El tributo de las cien doncellas
El tributo de las cien doncellas, Opereta cómico-burlesca en tres actos se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de
Madrid, el día 7 de Noviembre de 1872. Su libretista, Rafael García Santisteban. Música de Francisco Asenjo Barbieri.
La escena se representa en un pueblo de Galicia, limítrofe con Asturias, en el primer acto,, el segundo y tercer actos tiene lugar en el palacio del Rey moro de Jaén.
Acto I
Están los gallegos y gallegas descansando cerca de casa de Piloña, tocando la trompeta, ven bajar a éste y le piden que cante y entona unas coplas un tanto picantes, llega a su casa y echa en falta a su mujer, Dominga de la que está muy enamorado, llega Dominga, con la horquilla de aventar al hombro, muy contenta también porque adora a su marido, juguetean los dos y se hacen arrumacos, en ese momento se acerca el alcalde y el alguacil. El alcalde que está enamorado de Dominga le dice a Piloña que el moro requiere que le paguen las cien doncellas como tributo y ha decidido mandar una embajada para decirle que no es posible, por sorteo le ha tocado a Piloña formar parte de esa embajada, éste no quiere ir pero su mujer le tranquiliza y acepta. El moro Muza, disfrazado de judío, y Zancarrón aparecen en escena, el moro dispuesto a divertirse y llevarse a las doncellas y Zancarrón a avisar a los habitantes del peligro. El moro quiere que Zancarrón se disfrace de moro y pase por ser él mismo pero Zancarrón avisa a Dominga de su maniobra. Llega la fiesta y el moro Muza se encuentra con el alcalde en medio de una refriega, típica del país, en medio de la cual recibe un garrotazo, el alcalde recibe otro. Aparece Zancarrón disfrazado de moro y diciendo que viene a buscar a las doncellas y Dominga le convence para que se lleve sólo una docena. Dominga le facilita doce amas de cría y ellas, el moro y Zancarrón se dirigen a Jaén.
Acto II
Lindaraja, la sultana vieja y fea está reunida con sus odaliscas, todas ofendidas porque saben que el moro ha ido en busca de las doncellas gallegas, llega Piloña que confiesa que viene de parte del alcalde a decir que no pueden pagar el tributo y cuenta lo accidentado del viaje y que ha perdido a sus compañeros, la sultana primero le encuentra muy gañán pero al cabo de un rato le va pareciendo atractivo y decide quedárselo, él le pide que se quite el velo y con gran desilusión ve que es fea y vieja, ella manda que le vistan de musulmán con elegantes trajes. En ese momento llegan el sultán, Zancarrón y las gallegas, capitaneadas por Dominga, el sultán está prendado por Dominga y ella aprovechando esta circunstancia consigue que él le deje el sello real con el cual todo el mundo, habrá de obedecerla. Entran la sultana y Piloña, del que dice la sultana que es su primo Solimán. El y Dominga se reconocen pero Piloña, que es menos valiente que Dominga, tiene miedo y no se da a conocer aunque está muy celoso. Dominga haciendo valer su autoridad por la posesión del anillo encarcela a la sultana, el sultán y el pretendido Solimán.
Acto III
Las gallegas que han ido a Jaén con Dominga se encargan de emborrachar a los centinelas. Dominga ha enviado al moro Muza, a su marido y a la sultana un arroz con almejas, manda a Zancarrón que les deje en libertad, y les cuenta que el arroz estaba envenenado, la sultana quiere hacer beber a Piloña un antídoto para que el veneno no surta efecto. El pueblo y el ejército se han declarado en huelga y Dominga aprovechando la confusión le hace firmar al sultán un decreto por el que renuncia al tributo de las cien doncellas al que se había comprometido el Rey Mauregato. Zancarrón va en busca de su esposa y sus doce hijos y también se va con ellos.
La escena se representa en un pueblo de Galicia, limítrofe con Asturias, en el primer acto,, el segundo y tercer actos tiene lugar en el palacio del Rey moro de Jaén.
Acto I
Están los gallegos y gallegas descansando cerca de casa de Piloña, tocando la trompeta, ven bajar a éste y le piden que cante y entona unas coplas un tanto picantes, llega a su casa y echa en falta a su mujer, Dominga de la que está muy enamorado, llega Dominga, con la horquilla de aventar al hombro, muy contenta también porque adora a su marido, juguetean los dos y se hacen arrumacos, en ese momento se acerca el alcalde y el alguacil. El alcalde que está enamorado de Dominga le dice a Piloña que el moro requiere que le paguen las cien doncellas como tributo y ha decidido mandar una embajada para decirle que no es posible, por sorteo le ha tocado a Piloña formar parte de esa embajada, éste no quiere ir pero su mujer le tranquiliza y acepta. El moro Muza, disfrazado de judío, y Zancarrón aparecen en escena, el moro dispuesto a divertirse y llevarse a las doncellas y Zancarrón a avisar a los habitantes del peligro. El moro quiere que Zancarrón se disfrace de moro y pase por ser él mismo pero Zancarrón avisa a Dominga de su maniobra. Llega la fiesta y el moro Muza se encuentra con el alcalde en medio de una refriega, típica del país, en medio de la cual recibe un garrotazo, el alcalde recibe otro. Aparece Zancarrón disfrazado de moro y diciendo que viene a buscar a las doncellas y Dominga le convence para que se lleve sólo una docena. Dominga le facilita doce amas de cría y ellas, el moro y Zancarrón se dirigen a Jaén.
Acto II
Lindaraja, la sultana vieja y fea está reunida con sus odaliscas, todas ofendidas porque saben que el moro ha ido en busca de las doncellas gallegas, llega Piloña que confiesa que viene de parte del alcalde a decir que no pueden pagar el tributo y cuenta lo accidentado del viaje y que ha perdido a sus compañeros, la sultana primero le encuentra muy gañán pero al cabo de un rato le va pareciendo atractivo y decide quedárselo, él le pide que se quite el velo y con gran desilusión ve que es fea y vieja, ella manda que le vistan de musulmán con elegantes trajes. En ese momento llegan el sultán, Zancarrón y las gallegas, capitaneadas por Dominga, el sultán está prendado por Dominga y ella aprovechando esta circunstancia consigue que él le deje el sello real con el cual todo el mundo, habrá de obedecerla. Entran la sultana y Piloña, del que dice la sultana que es su primo Solimán. El y Dominga se reconocen pero Piloña, que es menos valiente que Dominga, tiene miedo y no se da a conocer aunque está muy celoso. Dominga haciendo valer su autoridad por la posesión del anillo encarcela a la sultana, el sultán y el pretendido Solimán.
Acto III
Las gallegas que han ido a Jaén con Dominga se encargan de emborrachar a los centinelas. Dominga ha enviado al moro Muza, a su marido y a la sultana un arroz con almejas, manda a Zancarrón que les deje en libertad, y les cuenta que el arroz estaba envenenado, la sultana quiere hacer beber a Piloña un antídoto para que el veneno no surta efecto. El pueblo y el ejército se han declarado en huelga y Dominga aprovechando la confusión le hace firmar al sultán un decreto por el que renuncia al tributo de las cien doncellas al que se había comprometido el Rey Mauregato. Zancarrón va en busca de su esposa y sus doce hijos y también se va con ellos.
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