LUIS
Y yo,
pintor, no corchete del Santo Oficio ni cuadrillero de la Santa Hermandad. No
hayáis temor por mí de vuestros secretas, si los tenéis. (Se oye rumor de lucha
y ruido de espadas)
JUAN
LUIS
¿Oís?
(Juan Luis, Maese y Rodrigo salen a la otra escena)
MAESE
¿Qué es
esto, espadas?
RODRIGO
¡La
batalla de Lepanto! (Huye por la calle del fondo)
RAQUEL
(Dentro)
¡Favor! ¡Socorro!
JUAN
LUIS
¡Una
mujer!
MAESE
¡Es la
voz de mi hija! (Precipitadamente, por la calle de la derecha llega Raquel, muy
asustada, que se acoge en los brazos de su padre. Inmediatamente aparece don
Diego, de espaldas, y luchando contra tres hombres, que le atacan espada en
mano)
RAQUEL
¡Padre!
MAESE
¡Mi
Raquel querida!
JUAN
LUIS
Tres
espadas, ¡vive Dios!,
contra
una. ¡Seremos dos!
¡Ya es
más igual la partida!
(Se
pone junto a don Diego y ataca a los otros, que inician la retirada,
desapareciendo les cinco por la derecha)
¡Atrás!
DIEGO
(Luchando,
dentro)
Gracias,
caballero.
JUAN
LUIS
Podéis
descansar la mano,
si vos
place, porque quiero
darle
bautismo a mi acero
con la
sangre de un villano.
(Continúan
luchando dentro)
JUAN
LUIS
¡Ah,
traidor!
(Salen
don Diego y Juan Luis, éste último levemente herido en una mano)
RAQUEL
¿Os ha
alcanzado?
JUAN LUIS
Nada
apenas.
RAQUEL
¡Le han
herido!
JUAN
LUIS
Si leve
la deuda ha sido,
con
usura la he cobrado.
(Entran
en la tienda)
DIEGO
Aún
escapamos mejor
que
sospechaba.
JUAN LUIS
En
peores
trances
me he visto y salí.
DIEGO
Si no
acudís a la postre
tan
libre y suelto de manos,
mal me
fuera.
MAESE
Los
traidores
sin
duda ofender quisieron
a mi
Raquel, y fue entonces
cuando
vos la defendisteis.
Ciertamente.
MAESE
Señor
conde,
no
acierto cómo pagaros.
RAQUEL
(Con
reproche)
¡Padre!
DIEGO
(Saludando
a Juan Luis)
Quedo a
vuestras órdenes.
JUAN
LUIS
Y yo a
las vuestras, señor.
DIEGO
A fe
que sois todo un hombre,
(Sale a
la calle)
¡Pardiez,
que es bella la moza!
Por
esta vez falló el golpe;
mas he
de lograr mi intento
antes
que llegue la noche.
(Mientras
don Diego dice estas palabras, maese, en la otra escena, hace mutis por la
izquierda. Don Diego entra en el palacio del primer término derecha)
RAQUEL
Caballero,
permitidme y
vuestra
herida restañar,
ya que,
sin quererlo, he sido
la
causa de tanto mal.
(Se
sienta cerca de él y le cura)
¿Os
hace sufrir?
JUAN
LUIS
¿Quién
puede
en
sufrimientos pensar
a
vuestro lado? Tan sólo
sufro
un temor.
RAQUEL
¿Y es
el tal?
JUAN
LUIS
Que los
labios de la herida
que
vais piadosa a curar
os
besen las blancas manos.
RAQUEL
(Aparte)
A más
de bravo, es galán.
(Alto)
Si vos
no acudís, don Diego
lo
hubiese pasado mal.
¡Y
fuera bien merecido!
JUAN LUIS
¿Por defenderos?
RAQUEL
No más
que en
apariencia. El malvado
puso en
mí su torpe afán
hace
tiempo, y esta tarde,
cerca
de la catedral,
en un
callejón sombrío,
vino a
mí; quise escapar
y me
alcanzó; lancé un grito,
y
viniéndome a amparar
tres
hombres, luchó con ellos...,
y vos
sabéis lo demás.
JUAN LUIS
¡Yo
que, torpe, mi tizona
puse al
lado del rufián,
creyendo
que os defendía!
RAQUEL
Vuestro
mérito es igual.
JUAN
LUIS
Pero de
mi error, entonces,
vos me
debisteis sacar.
RAQUEL
No lo
hice porque mi padre
al conde
debe amistad,
y el
dolor del desengaño
así le
quise evitar.
JUAN
LUIS
¡Oh,
Raquel!...
RAQUEL
¿Sabéis
mi nombre?
JUAN
LUIS
¿Y
quién lo puede ignorar,
si fama
en Toledo entero
vuestra
hermosura le da?
RAQUEL
Sois
galante.
JUAN
LUIS
¡Si
lograran
tal
hermosura copiar
mis
pinceles!
RAQUEL
¿Sois
pintor?
JUAN
LUIS
Pintor
que a rogaros va
que,
para llevarla a un lienzo,
le
prestéis vuestra beldad.
(Música)
Insolente,
presumido, fanfarrón y pendenciero,
procediendo
cual villano, vos corteja un caballero
que tan
sólo la ropilla y el nombre tiene de tal.
Si él
os pide vuestra honra, yo amor brindaros prefiero;
él es
la fuerza insolente, y yo soy el madrigal.
RAQUEL
Insolente
y presumido, me corteja un caballero;
de sus
asechanzas ruines defendióme vuestro acero.
y por
eso, agradecida yo siempre a vos viviré.
Mas el
amor no se logra jamás con un gesto fiero;
precisa
llegar al alma.
JUAN
LUIS
Yo a la
vuestra llegaré.
(Muy
cerca de ella, susurrando sus palabras al oído de Raquel)
Moza,
la toledana,
la flor
galana
del
Cigarral,
vuelve
hacia mí los ojos,
y mis
enojos
se
calmarán.
Moza,
la toledana,
la más
galana
que
pude ver;
mira mi
ardiente anhelo,
dame el
consuelo
de tu
querer.
RAQUEL
Noble y
galán caballero,
que por
mi honor ha reñido
y
defenderme ha creído
con su
acero;
dejad
que vivan las flores
de sus
amores en el rosal
donde
vive dichosa
la
humilde rosa del Cigarral.
JUAN
LUIS
Flor y
mujer que presentí,
arte y
amor sois para mí.
RAQUEL
No es
vuestro amor
para
Raquel.
JUAN
LUIS
Musa
serás
de mi
pincel.
Para el
arte yo vivía
y
triunfar sólo anhelaba.
La
mujer que presentía
por mi
senda no cruzaba,
y al
mirar hoy vuestros ojos
en su
fuego me abrasé.
Un amor
mi vida entera
llenó
como yo aguardaba.
RAQUEL
El amor
vive en el alma.
JUAN
LUIS
¡Yo a la
vuestra llegaré!
RAQUEL
La moza
toledana,
la flor
galana
del
Cigarral,
teme
que con su mano
un
hortelano
la
pueda ajar.
JUAN
LUIS
Oyeme,
toledana,
rosa
temprana
de mi
pasión.
RAQUEL
Debo,
reconocida,
darle
mi vida.
JUAN
LUIS
¡Quiero
tu amor!
(Juan Luis
sale a la plazuela y hace mutis por la calle de la derecha. Raquel, en la
espadería, por ti primer término izquierda)
(Hablado)
(Sale
Rodrigo por la calle del fondo)
RODRIGO
¿Se
habrán marchado? Sí; parece que se han marchado; estoy casi seguro. ¡Se han
marchado, estoy seguro! ¡No me cabe duda! ¡Huyeron los cobardes! ¡¡Ah, los
bigardos, malsines y felones!! ¿Dónde estáis? ¡Aguardad, vive Dios, a que la
tizona de Rodrigo...!
JUAN
LUIS
¡Rodrigo!
RODRIGO
(Da un
salto) ¡Dios me valga!
JUAN
LUIS
¿Qué
hacías, Rodrigo? ¿Dónde estabas?
RODRIGO
Siempre
cerca de vos, amo y señor. Junto a vos, cuando la descomunal batalla; junto a vos,
cuando huyeron los felones — ¡bigardos malsines! —; junto a vos... Pero ¿qué
veo? ¿Estáis herido?
JUAN
LUIS
¿No lo
advertiste, y estabas tan cerca?
RODRIGO
Veréis...
Es que yo también quise tomar mi parte en la contienda, pero no pude. Ya sabéis
que esta tizona mía tiene la rara virtud de tomar decisiones por sí misma.
JUAN
LUIS
¡Hola!
RODRIGO
Hay
ocasiones, como la de antes, en que mi mano la requiere sin lograr que acceda a
salir de su vaina. Y es que no considera digno de su limpia historia mancharse
con la sangre de los villanos. Pero aun sin espada hice correr antes a los
tales.
JUAN
LUIS
Y aún
creo que tú también corrías.
RODRIGO
Sí, en
verdad.
JUAN
LUIS
Delante
de ellos.
RODRIGO
Yo os
digo que les hice correr.
JUAN
LUIS
Y muy
larga debió de ser la carrera, cuando tardaste tanto en regresar.
RODRIGO
¡No
sabéis! Desde .que ha corrido la voz que he prometido a San Pedro el sacrificio
de casarme con la mujer más fea que encuentre, no puedo andar por la calle.
Todas las feas de la imperial Toledo caen sobre mí como moscas en la miel.
JUAN LUIS
Pero tú
las espantarás. ¿O también a eso se resiste tu acero?
RODRIGO
¡Ah!,
¿es que ponéis en duda mi valor? No quisiera sino que volvieran los bigardos
que os hirieron. ¡Entonces podríais ver quién es Rodrigo! Y si mi tizona se
resistía, con las manos, con los dientes, con las uñas... (Se oye rumor de
voces por la primera calle de la derecha)
JUAN LUIS
¿Qué
rumor es ése?
RODRIGO
(Dando
un respingo) ¡Cristo! ¿Serán ellos? (Huye hacia el fondo de la calle, pero antes
de hacer mutis vuelve aterrado) ¡Las feas! ¡Dios me valga! ¡Las feas del barrio
que me persiguen!
JUAN
LUIS
(Mirando
hacia la calle de la derecha) No son sino una caterva de lindos, que, como
siempre, van en pos de la hermosa Constancica, la fregona del mesón del
Sevillano.
RODRIGO
Esos
vienen por donde vos miráis. Las feas son éstas, que no me dejan tranquilo para
mostrarme su fealdad. He logrado lo que nadie en el mundo: la coquetería al
revés. (Entra en la tienda, huyendo. Aparecen cuatro feas, que penetran
corriendo tras él. Le rodean y le atosigan. Inmediatamente llega por la calle
de la derecha Constancica, seguida de cuatro lindos. Juan Luis hace mutis por
el fondo. Están, pues, en la escena de la izquierda — la tienda — Rodrigo y las
feas, y en la de la derecha — la calle —, Constancica y los lindos)
(Música)
FEAS
No me
seas esquivo,
porque
no vivo.
LINDOS
Quiéreme,
Constancica,
que yo
te adoro.
FEAS
Mira
qué fea.
LINDOS
Mira
qué lindo soy.
RODRIGO
Para un
hombre tan sólo
son
muchas feas.
CONSTANCICA
Qué
caterva de lindos
me
hacen la rueda.
FEAS
Mira
qué horrible.
LINDOS
Mira
qué guapo soy.
CONSTANCICA
Bello
doncel,
por
favor, por favor, por favor,
no me
atosigues más,
porque
inútil será.
RODRIGO
Fea
mujer,
déjame,
déjame, déjame,
que al
ver tu fealdad
de
pavor moriré.
FEAS y
LINDOS
¡Quiéreme,
por Dios!
CONSTANCICA
y RODRIGO
La
mujer / Un doncel
ya no
puede salir
jamás
sin sentir
de amor
el asedio.
FEAS y
LINDOS
Tú
verás.
CONSTANCICA
y RODRIGO
¡Ay,
qué miedo me dan!
FEAS y
LINDOS
Que
jamás hallarás
un amor
como el mío.
Cásate,
Y dudas
no podrás.
LINDOS
(Solos)
que soy
un galán,
FEAS
(Solas)
que soy
vieja y fea.
CONSTANCICA
y RODRIGO
Idos
ya.
FEAS y
LINDOS
¡Ay,
que susto me dio!
LINDOS
En ti
estriba mi amor.
FEAS
Fíjate;
soy horrible.
CONSTANCIA
y RODRIGO
Bello
doncel, / Fea mujer,
por
favor, por favor, por favor,
no me
atosigues más,
porque
inútil será.
Déjame
ya,
déjame,
déjame, déjame,
que al
ver tu terquedad
de
pasión moriré.
DOS FEAS
La
nariz tengo roma.
OTRAS
DOS
Las
piernas, zambas.
DOS
LINDOS
Fíjate
en mi hermosura.
OTROS
DOS
Y en mi
elegancia.
PRIMEROS
Mira
que guapo.
DOS FEAS
Mira que
fea soy.
(Constancica
huye hacia la casa, y Rodrigo sale a la calle. Se encuentran fuera, sin que
ella llegue a entrar)
(Recitado sobre la música)
RODRIGO
¡Vayan
al diablo los esperpentos!
CONSTANCICA
Sola
con ellos no quiero estar.
RODRIGO
Tomad
mi brazo por un momento,
y será
el medio
que del
asedio nos librará.
CONSTANCICA
(Tomando
el brazo de Rodrigo)
Lo
evitaremos de esta manera.
(Cantando)
FEAS
Tiene
una dama.
LINDOS
Tiene
un galán.
FEAS
¡Quién
lo pensara!
LINDOS
y FEAS
Vámonos
ya.
RODRIGO
(Hablado)
Si es
un infierno tenerlas juntas,
a
vuestro lado, la gloria está.
(Las
feas, cantando a boca cerrada, invitan a los lindos a tomar su brazo. Ellos
aceptan con resignación, y los ocho, emparejados, hacen mutis por el fondo de
la calle)
(Hablado)
(A la
otra escena salen por la izquierda, Raquel)
CONSTANCICA
Gracias
os doy por haberme prestado vuestro brazo.
RODRIGO
De
nada, señora. Con mi brazo podéis hacer hasta chocolate, si os place.
CONSTANCICA
Os lo
devuelvo ya, soltad. El tomarlo fue sólo un pretexto para alejar a esos
enfadosos moscones.
RODRIGO
¡Ah!, ¿fue
sólo...? ¡Pues sí que os serví de espantapájaros! ¡Buen oficio representé, por
mi vida!
CONSTANCICA
Así fue
mayor vuestra gentileza.
(Entra
en la espadería)
RODRIGO
¿Mi
gentileza? (¡Ya está! ¡Otra pieza cobrada! ¡Lástima que sea tan guapa!) (Al ir
a entrar en la espadería, se cruza con Raquel, que sale) Pasad, hermosa
doncella.
RAQUEL
Que
Dios os guarde. (Vase por el fondo de la calle)
RODRIGO
Va tan
aprisa, que ni siquiera ha reparado en mí. (Entra en la espadería)
CONSTANCICA
¡Dios
os guarde, Maese! (Sale Maese por la izquierda)
MAESE
Y El a
ti, hermosa Constancica, que más merece ser guardada tu beldad que no mi vejez.
CONSTANCICA
(A
Rodrigo) Aprended a decir galanuras.
RODRIGO
No está
mal para los años que tiene.
CONSTANCICA
(A
Maese) Un señor huésped de la posada mandóme a recoger una daga que diz os dejó
anteayer para arreglar la empuñadura.
MAESE
No
sabe, en verdad, tu señor tío a quién aloja en su mesón.
CONSTANCICA
Hombre
de letras dicen, que es el tal hidalgo.
MAESE
Yo de
mí sé deciros que le tengo por tan grande ingenio, que jamás de tal manera
logró ningún otro entretener mis ocios con sus escritos.
(Comienza
a anochecer)
CONSTANCICA
Así ha
de ser, como lo es también que no ha muchos días le oí decir que tiene escrito
un libro, aún no conocido, en el que trata de las aventuras de un ingenioso
hidalgo que, por ser bueno y noble en demasía, a todos parece loco. Y afirma que
dará mucho que pensar y que reír a más de cuatro, cuando se conozca.
MAESE
Pues
tomad la daga, doncella, y decidle a su dueño y mi señor que, aunque mucho le
admira mi insignificancia, me atrevo a indicarle, sumiso y reverente, que hora
es ya de que su grandeza se digne pagarme aquellos piquillos que, a más de este
arreglo de ahora, me adeuda, con los cuarenta ducados que le presté el pasado año
para Pascua florida, y que no hallo medio de recuperar...
CONSTANCICA
(Dispuesta
a marcharse) Sí haré, Maese.
RODRIGO
¡Judío!
¡Completamente judío! Os acompaño, doncella. No haga el diablo que vuelvan a
importunaros y necesitéis de mi brazo, aunque sólo sea para espantaros los
moscones.
CONSTANCICA
Vamos.
Dios os guarde, Maese.
MAESE
Id con
él. (Salen a la calle Constancica y Rodrigo)
CONSTANCICA
¿No
sentís temor de que, al vernos juntos, nos hieran las lenguas maldicientes?
RODRIGO
Yo no
siento sino que seáis tan hermosa. ¡Ah, si fuerais fea! Si a lo menos tuvierais
la nariz roma, los ojos turbios, las patas zambas o siquiera una tenue joroba.
CONSTANCICA
Entonces
no os gustaría.
RODRIGO
Es
verdad, no había caído... ¡Perdona, San Pedro!... (Hacen mutis los dos por la
calle del fondo)
(Música)
(Del
palacio del primer término derecha sale don Diego. Maese Andrés — en la
espadería — hace mutis por la izquierda. Empieza a anochecer)
DIEGO
Salid,
mis fieles criados;
lo que
os dije recordad,
y esta
noche será mía
la moza
del Cigarral.
(Del
palacio salen cuatro embozados)
Nadie
en la plaza,
sola la
calle.
Estad
atentos
a mi
señal.
Nadie
sospecha
que la
paloma
hoy a
su casa
no
volverá.
EMBOZADO
Nadie
en la plaza,
sola la
calle.
Estad
atentos
a su
señal.
DIEGO
Ocultaos
por ahora.
Cuando
llegue la paloma,
si
resiste a mi pasión,
la
cogéis entre los cuatro,
y a la
moza que idolatro
la
lleváis hasta el mesón.
EMBOZADO
(Ocultándose
en el palacio)
Nadie
en la casa,
sola la
calle;
nos es
propicia
la
oscuridad.
DIEGO
Ella no
sabe,
¡pobre
paloma!,
que hoy
a su casa
no
volverá.
(Sale
Raquel por la calle del fondo)
(Recitado sobre la música)
DIEGO
Raquel,
divina doncella.
RAQUEL
Dejadme
pasar, señor.
Es
tarde y mi padre espera.
DIEGO
Más
tiempo te espero yo.
RAQUEL
Ya os
dije que mi cariño
no será
vuestro jamás.
DIEGO
Pues,
de tu grado o por fuerza,
juro
que mía serás.
(Del
palacio salen los cuatro embozados que la sujetan por detrás)
RAQUEL
¡Infame!
¡Socorro, padre!
DIEGO
¡La
boca, pronto!
(Los
embozados la amordazan y se la llevan por la calle de la derecha. A la
espadería sale maese Andrés, que, al oír los gritos, sale corriendo a la otra
escena)
MAESE
¡Mi
hija, mi hija, me roban a mi hija!
(Un
embozado, rezagado, lucha un momento con él, y, después de arrojarlo al suelo
de un fuerte empellón, huye tras de los otros. Maese, en el suelo, intenta
levantarse. En este momento aparece por la calle del fondo Juan Luis, que le
ayuda a ponerse en pie)
JUAN
LUIS
¿Qué os
sucede?
MAESE
Me han
robado
a mi
Raquel. ¡Hija mía!
¡Perro!
¡Canalla! ¡Malvado!
JUAN
LUIS
¿Quién
es él?
MAESE
Cuando
salía,
el
rufián se la llevó.
Ni a
ella supe defender,
ni a él
le pude conocer.
JUAN
LUIS
¡Pero
le conozco yo!
¡Y aquí
vos quiero jurar
que a
quitársela he de ir,
y la
sabré rescatar,
aunque
tenga que morir
o
aunque tenga que matar!
(Comienza
a salir el coro)
(Cantando)
JUAN
LUIS
Castellano,
toledano,
por
librarla del villano
perdiera
vida y honor.
CORO
Perdiera
vida y honor.
JUAN
LUIS
Yo te
juro, castellano,
por mi
honor,
que a
salvarla va mi amor.
(Se
abre paso, y hace mutis por la calle de la derecha)
CORO
El
artista cortesano,
por
librarla del villano
perdiera
vida y honor,
perdiera
vida y honor.
Dios
proteja al cortesano
y a su
amor.
¡A
luchar va por su honor!
(Al
terminar el acto es casi de noche)
TELON
ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO
Una carretera
cerca de Toledo. Al fondo, la vista de la ciudad en el siglo XVII.
(Música)
(Por la
izquierda salen Rodrigo y Juan Luis)
RODRIGO
Como os
iba diciendo, señor, la fregona del mesón del Sevillano hame asegurado que a su
casa llevaron una mujer tapada, y, según como ella gemía, bien puede afirmarse
que contra su voluntad encuéntrase allí.
JUAN
LUIS
¿Estás
cierto? ¿Y no sospecha Constancica que la encerrada sea Raquel?
RODRIGO
Ni por
pienso. Además, que la moza del mesón no conoce a la del Cigarral.
JUAN
LUIS
Vuelve
a la ciudad, Rodrigo. Entrate en el mesón del Sevillano y averigua por ti mismo
lo que hay de cierto en cuanto me has dicho. (Le da una bolsa) Soborna al
posadero, si hace falta, y si entiendes que no ha de dejarse, por estar vendido
a don. Diego, arréglatelas de modo para saber sin que de ti sospechen.
RODRIGO
¿Y vos?
JUAN
LUIS
Te sigo
los pasos, y en la calleja, cerca de aquella ventanuca, esperaré a que salgas.
Seguro estoy de que es mi Raquel la moza secuestrada en el mesón del Sevillano.
Corre allá.
RODRIGO
Hasta
luego, señor. (Vase corriendo. Juan Luis queda un instante contemplando
pensativo la ciudad y luego hace mutis lentamente por la derecha. Dentro, y
lejana, se oye la voz ruda de un carretero que canta:)
Para mula
de varas,
la
"Capuchina";
para
tirar con alma,
la
"Peregrina";
la
"Perla",
a ésa
da gusto verla
en el
barro.
Siempre
la mejor muía
me
arranca el carro.
(Se
oyen los chasquidos del látigo y los cascabeles de las colleras. Por la
izquierda sale Fray Miguel, que cruza la escena montado en un burro, en el que
lleva unos grandes serones. Muy lejos se oye el coro de campesinos, que, al
volver del trabajo, se va acercando poco a poco y entran por la izquierda,
dando muestras de alegría)
CORO
Caminito
de Toledo,
para
descansar,
siente
el mozo toledano
la
ilusión de amar...
De
Lagartera vienen ya
sus
mercancías a vender.
Mozas
tan guapas como allí
en todo
el mundo no se ven.
(Por la
izquierda salen Teresa y varias lagarteranas, que traen cestillos, jarras, alcarrazas,
etcétera)
TERESA
Corred
más
que
antes que sea noche debemos llegar,
y
volver mañana para descansar,
después
de vendido lo que aquí traemos
para
las mocicas que quieran casar.
LAGARTERANAS
Para
las mocicas que quieran casar.
TERESA
Toledana,
traigo para ti
ricas
galas, con las que serás
la
mujer más feliz
a quien
puedan amar.
Toledana,
traigo para ti...
Lagarteranas
somos,
venimos
todas
de
Lagartera.
Lindos
encajes traigo
de
Lagartera y de Talavera.
LAGARTERANAS
Lagarteranas
somos,
nacimos
todas
en
Lagartera.
Traemos
mercancías
de
Lagartera y de Talavera.
TERESA
"A
bailar (1),
que por
las escaleras baja el padre Juan,
pidiendo
limosna para predicar,
y baja
diciendo: ¡ Agáchate, Pedro!
¡Agáchate,
Pedro, y agáchate, Juan!"
TODOS
¡Agáchate,
Pedro, y agáchate, Juan!
TERESA
Ese es
nuestro cantar popular,
con que
expresa su dicha al bailar
la
mocica gentil
que en
Toledo nació.
Ese es
nuestro cantar popular.
TODOS
Lagarteranas
somos, etc., etc.
( (1) Nota de los autores. Popular.
MUTACION
CUADRO SEGUNDO
Patio
del mesón del Sevillano. Una galería alta con balaustrada circunda la escena. A
esta galería dan las puertas de las habitaciones de los huéspedes, y se supone
comunica con el patio por una escalerilla, cuyos peldaños bajos — sólo hay dos
o tres visibles al público — están al foro derecha del actor. Al foro
izquierda, el portón de entrada, muy amplio. Cuando está abierto se ve la escalera
de piedra blanca, larga y recta, que comunica la entrada de la posada con la
plaza de Zocodover. En el lateral derecha, dos puertas. La primera conduce a
habitaciones interiores, y la segunda, al descargadero y a la cuadra. En primer
término del lateral izquierda hay otra puerta que conduce a la cocina. En los
ángulos, fuertes columnas de piedra que sostienen la galería, y a la derecha
del foro, una gran fuente. En la escena debe haber dos mesas pequeñas y toscas:
una, en primer término derecha, y otra, hacia el segundo de la izquierda.
Sillas y taburetes, y, en un rincón, un carro destartalado, etc. Es de noche.
En cada una de las mesas y en algún arcón del foro, velones de aceite
encendidos. Al levantarse el telón está cerrado e: portón de entrada (foro
izquierda)
(Rodrigo,
sentado ante una de las mesas, bebe. Le sirven Constancica y el Posadero)
RODRIGO
Más
vino, hermosa Constanza.
Llena
mi vaso hasta el borde,
y el
rigor de tus desdenes
entre
su espuma se ahogue.
CONSTANCICA
Más me
holgara que os cariarais.
(Mutis
por la escalera)
RODRIGO
La moza
no se alborote,
que
nadie la ofende.
POSADERO
¿Acaso
vos
pensáis, pese a mi nombre,
que yo
lo consentiría,
seor
escudero?
RODRIGO
Perdone,
su
merced, señor ventero.
¿Es de
cristal?
POSADERO
Es de
arrope.
Por
eso, tras sus dulzuras,
vuelan
siempre los moscones.
(Suenan
golpes de llamada en el portón del foro)
Ya voy.
¿Quién llamará?
RODRIGO
Abrid,
y lo
veréis.
(Por la
puerta segunda derecha sale don Diego disfrazado de mozo de mulas y abre el
portón, por donde entra Fray Miguel montado en el burro, sus grandes serones
repletos de hábitos iguales al que trae puesto el clérigo. El portón queda
abierto)
FRAY
MIGUEL
Buenas
noches.
POSADERO
Alabado
sea Dios.
FRAY
MIGUEL
¿Tiene
esta casa por nombre
el
mesón del Sevillano?
POSADERO
Así la
llaman.
FRAY
MIGUEL
Entonces
decidme,
seor mesonero,
si, al
menos por esta noche,
hay
pesebre para el asno
y para
mí un lecho donde
descansar
pueda unas horas
hasta
mañana.
POSADERO
Desmonte
su
paternidad. De todo
puedo
darle.
FRAY
MIGUEL
Gracias.
RODRIGO
(Por
don Diego)
¿Dónde
diablos
he visto esta cara?
FRAY
MIGUEL
(A don
Diego)
Cuidadme
de los serones,
que van
llenos con los hábitos
de los
padres de la Orden.
Con
ellos a Talavera,
apenas
el sol asome,
he de
partir.
(Don
Diego se va por la segunda derecha, llevando al burro del ronzal)
RODRIGO
Por mi
vida,
que yo
conozco a este hombre.
POSADERO
Vos,
padre, venid conmigo.
RODRIGO
Pues
yo, tras del burro voime.
(El
Posadero y Fray Miguel hacen mutis por la escalerilla. Y Rodrigo, por la
segunda derecha. Por la primera izquierda sale la Posadera)
POSADERA
Por
esta noche, más me holgara de tener el mesón vacío, ¡Torote! ¡Torote! ¿Dónde
estará ese condenado? (Vuelve a bajar el Posadero)
POSADERO
No
alborotes, mujer.
POSADERA
¿Alojaste
a un fraile?
POSADERO
Poco
estorbará. Y más da lugar a la sospecha el exceso de precaución que no la
confianza.
POSADERA
¿Y el
huésped de la sala?
POSADERO
Aún ha
de tardarse, que andará recorriendo las encrucijadas toledanas a la luz de la
luna, bus cando motivo para el romance que diz quiere escribir aquí, en Toledo.
(Constancica ha bajado por la escalera hace un momento)
POSADERA
¿Esa
mujer?...
CONSTANCICA
No cesa
de llorar, con tal pena, que hace llorar al que la oye.
POSADERA
Tarde
habrá de pesarnos el guardarla en casa.
CONSTANCICA
¡Malventurada!
POSADERO
A mí
nada me va en ello. El conde don Diego pidióme al anochecer, cuando desmayada
la trajeron los suyos, que la guardase por unas horas, ya que esta misma noche
había de sacarla de aquí.
POSADERA
¡Llévesela
de una vez, y nos libre de sus endiablados misterios! ¿Por qué ha cambiado ahora
su traje de caballero por calzón y ropilla de mozo de mulas?
POSADERO
Allá
él.
POSADERA
Un mal
hombre se me hace el tal don Diego.
POSADERO
Mal hombre,
pero buen pagador. (El Posadero y la Posadera se frotan las manos con ilusión)
POSADERA
¿Y
quién será ella?
POSADERO
Yo
pienso que una noble dama disfrazada.
CONSTANCICA
No es
sino una pobre doncella, a quien don Diego raptó, ya que de grado no lograba
hacerla suya.
POSADERO
Pues
bueno será guardarte a ti también, no sea peques de compasiva y abras la jaula
al pájaro.
CONSTANCICA
Ni por
pienso. (Sale don Diego por la segunda derecha)
DIEGO
Hola.
POSADERO
A
vuestras órdenes, señor conde.
DIEGO
Para no
dar lugar a sospechas, he dicho que vengan después músicos y cantores. Quiero que
bailen las mozas.
CONSTANCICA
(Aparte)
¡El rufián!
DIEGO
Y que
nadie imagine quién se esconde bajo este humilde traje.
POSADERO
No
creáis que a mi mesón no vienen caballeros. Seríais uno más.
DIEGO
También
pueden venir corchetes y cuadrilleros de la Santa Hermandad. (Por el portón
llega el Huésped, y queda un momento escuchando)
POSADERO
Ya
sabéis, señor, que mi casa es vuestra. En •ella sois obedecido en todo. Y para
cumplir vuestro mandato de atender a quien sabéis, aquí está mi sobrina Constancica.
DIEGO
¿Vuestra
sobrina es ésta? "Más parece hija de comendador que sobrina de
mesonero." (1)
(1) De
Cervantes todo lo que está entre camillas.
HUESPED
"Más
parece." (Todos se vuelven un poco suspensos hacia él. Pausa. El Huésped
avanza hasta el grupo) "Y vos, señor mozo de mulas, a fe que tampoco lo
sois por vuestro porte."
DIEGO
"No
entiendo lo que decís, señor, en eso de ser o no ser mozo de mulas."
HUESPED
"Yo
sí entiendo." (Al Posadero) "¿Qué gente de servicio tenéis en esta
vuestra posada?" (Por Constancica) "Esta no es joya para estar en el
bajo engaste de un mesón."
CONSTANCICA
(Ruborizada,)
Señor...
HUESPED
"Digo,
doncella, que no solamente os pueden llamar ilustre, sino ilustrísima."
DIEGO
"Pero
este título no había de caer sobre el nombre de fregona, sino sobre el de una
duquesa."
HUESPED
"No
es fregona, hermano mozo, que hasta ahora la tengo por ver fregar el primer
plato." Así es ella fregona como vos sois criado. (Hace mutis por la
primera derecha. Todos le observan con curiosidad)
DIEGO
(Al
Posadero) Decid vos ahora: ¿quién es el dueño de una imaginación tan
desaforada?
POSADERO
Un
hombre que en sus mocedades fue soldado y que ahora es poeta. Dicen que en
Lepanto perdió el uso de su brazo izquierdo; pero mayor es su fama por haber
compuesto muchos libros que andan de mano en mano. Aquí se dispone a escribir
otro, y afirma que habrá de darle a mi casa mucha fama.
D1EGO
En
verdad pude figurármelo, que, según él teje sus fantasías, bien se advierte su
trato con las musas. Maese huésped, nada os digo. Cuidad de esa dama, que no ha
de pesaros. Yo he de tardarme poco. (Mutis don Diego por el portón, que
continúa abierto)
POSADERA
Menos
había de pesarnos si de aquí pronto la llevaran.
POSADERO
(Calla
tú ahora, que nada mejor podrás hacer. Cada uno a su hacienda, y no se hable más.
(A Constancica) Tú cuida de estar atenta, por si algo necesita esa mujer.
(Mutis los Posaderos por la primera izquierda. Constancica queda sola en escena)
CONSTANCICA
¡Válame
Dios! ¡Y que de esta suerte se pueda perder una doncella, sin que nadie les
vaya a la mano! ¡Y un semejante majagranzas ha de ser mirado y alabado! (Por la
puerta segunda derecha sale Rodrigo vestido de fraile y tapándose la cara con
la capucha)
RODRIGO
Alabado.
CONSTANCICA
¿Eh?
RODRIGO
Alabado
sea Dios.
CONSTANCICA
¡El
fraile! ¿Necesita algo, padre?
RODRIGO
Nada,
hija,
CONSTANCICA
¡Rodrigo!
RODRIGO
(Con
mucho misterio) ¡Chist!
CONSTANCICA
Pero...
RODRIGO
¡Chist!...
¡Chist! ¿Estamos solos?
CONSTANCICA
Pienso
que si.
RODRIGO
Lo sé
todo; el secuestro, los propósitos de don Diego y el nombre y condición de la
encerrada.
CONSTANCICA
¿Y vos
qué hacéis con esos hábitos sagrados?
RODRIGO
Son de
la carga que traía el borrico del fraile.
CONSTANCICA
Con
poco respeto le tratáis...
RODRIGO
La
intención es buena. Heme cubierto con estas sagradas vestiduras, para, sin
inspirar sospechas, ayudar a vuestros caritativos sentimientos de abrir la
jaula a la paloma. (Con misterio) Dios sabrá pagároslo. (Mostrándole una bolsa)
Y mi amo también.
CONSTANCICA
Guardad
vuestros dineros, señor fraile de mojiganga. ¿Qué vos pensáis entonces? ¿Acaso es
mi intención como mercancía en Zocodover? Sabed que si a mis sentimientos sólo
mirara, ya hace tiempo que fuera libre la cautiva.
RODRIGO
(Acercándose)
¿De veras lo de...? (Se pisa el hábito) ¡Cristo, que me mato!... ¿De veras lo
decís? ¡Oh, fregona caritativa, princesa de la escoba, reina del fogón!
CONSTANCICA
¡Ta,
ta, ta! Aparte, hermano fraile, que se escurre...
RODRIGO
¡No
mientes la frailería, ¡pardiez!, que, aunque visto de lana, no soy borrego!
CONSTANCICA
¡Qué
pena tendrán las pastoras!
RODRIGO
Con tal
de que tú lo fueras, yo, "be, be, be".
(Música)
RODRIGO
Si tú
fueras pastora,
yo
fuere corderito,
¡be,
beee!,
Triscara
por el prado,
travieso
y rizadito.
¡Be,
beee...!
CONSTANCICA
Si yo
fuera pastora,
tuviera
mi pastor,
¡be,
beee!,
que
tierno me arrullara,
que
amante me contara,
que
ardiente me pintara
las
ansias del amor.
¡Beeee...!
RODRIGO
¡Beeee...!
CONSTANCICA
Las ansias
del amor...
RODRIGO
¿Amor?
¡Terrible cosa!
¿Tú lo
has nombrado?
No lo
mientes, hermosa,
que es
gran pecado.
CONSTANCICA
¿Decís
que es gran pecado?
RODRIGO
De
perdición,
si no lo
salva un acto
de
contrición.
CONSTANCICA
¡Ay,
qué miedo me da!
¡Confesión,
confesión!
RODRIGO
El
infierno abrirá
para ti
su mansión.
CONSTANCICA
Padre
mío, ¡qué horror!
¡Yo
pequé! ¡Yo pequé!
RODRIGO
¡Si es
pecado de amor,
perdonarte
sabré!...
CONSTANCICA
¡Confesión!
(Rodrigo
coge una criba grande que habrá colgada en un rincón, se sienta en un banquillo
y pone el tamiz entre su cara y la de Constancica, que se ha arrodillado junto
a él en guisa de penitente)
RODRIGO
¿Tú
estarás arrepentida?
CONSTANCICA
Lo está
toda la vida
la que
a un galán oyó...
RODRIGO
¿Tú?
CONSTANCICA
¡Yo!
RODRIGO
Pues
ten mucho sentido,
que
alguna he conocido
que,
ante un galán rendido,
su
corazón abrió...
CONSTANCICA
¿Tú?
RODRIGO
¡Yo!
¡Y ya
no le cerró!...
CONSTANCICA
¡Ay!
¡Qué miedo me da!
¡Tu
perdón!
RODRIGO
Mi
perdón,
¡o el infierno
abrirá
para ti
su mansión!
(Rodrigo
la absuelve, y al ir ella a besarle la mano él intenta besarla en la cara, y
ella le da un bofetón)
(Hablado)
CONSTANCICA
No
olvidéis vuestra promesa. ¿Tan fea os parezco?
RODRIGO
No
recordéis mis cuitas, y satisfaced vuestros caritativos sentimientos. Traedme
acá a la hermosa Raquel. He de hablarla, en nombre de mi amo.
CONSTANCICA
Bien
quisiera. ¿No teméis por vuestra parte las iras de quienes aquí la trajeron?
RODRIGO
Ya he
dicho muchas veces que yo no temo nada ni a nadie. Soy bravo como el león; como
la serpiente, astuto; sanguinario, como el leopardo; valiente, como el... (Don
Diego, que ha vuelto por el portón, le pone una mano en un hombro, y Rodrigo da
un respingo) ¡ Canario! (Huye, pisándose el hábito, por la escalerilla)
DIEGO
¿Qué
hacía su reverencia?
¿No se
retira?
CONSTANCICA
(Aparte)
¡Don
Diego!
DIEGO
¿O es
que el corazón del fraile
también
se inflamó en secreto
por
vuestras gracias, cual todos,
y está
en sus encantos preso?
CONSTANCICA
Donosa
es, señor, la burla.
(Continúa
hablando bajo. Momentos antes ha salido el Huésped por la primera derecha)
HUESPED
Esta es
Constanza. Don Diego,
que ya
su nombre conozco,
enamorarla
en secreto
pretende,
y mozo de muías
se
finge para este objeto.
Falta
saber quién es ella,
que la
moza, a lo que entiendo,
tampoco
es lo que parece.
DIEGO
Cumplid
mi encargo. Aquí espero.
(Constancica
hace mutis por la escalerilla)
HUESPED
Hermano
mozo.
DIEGO
¿Señor?
HUESPED
Vuestra
inclinación comprendo.
DIEGO
(Muy
asombrado)
¿Por
Constanza?
HUESPED
Está a
la vista.
DIEGO
¡Ah!
¿Pensáis que...?
HUESPED
Así lo
pienso.
Y en
verdad que lo merece
la
fregona. "Yo confieso
que de
cuantas vi, y vi muchas,
ninguna
le iguala en mérito."
DIEGO
Señor,
por mi nombre os juro
que
jamás mi pensamiento
se fijó
en esta doncella.
HUESPED
Eso,
mozo, así lo creo,
como
que vos sois villano
y ella
fregona en Toledo.
(Mutis
el Huésped por la primera derecha)
DIEGO
Pues con ella, señor manco,
erráis,
pese a vuestro ingenio,
porque
fregona es la moza
como yo
soy caballero.
Mas, de
obstinaros en que ella
es la
mujer que yo quiero,
como
conviene a mi empresa,
os
dejaré en vuestro yerro.
(Raquel,
acompañada de Constancica, baja por la escalerilla. Constancica vuelve a hacer
mutis en seguida. Don Diego se acerca a Raquel, y ella le rechaza)
DIEGO
Sois
esquiva.
RAQUEL
Soy
honesta y os aborrezco.
DIEGO
Os
adoro y tengo medios para vencer vuestra resistencia.
RAQUEL
Triste
será el triunfo. Mi corazón jamás podrá perteneceros. Sois un villano.
DIEGO
Os amo.
RAQUEL
Yo
tendré quien me defienda.
DIEGO
Pues he
de haceros mía, de grado o por fuerza. No quiero afligiros más, pero esta noche
saldremos los dos de Toledo. ¡Maese huésped!
POSADERO
(Por la
primera izquierda) ¿Señor?
DIEGO
Cerrad
la puerta cuando salga. (Mutis don Diego por el portón del foro. El Posadero lo
cierra y hace mutis por la primera izquierda. Queda Raquel sola en escena)
(Música)
RAQUEL
La pena
me hace llorar,
consuelo
me da el amor,
que
sabe amor en el alma
mitigar
el dolor.
Hoy,
que sueño, enamorada,
mi
sueño es un ciego afán.
¡Quién
pudiera convertirlo
en
feliz realidad!
Si
saber Juan Luis pudiera
el
sitio de mi prisión,
por mi
libertad vendría
para
luchar por nuestro amor.
En mi
corazón vacío
hice un
altar para él.
¡Defenderle
y defenderse
sabrá
Raquel!
(Hablado)
(Por la
escalera baja Constancica)
CONSTANCICA
No
lloréis, hermosa doncella, que me partís el alma.
RAQUEL
Salvadme
vos, si sois tan caritativa cual lo parecéis.
CONSTANCICA
Os lo prometo.
Antes os hice bajar, contra vuestro gusto y el mío, por cumplir una orden. Pronto
os llamaré otra vez, y os juro que será mas de vuestro grado. ¿No sabéis?
Alguien que os interesa mucho logró averiguar vuestro encierro, y espera un
aviso mío cerca de aquí.
RAQUEL
(Ilusionada)
¿Decís verdad?
CONSTANCICA
Pronto
lo veréis. (Se oye tumulto fuera)
RAQUEL
¿Qué
ruido es ése?
CONSTANCICA
Serán
los mozos de muías y los músicos que don Diego previno, para mayor disimulo de
sus propósitos. Subid ahora a vuestro aposento y estad tranquila. (Constancica
acompaña a Raquel hasta los primeros peldaños de la escalera. Raquel hace
mutis. Por la primera izquierda salen los Posaderos. El Posadero abre el portón
del foro, por donde entran, con gran algazara, don Diego y los embozados, mozos
de mulas, mozas, etc., etc)
POSADERO
Por
aquí. Entrad, entrad, que la de hoy es noche de holgorio en el mesón del
Sevillano.
(Música)
CORO
"Entren,
pues, todos los ninfos
y las
ninfas que han de entrar,
que el
baile de la Chacona
es más
ancho que la mar." (1)
(1) Los
cantables entre comillas son de La ilustre fregona, de Cervantes.
DIEGO
Dadme
acá la guitarra, ventero,
y a las
mozas hagamos bailar.
Atended
a mi son, porque quiero
al
bailar que miréis lo primero
a los
pasos que os voy a tocar.
(Comienza
el baile)
CONSTANCICA
“El
brío y la ligereza
en los
viejos se remoza,
y en
los mancebos se ensalza
y sobre
modo se entona.
Que el
baile de la Chacona
encierra
la vida bona."
"Esta
a quien es tributaria
la
turba de las fregonas,
la
caterva de los pajes
y de
lacayos las tropas,
dice,
jura y no revienta
que, a
pesar de la persona
del
soberbio Zampapalo,
ella es
la flor de la olla,
y que
sólo la Chacona
encierra
la vida bona."
CORO
"El
brío y la ligereza", etc., etc.
(Hablado)
RODRIGO
(Saliendo
por la escalerilla, interrumpe la música) ¡Calla, borracho; calla, cuero;
calla, odrina, poeta de viejo, músico falso! ¡Cállate! ¡Brrr! (Vuelve a hacer
mutis. Todos se quedan de una pieza)
DIEGO
¿Quién
habló?
POSADERO
El
fraile parece.
EMBOZADO
2°
A fe
que tiene brío.
EMBOZADO
1º
¡Que
vaya al diablo!
GINESA
Id vos
primero, señor sobón.
EMBOZADO
1º
¡Calle
la princesa de la escoba!
MOZO
¡Aquí
no hay princesas, pero tampoco habrá bigardos!
EMBOZADO
1º
¿Eso a
mí? ¡Tomad! (Le da un puñetazo. El mozo le contesta con furia, y comienza una
verdadera batalla entre los mozos y los embozados. Don Diego no se queda corto
en ayudar a los embozados. Las mujeres huyen por todas partes. Constancica y la
Posadera hacen mutis por la escalerilla)
MOZAS
(Al
huir) ¡Ay, ay, ay!
POSADERO
¡Haya
paz, o lo echo todo a doce!
MOZO 1º
¡Cobardes!
EMBOZADO
1º
¡Toma
tú, señor valiente!
EMBOZADO
2º
¡No ha
de quedar uno!
MOZO 2º
¡Favor,
justicia!
DIEGO
¡Teneos
firmes, que ya son nuestros!
MOZO 1º
(A otro
mozo,) ¡Corre, Torote, que llevamos la peor parte! (Huyen los mozos por el
portón de entrada, foro izquierda. Quedan en escena don Diego, el Posadero y
los cuatro embozados)
DIEGO
Dejadles
ya. No tienen alma para mirar tranquilos el brillo de vuestros aceros.
EMBOZADO
1º
¿Y qué
hemos de hacer ahora, señor?
DIEGO
Esperadme
fuera. Yo también saldré; pero en la calle no acercaros a mí. Cuidad, sobre
todo, que no salga ninguna mujer de la posada, no sea si no que se nos escape
el pájara
EMBOZADO
2º
El
coche aguarda en Zocodover.
DIEGO
¿Y los
caballos?
EMBOZADO
1º
Prevenidos
están, así mismo.
DIEGO
A poco
de dar las doce, estad atentos a mi señal y entraréis conmigo.
EMBOZADO
1º
A
vuestras órdenes. (Mutis los embozados por el foro izquierda, el portón, que
continúa abierto desde que entraron los mozos, don Diego y los embozados, antes
de la Chacona)
DIEGO
Escuchad
vos ahora. Si esta noche logro mi propósito de sacar a esa moza de vuestra casa
sin que de ello se entere ni el aire, sabré recompensaros con tantos doblones
como pelos tenéis en vuestra cabeza. (El Posadero, desolado, se lleva la mano a
la cabeza; es totalmente calvo) O como pudierais tener.
POSADERO
¡Ah,
eso, bien!
DIEGO
¿No
tendréis miedo?
POSADERO
Horroroso,
señor. Si la Justicia llega…
DIEGO
Yo
sabré librarme de ella. (Don Diego hace mutis por el portón. El Posadero lo
cierra y hace mutis por la segunda derecha. Por la tercera derecha, o sea la
escalerilla, sale cautelosamente Constancica, cruza la escena de puntillas y se
acerca para atisbar a la puerta primera izquierda. Después vuelve sobre sus
pasos, y, cuando está cruzando la escena, nuevamente sale el Huésped por la
primera derecha, y le corta el paso)
HUESPED
Si vos
place, aguardad, noble señora...
(Constancica,
asombrada al oírse tratar así, reprime una carcajada)
Y si
tan grande habéis la gentileza
como mi
atrevimiento lo es ahora,
que le
escuchéis rendido aquí os implora
este
criado de vuestra grandeza.
CONSTANCICA
(Riendo)
Váyase
enhorabuena, señor mío,
que en
hidalgo cual vos, tan bien mirado,
más que
razón parece desvarío
tratarme
de grandeza y señorío.
La que
sirve no ha menester criado.
HUESPED
Digo
que yo me tengo como tal
y que
el vestido humilde que lleváis,
vuestra
cuna, señora, tapa mal,
pues
con él, por mi fe, que no lográis
ocultar
un origen principal.
Digo
también que vuestro enamorado
tan
receloso está de su persona,
que con
ropas de mozo disfrazado
quiere
pasar aquí por un criado,
mientras
vos parecéis una fregona.
Vuestra
beldad tomó muy bajo empleo
con
este oficio que de vos conozco;
mas lo
pone tan alto mi deseo,
que,
viéndole, señora, no le veo,
y,
conociéndole, le desconozco.
Digo
que cuando empiezo en la bajeza
de
vuestro humilde estado a reparar,
mi
pensamiento acuden a borrar
el
sosiego, el donaire y la belleza
con que
Nuestro Señor quiso adornar
vuestra
persona. Y doy en entender
que
tras desa corteza, su fulgor
clarísimo
se esfuerza en esconder
algún
brillante de tan gran valor,
que se
oculta a la luz por no querer
que el
sol se ofusque con su resplandor.
No sé
quién sois ni cómo aquí vinisteis;
sólo sé
que de aquí pronto saldréis,
y que,
esperando cerca, ya tenéis
al
galán venturoso que escogisteis,
que os
llevará donde mejor estéis.
CONSTANCICA
Es
lástima y muy grande, señor mío,
que de
verdad no fuera cosa real
eso de
ser yo dama principal
y nunca
un sueño de su desvarío.
Os juro
por mi nombre que soy tal
como
parezco. Ved que quien tenía
la
intención de ocultarse disfrazado,
por mí
no viene, que antes ha robado
a otra
mujer en cierta espadería,
para
guardarla aquí, mal de su grado.
Si,
para asegurar esto que digo,
lo que
es más cierto conocer queréis,
desde
aquel escondrijo, bien podéis
de
cuanto aquí suceda ser testigo
sin que
nadie sospeche.
HUESPED
Pretendéis
engañarme,
mas quiero obedecer.
CONSTANCICA
Pues
vuestras impaciencias demorad,
aquí
escondeos, desde aquí mirad,
y antes
de un hora no podréis tener
ninguna
duda. La única verdad
es que,
siendo villana, en noble empresa,
como
dar libertad a una cautiva,
cuando
llegasteis a emplearme iba.
¡Esa
acción sí que es digna de princesa!
HUESPED
¡Y,
como una princesa, sois altiva!
(El
Huésped hace mutis por la primera izquierda. Constancica se acerca a la
escalerilla del foro derecha, y llama)
CONSTANCICA
Rodrigo...,
Rodrigo...
RODRIGO
(Dentro)
¿Duermen ya todos?
CONSTANCICA
Baja
aquí. (Rodrigo baja a la escena) La fechoría tienen preparada para esta noche;
pero hasta las doce no será. Mi señor tío y amo espera la hora en su aposento,
creyéndonos a todos recogidos.
RODRIGO
¡Ah,
miserables, cuando yo los coja!
CONSTANCICA
¡Más
bajo!
RODRIGO
(Muy
bajo, pero accionando mucho) ¡Miserables!
CONSTANCICA
¿Y tu
señor?
RODRIGO
En la
calleja espera.
CONSTANCICA
Hazle
entrar por la ventanuca, que por el portón podría ser visto de esos
malandrines.
RODRIGO
Trayendo
mi amo su tizona al cinto, ninguno de ellos puede llegarle a la suela del
zapato.
CONSTANCICA
¡Chist!
¡Te he dicho que más bajo!
RODRIGO
¿Más
bajo que la suela?
CONSTANCICA
No
chancees y haz lo que te digo.
RODRIGO
Corro a
ello. (Inicia el mutis por la primera izquierda. En la misma puerta da un
alarido de terror) ¡¡Ah!!
CONSTANCICA
¡Chist!
¿Qué es?
RODRIGO
¡Un
hombre! ¡Un hombre! ¡Allí hay un hombre escondido!
CONSTANCICA
No es
enemigo, calla. Deja de alborotar y haz lo que te digo. (Rodrigo hace mutis.
Constancica sabe por la escalerilla y entra en el cuarto de Raquel. Queda la
escena sola)
(Música)
(Entra
Juan Luis por la primera izquierda)
JUAN
LUIS
Mujer
de los negros ojos,
la de
la trenza morena.
Mujer
de los labios rojos
como la
flor del amor.
Mujer
de perfil gitano,
que
tiene sangre agarena...
¡Mujer
de cuerpo pagano,
eres
llama, verso y flor!
Raquel,
tras
destos muros prisionera,
mi amor
de tu
prisión viene a librarte.
¡Mujer,
el que
te dio su vida entera,
morir
sabrá
por ti para salvarte!
(Por la
escalerilla bajan Raquel y Constancica)
(Hablado)
RAQUEL
Marchaos,
señor, marchaos. Esta es una cueva de malhechores. Capaces serían de quitaros la
vida.
JUAN
LUIS
¿En qué
mejor empresa podría perderla?
RAQUEL
Guardadla
para mí.
JUAN
LUIS
Ya es
tuya para siempre. Mira con qué afán he de mirar por ella. (Asoma Rodrigo por
la primera izquierda)
RODRIGO
Señor,
la do-do…
JUAN
LUIS
¿Qué
hablas ahí?
RODRIGO
Las
do-do..., que las do-do..., que van a dar las doce. (Se pisa el hábito al huir)
¡Par-pardiez con el hábito! (Se lo recoge por delante) Como ellos suelen tener
el vientre tan orondo, me sobra una legua por delante. (Mutis)
JUAN
LUIS
Vuelve
a tu estancia y está tranquila. No temas, que, pase lo que pase, llegaré a
tiempo.
RAQUEL
En vos
confío. (Raquel sube por la escalerilla, y Juan Luis hace mutis
precipitadamente por la primera izquierda. Constancica coge el velón que estará
sobre la mesa de la izquierda, y otro que habrá sobre el arcón del foro, y hace
mutis por la escalerilla. Queda la escena muy oscura, alumbrada únicamente por
el velón que continúa sobre la mesa de primer término derecha y la luz de la
luna)
(Música)
(No hay
nadie en escena. La orquesta ataca una suave melodía descriptiva: los ruidos de
la noche en Toledo. Por la primera izquierda sale lentamente el Huésped)
HUESPED
(Recitando sobre música)
"Pintura
sobre pintura",
traiciones
y encrucijadas;
raptos,
celos, cuchilladas,
misterio,
amor, aventura...
(Desde
la calle llega, confusa y triste como un lamento, la voz de un pregonero)
PREGONERO
(Dentro)
Una
limosna dejad
para
hacer bien por el alma
del que
van a ajusticiar.
HUESPED
Mezcla
admirable y extraña...
Místicos,
y aventureros,
y
poetas, y guerreros.
¡Es
Castilla... y es España!
(Hace
mutis por la primera derecha, y vuelve a salir en seguida con tintero,
pergaminos y plumas de ave. Pausa. La orquesta glosa el motivo de la obra, que
se extingue, poco a poco, a lo lejos. Suenan lentas y sonoras las campanadas de
las doce en la Catedral)
Al
sonar de su campana,
sabe
hablar al corazón,
con
voces de tradición,
la
Catedral toledana.
(Pausa.
Se sienta ante la mesa de la derecha en actitud de escribir)
Toledo,
solar hispano,
crisol
de la raza ibera,
¡dichoso
aquel que naciera
español
y toledano!
¡Oh,
Toledo, si yo puedo,
para tu
honor y mi gloria,
he de
escribir una historia
en un
mesón de Toledo!
(Queda
pensativo; el codo en la mesa, y la mano en la frente. Mientras concluye el
número de música permanece inmóvil en esta postura)
(Hablado)
(Llaman
al portón. Al oírlo, el Huésped se levanta y hace mutis precipitadamente por la
primera derecha, dejando sobre la mesa el tintero, la pluma y los pergaminos.
Por la segunda derecha sale el Posadero con un velón, que deja encima de la
mesa de la izquierda. Vuelve a aumentar la luz de la escena. El Posadero abre el
portón, por donde entran, sigilosamente, don Diego y los cuatro embozados. Don
Diego viene ya con su traje de caballero)
DIEGO
¿Reposa
todo el mundo en la posada?
POSADERO
Así lo
creo, señor.
DIEGO
Cerrad
pronto y dejadnos el campo libre.
POSADERO
Pero...
DIEGO
Obedece.
(Mutis el Posadero por la segunda derecha) Tomás y Miguel, vigilad aquí.
Vosotros subid conmigo. (Cuando se dispone a subir, sale Rodrigo por la primera
izquierda)
RODRIGO
(Aparte)
Aquí de mi encargo. ¡Dios me valga! (Se persigna y se dirige a don Diego
resueltamente) Santas y buenas.
DIEGO
¡Maldito
fraile!
EMBOZADO
1º
¿Queréis
que lo eche a cintarazos, señor?
DIEGO
Esperad.
RODRIGO
(Aparte)
¿Qué estarán tramando, San Pedro?
DIEGO
Tarde
se recoge su paternidad.
EMBOZADO
1º
Tarde.
EMBOZADO
2º
Tarde.
RODRIGO
¿Tar-tar-tarde?
¿Es tarde? No es tarde. Regular de tarde.
DIEGO
¡Tarde!
EMBOZADO
1º
¡¡Tarde!!
EMBOZADO
2º
¡¡¡Tarde!!!
RODRIGO
Tarde,
tarde, tarde. (Pausa. Rodrigo está cada vez más confuso. Don Diego se le queda
mirando fijamente) ¡Je, je! (Aparte) ¿Dónde me dará la primera? (Se pisa el
hábito)
DIEGO
Os
pisáis el hábito.
RODRIGO
Es que
no lo tengo.
DIEGO
¿No
tenéis qué?
RODRIGO
Que no
tengo hábito, costumbre, vamos, de andar a estas horas...
DIEGO
Es
natural. ¿A qué hora se recogen sus paternidades en el convento?
RODRIGO
A
las... A las... No tenemos hora fija... Los hay que no se recogen. (Se levanta el
hábito para no pisárselo) Yo sí me recojo. (Aparte) ¿A qué hora me recogerán a
mí?
EMBOZADO
1º
¿Y os
vais a pasar en pie la noche?
RODRIGO
Según
me dé. (Aparte) Sí; porque como me dé con todas sus fuerzas, me tienden para
"in eternum".
DIEGO
Este fraile
no parece el que llegó antes. (Se dirige a él)
RODRIGO
(Aparte,
aterrado) Llegó mi hora, llegó mi hora. "Padre nuestro..."
DIEGO
Decid,
padre mío...
RODRIGO
(Maquinalmente)
Nuestro, nuestro...
DIEGO
¿Eh?
RODRIGO
Nuestro,
que estás en los cielos...
DIEGO
¿Qué
decís?
RODRIGO
Rezo.
DIEGO
¿Ahora?
RODRIGO
Cualquiera
es buena para dirigirse al Señor.
DIEGO
Este
fraile es de figurón.
EMBOZADO
1º
Bien
hacéis en rezar, que los demonios rondan por los mesones en las noches
toledanas.
RODRIGO
(Con expresión
indefinible) ¿To-toledanas?
EMBOZADO1º
Sí.
RODRIGO
Sí.
(Aparte) ¡Qué noche!
DIEGO
¿Qué
decís entre dientes?
RODRIGO
Yo por
!a noche no digo nada.
DIEGO
¿Y por
la mañana, qué decís?
RODRIGO
Misa.
Por la mañana digo misa. ¿Y vos?
DIEGO
Yo digo
que así decís vos misa como yo canto maitines, y que ni sois fraile ni cosa que
lo valga, sino un bigardo malsín a quien no sé si dar una vuelta de cintarazos
o dejarle por lástima.
RODRIGO
Dejadme,
¿Para qué os vais a molestar?
DIEGO
¿Quién
eres?
RODRIGO
¡Señor,
yo...!
DIEGO
(Zarandeándole)
¿Quién eres, miserable?
RODRIGO
¡Quien
a vos plazca, soltad! (Aparte) Ya ni sé quién soy. (Suenan recios golpes en el
portón de entrada)
VOZ
(Dentro)
¡Abrid a la Justicia!
DIEGO
¡Maldición!
EMBOZADO
1º
La Justicia.
EMBOZADO
2º
¡Perdidos
estamos!
DIEGO
Por eso
demoraba nuestro intento. Tal era su misión.
RODRIGO
¡Juro
que no! ¡Juro que no!
DIEGO
No hay
escape. Caeremos en sus manos, pero tú no has de" verlo. (Todos le rodean,
golpeándole)
EMBOZADO
1º
No le
valdrán los hábitos. (Llaman nuevamente al portón)
EMBOZADO
2º
¡Bellaco!
EMBOZADO
1º
¡Traidor!
DIEGO
¡Has de
pagar tu engaño!
RODRIGO
¡Perdón,
perdón, perdón! Si me soltáis, yo sabré salvaros.
EMBOZADO
2º
¿Cómo?
(Le sueltan, y él hace mutis por la segunda derecha, volviendo a salir
inmediatamente con los serones del borrico que trajo el fraile auténtico)
DIEGO
No le
hagáis caso, que será otra añagaza.
RODRIGO
¡Juro
que os salvo! (Señalando a los serones) ¡Pronto! ¡Poneos esos hábitos!
EMBOZADO
1º
¿Eh?
DIEGO
¡Excelente
idea! Pronto. (Los embozados y don Diego se visten los hábitos
precipitadamente. Fuera continúan llamando cada vez más fuerte)
VOZ
¡Abrid
a la Justicia! (Sale el Posadero por la segunda derecha)
POSADERO
Señor,
somos perdidos.
DIEGO
Aguarda,
antes de abrir. Cuando entren, sólo han de encontrarse con una comunidad de
pacíficos disciplinantes.
RODRIGO
(Aparte)
¿Disciplinantes? ¡Je, je! Ya veréis lo que os dura la alegría. (El Posadero
abre el portón. Entran cinco corchetes)
CORCHETE
¡Ténganse
todos! ¿Qué es esto? ¿Frailes?
POSADERO
Ya lo
ve vuestra merced.
RODRIGO
Arrodillaos,
hermanos, y oremos. (Todos le obedecen) Ha llegado la hora de mortificar nuestros
cuerpos pecadores. (Coge un vergajo que habrá colgado de la pared y le atiza a
don Diego un latigazo formidable en la espalda) Disciplinémonos. ¡Zas!
DIEGO
¡¡Ah!! Pero
¿qué hacéis?
RODRIGO
Es para
que no sospechen. (Al embozado primero) Ulcerémonos. ¡Zas!
EMBOZADO
1º
¡¡Ay!!
RODRIGO
(A don
Diego, nuevamente) Lacerémonos. ¡Zas!
DIEGO
¡¡Vive
Dios!!
RODRIGO
(Al
embozado segundo) Mortifiquémonos. !Zas!
EMBOZADO
2º
¡¡Ah!! (El
Huésped sale por la primera derecha, y Constancica y tí aquel, por la escalera)
CORCHETE
¿Entonces
son sólo frailes?
RODRIGO
Ahora
les estoy haciendo cardenales. Desollémonos. ¡Zas!
EMBOZADO
3º
¡Maldición!
(Por el foro izquierda llega Juan Luis)
JUAN
LUIS
¿Qué es
esto?
RODRIGO
La
degollación de los Inocentes. Aquí los tenéis, señor. (A los corchetes) Estos
son los malvados que buscabais. ¡Pardiez, cómo abriga la estameña! (Se quita el
hábito)
DIEGO
¡Ah,
traidor! (El Posadero, por lo que pudiera ocurrir, hace mutis por la primera
izquierda)
JUAN
LUIS
(A los
corchetes) He aquí al conde don Diego de Peñaloa. Cumplid las órdenes que
traéis.
CORCHETE
Daos
preso.
DIEGO
Esta es
una felonía que ha de aclararse.
CORCHETE
Mientras
se aclara, hacedme la merced de acompañarnos.
RODRIGO
Pero
dejen los hábitos, que era un préstamo solo.
CONSTANCICA
(Al
Huésped) ¿Qué decís ahora, señor? ¿Venía por mí el fingido mozo de muías, y era
yo la gran señora que pensabais?
CORCHETE
Marchemos
ya. (Los corchetes se llevan a los embozados y a don Diego)
RODRIGO
Llevadlos,
llevadlos. ¿Pensaron que era orégano todo el monte? (Inicia el mutis)
JUAN
LUIS
¿Adonde
vas, Rodrigo?
RODRIGO
A
despertar al fraile verdadero. A cambio de lo que pasé esta noche, voy a
pedirle que me cambie la penitencia. Renuncio para siempre a las Feas (Contemplando
amorosamente a Constancica) ¡Ay, San Pedro! (Mutis por la escalera)
JUAN
LUIS
Ya eres
libre, Raquel de mi alma. Tu padre nos espera impaciente.
RAQUEL
¿Y
después?
JUAN LUIS
Después,
mía para siempre.
RAQUEL
¡Mi
Juan Luis!
JUAN
LUIS
Vamos
pronto. (Raquel, en silencio, y con gran emoción, abraza fuertemente a
Constancica, y después hace mutis con Juan Luis por el foro izquierda. El
Huésped, entretanto, se ha sentado ante una de las mesas y se dispone a
escribir. Constancica, después del mutis de Raquel y Juan Luis, coge el velón e
inicia el mutis, pero antes de subir a su aposento se detiene junto al escritor
con el velón en alto. Cuadro. Pausa breve)
CONSTANCICA
¿Pues
ahora, señor, qué hacéis?
HUESPED
Ningún
momento mejor
para
empezar mi labor.
CONSTANCICA
¿Y qué
es lo que escribiréis?
HUESPED
Vas a
saberlo, curiosa.
Escribo,
Constanza hermana,
la
historia de una villana
tan
honesta y tan hermosa,
que,
aunque nació en baja esfera,
por
gran dama la tomé.
Yo haré
creer que lo fue
a la
gente venidera.
CONSTANCICA
(Con
ilusión)
¿La
historia de mi persona?
HUESPED
Y el
título tengo ya.
CONSTANCICA
¿Pues
cómo se llamará,
señor?
HUESPED
"La
ilustre fregona".
TELON
Información
obtenida en:
https://archive.org/details/elhuespeddelsevi477guer
obra magistral tanto en música como en canciones y la obra argumental extraordinaria
ResponderEliminarrepresenta el honor de las tierras de Castilla honor y gloria de nuestra España
Muchas gracias Juan por tu comentario.
ResponderEliminarUno de los grandes de la Zarzuela Jacinto Guerrero.
Si en algo te puedo ayudar no dudes en decírmelo.
Saludos
Fernando
Es curioso que aparezca Delfín Pulido en el papel de Juan Luis en el reparto del estreno, porque quien cantó ese papel en realidad fue el tenor mexicano Ricardo C. Lara (del cual hay, además, grabación discográfica junto a Selica Pérez Carpio). De Lara tuvo problemas con el papel en el estreno y fue sustituido por Delfín Pulido en las siguientes funciones. ¡Un saludo cordial!
ResponderEliminarEfectivamente también he leído que Ricardo C. Lara tuvo problemas en el estreno y decidieron sustituirlo por Delfín Pulido.
EliminarSaludos y gracias por el comentario
Fernando