De la Tierra al Sol
De la Tierra al Sol, Viaje fantástico, inverosímil, bufo, bailable y de gran espectáculo en tres actos se estrenó en el Teatro Tívoli de
Barcelona, el día 23 de Agosto de 1879. Sus libretistas, Narcís Campmany y Joan Molas. Música de Nicolau Manent.
Acto I
En la calle del Paradís de Barcelona el Señor Telescopi acompañado de otros están proyectando un viaje a la luna, al tiempo que acaban el calendario para el año 1880 con una apología a la ciencia. Llega el Conde de Matafaluga acompañado de Antonet, su sobrino, los cuales han pagado un cañón enorme con el cual viajarán los tres a la luna, metidos dentro de una bala. El Conde, un antiguo fabricante de manteca enriquecido con premios de lotería, es un personaje lleno de ínfulas, que se equivoca cómicamente al hablar en castellano. Se desata una tormenta. Después de una mutación a la vista, llega el día del viaje; un ciego canta el romance del viaje a la luna, seguido de un pasaje cómico del coro de los soldados y las criadas, a los que unos viejetes critican sus actitudes licenciosas. Siguen unos cuantos números de naturaleza costumbrista y a la vez cómica: un valenciano vendedor de chuflas, un vendedor de cerillas y un organillero francés, así como la bailarina Estrella, embarazada por causa de Antonet. Este es el motivo por el cual el joven se marcha, para evadir sus responsabilidades. Luego de una nueva mutación, un coro final asiste al espectacular disparo del cañón con todo aparato escénico.
Acto II
Se desarrolla en una ciudad de la luna. Un coro de selenitas observan la aproximación de un objeto, la bala de cañón, que ha estado viajando durante días. La bala cae en la escena causando una gran destrucción: salen sus tres ocupantes -el Señor Telescopi, el Conde y Antonet- maltrechos y hambrientos. Los soldados selenitas les cogen y les llevan ante la Reina. Un nuevo cambio de escena se sitúa en el palacio de la Reina, con el coro de estrellas. Sobre una melopea se interroga a los terrícolas, al tiempo que se refiere la peculiar vida selenita. La Reina tiene reacciones airadas, y todo parece indicar que serán condenados durante nueve meses en el "mar de hielo". Mientras la Reina y los jueces deliberan, quedan solos Antonet y la Princesa de la Luna. El le declara su amor, que causa en la Princesa una extraña emoción: los selenitas, de carácter frío y lunático, desconocen el amor. El le ofrece una manzana -el único alimento que les quedaba a los tres ocupantes de la bala-, y mientras bailan una americana despierta con fogosidad el amor en la Princesa. Entonces se les ocurre repartir todas las manzanas que llevan entre los habitantes de la Luna; con ello causan tal desbarajuste en la Luna que la Reina no tiene más remedio que perdonarles y viajar al Sol, para interceder ante Febo que permita que los sentimientos regresen a la Luna. Después de una nueva mutación, el ejército de selenitas conducen a los terrícolas, a la Reina y a la Princesa al carro de la Aurora que les llevará hacia el Sol, todo en medio de efectos escénicos.
Acto III
Una calle de la ciudad del Sol, con un coro de estrellas que esperan la llegada de la Aurora y la reanudación de la actividad solar. Una mutación lleva al interior del laboratorio solar, repleto de máquinas eléctricas, prodigios, linternas Drumont, y calderas. Febus, que dirige el laboratorio, tiene mal genio. Al saber que en Francia los demócratas han ganado las elecciones dirige hacia allí un buen tiempo. En cambio, describe de forma aciaga y crítica el panorama español, y al saber de las corridas de toros en Barcelona, ordena que allí llegue un sol de justicia para impedir que se prosigan las corridas. Febus pretende el amor de la Princesa, pero al revelarle ella que se ha enamorado del terrícola, él se enoja, y después de una escena cómica en la que los tres personajes intentan convencer cómo se aprecia al Sol, y minimizan el uso de toldos y parasoles en la Tierra. Febus decide llevarles al tribunal del Relámpago. Como castigo, serán arrojados a un volcán solar. Sin embargo, la Princesa se conmueve, y decide quedarse con Febus para conseguir que él les perdone. La Aurora los traerá de nuevo a la Tierra, en medio de una apoteosis final.
Acto I
En la calle del Paradís de Barcelona el Señor Telescopi acompañado de otros están proyectando un viaje a la luna, al tiempo que acaban el calendario para el año 1880 con una apología a la ciencia. Llega el Conde de Matafaluga acompañado de Antonet, su sobrino, los cuales han pagado un cañón enorme con el cual viajarán los tres a la luna, metidos dentro de una bala. El Conde, un antiguo fabricante de manteca enriquecido con premios de lotería, es un personaje lleno de ínfulas, que se equivoca cómicamente al hablar en castellano. Se desata una tormenta. Después de una mutación a la vista, llega el día del viaje; un ciego canta el romance del viaje a la luna, seguido de un pasaje cómico del coro de los soldados y las criadas, a los que unos viejetes critican sus actitudes licenciosas. Siguen unos cuantos números de naturaleza costumbrista y a la vez cómica: un valenciano vendedor de chuflas, un vendedor de cerillas y un organillero francés, así como la bailarina Estrella, embarazada por causa de Antonet. Este es el motivo por el cual el joven se marcha, para evadir sus responsabilidades. Luego de una nueva mutación, un coro final asiste al espectacular disparo del cañón con todo aparato escénico.
Acto II
Se desarrolla en una ciudad de la luna. Un coro de selenitas observan la aproximación de un objeto, la bala de cañón, que ha estado viajando durante días. La bala cae en la escena causando una gran destrucción: salen sus tres ocupantes -el Señor Telescopi, el Conde y Antonet- maltrechos y hambrientos. Los soldados selenitas les cogen y les llevan ante la Reina. Un nuevo cambio de escena se sitúa en el palacio de la Reina, con el coro de estrellas. Sobre una melopea se interroga a los terrícolas, al tiempo que se refiere la peculiar vida selenita. La Reina tiene reacciones airadas, y todo parece indicar que serán condenados durante nueve meses en el "mar de hielo". Mientras la Reina y los jueces deliberan, quedan solos Antonet y la Princesa de la Luna. El le declara su amor, que causa en la Princesa una extraña emoción: los selenitas, de carácter frío y lunático, desconocen el amor. El le ofrece una manzana -el único alimento que les quedaba a los tres ocupantes de la bala-, y mientras bailan una americana despierta con fogosidad el amor en la Princesa. Entonces se les ocurre repartir todas las manzanas que llevan entre los habitantes de la Luna; con ello causan tal desbarajuste en la Luna que la Reina no tiene más remedio que perdonarles y viajar al Sol, para interceder ante Febo que permita que los sentimientos regresen a la Luna. Después de una nueva mutación, el ejército de selenitas conducen a los terrícolas, a la Reina y a la Princesa al carro de la Aurora que les llevará hacia el Sol, todo en medio de efectos escénicos.
Acto III
Una calle de la ciudad del Sol, con un coro de estrellas que esperan la llegada de la Aurora y la reanudación de la actividad solar. Una mutación lleva al interior del laboratorio solar, repleto de máquinas eléctricas, prodigios, linternas Drumont, y calderas. Febus, que dirige el laboratorio, tiene mal genio. Al saber que en Francia los demócratas han ganado las elecciones dirige hacia allí un buen tiempo. En cambio, describe de forma aciaga y crítica el panorama español, y al saber de las corridas de toros en Barcelona, ordena que allí llegue un sol de justicia para impedir que se prosigan las corridas. Febus pretende el amor de la Princesa, pero al revelarle ella que se ha enamorado del terrícola, él se enoja, y después de una escena cómica en la que los tres personajes intentan convencer cómo se aprecia al Sol, y minimizan el uso de toldos y parasoles en la Tierra. Febus decide llevarles al tribunal del Relámpago. Como castigo, serán arrojados a un volcán solar. Sin embargo, la Princesa se conmueve, y decide quedarse con Febus para conseguir que él les perdone. La Aurora los traerá de nuevo a la Tierra, en medio de una apoteosis final.
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