LA ZARZUELA
NUEVA
Zarzuela en un acto y en prosa.
Libreto de Sinesio Delgado.
Música de Tomás López Torregrosa.
Representada por primera vez en el
Teatro Apolo el día 7 de Octubre de 1897.
REPARTO
(Estreno)
Rosario - Sra. Perales.
La Miranda - Sra. Campos.
La Señora Bernarda - Sra. Vidal.
Casilda - Sra. Torres.
La Señora Eusebia - Sra. Rodríguez.
Corista - Sra. Fernández.
Pinilla - Emilio Mesejo.
Villanueva - Sr. Ripoll.
Don Fernando - José Mesejo.
Moreno - Sr. Sanjuan.
Teodoro - Sr. Carrión.
Valentín - Sr. Ontiveros.
Lozano - Sr. Ruesga.
Urrutia - Sr. Ramiro.
Faustino - Sr. Sánchez.
El Maestro de Coros - Sr. Picó.
El Segundo Apunte - Sr. Manzano.
Coristas, carpinteros, curiosos, etc.
La acción en un teatro de Madrid. Epoca
actual.
ACTO UNICO
Saloncillo de un teatro, en forma
ochavada. En el foro puerta muy grande, de arco, sobre la cual, en letras
gordas, se lee: Escenario. Esta puerta está colocada a bastante altura sobre el
nivel del escenario verdadero, de modo que se suba a ella por un tramo de
escalera ancha, de cuatro peldaños. A la derecha, en primer término, puerta
grande que se supone comunica con el pasillo de los palcos; en segundo término
otra puerta de la cual arranca la escalera que conduce a los cuartos del coro
de señoras. A la izquierda otras dos puertas pequeñas. En la primera hay un
letrero que dice: Señor Moreno. En la segunda otro que dice: Señorita Miranda.
En la primera derecha, ya dentro de la caja, pero de modo que se vea desde el
lugar que ocupa el público, está la silla del portero, en los espacios que
quedan entre todas las puertas divanes de terciopelo rojo, y junto al diván de la
izquierda un celador pequeño y algunas sillas de rejilla. Detrás del velador,
en segundo término un piano. En el escenario falso, del otro lado de la puerta
del foro se ven los bastidores de perfil, y en las cajas hay, durante toda la
representación, carpinteros, madres de coristas, criadas de tiples, niños,
señoritos, etc., etc. Las indicaciones de derecha a izquierda se refieren al
actor mirando al público.
ESCENA I
Al levantarse el telón Pinilla, con
gorra de acomodador, ocupa la silla del portero, Lozano, sentado en uno de los
divanes de la derecha, presta atención a lo que ocurre en el escenario falso,
en el cual la gente se aglomera en las cajas, con el interés que inspira el final
del un estreno. Dentro cantan un concertante Moreno, La Miranda, y coro de
señoras.
(Música)
CORO
(Dentro) Escándalo tenemos,
la cosa va de veras;
corramos, compañeras,
que es gratis la función.
Una señora guapa,
no sé por qué habrá sido,
á un joven bien vestido
le ha dado un pescozón.
MORENO
(Dentro) Ponme en frente un enemigo
con quien pueda pelear,
y en quien vengue ese castigo
que no puedo tolerar.
LA MIRANDA
(Dentro) El instante ya maldigo
en que te he empezado a amar;
¡aun es débil el castigo
y mayor le has de encontrar!
CORO
Se conoce que el amigo
no es un hombre regular
y le anuncian el castigo...
¡vaya un modo de anunciar!
MORENO, LA MIRANDA y CORO
Ponme en frente un enemigo, etc.
El instante ya maldigo, etc.
Se conoce que el amigo, etc.
(En el concertante hay un memento de
barullo en que la orquesta, las partes y los coros echan cada uno por su lado,
justificando la protesta del público falso que debe oír el verdadero clara y
distintamente. Al terminar la música y cuando se supone cae el telón, aumentan
la gritería y los silbidos, deshácense los grupos que estaban entre bastidores,
se ve retirarse apresuradamente a las coristas y una pareja de carpinteros se
acercad cada bastidor como disponiéndose a quitarlo)
ESCENA II
Pinilla, Lozano, Moreno, Urrutia, Villanueva,
Teodoro, La Miranda, La Casilda, Coro y Rosario.
(Entran y salen cuando se indique)
(Hablado)
MORENO
(A Urrutia, arriba) ¿Qué hago? ¿Salgo a
decir
los nombres?
URRUTIA
Si puede usted...
MORENO
¡Qué he de poder! Pero, en fin, veremos.
(Desaparece Se supone que se levanta el
telón y aumenta el estrépito)
MORENO
(Dentro) La obra que hemos tenido...
VOCES
¡Fuera! ¡No! ¡A la cárcel! (Silbidos,
palmadas, protestas. Villanueva atraviesa la escena de arriba huyendo y le
detiene Urrutia)
URRUTIA
Vamos, hombre, salga usted.
VILLANUEVA
¡Yo qué he de salir, si se viene el
teatro abajo con la gritería!
URRUTIA
Pero son unos cuantos nada más. Salga usted.
VILLANUEVA
¡Que no salgo aunque me fusilen, ea!
(Desaparece forcejeando. El coro de
señoras, por grupos, baja precipitadamente la escalera y se va por la segunda
derecha. (Trajes de calle) Sigue dentro el escándalo)
LOZANO
¡Atina, manco! Cuando las barbas de tu vecino
veas pelar...
(Sale La Miranda muy elegante del brazo
de Teodoro, baja la escalera y se dirige a su cuarto, segunda izquierda)
LA MIRANDA
Pero ¿ve usted, Teodorito?
TEODORO
¡Ya, ya! ¡Qué lástima de concertante! Lo
canta usted divinamente.
LA MIRANDA
Pero ¡claro! el público se nos ha echado
encima. Ese adoquín de Moreno se ha adelantado tres compases... (Llegan a la
puerta del cuarto) Gracias. (Soltando el brazo de Teodoro y abriendo la puerta)
Espere un momento; voy a vestirme para la siguiente y abriré en seguida.
TEODORO
(Muy meloso) ¡Monísima! ¡Riquísima!
¡Preciosísima!
LA MIRANDA
¡Asaúra! (Con mimo. Entra y cierra la
puerta)
TEODORO
¡Con qué gracia dice asaúra esta mujer! Vamos,
me vuelve loco.
(Durante este diálogo continúa cruzando
la escena el coro de señoras. Sale Moreno, baja lentamente la escalera y se
encamina también a su cuarto)
MORENO
(A Lozano) ¡Vaya un meneo! ¿eh?
LOZANO
Sí, sí... ya veo que les han agradecido
a ustedes el concertante, señor de Moreno.
MORENO
No podía suceder otra cosa. ¿No ve usted
que el director de orquesta es un animal y se ha adelantado tres compases?
Hasta luego. (Entra en su cuarto. Sale el último grupo de coristas)
LOZANO
Adiós.
CORISTA 1ª
(A Casilda) ¡Hija! ¡Cómo zumban!
CASILDA
Pues la obra se ha hundido por la tiple nada
más, ¿sabes tú? ¡Se ha adelantado tres compases!
CORISTA 1ª
Ya lo he visto. (Vanse por !a
escalerilla de su cuarto. Inmediatamente sale Urrutia, baja del escenario, abre
la puerta por donde se han ido y grita dirigiendo la voz hacia arriba)
URRUTIA
¡Coro de señoras! ¡Un sueldo de multa
por haberse adelantado tres compases! (Vase por el escenario)
LOZANO
¡Bien hecho! Alguien ha de pagar los
vidrios rotos, y el último mono es el que se ahoga. (Se levanta y se acerca a
Teodoro que está al otro extremo, de pie, a la puerta del cuarto de La Miranda)
¿Me hace usted el favor de un cigarro?
TEODORO
Sí señor, con muchísimo gusto.
(Rosario aparece en lo alto de la
escalera del escenario. Pinilla, que ha estado observando atentamente el desfile
del coro, se levanta, asoma la cabeza por la puerta y dice:
PINILLA
¡Rosario!
ROSARIO
¿Qué quieres?
PINILLA
¡Siempre la última! ¿Qué hacías allá
arriba?
ROSARIO
Nada; me ha entretenido el maestro
diciéndome que tenemos que bajar a ensayar en el entreacto.
PINILLA
¡Hombre! ¿sí? ¡qué fino es el maestro! Y
¿por qué no se lo ha dicho a las otras? Bueno; pues en cuanto puedas bajas, ¿sabes?
ROSARIO
Si puedo... (Vase por la escalerilla
segunda derecha. Pinilla vuelve a sentarse en su puesto)
TEODORO
¿Y cómo va esa obrita? ¿Se ensaya?
LOZANO
¡Qué se ha de ensayar, si acabo de
traerla con el arreglo número diez y siete!
TEODORO
¡Diez y siete arreglos! Habrá quedado perfecta.
LOZANO
Al revés. Ya no se sabe lo que es
aquello. A un padre le he hecho tía, a un general soldado raso, y el lugar de
la acción que era el comedor de una casa de huéspedes, se ha convertido en un
barranco del Guadarrama. ¡Le digo a usted que hacen judiadas conmigo para dar
largas al asunto.
TEODORO
¡Ah! ¿ya hace mucho tiempo?...
LOZANO
Cinco años hace que vengo todas las
noches a ver en qué quedamos. De modo que el día que me la pongan, estoy por decir
que me fastidian; porque ¿dónde voy a ir yo a pasar este ratito?
TEODORO
Ahí viene el autor de la que han silbado
esta noche.
(Aparece Villanueva en lo alto de la
escalera del foro)
LOZANO
¿Ve usted? Dios no quiere que me vea yo en
semejante trance. (Vuelve a sentarse en el
diván)
ESCENA III
Teodoro, Lozano, Pinilla y Villanueva.
VILLANUEVA
¡Pues no sabrá usted lo que es bueno!
TEODORO
¡Qué lástima que no haya gustado, señor de
Villanueva! Asunción estaba hermosísima, ¿no ha reparado usted?
VILLANUEVA
No señor; no he tenido tiempo.
TEODORO
Pues ¿y la Dolores? ¿Y la Casilda? ¡La
Casilda sobre todo! En el coro de mendigos ha sacado todos sus brillantes.
LOZANO
¡Hola! ¿Conque la Casilda tiene
brillantes?
VILLANUEVA
Ya lo creo ¡Para mí los quisiera!
LOZANO
¿Tendrá buen sueldo, eh?
TEODORO
Diez reales, como las demás.
LOZANO
¿Y con diez reales compra alhajas?
VILLANUEVA
No, señor, no; la compran las alhajas a ella.
(Al portero) Pinilla, hágame usted el favor de llegarse al café y decir a
Faustino que me traiga una botella de cerveza.
PINILLA
Voy en seguida. (Vase)
VILLANUEVA
Los disgustos hay que pasarlos a tragos.
TEODORO
Pero, hombre, ¿y por qué se ha quedado usté
aquí a pasar el mal rato?
VILLANUEVA
Y ¿qué quiere usted que haga?
¿Anonadarme? ¿Acobardarme? ¿escurrirme por la puerta falsa, huyendo como un
criminal de la algazara y del estrépito con que el vencedor celebra mi derrota?
¡No, señor! Aquí esperaré, firme en la brecha, hasta que se pierda en la sala
el último rumor de las protestas y de los silbidos. A haber triunfado, estaría
allá arriba rodeado de los actores, saludando con orgullo, recibiendo entre una
aureola de gloria falsa los aplausos de los alabarderos, apurando hasta el
último instante el voluptuoso placer de la victoria Puesto que he sido vencido,
el público tiene derecho a saborear el fracaso; quiero que adivine al enemigo detrás
del telón, desencajado, pálido, pagando su torpeza con unos cuantos minutos de
angustia. El que está a las maduras debe estar a las verdes. Me quedo. (Se sienta
en una silla junto al velador)
LOZANO
¡Muy bien, señor de Villanueva! Lo mismo
haré yo cuando estrene, que no llevo camino...
VILLANUEVA
Aparte de eso, también el fracaso
teatral tiene sus encantos.
LOZANO
¡Cuerno! ¡Exagera usté un poco!
VILLANUEVA
Los tiene, sí señor. Usted ha preparado sus
armas, ha estudiado los recursos, ha escogido a su gusto las posiciones y le hice
al público: «¡Entra!» Y entra efectivamente en el palenque el monstruo de mil
cabezas receloso, inquieto, regodeándose interiormente con la esperanza de las
emociones futuras. Puede engañársele con recursos falsos, con frases de
relumbrón, con muñecos rellenos de serrín, imitando personajes de carne y
hueso; puede bañársele en esa ola de vulgaridad que le. sabe siempre a gloria,
y que amenaza tragarnos a todos; pero si tal no se consigue, se le verá crecer,
agrandarse, emborracharse con la alegría del escándalo, avanzar fieramente como
fatídico espectro hasta las candilejas, alargar sus zarpas de hierro, estrujar
y pulverizar al autor, escondido tras la débil muralla de los bastidores, y
arrojarle como un guiñapo en las profundidades del foso, tronzando sus
ilusiones, desbaratando su labor de muchos días, arrebatándole tal vez de entre
las manos el pan de sus hijos... Pero ¡qué gusto ser vencido así! Porque eso será
terrible como una catástrofe, pero es hermoso como un pedazo de gloria. Pelea desigual
y cuerpo a cuerpo, combate de uno contra mil, ¡lucha de hombres!
TEODORO
De la que se suele salir, por lo visto,
con las manos en la cabeza.
VILLANUEVA
¿Y cómo no? El vulgo tiene
instintivamente predilección por lo chabacano, por lo grosero, por lo
adocenado, por el arte de baja estofa . Seguirle en su mal gusto es una
garantía de buen éxito, contrariarle en su afición es exponerse a la derrota. Pero
el autor de veras debe poner su arte sobre todas las cosas. Debe plantarse ahí arriba
bravamente y fustigar al público en sus vicios y zaherirle por su ignorancia, y
enseñarle los buenos derroteros, como se enseñan esas cosas a las muchedumbres:
¡A latigazos, si hace falta! Y si el monstruo se aburre porque no lo entiende ó
se enfurruña porque lo entiende demasiado, si airado se arroja sobre la obra y
sobre el autor y los atropella, pisotea, magulla y despedaza, no hay sino
aguantar el envite, dejar que pase el turbión, limpiarse la ropa, curarse los
cardenales y levantarse en cuanto se pueda para volver a empuñar briosamente el
látigo. Porque no hay término medio: ¡ó dejarse amarrar como un esclavo a la
noria de la necedad, ó empuñar osadamente las riendas y dirigir con energía el
carro de combate (i).*
(i) Los párrafos comprendidos entre las
estrellitas pueden suprimirse en la representación, con harto dolor de mi alma,
si el director de escena entiende que la relación se hace pesada, ó que no está
el público para esas bromas.
LOZANO
Me ha convencido usted, y ahora mismo voy
a preguntar otra vez al representante cuándo se ensaya mi obra. (Vase al
escenario)
LA MIRANDA
(Entreabriendo la puerta de su cuarto)
Teodorito, puede usté pasar cuando quiera.
TEODORO
Voy allá, (A Villanueva) Con permiso.
VILLANUEVA
Le acompaño a usté. Tengo que dar las gracias
a la tiple. (Viendo que el otro le cede el paso) No, usté primero. (Entra en el
cuarto Teodorito. Cuando va a hacerlo Villanueva, sale Pinilla por la primera
derecha )
ESCENA IV
Villanueva, Pinilla, luego Valentín,
después Faustino, al fin Casilda.
PINILLA
Señor Villanueva . Aquí viene Faustino
con la cerveza.
VILLANUEVA
Bueno, que la deje en el velador. Salgo en
seguida.
PINILLA
Es que... usté dispense, pero yo
quisiera que me escuchara usté un momento.
VILLANUEVA
¿Qué es ello?
PINILLA
Que tengo que pedirle a usté un favor.
VILLANUEVA
Mala noche para favores.
PINILLA
Ya lo sé, pero es cosa que me urge
tanto...
VILLANUEVA
Bueno; ¿de qué se trata?
PINILLA
¿Usté conoce a Rosarito?
VILLANUEVA
¿Esa chica que ha entrado en el coro
hace poco tiempo?
PINILLA
Justo; la última que ha entrado.
FAUSTINO
(Saliendo con una botella chica de
cerveza, copa y plato) Buenas noches.
VILLANUEVA
¡Hola!
FAUSTINO
(Dejando la copa en el velador y empezando
a descorchar la botella). ¿De modo que nos han gritado, señor de Villanueva?
VILLANUEVA
¿Qué es eso de nos? ¡Qué más quisieras! ¡Me
han gritado a mí solo! (A Pinilla) Siga usted. Quedábamos en que Rosarito...
PINILLA
Pues... que tengo yo mucho interés por ella,
¿sabe usté?
VILLANUEVA
Ya; comprendido.
PINILLA
No; no piense usted mal, porque no es
eso. La conozco desde que era chiquilla, entre nuestras familias ha habido
siempre una buena amistad, y... vamos, yo quisiera que hablara usté a la
empresa para que la dispensara de salir en el coro de la obra que se va a hacer
ahora mismo. Porque salen de guerreros romanos ¿sabe usté?, con mallas y
faldellín corto, y cascó, y el pelo tendido y los brazos al aire.
FAUSTINO
(Echando la cerveza en el vaso) Y que
estarán muy ricas.
VILLANUEVA
Vamos, y la da vergüenza. Es natural, como
es la primera vez...
PINILLA
A ella no sé. pero a mí sí. A mí me da mucha
vergüenza y muchísima rabia.
FAUSTINO
(Marchándose) Hasta luego.
VILLANUEVA
Adiós. (A Pinilla) Mala ocasión es esta
para ir al empresario con esas coplas Como me acaban de gritar, es probable que
nos eche a usté, a la chica y a mí con cajas destempladas. Pero, en fin,
probaremos.
VALENTIN
(Cruzando la escena desde la primera
derecha a la del foro) Buenas.
PINILLA
Caballero, ¿por quién pregunta usted?
VALENTIN
(Con altivez). Soy de la prensa. (Vase).
VILLANUEVA
Uno de los que me llamarán imbécil
mañana. De modo que lo que yo tengo que pedir es que Rosarito no salga en el
coro de guerreras.
PINILLA
Justo.
VILLANUEVA
Por lo visto la quiere usted mucho ¿eh?
PINILLA
¿Y cómo no? Si es... ¿cómo le diré yo a usté
que es, señor de Villanueva? Guapa como un ángel, ó por lo menos a mí me lo
parece, mas candorosa que guapa, más sencilla que candorosa, más buena que sencilla
y más santa... ¡que la memoria de mi madre! Dirá usted: «¿y cómo se la ha ocurrido
venir aquí a cantar en el coro?» ¡Pues ahí está lo malo, que no ha sido a ella!
A ella, ¿cómo se la había de ocurrir ese disparate? Pero ese diablo de mujer, esa
señora Eusebia que ya usté conoce, que un año es madre de la Casilda y al otro
tía carnal de la Dolores, y al otro ama de llaves de la Teresa y siempre
maestra de enredos, y ayuda de malos pasos, y fiadora, y criada, y consejera y
tapa líos todo en una pieza... esa tal cayó por nuestro barrio, enviada por el
mismísimo demonio, y conoció a Rosario, y se hizo amiga de su madre, y se
compadeció de su miseria, y como las pobres no encontraban labor en ninguna
parte... ¡mire usté por dónde las protegió la señora Eusebia, y se trajo aquí a
la muchacha, y no sé de cuáles recomendaciones echó mano que la admitieron en
seguida. Es decir, no lo sé, pero me lo figuro, y como resulte verdad lo que
sospecho... yo voy a hacer una barbaridad muy grande, señor de Villanueva.
CASILDA
(Asomándose por la segunda derecha).
¡Faustino!... ¿Anda por ahí Faustino?
PINILLA
Acaba de irse.
CASILDA
Pues cuando vuelva haga usté el favor de
decirle que suba a nuestro cuarto un bisteck con patatas, un sorbete de fresa y
una copa de Jerez con bizcochos.
VILLANUEVA
¡Qué mezcla!
CASILDA
No, señor, no es mezcla, porque somos tres.
El bisteck es para mí, el sorbete para Dolores y la copa para Rosarito.
PINILLA
¡Rosario tomando copas! Y ¿quién las
convida a ustedes?
CASILDA
El ministro de la Guerra, ¿le importa a
usté algo? ¡Vaya con el hombre! (Vase)
PINILLA
¿Ve usted cómo tengo razón para
desconfiar y repudrirme? ¿Quién la convida, vamos a ver? ¿Quién la convida?
VILLANUEVA
Pues ya lo ha oído usted El ministro de la
Guerra si viene a mano. Pero ¿cómo es que ella acepta sin inconveniente? ¿No
decía usted que era una santa?
PINILLA
¡Y lo es!
VILLANUEVA
Lo era. Porque ¿cuánto tiempo hace que está
en el coro?
PINILLA
Tres días.
VILLANUEVA
Pues créame usté a mí; tres días en el cuarto
de la Dolores y de la Casilda no se pasan en balde. (Bebe el último trago de
cerveza) Vaya, me voy a ver al empresario. (Vase por la primera derecha)
PINILLA
¡Quiera Dios que le coja usted en un
buen cuarto de hora!
ESCENA V
Pinilla y Rosario.
ROSARIO
(Saliendo) ¡Ramón!
PINILLA
¡Ah! ¡que a tiempo llegas! Ven acá, di, ¿quién
te ha convidado a una copa de Jerez con bizcochos?
ROSARIO
¡Si yo no lo sé! Ha sido cosa de la
Casilda y la señora Eusebia.
PINILLA
¡Hombre! ¿Sí? ¿Pues sabes tú lo que voy
a hacer con la señora Eusebia? ¡Colgarla del telar el día menos pensado!
ROSARIO
Pero no te pongas así; ¿qué tiene eso de
particular?
PINILLA
Tiene de particular que te quiero más
que a mi vida ¿sabes? y que tengo celos de todo, y rabia por todo, y sólo de
pensar que esos señoritos imbéciles que se figuran que todo el campo es orégano
te van a tratar como a las otras, y te van a convidar como a las otras, y van a
pensar de ti lo que de las otras... se me enciende la sangre, y se me cierran
los puños, y me dan tentaciones de dejarlos caer sobre cualquiera.
ROSARIO
Pero ¿por quién lo dices? ¡Si no tienes motivo!
PINILLA
Por ninguno y por todos. Veo la ofensa en
el aire estrechándose y espesándose cada vez más... ¡Ah! pues si este odio que yo
tengo a cuantos te rodean pudiera dirigirse a uno... ¡A uno solo!
ROSARIO
Vaya, veo que así no podemos vivir.
PINILLA
No; no podemos vivir, porque mientras tú
sales ante el público y charlas entre bastidores yo tengo que estar ahí, clavado
en esa silla, como en el potro del tormento, consumiéndome y abrasándome...
ROSARIO
Pero ¿por qué, Dios mío?
PINILLA
Porque tú ya no eres la misma, porque ya
no me quieres, y puesto que al fin y al cabo me vas a engañar, porque todas las
mujeres engañáis. . ¡dímelo! y puede que no te crea.
ROSARIO
¡Qué tonto eres! si te quiero lo mismo
que antes. Si no hago caso de nadie ni de nada.
PINILLA
(Transición) ¿De veras? Es de veras eso?
(Cogiéndola las manos) ¿Ves? Con cuatro palabras tuyas se me ha pasado en un
momento toda la ira. Y es que en cuanto me das la mano me quedo sin alma,
porque se me marcha toda por los dedos.
ROSARIO
¿Y no volverás a dudar nunca?
PINILLA
¡Ay! Eso sí que no puedo jurarlo.
¡Chist! Vete; que Salen. (Vase Rosario corriendo segunda derecha. Aparece
Moreno con un periódico en la mano, por la puerta de su cuarto, y se sienta en
el diván, junto al velador)
ESCENA VI
Pinilla, Moreno. Luego Teodoro. Después Eusebia.
MORENO
¿Han preguntado si se podía empezar?
PINILLA
Todavía no señor.
MORENO
Es que como a mí no me avisa nadie, porque
aquí hace todo el mundo lo que le da la gana, y lo mismo les da un primer actor
que el último corista... (Sale Teodoro del cuarto de la Miranda)
TEODORO
¡Siempre murmurando!
MORENO
Calle usted, que estoy más quemado esta noche...
Ya ve usted qué papelitos me reparten a mí. Los de las obras como la que nos
han zumbado. Y lo floridito, lo que se hace solo... ya se sabe para quién es.
EUSEBIA
(Saliendo segunda derecha) Señorito Teodoro.
TEODORO
¿Qué hay, Eusebia?
EUSEBIA
¿Va usté a pagar a Faustino lo que han pedido
las niñas; ó quiere usted que yo...
PINILLA
¡Calle! ¡este es el de la copa!
TEODORO
Sí, sí; tome usted (dándole dinero) y
arregle la cuenta, porque ese bárbaro de Faustino, a lo mejor me lo dice
delante de Asunción, y me pone en un compromiso. (Vase Eusebia primera derecha)
PINILLA
¡Bruja de los demonios!
EUSEBIA
¿Sí, eh? ya quisieras tú que te llevara
donde yo dijera. (Vase).
MORENO
¡Hola, hola! Conque por lo visto
¿también por allá arriba tiende usted sus redes?
TEODORO
¿Qué quiere usted, amigo? se hace lo que
se puede. Todo lo que no sea andar por el mundo con muchas mujeres es andar solo.
MORENO
Pues yo creía que éste (señalando al
cuarto de la Miranda) era un amor del alma.
TEODORO
¡Hombre! ríase usté de los amores del alma;
¿usté cree que hay eso?
MORENO
Ya lo creo.
TEODORO
Pues también las viejas tienen alma. ¿Y
en qué consiste que de las viejas no se enamora nadie?
ESCENA VII
Dichos. Bernarda (con un cestito de
claveles y un ramo grande)
BERNARDA
(A Pinilla al entrar) ¿Ha venido D.
Fernando?
PINILLA
¿Qué le quería usted?
BERNARDA
Lo que quiero no se lo voy a decir a
usté, criatura. (A Teodoro) ¿Un clavelito?
TEODORO
Como usté quiera. (Se lo pone) ¡Hola!
¿para quién es ese ramo?
BERNARDA
Para la Miranda.
TEODORO
¡Ah, sí! el de todas las noches.
MORENO
¡El ramo misterioso! que no ha habido manera
de averiguar quién se lo envía.
TEODORO
La Bernarda debe saberlo. Vamos, aquí en
confianza, ¿quién paga ese ramo?
BERNARDA
¿Me van ustedes a guardar el secreto?
MORENO
Claro que sí.
BERNARDA
Pues lo paga... ella misma.
MORENO
¡Ah, demonio! Es una manera de darse tono
como otra cualquiera.
BERNARDA
(Llamando a la puerta del cuarto) Srta.
Miranda ¿se puede?
LA MIRANDA
(Dentro) Adelante, señora Bernarda.
(Bernarda entreabre la puerta, figura
que saluda y deja el ramo. Vuelve a cruzar la escena y vase por la escalerilla
del cuarto del coro. Pinilla la sigue atentamente con la vista)
TEODORO
¡Vea usted! ¡y yo que tenía unos celos rabiosos
de ese galán que no se presentaba nunca! (Riéndose)
PINILLA
¡Ríete, ríete! ¡que la copita de Jerez
se te va a volver veneno!)
ESCENA VIII
Dichos. Urrutia, Valentín, Lozano, por
el foro. Luego Villanueva.
URRUTIA
(A Valentín) Yo lo siento en el alma;
pero no puedo hacer nada en el asunto.
LOZANO
¿Ni tampoco en el mío?
URRUTIA
Tampoco. La empresa es la única que decide.
LOZANO
Pues ¿no es usted su representante?
URRUTIA
Pero soy representante para eso; para
decir que no puedo hacer nada.
VALENTIN
Bueno, pues yo lo que le digo a usted es
que El Silbato necesita dos butacas diarias, y que si no se las señala la
empresa estoy dispuesto a llamar inmundicia literaria a todo lo que se estrene.
(Siguen hablando bajo en segundo término)
VILLANUEVA
(Entrando. A Pinilla). Nada; lo que yo
había previsto. Dice que si no quiere salir de mallas que se vaya a un
convento.
PINILLA
Muchas gracias de todas maneras.
VALENTIN
¡Hola! aquí está nuestro autor. ¿Ve
usted? Este lo va a pagar mañana.
VILLANUEVA
(Acercándose al grupo) ¿De qué se trata,
señores?
VALENTIN
De que las empresas no tienen la
consideración debida a la crítica teatral, y luego ustedes se quejan de que
apretemos las clavijas.
VILLANUEVA
No; yo no me quejaré nunca, porque eso es
eterno. Siempre será más fácil y más cómodo decir: «Esos zapatos están mal hechos»,
que ponerse y hacer unos zapatos.
VALENTIN
Es que no todo el mundo tiene obligación
de entender de zapatería, pero el que se pone a hacerlos debe hacerlos bien.
VILLANUEVA
Estamos conformes. Pero ¿usted cree de veras
que la crítica teatral tiene influencia sobre el público?
VALENTIN
Ya lo creo, mucha.
VILLANUEVA
Y ¿no dice usted todos los días que el arte
está decadente?
VALENTIN
Porque es verdad.
VILLANUEVA
Pues ¿qué influencia es la de ustedes
que no sirve para levantarlo?
VALENTIN
¡Bah! exageraciones.
VILLANUEVA
Como las de usted (en secreto) que se ha
atrevido a decir que la Miranda canta como los mismísimos ángeles.
VALENTIN
Y es verdad. ¿Usted ha oído cantar a los
ángeles?
VILLANUEVA
No, señor.
VALENTIN
Pues por eso digo que la Miranda canta como
ellos, ¡porque tampoco se la oye!
URRUTIA
¡Chist! ¡D. Fernando!
VILLANUEVA
¡Ah! El senador D. Fernando, genuino representante
del abono... y mi enemigo natural, por consiguiente.
VALENTIN
Con razón.
VILLANUEVA
No; si no disputo. Todo el mundo tiene razón
en contra mía esta noche, aunque sea senador vitalicio.
ESCENA IX
Dichos, Don Fernando (con gabán de
verano al brazo).
(Música)
FERNANDO
He llegado tarde,
no he visto el estreno,
pero me han contado
que no ha sido bueno.
(A Villanueva) Dispénseme usté,
digo lo que dicen.
VILLANUEVA
¡Vaya! ¡no hay de qué!
FERNANDO
Toda la tarde como un leño
he presenciado la sesión,
porque el Senado incita al sueño
aunque peligre la nación.
TODOS
Pero ¿está en peligro?
FERNANDO
Parece que sí.
Esas son las voces
que andan por ahí.
Arde la guerra despiadada,
la integridad está en un tris,
ya no hay dinero, ya no hay nada,
sobre un volcán está el país.
Así es que nosotros,
según datos ciertos
de algunos amigos
que estaban despiertos,
hemos empleado
toda la sesión...
TODOS
¿En qué?
FERNANDO
Discutiendo el acta
de Villamelón.
TODOS
En eso los pobres
se pasan la vida
aunque esté la patria
muy comprometida.
¡Que Dios les conserve
la serenidad
para salvaguardia
de la sociedad!
FERNANDO
Dicen que falta la justicia
que era del orden el sostén,
y hasta asegura la malicia
que ya no se hace nada bien.
Así es que se irritan
las oposiciones,
y esta tarde ha habido
interpelaciones
como la que ha hecho
cierto senador...
TODOS
¿Para qué?
FERNANDO
Pidiendo un estanco
para un elector.
TODOS
En eso los pobres
se pasan la vida
aunque esté la patria
muy comprometida.
¡Que Dios les conserve
la serenidad
para salvaguardia
de la sociedad!
(Al terminar el número. Moreno entra en
su cuarto, Teodoro en el de la Miranda, Valentín y Lozano vuelven al escenario
falso, y quedan solamente en escena D. Fernando, Urrutia, Villanueva y Pinilla)
(Hablado)
FERNANDO
(A Urrutia) Pues... yo venía a pedir a
usted un favor.
URRUTIA
Usted dirá.
FERNANDO
Que a esa chiquilla rubia, alta, que
canta en el centro, nos la pusieron ustedes siempre en primera fila.
URRUTIA
Eso es cosa del director.
FERNANDO
¡Ah! ¿sí? Pues hablaré al director. Los
compañeros se han empeñado en honrarme con esta comisión, y yo no he tenido más
remedio que aceptarla Aunque esta noche no estoy para bromas.
VILLANUEVA
Como yo.
FERNANDO
Tengo una preocupación muy grande.
VILLANUEVA
¡Caramba! ¿está usted preocupado?
FERNANDO
Sí, señor; porque no sé qué diablos
hacer en la sesión de mañana.
VILLANUEVA
¡Ah! es verdad que la sesión de mañana va
a ser interesante.
FERNANDO
¿Está usted enterado?
VILLANUEVA
!Como que es cosa que nos importa a
todos! Si triunfa la izquierda, la guerra se hará a sangre y fuego, se
levantarán empréstitos forzosos, se declarará universal y obligatorio el
servicio militar, nos liaremos la manta a la cabeza, y la nación, lanzada a
todo vapor en el camino del vértigo, irá a parar no se sabe dónde, arrollando
obstáculos, saltando abismos, comprometiendo acaso la paz universal Si vence la
derecha se procurará contemporizar con todo el mundo, se amainarán velas, se
taparán bocas a fuerza de oro y el país irá tranquilamente, sin convulsiones,
sin notarlo, a una ruina lejana, pero cierta. Como se trata de un asunto grave,
las fuerzas están equilibradas en el Parlamento, hasta el punto de que un voto,
¡un solo voto! puede marcar el rumbo que ha de seguir la nación, y tal vez el
mundo.
FERNANDO
Justo, un solo voto: ¡el mío! Vean
ustedes por donde estoy representando en este instante nada menos que el
porvenir, y sin embargo me tienen ustedes aquí tan tranquilo.
VILLANUEVA
Pues eso es lo que me choca.
ESCENA X
Dichos. Casilda (por la segunda derecha,
a medio vestir de guerrero romano)
CASILDA
Señor Urrutia, vengo a decirle a usted que
yo no salgo a escena con este calzadillo.
URRUTIA
¿Porqué, hija?
CASILDA
Porque da vergüenza. Roto, deslucido,
estrecho, no hay manera de atarlo ni de abrocharlo por ninguna parte.
FERNANDO
Pues yo creo que se sujeta con
facilidad. ¿Me permite usted que pruebe? (Hinca una rodilla en tierra y trata
ele abrochar la correa)
CASILDA
¡Por Dios! No se moleste usted.
FERNANDO
¿Molestarme? Al contrario. ¡No sabe
usted lo que daría porque me vieran así los de la platea.
VILLANUEVA
(A Urrutia) Vea usted; ahora tiene la
Casilda en la punta del pie los destinos de la patria. No tiene más que decir
una palabra y mañana vota el barón lo que a ella se la antoje. ¡Cuántas veces
habrán cambiado el mundo los calzadillos de las Casildas!
FERNANDO
(Levantándose) ¿Ve usted? Perfectamente.
CASILDA
Muchísimas gracias. Bueno, pues esta
noche salgo así por no desairar a este caballero; pero lo que es mañana...
URRUTIA
¿Qué? (Retirándose al segundo término
los dos)
CASILDA
Mañana si el sastre no me da otros
nuevos no me visto.
URRUTIA
Anda, hija, anda; que con llamar otra
vez al barón está todo arreglado. (Vanse, Casilda por la segunda derecha y
Urrutia por el foro)
VILLANUEVA
Con permiso de usted, voy a saludar a la
tiple. No me han dejado desde que concluyó el estreno.
FERNANDO
Vaya usted enhorabuena. (Entra
Villanueva en la segunda izquierda) . Y ahora, vamos a lo importante. Portero.
ESCENA XI
Pinilla, Don Fernando. Después Bernarda.
PINILLA
(Acercándose respetuosamente) ¿Llamaba
usted?
FERNANDO
¿Ha visto usted entrar a la ramilletera?
PINILLA
Sí, señor, hace un rato. (¿Para qué la
querrá éste? ¡Mala señal!)
FERNANDO
Pues hágame usté el favor de buscarla y decirla
que la espero aquí, en el saloncillo.
PINILLA
Yo... dispense usted, pero no puedo
faltar de mi puesto.
FERNANDO
Vamos, hombre; si es cuestión de un
instante. Si le dicen a usté algo écheme usté la culpa, y no tenga usté miedo.
Yo le diré a usté dónde puede encontrarla. En el cuarto donde se viste esa
chica nueva.
PINILLA
¡Rosario!
FERNANDO
Justo, Rosario. Ha ido allí con un
encargo mío.
PINILLA
(Procurando dominarse) Con un encargo de
usted... y quiere usted que yo suba a buscarla.
FERNANDO
Sí, hágame usted el favor. (Le entrega
un cigarro puro)
PINILLA
(Cogiendo maquinalmente el cigarro y
estrujándolo entre los dedos) ¡El favor! ¡Es demasiado favor, señor don
Fernando! (Conteniéndose) ¡Ah! dispense usted, se me ha deshecho el puro. Y
vamos, ¡que no!
FERNANDO
¿Qué?
PINILLA
(Transición). Que no me atrevo a moverme
(Sale Bernarda por la segunda derecha) Pero., ahí la tiene usted cabalmente.
(Se retira a su sitio) (¡Aquí estaba el peligro! ¡No hay que perder ni una
palabra)
FERNANDO
¿Hecho?
BERNARDA
Hecho.
FERNANDO
¿Aceptó los claveles?
BERNARDA
Se resistió un poco, porque es de lo más
sosaina que he visto . Gracias a que yo sé hacer esas cosas.
PINILLA
(¡Estoy por adelantarme y acogotarlos!)
FERNANDO
Bueno, pues ha llegado la ocasión de
intentar el segundo golpe. ¿Tú crees que aceptará un ramo?
BERNARDA
Con un poquito de trasteo...
FERNANDO
Pues anda y prepara uno con las mejores flores
que tengas. Y en seguida te pasas por el vestíbulo para que yo ponga entre ellas
una tarjetita con cuatro letras, ¿entiendes?
BERNARDA
Sí, como de costumbre.
FERNANDO
Justo, como de costumbre.
PINILLA
(¡Ah! pero ese ramo de ahora os lo vais
a tragar por partes iguales)
BERNARDA
Pues vuelvo en seguida. (Yéndose primera
derecha)
FERNANDO
Te espero en el vestíbulo.
PINILLA
(¡Y yo aquí!)
ESCENA XII
Don Fernando, Pinilla, Villanueva.
VILLANUEVA
¿Todavía por aquí, señor don Fernando?
FERNANDO
Me marchaba ahora mismo. Y apropósito, antes
se me olvidó dar a usted el pésame por el percance de esta noche.
VILLANUEVA
Muchas gracias.
FERNANDO
Aunque según parece, es usted solo el que
ha tenido la culpa.
VILLANUEVA
¡Claro!
FERNANDO
Sí, me han dicho los compañeros que se ha
metido usted en unas filosofías y en unas honduras imposibles.
VILLANUEVA
¿Y ellos cómo lo saben, si durante el
estreno han estado leyendo La Correspondencia?
FERNANDO
¿Y qué quería usté que hicieran si se
aburrían los pobrecillos? ¡Créame usted, joven! Para otra vez déjese de
literaturas siempre fastidiosas, y apele a las escenas picantes, a los trajes
vistosos y a que las muchachas enseñen todo lo que puedan.
VILLANUEVA
¡Eso! Comercie usté con la vergüenza de las
mujeres, excite usté los apetitos del público, y el jornal será espléndido.
Pero, señor barón, ¡eso es ponerme a mí al nivel de la señora Bernarda!
FERNANDO
Bueno, pues usté hará lo que quiera,
pero siempre se estrellará usté si sigue por ese camino.
VILLANUEVA
¿Por qué?
FERNANDO
Porque ese no es camino. ¡Es
derrumbadero!
(Saluda con una inclinación de cabeza y
vase por la primera derecha)
ESCENA XIII
Villanueva,
Pinilla, El Maestro de Coros y El Segundo Apunte.
VILLANUEVA
¡Y lo malo es que del voto de este
caballero dependen no sé cuántas cosas!
(Aparecen en lo alto de la escalera el
maestro de coros y el segundo apunte)
MAESTRO
Anda, avisa a las chicas que bajen un
momento de cualquier manera, que vamos a repasar el primer número, que está un peco
verde.
(El segundo apunte sube corriendo por la
escalerilla de la segunda derecha. El maestro de coros, se sienta junto al
piano, y durante la escena hace escalas, o lo que se le antoje)
PINILLA
Señor de Villanueva, ¡ya ha parecido!
VILLANUEVA
¿Quién?
PINILLA
El que quiere robarme la felicidad, ¡el
que se dirige a Rosarito!
VILLANUEVA
¡Hola! parece que se sale usté de sus
casillas. ¿Lo ve usted? La pasión, para estallar, necesita obstáculos. Es como
el mar, que rompe en olas furiosas centra las peñas, y muere mansamente y sin
ruido en las arenas de la playa. Mientras quería usté con tranquilidad ni
siquiera se enteraba de que quería, y ahora que empieza usted a dudar está que
echa lumbres.
PINILLA
Pues eso es lo que yo digo. Si el amor
es el placer, la dicha, la dulzura, ¡lo más rico del mundo! ¿en qué consiste
que cuando uno se enamora de verdad está siempre llevado de los demonios.
VILLANUEVA
¡Toma! es que el amor puro es oro fino efectivamente,
pero hay quien parece que da monedas y da cartuchos de perdigones.
(Vase foro)
PINILLA
Pues créame usted, ¡yo no soy tan
imbécil que me deje dar este cartucho!
(Bajan tumultuosamente por la segunda
derecha el segundo apunte y el coro de señoras, unas con caicos, otras con
corazas, otras peinadas, otras con el pelo tendido; algunas traen flores en el
pecho y en la cabeza; Rosario, que todavía está peinada, lleva entre el pelo un
manojo de claveles. El segundo apunte desaparece por el foro, el coro forma
grupos rodeando el piano)
ESCENA XIV
Pinilla, Rosario, El Maestro, Coro de
Señoras.
MAESTRO
¿Estamos?
(Música)
ROSARIO y CORO
Guerreras de amor,
sin miedo avanzad
que ya el enemigo
nos pide piedad.
Con las armas del placer
siempre entramos en acción
y sabemos que a vencer
nos ayuda la pasión.
Escucha un momento,
acércate aquí.
Estoy ensayando;
no puedo salir.
CORO
Los cascos y corazas
no infunden ya temor,
luchemos con sonrisas,
guerreras del amor.
Salte del grupo.
No puede ser.
Pues yo a la fuerza
te sacaré.
(La coge de un brazo, la separa de los
grupos y la trae al proscenio)
Arranca esos claveles,
Rosario mía,
de tus cabellos,
porque un dolor horrible
como el de la agonía
me das con ellos.
ROSARIO
Si son tan lindos
estos claveles,
¿por qué te causan
penas crueles?
PINILLA
Porque el canalla
que te los dio
quiere robarme
tu corazón.
(A una mirada del maestro, Rosario
vuelve precipitadamente a unirse a los grupos. De la letra deducirán los
actores el juego escénico de este cantable, sin necesidad de nuevas acotaciones)
ROSARIO y CORO
Con las armas del placer
entraremos en acción,
y sabemos que a vencer
nos ayuda la pasión.
PINILLA
Junto al abismo
tiene ya el pie.
¡Yo, por salvarla,
me perderé!
ROSARIO y CORO
Guerreras de amor,
sin miedo avanzad
que ya el enemigo
nos pide piedad.
ROSARIO
Tus celos me ofenden,
tus dudas me apenan,
y turban a un tiempo
la paz de los dos.
Y ya que estas flores
tu dicha envenenan
¡malditas mil veces!
¡malditas de Dios!
(Arranca el manojo de claveles, lo
arroja al suelo y lo pisotea)
ROSARIO y CORO
Los cascos y corazas
no infunden ya temor,
luchemos con sonrisas,
guerreras del amor.
PINILLA
Yo, por salvarla
me perderé...
ROSARIO
¡Malditas mil veces!
¡malditas de Dios!
CORO
Sin miedo avanzad,
guerreras de amor...
(Hablado)
MAESTRO
Está bien; pueden ustedes retirarse.
(Rosario y el coro de señoras vuelven a
subir segunda derecha. El maestro cierra el piano y se va por el foro. Pinilla
vuelve a su sitio)
ESCENA XV
Pinilla y Bernarda (sale con el cesto de
claveles y otro ramo en la mano)
PINILLA
¡Chist! Espérese usted. ¿De quién es ese
ramo?
BERNARDA
Mío.
PINILLA
¿Qué trae usté en él?
BERNARDA
Nada; pero aunque trajera la catedral de
Burgos Je tendría a usted sin cuidado.
PINILLA
Démelo usté.
BERNARDA
¿Para qué?
PINILLA
Para verlo.
BERNARDA
¡Quiá! ¡Pues estaría bueno, hombre!
PINILLA
¡Ea, basta de músicas! Entre esas flores
tiene que venir el veneno, señora Bernarda. Conque suelte usté el veneno por la
buena, ó la echo mano a la garganta, y aprieto, aprieto... hasta que desembuche.
BERNARDA
¡Vaya con la manía que ha tomado el hombre!
¿No le digo a usté que no traigo nada?
PINILLA
Pues yo la digo a usté que sí. Conque venga
ese ramo.
BERNARDA
¡No me da la gana! ¡No faltaba más!
PINILLA
Verá usté como sí que le da la gana.
(Trata de quitársele sujetándola además
por el cuello)
BERNARDA
¡Que no quiero! ¡Granuja, cobarde,
ladrón! ¡Qué me ahoga! (Pinilla se queda con el ramo, le deshace violentamente
y saca una tarjeta metida en un sobre)
PINILLA
¿Ve usté como sí había veneno?
BERNARDA
¿Y a ti que te importa? ¡Me las vas a
pagar! (Se arregla la ropa, recoge los restos del ramo y vase por el escenario
. Entre tanto Pinilla lee la tarjeta, y el segundo apunte va llamando a las
puertas de los cuartos)
APUNTE
Señorita Miranda, ¿podemos empezar?
LA MIRANDA
(Dentro) Sí.
APUNTE
Sr. Moreno, ¿podemos empezar?
MORENO
(Dentro) Sí.
APUNTE
(Segunda derecha) ¡Coro de señoras!
(Vase corriendo por el foro)
PINILLA
¡Sí, ya lo decía yo! (Volviendo a leer)
«Mañana... Si usté quiere... Protección de padre...» (Viendo a D. Fernando que
viene por el pasillo de los palcos, primera derecha) ¡Ah! ni traído con un
cordel! (Cerrando el paso) ¿Dónde va usté, caballero?
ESCENA XVI
Pinilla; Don Fernando.
FERNANDO
¡Hombre! ¿ahora salimos con esas?
PINILLA
Sí, señor; no se puede pasar.
FERNANDO
¿Es orden de la empresa?
PINILLA
No señor, mía. Soy yo el que no quiere que
usté pase.
FERNANDO
Vamos usté ha bebido más de la cuenta. ¿Sabe
usté quién soy yo?
PINILLA
¡Pues no he de saber! D. Fernando de no sé
cuantos, barón de no sé qué, senador por no sé dónde y muchas veces millonario.
Y sin embargo, yo, el de abajo, el del arroyo, a quien dan dos reales por
ponerse esta gorra, le echo a usted de aquí
como a un estorbo. ¡Y mire usté por donde soy yo ahora más rico que
usté, porque el gustazo me cuesta el pan de algunos meses, y placeres tan caros
no los ha comprado usted en su vida!
FERNANDO
Vaya, usté está loco. ¡A ver! el
representante, uno... ¡que pongan a este hombre en la calle!
PINILLA
Pero ¿no le digo a usté que tiro los dos
reales por la ventana? Usté puede quitarme los dos reales; lo que no consiento que
me quite es otra cosa que viene usté buscando aquí: ¡el ansia de mi vida, el
calor de mi alma y lo que más quiero en el mundo!
FERNANDO
Ea, basta de impertinencias. Échese
usted a un lado. (Pretendiendo avanzar)
PINILLA
(Plantándose delante de él fieramente)
¡Digo que atrás, señor barón, ó por la memoria de mi madre que le mato a usté
como a un perro!
FERNANDO
(Retrocediendo algunos pasos) ¡Eh! ¡no
faltaba más!
(Salen por la segunda izquierda la
Miranda, vestida de guerrero romano, y Teodoro, por la primera izquierda; Moreno,
con un traje cualquiera de capricho; por el foro, Urrutia, Valentín, Lozano y
Villanueva, y por la segunda derecha, Rosario, Casilda y coro de señoras,
completamente vestidas de guerrero, con lanzas cascos, corazas y rodelas y el
pelo suelto)
ESCENA ULTIMA
Don Fernando, Pinilla, Rosario, Villanueva,
La Miranda, Teodoro, Moreno, Urrutia, Lozano, Valentín, Coro, El Segundo Apunte
y El Maestro de Coros.
MORENO
¿Qué pasa aquí?
LA MIRANDA
¿Qué escándalo es este?
CASILDA
Niñas, ¡que hay bronca!
VILLANUEVA
¿Qué es eso, Pinilla?
PINILLA
Nada, señor de Villanueva; lo que le
había dicho a usted antes: que me pierdo para salvarla.
(El segundo apunte aparece en lo alto de
la escalera)
APUNTE
¡Se ha empezadooo!... (Vase corriendo)
URRUTIA
¡A formar, niñas ¡Vamos, vivo!
(Las coristas se forman en dos ó tres
filas, según convenga, a la derecha, y se colocan en actitud de subir al
escenario falso, de espaldas al público. La Miranda pasa a ponerse al frente.
El maestro de coros, en lo alto de la escalera, de frente y dispuesto a dar la señal)
TEODORO
Está usted así apetitosísima.
LA MIRANDA
¡Asaúra!
URRUTIA
(A Pinilla) Usted a la calle
inmediatamente.
PINILLA
(Tirando al suelo la gorra) Ya lo sé,
señor representante, pero no me voy sólo. Rosario ¡fuera de la fila! ¡á
quitarte esos oropeles y a casa!
(La coge de un brazo, la separa
violentamente del grupo y la hace colocarse a su derecha)
ROSARIO
Pero ¡por Dios! ¿qué haces?
(El maestro de coros con el oído atento
a lo que pasa en el escenario falso, da una palmada)
MAESTRO
¡Prevenidas!
(La Miranda y las coristas preparan las
lanzas y los escudos y quedan en una actitud marcial)
PINILLA
Tiene dos caminos: O morirse de hambre ó
morirse de vergüenza. Se morirá de hambre... ¡pero conmigo!
(El maestro hace con el brazo la señal
de empezar, y rompen a cantar el final la Miranda y el coro, que avanzan
marcando el paso, lanzas en ristre, suben la escalera del foro y se pierden en
el escenario)
(Música)
LA MIRANDA y CORO
Guerreras de amor,
sin miedo avanzad
que ya el enemigo
nos pide piedad...
TELON
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https://archive.org/details/lazarzuelanuevaz13912torr
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