Un día de primavera o Las apariencias engañan
Un día de primavera, Zarzuela en dos actos se estrenó en el Teatro Calderón de
Madrid, el día 19 de Septiembre de 1947. Sus libretistas, Rafael Fernández-Shaw y Federico Romero. Música de Jesús Romo.
Acto I
Cuadro primero. Interior del mercado de San Fernando en Madrid, son las primeras horas de un día de primavera de 1946. Pascuala la carnicera y el Señor Isidro, dueño del café “La Mari Pepa” preparan el recibimiento a la pareja de esposos Angeles e Inocencio, que vuelven de su viaje de bodas. Los recién casados agradecen las muestras de afecto de sus vecinos (No. 2 “Un día de primavera”). Como Inocencio se ha casado por segunda vez, no hay fiesta nupcial y todos vuelven a sus ocupaciones. El señor Silvestre, dueño del puesto de flores reprocha a Inocencio por haberse casado nuevamente y con una chica más joven. Inocencio le exige que Aurelia, hija de su primer matrimonio con la hermana de Silvestre, salga a saludarlo, pero la joven está rabiando con su padre, por lo que ha ido a vivir con su tío Silvestre. Aurelia sale hacia la pescadería de su padre para reprochar a Angeles el que se haya casado. Ella le dice que Inocencio es bueno y merece la felicidad. Entre tanto Silvestre le grita a Pascuala que ha permitido la boda de su hija por intereses monetarios. La carnicera se enfada y amenaza a Silvestre con un cuchillo, atemorizado se esconde en el puesto de flores, mientras Angeles y Aurelia se reconcilian y deciden hacer feliz a Inocencio, una como esposa y la otra como hija. Pascuala se une al regocijo de las dos jóvenes (No. 3 Pasodoble “Entre mi madre y mi hija”). Inocencio hace las paces con su cuñado Silvestre (No. 4 Terceto “El perfecto estao del hombre”) y se retira invitando a todos a celebrar la boda esa tarde en su casa. Silvestre, como es naturista y vegetariano, asegura que no asistirá. Inocencio sale del mercado y se presenta la Aurelia con su novio Ernesto, que ha venido a conocer a la “madre” de la chica. Angeles quiere asegurarse de las intenciones de Ernesto y le hace prometer que amará y cuidará de Aurelia, como ella lo hace con Inocencio. (No. 5 Dúo “Yo no sabía lo que era amor”). Ernesto se emociona y la abraza, sin percatarse que Inocencio ha vuelto del banco y los ve. Los celos se apoderan y está a punto de hacer una barbaridad, pero pronto disimula, Angeles lo recibe contenta y se va a ayudar a su madre a preparar la cena para la fiesta, y al verse solo, Inocencio desahoga su furor arrojando la mercancía, el chico de los mandados se sorprende al ver el pecado por los suelos, Inocencio le dice que lo recoja para él. Llega Aurelia y se hecha en los brazos de su padre, quien llora al verla, al tiempo que le dice que no volverá a estar solo, mientras la besa con ternura.
Acto II
Cuadro primero. Plaza del Lavapiés. El señor Isidro está en la tienda de vinos. La gente pasea y toma refrescos y helados. Llega Inocencio, en su aspecto se ven las señas de la desesperación y le dice a Isidro que ha descubierto a Angeles con su amante, un joven moreno y guapo, de nombre Ernesto. El señor Isidro se da cuenta que se trata del novio de Aurelia, quien llega a la plaza en ese momento y se desengaña del joven. Inocencio le pide a su cuñado que reciba de nuevo a Aurelia en su casa y le pide a Isidro que avise a la señá Pascuala para que venga a la plaza para decirla algo importante. Aurelia y el tío Silvestre deciden pasar antes a la barbería del padre de Ernesto. Empieza a caer la noche y los jóvenes y vendedores de la plaza se retiran. Mientras suenan las campanas de las iglesias, Inocencio reniega de la traición de Angeles (No. 9bis “Las campanas de Madrid”). Pascuala viene a llevarse a Inocencio a la casa para que pueda consolarse con su mujer. Este le dice que Angeles le engaña, la mujer no puede creerlo y termina por abrazar y consolar a su yerno, y le pide que regrese con ella, mientras busca la manera de sacarle la verdad a su hija. La señá Pascuala también está descorazonada por el comportamiento licencioso de Angeles. Los dos se marchan del brazo y coqueteando en broma, para mitigar su angustia, al tiempo que Angeles se acerca a la plaza y al verlos del brazo imagina que su madre está en relaciones con su marido (No. 10 Final del Cuadro I “¡Ay, madre mía, que puñalada me has asestao!”)
Cuadro segundo. Esa noche frente al Mercado de San Fernando. Silvestre y su sobrina Aurelia bajan de la Calle de Embajadores, (No. 11 Dueto Cómico “¡No corra usté tanto, que se va a estrellar!”), seguidos por Ernesto que no acaba de explicarse el furor de su novia (No. 11bis romanza). Pascuala no ha encontrado a su hija en la casa y le asegura a Inocencio que no la recibirá más. Este se despide de su suegra y en eso llega Angeles, ambos se recriminan su desamor (No. 12 Dúo “No mires más pa esa calle”)
Cuadro tercero. Plaza Mayor. A las doce del día siguiente, las personas se arremolinan frente a las listas de rectificación del censo electoral. La Aurelia y el señor Silvestre están de guasa y se mofan del guardia municipal. La señá Pascuala también ha venido a la plaza y le dice al guardia que en el mercado de San Fernando puede encontrar carne de primera. El guardia los deja libres y se retira. Aurelia vuelve a buscar en las listas del censo y Silvestre le confiesa a Pascuala que no es vegetariano, y que desde que la conoció hizo la promesa de no cortarse la barba hasta el día que ella le diera el sí. Pascuala le tira de los pelos y se ríe de las ocurrencias de Silvestre (No. 13 Chotis “Por fin ha conseguido hacerme de reír”). Silvestre parte entusiasmado a la barbería. Aurelia y Pascuala siguen revisando las listas. En esto aparece don Isidro con Angeles, que al no querer volver a la casa de su marido ni a la de su madre fue a pedir posada donde Isidro y termina por descubrir que Isidro está casado con las señora Emilia y mantiene su matrimonio en secreto. Frente a las listas del censo terminan por aclararse los malentendidos de la noche anterior, y en esto llegan Inocencio y Ernesto, con gafas de sol y cada uno con un ojo amoratado. Las apariencias engañan, pero felizmente para todos, la verdad se impone como el sol del medio día y cada pareja se reconcilia, mientras suenan las campanas de Madrid.
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