Maravilla
Maravilla, Zarzuela en tres actos se estrenó en el Teatro Fontalba de Madrid, el día 12 de Abril de 1941. Sus libretistas, Antonio Quintero y Jesús María de Arozamena. Música de Federico Moreno Torroba.
Acto I
Jardín y fachada de una iglesia y convento de monjas en Madrid. Al lado un pequeño edificio para venta de flores. Sus dueños son Emilio y Manuela, esta bastante más joven que su marido, con una gran voz, guapa y simpática, lo que da origen a los celos de Emilio. En la puerta de la iglesia dos falsos ciegos piden limosna y hacen de celestinas llevando y trayendo recados de feligreses. Emilio tiene prohibido a su esposa cantar en público, pese a que amigos y asistentes a la iglesia lo solicitan insistentemente. Entre ellos está el señor Agapito, jefe de la claque del Teatro Real, quien aprovecha cualquier motivo para que Zabala, famoso bajo del Real oiga cantar a Manuela. La ocasión se presenta de improviso. La Madre Superiora del Convento quiere satisfacer a unas señoras de la alta sociedad que vienen ayudando a que la comunidad salga adelante en sus necesidades y que también se lo habían solicitado. La noticia se extiende por todo el barrio llenando la iglesia. En tanto Manuela canta el Ave María prometido, su marido se sienta frente al puesto de flores, saca su pañuelo y llora en silencio; de la tienda sale una niña, Elvira, su hija que corre a sus brazos, Emilio la mira y la besa con desesperación.
Acto II
Veinte años más tarde. Fallecido su marido, Manuela es una famosísima cantante, Maravilla, admirada por el mundo entero. Su hija, Elvira, que dejó al cuidado del antiguo encargado de la claque del Real, Agapito, y de su esposa, Casta, se ha convertido en una preciosa mujer. El matrimonio regenta ahora una sastrería teatral en donde son asiduos concurrentes Faustino, empresario, y Rafael, joven cantante con una magnífica voz pero, hasta ahora, sin suerte. Ambos beben lo s vientos por Elvira, aunque esta se inclina más por el empresario, en tanto Agapito y Casta lo hacen por el barítono. De improviso y ante el asombro de todos se presenta en el taller Maravilla, que viene a cantar en una función benéfica. Confiesa a su hija que en las pocas horas que está en Madrid le ha sucedido algo extraordinario, ha conocido a un joven que será quien le de réplica en la función homenaje y que por primera vez, tras largo años, ha sentido una especie de flechazo hacia su persona, quedando con él para que venga a buscarla. Aparece Rafael, que es el joven en cuestión. Tras las presentaciones Maravilla y Rafael se despiden cogiéndose, muy acaramelados, del brazo. Ante el miedo a perderlo, Elvira se ha dado cuenta de que a quien ama realmente es a Rafael, inicia un ademán como tratando de pararlos.
Acto III
Llegó el día de la función benéfica. Zabala, el que fuera bajo en el Real y que dejó su carrera por ayudar a Maravilla en sus comienzos, se convirtió en su eterno acompañante, esperando con el tiempo llegar a algo más, tiene una escena con Rafael un poco violenta, precisamente por el cariño que Maravilla demuestra por este. Aparece Agapito que en pocas palabras lo aclara todo. Fue él quien hizo venir a Maravilla urdiendo toda la trama de los ficticios amores con Rafael. Elvira, entretanto, ha dejado una carta para su madre en la que le desea toda la felicidad del mundo y que se va en busca de la suya con Faustino, el empresario. Cuando se preparan para ir en su busca aparece Faustino que trae a Elvira, pues “por muy mala persona que le consideren, con él, no descarrila ninguna mujer honrada.” Maravilla confiesa que le ha hecho sufrir para que aprenda lo que duele perder un buen amor, ya que su única ilusión es ser una buena madre, los demás amores no cuentan para ella. Al escuchar estas palabras Zabala baja la cabeza y quien sabe si no se seca una lágrima, mientras, Agapito, con la mirada, está rogándole que sea otra vez la Maravilla, altiva y triunfadora, heroína de todas las independencias guerreras, menos de aquella en que fue trofeo su eterno corazón de mujer.
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