LA
CANCION DEL OLVIDO
Zarzuela
en un acto dividido en cuatro cuadros, en verso y prosa.
Libreto
de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw.
Música
de José Serrano.
Estrenada el 17 de Noviembre de 1916 en el Teatro Lírico de Valencia.
Estrenada el 17 de Noviembre de 1916 en el Teatro Lírico de Valencia.
REPARTO (Estreno)
Rosina
– Conchita Gil.
Flora
Goldoni – Amparo Martí.
Casilda
- Sra. Gorgé.
Una
invitada / Un paje de Flora – Srta.
Vilaplana.
Leonello
– José Sala.
Toribio
– Patricio León.
Sargento
Lombardi – Pepe Caballer.
Pietro
– Ricardo Iturbi.
El
Hostelero - Sr. Tomás.
Paolo
– Manuel Vivas.
Sainati
– Sr. Montó.
Invitadas,
invitados, músicos, soldados, servidumbre.
La
acción, en Sorrentinos, imaginaria ciudad del reino de Nápoles. Año 1799.
CUADRO PRIMERO
Escena
dividida. A la izquierda, ocupando la mayor parte del escenario, una plaza de
Sorrentinos. A la derecha, primer término, aposento pequeño de una hostería que
tiene una puertecilla practicable al foro y una ventana que da a la plaza,
velada por una celosía. Este aposento está amueblado con una mesita y tres
sillas. Sobre la mesa, libros ú otros objetos. En la plazuela, a la derecha segundo
término, la citada hostería con una puerta y sobre ella una inscripción que
dice: «Hostería del Ganso». Debajo de la inscripción, el emblema de la casa,
que consiste en un ganso de toscas líneas, y a su lado un farol. En último
término de la derecha, calle paralela a la batería, chaflán de una casa y otra
calle prolongándose hacia el foro oblicuamente. A la izquierda, en primer término,
una calle, y desde ella parte diagonalmente hacia el foro, la verja del jardín
de Flora Goldoni. Hacia la mitad de la verja, una puerta practicable, y sobre
ella, arbolado. Delante de la hostería varias mesas y algunas banquetas
alrededor de ellas. Es por la tarde y anochece poco a poco. Derecha e
izquierda, las del actor.
Al
levantarse el telón aparece el Sr. Sainati, viejo ridículo y junto a la ventana
de la hostería, intentando descubrir el interior. En el mismo instante sale el
hostelero.
HOSTELERO
¡Caramba,
Sr. Sainati! ¿Vos aquí?
SAINATI
Imponiéndole
silencio. ¡Chist!
HOSTELERO
No
se ve nada, ¿eh?
SAINATI
Misteriosamente.
Nada.
HOSTELERO
Como
que no está la princesa. Vos habréis dejado a vuestra esposa en San Cayetano,
como de costumbre, y ¡a ver a la princesita!
SAINATI
Es
encantadora.
HOSTELERO
Pues,
sentaos, sentaos que pronta volverá de su paseo.
SAINATI
No,
no puedo. Volveré. Ahora tengo prisa.
HOSTELERO
Esas
cuarenta horas duran tan pocos minutos.
SAINATI
Es
un dolor, maese.
HOSTELERO
Pues
no descuidéis el asedio, porque tenéis muchos competidores y alguno os lleva la
ventaja de ser soltero. Si al menos enviudarais.
SAINATI
¡Pídeselo
a Dios! Plasta luego. Le da una moneda al hostelero y hace mutis por el foro.
HOSTELERO
¡Bendita
la hora en que vino a mi casa esta princesa! Si durara un par de meses me
hacían rico sus cortejos. Limpia las mesas con un paño mientras por la derecha
entra Toribio con un arpa sobre los hombros. Sus cabellos y barbas, en
desorden, denuncian su miserable estado. Su nariz chata, sus ojos torcidos, su
frente cóncava, sus orejas grandes y vueltas, todo su rostro, en fin, atestigua
que no desciende directamente de Adonis. A paso ligero llega Toribio a la
batería y se encara con el público.
TORIBIO
¡Qué
hermoso! ¡Qué consolador espectáculo! Llegar a los porches, atisbarme el arpa,
caer sobre mí una legión de galanes y encargarme quince serenatas para esta
noche, fue cuestión de un instante. Toribio: no hay serenatero que te amilane.
Fijándose en la hostería. Hostería del Ganso. ¡Caramba, qué mal pintado está
ese volátil! Llamando la atención al hostelero. ¡Chist! ¿Quién ha hecho el
ganso?
HOSTELERO
¿Está
mal?
TORIBIO
No,
está graznando.
HOSTELERO
Es
mi amuleto. Bajo su amparo pienso hacer mi suerte. Sigue limpiando y en este
momento habla hacia el interior del albergue. Gabriel: mira los asados.
TORIBIO
Aparte.
¡Ya lo creo que hace su suerte! Porque dentro de un par de siglos, donde hoy
está el ganso estará mi efigie, con una lápida que diga: «Aquí comió el insigne
músico Toribio Clarinetti. Nota: Se fue sin pagar. Por más que la nota huelga,
porque ya la habrán puesto en todas las hosterías de Italia.
HOSTELERO
Aparte.
¿Que rondará este pájaro? Por la izquierda llega Flora Goldoni, elegantemente
ataviada, seguida de una doncella. Cruza la escena, se detiene ante la puerta
de la verja y llama, tirando de una cadena. Un paje sale y abre la puerta.
Flora y la doncella entran en el jardín, y desaparecen.
TORIBIO
¡San
Toribio! Esta debe ser la Gobernadora. Descuélgase el arpa y se dispone a
tocar. ¡Sería la primera gobernadora que no me pagara la cena!
HOSTELERO
¿Tú
sabes quién es ésa?
TORIBIO
No;
pero mi mujer no es.
HOSTELERO
Claro.
Es Flora Goldoni, la cortesana más conocida de Sorrentinos. Y tu mujer no será
una cortesana.
TORIBIO
¡Qué
va a ser, si es muy fea!
HOSTELERO
Y
será honrada.
TORIBIO
Es
muy fea y basta.
HOSTELERO
Conque
cuélgate el instrumento y ¡marchen!
TORIBIO
¿Marcharme
en la noche de las serenatas? ¡Ja, ja! Precisamente este año, copo. Saca un
papel de grandes dimensiones.
HOSTELERO
¿Qué
es eso?
TORIBIO
Las
serenatas contratadas para hoy. De nueve a nueve y media: a la hija del
procurador Borelli. Música apasionada y meliflua. De nueve y media a diez: a la
sobrina del Abate Rapallo. Mística. De diez a diez y veinte: a la esposa del
general Bombón. Dulce Y así hasta las dos.
HOSTELERO
¡Buen
negocio!
TORIBIO
¿Tú
crees que he venido de Roma para marcharme de vacío? Además, esta noche voy a
estrenar un raconto compuesto por mí, que va a ser un acontecimiento.
HOSTELERO
¿Y
para quién es esa joya?
TORIBIO
¡Ah!
¡He ahí el problema! Como yo no conozco a nadie y es algo atrevidillo.
HOSTELERO
Pues
¡ojo con el general!
TORIBIO
¿Muerde?
HOSTELERO
Quizá.
Y además está siempre borracho.
TORIBIO
No
le va el raconto. Le va mejor una melopea. Repasando la lista, ¿Y el abate? ¿Qué
tal?
HOSTELERO
¡Ah!
Ese es un buen hombre.
TORIBIO
¿Un
buen hombre? Decididamente le toco el raconto a la sobrina del abate.
HOSTELERO
Y
te dará una buena propina.
TORIBIO
Falta
hace, hijo mío, porque lo que es ahora. (Bostezando)
HOSTELERO
¿Estás
a la cuarta pregunta?
TORIBIO
¡A
la novena!
HOSTELERO
Pues
yo estoy autorizado por la princesa Ferratta, que es mi huésped, para dar de
comer a todos sus paisanos pobres.
TORIBIO
¡Oh,
ángel anunciador con mandil! ¡Ven a mis brazos!
HOSTELERO
Tú
la recordarás, si eres de Roma.
TORIBIO
¿Que
si la recuerdo? Aparte. Pues no la recuerdo. Alto. Así. Indicando una pequeña
estatura. Así me ha conocido.
HOSTELERO
¡Si
es mucho más joven que tú!
TORIBIO
No
importa. Pero mil veces me ha visto a la puerta de su palacio así: ¡en
cuclillas!
HOSTELERO
Y
dime: ¿tú sabes algo de su historia?
TORIBIO
¿Su
historia? ¡Al dedillo!
HOSTELERO
Cuenta,
cuenta..... ¿Es soltera, ó casada?
TORIBIO
Casada.
Aparte. ¡Ya la casé!
HOSTELERO
¿Y
cómo no va con ella el príncipe?
TORIBIO
El
príncipe no va a ninguna parte.
HOSTELERO
La
princesa tiene en su rostro un sello de nobleza.
TORIBIO
En
cambio a él se le despega el sello. Es un patán. Aparte. ¡Cómo le estoy
poniendo!
HOSTELERO
¡Y
qué mujer tan singular! Vino hace una semana, alquiló el palacio Marinelli y,
sin embargo, vive en mi hostería.
TORIBIO
Es
muy caprichosa.
HOSTELERO
¡Chist!
¡La princesa!
TORIBIO
Mirando
hacia la derecha. No la he visto en mi vida. Sale Rosina, seguida de Casilda. Ambas
cruzan la escena en silencio y entran en la hostería.
HOSTELERO
Me
extraña que no se haya fijado en ti.
TORIBIO
¡El
orgullo, que se la come! Medio mutis del hostelero. ¡Eh! Pásale la cuenta a mi
paisana y sírveme una gallina.
HOSTELERO
Volando.
Entra en la hostería al mismo tiempo que aparecen en el aposento de la
izquierda Rosina y Casilda.
ROSINA
Llama
al patrón. Casilda sale.
TORIBIO
Colocando
el arpa junto a una pared y sentándose. Mi regio colega David tocaría el arpa
mejor que yo; pero no le sacaría más jugo.
CASILDA
Entrando
con el hostelero. Aquí está.
HOSTELERO
Señora...
ROSINA
¿Ha
venido el capitán Leonello?
HOSTELERO
No
tardará, porque es mi parroquiano más asiduo. ¿Queréis que le diga?
ROSINA
¡Líbrete
Dios! No le dirás mi nombre aunque te lo pague a peso de oro.
HOSTELERO
Como
queráis.
ROSINA
¿Sabes
qué le trae a la hostería?
HOSTELERO
Los
amoríos de una cortesana que vive ahí en frente.
ROSINA
¿Cómo?
¿Está enamorado?
CASILDA
Señora:
no nos importa.
ROSINA
Es
cierto; pero, por curiosidad... pura curiosidad.
HOSTELERO
El
capitán Leonello no se enamora de nadie. Vino de la campaña de Roma pocos días
antes que vos y ya le he conocido cuatro aventuras. No tiene corazón.
ROSINA
¡Por
vida!
CASILDA
Señora,
¿qué decís? ¿Verdad que es muy gracioso?
ROSINA
Reprimiéndose.
¡Oh, sí! Graciosísimo, graciosísimo. Al hostelero. Puedes retirarte.
HOSTELERO
A
vuestros pies. Haciendo mutis y aparte. Graciosísimo que no te ha hecho ninguna
gracia. Sale.
CASILDA
Señora:
vais de imprudencia en imprudencia.
ROSINA
Tienes
razón.
CASILDA
¿No
estáis contenta con abandonar vuestro país por seguir a ese hombre? ¿Con
habitar este albergue humilde? ¿Con sentir amor por quien no os conoce? ¿Por
quién no merece vuestra pasión? ¿Necesitáis que todo el mundo se entere, que se
hable de vos, que llegue a oídos del capitán y os confunda con esas meretrices?
HOSTELERO
Saliendo
de la hostería. Me has dicho que una gallina, ¿verdad?
TORIBIO
Sí,
hombre... Y creo recordar que me la ibas a traer volando.
HOSTELERO
Corriendo.
Mutis.
CASILDA
¿Qué
me decís, señora?
ROSINA
¡Que
me indigna que tengas razón! Pero es irremediable. Tú eres ya vieja y no puedes
recordar el efecto de un capitán valiente en un corazón de veinte años. El
hostelero sale de la hostería con plato y cubierto para Toribio. Durante la
siguiente conversación sale por el foro el Sr. Sainati, dando el brazo d su
señora. Así que le ve el hostelero, le hace signos de que la princesa ha
llegado. Sainati, azoradísimo, procura hacerse el distraído y extrema sus
ademanes para que el hostelero calle. Sainati y su señora hacen mutis por la
izquierda y el hostelero entra en su casa.
CASILDA
¡Veinte
años locos!
ROSINA
Si
al capitán Leonello le traen aquí, ¿qué hacer sino seguirle?
CASILDA
Pero
reparad en que una señorita huérfana, viajando sola, fingiendo un nombre,
gastando sin tino.
ROSINA
¿Y
en qué voy a gastar que más lo merezca?
CASILDA
Además
¿vais a confesar a ese loco vuestro cariño?
ROSINA
Eres
una boba, Casilda. Con dinero y verdadero amor no hay nada imposible. El
capitán debe venir a mí, debe quererme.
CASILDA
Pero,
¿cómo, si es un bigardo?
ROSINA
Aún
no lo sé.
TORIBIO
Imitando
el canto del gallo ¡Ki ki ri kiii...!
ROSINA
¿Qué
es eso? Asomándose por la celosía de la ventana. Es un músico.
CASILDA
¿No
lo conocéis? Toribio Clarinetti, el más fino bergante de Roma. Y me parece que
es de los que comen por vuestra cuenta, lo cual es otro despilfarro.
(Mutis
de Rosina y Casilda por la derecha)
TORIBIO
¡Ki
ki ri kiii!
HOSTELERO
Saliendo
con un guisado ¿Qué haces, imbécil?
TORIBIO
Hombre,
¡A ver si venía la gallina!
HOSTELERO
Aquí
la tienes.
TORIBIO
¡Pobrecilla!
¡Qué aburrido lo va a pasar en un estómago tan solitario! Salen el capitán
Pietro y el caballero Paolo por la derecha.
HOSTELERO
Señores
¡Tanto honor para mi casa!
PIETRO
¡Hola,
maese! ¿No vino el capitán Leonello? Me extraña.
PAOLO
Y
la paloma, ¿vino?
HOSTELERO
Ya
hace un rato.
PAOLO
Pues
el gavilán está al caer porque suele ser puntual.
HOSTELERO
Viendo
aparecer a Leonello, que sale por la izquierda, mirando distraídamente al
jardín de FLORA ¡Puntualísimo!
PAOLO
El
cazador cazado: fábula.
LEONELLO
¡Hola,
murmuradores! Abrazando a los dos. Os permito hasta que os riáis.
PAOLO
Como
que esa no quiere más que nobleza.
PIETRO
Y
metales.
LEONELLO
Contoneándose.
Los acontecimientos se atropellan.
PAOLO
¿Ah,
sí?
LEONELLO
Desde
ayer es cosa hecha.
PAOLO
¿De
veras?
LEONELLO
¡Cuando
yo os lo digo!
(Música)
LEONELLO
Junto
al puente de la Peña
por
la noche la encontré,
y
su guante chiquitito
le
cayó a los pies.
Por
si un reto me lanzaba,
recogí
su guante yo,
y
en su mano bella
puse
un beso de pasión,
¡porque
al verla no se puede
resistir
la tentación!
Por
los calles solitarias,
embozado,
la seguí,
esquivando
las malicias
de
la gente ruin.
Y
acercándome galante
mis
respetos la ofrecí.
(Simulando
el diálogo)
—Perdonad...
—Por
favor…
—Atended
—¿Qué
decís?
—Que
os adoro…
—¡Callad!
No
decídmelo así…
Y
escuchando su voz
yo
pensé: ¡Qué infeliz!
«Mujer,
primorosa
clavellina
que
brindas el amor,
yo
soy caminante
que
al pasar
arranca
las hojas de la flor
y
sigue adelante
sin
recordar
tu
amor…»
Salen
Rosina y Casilda al aposento; la primera se abalanza a la celosía, siguiendo
con gran interés la relación del capitán.
A
la dueña que la sirve
con
dinero soborné,
y,
admirada de mi rasgo,
saludó
y se fue.
Y
al decir la cortesana:
«Caballero,
que
yo espero
a
mi galán,
en
mi fiel acero
puse
mano, sin dudar,
¡que
mi espada se enardece
con
la sombra de un rival!
Convencida
y conquistada,
en
mi brazo se apoyó,
y
escuchaba mis embustes
llena
de ilusión.
Al
llevarla a su palacio
mis
finezas repetí:
(Simulando
el diálogo)
—¡Dulce
bien!
—Me
engañáis…
—No
acostumbro a mentir.
—¿Volveréis?
—¿Cómo
no?
—Ya
veré si fingís
Y
dejándola ya
de
su amor me reí
«Mujer,
primorosa
clavellina
que
brindas el amor,
yo
soy caminante
que
al pasar
arranca
las hojas de la flor
y
sigue adelante
sin
recordar
tu
amor »
(Hablado)
PIETRO
Un
buen trago de vino para que no se malogre la aventura.
LEONELLO
Sea.
¿Ha venido el sargento Lombardi?
HOSTELERO
No,
capitán,
LEONELLO
¿Nadie
ha preguntado por mí?
HOSTELERO
Nadie
Es decir.,.. Bajando la voz. Ha preguntado una de mis huéspedes: la más
hermosa, la de más alcurnia.
LEONELLO
Engallándose.
¿Lo oís? ¿Y qué, y qué?
HOSTELERO
No
os puedo decir más. ¿Queréis Falerno?
PAOLO
Sí,
Falerno.
LEONELLO
Y
di a tu huésped que, en concluyendo con la Goldoni, podrá disponer de mí un par
de días. Riendo d carcajadas. Mutis del hostelero.
ROSINA
¿Qué?
¿Oyes, Casilda?
CASILDA
Es
un desalmado.
ROSINA
¡Quién
sabe si por eso me seduce más!
PIETRO
Eres
un tarambana, Leonello.
LEONELLO
Sí,
sí. Ahora que me voy haciendo hombre apasionado. ¿No sabéis? Es muy gracioso.
Flora Goldoni es la mujer más extraña del mundo. Si la fama no miente,
caballero que cae en sus brazos se arruina.
PIETRO
Dígalo
el duque de Verona.
PAOLO
Y
toda la nobleza del Reino.
LEONELLO
Nobleza
estúpida. Esa insaciable de riquezas es una romántica terrible a su modo.
Remedando a FLORA «¡Ay, amigo Leonello! Nosotras no somos comprendidas. Hemos
de dar amor a fortiori y no llega jamás el caballero de nuestros sueños... »
PIETRO
Famosísimo.
El caballero de sus sueños sería el mismísimo Moctezuma, con cien mil galeras
de oro y diamantes. Rosina sigue con vivo interés la conversación rechazando a
Casilda, que alguna vez pretende alejarla de la celosía.
TORIBIO
Aparte
y dejando de comer violentamente, ¡San Toribio! ¿Hacia dónde caerá la casa de
Moctezuma?
LEONELLO
En
una entrevista que he conseguido me habló del Dante, me dijo no se qué de Paolo
y Francesca.
PIETRO
Rematada.
LEONELLO
Y
yo, que conozco muy bien el corazón de las mujeres.
ROSINA
¡Que
conoce el corazón…!
LEONELLO
Y
que no aspiro a arruinarme por semejante loca, he concebido un plan digno de
Maquiavelo.
PAOLO
A
ver, a ver.
LEONELLO
He
encargado al sargento Lombardi la mejor comparsa de la ciudad, y hoy, en la
noche clásica, la ofreceré una serenata como si fuera una virgencita de quince
años. Saldrá a su mirador y, entre la música y la poesía de la noche, la luna
que ilumine su jardín y cuatro ó cinco versos que acabo de aprenderme del
propio Petrarca ¡rendición del castillo inexpugnable!
PIETRO
No
se puede imaginar nada más divertido.
LEONELLO
Ni
más barato.
ROSINA
Es
necesario estorbar sus planes. A Casilda, Piensa algo, mujer.
CASILDA
Pienso
que fuera bueno volver a Roma.
ROSINA
Nunca
sin él. Sale el hostelero con tres copas y un búcaro.
HOSTELERO
¡El
Falerno! Escancia el vino.
LEONELLO
Bebed
por Leonello el trovador.
PAOLO
Bebamos.
TORIBIO
Aparte.
¿Han dicho que Falerno? Se levanta y se va acercando al grupo sigilosamente.
LEONELLO
¡Calla!
En su balcón aparece Flora y ni nos ha visto. Levántase también y se vuelve
para mirar hacia el interior del jardín. Sus amigos le imitan.
PAOLO
Es
verdad.
LEONELLO
No
me ve.
TORIBIO
No
me ve. Se bebe la copa de Leonello, que sigue distraído. No me ve… Bébese
también la de Paolo. Cuando va d coger la tercera copa, lo detiene Pietro.
PIETRO
¡Eh!
¡Amigo!
TORIBIO
Aparte
¡Me vio!
PIETRO
¡Bergante!
LEONELLO
Perdónale,
porque va a serme útil. Mutis del hostelero.
TORIBIO
Mandadme.
LEONELLO
Yo
creo que, si tocara algo, Flora nos miraría.
ROSINA
¡No
en mis días!
CASILDA
¿Qué
vais a hacer? Rosina, nerviosamente, discute con Casilda y oye por la ventana
con ansiedad.
LEONELLO
A Toribio.
Canta, canta alguna cosa.
TORIBIO
¿Qué
queréis? ¿Cavatina, serenata, rondó, tarantela, romanza, brindis, pregón,
motete?
LEONELLO
Lo
que tú quieras, pero pronto.
TORIBIO
¿Alegre,
melancólico, fuerte, piano, lírico, poético, romántico?
LEONELLO
Sí;
poético y un si es no es romántico.
TORIBIO
No
digáis más: «La Canción del Olvido». No me falla. En Roma es el terror de las
cocineras sensibles. Con permiso.
(Música)
Toribio
se dispone a cantar, acompañándose del arpa pero, antes de que comience, es
Rosina quien canta.
ROSINA
Marínela,
Marínela,
con
su triste cantinela
se
consuela
de
un olvido maldecido
Mari,
Marinela
Leonello,
Toribio y sus acompañantes han quedado suspensos al oír la voz de Rosina.
LEONELLO
¡Voz
deliciosa!...
ROSINA
Campesina,
campesina,
como
errante golondrina,
cantarina,
vas
en busca del amor.
¡Pobre
golondrina
que
al azar camina,
tras
un sueño engañador!
Toribio,
cada vez más asombrado, deja de tocar el arpa.
LEONELLO
A Toribio.
¡Sigue, sigue!
Toribio
continúa tocando y Rosina prosigue su canción.
ROSINA
El
aire murmura en mi oído
dulces
cantares
que
en nuestros labios
ha
sorprendido
en
noches lejanas de amor.
Cantares
de tiempos mejores,
cantares
risueños,
que
huelen a flores
y
alientan ensueños
de
amores.
LEONELLO
¿Quién
será?
ROSINA
Marínela,
con
su cantinela
busca
olvido a su dolor.
¡Pobre
Marinela!
Ese
bien que anhela
no
lo da ese amor.
Leonello,
Pietro y Paolo, que durante la canción se ha ido acercando a la celosía, se
hallan agrupados junto esta, cuando la canción acaba.
(Hablado)
LEONELLO
Absorto.
¡Qué voz! ¡Qué apasionada!
ROSINA
¡Que
no tenía corazón!
TORIBIO
Bueno
Esta señora se asocia a mí y nos hacemos ricos.
PAOLO
Chico,
nos ha encantado la desconocida.
LEONELLO
Reponiéndose.
Lo que yo os dije. Cosas de mujeres. Esa es otra enamorada de la luna.
ROSINA
¡Alma
de piedra!
CASILDA
¿Lo
veis, señora?
ROSINA
Déjame.
Estoy ciega. Convulsa. Haz que pase ese músico.
CASILDA
Señora.
ROSINA
Yo
lo ordeno. Sale Casilda.
PIETRO
La
cancioncita, por esta vez, te ha sido infiel.
LEONELLO
Cierto.
La cortesana se ha esfumado.
TORIBIO
Volviendo
d su sitio ¡Como que no la he cantado yo! Paolo y Pietro se despiden de
Leonello, El hostelero sale al mismo tiempo y se dirige a Toribio con misterio.
LEONELLO
¿Qué,
os vais?
PAOLO
Es
preciso.
PIETRO
También
tenemos que disponer nuestra serenata.
HOSTELERO
A
Toribio, aparte. Entra en el aposento de la princesa.
TORIBIO
¿Qué?
¡San Trino!
HOSTELERO
¡Calla!
Debes ser discreto. Toribio se va hacia la hostería.
TORIBIO
¡Nada,
que nos asociamos! Mutis.
LEONELLO
Maese:
cobra el vino y tráeme pluma y tintero.
HOSTELERO
Está
bien. Cobra y entra en la hostería.
Por
la derecha sale el sargento Lombardi, muy ligero.
LOMBARDI
¡Mi
capitán!
LEONELLO
¿Qué
hay, Lombardi?
LOMBARDI
En
toda la ciudad no queda un músico disponible.
LEONELLO
¿Cómo?
PIETRO
¡Adiós
luna y estrellas, poesía y aventura!
LEONELLO
¡Pues
hay que buscarlo!
LOMBARDI
Previendo
ese mandato, tengo reunidos en el cuartel a todos los soldados que tocan algún
instrumento y cantaremos.
LEONELLO
Bien;
lo que sea. Basta con un pretexto para llamar la atención.
LOMBARDI
De
que llamaremos la atención ¡no os quepa duda!
LEONELLO
Ya
lo sabes; a las ocho, frente al mirador de las flores.
LOMBARDI
¡A
la orden! Mutis.
PIETRO
Tendrá
que oír la serenata del sargento.
LEONELLO
Se
juega en ella cuatro tiros.
PIETRO
Ya
nos contarás. ¿No vienes?
LEONELLO
No;
ahora empiezo el prólogo. Una carta de amor para que no sorprendan a Flora las
canciones; para que sepa de quién son.
PIETRO
Riéndose
y estrechando la mano de Leonello. Acabarás
poeta.
LEONELLO
Riendo
también ¡Poeta! Pietro y Paolo se van por el foro. Ya es casi de noche; el
hostelero sale con un candelabro encendido, pluma y tintero. Deja todo en la mesa.
Enciende el farol de la puerta y hace mutis. Leonello empieza a escribir.
ROSINA
Una
carta para ella. Entra Casilda en el aposento.
CASILDA
Aquí
está el músico. Pasad. Entra Toribio y se dirige al lugar opuesto del que ocupa
Rosina y reverenciando a una silla.
TORIBIO
Alteza.
CASILDA
Pero,
¿dónde vais?
TORIBIO
¡Ah!
Volviéndose. ¡Alteza! No se ve gota.
Casilda
sale por el foro.
ROSINA
¿Cómo
andas de dinero?
TORIBIO
Aparte.
¡A buena parte vas! En voz alta. Señora: lo siento mucho, pero no os puedo
servir.
ROSINA
Desde
hoy vas a ser mi marido: el príncipe Ferratta.
TORIBIO
¡Pero
si soy casado!
ROSINA
No
importa.
TORIBIO
Envaneciéndose.
Y ¿qué habéis podido ver en mí para pensar cosa tan grave?
ROSINA
No
me interrumpas. Tú serás el príncipe a los ojos de los napolitanos; tú habrás
de enamorar a una cortesana y recibirás en pago tres mil florines si estás conforme
en pasar por príncipe.
TORIBIO
¿Vale
interrumpir?
ROSINA
Habla.
TORIBIO
Por
tres mil florines paso yo por los doce apóstoles ¡y ceno más que los doce! Pero
¿qué dirá vuestro esposo?
ROSINA
No
dirá nada, porque mi esposo no existe.
TORIBIO
¡Dios
le tenga en su seno!
ROSINA
¡Imbécil!
Soy soltera.
TORIBIO
¿Y
creéis que tengo porte de príncipe? Entra Casilda con luces.
ROSINA
A
ver; paséate. Toribio se contonea ridículamente. Más natural. Nuevo contoneo,
aún más ridículo.
CASILDA
No
va a convencer
TORIBIO
Bueno
es que ¡hay que ver la ropita!
ROSINA
Esta
misma noche tendrás un vestuario espléndido. Ve al palacio Marinelli; allí
están mis criados; quítate esas barbas y espéranos.
TORIBIO
Me
habéis dicho que tenía que enamorar.
ROSINA
A
una cortesana.
TORIBIO
Es
que os advierto que, fuera de «Hola, terremoto femenino», «Sílfide vespertina»
y «Marramamiau», no tengo repertorio.
ROSINA
Para
esos menesteres te acompañará un paje.
TORIBIO
¿Y
dónde está?
ROSINA
El
paje seré yo.
CASILDA
Santiguándose.
¿Vos?
TORIBIO
¿Vos
el paje?
ROSINA
Quinientos
florines más y no vuelvas a hablarme. A Toribio se le queda en los labios una frase
entrecortada. Mímicamente expresa su agradecimiento y su propósito de cobrar
los nuevos florines. Se deshace en cumplidos, va hacia la puerta, vuelve como
para decir algo, se arrepiente y se mancha por fin, sin decir palabra y saludando.
Y ahora a nuestro palacio, Casilda.
CASILDA
Señora:
seguís un camino muy peligroso.
ROSINA
No
te inquietes.
CASILDA
¿Se
fue el capitán?
ROSINA
Ahí
lo tienes. Observándolo por la ventana.
Toribio
sale por la hostería, coge su arpa y reflexiona.
TORIBIO
Una
gallina, tres mil florines, un vestuario riquísimo y, además, príncipe
consorte. Toribio: ¡eres grande! Se echa el arpa al hombro y se va por el foro
gallardamente.
LEONELLO
Si
después de esta carta no se enternece, ¡a morir, Leonello! Porque es
definitiva. Leyendo. «La luna va a deciros, — ya que le sois ingrata, — sus
duelos y sus penas — en una serenata. — Cuando su voz os llame, — oídla atenta,
FLORA — No desdeñéis el canto- — de tan gentil señora. — Que, si al cabo su
queja — no os parece importuna, —yo sabré repetiros — lo que os diga la luna.» ¡Enervante!
(Música)
Leonello
se dirige hacia la puerta de la verja del jardín de FLORA Rosina, que le ha
seguido con la vista, con creciente inquietud, comienza a cantar en el momento
en que Leonello se dispone a llamar.
ROSINA
Marínela,
Marínela,
con
su dulce cantinela
se
consuela
de
un olvido maldecido.
Mari,
Marínela
Leonello,
que se ha detenido al oír la voz de Rosina, vuelve hacia la celosía. Ella
desfallece y deja de cantar. Entonces Leonello, acordándose sin duda de su
lema, se dirige de nuevo a la puerta del jardín. Rosina, en un supremo esfuerzo,
reanuda su canción.
ROSINA
Campesina,
campesina,
como
errante golondrina,
cantarína,
vas
en busca del amor.
¡Pobre
Marínela!
Ese
bien que anhela
no
lo da ese amor.
Leonello,
sugestionado ya, ha vuelto d la celosía. Cuando Rosina dice los últimos versos,
él, sin darse apenas cuenta de lo que hace, rompe el sobre y sus trozos se le
van cayendo de las manos.
TELON LENTO
(Mutación)
CUADRO SEGUNDO
Una
calle de Sorrentinos. Los primeros términos están cerrados a izquierda y
derecha por dos palacios. El de la izquierda es el de Flora Goldoni y tiene un
mirador practicable en planta baja. Los dos edificios se unen, en el segundo
término, por medio de un porche con sus arcos sostenidos en columnas. El
palacio de la Goldoni tiene la puerta de entrada en ese porche. En el tercer
término, una plaza de la ciudad con fuente monumental en el centro y calle a
derecha e izquierda, que constituye dos entradas de la escena. Hay otra entrada
entre las filas de columnas que sostienen el porche, a la derecha. La puerta
del palacio de Flora es también practicable (segundo término de la izquierda).
El mirador da frente al público. Es noche de luna.
(Música)
A
lo lejos, por la derecha, se oye una trova.
CORO
INTERIOR
Ya
la ronda llega aquí,
firulirulí.
A
cantarte amores va,
firulirulá.
Sal
a tu ventana,
que
mi canto es para ti.
Sal, napolitana,
firulí, firulí, firulí,
firulí, rulá.
Lucero,
lucero, lucero,
lucero;
morena,
morena, morena,
morena;
te
quiero, te quiero, te quiero,
mi
amor cantar.
Se
alza el telón y se oye otra canción por la izquierda.
VOZ
INTERIOR
Hermosa
napolitana,
valle
florido,
rayo
de luna clara:
no
sé yo cómo en el fuego
de
tus pupilas
no
se ha fundido
la
nieve de tu cara.
Niña
de mis amores,
que
esperas gozar un día
la
dicha que da el amor:
amor,
que siembra de flores
tu
fantasía,
da
espinas de dolor.
Niña
de mis amores,
ya
sabes lo que es amor.
Se
van perdiendo los sonidos, cuando aparece Toribio por la derecha, vistiendo un
magnifico traje blanco con capa del mismo color, gran sombrero de medio queso,
y ciñendo una espada.
(Hablado)
TORIBIO
Esto
marcha a maravilla. Me han vestido de príncipe, he bebido como un príncipe y he
comido como un bárbaro. Ahora que, como este demonio de princesa es tan
impaciente, me ha dejado sin postre. Impaciencias á mí. Mira alrededor y mando
se convence de que está solo saca unos pastelillos. Esto no será muy
principesco; pero... Tragando a dos carrillos. La fortuna es volátil y yo he
nacido para prócer. Las damas me miran, los caballeros sonríen a mi paso, los
chicos me siguen; estoy llamando la atención como no podía imaginarme. Se
limpia la boca con el forro de la capa. Y a todo esto deben ser las nueve. La
hija del procurador Borelli va a formar muy triste idea de mi seriedad
artística, porque como no la dé serenata algún espontáneo Toribio se desacredita.
Bien es verdad que entre un serenatero y un príncipe que come la duda es un
ataque a la nutrición. Bueno, y esta señora ¿será fácil de conquistar? ¡Porque
a ver si tengo que llamar a un amigo para que me ayude! Asaltado por un
repentino temor. ¡Ay, San Cleto! ¿Y si me sale pasional? Las hay que se
encierran con el amante en una estufa llena de flores, y, ¡Amor mío! ¡Vida mía!
¡Cielito! ¡Pum! ¡Pum! ¡Dos cadáveres! ¡No! ¡Eso de la estufa me tiene a mí en
ascuas!...
Leonello
entra por la derecha. Tanto él como Toribio hablan aparte hasta que se indique.
TORIBIO
Receloso.
¿Eh?
¿Qué es eso?
LEONELLO
Este
Lombardi
tarda
ya de un modo atroz.
TORIBIO
¡Si
es el capitán Leonello!
Como
me conozca, ¡adiós!
¡Y
se para aquí! Pero, hombre,
¿cabe
osadía mayor?
LEONELLO
¡Qué
tipo!
TORIBIO
Temblando
de pavor, que va en crescendo.
¡Cómo
me mira!
LEONELLO
Nos
estorbamos los dos.
Lo
echaremos. Hace ademán de acercarse.
TORIBIO
Retirándose.
Lo que es este
me
corta la digestión.
LEONELLO
Es
un rival, desde luego.
¡Un
rivalillo!
TORIBIO
Adoptando
una postura ridícula, creyendo ser gallarda y pretenciosa.
¡Valor!
Esta
actitud principesca
va
a arrugarle el corazón.
LEONELLO
Dando
unos pasos airosamente hacia Toribio.
¡Vive
Dios que es insolente!
TORIBIO
Dando
una huida.
Me
parece, ¡vive Dios!,
que
esta actitud principesca…
va
a valerme un coscorrón.
LEONELLO
¿Quién
será este mentecato?
TORIBIO
Bueno.
Pues por sí ó por no,
¿para
qué demonios llevo
en
el cinto el asador?
Desenvaina
y hace grotescos aspavientos con el brazo armado.
Yo,
por mí, no sentiría
que
me diera un achuchón;
pero
Ferratta… ¡Ferratta
lo
va a sentir un horror!
LEONELLO
Reparando
en la espada de Toribio.
¿Cómo?
¿Me reta, ó me teme?
Vuelve
a dirigirse a Toribio.
TORIBIO
¡Ahora
sí que se acabó!
LEONELLO
Dando
a Toribio un manotón en el hombro.
¿Hais
desnudado la espada?
TORIBIO
¡Vamos!
¡Si es que hace un calor!
LEONELLO
¿Os
estorba?
TORIBIO
¡Ya
lo creo!
LEONELLO
Yo
puedo aliviaros.
TORIBIO
¿Vos?
LEONELLO
Podéis
tirarla conmigo.
TORIBIO
¿Yo
tirarla? ¡No, señor!
Es
recuerdo de familia,
LEONELLO
Guardadla,
pues.
TORIBIO
Envainando
con gran satisfacción.
¡Al
cajón!
LEONELLO
Y
cuidad de que en la calle,
para
cuando vuelva yo,
no
haya ningún importuno
rondando
en este rincón.
Y
si lo hubiere, advertidle
que
escapar será mejor,
a
no ser que esté pidiendo
que
lo llame a juicio Dios.
Mutis
por la izquierda.
TORIBIO
Después
del mutis de Leonello.
¡He
quedado como un hombre!
Porque,
cuando hay discusión
y
uno de los dos se marcha
¡el
otro es el vencedor!
Recelando
que alguien se acerca.
¿Qué
es eso? ¡Viene más gente!
¿Otra
escenita? ¡Ca! ¡No!
No
quiero más espantajos,
porque
si mato uno ó dos,
es
un cargo de conciencia
para
un noble como yo.
Príncipe
ilustre: aquí sobras;
Flora:
¡perdona por Dios!
Mutis
por la izquierda, contoneándose; pero mirando hacia atrás y acelerando el paso
cuando por la derecha entra Rosina, vestida de paje. En la mano trae una
mandolina.
ROSINA
Corriendo
para detener a Toribio», que ya ha hecho mutis.
¿Será
cobarde? ¡Toribio!
Aguarda
ahí, que soy yo.
Encarándose
con el mirador de Flora
Ya
estamos frente a frente, divina Flora
Voy
a arrullar tu sueño con mis canciones.
Oye
mi serenata, que ríe y llora,
para
que tú adivines mis emociones.
Sal
a verte conmigo, si estás despierta.
Duerme
tu dulce sueño, si estás dormida.
Como
acudas a verme, te espero alerta.
Como
sigas durmiendo, ¡ya estás vencida!
(Música)
Canta
el trovador
bajo
tu ventana,
a
tus ojos negros
de
napolitana.
Del
jardín de amores
la
más linda flor:
la
canción serena
que
en sus labios suena
de
esperanzas llena,
suspirando
amor,
bajo
tu ventana
canta
el trovador.
Ligero
mi canto vuela
buscando
cariño fiel
y
el alma también anhela
volar
hacia ti con él;
llegar
a tus pies confía,
cantando
su pena allí.
Si
el canto de mi agonía
merece
llegar a ti,
verás
que nace mi alegría
si
alcanzó, señora mía
un
recuerdo para mí.
¡Ay,
tirana de mi albedrío!
¡Ay,
dulce tormento del amor mío!
De
amor,
oye
mi canción mejor.
Bajo
tu ventana
canta
el trovador.
(Hablado)
ROSINA
¡Abren!
Es ella.
Flora
abre el balcón y aparece en él.
FLORA
¿Sueño,
ó deliro?
¿Quién
me saluda con su canción?
ROSINA
¿He
perturbado vuestro retiro?
Pues
concededme vuestro perdón.
FLORA
¿Vos
entonasteis la serenata?
ROSINA
¿Bella
os parece?
FLORA
Lo
es, en verdad.
ROSINA
Bella
es, sin duda, porque os retrata
con
asombrosa fidelidad.
FLORA
Guarde
sus flores el caballero.
Por
tal lisonja, gracias os doy.
Pero,
decidme, ¿sois extranjero?
ROSINA
Aparte.
¡Cualquiera sabe lo que yo soy!
En
alta voz. Un caprichoso príncipe errante,
que
el mundo corre tras el placer,
es
quien me envía para que os cante
trovas
que él hubo de componer.
FLORA
¿Cuándo
me ha visto?
ROSINA
¿Qué
importa cuándo?
FLORA
¿Dónde?
ROSINA
Tampoco
lo he de decir;
mas
desde entonces va suspirando
¡y
da una pena verle sufrir!
«Porque
me cure de duelos tales,
—
son las palabras de mi señor, —
ve
a Sorrentinos, que hay mil rosales,
y
en los rosales hay una flor.
Una
flor blanca, maravillosa,
como
una estrella de luz boreal,
que,
disfrazada de mariposa,
rindiera
el vuelo sobre el rosal.»
Así
Su Alteza me dirigía
para
encontraros, y, ¡vive Dios!,
que
yo he supuesto, señora mía,
que
la flor blanca seríais vos.
En
una trova como un lamento,
por
su mandato quise poner
cuanto
recuerde su sentimiento,
que
es un suplicio y es un placer.
Porque
es rapsodia de todo canto,
porque
es perfume de toda flor,
porque
es hechizo… porque es encanto…,
porque
es locura… ¡porque es amor!
FLORA
Pensativa.
Sobre
la noche de mi alma inquieta
un
sol radiante viene a alumbrar.
ROSINA
Mas
yo, señora, como un planeta,
sólo
reflejo la luz solar.
Para
que el noble príncipe errante
su
vivo anhelo consiga al fin,
abrid
las puertas, y que él os cante
bajo
las frondas de ese jardín.
FLORA
Venga
Su Alteza.
ROSINA
Mas,
¿cuándo?, ¿ahora?
FLORA
Cuando
lo quiera vuestro señor.
ROSINA
Aparte.
¡Sí
que es divina la pecadora!
FLORA
Aparte.
¡Sí
que es gallardo su embajador!
Rosina
marca un medio mutis, haciendo señas a Toribio, y vuelve ante Flora.
ROSINA
Ya
el príncipe se aproxima.
Sale
Toribio por la derecha. Aparte, a Toribio.
¡Anda,
imbécil! Más ligero.
TORIBIO
A
Rosina, aparte.
Reparad
que los calzones
me
aprietan de un modo horrendo.
FLORA
¡Alteza!
TORIBIO
Voy.
ROSINA
A Toribio.
Ten cuidado.
TORIBIO
¡Qué
preciosa sois!
Volviéndose
luego a Rosina. ¿No es eso?
FLORA
Llegad,
príncipe, en buen hora
y
recibid mis respetos.
TORIBIO
¡Bueno!
ROSINA
Mi
señor soñaba
con
el instante de veros.
FLORA
¡Ay,
muchas gracias! Su Alteza
es
demasiado discreto
y
sus ojos indulgentes
no
ven mis muchos defectos.
TORIBIO
¿Defectos
vos? ¡Embustera!
ROSINA
A Toribio.
¡Cuidado!
TORIBIO
¡Como
lo siento!
Si
en vez de ser tan hermosa,
fueseis
cualquier adefesio,
tened
seguro que os mando
inmediatamente
al cuerno.
FLORA
¿Cómo?
ROSINA
A Toribio.
¡Bruto!
TORIBIO
Aparte.
¿Qué
habré dicho?
ROSINA
Quiso
deciros que, en viendo
vuestros
encantos, no acierta
a
expresar sus pensamientos.
FLORA
No
me extrañan vuestras frases
ni
tan «donosos» conceptos,
pues
sé que tenéis un alma
que
es toda ella sentimiento.
TORIBIO
Así
regular.
FLORA
La
trova
del
paje, es la prueba de ello. Pausa.
ROSINA
A
Toribio.
Pero,
dile algo
TORIBIO
A Rosina.
¿Y qué digo?
Si
no se me ocurre…
FLORA
Veo
que
vuestra esbelta figura
y
vuestro ropaje espléndido…
TORIBIO
Aparte,
esponjándose.
¡Nada!
¡Que ya la he gustado!
FLORA
…Son,
sin duda, fiel reflejo
de
una alcurnia respetable
y
de un ilustre abolengo.
¿Sois
toscano?
TORIBIO
¡Toscanísimo!
FLORA
Seréis
rico
TORIBIO
Por
supuesto.
Tres
mil millones de liras
¡y
un arpa!
ROSINA
Aparte,
a Toribio.
¿Serás
mostrenco?
FLORA
¡Tres
mil millones! ¡Qué rico!
TORIBIO
A
Rosina.
¡Me
llama rico!... ¿Contesto?
ROSINA
A Toribio.
Dile
una flor a sus ojos.
TORIBIO
Tenéis
dos ojos soberbios.
¿Los
dos, eh? Pero, ¡ay, señora!,
al
derecho, en todo el reino
no
hay derecho que le iguale.
ROSINA
A Toribio.
¿Qué
dices?
TORIBIO
A
Rosina.
Que
no hay derecho…
ROSINA
A Toribio.
Calla,
calla…
FLORA
¿Os
gustan?
TORIBIO
Mucho.
FLORA
¿De
veras…?
TORIBIO
A Rosina.
¿Qué
digo a ésto?
ROSINA
A Toribio.
Que
sí.
TORIBIO
¡Que
sí!
FLORA
Pues
entonces,
¿querríais
de cerca verlos?
TORIBIO
¿Cómo?
FLORA
Entrando
en esta casa,
que
es la vuestra
Toribio
mira a Rosina como preguntándola qué debe hacer.
ROSINA
A Toribio.
Bueno.
TORIBIO
¡Bueno!
FLORA
Pues,
aguardad,
que
en seguida saldrán a abriros.
Se
retira del mirador, después de coquetear un poco con Toribio, el cual le tira
un beso.
TORIBIO
¡Je!
¿Y eso?
Me
va a recibir a solas.
Dos
pellizcos por lo menos…
ROSINA
Mira:
cuando Flora salga
a
recibirte, correcto,
la
ofreces el brazo. ¿Entiendes?
Es
una fineza.
TORIBIO
Entiendo.
Mas…
¿cuál? ¿Este ó éste?
ROSINA
¡Hombre…!
¡Cuál
ha de ser!
TORIBIO
¡El
izquierdo!
ROSINA
¡El
otro!
TORIBIO
Me
da lo mismo.
Ahora
veréis qué bien quedo.
Se
abre la puerta y aparece un paje.
PAJE
Entrad,
señor. Mi señora
ya
os aguarda en su aposento.
ROSINA
A Toribio.
¿Escuchas?
TORIBIO
Estad
tranquila.
Ahora
entro yo en mi terreno.
Quedaré
mal con mis dichos;
¡pero
lo que es con los hechos...!
Entran
los dos en casa de Flora y el paje cierra la puerta.
(Música)
Se
oye dentro una rondalla de soldados, que poco a poco va acercándose, hasta
entrar en escena. Los soldados se detienen ante el mirador de Flora; terminada
su canción se van por el foro izquierda. Al frente de los soldados va el sargento
Lombardi.
SOLDADOS
Soldado
de Nápoles
que
vas a la guerra:
mi
voz, recordándote,
cantando
te espera.
Cariño
del alma, ven,
que
vas a probar
la
dicha de amar,
oyendo
los sones
de
mis canciones.
LOMBARDI
Soldado
de Nápoles
me
quiso mi suerte.
La
gloria romántica
me
lleva a la muerte.
No
digas tu cántico,
que
aviva mi pena;
si
muero queriéndote,
¡qué
muerte más buena!
SOLDADOS
Soldado
de Nápoles
que
buscas la gloria,
te
espero brindándote
la
ansiada victoria.
¡No
mueras, soldado, no!
Cariño
del alma, ven,
que
vas a alcanzar
la
dicha de amar,
que
es gloria también.
(Hablado)
No
bien desaparece Lombardi con los soldados, sale Leonello mirando al balcón de
Flora con interés grandísimo.
LEONELLO
¡Qué
extraño que no haya salido!
¿Acaso
la dulce canción
no
habrá suscitado en su oído
la
más pasajera atención?
Sale
Rosina de la casa.
¡Un
paje…!
ROSINA
Al
advertir la presencia de Leonello.
¡Dios
mío! Jurara
que
aquel es Leonello.
Este
vuelve la cara hacia ella.
¡Por
mi suerte sí!
Prudencia,
Rosina, no advierta en tu cara
que
es lance formal para ti.
LEONELLO
A
Rosina.
Te
guarde la suerte dichosa.
ROSINA
Os
lleve la mano de Dios.
LEONELLO
¿Está,
por supuesto, la hermosa…?
ROSINA
Está…
pero no para vos.
LEONELLO
A Flora
pretendo y a Flora reclamo.
ROSINA
Justo
es que reclame mi buen caballero;
pero
Flora agora discurre con mi amo,
y
acaso el discurso no admita tercero.
LEONELLO
¿Quién
es el iluso que se acerca a Flora?
¿El
que la importuna?
ROSINA
O
el que la enamora.
LEONELLO
Se
verá conmigo, cualquiera que fuere.
ROSINA
¿Cómo
os opondríais a lo que ella quiere?
LEONELLO
¡Blandiendo
la espada!
ROSINA
¡Blandiendo
la espada…!
Preciso
es entonces que esté bien templada.
Mi
señor, el Príncipe, es un caballero.
LEONELLO
Airado.
Pues dile a tu ilustre señor
que
pruebe conmigo su acero.
ROSINA
Burlonamente
¡Qué
poco sabéis del amor...!
LEONELLO
¿Qué
dices?
ROSINA
Que
tal es locura.
Tenéis
el ingenio y optáis por la espada.
Mucho
dice el caso de vuestra bravura;
pero
la estrategia sale malparada.
LEONELLO
Queda
un momento confuso y callado.
¿Tú
eres ambicioso?
ROSINA
¡Mucho!
LEONELLO
Si
me ayudas,
quinientos
florines conmigo tendrás.
ROSINA
¡Por
treinta dineros vendió a Cristo, Judas!
¡Quinientos
florines son bastante más!
LEONELLO
¿De
acuerdo? Pues dime lo que me interesa.
ROSINA
Vuestra
dama os quitan, y a tan ruin empresa,
otra
semejante debe responder.
Y
pues que mi amo tiene una princesa…
ved
que es un camino fácil de correr.
Id
a su palacio, donde tiene un puesto
cerca
de la hermosa. Suplantadlo vos,
y,
si tal lograseis, creo que con esto
quedabais
de sobra pagados los dos.
LEONELLO
Por
Dios que me encanta. Pero, oye: ¿tú sabes
que
abrirán las puertas?
ROSINA
¡Oh,
mi capitán!
Quinientos
florines son quinientas llaves,
que,
a mi humilde juicio, sí las abrirán.
Marchad
al Palacio Marinelli.
LEONELLO
¿Cuándo?
ROSINA
A
las diez en punto. Cantad frente a él,
y,
así que se advierta que estáis esperando,
por
arte de magia se abrirá el cancel.
LEONELLO
Mi
vehemente anhelo tu favor invoca.
ROSINA
La
victoria es nuestra.
LEONELLO
¿No
me engañarás?
ROSINA
Intencionadamente,
Poned
vivo fuego, poned ansia loca,
que
yo, de seguro, pondré lo demás.
LEONELLO
Le
haré juramentos en vida y en muerte.
ROSINA
Diré
mil engaños en vuestro favor.
LEONELLO
¡Me
dejo en tus manos mi suerte! Vase.
ROSINA
Con
una sonrisa de triunfo.
¡Qué
poco sabéis del amor!
TORIBIO
Saliendo
de casa de Flora, como empujado violentamente. Detrás de él se cierra la puerta
de golpe.
¡Infames!
¡Canallas!
ROSINA
Acudiendo
a él. Toribio. ¡Tú!
TORIBIO
Dirigiéndose
d la puerta en actitud amenazadora.
Ahora
verá esta gentecilla…
ROSINA
No
es preciso; vete Mutis de Toribio.
Su
voz importuna,
que
suena en la noche con timbre nefando,
deshace
el misterio del claro de luna
que
va por la tierra vagando, vagando…
Es
noche galante de risas y bromas;
el
amor pasea con jovial estruendo.
Se
llena el ambiente de suaves aromas
y
pasan las sombras riendo, riendo…,
Ya
suenan muy dulces, como suspiradas,
las
notas de un eco que llega volando.
Son
los caballeros que dicen baladas
y
endechas de amores, cantando, cantando…
¡Noche
de promesas que en el alma mía
suenan
como arpegios de alegres laudes!
Si
las cumples antes de que llegue el día,
cuando
el sol, triunfante, vaya apareciendo
irán
mis temores y mis inquietudes,
como
las estrellas, muriendo, muriendo…
Cuando
el verso lo ha indicado, comenzó a sonar de nuevo la serenata interior que se
oyó al principio del cuadro.
VOZ
INTERIOR
Hermosa
napolitana,
valle
florido,
rayo
de luz de sol:
amor
que es rosa temprana
que
hoy ilusiona tu fantasía,
da
espinas de dolor.
Niña
de mis amores,
ya
sabes lo que es amor.
TELON LENTO
(Mutación)
CUADRO TERCERO
Un
gabinete íntimo en un pabellón aislado del Palacio Marinelli. A la izquierda un
ventanal, en primer término; junto a él un bargueño y un sillón. La estancia
forma un rinconcito en este lado, invisible para los últimos términos del resto
de la escena. Sobre el bargueño, una pequeña imagen. A la derecha, en primer
término, una puertecita que comunica con el interior. En el fondo, puerta que
da al jardín, con cancela enrejada, abierta. Desde la puerta del fondo hasta el
segundo término, de la derecha, galería de cristales en sentido semicircular.
Forillo de jardín. Es de noche, con mucha luz de luna al fondo.
Rosina
sola en traje de casa. Luego Leonello, en traje de paisano, con capa. Al
levantarse el telón aparece Rosina ante la imagen.
(Música)
ROSINA
Virgen
y madre
del
Redentor:
no
me abandones
por
favor.
Se
levanta, anda con vacilación y nerviosidad y acude a la puerta del jardín,
sobresaltada.
Pensé
que era él.
Me
engaña el deseo.
¿Por
qué a un tiempo mismo
le
aguardo y le temo?
¡Qué
loca aventura!
¿Por
qué,
por
qué, Dios mío,
no
he guardado
mi
amor en secreto?
Dan
las diez en un reloj lejano.
Valor,
Rosina,
Ya
llegó el momento.
¡Las
diez!
Se
oye dentro la voz del capitán Leonello, que canta
«
Mujer, primorosa clavellina-», etc. Rosina observa el fondo del jardín.
Ya
abrieron la verja;
ya
entró en el jardín.
¡Es
él!
Aquí
viene. Al fin…
Apresuradamente
viene al rinconcito de la izquierda. Dirige mímicamente una súplica a la
Virgen, toma un libro, y con él abierto en las manos, finge dormir sentada en el
sillón. Entretanto se ve venir por el jardín d Leonello, que inmediatamente
entra por el foro.
LEONELLO
Esta
es la estancia.
La
aventura es singular;
parece
una página
de
un cuento oriental.
Todo
parece
dispuesto
para amar.
Dirigiéndose
a la puertecita de la derecha.
Aquella
puerta
me
dará la clave.
Capitán
Leonello…
¡adelante!
Se
detiene al llegar a la puerta, mira a su alrededor y descubre el escondite de
Rosina.
¿Me
engañan los ojos
con
una ilusión?
Yendo
hacia la princesa.
¿Me
espían, acaso?
¿Será
una traición?
Cerciorándose
de la presencia de ella.
¡Una
mujer!
Se
descubre.
Dormida
parece…
Ella
debe ser.
Asaltado
por sentimientos de nobleza.
¡Cuidado,
Leonello!
¿Qué
vas a hacer?
Atraído
por la sugestión de la princesa.
Pero,
¡es tan hermosa!
Verla
dormir
es
soñar y aprender
a
sentir.
Se
dirige paso d paso hacia Rosina, contemplándola con arrobamiento.
¡Oh,
mujer!
Bella
flor
¡Quién
supiera lo que sueñas tú!
Cabecita
que duermes
un
sueño feliz:
¿Qué
ideal pensamiento
se
adueña de ti?
¿Qué
ilusión tienes tú,
cabecita
gentil?
La
inquietud
que
adivino ya en tu frente
quiero
sorprender.
Y
que mis labios
puedan,
al besar,
dulcemente
aprisionar
tus
ensueños de mujer.
¡Qué
hermosa está!
Siente
el impulso de besarla, pero reacciona, diciendo:
Leonello,
esto es indigno
de
un capitán.
Apartándose
de Rosina y dirigiéndose a la puerta del fondo.
Ve
a buscar las aventuras
en
tus locos amoríos…
No
mancilles este hogar.
ROSINA
Aparte.
¡Ay!,
que se va…
Finge
despertarse y deja caer el libro, a cuyo ruido se vuelve Leonello, Y la
princesa simula la mayor indignación y sorpresa.
¡Quién!
¡Un hombre!
LEONELLO
Señora…
ROSINA
¿Dónde
vais?
LEONELLO
Yo
os diré.
ROSINA
Atentáis
a mi nombre.
¡No
lo quiero saber!
LEONELLO
Disculpadme.
ROSINA
¿Por
dónde
penetrasteis
aquí?
LEONELLO
Escuchadme,
os lo ruego.
ROSINA
¿Qué
podríais decir?
LEONELLO
Humildemente.
Señora
mía, perdón os pido
y
aguardo
rendido
vuestra
sanción severa.
ROSINA
Sois
un osado
que
en vano espera
lograr
perdón.
LEONELLO
El
capitán Leonello
sólo
ha podido
pecar
de amor.
ROSINA
¡Ah!
El capitán Leonello…
Sí;
conozco aventuras
que
la fama pregona
de
ese buen capitán.
De
un amor como el vuestro,
¿qué
se puede esperar?
Torbellino
de pasiones
y
locuras nada más.
Con
mucha coquetería.
Ese
amor
que
sentís
es
aroma que el viento renueva,
y
el amor
no
es así.
El
cariño
verdadero
dormidito
en el alma se lleva;
capullito
que
quizá
con
el tiempo
se
abrirá.
LEONELLO
Con
acento de sinceridad.
Yo
siento
una
pena aquí escondida
como
un nuevo sentimiento,
que
es suspiro y es lamento
que
se escapa de mi vida.
ROSINA
No
os importe padecer,
que
un amor verdad
no
ha de florecer
si
no sabe suspirar.
LEONELLO
Un
cariño
verdadero
dormidito
en el alma tenía,
y,
al mirarme
junto
a vos,
mi
cariño
despertó.
Rosina,
satisfecha en el fondo, recarga su coquetería, apasionando más a Leonello.
ROSINA
Lo
dudo.
LEONELLO
¡Lo
duda…!
ROSINA
La
historia pasada
no
debo olvidar.
LEONELLO
Yo
os juro…
ROSINA
Es
inútil.
LEONELLO
Mi
fe de soldado
lo
puede jurar.
ROSINA
Os
ciega el deseo.
LEONELLO
Creedme,
señora.
ROSINA
No
os creo.
LEONELLO
Princesa,
mi espada os ofrece
probar
que merece
tan
altos favores.
Pedidme,
señora, que hiera,
que
mate, que muera,
por
vuestros amores.
Ved
que os ofrezco
vida
y honor.
Y
honrarse mi espada querría
sabiendo,
alma mía,
que
el premio sois vos.
ROSINA
¡Callaos!
LEONELLO
Prestadme
oído.
ROSINA
Aparte.
Ya
está en mis redes.
LEONELLO
Miradme
al menos;
ya
arrepentido.
ROSINA
No
seguid.
LEONELLO
¡Escuchad!
ROSINA
Desistid.
LEONELLO
Desesperado
.
¡Por
piedad!
¡Mi
amor no consigue siquiera
saber
que le espera
vuestro
perdón! Se arrodilla ante ella.
ROSINA
En
son de plegaria, aparte.
¡Dios
mío!
LEONELLO
Princesa…
hablad,
por favor.
ROSINA
Si
queréis ser feliz,
olvidaos
de ese nuevo amor.
Corred
la vida
sin
pensar en mí.
LEONELLO
¡Tal
vez no pueda
ya
vivir sin vos!
ROSINA
Si
es verdad que sabéis
un
cariño sentir,
aprended,
como yo,
la
virtud de sufrir.
(Juntos al unísono)
ROSINA
Y
quizá
el
amor
llegará
pronto a ser
nueva
luz,
que
es la risa
del
amanecer
y
acaso un día
LEONELLO
Esperanzas
de
amor
iluminan
mi ser
como
luz
que
se enciende con la risa
del
amanecer
y
acaso
LOS
DOS
su
canción dirán
unos
labios de galán
y
unos ojos de mujer.
(Recitado)
ROSINA
Bueno,
mi capitán, ahora… Señalándole la puerta para que se vaya.
LEONELLO
¿Señora,
tan pronto?
ROSINA
No
hay más remedio.
LEONELLO
Cediendo
de mala gaita. Obedezco; pero… ¿os veré mañana?
ROSINA
Nos
veremos…
LEONELLO
¿Aquí?...
ROSINA
Aquí,
no. En el mirador.
LEONELLO
Besándole
la mano. Pues… hasta mañana.
Mutis
por el fondo.
ROSINA
Hasta
mañana. Aparte. Ya es mío. Cierra la cancela y comienza a cantar «La Canción
del Olvido», andando hacia la puertecilla de la derecha, por la que desaparece.
(Cantando)
Marínela,
Marínela,
con
su triste cantinela,
se
consuela
de
un olvido
maldecido.
Mari,
Marínela…
Campesina,
campesina,
como
errante golondrina,
cantarína,
vas
en busca del amor,
¡Pobre
golondrina
que
al azar camina…!
Al
entrar por la derecha y cerrar la puertecilla, se pierde la voz de Rosina, pero
se la oye una carcajada burlona.
Al
través de la galería de cristales se ve que Leonello detiénese en el jardín al
oír la voz de la princesa y vuelve lentamente hacia el gabinete, atraído por la
canción. Cuando ya Rosina ha desaparecido y se abalanza a los hierros de la
cancela y forcejea hasta convencerse de que está cerrada.
LEONELLO
(Recitado)
Princesa,
princesa,
canta
por favor.
Quiero
escucharte, sigue.
Ya
sé qué es el amor.
(Cantado)
Acude,
vida mía.
Escúchame.
Soy yo.
Aquel
aventurero
hoy
busca un tierno amor.
Al
fin
ya
en mi pecho nació
el
cariño ideal.
Princesa:
no temas.
Mi
honor guarda el tuyo.
¡Volverá
tu capitán!
Leonello,
muy despacio, desaparece por el jardín mientras lentamente cae el telón.
(Mutación)
CUADRO CUARTO
Jardín
del Palacio Marinelli, a todo foro. Es por la tarde. A la izquierda, último
término, un pabellón.
Toribio,
vestido ricamente, está rodeado de invitadas e invitados. Entre éstos se hayan
Pietro y Paolo.
PAOLO
Interesado
en el cuento que se supone está refiriendo Toribio.
Seguid
con el romance.
TORIBIO
Pero,
¿dónde?,
si
ya he perdido el hilo de mi historia.
PIETRO
¿No
recordáis? Quedamos en que el conde llama al castillo…
TORIBIO
Cierto…
¡Qué memoria!
Nadie
a los ecos de mi voz responde.
¿Dónde
están mis criados? ¡Ay de ellos!
¿Dónde
está la condesa…? Y de repente
se
le erizan al conde los cabellos
y
se pasa la mano por la frente.
Como
es infranqueable aquella puerta
y
el conde, aunque hace frío, está quemado,
traspone
una ventana que hay abierta
y
sube al dormitorio desalado.
Su
esposa está despierta,
reclinada
en un lecho de brocado,
con
la mirada fija en un mancebo...
PAOLO
¡Ahí
viene la tragedia!
TORIBIO
¡Qué
infeliz!
El
mancebo que mira es un efebo
bordado
en un tapiz.
«¿Cómo
no te has dormido?»
le
dice a la condesa su marido.
«No
me puedo dormir sin compañía.»
«Pues
voy a acompañarle, esposa mía.»
Dudando.
Bueno…
pues…
PIETRO
¿Qué
os sucede?
TORIBIO
Nada…
nada…
Que
está pidiendo a voces la decencia
que
vuelvan las señoras la mirada
¡porque
va a desnudarse su excelencia!
INVITADA
¡Divertido
recato!
TORIBIO
Si
no lo halláis discreto, rectifico.
INVITADA
No,
no rectifiquéis. El abanico
nos
permite escuchar vuestro relato.
Ella
y las demás se ponen los abanicos delante de los ojos.
TORIBIO
El
conde se desnuda.
Las
señoras se quitan los abanicos ruidosamente. Toribio se extraña.
Ya
en la cama,
ve
que tiembla el tapiz, y un ruido leve
sale
de aquel rincón. «¡Pardiez! — exclama —
¡Ese
tapiz se mueve!»
«¡Qué
ha de moverse!» dícele la dama,
intentando
quitar con su entereza
cualquier
malicia que al esposo agite.
Mas
lo que el conde tiene en la cabeza
no
hay ya quien se lo quite.
«Te
digo que el tapiz tiembla, y no poco.»
«¡Te
digo que estás loco!»
«Va
un florín apostado
a
que el tapiz se mueve», insiste el conde.
«Se
mueve, sí. ¿Qué pasa?», le responde
por
detrás del tapiz un grito airado.
Quédase
la condesa fría y muda,
temblando
de mirar a su marido,
cuando
el conde la dice: «¿Lo has oído?
¡Te
he ganado un florín, por testaruda!»
Y
luego dio en la cama media vuelta…
y
se quedó durmiendo a pierna suelta.
INVITADA
De
donde se deduce que el marido
debe
dar las sospechas al olvido.
TORIBIO
Es
claro.
PIETRO
Intencionadamente,
Y,
a propósito, Paolo:
¿Dónde
está la princesa?
TORIBIO
Interviniendo.
Lo
recelo,
pues
se ha perdido el capitán Leonello,
y
el capitán jamás se pierde solo.
PAOLO
Pero,
¿vos decís eso?
TORIBIO
Aparte.
¡San
Bartolo!
Ya
se me ha visto el arpa. Alto. Sí; decía
que
me gusta que vaya con mi esposa
tan
buena… tan hidalga compañía.
PAOLO
¡Eso
ya es otra cosa!
PIETRO
Llevándose
del brazo d Paolo, aparte.
¿Qué
me dices del cuento que ha contado?
PAOLO
Pues
te digo que el conde del castillo
me
parece un Otello comparado
con
este marmolillo.
Por
el primer término de la derecha sale Rosina con Leonello; sepáranse cada uno se
reúne a un grupo distinto. Leonello viste nuevamente de uniforme.
ROSINA
Pero,
señores…
PIETRO
A Paolo
¡Calla!
La princesa…
ROSINA
Va
a empezar en el lago la regata
y
os tengo preparada una sorpresa.
PAOLO
Ideada
por vos, será muy grata.
ROSINA
¿Vamos,
pues?
Van
haciendo todos mutis.
PIETRO
Vamos.
INVITADA
¿Príncipe?
TORIBIO
Boguemos;
pero
no me miréis con tal ternura,
porque,
si me miráis, se me figura
que
voy a andar muy torpe con los remos.
Queda
solo Leonello. Paolo y Pietro vienen en su busca.
LEONELLO
Princesa
de mis sueños,
tan
bella y tan honrada:
¿Qué
amor has encendido,
donde
jamás brotara?
PIETRO
Pero,
¿no vienes? ¿Cómo
desdeñas
la regata?
LEONELLO
¡Qué
quieres! El holgorio,
la
bulla, me anonadan.
PIETRO
Tú,
el hombre de las risas;
tú,
el hombre de las chanzas…
PAOLO
Será
cuestión de juego…
PIETRO
Más
bien cuestión de faldas…
LEONELLO
Estoy
enamorado
de
una mujer casada.
PIETRO
¡Ya,
ya! De la princesa.
PAOLO
Que
será una de tantas.
PIETRO
Seguiréis
por las noches,
con
vuestra eterna charla;
como
un cadete simple
y
una doncella cándida.
Y
¡qué! ¿Ya hemos saltado,
tal
vez, por la ventana?
LEONELLO
Con
amargura y cierto respeto.
¡Estoy
enamorado
de
una mujer honrada!
PIETRO
¡Honrada!
¿Quién lo fía?
LEONELLO
Con
enfado.
¡Yo
lo proclamo, y basta!
PIETRO
Perdona,
mas… ¡tu lema…!
LEONELLO
¡Mi
lema… eran palabras!
PIETRO
Y
la princesa, ¿cómo
con
sólo dos semanas
pudo
cambiar tu genio,
pudo
nublar tu fama?
LEONELLO
No
sé. Tan sólo afirmo
que,
si ella me rechaza,
va
a terminar la historia
de
una manera trágica.
PIETRO
Pues,
¡a rendirla!
PAOLO
¡Pronto!
LEONELLO
Rendirla,
no. Alcanzarla.
Subir
hasta su altura;
llegar
hasta sus plantas.
Rogar…
Sufrir por ella…
PIETRO
Remedándole.
¡Por
ella! Chico, calma.
No
sigas. ¡Estás loco!
LEONELLO
De
amor sin esperanza.
¡Sí,
loco! ¡Y es el caso
que
la princesa me ama!
PIETRO
Entonces…
LEONELLO
Lo
adivino;
lo
dice su mirada,
que
es tan limpia, que en ella
se
dibuja su alma.
PIETRO
Ya
es bastante.
LEONELLO
No,
Pietro;
porque
sus labios callan;
porque
es altiva y noble
y
es inocente y casta.
Por
eso me entristece
y
me aloca y me arrastra.
Quizá
no la quisiera,
no
siendo tan honrada…
PIETRO
¡Vaya,
adiós! Te dejamos.
PAOLO
Olvídala.
LEONELLO
¡Olvidarla…!
PIETRO
Pues…
a aguardar que enviude.
Mira…
¡quién sabe! Aguarda,
que
el príncipe no es joven…,
se
fatiga… , se cansa…
Un
aire… , un tabardillo…
Mutis
de los dos.
LEONELLO
Reflexionando.
¿Y
por qué no una espada?
Queda
pensativo.
TORIBIO
Que
aparece por la izquierda.
Tanto
de Alteza me ponen,
tantos
honores me dan,
que
el que me llamen Toribio
me
va molestando ya.
Viendo
a Leonello, sin ser visto por éste.
¡Hola!
El galán de mi esposa.
que
me la quiere quitar.
Debe
tenerme un cariño
este
muchacho
Al
capitán.
¿Qué
tal?
LEONELLO
Aparte.
¡Oh!
Mi suerte me lo envía.
TORIBIO
He
dicho que cómo estáis.
LEONELLO
Estoy
de pie.
TORIBIO
¡Qué
gracioso!
¡Miren
qué bromista!
Aparte,
dándose cuenta de la actitud de Leonello.
¡Ay!
Me
parece que éste tiene
poca
gana de bromear.
LEONELLO
Príncipe;
aquí estamos solos.
¡Los
dos solos!
TORIBIO
Es
verdad.
Aparte.
¡San
Lucas! Alto. Pero ¿qué hacemos tan solos? Voy a llamar.
LEONELLO
No
llaméis.
TORIBIO
Aparte.
¡Está
furioso!
En
alta voz.
Me
carga la soledad.
LEONELLO
Es…
que la necesitamos.
TORIBIO
¡Ah!
¿Que la necesitáis…?
Pues
os dejo. Medio mutis.
LEONELLO
¡Quieto!
TORIBIO
Aparte.
¡Vaya
si
me la voy a ganar!
LEONELLO
No
os marchéis, porque hay asuntos
que
aquí se decidirán.
TORIBIO
Aparte.
¡Y
vestido de etiqueta!
Hoy
no puedo quedar mal.
LEONELLO
Príncipe:
entre caballeros
se
ha de decir la verdad.
El
engaño y la mentira
quédense
para el rufián.
TORIBIO
El
prólogo os ha salido
redondo.
¡Qué bien habláis!
LEONELLO
Hablo
bien; pero hablo poco.
TORIBIO
Yo
os daré cuerda.
LEONELLO
Pensad
que
no os tolero las burlas.
TORIBIO
Aparte.
¡Pues
sí que se va a arreglar!
LEONELLO
Sabed
que amo a la princesa.
A
vuestra esposa.
TORIBIO
¡Caray!
Y
¿me lo decís tan fresco?
Aparte.
¡Ay,
no! ¡Que lo hago muy mal!
Melodramáticamente.
¡Y
me lo decís…! ¿Qué escucho?
LEONELLO
La
amo con locura.
TORIBIO
¡Ah;
pero
ya habréis comprendido
que
es una barbaridad!
LEONELLO
Por
su amor, llegar pretendo
adonde
haya que llegar.
Al
escándalo... a la lucha…
¡a
la muerte!
TORIBIO
Capitán:
no
os suicidéis por tan poco.
Es
un consejo leal.
LEONELLO
No
me entendéis.
TORIBIO
Aparte.
No,
ni quiero.
LEONELLO
Vos
la queréis, y yo más.
Uno
de los dos estorba:
¡uno
solo quedará!
TORIBIO
Ingenuamente.
Y
¿qué queréis? ¿Que me vaya?
Recordando
su papel.
¡Pues
no me voy!
LEONELLO
Bien
está.
TORIBIO
Es
mía; Dios me la otorga.
LEONELLO
¡Y
yo os la quito!
TORIBIO
Inconscientemente.
Probad.
Aparte,
recobrando su miedo.
¡Que
no pruebe!
LEONELLO
Desenvainando.
¡Con mi espada!
Tomad
la vuestra.
TORIBIO
Desenvainando
con mucha parsimonia.
Ya,
ya
No
penséis que yo soy manco.
Aparte.
Dentro
de un poco ¡quizá!
LEONELLO
¡En
guardia!
TORIBIO
¿En
guardia?
Aparte,
¿Qué es eso?
Copiando
a Leonello.
¡Ah,
vamos! Así.
LEONELLO
Atacad.
TORIBIO
Aparte.
¡Y
aquí no viene un cristiano!
LEONELLO
Defendeos.
¡Sus…!
Ataca,
y Toribio da un salto huyendo y luego contesta a una imaginaria voz.
TORIBIO
¡Ya
va!
A
Leonello.
Perdonadme,
que me llaman.
Vengo
en seguida.
LEONELLO
Indignado.
¿Qué?
¿Os vais…?
TORIBIO
¿No
oís que me llaman? Medio mutis.
Marchando.
Vuelvo.
LEONELLO
Pero
príncipe…
TORIBIO
¡Ya
va! Mutis.
LEONELLO
No
me queda ni el recurso
de
matar a mi rival.
Sale
Rosina por el fondo, habiéndosela visto cambiar unas palabras con Toribio.
(Música)
ROSINA
Interrumpiendo
sus palabras con carcajadas.
Pero
capitán…
¿Qué
vais a hacer?
¿Vais
a matar?
Decidme
a quién.
Estáis
gallardo de veras.
El
gesto airado os va bien.
Guardad
la espada.
No
me asustéis.
LEONELLO
¿Por
qué, Rosina,
por
qué os burláis de mí?
¿Por
qué mi duelo y mi pena
os
hacen reír?
Dejadme
que al partir maltrecho
salgan
de mi pecho
ayes
de dolor.
De
un loco amor arrepentido,
soñé
un feliz hogar risueño
y
todo se ha desvanecido
como
un sueño.
ROSINA
Con
ayes y con lamentos
los
sufrimientos
no
podréis vencer.
Tened
valor y fortaleza,
templad
el corazón en el dolor,
abrid
el alma a la tristeza,
que
es ahora cuando empieza
el
amor.
LEONELLO
¡Imposible!
Para
mí no hay amor.
ROSINA
¡Ja,
ja, ja, ja…!
Interrumpe
como antes sus palabras con carcajadas.
LEONELLO
Volvéis
a reíros…
ROSINA
¡Cómo
no me voy a reír!
LEONELLO
Creedme,
Rosina.
ROSINA
¿No
mentís?
LEONELLO
Mi
amor es sincero,
mi
amor es verdad.
ROSINA
Amor
y pena
debéis
olvidar.
LEONELLO
Yo
sabré buscar la muerte.
ROSINA
Así
no moriréis de amor.
LEONELLO
Oídme.
Ya que mi dicha
será
imposible con vos,
engañadme
diciendo
que
no olvidáis mi amor.
ROSINA
¿Qué
pretendéis con ello?
LEONELLO
Hacerme
la ilusión
de
que suena siempre
en
mi oído vuestra voz.
¡Jamás
la olvidaría!
Decídmelo,
por Dios.
Ved
que me consume
la
desesperación. (Muy vibrante)
ROSINA
Remedándole.
«Mujer,
primorosa
clavellina
que
brindas el amor…»
LEONELLO
No,
no, Rosina…
mi
pasado olvidad.
ROSINA
Es
una cancioncilla
que
vino a mí sin pensar.
LEONELLO
Os
ruego, os suplico…
Soy
un amante sincero
que
quiere consagraros su fe.
Caen
sobre mí las maldiciones
de
cuantas mujeres burlé.
Pero
en vos llega al fin
el
castigo de mi torpe afán
y
aquella risa tan alegre ayer
en
amargura se convertirá.
ROSINA
Despacito
se llega a Leonello, que se había quedado vuelto de espaldas y abatido.
Cariñosamente.
¡Mi
Leonello…!
Leonello,
adivinando el cariño de Rosina, estrecha sus manos apasionadamente.
(Al unísono)
ROSINA
Al
fin
el
amor
ilumina
mi ser
como
luz
que
es la risa
del
amanecer
Leonello.
Al
fin
el
amor
ilumina
mi ser
como
luz
que
se enciende con la risa
del
amanecer
LOS
DOS
y
siempre unidos
su
canción dirán
unos
labios de galán…
Salen
Toribio, Pietro y Paolo d la cabeza- de un grupo de invitados, interrumpiendo
el dúo con su bullicio.
(Hablado sobre la música)
PIETRO
Coreado
por todos.
Muy
bien, muy bien.
TORIBIO
Adelantándose.
¡Enhorabuena,
capitán!
LEONELLO
El
príncipe… ¡ridículo!
TORIBIO
Hijo,
por tres mil florines no se puede hacer más.
ROSINA
Bien,
Toribio.
LEONELLO
¿Qué?
TORIBIO
Presentándose.
Toribio
Clarinetti; en mí tenéis una amistad… y un arpa.
ROSINA
Y
desde hoy nuestro mayordomo.
LEONELLO
Volviéndose
a Rosina, lleno de alegría.
Pero,
¿es todo una farsa?
ROSINA
Todo,
menos mi cariño.
LEONELLO
Y
el mío… el que empezó oyéndote cantar…
ROSINA
¡Bendita
sea «La Canción del Olvido»!
Leonello
da la mano a Rosina y juntos marchan hacia el fondo. Los invitados abren calle
v los reverencian a su paso.
TELON
Información obtenida
en:
https://archive.org/details/lacanciondelolvi495serr
https://archive.org/details/lacanciondelolvi495serr
Vi esta zarzuela hace muchísimos años, me enamoró. Una verdadera joyita de la música, la prosa y el verso. La versión que vi fue con Juan Luis Galiardo en el papel del Capitán Leonello y María Cuadra en el de Rosina Ferrata.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo, José Serrano siempre componía una música inspiradísima.
EliminarSaludos.