Martierra (Libreto)



MARTIERRA



Zarzuela en tres actos.

Libreto de Alfonso Hernández-Catá.

Música de Jacinto Guerrero.

Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el día 28 de Septiembre de 1928.



REPARTO (Estreno)

Santa (22 años) - Dorini de Dise.

Emilia (24 ídem) - Adriana Soler.

Caracol (17 ídem) - Flora Pereira.

La tía Lágrimas (60 ídem) - Ramona Galindo.

Camila (47 ídem) - Esperanza Hidalgo.

José (24 ídem) - Luis Almodóvar.

Américo (24 ídem) - Rogelio Baldrich.

Terruño (25 ídem) - Antonio Bayón.

Gavia (25 ídem) - Fernando Viñiegla.

El Párroco (50 ídem) - Joaquín Arenas.

El tío Tormentas (66 ídem) - Francisco Gallego.

El tío Encinas (65 ídem) - Angel de León.

Campesinos, marineros y mujeres del campo y de la playa.

La acción en Martierra, pueblecillo imaginario enclavado entre el monte y el mar, hace ya mucho tiempo.

Las indicaciones del diálogo corresponden a los lados de los actores.


ACTO PRIMERO

Plaza abierta al fondo en una perspectiva que muestra, de una parte, serranía brava de pinares y, de la opuesta, el mar. En primer término, a la derecha, la iglesia, dominando el ruedo de 1asucas sobre sus tres peldaños corridos a lo largo de la estrecha fachada, y su campanario, que tiene algo de palomar humilde. Al lado opuesto de la plaza, un banco de piedra labrado toscamente. De las fachadas de algunas casucas penden faroles náuticos de ojos verdes, rojos y azules. En las otras campean las palmas rubias del Domingo de Ramos.

La acción comienza a media tarde. Engarzadas en el preludio, antes de levantarse el telón, se oyen, alternativamente, la canción de los marineros y la de los labradores, que dicen así:


CANCION DE LOS MARINEROS

Mar unas veces blando y otras furioso;
mar sin caminos: ¡todo para viajar!;
mar que juntas los mundos; mar trabajoso
h que ni a tus muertos dejas reposar;
f' padre mar de las calmas y las tormentas,
¡danos siempre tu sal!
 

CANCION DE LOS LABRADORES

Tierra de frutos y flores,
tierra del buen trabajar,
sobre ti están mis amores,
tú mi cuerpo has de guardar.
Tierra madre, tierra madre,
¡danos siempre tu pan!

Al alzarse el telón aparecen sentados de espaldas uno a otro, en actitud de cómica enemistad, El tío Encinas y El tío Tormentas. El primero tiene la cara rasurada de los labriegos; el segundo, que oprime entre los dientes su pipa, lleva la sotabarba de los lobos marinos de antaño. Caracol, muchachuela astrosa, de alma inocente, está tirada en la playa y, de tiempo en tiempo, saca de entre sus harapos una caracola, que hunde en el agua y aplica luego a su oído con atención profunda. El tío Encinas y El tío Tormentas dicen sus primeras frases como si hablasen para sí mismo; pero ambos con el propósito hipócrita y visible de anudar la conversación.

ENCINAS
¡Buena tempestad la de anoche! Y amenazad seguir: las nubes van tan bajas que se quieren enredar en los árboles.

TORMENTAS
Después de titubear un momento. Mala señal para mis lobeznos: quedará mar de fondo unos días.

ENCINAS
Mis surcos, en cambio, beberán a placer. Le que es bueno para la tierra es malo para el mar.

TORMENTAS
¿Habla usted conmigo?

ENCINAS
Hablé porque me pareció que usted, antes.

TORMENTAS
A mí también me pareció, y para que no diga que les del mar somos mal educados...

ENCINAS
Por eso mismo le contesté, por la educación que tenemos los de acá, ¡eso!... Y ya hemos hablado bastante, que los míos vienen ahí, bastará que nos vean juntos para que se arme gresca.

TORMENTAS
Usted es quien empieza siempre a hablarme.

ENCINAS
¿Yo?... ¿Será usted capaz de decir, igual que anoche, que yo...? Se vuelven otra vez de espaldas, violentamente. El tío Tormentas, para disimular, se levanta y va adonde está Caracol.

TORMENTAS
Qué, Caracol, ¿oyes hoy buena música?

CARACOL
¡Ingenua y misteriosamente: Sí, hoy el mar suena de otro modo. Parece como si fuera a traer algo nuevo.

ENCINAS
Algas y suciedades traerá.

TORMENTAS
¿Ve cómo es usted el que nos busca? ¿Ve usted? Han entrado, por la izquierda, Américo  y Gavia. Se ve en seguida que América es el jefe. Gavia interpela con violencia al tío Encinas.

GAVIA
Ya le he dicho, tío Encinas, que no tiene que meterse con Caracol. Sea o no inocente, es de nuestro bando, y eso basta.

ENCINAS
Ya no tenemos bastante con reñir por Emilia y ahora vamos a reñir por ésta.

GAVIA
Ni por ésta ni por aquélla, sino por la razón. Ya sabe usted que para mí todas las mujeres fuera de mi madre...

ENCINAS
Pero los demás no piensan igual.

AMERICO
Gavia. Déjalo. No vas a disputar con un viejo destripa terrones. Llegan por la derecha José y Terruño. También se ve en seguida que José es quien manda. Terruño oye y recoge la última frase de América, en actitud de jaque.

TERRUÑO
Pero con Terruño, sí se atreve, sí.

JOSE
Conteniendo a Terruño, que quiere ir sin demasiadas ganas basta su enemigo. ¡Quita, que no hay motivo de pelea!

AMERICO
Conteniendo a Gavia, que se crece al sentirse sujeto. Tiene razón José. Cada cual por su lado. Encarándose de pronto con fosé. Pero también quiero decirte que con Emilia puco tienes que hablar tú.

JOSE
Nada, que es menos. Y eso díselo a ella, que es la que me busca.

AMERICO
¡Ella! ¡Ella!

JOSE
¡Ella, sí! Américo y José van a lanzarse, esta vez de veras, el uno contra el otro, pero Gavia, Terruño, el tío Encinas y el tío Tormentas los separan. Caracol, que no se había inmutado al reñir Gavia y Terruño, se asusta y sale corriendo por la izquierda,

GAVIA
¡Ea, paz! ¡Si a todos les importaran las mujeres lo mismo que a mí!

TERRUÑO
¡Paz!

TORMENTAS
¡Hay que calmar esos nervios, muchachos!

ENCINAS
¡Prudencia, rapaces!

JOSE
Hasta que no haya un escarmiento y vuelvan a caer seis lo menos de cada parte, como hace tres años en el día del patrón...

AMERICO
Si te apetece sangre podemos elegir el día de la Virgen del Mar, que está más cerca.

GAVIA
Basta... Basta.

TORMENTAS
Es que vosotros, los del monte, os creéis...

ENCINAS
¡Y vosotros, los de la marisma!...

TORMENTAS
¡Calle usted, mala boya!

ENCINAS
¡Tío leño! los dos viejos se van a enzarzar también, y los otros los contienen entre risas. En ese momento, por la izquierda, aparece Caracol, que trae de la mano al Párroco y le señala medrosa el grupo. Al ver llegar al sacerdote todos toman actitudes respetuosas.

PARROCO
¡Eso de que aquí los días de fiesta sean los peores es ofender al cielo! A la primera riña que vuelva a haber dejo el lugar y que venga otro. Más valía que pensaran en dedicar algo de lo que en los días de fiesta dedican al vino a revocar esta pobre torre, que se nos viene abajo... Ea, ¡tú, José, coge tu guitarra y echa para acá; tú, Américo, coge tu acordeón y ponte de aquella parte! Y a divertirse honestamente, que es domingo. La tierra y el mar son por igual de Dios, ya sabéis.

GAVIA
Es que...

TERRUÑO
Es que...

PARROCO
¡Silencio! El Párroco sube los escalones y entra en la iglesia. Américo, Gavia y el tío Tormentas forman un grupo. En el ángulo opuesto de la plaza, en torno al banco, José, Terruño y el tío Encinas forman otro. Américo abre el acordeón y José empieza a rasguear la guitarra.

(Música)

AMERICO
Acordeón, fiel compañero,
que cantas con la nariz
cuando en torno del velero
toma el tiempo buen cariz...

GAVIA, TORMENTA y JOSE
¡Acordeón, fiel compañero!
JOSE
Guitarra, vieja guitarra
en forma de corazón,
toda mi vida se amarra
con tu prima y tu bordón.

TERRUÑO y ENCINAS
¡Guitarra, vieja guitarra!

AMERICO
Tu voz me recuerda
los puertos lejanos,
blasfemias y rezos,
rugido y cantar,
olas cual montañas,
patrón y grumete
igualmente niños
bajo el huracán.

JOSE
Tu voz me recuerda
los surcos derechos,
el buey y el arado,
la espiga y la flor,
los lentos sudores,
las largas fatigas
y las corvas heces
doradas del sol.

AMERICO
Tu voz me recuerda
tardes de arco-iris,
calmas infinitas,
jugar y soñar...
Tu voz me recuerda
las velas henchidas
y el alma contenta
entre cielo y mar.

JOSE
Tu voz me recuerda
la noria paciente,
el perro de caza,
la senda, el alcor...
Tu voz me recuerda
los altos trigales
donde por las noches
se esconde el amor.

AMERICO y JOSE
El dolor de nuestras vidas.

JOSE
(¡Tantas cosechas perdidas!)

AMERICO
(¡Tantas horribles tormentas!)

LOS DOS
Con tu música nos cuentas,

AMERICO
cuando bajo el mastelero,

JOSE
cuando bajo de la parra,

LOS DOS
se oye tu son lastimero,

JOSE, TERRUÑO y ENCINAS
¡Guitarra vieja, guitarra!

AMERICO, GAVIA y TORMENTAS
¡Acordeón, fiel compañero!

(Hablado)

Por la derecha, seguida de la tía Lágrimas, entra Emilia, que sonríe coqueta, primero a un grupo y luego al otro. Al verla llegar, Caracol, que ha estado escuchando embebida el canto, sobre todo cuando cantaba José, nubla el gesto y sale. Un momento los rivales parece que van a encresparse de nuevo; pero José se encoge de súbito de hombros y se va por la derecha con los suyos. América, en seguida, hace lo mismo y sale con el tío Tormentas y con Gavia por la izquierda.

EMILIA
¡Ya volverán!

LAGRIMAS
Ya ves lo que te dan tus coqueterías.

EMILIA
Me dan risa, que estoy en la edad. No voy a dedicarme a llorar como usted o a vestir imágenes como la hermana del párroco.

LAGRIMAS
Quien siembra vientos...

EMILIA ¿Quiere usted dejarme de refranes? Ya sé que en su tiempo todo era virtud.

LAGRIMAS
En todos los tiempos hubo mal y bien; pero lo que digo es que de ese modo los haces sufrir a los dos y a ninguno consigues.

EMILIA
¿Y si gozo haciendo sufrir a todos más que logrando a uno?

LAGRIMAS
No digas eso... Tú eres buena, Emilia, puesto que me tienes recogida y me das tu pan.

EMILIA ¿Buena yo? Si quiero que me llamen "la Mala", como a usted la llaman "la tía Lágrimas".

LAGRIMAS
¡Bien se conoce que te faltó temprano tu madre!

EMILIA
Irónica: Pero la tengo a usted, que me quiere, no por el interés de que la mantengo, sino porque me parezco a una hija suya que murió casi al nacer... Un parecido gracioso... Mire cómo Caracol ni ninguna de las pobretonas del pueblo se le parecen.

LAGRIMAS
Yo te quiero, Emilia, y no por tu riqueza. Emilia. Si, además, no me importa. El caso es que me adulen, que se sometan a mi voluntad, que me digan día y noche que todos los mozos del pueblo sueñan conmigo y que José y Américo van a matarse el día de la fiesta por mí.

LAGRIMAS
Y luego llorarás como he tenido que llorar yo para que me llamen así. Oye mi consejo de vieja y de agradecida.

EMILIA
¿Consejos? No, por Dios.

(Música)

LAGRIMAS
Quien desoye consejo
no llega a viejo.

EMILIA
Se ve que usted oiría
cada día
mil consejos.
Yo
odio a los viejos,
y no
me gusta escuchar consejos.

LAGRIMAS
Si agua pasada no muele molino,
experiencia allana el camino.

EMILIA
Mi camino es infernar
a los hombres y reír
de verlos penar.
Me gusta hacerles sufrir,
y, viéndoles suplicar,
yo reír, reír, reír...

LAGRIMAS
Quien último ríe, se ríe mejor.
Emilia, no hay risas con el amor.

EMILIA
Así soy y así seré:
amiga de odio y de guerra.
Y a Américo arrojaré
contra José
como se arroja el mar contra la tierra.

JOSE
(Desde dentro)
"Como las cañas huecas
son las mujeres,
que con sólo mirarlas
locas se vuelven.
Y luego dicen: —Fulano bien quería...
Yo no lo quise."

LAGRIMAS
Como las cañas huecas
son las mujeres.

EMILIA
Serán como las cañas
ciertas mujeres.

LAGRIMAS
Todas igual que cañas
son las mujeres.

EMILIA
Pero los pobres hombres
locos se vuelven.
Y ya se dice:
—"Sólo por buenas mozas
los hombres riñen."

LAGRIMAS
Quien bien tiene y mal escoge
del mal no se enoje.

EMILIA
Por si luego hay que sufrir
déjeme ahora burlar y reír.

(Hablado)

Caracol vuelve a entrar por el fondo, y cuando va a tenderse sobre la arena otra vez, Emilia la increpa.

EMILIA
Estabas escondida ahí, oyéndonos.

CARACOL
¿Yo?

EMILIA
No te hagas más tonta de lo que eres, para ir a soplar luego lo que se dice. Y un día te voy a dar yo un buen tirón de pelo.

CARACOL
Ya me los das.

EMILIA
Pero fuerte de veras.

LAGRIMAS
Déjala, mujer. ¿No ves que es una pobre inocente?

EMILIA
Ya no hay inocentes, tía Lágrimas. (A Caracol) ¿Crees que no te he visto bebiéndole los vientos a José? Sabe Dios si, cuando los tuyos se van al mar, tú te marchas con él por los trigales.

CARACOL
Con cándida y ahogada ira, ¿Yo?... ¿Yo?...

EMILIA
¡Tú!

CARACOL
¿Yo?

EMILIA
Defiéndete siquiera con otra palabra, ¡estúpida! ¡Tú, sí!... Te ha picado, señal que di en lo vivo. A la tía Lágrimas. ¿No decía usted que yo enzarzaba a José contra Américo? Pues no se apure, que quizás vayan a hacerse amigos para siempre los de la tierra y los del mar gracias al amor de José y Caracol. Será boda de rumbo. Yo daré trece monedas de oro para las arras. Pero no vayas por las eras antes de tiempo, créeme.

CARACOL
¡Mala!

EMILIA
Después de una carcajada, a la tía Lágrimas: Vámonos... Ya ve usted qué pronto aprendí a dar consejos...

LAGRIMAS
Rezagándose compadecida de Caracol: No le hagas caso. Ya conoces sus modos.

EMILIA
Desde dentro: ¿Viene usted o no? Emilia ha salido por la derecha y la tía Lágrimas la sigue luego de hablar a Caracol, que queda sola y cierra los puños hacia el lado por donde Emilia acaba de irse.

CARACOL
¡Escorpión, ya clavaste tu ponzoña aquí! ¡Vete ahora a hacer daño a otra parte!... Se oye la risa de Emilia dentro. ¡Mala!... ¡Mala!

(Música)

No tengo en el mundo
más que un caracol:
¡pero él me canta como el mar profundo
y su brillo me alumbra como el sol!
Cuando todos callan,
suena para mí;
cuando estoy más triste,
él me hace reír;
cuando nada tengo,
alientos me da;
cuando estoy alegre,
me obliga a llorar.
Caracol marino,
caracol de oro,
tu canción acompaña mi camino,
¡y no te cambio por ningún tesoro!
Si alguno me insulta,
me ofreces consuelo;
si pienso en mi madre,
murmuras un rezo;
si envidio riquezas,
me das tus fulgores;
si caigo cansada,
mi almita recoges.
De tanto quererte,
tu nombre me dan.
Tu voz ha de cantarme hasta la muerte.
¡Contigo, caracol, me enterrarán!

(Hablado)

Entran por el fondo izquierda el tío Encinas y Terruño. Se oyen, a lo lejos, truenos y, de tiempo en tiempo, brillan relámpagos en la luz de la tarde. Poco a poco van llegando hombres y mujeres que miran hacia el mar y hablan animadamente entre sí. En el transcurso de la escena surge en la puerta de la iglesia el Párroco.

TERRUÑO
A Caracol. ¿Qué haces aquí, mujer, cuando los tuyos andan revueltos?

CARACOL
Nada.

ENCINAS
¿A que no te ha dicho tu caracol lo que iba a ocurrir?

TERRUÑO
Otra vez que vuestro mar hace de las suyas.

ENCINAS
¡Malhaya sea quien inventó el agua, que ni para dentro ni para fuera del cuerpo es buena! Y por mí, aunque no hubiera ningún pez fuera del atún, nada se habría perdido.

CARACOL
Asustada: ¿Le ha pasado a José algo malo?

TERRUÑO
¡Qué ha de pasarle! Allí está a reírse viendo la cara de espanto de los otros.

PARROCO
Desde la puerta de la iglesia, Pero ¿qué sucede? ¿Por qué son esas voces?

TERRUÑO
Que con la tempestad de anoche ha debido estrellarse un barco a la vuelta del cabo, señor cura, y ahora, con la resaca, empiezan a pasar los restos del lado de acá.

CARACOL
Yo soñé que mi caracol me lo decía.

PARROCO
Calla. Al grupo: ¿Y era barco grande? ¿Ha habido víctimas? Es preciso cumplir nuestro deber.

ENCINAS
Cualquiera sabe si era grande o chico. El agua está llena de pedazos de madera, que el mayor no sirve ni para el techo de una cabaña.

PARROCO
¿Y ni un grito se oyó?

TERRUÑO
¡El maldito mar grita más que todos!

GAVIA
Que entra y se dirige al Párroco: Hemos visto, de pronto, entre unas tablas algo que se movía, y Américo, sin pararse en nada, se ha echado al agua. ¡Para que aprendan los del monte!

PARROCO
¡Jesús!

TERRUÑO
Los del monte no tienen nada que aprender: cuando bajaron los lobos el año de la nieve, José fue solo con su cuchillo, y entonces no era para salvar sólo tablas viejas, sino vidas.

GAVIA
¿Qué sabes tú? El del faro, que es el que ve más largo, aseguró que un bulto se movía a lo lejos, y Américo, ni para esperar a que empujaran una barca hasta la orilla tuvo paciencia.

PARROCO
Bien hecho... Y bien hecho también lo de José cuando lo de los lobos. Entra por la derecha José.

PARROCO
¿Qué ocurre?

JOSE
He venido porque no me gusta ver ahogarse ni siquiera a un enemigo.

TORMENTAS
Entrando triunfalmente. ¡Qué se va a ahogar! ¡Si es un delfín!

TODOS
Señalando a lo lejos: ¡Mirad... mirad!

OTRO
¡Ya se acerca!

OTRO
¡Una ola lo ha cubierto!

JOSE
¡Se acabó!

MUJERES
¡Jesús!

GAVIA
¡No, ya sale, allí... allí!

TORMENTAS
¡Vaya brazada!

JOSE
¡Ya va la barca!

MUJERES
¡Pidámosle a la Virgen que llegue a tiempo!

TERRUÑO
¡Al Santo Patrón!

TORMENTAS
Parecen las olas un rebaño y son peor que lobos.

ENCINAS
Peor que lobos, no!

JOSE
Ya arranca la barca!

GAVIA
El llega antes!

OTRO
Ya está!... ¡Ya está!

JOSE
Y los de la barca también!

GAVIA
Pero él antes!... ¡Viva!

TODOS
Viva!

PARROCO
Quién sabe si ha salvado una existencia! De rodillas todos... A José, que tarda en hinojarse. ¡Tú también!

(Música)

Sobre el marmullo de oleaje, que suena en la orquesta, y sobre el bisbiseo de plegaria que, a boca cerrada, entona el coro, el Párroco recita la estrofa. Después, el coro se divide en las tres canciones y vuelve a murmurar el rezo cuando el Párroco dice la recitación final.

PARROCO
Señor, que en el firmamento
juzgas con gesto violento
a la maldad y a la guerra,
sé clemente, sé piadoso,
y con brazo poderoso
¡apacigua el mar y la tierra!

MUJERES
¡Recuerda, Señor, que un día
tu hijo pisó con su planta
la ola encrespada y bravía!

HOMBRES
El establo de Belén
y la cruz eran de palo...
¡Y mi barca lo es también!

TODOS
¡Virgen, que tu mirar puro
les abra en el mar revuelto
un caminito seguro!

PARROCO
Señor, que desde la altura
ves la humana criatura
esforzarse y tropezar,
sé piadoso, sé clemente,
y con mano omnipotente
¡apacigua la tierra y el mar!

(Hablado)

Se oye gran tumulto de gentes. Por el fonda llegan seis remeros con los remos en alto. Detrás, el tío Tormentas y los hombres del mar, que traen a Santa, desgreñada, descalza y sin sentido. Los del campo los dejan pasar silenciosos y curiosos hasta que la depositan en el banco de primer término. Los marinos se agrupan en seguida, en torno, mientras los labriegos toman plaza del lado de la Iglesia. Entre los dos grupos quedan el Párroco, Caracol, Emilia y la tía Lágrimas, que acuden también.

UNOS
¡Paso... paso!

TORMENTAS
Al sacarla del agua, la mujer de un pescador le echó su vestido.

UN CAMPESINO
Fue Juana la del molinero.

PARROCO
Has hecho una buena acción, Américo.

JOSE
Pero ¿vive?

EMILIA
Parece más muerta que mi abuela, Américo. Trabajo inútil.

PARROCO
Calla. Eso es lo que hay que averiguar. A ver usted, tío Encinas, que es medio curandero... Quitad.

ENCINAS
Aplicándole cómicamente el oído al pecho en medio de la ansiedad de todos. No sé... Parece que allá en el fondo hay como un pajarico que quisiera aletear. No sé...

TORMENTAS
Yo también entiendo, señor cura. Déjeme.

JOSE
¡Quite!

AMERICO
¿Es que no va a entender porque sea del mar?

PARROCO
¡Déjalo!

TORMENTAS
Después de imitar al tío Encinas: Sí... Parece como si quisiera levantarse de dentro del pecho una brisa.

PARROCO
A Emilia. Ya ves... Al grupo, que poco a poco se cierra. ¡Separarse!

LAGRIMAS
Y parece muy joven.

EMILIA
Burlona: Nada, que Américo ha pescado una alhaja... ¡El pescador de perlas!... Ahora lo difícil será encontrarle estuche. ¿La vas a guardar en tu barca para que sea por completo del agua?

JOSE
Dando un paso hacia el centro: ¡El señor alcalde es quien tiene que hacerse cargo de ella!

AMERICO
¡Yo soy quien la ha salvado!

TERRUÑO
Pero el pueblo es el pueblo; el mar no es nada.

AMERICO
¡El mar es todo!

GAVIA
Ya se sabe que yo nunca he reñido por mujeres, pero esto que quieren hacer, señor párroco, es una injusticia.

PARROCO
¡Callad!

AMERICO
Si hubiera sido por el pueblo, a estas horas se habría tragado dos pintas de agua.

LABRADORES
La ley es la ley.

JOSE
¡Eso!

AMERICO
José, por ésta sí que yo no paso.

JOSE
Pues los del pueblo tampoco pasamos; es nuestro derecho. (Los dos grupos quedan en silencio, afanándose por refrenar la naciente ira y hallar solución razonable. Emilia sonríe. La tía Lágrimas y el Párroco se esfuerzan en reanimar a Santa, inclinados, casi sin darse cuenta de la disputa, sobre ella. Caracol olfatea el peligro fijos los ojos en José)

LAGRIMAS
Y tiene cara de buena, señor cura.

EMILIA
En la plaza no ha de quedarse.

JOSE
Pues a tu casa no puede ir, porque tú y tu padre vivís solos.

AMERICI
Entonces irá a la tuya, ¿no?

JOSE
A la mía, tampoco: a la del alcalde...

AMERICO
Que es tu tío, ¿verdad? (Dirigiéndose a su grupo) ¡Muchachos, yo la saqué del mar, y a los del mar la entrego! Si nos la dejamos robar es que no somos hombres.

MARINEROS
¡Eso... eso!

JOSE
Pues yo digo que ahora está en tierra y que los del pueblo sabemos también cómo se manejan las navajas.

VOCES
¡A ellos!

CARACOL
¡Señor cura! Ha empezado la música. Los dos bandos se han separado un trecho para arremeterse mejor. Ya se alzan los palos y los dedos se crispan sobre las cachas de las facas, cuando Caracol advierte al Párroco y éste se interpone.

PARROCO
¡Atrás, herejes!... ¡He dicho que atrás! ¡Más valiera que antes de ofender al cielo pensarais que la que tú sacaste del mar no está salvada aún! Usted, tía Lágrimas; tú, Caracol, y vosotras Dirigiéndose a unas mujeres, cogedla con mucho cuidado y traedla. A los hombres, que rebullen con indecisa rabia mientras las mujeres obedecen. ¡Que ninguno se mueva! Tú, José, ensilla la yegua y al galope a Pueblo Grande en busca del señor médico.

JOSE
¿Yo?...

PARROCO
Si no vas se muere, y es como si Américo no la hubiera sacado de las olas.

JOSE
¡Pues voy! Sale José.

GAVIA
¡Nos la quitan!

TERRUÑO
¡La iglesia es el pueblo!

VOCES
¡Vamos por ella! Hay una oleada furiosa hacia la iglesia donde ya han entrado a Santa. Al ver avanzar a los hombres, la tía Lágrimas y otras mujeres empiezan a cerrar las puertas; pero el Párroco, sobre el último peldaño, se yergue y grita a los asaltantes:

PARROCO
¡Esta es la casa de Jesucristo, que por algo, hasta aquí, está más alta que la tierra y el mar!... A las mujeres. ¡No cerréis! ¡De par en par han de quedar las puertas! El que se atreva a cruzarlas no me falta a mí, sino a Dios... ¡y al Santo Patrón!... ¡Y a la Virgen del Mar también! ¡Atrás! Dominados, los hombres van retrocediendo según el cura desciende hacia ellos e invoca la imagen protectora de la tierra y la de las aguas. Hay un silencio, y tras él, Caracol se asoma misteriosa y radiante a la puerta y dice:

CARACOL
¡Ha abierto los ojos, señor cura!


TELON


ACTO SEGUNDO


CUADRO PRIMERO

Sala grande y rústica, rasgada al fondo por ventanal y puerta, abiertos ante un paisaje de montaña. La cocina, de alta campana, con el hogar encendido aún, ocupa gran parte de la pared de la izquierda; pero de fuera llega ya esa luz de los últimos días de invierno pronta a irisarse con la alegría de abril. En la pared de la derecha hay una puertecilla alta, abalconada por escalerilla y barandal de madera, cuyo arranque empieza en primer término. Debajo de la, escalera y en los rincones, costales de grano y aperos de labranza.

Es por la tarde. A un lado, sobre una mesa, el Párroco juega a los naipes con Terruño y dos labriegos más. Y en medio de la escena, sentados en ruedo, la tía Lágrimas, Camila, el tío Encinas y varios labradores y labradoras tejen cadencia de papel. El tío Tormentas, silencioso y mustio, está sentado en uno de los primeros peldaños de la escalera, de cara al público.

(Música)

CAMILA
Cada eslabón de un color
es mejor.

LAGRIMAS
Y a cada
trecho
debe de ir engarzada
una rosa.

MOZAS
Ya está hecho.

TERRUÑO
¡Buen naipe tiene el señor cura!

PARROCO
¡Gracias a Dios!

TERRUÑO
Y, además, lo juega con mano segura.

UN JUGADOR
¡El cinco!

TERRUÑO
Yo paso.

PARROCO
¡Pues pierde el dos!

VOZ
Desde dentro, acercándose poco a poco.
Ya se lleva el invierno
lluvias y nieves;
pronto tendrán los troncos
lunares verdes.
Brotarán trinos
y habrá risas y besos
por los caminos.

MOZA
Hace cosquillas la canción.

OTRA
Yo la sentí en el corazón.

OTRA
Mostrando una flor de papel.
Esta parece un alelí.

TODAS
Sí.

MOZA
Y ésta
una amapola.

TODAS
¡Va a ser este año sonada la fiesta!

LAGRIMAS
Lola,
dale un pedazo de papel
a la Isabel.

MOZA
A otra:
Mira,
ésta se ve que es de mentira.

OTRA
Quizás
por ser de mentira me guste más.

JOSE
Desde dentro.
Tengo un amor, molinera,
por eso no voy contigo.
¡Ya encontrarás tú quien quiera
hacer harina tu trigo!

LAGRIMAS
Me parece que
esa voz es la de José.

CAMILA
Si canta
es que ya cerca estará Santa,

MOZAS
No ha de tardar.

LAGRIMAS
¡Lo bueno siempre se hace esperar!

PARROCO
Enfadado:
Mala baza para mí.

UN JUGADOR
Sí.

TERRUÑO
Todas no han de ser igual,
señor cura.

PARROCO
En cuanto cerca se murmura
empieza a dárseme mal.

CAMILA
A las mozas:
¡Mano lista y lengua quieta,
que no avanza la cadeneta!
El hombre de antes, cruzando por detrás del
ventanal:
Tomillo, hierbabuena,
salvia y cantueso,
no me dejáis tranquilo
ni cuando duermo.
¡Quítate, Tula!...
¡Ay, qué nombre de novia
tiene mi mula!

TODOS
Tiene su mula.

Después de haber atendido la canción del que pasa y repetido el último verso, ríen jubilosos.

(Hablado)

TERRUÑO
Hoy parece que tarda.

LAGRIMAS
No, ella es puntual siempre; con todos.

TORMENTAS
Sí.

TERRUÑO
¡Silencio! Se le ha dejado entrar para que vea que somos menos intransigentes que los suyos; pero sólo hasta que usted y el tío Encinas le pregunten esa cosa tan importante que necesitan saber... Así que, ¡chist!

ENCINAS
¡Hay que ver los cuentos que nos inventa!

PARROCO
Y la oímos todos como si volviéramos a ser niños...

CAMILA
¡Mira que el del labrador y la Muerte!...

MOZA
Y el de los siete besos del príncipe...

TERRUÑO
Y el del país en que todos los pinares son de caoba.

PARROCO
¡No seas bárbaro!

ENCINAS
Y el del hombre de las tabernas.

PARROCO
¡De las cavernas, bruto!

TORMENTAS
Ese de las tabernas nos lo ha contado también a...

TERRUÑO
¡Silencio!

TORMENTAS
Pues Caracol viene aquí y habla.

TERRUÑO
Caracol, en último término, no es del mar, sino de la playa, que es tierra todavía.

PARROCO
Y además viene porque ella quiere llevarla a todas partes dándonos lección de humildad.

TORMENTAS
Yo sé por qué la trae.

ENCINAS
¿Por qué?

TORMENTAS
Cándidamente: Porque asegura que va a hacer de la que era la última del pueblo, la más linda. Y la obliga todos los días a lavarse sin que le haga daño. ¡Hay que ver! Y la enseña de letra, y... Con rabia infantil, dándose cuenta de que le han dejado hablar por enterarse. Ahora me dejan hablar porque doy noticias. ¡Pues ahora me callo!

CAMILA
Nos tiene a todos como embrujados.

PARROCO
Embrujados, no, hermana. Conquistados, contentos. ¡Bien nos paga el haberla cuidado el mes que estuvo entre la vida y la muerte!

LAGRIMAS
Milagro que José no se ha asomado para ver si está aquí.

TERRUÑO
No necesita asomarse: la siente.

TORMENTAS
Sin poder contenerse: ¡Igual que Américo cuando nos toca que vaya a contarnos cuentos a nosotros!

MOZOS
Atajándole: ¡Silencio! Ríen de ver la cólera del tío Tormentas. Tiembla un momento, antes de abrirse la puerta del fondo, y todas las miradas se fijan en ella. Pero quien llega no es Santa: es Emilia, y nadie oculta un "¡Ah!" o un gesto de decepción.

EMILIA
No es la nueva dueña del pueblo. Soy yo nada más.

TERRUÑO
Bien, bien... Es tu derecho. Eres de tierra.

EMILIA
A mí también me tienen embaucada tanto misterio y tantas bondades... Por supuesto, que el misterio va a dudar poco... Y si no hubiera aquí moros de costa Por el tío Tormentas, les diría que a pesar de tenerlos a ustedes tan contentos, ella es del mar; no sólo porque la sacaron de él, sino por lo bien que sabe tender las redes para que caigan tontos.

PARROCO
Basta, Emilia.

ENCINAS
De la tierra eres, ¡pero también lo son la serpiente y el escorpión!

UN LABRADOR
¡Que se vaya si va a empezar como otras veces!

EMILIA
Al tío Encinas: A usted no !e contesto porque está picado, a pesar de sus años, igual que Américo y José. Al Párroco. A usted, sí. Y a ustedes. Si nada tiene que ocultar, ¿por qué
no dice de dónde es? ¿Por qué manda a Caracol a escondidas a Pueblo Grande? Vamos a ver: ¿Ha conseguido usted siquiera que oiga misa?

PARROCO
Hombre, eso...

EMILIA
¿Lo ha conseguido?

PARROCO
Puede tener otra religión, y...

EMILIA
Antes decía usted en los sermones que no había más religión que una. Los campesinos tienen un cuchicheo medroso, del que se alza, colérica, la voz del tío Tormentas.

TORMENTAS
¡Si alguien se atreviera a decir mal de ella entre nosotros, lo emplumábamos!

TERRUÑO
¡A callar usted, que no tiene derecho!

ENCINAS
Pero tiene razón, ¡qué rábanos! Otra vez vuelve a vibrar la puerta, que, al abrirse, deja en el umbral a Santa. Viene vestida sencillamente, con un traje de moza; pero su peinado liso y su porte la diferencian de todas las muchachas del pueblo.

SANTA
Tienen que dispensarme la tardanza. Buenas tardes a todos.

PARROCO
Hoy fue paseo largo.

SANTA
Estuve a ver a la cieguecita del robledal y al niño de Nolo, que si no soy yo quien le da las medicinas no las toma.

EMILIA
¿Y su Caracol? ¿Es que no le han dejado traerlo los de allá?

SANTA
Los de allá, como los de aquí, son buenos y me complacen, evitando disputas. Caracol fue hasta Pueblo Grande. Ya debe estar de vuelta.

EMILIA
Bajo a un grupo. ¿Lo veis? losé aparece en la puertecilla alta y se apoya en la balconada, sonriente.

SANTA
Buenas tardes, José.

JOSE
Tardes, sí; y buenas también, porque usted llega. La he sentido.

SANTA
Y en cambio no siente que falta hoy quien más lo quiere en todo el pueblo.

JOSE
Sólo tenemos ojos para usted.

ENCINAS
¡Bien dicho!

SANTA
Y cuando yo me vaya...

JOSE
Usted no puede irse... Si alguien viniera a quitárnosla, los del mar y nosotros nos juntaríamos por una sola vez para defenderla con uñas y dientes...

EMILIA
Ya lo oye. Del bando que ella, pero del pueblo... Del que triunfe en la riña que habrá el día de la fiesta, como todos los años. En Martierra, la reja en donde no haya habido sangre alguna vez es que vale poco.

SANTA
No, Emilia. Ya he dicho que tengo familia, lejos, y que vendrán a buscarme. Al principio no me acordaba, e hicisteis en torno a mi memoria perdida una leyenda. Y cuando empecé a recordar, ya no me creyeron... Pero tú lo sabes, tú mejor que nadie, ya que has pretendido sonsacar a Caracol...

EMILIA
Rabiosa: ¡Si usted tiene sus espías, yo bien los tendré, v va veremos! A José: Renuncio a mi derecho de estarme aquí, como una pazguata. oyendo cuentecitos.

JOSE
Puente de plata, hija.

ENCINAS
Abriendo la puerta: Ancha es la puerta.

SANTA
No, mujer, ven. Emilia, desasiéndose de Santa, sale airada, y se la ve cruzar por el ventanal entre los murmullos de todos.

PARROCO
¡Qué genio, Santo Dios!

ENCINAS
¡Tiene el alma en vinagre!

TERRUÑO
Se la come la envidia.

SANTA
Envidia, no. Que no ha tenido quien la guíe.

JOSE
Ea, al cuento... Lina golondrina no hace verano, ni un garbanzo negro estropea la olla. A Santa. ¿Quedamos en...?

LAGRIMAS
Yo sé dónde quedamos Señalando al tío Encinas y al tío Tormentas. Pero antes...

TERRUÑO
¡Ah, sí! Los dos viejos querían hacerle no sé qué consulta.

SANTA
Digan.

ENCINAS
Aquí, la verdad... Al tío Tormentas. ¿Qué le parece?

TORMENTAS
Titubeando. La verdad...

SANTA
Llevándoselos a un extremo. Pues aparte. Ustedes retírense de ese lado, curiosos. Mientras los tres hablan y los otros cuchichean desde el extremo opuesto, dos mozas cogen a brazadas la cadeneta y las rosas de papel y la llevan a la habitación alta, volviendo después a bajar.

TORMENTAS
En voz baja. Es del último cuento... De aquello del día del juicio.

SANTA
¡Será el juicio de Dios, hombre!

TORMENTAS
Es lo mismo.

ENCINAS
De aquello de que en tiempos de Adán, cuando los pueblos reñían, se nombraban dos hombres, y ésos peleaban por los demás.

SANTA
Sí. Y el que caía, caía por todos, y así acababa para siempre la pendencia. Lo entendisteis muy bien.

VOCES
¡Al cuento... al cuento! Santa sonríe y toma asiento en un taburete, en torno al cual todos se acomodan para escucharla. El tío Tormentas, a pasos resignados, se dirige hacia la salida. José lo observa y le dice:

JOSE
Ya que está, puede quedarse. Por una vez...

SANTA
Así me gusta, José.

TORMENTAS
Sentándose rápido en el corro, con alegría infantil. No despegaré la boca. Gracias.

(Música)

SANTA
Quedamos cuando la princesa,
en el castillo presa,
pensaba en su patria lejana.
Eso es, sí... La princesa
pasaba horas y horas al pie de la ventana.

Se abre de golpe la puerta del fondo, y aparece Caracol, demudada, el pelo y el traje en desorden, un desorden que no impide ver que una transformación de aseo y cultivo se está operando en ella. El cuento se interrumpe dramáticamente.

CARACOL
¡Santa, Santa, tu carta!

JOSE
¿Qué ha pasado?

CARACOL
¡Emilia me la acaba de quitar!

MUJERES
¿Qué dice?

HOMBRES
Yo no sé.

SANTA
¿Te ha lastimado?

CARACOL
¡Qué ganas tengo de llorar!

PARROCO
¡Cálmate!

LAGRIMAS
Dándole agua. Toma.

TODOS
¡La pobrecita tiembla
como paloma!

CARACOL
Salió de detrás de un árbol;
no me pude defender;
me dijo que iba en tu nombre;
no se lo quise creer;
me insultó toda furiosa:
¡eran sus palabras hiel!,
me tiró contra unas breñas;
me dio un golpe aquí, en la sien;
me despedazó la ropa
hasta quitarme el papel...
¡Antes que haberlo perdido
cadáver quisiera ser!
¡Tu carta, Santa, tu carta...
no la pude defender!

SANTA
No llores.

PARROCO
Toma.

TODOS
¡Tiembla la pobrecita
como paloma!

(Hablado)

TORMENTAS
Eso tenía que hacérselo uno de tierra!

JOSE
Tiene razón. ¡Ahora sí que tiene razón! A todos. ¡Hay que castigar esta vergüenza!

SANTA
¡Quietos! Por Dios... A usted se lo suplico, señor cura... ¡Quietos! Y a usted, José. ¡Es lo primero que le pido en la vida!... ¡Me pondré de rodillas si hace falta! A Caracol. Tú te equivocaste... No fue ella... Dilo.

CARACOL
Mintiendo mal No... no.

TERRUÑO
Sí, ella; ¡el escorpión, la víbora!

SANTA
¡Quietos! Vaya usted solo con Caracol, padre... José se queda aquí, esperando, conmigo... Usted y Caracol para que devuelva la carta... Sin decirle palabras violentas... ¡Que no vaya a romperla, nada más; que yo se lo suplico!... A todos. Y ustedes, si algo me quieren, a esperar en calma, sin iras, que lo envenenan todo... Al tío Tormentas. Y usted a no decir a los de allá ni una palabra sola... ¡Prométamelo! Varias veces el coro tiene impulsos de salir a vengar la afrenta hecha a Santa; pero las súplicas de ésta y los ademanes pacificadores de el Párroco lo detiene. Al concluir de hablar Santa, salen todos por el fondo, excepto ella y José, que queda derribado por la ira y la vergüenza en una de las sillas. Cuando advierte que está solo con Santa, se alza y va hacia ella apasionadamente.

(Música)

JOSE
¡Si quien te ultraja
fuera hombre, en vez de mujer,
hoy probaba mi navaja!

SANTA
¡No!
¡Antes que corra sangre
que sufra yo!

JOSE
Santa, tu voz es un vino
que aloca mi corazón.
Eres como una canción,
como un rezo, como un trino.
Tus ojos son todo el día,
tu boca todas las rosas,
tus manos dos mariposas,
dos lirios... ¡Santa, sé mía!

SANTA
Por vuestras vidas quisiera
como un bálsamo pasar:
sol que madura la era
y brisa que alegra el mar.
José, tu locura olvida;
vuelve de tu frenesí.
Busca otra rama y anida...
¡Busca otra rama de aquí!

JOSE
¿Quieres a otro?

SANTA
A nadie, ¡no!

JOSE
¡De entre las aguas
él te sacó!

SANTA
No, no lo quiero;
te lo aseguro.

JOSE
Júralo entonces...
¡Júralo!

SANTA
¡Juro!

JOSE
Tu desdén es una avispa
que me abrasa el corazón.
Saltó del fuego la chispa
¡y arde toda mi razón!

SANTA
Ese amor que ahora te abrasa
luego te ha de confortar.
Soy relámpago que pasa;
busca llamita de hogar.

(Hablado)

Entran Emilia, Caracol, el Párroco y el tío Encinas. El coro de campesinos, que queda contenido durante unos momentos, entra también y se esparce por la escena, en torno de los personales.

EMILIA
Aquí está tu carta; tómala. El Párroco me obliga a que te pida perdón, y...

SANTA
Sin dejarla arrodillarse. ¡No, levanta!

EMILIA
No me importa. A Caracol también me ha obligado a pedírselo.

PARROCO
Obligado, no.

SANTA
Es carta de los míos... Ustedes no han querido creerme. A José. Tome usted. Léala.

JOSE
No, no.

SANTA
Al Párroco. Usted... Al tío Encinas. Usted, que es el más viejo.

ENCINAS
Después de coger la caria y mirarla un momento, entre la expectación de todos. ¡Si no sé leer!

JOSE
A Santa. También yo le pido perdón, en nombre de todos los de esta tierra.

SANTA
¿De la tierra? No. Todos tenemos errores; en tierra, en mar, y adondequiera que vayamos van con nosotros. ¿Perdón, esta tierra maternal que ha sabido arrullar, como otra cuna, la cama de caridad en donde me resucitaron vuestros cuidados?... Oídla cómo canta... Y si queréis seguir siendo buenos conmigo, recordad que todos los días me recibisteis con esas gañanadas hechas como con el aliento de la tierra. Tú, José...

JOSE
Sí. Y conste que la tierra quisiera cantar alto y siempre, para que usted no oyera ninguna voz de fuera... Ni la del mar ni la de los que están del otro lado del mar...

(Música)

La voz del hombre de antes, que ha empezado a oírse desde muy lejos, al indicarlo Santa, se va acercando poco a poco. Y en un murmullo obediente, al que se une José y luego Santa, el coro entona el canto popular.
En carreta de hierba
no voy contigo...

SANTA
Esa misma copia... No la conozco.

JOSE
Es que...

PARROCO
No importa... Todas las palabras se ennoblecen en boca del pueblo.

JOSE
¡Que cante también con nosotros!

JOSE y CORO
"Estamos encerrando,
no nos dan vino.
¡Permita Dios se vuelva
gorgojo el trigo!
Ya viene la galbana
por aquel cerro,
y al amo y a su hija
l'ha pillao en medio"

ENCINAS
Y ahora la otra copia... la que cantaba el hombre que pasó.

JOSE
Esa...

SANTA
No importa, sí.

JOSE, CORO y SANTA
En carreta de hierba
no voy contigo,
que una vez de lo alto
ya me he caído.
Rodandito, rodando
te pedí un beso...
¡Y ahora ya tengo en casa
nueve chicuelos!

Todos ríen, alegres. Aprovechando el tumulto, Emilia ha salido por el fondo con visible cólera. El telón cae lentamente sobre los últimos compases del canto.


CUADRO SEGUNDO

Telón corto con perspectiva de montañas y bosques, tras de los cuales azules una cinta de mar. Amanece, y el día va, poco a poco, alegrando el paisaje.

Entra por la derecha el tío Tormentas, mira al cielo, para asegurarse de la hora, y después, a tierra, en busca de algo que no halla. Cuando empieza a impacientarse, entra por el lado opuesto el tío Encinas.

TORMENTAS
Creí que se había dormido usted.

ENCINAS
En todo caso, usted. Los del campo nos levantamos con el canto del gallo.

TORMENTA
Pues los del mar solemos no acostarnos cuando las olas cantan de mal modo. Ea, no más palabras, sobre todo de riña. Lo que tiene que pasar entre nosotros ha de ser sin ofensa. Ésta es mi mano.

ENCINAS
Y ésta es la mía... ¡Treinta años que la dábamos así! ¡Y da gusto, porra!... usted escrito el papel?

TORMENTAS
Aquí está.

ENCINAS
¿Y el arma?

TORMENTAS
También.

ENCINAS
Y yo: esta navaja con que he rebanado tantos años. Punta casi no tiene; filo, sí.

TORMENTAS
Tocándola con aprensión. Ya, ya... Para vaciar un hombre, poco hace falta. Sacando de entre el pantalón un sable anchísimo. Esta es la mía.

ENCINAS
¡Recrisma!

TORMENTAS
El sable de abordaje que fue de mi abuelo. Todo mata.

ENCINAS
Sí, pero... Eso debe matar más.

TORMENTAS
Pues lo echamos a suertes.

ENCINAS
No, cada cual lo suyo. ¡No crea que tengo miedo!... A nuestros años ha de quedar ya tan poco de vida, que no vale la pena de hacerse cobardes.

TORMENTAS
Y eso que cuando uno ve pintar el día así... Debíamos de haberlo dejado para la puesta  de sol; la muerte y la noche se parecen un poco. Reaccionando. ¡Y no vaya a creer que es que se me arruga el ombligo!

ENCINAS
Si a nadie le gusta morir, ¡qué repámpanos! Pero no hay más remedio. ¡Juicio de Dios!

TORMENTAS
Me da reparo que el sable sea tan largo.

ENCINAS
Cójalo por un poco más abajo en todo caso. El que quede...

TORMENTAS
Le pone al otro el papel en la faja y...

ENCINAS
Cerrando la navaja con un suspiro. Tiene que leérmelo.

TORMENTAS
Su razón es... Además, antes de matarnos tengo que confesarle una cosa, tío Encinas: ¡Me alegraría que me clavara usted la navaja hasta lo hondo, sin que fuera posible carena! Me lo merezco. Se me fue la boca aquella tarde en lo de Emilia, y los míos quieren darle un castigo sonado.

ENCINAS
¡Qué lengua larga ha tenido usted desde rapaz, leñe!

TORMENTAS
Infantilmente. No me riña... Vea usted lo que escribí. Leyendo torpemente. "Señor padre cura: No se culpe a nadie de mi muerte, porque muero a gusto. (Bueno, hay que decir así) Y pido a todos los de Martierra que se acuerden de mí, porque morí para que se acabaran los rencores y no hubiera ya en ninguna fiesta de ningún año más muertos, y al señor padre cura que hable a la Santísima Virgen y al Santísimo Patrón para que yo no vaya a ir al Infierno por esta mala muerte, que es buena si se mira bien. Y... nada más... Y que si soy el tío Encinas, que me entierren en el cerrillo de los chopos, y si soy el tío Tormentas, en donde se ahogaron los del año sesenta, con los que yo me debí ahogar también. Y... otra vez nada más." ¿Qué le parece?

ENCINAS
Como le dije que siempre tuvo la lengua larga, le digo que nunca hubo en Martierra pluma mejor... ¡Se ve que no hay como viajar! Me acuerdo de aquella carta que me escribió para mi difunta al hacernos novios.

TORMENTAS
¡Otro crimen que tengo sobre mi conciencia!

ENCINAS
¡Quién iba a decirme que me escribiría ésta también! ¿Vamos?

TORMENTAS
¡Vamos!

ENCINAS
Usted aquí y yo aquí. Cerramos los ojos, y al decir a las tres nos tiramos uno contra otro, como si nos odiáramos de veras, para acabar antes.

TORMENTAS
Eso. ¿Cuento?

ENCINAS
Sí... No empiece aún... Bueno, no hay más remedio: Ya.

TORMENTAS
Suspirando. ¡Ay!... No vaya a creer que es que empecé... Pero... tío Encinas, usted está 5
más cerca de mí que yo de usted... Ahora: ¡A la una!... ¡A las dos! ¡Y a las...!

Se han situado a pocos pasos, frente a frente, y empiezan a contar con largos intervalos, trémulos, muy apretados los párpados y las armas. Cuando ya han empezado salen sigilosamente, cada una de una parte, Santa y Caracol, que los cogen por las orejas en el momento en que se van a acometer.

ENCINAS
¡Ay!

TORMENTAS
¡Ay!

SANTA
¿Qué creían ustedes?

TORMENTAS
Yo, la verdad, creí que el tío Encinas me había pinchado antes de tiempo. Al otro viejo. Perdóneme. No hay de qué, porque yo creí igual: hasta sentí el sable.

SANTA
¿De modo que se iban ustedes a matar?

TORMENTAS
Juicio de Dios.

CARACOL
¡Juicio perdido, hombres!

SANTA
¿No saben ustedes que para que fuera juicio de Dios tenía que ser con el consentimiento de todo Martierra?

ENCINAS
¡Recrisma, mira que si nos matamos en balde!

CARACOL
Pues tanto los del mar como los del monte, en vez de darles el permiso, los están buscando por ahí. Santa tuvo el presentimiento, y desde hace días los vigilamos. Así, que al verlos hoy madrugar...

SANTA
Atendiendo a una y otra parte. Ya vienen. Deben de habernos visto.

CARACOL
(Gritando) ¡Aquí! ¡Aquí!

TORMENTAS
Van a reírse de nosotros.

SANTA
Eso no. Reírnos todos, contentos; pero de nadie. Aparecen por ambos lados marinos y labriegos, capitaneados por Gavia y Terruño, que abrazan a los dos viejos en tumulto jubiloso, y después, de pronto, empiezan a separarse en dos grupos hostiles.

SANTA
¿Qué es eso de grupos? ¡A cantar y bailar sin pena! Y ustedes, que querían dar el mal ejemplo, a dar el bueno ahora... Ea, a obedecer, que los viejos deben ser un poco niños... Ahora sí que "a las tres", y de buena gana... Usted aquí, usted aquí, y Caracol y yo en medio... ¡A la una, a las dos y a las...!

(Música)

Seducidos por la autoridad de Santa, los grupos se extienden, y casi se unen. Al frente de los marineros está Gavia y el tío Encinas; al frente de los labradores, Terruño y el tío Tormentas. Caracol, en medio, y Santa, delante, yendo de uno a otro y cogiendo de las manos a los dos viejos,

SANTA
A cantar y bailar,
que bailando se pisa el rencor.

CARACOL
A bailar y cantar,
que no hay nada en el mundo mejor.

TORMENTAS
Mejor agua salada
que agua de río;
pero mejor que agua,
vino.

TODOS
¡Vino!

ENCINAS
Mejor que buen pescado,
mala costilla;
pero aún mejor la carne,
viva.

CORO
¡Viva!

TORMENTAS
Mejor ir sin amarras
que entre dos brazos;
pero mejor que boda,
náufrago.

CORO
¡Náufrago!

ENCINAS
Mejor que pobre viuda,
rica soltera;
pero aún mejor buscarla
huérfana.

CORO
¡Huérfana!

SANTA
A bailar y cantar,
ya que ejemplo nos da la vejez.

CARACOL
A cantar y bailar
y que suene la risa otra vez.

El tío Encinas y el tío Tormentas inician, entre el regocijo de todos, unos pasos de danza, y para hacerlo mejor sacan de las fajas la navaja y el sable, y los tiran lejos, volviendo a reanudar la danza, mientras se realiza la mutación.


CUADRO TERCERO

Habitación abierta, al fondo, frente a vasta y móvil perspectiva de mar. De las paredes penden dentadas espinas de peces, redes, faroles náuticos, anzuelos y sedales. En un rincón, arrollada, una de esas enormes serpientes de cuerda hechas para luchar con las olas y el viento. En otro, un ancla entre varios pedazos de cadena. Es de día.

Las mujeres y los hombres de mar, con Santa y Caracol, ocupan el centro de la escena, en torno a una gran vela marina, que sostienen en alto, por los bordes. El tío Tormentas, Gavia y América, en uno de los rincones, desenredan una red. Las mozas, alegremente, contraen y tensan la lona, cual si fuese pañuelo en juego de prendas.

(Música)

MOZAS
¡Al estira y encoge
perdí mi caudal!...
¡Al estira y encoge
lo volví a ganar!

CARACOL
Santa, da aquí una puntada.

SANTA
No pasa la aguja;
está demasiado mojada
la tela.

CARACOL
Tú empuja.

MOZAS
¡Al estira y encoge
perdí mi caudal!...
¡Al encoge y estira...!

AMERICO
Ya basta de juego.

(A Santa)

Recuerda que me has prometido pintar, aquí, junto al mástil, de color de fuego, una cruz que aplaque las furias del mar.

SANTA
No quiero ser falsa milagrera, ¡vaya!

AMERICO
Pues lo eres con creces.

TORMENTAS
La red en que un día cosiste una malla sale siempre repleta de peces.

AMERICO
Según tío Tormentas.

SANTA
Burlona. ¿Cómo que según?
Si basta que toque un anzuelo
para que del besugo al atún
se figuren que es un caramelo.

TORMENTA
¡Miren la santita!

AMERICO
Aquí está el pincel.

SANTA
Y el mar es todo agua bendita
desde que yo me estuve ahogando en él.

(Risas)

Ya que está la vela cosida,
menos milagros y más diversión.

(A Américo)

A cantar la canción prometida,
que no hay nueva vela sin nueva canción.

AMERICO
¿Es orden?

SANTA
Es ruego.

AMERICO
Da igual. ¿Y después?

SANTA
Después pintaré con rayas de fuego
la cruz de Malta o de San Andrés.

HOMBRES
¡Silencio!

MUJERES
¡Callar!

AMERICO
(Anunciando)
¡Canción de la vela marina!

TORMENTAS
Con que el viento al estira y encoge
tantas veces habrá de jugar.

AMERICO
Ancha vela marina, llena de luz y viento,
encendida en la embarcación;
¡qué bien, bajo tu luz. ancha vela, me siento,
olvidado de brújulas y timón!
Al henchirte pareces
carne elástica
que la soledad turbas
y acompañas;
besos de brisa,
llama
milagrosamente
viva en el agua;
luz que alumbra y acorta
la distancia;
¡botas de siete leguas
para el alma!...

La barca con los remos es cual torpe gusano
arrastrándose sobre el mar;
con vela es ave náufraga a quien Dios da su mano
para enseñarla de nuevo a volar.
Pañuelo que enjugas
saladas lágrimas;
cuenco donde hierven
las ráfagas;
mano que desde lejos
llama;
luz que trágicamente
se apaga;
vendaje para heridas;
áspera sábana
que sirves al marino
de mortaja.
Ancha vela marina, curtida de tormentas,
que sabes a yodo y a sal,
como otro marinero, crujes y te lamentas
cuando llega la hora fatal.

(Hablado)

SANTA
De esta canción me acordaré yo siempre cuando no esté aquí?

AMERICO
¿Vuelve a amenazarnos?

TORMENTAS
¡Me caso con la mar!... En algo había usted de no tener razón... Cuando se pasó días y días cuidando a aquel enfermo; cuando empezó a hacer de Caracol un pimpollo; cuando reunió a todos los mocosos del pueblo para dar les lección, era difícil llevarle la contraria; pero cuando habla de abandonarnos, sí. ¡Me caso con la mar!

SANTA
¡Que usted no está ya en edad de casarse ni siquiera con la mar, tío Tormentas! Y eso que aún no me han dicho por qué le llaman la mar, y no el mar, como los de tierra.

TORMENTAS
(Enfurruñado) Ya no me acuerdo.

SANTA
Busque bien en el fondo de la memoria. Rebañe.

TORMENTAS
En mar honda no hay ancla que prenda.

AMERICO
Le llamamos así para quererlo y aguantarle sus malos caprichos; y también para consolarnos de estar días y días sin tener en la boca más que nombres de hombres.

TORMENTAS
¿Se ha explicado?

CARACOL
Cuando se habla de lo que se sabe, se habla bien siempre. Recuerda cómo te explicó José lo de las sementeras.

TORMENTAS
Déjate de igualarnos, porque tú seas como esos bichos que lo mismo están en el agua que fuera... Lo que es de uno, no puede ser del otro... Sí, no me mires malamente, que doy ejemplos. Vamos a ver: ¿Qué es una mina? Pues lo mejor que puede encontrarse en la tierra y lo peor que puede tropezarse en la mar. Y así, todo.

GAVIA
Muy bien dicho.

AMERICO
Pero nos ha cambiado la conversación, según hace siempre.

SANTA
No. Iba a decir que la pobre recogida que, siendo rica, se sintió un día la más pobre del mundo y aprendió en vosotros la lección de la buena pobreza, quiere dejar aquí como estela y surco de su paso...

TORMENTAS
¡Que no me haga usted llorar, ea! ¡Que un viejo se pone muy feo llorando! Aparece la tía Lágrimas en la puerta del fondo y titubea un momento antes de entrar.

SANTA
¿Qué tienes?

LAGRIMAS
Salga. Salga, por Dios,

TORMENTAS
(Bajo, a Gavia) Ya empieza la mar de fondo... Hay que agarrarse.

GAVIA
Cállese... Alguna vez se había de descubrir.

LAGRIMAS
¿No sale?

AMERICO
Entre. En ninguna casa estará más segura.

LAGRIMAS
Yo, sí; pero no los demás de allá.

AMERICO
¿Qué quiere usted decir?

GAVIAW
Américo no sabe nada... Hemos sido nosotros.

SANTA
¿Pero qué es?

SANTA
Supongo que será lo de Emilia.

LAGRIMAS
Sí... Y detrás de mí viene José. Y detrás vendrán todos.

AMERICO
¿Qué sucede?

SANTA
¿Qué le pasa a Emilia?

GAVIA
Que después que le perdonamos el robo de la carta, en vez de varar de una vez, nos vino con cuentos, hablándonos mal de... la que no puede hablarse; y cuando ya nos tenía medio infernados, se fue a los de allá con lo mismo, y...

AMERICO
;Y cómo no me lo dijisteis?

GAVIA
Porque José y tú le habíais prometido paz, pero yo no.

TORMENTAS
¡Ni yo!

GAVIA
Y como iba a armarse de nuevo, quisimos hacer un escarmiento, y la cogimos y...

SANTA
¿Qué le habéis hecho? José aparece en el fondo y queda en pie en el umbral, sin entrar.

AMERICO
Entra. Yo, lo mismo que tú, no sabía nada.

JOSE
Es que...

SANTA
¡No lo sabía José!

CARACOL
No lo sabía, no, yo te lo digo.

JOSE
(Desde la puerta) Yo no la quiero, ni nadie la quiere tampoco allá. ¡Si en lugar de ser ella, hubiera sido cualquier otra, a esta hora había sangre! Pero es de los nuestros, y...

TORMENTAS
Total, no le ha pasado nada grave, ¡qué rebomba! Un castiguito de juego... Ni un mal arañazo.

GAVIA
Id y traedla.

AMERICO
Vosotros me respondéis de ella... Los de aquí nunca hemos sido valientes con las mujeres. A José. Entra. Debe bastarte mi palabra. Mientras el coro, Gavia y el tío Tormentas salen con un rumor de comentarios en busca de Emilia, Caracol va a José y, dulcemente, con esa persuasión que adquieren las mujeres cuando empiezan a ser queridas, lo coge de la mano y le obliga a entrar.

(Música)

SANTA
Déjate siempre guiar, como ahora,
por la mano de Caracol.

AMERICO
No hay timón mejor que una mano
si detrás tiene un corazón.

JOSE
Una mano de mujer
quita piedras del camino.

SANTA
El hombre es un pobre ciego:
necesita lazarillo.

AMERICO
Una mano de mujer...

CARACOL
suave como arena fina.

JOSE
Una mano de mujer...

SANTA
ordena toda una vida.

JOSE
Una mano de mujer
ablanda rocas y espinos.

AMERICO
Puerto para las tormentas.

JOSE
Para las nieves abrigo.

SANTA
Una mano de mujer
es la que mece la cuna.

AMERICO y JOSE
Una mano de mujer
limpia la frente de brumas.

SANTA
Lirio para los dolores
y rosa para el placer.

CARACOL
El hombre es un pobre ciego...

LOS 4
¡Una mano de mujer!...

(Hablado)

Llega un grupo de gentes de mar por el fondo. Entre ellos, el tío Tormentas y Gavia.

TORMENTAS
Ya la han ido a buscar. La teníamos en la barca de Nolo.

AMERICO
Usted, tío Tormentas, y tú, Gavia, me respondéis con vuestras cabezas de la suya.

TORMENTAS
De la cabeza, sí... Lo malo es el pelo.

SANTA
¿Se lo habéis cortado? ¡Lo mejor que tenía! Eso no está bien, no está bien.

TORMENTAS
La orden era a rape.

SANTA
¡Oh, no!

JOSE
No la defienda, que si no es más que eso, se lo tiene bien merecido... A todos nos ha infernado por igual.

ENCINAS
Que hace un instante está en la puerta. Nos decía que usted era una bruja de esas que se untan con manteca el sitio que no puede decirse y vuelan, montadas en escobas, los sábados.

TORMENTAS
Y a nosotros, que era una sirena de las que cantan para arrastrar a los hombres al fondo del mar.

GAVIA
Después de hablar con un hombre de mar que llega corriendo. Como que le debíamos haber cortado una trenza los de cada parte. Pero no ha podido ser. Dice éste que se les huyó de la barca, dejando a Nolo con un ojo hinchado.

GAVIA
Fue a cobijarse a casa del señor cura.

CARACOL
Aquí la trae él mismo. ¡Paso! Entran el Párroco, Emilia y, detrás, Terruño. El grupo de labriegos que viene siguiéndoles queda, con las gentes de mar que ya estaban, de la parte fuera de la puerta.

EMILIA
(Entrando y vendo a refugiarse junto a Santa)
Sálveme... Sálveme.

SANTA
¡Quietos! El que la toque es como si me faltara a mí misma... No te asustes.

GAVIA
Después de cuchichear un instante con Terruño. Pues los mozos de Martierra encontramos un castigo mejor. Y juramos que ninguno, ni de los del monte ni de los nuestros, se casará con ella aunque nos la pesen en oro.

SANTA
¿Por qué la trajo usted, señor cura?

PARROCO
Porque... mi hermana tenía miedo de quedarse sola con ella, y yo no tenía más remedio que venir. A Santa, por usted... Porque hay alguien en casa que acaba de llegar de Pueblo Grande y la busca.

JOSE
¿A ella?

AMERICO
Un hombre?

PARROCO
Un viejo, sí. Tiene acento extraño: el que usted tenía cuando llegó... Un gesto y un murmullo de desaliento, que nace en Américo, y en José se crece y se propaga a todos sus partidarios. Santa, mitad jubilosa, mitad triste, va de uno en otro, queriéndoles ganar para su alegría.

(Música)

SANTA
Por qué calláis así? No quiero veros
tristes estando yo contenta.
La carta que oculté, la que tardaron
seis meses en llevar tus velas,
Américo, me trajo a alguno de los míos...
¡No quiero veros tristes estando yo contenta!

AMERICO
¡Una galerna en la calma
de pronto fiera estalló!

JOSE
¡Cuando iba a granar el trigo,
el pedrisco lo acostó!

PARROCO
¡Callad, egoístas!
No hay que enturbiar con tristezas
la fuente de la alegría.

SANTA
Marinos que me mecisteis
en vuestras barcas veleras;
campesinos que me disteis
los frutos de vuestra tierra;
buen cura que confortaste
mi alma transida en tu iglesia,
aunque me tenga que ir,
¡volveré y quedo en Martierra!

CORO
¡Porque ella se va
hasta en los ojos más campesinos
se cuajan gotas de mar!

SANTA
Venid todos conmigo,
no haya tristeza.
¿Qué va a ser de mi alegría
sin la vuestra?
Todos han de llevarme.

(A Caracol)
Tú la primera.

Dale a José la mano.

(Al Párroco)
Usted en cabeza.

Yo, de la mano de Américo,
que hoy soy marinera...
Marinera y campesina,
hija de Martierra...
Ven tú también, Emilia.
¡Que todos vengan!

L. MAR.
¡Que vientos buenos lleven
tu embarcación!

L. TIER.
¡Que tierra que tú pises
dé fruto y flor!

PARROCO
¡Que allí donde tú vayas
vigile Dios!

CARACOL
¡Que en mis entrañas cante
siempre tu voz!

L. MAR.
¡Mar sin viento y sin olas,
puerto de amor!

L.TIER.
¡Arbol de fresca sombra,
jardín con sol!

SANTA
¡Martierra, marinera y campesina,
te llevo aquí, en el corazón!
Martierra, campesina y marinera,
¡adiós, adiós!

Las gentes de mar y tierra, agrupadas en la puerta, se abren en dos hileras, silenciosas, por entre las cuales avanzan el Párroco, Santa, Caracol, Américo y José. Emilia le va a dar la mano a Gavia primero y luego a Terruño y éstos la rechazan. El tío Tormentas y el tío Encinas, que quedan los últimos, se miran y se dan las manos, cerrando el cortejo. El coro se junta y marcha detrás de ellos mientras cae el


TELON


ACTO TERCERO

En la misma plaza del primer acto. Todas las fachadas están adornadas con cadenetas de papel multicolor, gallardetes y guirnaldas. La alegría de una mañana de junio baña el  mar, la playa y el monte.

Al levantarse el telón, Américo, sentado en las escaleras de la iglesia, permanece sombrío. Gavia, a su lado, trata de consolarle ofreciéndole una botella.

GAVIA
¡Alza la cabeza ya, hombre! A lo mejor viene. Ella todo lo que prometió lo hizo.

AMERICO
No vendrá... Y casi tengo más miedo a que venga.

GAVIA
Cualquiera te entiende... Bebe y alégrate. Américo rechaza la botella. No en balde yo no quiero nada con las mujeres. Lo decía mi padre: "El hombre que pierde una mujer buena, no sabe lo que gana."

AMERICO
No seas bruto.

GAVIA
Si hasta cuando salimos de pesca pones el timón del lado del faro para ver si la encuentras, otra vez.

AMERICO
Levantándose y mirando muy fijo a Gavia. Dime la verdad, Gavia. ¿Tú crees que era mujer o sirena?

GAVIA
Mujer, que es peor.

AMERICO
Pero como las demás, no. Lo que ha hecho aquí con todos es lo mismo que hubiera hecho la Virgen... Piensa que desde tiempos de los bisabuelos tal día como hoy había ya muertos en Martierra. Hasta el que José quiera a Caracol para que yo no pueda ya odiarle, es como un milagro. ¡Era sirena. Gavia!

GAVIA
Por eso desde tempranito estás tú aquí, para verla llegar por la mar... ¡Echate un trago, qué caray! Para mí no hay más que dos hembras buenas, y mientras más viejas mejor: doña cazuela y doña botella. Anda, y empieza a celebrar la fiesta.

AMERICO
No, déjame. Ve tú, y ya sabes: a convidar a todos, sean o no de los nuestros, como hermanos.

GAVIA
Pues los marineros harán lo que el patrón no quiere hacer. Por la botella. ¿Te la dejo? Está llena de vino generoso... Pruébalo siquiera. Poco ha de tardar en venir gente, y no está bien que te vean con esa cara. Le deja la botella y sale meneando en son de disgusto la cabeza. América queda un momento ensimismado; luego mira al mar, se pasa las manos por los ojos y, sin casi darse cuenta, bebe un largo sorbo.

(Música)

AMERICO
Vino, serás generoso
no porque dorado seas,
sino porque con tu oro
pintes de alegre las penas.
Sólo las penas chicas
se ahogan en vino,
penas de bajo fondo,
de mal capricho.
¡La pena verdad
flotaría toda la vida
en lo más hondo del mar!
El color de la pena
bien lo sé yo:
tiene color de tarde,
de tarde sin sol.
Corcho y plomo el diablo
pone en la pena.
Corcho, si ahogarla quieres;
plomo, si dentro la llevas.
No me den consuelo,
¡si lo mejor de mi vida
es esta pena que tengo!
Vino, eres miserable,
no generoso;
el pensamiento aclaras,
nublas los ojos.
¿Qué sale del mar?
¿Por qué turbáis mi alma,
bruma y cantar?

Repentina sombra cubre la alegría de la mañana, y, hacia el fondo, cae una gasa de niebla. Tras ella, vagas figuras de sirenas se insinúan y canta. La voz de Santa, clara, inconfundible, se oye al final de cada estrofa.

SIRE.
Sacude el polvo, sube a la barca, abre los remos.
Bajo las olas, desperezándose, está mi cuerpo.
Al deshacerse, suena la espuma como los besos.
Entre corales, en lo más hondo, tu abrazo espero.

SANTA
¡Olvida, Américo!

SIRE.
Deja la barca, entra en las ondas, duerme en mi seno.
Bebe en mi boca la sal amarga de los deseos.
Ahorca tu vida en la maraña de mis cabellos,
hebras de luna, deshilachada plata en el viento.

SANTA
¡Olvida, Américo!

Lentamente van desvaneciéndose brumas y voces, y América, vuelto en sí, canta:

Vino falso es tu oro,
¡falso mil veces!
Nunca le das al triste
lo que prometes.
¡Maldito seas!
Sí que eres generoso:
¡doblas las penas!

(Hablado)

PARROCO
¡Eh! ¿Qué es eso, Américo? ¿Cantabas?

AMERICO
La canción es el llanto de los hombres, señor cura.

PARROCO
Pues hoy no ha de ser día de cantares. Martierra ha de tener palabra con su protectora. Aquí tienes a Caracol y a José dándote ejemplo. Caracol y José, vestidos de fiesta, entran por la derecha.

JOSE
Buenos días. ¿Tú sin vestir aún?

PARROCO
Me decía que iba ahora mismo a hacerlo.

CARACOL
Y a ponerte bien guapo. Sonriéndole a José. No te enfades. A Américo. A ella le gusta que todo sea limpio y alegre. ¡Y si llegara y te viera así! El agua es el principio de la alegría, marinero.

PARROCO
Por eso nos bautizan a todos.

AMERICO
Hablas un poco como ella.

CARACOL
Porque obra suya soy. Y ahora mi caracol no repite la voz del mar, sino la...

AMERICO
¡La que yo daría toda la vida por volver a oír! El Párroco, que ha entrado un momento en la Iglesia, al terminar de hablar anteriormente, vuelve a aparecer en el pórtico.

PARROCO
A mediodía hay que echar a vuelo las campanas y empezar la tiesta. A Américo. ¿Todavía aquí?

CARACOL
A Gavia que llega con el tío Tormentas, Llevad a éste y no lo dejéis hasta que se haya vestido y esté tan guapo y tan contento como José.

AMERICO
Si me dejara llevar de lo que me pide el alma, cogía un bote y...

TORMENTAS
¡Quita allá!

GAVIA
Vamos.

CARACOL
Anda, que puede venir, te lo aseguro.

AMERICO
Volviendo hasta ella, ansioso. ¡Tú sabes algo!

CARACOL
No, no.

JOSE
Sí. Dínoslo.

CARACOL
¿Verdad que todavía no sé nada, señor cura?

PARROCO
Nada. Lo digo yo, que no he mentido nunca. No sabe nada todavía... A vestirte, a sacar del arca las prendas mejores. Y en seguida todos aquí. Entran Emilia, Terruño, el tío Encinas y varios labriegos y marinos jóvenes.

TERRUÑO
No han dado aún las once y ya se nota la alegría.

ENCINAS
¡Y ni una riña aún! ¡Hay que ver!

PARROCO
Alabado sea Dios. Ni todavía ni luego. Hablando hacia dentro de la iglesia y entrando después. Voy.

EMILIA
Yo apuesto contra el que quiera, y doble contra Sencillo, que ni viene ni volvemos a saber más de ella.

AMERICO
¡Cállate!

EMILIA
Y ahora que no me oye el señor cura diré que ya le tengo puesto nombre: la santa ingrata.

CARACOL
Muy tuyo.

EMILIA
Y eso de que no va a haber gresca lo mismo que siempre, apuesto también. No nos divertiríamos. Supongo que bailarás el primer baile conmigo, Américo, igual que el otro año... A ver si hay quien te dispute la pareja.

AMERICO
No.

EMILIA
A José. Tú ya sé que no puedes. Pero tengo a Terruño... o a Gavia. Dirigiéndose a otro mozo al ver que los aludidos se excusan. O a ti.

TORMENTAS
Ni a nosotros siquiera, ¿verdad, tío Encinas?

ENCINAS
De nadie sino tuya fue la culpa. Aquí hablar mal de ella es condenarse.

TERRUÑO
Lo juramos, ya sabes. Y...

GAVIA
Ni de los nuestros ni de los de acá habrá uno que falte al juramento. En la puerta de la
iglesia aparece Camila, la hermana del párroco.

CAMILA
¿Quieres venir un momento, Emilia, a ayudarme a vestir la imagen? Emilia baja la cabeza y sube lentamente las escaleras, entre las risitas de los hombres.

CARACOL
No os riáis. Estoy segura de que ella lo encontraría mal. Un castigo que parece venganza, es siempre malo.

AMERICO
Puesto que di palabra, iré a vestirme.

TERRUÑO
Vamos con vosotros a dar la ronda de llamada otra vez.

ENCINAS
Todos.

CARACOL
Que no os hagáis esperar. Salen todos menos Caracol y José, por el fondo derecha.

(Música)

JOSE
Playerita, estoy contento.

CARACOL
Y yo también, labrador.

JOSE
El caracol de la arena
se ha entrado en mi corazón.

CARACOL
El campesino hizo surco:
era su arado el amor.
Simientes fueron palabras;
hubo miradas de sol;
hubo lágrimas de riego;
hubo risas de temor,
hierbecicas de esperanza,
¡y, al fin, un beso de flor!

JOSE
Quiero otro beso.

CARACOL
(Huyéndole)
¡Hay que sembrar!

JOSE
Una flor sola
no hace rosal.

CARACOL
Labrador, estoy alegre.

JOSE
Y yo también, flor de mar.

CARACOL
Cuando baja la marea
olas y espumas se van.

JOSE
Caracolito marino,
¡qué bien sabe caminar!
Primero ni se movía,
después despacito va;
después patitas y alas
hace de risa y cantar...
Cuando el labrador lo mira,
ya dentro del alma está.
Por el sembrado
la arena dejó
el caracolito.

CARACOL
¡Ay, labrador!

JOSE
Ven a mi pecho,
Caracol...
Así, que yo oiga
tu rumor.

CARACOL
¡Ay, labrador!

JOSE
¡Qué bien suena la voz de los mares
en mi caracol!

CARACOL
No son olas, ni viento, ni espuma;
¡es el amor!

LOS DOS
¡Es el amor!

(Hablado)

Entra la tía Lágrimas por la derecha.

LAGRIMAS
Hay tórtolos mañaneros, ya se ve.

CARACOL
Sí que los hay.

JOSE
Diga usted que fue un pobre pajarraco que se asustó de que un caracol muy feo subiera por el tronco del árbol donde tenía su nido.

LAGRIMAS
No quisiera yo morirme sin ver las plumas de ese nidal, y hasta sin oír piar los pajaricos nuevos.

CARACOL
¡Por Dios, tía Lágrimas!

LAGRIMAS
Bueno... ¡Mira qué colorada se pone!... Color de caracol de veras. ¿Anduvo Emilia por aquí?

JOSE
Está en la iglesia. Hágale ella los desprecios que le haga, usted la quiere.

LAGRIMAS
¡Qué va una a hacer! Por ella o por otra hay que llorar. Y como la que se fue me dijo que no la abandonara nunca...

CARACOL
Por todos se preocupó, ya lo ves.

JOSE
Pero a nadie le hizo más bien que a mí.

LAGRIMAS
Por eso todo el pueblo está impaciente por que suene la hora, para ver si cumple su promesa de estar aquí, con nosotros.

JOSE
Y hay apuestas.

LAGRIMAS
Américo quiere apostar su barca y todo lo que tiene a que no vendrá.

CARACOL
¡Y quería perder!

LAGRIMAS
Habrá que ver la plaza cuando empiecen a sonar las campanas.

CARACOL
Yo no estaré aquí.

JOSE
¿Tú? ¿Por qué?

CARACOL
(Turbada) Por...

JOSE
Tú sabes algo. Tiene razón Américo. Sabes algo y lo ocultas... ¡Y a mí!

CARACOL
No... Nada sé... Pero... Aparece el Párroco en la puerta de la iglesia al mismo tiempo que el tío Tormentas y el tío Encinas llegan, acompañados de varios mozos, por el fondo.

PARROCO
Sólo falta un cuarto de hora para las doce, Caracol.

CARACOL
Ya voy, señor Párroco.

TERRUÑO
Del otro lado del faro se ha visto una vela, y todos los del mar han corrido a la playa, como locos.

TORMENTAS
Será algún pesquero de la costa de enfrente.

TERRUÑO
No, parece barco grande. ¡Ojalá fuese ella, aunque viniera por ese lado en lugar de venir por tierra, según se fue!

PARROCO
Ve, mujer.

CARACOL
Hasta ahora. Poco después de sonar el reloj estoy de vuelta.

JOSE
¿Y no te acompaño?

CARACOL
Si fuera por mí... Pero... Dígaselo, señor cura.

PARROCO
Déjala, José. Hay que tener confianza en los que se quiere. Caracol sonríe a José y sale por la izquierda. Entran Gavia, el tío Tormentas y, poco después, Américo.

GAVIA
No era, no. Sigue de largo.

TORMENTAS
Debió llegar cerca de una bordada, pero ahora se remonta.

GAVIA
Creímos que Américo iba a volverse loco.

TERRUÑO
Muy fuerte le ha dado.

JOSE
Fuerte o no, no consiento que se diga una palabra de él.

TERRUÑO
Bueno, hombre, me callo.

PARROCO
Bien dicho, José... Y tú también, muy bien rallado, Terruño. El más valiente no es casi nunca el que más habla...

VOCES
Eso, eso...

TERRUÑO
Se lo ofrecimos y hay que cumplir.

TORMENTAS
Yo aunque me den hoy una guantada no respondo.

AMERICO
Entrando ya vestido de fiesta. Se ha perdido en la bruma y, sin embargo, tengo esperanza. Ofreció estar con nosotros. No puede faltar.

TERRUÑO
Yendo, generoso, a su encuentro. Choca esos cinco.

JOSE
Mirando a la torre. Y el reloj parece que no camina, como si todas las cigüeñas se hubieran posado sobre la aguja grande para no dejarla subir.

AMERICO
¿Te acuerda», José? Aquella mañana era día di fiesta también, y había en la plaza una quietud y una esperanza parecidas a éstas, y no nos dábamos cuenta de ello. Tú allá y yo aquí, con éstos, cantábamos.

JOSE
Sí. Entra, viniendo de la iglesia, la tía Lágrimas.

(Música)

AMERICO
Era la misma luz de ahora
la de aquel día...

JOSE
Esta es más dulce, más como de aurora.

AMERICO
Yo la encuentro más fría.

TORMENTAS
¿Os acordáis de la burla que hicimos
hace ya muchos años?

ENCINAS
¡Llovieron estacazos a racimos!

TORMENTAS
Por un par de coplicas, ¡cuántos daños!
Sale Emilia a la puerta de la iglesia, con un
niño Jesús en brazos.

EMILIA
Ya está el niño vestido.
¡Qué gusto da tenerlo en brazos!

GAVIA
A Gavia, que se ríe. ¡No te rías, bandido!

EMILIA
Parece un niño vivo entre encajes y lazos.

GAVIA
Menos mal que te gusta.

EMILIA
Y visto otro. A la tía Lágrimas. ¿A cuál?

LAGRIMAS
Mujer, al que tú quieras.

TERRUÑO
Te regalaremos aguja y dedal,
que a ti no te hacen falta tijeras.
Entra Emilia, airada, en la iglesia y la tía
Lágrimas amenaza a los mozos, que ríen.

GAVIA
¿Cómo era la coplica, tío Tormentas

TORMENTAS
El tío Encinas la debe recordar.

ENCINAS
Lo mismito que usted, vamos a cuentas.

TERRUÑO
Lo que vamos es a cantar.

CAMPESINOS
Sin que haya guerra.

MARINEROS
Sin disputar.

ENCINAS
Yo contra la tierra.

TORMENTAS
Pues yo contra la mar.

(Forman animado corro del que alternativamente se destacan el tío Encinas y el tío Tormentas. América sigue recostado contra los peldaños. De vez en cuando José se acerca y le pone la amistosa diestra sobre el hombro)

TORMENTAS
Mar siempre rezongante y peligroso,
mar que a todos nos haces marear; ,
mar, infierno de agua; mar fastidioso
en el que inútil es hasta el nadar;
padrastro mar que ajustas mal las cuentas,
¡déjanos en paz!

TODOS
¡Déjanos en paz!

LAGRIMAS
Al tío Encinas. ¡Ahora usted!

ENCINAS
Tierra en que frutos y flores
nos obligan a sudar;
tierra de los sinsabores,
tierra en que habrá que acabar,
madrastra, tierra madrastra,
¡qué duro nos das!

TODOS
¡Qué duro nos das!

Todos ríen menos América, que sigue absorto, y José, que después de consultar el reloj, se pone a mirar hacia el sitio por donde se ha ido Caracol.

AMERICO
¡Atropellar los minutos quisiera!

JOSE
¡Sí que lentos van!

LAGRIMAS
Muchachos, quien espera desespera.
No falla el refrán.

TODOS
¡Ja... ja... ja... ja... ja...!

Ríen los dos viejos y los mozos en alegre tumulto con el final de la música, mientras, por ambas partes, entran en la plaza labriegos, marineros y mujeres, vestidos de fiesta.

(Hablado)

VOCES.
¡Ya van a dar!... ¡Ya van a dar!...

TERRUÑO
Juanico el boyero y Pedro el de los remos, que son los más fuertes, voltearán las campanas.

PARROCO
Asomándose. Arriba, muchachos. Un marinero y un campesino se destacan, suben las escaleras y entran con el Párroco en la iglesia.

TORMENTAS
Un minuto falta.

ENCINAS
Yo creo que el reloj de la torre atrasa. Mirad: ya el cuerpo no hace ninguna sombra.

VOZ
¡Silencio!

VARIAS
¡Silencio!

AMERICO
En voz baja. No se oye más que las rompientes a lo lejos.

JOSE
En voz baja también. Y el viento entre los chopos de la vereda.

Todos se inmovilizan en un silencio de ansiedad que dura un hondo instante. Y, de pronto, el vuelo sonoro de las campanas se alza de la torre. Vivas y voces acogen el clamor; pero la muchedumbre vuelve en seguida a quedar muda, cual si la decepción que se pinta en el rostro de América se le contagiase.

VOCES
¡Viva!

TORMENTAS
¡Vivan el Santo Patrón y la Virgen del Mar!

TODOS
¡Viva!

ENCINAS
¡Viva Martierra!

PARROCO
Apareciendo en la puerta de la iglesia con la tía Lágrimas, Camila y Emilia. ¡Alegría, muchachos!

AMERICO
¡No ha venido, padre!

PARROCO
¿Y Caracol?

JOSE
Tampoco ha venido.

AMERICO
¡Faltar ella a su palabra, señor cura!

PARROCO
¿Y quién te dice que ha faltado? ¡Sois vosotros los que no la cumplís del todo, egoístas! No basta que no haya habido ni un insulto: hay que estar alegres. ¡Que no sea yo quien tenga que bailar el primer baile!

TORMENTAS
O nosotros.

ENCINAS
Yo me atrevo, tía Lágrimas.

GAVIA
Yo también, pero solo: porque lo que es bailar con mujer no lo hago.

LAGRIMAS
Señalando a la derecha, por donde en seguida sale José. Allí viene Caracol.

VOCES
¡A ver!... ¡A ver!...

OTRAS
¡Paso! Se abre un camino entre la gente, y Caracol avanza, trémula, seguida de José.

CARACOL
¡Ah, señor cura!

PARROCO
¿Qué es?

AMERICO
¡Habla!

TORMENTAS
(Al grupo que murmura queriendo comentar ya) ¡Callad!

CARACOL
¡Ella prometió estar hoy con nosotros!

AMERICO
¡Y no ha cumplido!

CARACOL
¡Sí! Está con nosotros... Ella misma lo ha dicho, desde lejos.

JOSE
¡Habla claro!

ENCINAS
¡Queremos saber!

EMILIA
Desembucha, hija.

TORMENTAS
¡Si dices alguna de las tuyas, te esnuco!

PARROCO
Ea, callad.

CARACOL
Estaba con nosotros, y no la veíamos. A José. Mi único secreto para ti ha sido el ocultarte que a la primera campanada de la fiesta tenía que abrir el sobre que ella dejó a mi cuidado. ¡Y lo he abierto! Desde hoy Martierra tendrá paz y riqueza.

AMERICO
¡Pero ella no viene!
           
VOCES
¡Silencio!

CARACOL
Dinero para reedificar la torre; dinero para fundar la escuela; dinero para que los viejos del monte y del mar cobren su salario desde que no puedan trabajar hasta la muerte A José dinero para mi dote A Américo dinero para que tú te compres una barca grande...

AMERICO
¡Para irla a buscar!

PARROCO
¡Calla, Américo! Yo también tenía la mala incredulidad de vosotros, que soy hombre. ¡Prometió estar con nosotros, y está; prometió no abandonarnos, y no se ha ido! Así debe pasar la mujer por la vida, Emilia. Ha evitado sangre, ha sembrado paz, ha echado la red y ha sacado de nuestras almas lo mejor de nosotros.

TORMENTAS
Como que desde que se fue yo no he vuelto a beber, señor cura.

UN LABRIEGO
Ni yo a meterme en la tierra del vecino.

ENCINAS
Ni yo a decir palabrotas.

PARROCO
Si hasta yo mismo, cuando pierdo al juego, rezongo menos, hijos míos. Y todo por ella.

CARACOL
La única condición que pon« es que se perdone del todo a Emilia..

EMILIA
¿A mí?

PARROCO
(A los mozos) Ya 1o oís. Bendigámosla...

VOCES
¡Sí... Sí!

PARROCO
Y no sólo con la bendición de los labios, sino con la de los hechos. Bendigámosla cumpliendo su voluntad y celebrando con alegría esta fiesta.

TORMENTAS
¡Eso! ¡Eso! A bailar, a cantar reunidos...

PARROCO
¡Abre bien las puertas de la iglesia, hermana, que los santos vean este milagro!

(Música)

Empieza el baile. Los jóvenes son los primeros en obedecer la excitación del Párroco. Han surgido marinos y labriegos con acordeones y guitarras, y tocan juntos. José saca a Caracol y en seguida el tío Encinas saca a lo. tía Lágrimas que, estimulada por las voces de jarana, acepta entre risas. El diálogo sigue, en primer término, sin que la danza se interrumpa.

TORMENTAS
Anda tú, hombre.

AMERICO
Yo no... ¡Yo quiero irme ahora mismo a la mar! Venga usted.

TORMENTAS
¡Quiá! Hoy sí que no tengo inconveniente en decir que cada vez que subo al bote me mareo. Y prefiero marearme bailando. Vendo a sacar a Camila. ¿Formamos otra pareja?

PARROCO
Anda, mujer. Américo sale. Crece la animación. Terruño, que en la evolución del baile pasa por el primer termina y va a Gavia sin bailar, le grita:

TERRUÑO
¡Eso no vale!

VOCES
¡A bailar! ¡A bailar!

GAVIA
¡Recrisma! Después de un leve titubeo en que el baile cesa, se dirige a Emilia, ¿Se acepta?

PARROCO
¡Bien, bien, Gavia!

EMILIA
(Emocionada) Yo...

GAVIA
Ya sabes que mis instrumentos de trabajo son la cuerda y la estaca. Todos celebran el dicho de Gavia.

PARROCO
Si, 1o desairas es como si desairaras a la que te ha levantado el castigo y...

EMILIA
¡Se acepta!

VOCES
¡Bravo! ¡Bravo! El baile continúa más vivo, lleno de risas y revuelo de faldas. Cuando la animación es mayor, se detiene de pronto.

VOCES
¿Qué es?

PARROCO
¿Por qué paráis?

TERRUÑO
¡Américo se ha ido en el bote, señor cura!

GAVIA
Mírelo, allá va. Y rema con todas sus fuerzas.

TORMENTAS
Va hacia el faro.

CARACOL
Y canta mientras rema...

Todos atienden a la voz de Américo, que cada vez más lejos, pero clara, concluye la canción del mar:

Mar que juntas los mundos, mar trabajosa
que ni a los muertos dejas descansar;
padre mar de las calmas y las tormentas,
¡danos siempre tu sal!

GAVIA
(Gritando) ¡Américo!

PARROCO
No te oye. Ahora sólo oye la voz de su desesperación; pero ya se cansarán sus brazos. Dejadle... Y volverá, que el hombre es como piedra de honda y en el dolor busca el rinconcito de tierra donde está su casa.

GAVIA
¡Américo!

PARROCO
Todos a la vez: que oiga la voz de la tierra que lo llama y sea la canción como un faro para su oído. Todos a la. vez y dulcemente.

TODOS
Tierra de frutos y flores,
tierra del buen trabajar,
sobre ti están mis amores,
tú mi cuerpo has de guardar.
Tierra madre, tierra madre,
¡danos siempre tu pan!

De espaldas a la plaza, cara al mar, reunidos labriegos y marinos, y haciendo de vez en cuando con los brazos signos de llamada, cantan con emoción casi religiosa, mientras cae lentamente el



TELON


Información obtenida en:
https://archive.org/details/martierrazarzuel25916guer

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