El planeta Venus
La zarzuela se desarrolla en China, excepto algunas escenas del acto 3º, situadas en Venus.
Acto I
El Mandarín Tzing-Zing, a quien no bastan sus cuatro mujeres, está a punto de celebrar matrimonio con la labradora Pekí, a quien ha comprado entregando a Tchin-Cao, su padre, una crecida dote; ella le desprecia, ya que ama a Yanko, mozo de labranza de su padre. Desesperado Yanko al ver que la comitiva nupcial sale de la Pagoda, y habiendo perdido toda esperanza de poseer a su amada, monta un mágico caballo de bronce que apareció cierta mañana en una roca vecina, y se pierde en el cielo. Al pueblo llega el Príncipe Kador quien, por intercesión de su prima Tao-Lin -cuarta esposa de Tzing-Zing-, ha nombrado su perceptor al Mandarín, cargo que le obliga a no separarse de Kador. Este ama a una joven a la que sólo ha visto en sueños, pero los magos de la corte le han vaticinado que debe vivir en una estrella; cuando el Príncipe conoce la verdad de los labios de Pekí, desea correr la misma suerte que Yanko y decide ayudar a la joven a no casarse con el Mandarín. Yanko regresa mágicamente, a lomos del caballo de bronce, pero no puede contar su aventura o morirá. Cuando suenan los sones de la marcha nupcial, Kador ordena a Tzing-Zing partir a lomos del caballo mágico, alejándose ambos para recorrer el espacio sobre las ancas del caballo de bronce.
Acto II
El Mandarín regresa del mágico viaje, pero no sucede lo mismo con Kador. Una vez más, se niega a explicar la naturaleza del viaje, pero la fatiga le rinde y, en sueños, revela parte de su secreto que Pekí escucha con avidez, mientras el pobre Mandarín queda petrificado, convertido en estatua de madera. Yanko, divertido por la mala suerte de su rival Tzing-Zing, se mofa de su situación y, para explicar la causa de tan extraña transformación, refiere lo que supone éste ya habrá contado, convirtiéndose también en estatua. Desesperada Pekí se aprovecha de la indiscreción de Tzing-Zing y, vestida de hombre, se monta también a lomos del mágico caballo.
Acto III
En el planeta Venus el Príncipe Kador ha encontrado a la bella Estela, la hija del gran Mogol, y la misma que el Príncipe adoraba sin conocerla, ella había soñado también, por simpatía, con el heredero del Celeste Imperio. La joven sufre un encantamiento y únicamente el que sepa conquistar cierto mágico brazalete desbaratará el conjuro y podrá unirse a Estela. La empresa no es fácil porque es preciso permanecer cierto número de horas en Venus sin dejarse seducir por sus beldades. Estela, Marfisa y las demás bellezas que habitan aquel planeta, son otras tantas almas tentadoras entre cuyos atractivos es difícil resistir. Ese fue el motivo de que primero Yanko y luego el Mandarín Tzing-Zing regresasen tan pronto a la Tierra. El Príncipe Kador tiene más resistencia, porque desea hacerse dueño del brazalete y casarse con Estela, pero también sucumbe sin dar tiempo a que transcurra el plazo fijado. Unicamente Pekí no corre el mismo peligro y puede impunemente burlarse de todas las acechanzas femeninas, puestas en juego para que se rinda. Dueña de la situación, vuelve triunfante a la Tierra trayendo consigo a Estela y el brazalete, prodigioso talismán que sirve para que Yanko, el Príncipe Kador, que también fue lenguaraz, y hasta el Mandarín Tzing-Zing recobren sus sentidos y sean felices. Sólo Tzing-Zing pierde la posesión de Pekí, y vuelve a caer bajo el dominio de su cuarta mujer, la terrible Tao-Lin, su pesadilla.
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