El Chaleco Blanco (Libreto)



EL CHALECO BLANCO



Episodio cómico lírico en un acto, dividido en dos cuadros y un intermedio.

Libreto Miguel Ramos Carrión.

Música Federico Chueca

Estrenada el 26 de Junio de 1890 en el Teatro Felipe.



REPARTO (Estreno)

Tecla – Leocadia Alba.

Doña Casta – Pilar Vidal.

Rosa – Irene Alba.

Pérez – José Mesero.

David – Emilio Mesero.

Don Quintín - Sr. Rodríguez.

Don Ventura – Sr. Alba.

El Cabo de cornetas – Luisa Campos.

Un Portero – Sr. Castro.

Municipal 1º - Sr. Jerez.

Municipal 2º - Sr. Caba.

El Tío Pepe – Sr. Díaz.

Lavandera 1ª – Antonia Campos.

Lavandera 2ª – M. García.

Lavandera 3ª – C. García.

Una Peinadora – Inés Salvador.

Lavanderas, cornetas y bañistas. Coro general.


ACTO UNICO


CUADRO PRIMERO

Comedor modestísimo. Dos puertas a cada lado y una al foro. En el centro mesa. Sobre ésta un botijo y dos vasos. En el aparador unos cuantos platos. Seis sillas. Pérez, limpiando un par de botas. Sobre la mesa habrá otro par y unos zapatos.
(Mientras da lustre a la bota, tararea muy alegre, y sólo interrumpe el canto de vez en cuando para echar el aliento con mucha fuerza sobre la bota. Continúa cantando y acaba diciendo en los últimos acordes: "Chin, chín," dejando la bota y el cepillo sobre la mesa)

(Hablado)

PEREZ
¡Válgame Dios, y qué suerte la mía! Esta tarea de limpiar el calzado, en invierno menos mal. porque entra uno en calor; pero en verano hace sudar de un modo horrible. —Y luego, ¿para qué? Para que los dichosos huéspedes se pongan unas botas como espejos y no le digan a uno ni siquiera: Muy bien. Pérez, muy bien, esto se llama sacar brillo; está el becerro que parece un sol. Pues nada, todavía hay quien se queja, como don Quintín, diciendo que uso un betún que corta la piel. Los años sí que cortan la piel. Y si no, aquí está la mía para muestra. Pero, claro, estas botas son más viejas que yo. Medias suelas, (Examinándolas) tacones, palas, remonta completa; no queda de las que compró en la zapatería más que los elásticos. Están como su dueño. ¡Pobre señor! Y él se da tono hablando de los destinos que ha tenido y de los que va a tener... Ea, ya están los tres pares de todos los días. (Suena la campanilla) Allá voy. (Vase tarareando lo de antes)


Pérez y Rosa que trae dos grandes talegos.

PEREZ
(Dentro) ¡Hola, Rosa, buenos días! Pase usted, pase usted. ¡Casta! (Gritando) Aquí está la lavandera.

CASTA
(Dentro) Voy al momento.

ROSA
Deje usté, que no tengo prisa. (Dejando los talegos) Con su permiso descansaré un poco, que vengo reventá. (Se sienta) Le digo a usté que no hay cuerpo que resista este trajín de bajar y subir escaleras; cuando llego los lunes al río no se dónde tengo los pies.

PEREZ
Yo no sé dónde tengo las botas. (Buscándolas)

ROSA
¿Eh?

PEREZ
Las botas de don Ventura. ¡Ah! sí, aquí están. (Las coge y entra con ellas por la segunda izquierda, saliendo al momento)

ROSA
Desde las cinco de la mañana andando lo mismo que un azacán, de un sitio pa otro, y luego pa descanso estése usté metida en la banca hasta la noche.

PEREZ
Ya, ya. (Acercándose a la primera puerta derecha) ¿Hay permiso? Estará durmiendo como de costumbre. (Entra)

ROSA
¿Cuándo se volverá la tortilla y seremos ricos los que no tenemos un céntimo? Porque eso tié que suceder el mejor día. ¿No es verdad?

PEREZ
(Saliendo) ¿Qué es lo que tiene que suceder el mejor día?

ROSA
Que seamos ricos usté y yo.

PEREZ
¡Ah! Sí. Ese será el día mejor, pero mucho me temo que no llegue.

ROSA
Es un decir. (Riéndose)

PEREZ
¿Se puede? (A la primera puerta izquierda)

QUINTIN
(Dentro) ¿Quién es?

PEREZ
Soy yo, con las botas.

QUINTIN
Adelante. (Entra Pérez)


Dichos y doña Casta con un lío de ropa, luego Pérez.

CASTA
Hola, Rosa.

ROSA
Buenos días tenga usté.

CASTA
¡Creí que estaba aquí mi esposo, Pérez!

ROSA
Ahí ha entrado.

CASTA
¡Pérez!

PEREZ
(Saliendo) ¿Qué hay?

CASTA
¿Has apuntado todas las prendas?

PEREZ
Sí, ahí está la lista sobre el aparador.

CASTA
Pues aquí tiene usted el lío. (A Rosa)

ROSA
(Levantándose) Venga acá. (Lo mete en uno de los talegos)

CASTA
Y oiga usted, Rosa; hágame el favor de tratar la ropa con más cariño, porque me la trae usted destrozada.

ROSA
¡Señora!...

CASTA
Y eso es que echa usted polvos de gas y la abrasa toda.

ROSA
Por estas que son cruces la juro a usted que...

CASTA
El olor no engaña.

ROSA
Jabón y na más que jabón, y mis buenos puños, que gracias a Dios no me faltan, y a restregar contra el banquillo no hay en el río quien me gane.

CASTA
Ya se conoce.

ROSA
Es que yo no soy de las que usan pala, ¿sabe usté? y en cada pieza me gasto un cuarterón de lo de Mora, de primera, ¿sabe usté? Blanco como la nieve, ¿sabe usté?

CASTA
Lo que sé es que la ropa dura muy poco.

ROSA
Naturalmente, como que no hace más que ir y venir al río, porque hay poca...

PEREZ
(¡Muy poca!) (Suspirando)

CASTA
Si hay poca o mucha no es cuenta de usted; cada uno tiene la que tiene.

ROSA
Pues mire usté, en ese talego traigo camisas de batista y chambras de encajes que da gloria verlas; en fin, ropa fina, no como la de aquí, y nadie se ha quejao...

CASTA
(Muy incomodada) Basta de conversación, que tengo prisa. Lo que le digo a usted es que quiero mucha colada, mucha colada, ni más ni menos. Y hemos acabado. (Vase)

ROSA
No se incomode usté, que no es para tanto. ¡Vaya con la señora!...

PEREZ
No la haga usted caso, ya sabe usted lo que es...

ROSA
Es que tiene unos prontos...

PEREZ
Y unos tardes... No se la puede sufrir. Yo la padezco hace veintidós años, desde la Revolución. Cuando me muera voy derechito al martirologio... San Juan Pérez, esposo y mártir.

ROSA
¡Pues me gusta! Después que se deja una los puños... {Carga con los talegos)

PEREZ
(Ayudándola a cargar con los talegos) Vaya usted con Dios, vaya usted con Dios, y ya lo ha oído usted; mucha colada, mucha colada y... mucha paciencia.

ROSA
Bien se necesita pa... aguantar tanto... En fin, abur.

PEREZ
Adiós, Rosa.

ROSA
¡Diquiá el jueves! ¡Me ha hecho gracia! Decir que echo polvos…


Pérez y luego doña Casta.

PEREZ
¡Qué ha de echar esta pobre mujer! ¡Manías de Casta, que es atroz!

CASTA
¡Pérez!

PEREZ
¡Ah! ¿Eres tú?

CASTA
(Saliendo con la mantilla puesta y llevando un talego pequeño) Tenemos que hablar.

PEREZ
(¡Malo!)

CASTA
De un asunto grave.

PEREZ
(¡Malísimo! ¿Qué diablura se le habrá ocurrido?) Bien, hablaremos por la calle. ¿No vamos a la compra?

CASTA
No; voy yo sola; tú necesitas quedarte en casa.

PEREZ
¿Pues?

CASTA
Ven acá y escucha.

PEREZ
(Tiemblo) (Se sientan)

CASTA
Vamos a ver, ¿qué te ha hecho pensar la carta de Gregorio que recibimos ayer?

PEREZ
¿A mí? Pues me ha hecho pensar que cuando llegue su sobrino le cederé mi cama, como siempre que hay otro huésped más. y que yo tendré que , irme a dormir a la cocina.

CASTA
¡Eso es todo lo que se te ha ocurrido!

PEREZ
Todo.

CASTA
Bien sé conoce que no has inventado la pólvora.

PEREZ
Es verdad; y me alegro, porque tendría unos remordimientos horribles.

CASTA
¡Basta!

PEREZ
No chisto más.

CASTA
En esa carta nos dice Gregorio que su sobrino Andrés vendrá a Madrid dentro de dos o tres días.

PEREZ
Eso es.

CASTA
Que ha heredado de su padre cinco mil duros.

PEREZ
Justo.

CASTA
Y que con ellos proyecta establecerse poniendo un almacén de ultramarinos.

PEREZ
Así dice.

CASTA
¿Y no se te ha ocurrido nada al saber que pronto tendrás un sobrino de nuestro primo, dueño de una gran tienda de comestibles?

PEREZ
¡Ah! Sí; ahora se me ocurre... (Muy alegre)

CASTA
¿Qué?

PEREZ
Que comeremos un poco mejor, porque naturalmente...

CASTA
Eres un adoquín, por no decirte algo más duro.

PEREZ
Más duro que un adoquín, me parece difícil.

CASTA
¿Te has olvidado de que tenemos una hija?

PEREZ
¿Cómo he de olvidarlo? Tecla, mi queridísima Tecla; mi único consuelo en este mundo...

CASTA
¿Eh?

PEREZ
Después de ti.

CASTA
¡Ah! Pues ese almacén de ultramarinos, con dueño y todo, será para ella.

PEREZ
¿Cómo?

CASTA
Casando a Tecla con Andrés.

PEREZ
Pero...

CASTA
Nada, nada, ten la seguridad de que la caso.

PEREZ
Pero...

CASTA
El vendrá a vivir con nosotros hasta que encuentre local para su comercio, y como esté aquí una semana siquiera, cae, vaya si cae.

PEREZ
Y Tecla...

CASTA
Le querrá, de seguro. Es un hombre joven, activo, emprendedor, no mal parecido, algo coloradote, como de pueblo; pero también tú, cuando te casaste, eras colorado...

PEREZ
Es verdad, y luego me volví maduro.

CASTA
La chica transigirá, porque difícilmente podrá presentársele mejor proporción.

PEREZ
Pero... ¿y el músico?

CASTA
Que se vaya con la música a otra parte.

PEREZ
Mujer... ¿no hemos autorizado nosotros sus relaciones con la niña?...

CASTA
Claro; mientras no había otro, hemos hecho la vista gorda, dejando a la niña que haga tonterías con un huésped; pero eso no significa nada.

PEREZ
Sí, Casta, sí; eso significa, ahora que nadie nos oye, que no tenemos ni pizca de vergüenza. {En voz muy baja)

CASTA
¡Pérez!

PEREZ
Las cosas así, claras.

CASTA
Pero ¿por qué?

PEREZ
Porque ese pobre joven, enamorado de Tecla con toda su alma, vino a la casa con buen fin, dispuesto a casarse, y nos habló, y tú le dijiste...

CASTA
Le dije: no hay inconveniente en que usted y la niña se quieran y se traten, bajo nuestra exquisita vigilancia; pero no piense usted en casarse mientras no pueda ofrecerle una posición desahogada. Ahora no tiene usted más que lo que le dan por tocar el piano en el café de Talía: total diez reales.

PEREZ
Y un café con tostada.

CASTA
Esa no hay que contarla, porque se la come él.

PEREZ
Y los diez reales nos lo comemos nosotros.

CASTA
Claro, él se alimenta del aire.

PEREZ
Poco menos; le das unos arroces... ¡atroces!

CASTA
Lo mismo comen los otros huéspedes, y no se quejan.

PEREZ
Naturalmente: don Ventura, porque es capaz de tragarse la cúpula de San Francisco el Grande, y don Quintín, porque como siempre anda retrasado en el pago, tiene que comer lo que le dan.

CASTA
(Levantándose) Bueno, bueno, lo que te digo es que Tecla se casará con el sobrino de Gregorio. Yo ya la hice tragar la píldora.

PEREZ
¿Se lo has dicho?

CASTA
Hace un momento.

PEREZ
¿Y qué?

CASTA
Se echó a llorar.

PEREZ
¡Pobrecita!

CASTA
Luego se encerró en su cuarto y allí está desahogándose.

PEREZ
Tienes el corazón de piedra berroqueña.

CASTA
Lo que tengo es práctica y conocimiento del mundo. Cuando me casé contigo, bien lo sabes (Suspirando) estaba enamoradísima de un teniente de caballería, rubio, muy guapo, y siguiendo el consejo de mis padres, te di mi mano, y no dirás que he vuelto a hablarte una palabra del teniente.

PEREZ
Naturalmente.

CASTA
Ni volví a acordarme del santo de su nombre.

PEREZ
Es verdad. (Tuve la suerte de que cambiaran la guarnición)

CASTA
La niña se olvidará del músico en cuanto deje de verle.

PEREZ
Lo cual, viviendo en la misma casa, es bastante difícil.

CASTA
Por eso no puede permanecer aquí ni un día más.

PEREZ
¿Qué dices?

CASTA
Que hoy mismo hay que ponerle de patitas en la calle. Y por eso no quiero que vayas conmigo a la compra, para que te encargues de despedirle.

PEREZ
¡Yo!

CASTA
Tú, sí, señor; que eres el amo de la casa.

PEREZ
¿Sí? (No lo había conocido)

CASTA
Hay cosas que no debo yo hacerlas; habiendo aquí un hombre.

PEREZ
Eso es verdad.

CASTA
Ahora, en cuanto yo me vaya, entras en su cuarto y le sueltas el toro.

PEREZ
¡Bonito despertar va a tener el infeliz!

CASTA
Le dices... lo que te parezca mejor; el caso es que cuando yo vuelva lo sepa ya.

PEREZ
Pero...

CASTA
No digas que no., porque será inútil.

PEREZ
Haré lo que quieras, como siempre. Sin embargo, me parece una locura perder esos diez reales diarios, seguritos, que nos han de hacer falta...

CASTA
Si consigo casar a Tecla con Andrés no necesitamos nada y viviremos como unos príncipes.

PEREZ
Como unos príncipes ultramarinos.

CASTA
Estoy harta de trabajar y de sufrir a los huéspedes. Ea, me voy a la plaza. No dejes de decírselo ahora mismito; cuanto más pronto se vaya, mejor.

PEREZ
Se lo diré; descuida.

CASTA
(Volviéndose desde la puerta) ¡Ahí ¿cuál fue el plato fuerte del almuerzo de ayer, que no me acuerdo?

PEREZ
Arroz con bacalao.

CASTA
Es verdad, sí. Y el de anteayer...

PEREZ
Bacalao con arroz.

CASTA
Es cierto. Traeré bacalao para ponerlo con patatas.

PEREZ
Eso es; en la variedad está el gusto.

CASTA
Hasta luego.

PEREZ
Adiós.


Pérez; después don Quintín con un sombrero de copa en la mano y en mangas de camisa.

PEREZ
¡Y dice que está harta de sufrir a los huéspedes! ¡Ellos sí que están hartos de sufrirla, como yo! ¡Ay, Casta, Casta, tú haces que reniegue de mi casta!

QUINTIN
¡Pérez!

PEREZ
¡Ah! ¿Qué hay, don Quintín?

QUINTIN
Va usted a hacer el favor de poner a calentar una plancha para pasársela a este sombrero.

PEREZ
Ahora mismo; pero me parece que por mucho que se la pase usted...

QUINTIN
Quedará flamante.

PEREZ
Bueno, bueno.

QUINTIN
Es un sombrero de primera; vea usted, de Guevara.

PEREZ
Sí; ya veo. Guevara. Pariente de usted, sin duda.

QUINTIN
(Incomodado) Oiga usted: el sombrerero no es Ladrón.

PEREZ
Hombre, yo no he dicho... ni he querido ofenderle.

QUINTIN
No es Ladrón de Guevara como yo.

PEREZ
Sí, sí, yo he visto las tarjetas de usted con el escudo...

QUINTIN
Hay otros Ladrones ilustres también...

PEREZ
¡Ya lo creo! Algunos robando mucho...

QUINTIN
No es eso, hombre; me refiero a los Ladrones de Cegama, otra familia también nobilísima, pero a la cual la mía no cede en brillo.

PEREZ
Pues voy por la plancha para que se lo saque usted al sombrero. (Anda, date lustre) (Vase segunda derecha)


Don Quintín, después Pérez.

QUINTIN
¿Habrá vuelto ya don Ventura? (Acercándose a la puerta segunda izquierda) ¡No se le oye! Temo preguntar... estoy inquieto. ¡Si sospecharan algo! ¡Que un hombre de mi linaje, como dicen en aquella comedia, descienda a estos recursos para ocultar su situación! Pero por este medio me presentaré siquiera dignamente. El sombrero también quedará regularcillo. Con un poco de tinta ocultaré esta rozadura. La forma no está mal. Lo compré hace diez años, y ha vuelto la moda de entonces.

PEREZ
Ya está la plancha puesta a la lumbre.

QUINTIN
Bien, Pérez, bien; si, como espero, el Ministro me da hoy la credencial, yo recompensaré con largueza loa servicios de usted. (Dándose tono)

PEREZ
Muchas gracias. Yo me alegraré mucho de que al fin le den ese empleo, porque de esa manera pagará usted las dos mensualidades...

QUINTIN
(Incomodadísimo) Ya sé que son dos; no necesito que nadie me lo recuerde.

PEREZ
No; si yo no me meto en esas cosas; pero mi mujer me tiene frito diciéndome a todas horas, aprieta a don Quintín, aprieta a don Quintín. Y demasiado sabe usted que yo no le aprieto.

QUINTIN
Por eso corresponderé a sus atenciones como merece. Para la una estoy citado con el Ministro. Vea usted, vea usted el B. L. M. (Sacándolo de un bolsillo del pantalón)

PEREZ
(Leyendo) "El Ministro de Ultramar B. L. M. al señor don Quintín Ladrón de Guevara y tiene el gusto de participarle que le recibirá el lunes a la una de la tarde en su despacho". ¡Caramba! Pues es verdad.

QUINTIN
¿Lo dudaba usted? (Ofendido)

PEREZ
No, no. sino que como otras veces...

QUINTIN
Me espera a la una. (Con mucha importancia)

PEREZ
Y diga usted, don Quintín, ¿va usted a ver a S. E. con el chaquet de todos los días?...

QUINTIN
(Si sospechará este hombre..) Esa pregunta es una inconveniencia (Muy incomodado)

PEREZ
Usted dispense...

QUINTIN
Sabe usted demasiado que si no me compro ropa hace algún tiempo es porque luego no había de servirme en Cuba y prefiero hacérmela más a propósito para el clima de aquellos países... Pero mi primo el Marqués me proporciona la que necesito cuando llega una ocasión como la de hoy.

PEREZ
Ya, ya; entonces no digo nada.

QUINTIN
Vea usted si está ya caliente la plancha, que quiero marcharme a momento.

PEREZ
¿No almorzará usted en casa?

QUINTIN
No: almorzaré con el Ministro.

PEREZ
¿Sí? (Qué más quisieras) ¿De modo que hoy no bajará usted, come de costumbre, a bañarse al río?

QUINTIN
Sí: que me tengan dispuesta la sábana. Bajaré a la tarde, cuando haya hecho la digestión. No puedo suspender los baños; el médico los considera indispensables. Treinta por lo menos...

PEREZ
Claro, los necesita usted para refrescar la sangre; como tiene usted ese genio tan vivo y tan... tan... (insufrible).

QUINTIN
Pérez, cada uno tiene su temperamento.

PEREZ
Es verdad. Yo estoy contento con el mío: no me altero por nada (Pues si me alterase me habría muerto hace muchos años) Voy por la plancha Don Quintín; luego Tecla, después Pérez.

QUINTIN
Este Pérez es una buena persona. Cuando pueda le protegeré.

TECLA
Buenos días, don Quintín.

QUINTIN
Hola, Teclita, ¿qué es eso? ¿Ha llorado usted?

TECLA
No, señor, no; es que... he estado picando cebolletas para el almuerzo (Sollozando fuerte)

QUINTIN
¡Ah! (No la conmueven poco a esta muchacha las cebolletas) (Entra en su cuarto)

TECLA
¡Qué desgraciada soy, Dios mío! (Se sienta y llora)

PEREZ
Aquí está va la plancha. ¡Ay, hija mía! ¿Y don Quintín?

TECLA
En su cuarto.

PEREZ
Salgo al momento y hablaremos. ¿Se puede?

QUINTIN
Adelante. (Entra y sale al momento)

TECLA
¡Yo me voy a morir de pena! ¡Ay! ¡David, David! ¿Qué vas a decir cuando lo sepas?


Tecla y Pérez.

PEREZ
Teclita, hija mía, no llores.

TECLA
¡Ay, papá, qué desgraciada soy!

PEREZ
Lo sé todo: no me digas una palabra. Tu madre lo ha decidido y no hay más remedio que callar...

TECLA
¿Pero, papá, usted que es tan bueno... por qué no le hace comprender?...

PEREZ
¡Imposible! Pero no te desesperes. ¡Quién sabe si ese proyecto no se realizará! Hasta ahora no pasa de ser un deseo de tu madre... Acaso venga ese Andrés y no logre cazarlo.

TECLA
¿Cómo?

PEREZ
Casarlo.

TECLA
Si lo peor es que mamá no quiere que David siga viviendo con nosotros.

PEREZ
Me ha encargado de decírselo antes de que ella vuelva de la compra. Quiere que a todo trance hoy mismo abandone esta casa. Y yo, la verdad, no sé cómo enterarle al pobre muchacho... No sirvo para estas cosas, vamos. Decirle márchese usted a un joven que paga tan puntualmente y que es tan amable y tan servicial...

TECLA
¡Y tan guapo!

PEREZ
Pues, hija, no hay más remedio que comunicárselo inmediatamente.

TECLA
¡Qué ajeno estará de lo que le espera!

PEREZ
Oye, Teclita, casi es mejor que le hagas tú saber lo que sucede... Llámale y dile... Dile... En fin, a ti se te ocurrirá lo que has de decirle... Entre vosotros hay más confianza y más... ¿No te parece?

TECLA
¡Papá, qué bueno es usted! (Abrazándole)

PEREZ
Habla con él antes de que vuelva tu madre.

TECLA
Bueno, se lo diré poco a poco... si no es capaz de morirse.

PEREZ
¿Morirse?

TECLA
Sí, señor, sí; le conozco bien.

PEREZ
Pues díselo como mejor te parezca. Yo estaré por ahí al cuidado. Anda llama.

TECLA
Secaré mis lágrimas... y le prepararé para el golpe. (Se acerca a la primera puerta derecha y da tres golpecitos)


Tecla, David, dentro. Pérez al foro y asomando la cabeza por la puerta, entre las cortinas, cada vez que habla.

(Música)

TECLA
¡David!

DAVID
¿Quién llama?

TECLA
Soy Tecla

DAVID
¡Teclita!

TECLA
¿Estás todavía en la cama?

DAVID
Teclita.

TECLA
¿Qué quieres?

DAVID
Bendita tú eres.
entre todas las mujeres.
En seguida me levanto.

TECLA
¡Anda pronto!... ¡date prisa!

DAVID
¡Caracoles! ¡Si no encuentro
por más vueltas que estoy dando, la camisa!

PEREZ
(¡Pobrecito! ¡Si él supiera!...)

TECLA
¡Pero, corre, por favor!

DAVID
¿Es acaso que tu madre ha fallecido?

PEREZ
(¡Por desgracia, no, señor!)

DAVID
¡Vida mía!

TECLA
¡Remolón!

DAVID
¡Ay, Teclita de mi alma,
me hace tipi, tipi el corazón!

PEREZ
¡Pero hija, date prisa,
¡que tu madre va a venir!

TECLA
¡Pero, padre!... ¿Pero, sales?

DAVID
¡Caracoles!

TECLA
¡Caracolas!

PEREZ
¡Cata!...

DAVID
¡Pum! Ya estoy aquí.

TECLA
Tengo mucho que contarte.

DAVID
Mucho también tengo yo.

TECLA
No será como lo mío.
De seguro.

DAVID
¿Por qué no?
¿Es acaso, Tecla mía,
que te cansa ya mi amor?

TECLA
¡No lo digas, ni aun en broma!
¡Mono!

DAVID
¡Mona!

PEREZ
(¡Ay, Jesús; cuánta monada!
¡Vaya por Dios!)

DAVID
¡Tecla!... ¡Teclita!...
No puedo ya vivir sin ti.

TECLA
(¡Cómo le digo
que lo echan de aquí!)

DAVID
Deja que un beso
en tu manita estampe yo.

PEREZ
(Tecla, de fijo
le dice que no)

TECLA
En la mano lo permito.

DAVID
¡Ay, qué gusto que me da!
(Besándola)

TECLA
¡Suelta, suelta; qué haces daño!

DAVID
Otro solo.

TECLA
Basta ya.

DAVID
De que yo te llame esposa,
¿cuándo el día llegará?

TECLA
Temo que no va a ser pronto.
(Sollozando)

DAVID
¡Tonta!

TECLA
¡Tonto!

PEREZ
(¡Esto sí que es tontería
para un papá!)

DAVID
¡Cuánto te quiero!

TECLA
¡Cuánto te adoro!

DAVID
Tú eres mi vida.

TECLA
Mi vida es tu amor.

DAVID
Tú eres mi estrella.

TECLA
Tú mi cielito.

PEREZ
(Y yo un borrego
de marca mayor)

DAVID
Quiéreme siempre.

TECLA
Nunca me olvides.

DAVID
¡Tecla adorada!

TECLA
¡Querido David!

DAVID
¡Ay, dulce prenda!

TECLA
¡Ay, prenda amada!


DAVID
¡Ay, mi vidita!

LOS DOS
Tú me haces feliz.

DAVID
Quiero estar siempre a tu lado.

TECLA
Eso quiero también yo;
pero mucho estoy temiendo
que no pueda.

DAVID
¿Por qué no?
De tu lado, Tecla mía,
nadie me separará.

TECLA
Eso es todo mi deseo.

DAVID
¡Fea!

TECLA
¡Feo!

PEREZ
(¡ Eso, luego, doña Casta
os lo dirá!)

LOS DOS
¡ Oh, qué dulce placer,
ser marido y mujer!

PEREZ
(Aun más dulce es gozar
el placer de enviudar)

DAVID
Dime, Teclita, que sí.

TECLA
No me separo de ti.

LOS DOS
¡Qué bien estamos así!

PEREZ
Yo ya me marcho de aquí.
(VASE)

DAVID
Un beso más.

TECLA
¡No!

DAVID
¡Sí!

(Hablado)

DAVID
¡Tecla de mi corazón! ¡Cuándo llegará el día en que pueda decirte: basta de amor platónico; basta de miraditas y suspiros, y vamos a la Vicaría!

TECLA
¡Ay, David!

DAVID
¡Qué felices seremos entonces! Porque hemos nacido el uno para el otro; es decir, para lo otra; mejor dicho, para esta.

TECLA
Desgraciadamente...

DAVID
¿Qué? ¿Hay que esperar? Esperaremos. Los días nos parecerán siglos, pero al fin y al cabo tú serás mía, mía. Hasta tu nombre indica el esposo que debe tocarte en suerte: Tecla, a ti tenía que tocarte un pianista.

TECLA
Sí, es verdad, soy Tecla, pero de las negras; tengo muy mala sombra.

DAVID
¿A qué viene esa aflicción? Confía como yo en lo porvenir, y sé dichosa con la esperanza.

TECLA
(¿Y quién le dice ahora?)

DAVID
Si hoy no tengo nada que ofrecerte más que un amor sin límites, porque mi sueldo del café y lo poco que gano dando lecciones apenas basta para mis necesidades, mañana... ¡quién sabe! A t i te consta que yo no tengo ningún vicio: ni bebo, ni juego, ni fumo, ni... nada; pero todos mis ahorros me los gasto en la lotería, y el corazón me dice que he de agarrar el premio gordo. ¡Ya que tanto toco, a ver si me toca!

TECLA
Sí, pero...

DAVID
No me quites las ilusiones. Día llegará en que yo pueda decir al dueño del café: quede usted con Dios, ignorante; ya no toco más la jota de los "ratas", ni el tango del "Certamen nacional"; me dedico a mis clásicos y a componer todas las fantasías que tengo aquí. Porque mi especialidad son las fantasías.

TECLA
Ya lo veo.

DAVID
Pero, dale al público de café de Talía música delicada... ¡Imposible! Anoche, sin ir más lejos, toqué por primera vez esa composición que te hice oír pocos días hace, "El nido de los ruiseñores". ¿Recuerdas? Aquella que hace... (Tararea un poco. —De pronto) Pues aquel auditorio de imbéciles se quedó como sí nada hubiera oído. Sólo un caballero qué tomaba café en un rincón, aplaudía con toda su alma desde que empecé. Yo, me levanté conmovido, me acerqué a él, y le dije: ¡Gracias, caballero, gracias; usted es el único que me ha comprendido!... Lo que no comprendo es lo descuidado que está el servicio en este café—me contestó —hace media hora que estoy inútilmente llamando al mozo. —Y siguió dando palmadas. Excuso decirte cómo me quedaría. ¡Qué decepción para un artista sensible!

TECLA
(¡Vamos; que no sé cómo decírselo!)

DAVID
Pero yo no me desanimo por tan poco. Ayer empecé una nueva composición sobre motivos de "Norma". Voy a dedicársela a tu mamá; como se llama Casta, y el tema es "Casta diva", yo creo que es oportuno y que ha de agradecérmelo. ¿No te parece?

TECLA
No, David, no; mamá no merece que tú le dediques nada. (Echándose a llorar.

DAVID
¿Eh? ¿Qué es eso?

TECLA
¡No puedo más!

DAVID
¿Qué pasa? ¿Tal vez se opone a nuestras relaciones? ¡No en balde la notaba yo hace algunos días seria y desabrida conmigo!

TECLA
¡Ay, David, qué desdichados somos!

DAVID
¡Habla, por Dios!

TECLA
Sí; oye, oye.

DAVID
Di pronto.

TECLA
Mi mamá tiene un primo que se llama Gregorio, y que vive en Valdecabritos. (Llorando)

DAVID
Bien, ¿y qué?

TECLA
Y este primo tiene un sobrino joven... (Llorando más)

DAVID
Continúa.

TECLA
Y este sobrino joven ha heredado de su padre cinco mil duros. (Llorando mucho más fuerte)

DAVID
Pero ese no es motivo para que llores de esa manera.

TECLA
Y viene a Madrid para poner un almacén de comestibles, y mi mamá se empeña en que me case con él.

DAVID
¿Qué dices? ¿Casarte con un almacén de comestibles? Digo, con un...


Dichos y Pérez.

PEREZ
¡Sí, amigo David; por desgracia es cierto!

DAVID
Pero, señor de Pérez...

PEREZ
No me diga usted nada, soy el primero en lamentarlo; usted es un joven simpático y decente...

DAVID
¡Pero, esto es imposible!

PEREZ
Casta se ha empeñado, y usted ya sabe lo que es Casta cuando se empeña.

DAVID
Sin embargo, usted se opondrá con energía.

PEREZ
Oiga usted. (Llevándoselo aparte de Tecla) Cuando en un matrimonio la mujer se pone los pantalones, el marido, naturalmente, se queda en calzoncillos; y así, en ropas menores, no se tiene energía, ni dignidad... ni nada. Eso me pasa a mí.

DAVID
¡Tecla, yo no me separo de tu lado! (Yendo hacia ella)

TECLA
¡Ay, David!, no hay otro remedio.

PEREZ
Hoy mismo tiene usted que dejar la habitación para el otro, que llega mañana. Casta no quiere que le encuentre a usted aquí de ninguna manera. Así nos lo ha dicho.

DAVID
¡Pero esto es una crueldad!

PEREZ
Tiene cinco mil duros, amigo mío, y usted no tiene nada, y el mundo es así. (Campanilla) ¡Ay, llaman! ¡Será mi mujer! ¡Por Dios, vaya usted a su cuarto, y tú allá dentro, que no os encuentre aquí. (Vase)

DAVID
¡Tecla, júrame que no serás esposa del joven de Valdecabritos!

TECLA
Yo te lo juro.

DAVID
Con eso me basta, (Entra en su cuarto)

TECLA
¡Nunca te olvidaré, nunca! (Tase por la segunda derecha)


Don Quintín; luego Pérez y don Ventura (muy gordo); don Quintín con sobretodo claro y sombrero de copa.

QUINTIN
No hay nadie; ahora puedo salir sin que me vean. ¡Ahí (Apenas aparece a la puerta de su cuarto oye a don Ventura y entra apresuradamente, cerrando la puerta)

VENTURA
(Dentro) Pérez, que dispongan el almuerzo, (Entrando) porque traigo un apetito feroz.

PEREZ
No esperará usted mucho. Casta ya hace tiempo que se fue a la compra y volverá pronto.

VENTURA
(Sentándose y abanicándose con el sombrero) Hace un calorcito, que ya, ya. Salí de casa a las cinco de la mañana...

PEREZ
Le oí a usted levantarse.

VENTURA
En la buñolería de la esquina me comí tres docenas de buñuelos con una copita de aguardiente...

PEREZ
Muy bien.

VENTURA
Luego me fui al Retiro, di la vuelta grande, dos veces, y bebí seis vasos de agua en la fuente de la Salud.

PEREZ
Eso es muy saludable; encima de los buñuelos, sobre todo.

VENTURA
A mí no me hace daño nada. Tengo un estómago especial.

PEREZ
(Por eso sigue viviendo aquí)

VENTURA
A las nueve entré en la vaquería y me tomé un vaso grande de leche con una ensaimada, y luego...

PEREZ
¿Qué tomó usted?

VENTURA
El paseo de los coches hasta el Angel caído. A la sombra de los árboles está hermoso aquello. Lo malo es que al volver se coge una solana espantosa. Así vengo de sofocado. (Bufando) Pero con un apetito... ya verá usted cómo almuerzo, ya verá usted. Como un buitre. Yo soy así.

PEREZ
(Y así está así)

VENTURA
Ahora voy a mudarme de traje, porque como hoy no hay oficina, aprovecharé el día haciendo algunas visitas que tengo atrasadas. Conque avíseme usted cuando esté el almuerzo, ¿eh?

PEREZ
Sí, señor, sí.

VENTURA
¡Uf! ¡Qué calorazo! (Entra en su cuarto)

PEREZ
¿Por dónde andará Tecla? ¡Pobrecita! Voy a hacerle unas cuantas reflexiones. (Vase)

Don Quintín, que asoma por la puerta la cabeza. Se cerciora de que no hay nadie y sale por el foro precipitadamente. Poco después se oye la voz de Casta.

CASTA
Vaya usted con Dios, don Quintín, vaya usted con Dios. Creí que me atropellaba. ¿A dónde irá ese hombre tan de prisa y con el cuello subido con el calor que hace? (Deja sobre la mesa el talego, que trae lleno, y se quita la mantilla mientras habla)

DAVID
¡Doña Casta! (Deteniénd0se. Sale con sombrero hongo)

CASTA
¡Hola! ¿Qué hay?

DAVID
Demasiado sabe usted lo que hay. (Muy triste)

CASTA
¡Ah, vamos! Pérez le ha dicho a usted...

DAVID
Todo, señora, todo.

CASTA
Pues excuso decirle a usted nada. Necesito libre esa habitación.

DAVID
Ahora mismo voy a buscar otra.

CASTA
Me parece bien; pero no corría tanta prisa. Basta con tenerla desocupada para la noche. Puede usted almorzar antes de marcharse.

DAVID
¡Almorzar! ¿Usted cree que yo puedo almorzar? Señora, ¡tengo aquí un nudo!

CASTA
Ya lo veo, el de la corbata.

DAVID
No, el de dentro es mucho más apretado.

CASTA
Pues, aflójelo usted.

DAVID
Imposible.

CASTA
Pues déjeme usted en paz, vaya con Dios y olvide a la muchacha.

DAVID
¡Eso no!

CASTA
Bueno, pues no la olvide usted.

DAVID
Aunque nos separe un abismo, seguiremos amándonos.

CASTA
¡Bah, bah! tonterías.

DAVID
Señora, usted no tiene corazón.

CASTA
Lo que no tengo es gana de hablar. Ya he dicho bastante.

DAVID
Ha dicho usted demasiado. Adiós, doña Casta; adiós para siempre.

CASTA
Hombre, ¿no va usted a volver por la ropa?

DAVID
No, me falta valor para ver otra vez a Tecla. Tome usted la llave, métalo todo en el baúl, y ya enviaré un mozo para recogerlo. ¡Adiós, Tecla mía! ¡Adiós, adiós!... (Vase llorando)


Doña Casta, luego Pérez.

CASTA
No le ha hecho poco efecto mi resolución. Casi he estado a punto de enternecerme. ¡Bah! antes de dos meses ni él se acuerda ya de ella ni ella de él. Sin embargo... ella... Nosotras somos más sensibles. Aunque yo diga a Pérez otra cosa, aun recuerdo mi teniente de Farnesio con las charreteras y el chascás...

PEREZ
(Que ha entrado despacio y llega hasta ella) ¿Se fue ya el músico?

CASTA
Sí, ya se fue. (Muy brusca) Pon la mesa, que voy a preparar el almuerzo. Dichos, don Ventura en mangas de camisa.

VENTURA
¡Pérez!

PEREZ
¿Qué hay, don Ventura?

VENTURA
¿Ha cogido usted de mi cuarto la levita que estaba colgada en la percha?

PEREZ
Yo no.

CASTA
Ni yo tampoco.

VENTURA
Pues no está. He revuelto todos los trastos de la habitación, y no parece.

CASTA
Búsquela usted bien.

VENTURA
Es inútil; tengo la seguridad de que no está.

CASTA
¿Y quién puede habérsela llevado?

VENTURA
¡Eso digo yo!

PEREZ
¡Calle! ¿Don Quintín ha salido de casa?

CASTA
Sí, cuando yo entraba salía él.

PEREZ
¡Qué sospecha!

CASTA
¿Qué?

PEREZ
Le vi salir esta mañana muy temprano de su cuarto de usted, y me parece que se recataba al encontrarme.

VENTURA
¡Pero, hombre, ha de haberse atrevido!...

PEREZ
Como hoy estaba citado con el ministro de Ultramar, y no tiene ropa negra...

CASTA
De seguro ha sido él quien se la ha llevado. Por eso iba con el cuello del sobretodo muy subido.

VENTURA
Pues, francamente, no me hace gracia que se tome esas libertades. (Sin mucho enojo)

PEREZ
Claro que no está bien.

CASTA
Ni medio bien. (Incomodadísima)

VENTURA
Y sobre todo...

CASTA
¡Ah! ¿el sobretodo también era de usted?

VENTURA
No; digo, que, sobre todo, podía habérmelo pedido, si le hacía falta, que no se lo hubiera negado.

CASTA
Sí, sí; pedir él, que tiene más orgullo que don Rodrigo en la horca.

VENTURA
Pues, lo siento mucho, porque pensaba hacer unas visitas y ya no puedo... Me ha fastidiado el hombre.

CASTA
Cuando venga, yo le diré lo que merece. Ya sabe usted que no me muerdo la lengua...

VENTURA
Y hace usted bien, porque se haría daño.

CASTA
Encima de deberme dos meses de pupilaje atreverse a...

VENTURA
No hay que tomarlo tan a pecho...

CASTA
Envidio el carácter de usted. (Campanillazo)

VENTURA
¿Y qué consigo con incomodarme? Se quedarán las visitas para otro día. (Entra en su cuarto)

PEREZ
¡Allá voy! (Otro campanillazo)

CASTA
¡No traen poca prisa! ¡Qué barbaridad! (Otro campanillazo)


Dichos y luego Pérez y David, que trae en la mano la lista de la lotería; luego don Ventura. Luego Tecla.

DAVID
¡Tecla! ¡Doña Casta! ¡Pérez!

CASTA
¿Qué hay?

TECLA
¿Qué es eso?

VENTURA
¿Qué pasa?

DAVID
(Que entra jadeante y se deja caer sobre una silla) ¡Ay! Agua. ¡Que me ahogo! ¡Agua!

CASTA
¿Qué sucede?

PEREZ
¿Pero qué es esto?

TECLA
¡Bebe! ¡Bebe! (Dándole un vaso de agua)

DAVID
¡El gordo! ¡El gordo! ¡Véanlo ustedes ahí! ¡El cuatro mil "pelao"! (Presentando la lista) ¡El mío!

TECLA
¡Cómo!

CASTA
¡Qué dice usted!

PEREZ
¡A ver! Sí; en Madrid, primer premio el cuatro mil. (Leyendo la lista)

CASTA
Bien, ¿pero qué?

DAVID
¡Ese, ese! ¡Lo compré anoche! ¡Me ha tocado!

TECLA
¿Es posible?

CASTA
¿Cuánto?

DAVID
Diez mil duros.

CASTA
¡María santísima! Beba usted, hombre, beba usted. (Cogiendo el vaso que tiene Tecla)

PEREZ
¿Pero está usted seguro?

VENTURA
No sea una equivocación...

DAVID
Estoy segurísimo. Ahí dentro tengo el décimo.

PEREZ
A buscarlo.

CASTA
A verlo.

PEREZ
¿Dónde está?

DAVID
¡Yo no tengo fuerzas! Ahí: en el chaleco blanco.

CASTA
Entra y sácalo, anda.

PEREZ
(Echa a correr y se detiene de pronto) ¡Ah!

TODOS
(Alterados) ¿Qué?

PEREZ
¡En el chaleco blanco!

DAVID
¡Sí! Estoy seguro. (Levantándose)

PEREZ
En el que estaba sobre una silla. (Deteniéndole)

DAVID
¡Sí! En uno que tiene una mancha de tinta... por eso no me lo puse.

PEREZ
¡Lo eché a la ropa sucia y se lo llevó la lavandera! (Cae sin fuerzas sobre una silla)

TODOS
¡Ah!

DAVID
¡Dios mío! (Entra en su cuarto y sale al momento)

TECLA
¡Bebe, papá, bebe!

CASTA
(Amenazando a Pérez) ¡Este hombre merece que lo maten! Diez mil duros.

DAVID
¡No está, no está! (Saliendo)

PEREZ
¡Qué ha de estar, si lo cogí yo mismo! ¡Como vi que estaba manchado!...

DAVID
¡Me ha asesinado usted!

CASTA
Corramos en busca de la lavandera; quizá sea tiempo todavía.

TECLA
Sí, corramos...

PEREZ
¿Tú sabes dónde lava?

CASTA
Yo no.

DAVID
En su casa nos lo dirán.

PEREZ
¿Dónde vive?

CASTA
¡Calvario!, 26, duplicado.

DAVID
¡Vamos al Calvario!

PEREZ
Sin perder tiempo.

CASTA
Sí, todos, vamos todos.

VENTURA
Pero... (Le rodean todos con mucho interés)

TODOS
¿Qué?

VENTURA
¿No almorzaremos antes?

CASTA
Déjenos usted de almorzar, hombre.

TECLA
Vamos a buscar a Rosa.

DAVID
Vamos a buscar el décimo.

VENTURA
Vaya, pues vamos. (Mientras cantan van de un lado a otro buscando las mantillas y los sombreros, que se ponen precipitadamente)

(Música)

DAVID
Vamos presto, vamos pronto,
es preciso averiguar
si han echado a la colada
toda mi felicidad.

TECLA, CASTA, PEREZ y VENTURA
Indaguemos, preguntemos,
ya no hay tiempo que perder;
el chaleco de este joven
que parezca es menester.

DAVID
Décimo mío,
corro a salvarte!
en ti mi suerte
cifrada está;
corro en tu busca,
el logro hallarte
el premio gordo
mío será.

TODOS
Vamos presto, vamos pronto,
es preciso averiguar, etc. (Vanse rápidamente)


INTERMEDIO

Telón corto que representa el interior de un portal. —La escalera principal al foro. A la izquierda la portería, con cierre de cristales. —La entrada de la calle a la derecha.


Doña Casta, Tecla, David, Pérez y don Ventura, luego el Portero.

(Hablado)

PEREZ
Veintiséis duplicado: aquí es. (Dentro)

CASTA
Entremos.

DAVID
¡Portera!

CASTA
¡Portera!

TECLA
¡Portera!

VENTURA
¡Portera!

DAVID
¡Portera!

PORTERO
(Saliendo) ¿Pero, qué es esto? ¿Qué quieren ustedes?

DAVID
¿Vive en esta casa una lavandera que se llama Rosa?

PORTERO
¡Qué barbaridad! ¿Y pa preguntar eso arman ustedes tanto escándalo? (Saca tabaco picado y papel y empieza a liar un cigarrillo con mucha calma)

CASTA
Conteste usted pronto, hombre.

PEREZ
Que se trata de un asunto muy grave.

DAVID
¿Vive aquí o no? (Muy fuerte)

PORTERO
Sí, señor, aquí vive; y pa eso no hay que darme voces, que no soy sordo.

CASTA
¿En qué piso?

PORTERO
Calma, señora, calma.

TECLA
¡Hombre, por Dios!

PORTERO
Escalera del patio, piso tercero, galería de la izquierda, cuarto número cuatro.

DAVID
¿Hace usted el favor de venir con nosotros, porque no vamos a recordar?...

PORTERO
Excusan molestarse, no está en casa.

CASTA
Lo suponíamos, pero habrá alguien a quién preguntar...

PORTERO
No hay naide, porque su esposo, que es albañil, se fue a la obra y ella está en el río. Como que es día de lavar...

DAVID
¿Y a qué lavadero va? ¿Usted lo sabe?

PORTERO
Como saberlo... sí que lo sé.

CASTA
Pues dígalo usted, vamos.

DAVID
Tome usted dos pesetas, y dígalo pronto.

PORTERO
Muchas gracias. Pues... (Le escuchan con gran interés todos) ¿Serán buenas? (Haciéndolas sonar en el suelo)

DAVID
Sí, hombre, sí.

PORTERO
Pues diré a ustés... ella antes lavaba en el lavadero Imperial, allá, saliendo de la puerta de Toledo, hacia la derecha, tirando al río...

CASTA
Bien, pero ahora...

TECLA
Sí, ¿ahora, dónde?

PORTERO
Pues tuvo allí una cuestión con una ayudanta, y dijo... dice: yo no sigo lavando aquí.

PEREZ
¿Y a dónde se fue?

CASTA
(¡Este hombre me quema la sangre!)

PORTERO
Pues verán ustés. Estuvo dudando si la convenía dirse a otro lavadero cubierto o lavar en el Manzanares... y en estas dudas... (Acaba de liar el cigarrillo y se lo pone en la boca)

TODOS
¿Qué?...

PORTERO
¿Me dan ustés un fosforito?

LOS TRES
Sí hombre, sí. Encienden a un tiempo y muy de prisa, cada uno un fósforo, don Ventura, Pérez y David, y se lo presentan al portero) Tome usted.

PORTERO
No quisiera despreciar a ninguno de ustés (Riéndose y sin coger ningún fósforo)

DAVID
¡Por las once mil vírgenes, encienda usted pronto!

CASTA
Y díganos dónde demonios lava esa mujer.

PORTERO
A eso voy. (Después de encender)

TECLA
Nos interesa mucho saberlo con urgencia.

PORTERO
Ya se conoce, ya. (Pausa) Pus, miren ustés; ella lava en el río; pero a punto fijo, yo no puedo asegurarles dónde.

PEREZ
¡Ahora salimos con eso!

DAVID
Hombre... me dan ganas de...

PORTERO
¡Toma! Pus ya les digo a ustés dónde lava; ¡yo que sé si se pone en un sitio u en otro!

DAVID
¡No es posible que esperemos más! {Rapidísimo hasta el final)

CASTA
Para ganar tiempo, tomemos dos coches.

DAVID
Sí: ustedes van en uno, y Tecla y yo en el otro.

CASTA
¿Qué dice usted, hombre?

DAVID
¡No sé lo que me digo; estoy trastornado!

PEREZ
¡A escape al Manzanares!

VENTURA
¡Al río, sin perder momento!

TECLA
A recorrerlo todo.

DAVID
¡Desde el nacimiento hasta la desembocadura! (Vanse rapidísimamente uno tras otro)

PORTERO
(Gritando) ¡Vayan ustedes con Dios! Pues no van poco apresuraos. Estas dos pesetas deben de ser falsas. Voy a ver si me las pasan en la taberna. (Vase)


CUADRO SEGUNDO

Orillas del Manzanares. —A la derecha la casa lavadero, con puerta y ventanas. — A la izquierda merendero con rótulo, que dice: Merendero del tío Pepe, callos y caracol es. — Una valla de tablas muy espesa de un metro de altura, oculta el río. — Al fondo el tendedero con bastante ropa, y en último término los baños. —A la derecha puente de madera pintada de verde. —A la entrada una gran muestra con este letrero: Paso a los baños del Sol; encima un sol pintado de amarillo. —Dos bancos de madera tosca en escena.—La valla del fondo tiene una entrada de medio metro, por la que se ven dos bancas, una en la orilla de acá. y otra en la de allá del río, que se supone en lo hondo.—En la banca más próxima, de espaldas al público, lava Rosa —Las demás lavanderas se suponen detrás de la valla, y hablan y cantan sin que el público las vea.

Coro de lavanderas. Dentro.

(Música)

LAVANDERAS
Al bajar a las bancas
del Manzanares,
sin querer olvidamos
nuestros pesares.
"Paece" que el agua
nuestras penitas
lleva corriendo
cuando se va;
y nos deja la alegría
"pa" pasar la "vía",
que es bien "arrastra". (Sigue música en la Orquesta)

(Hablado)

ROSA
¡Seña Petra! ¡Coja usté esa concha de jabón, que se la lleva el agua!

LAVANDERA 1ª
¡Ay! Miá un caballero con chistera y tóo, (Atraviesa p0r el puente, yendo hacia los baños, don Quintín)

LAVANDERA 2ª
Es verdad; un señor de etiqueta.

ROSA
Caballero, ¿quié usté que le lave algo?

MUNICIPAL 1°
Orden, señoras, orden y no digan incomenencias a los señores que pasan por el puente.

LAVANDERA 1ª
¡Ay, la autoriá del monicipio!

TODAS
(Gritando) ¡Que se vaya! ¡Que se vaya! ¡Que se vaya! (Como en los toros cuando piden otro)


Dos guardias municipales entran en escena por la abertura de la valla.

MUNICIPAL 1º
Está visto, compañero; pa bajar al río las parejas debían componerse lo menos de veinticinco endividuos cada una.

MUNICIPAL 2°
¿Y qué vas a hacer con mujeres?

MUNICIPAL 1º
¡Claro! ¿Qué va uno a hacer con ellas? Lo que hace, y na más que lo que hace. (Vanse por la derecha)

(Música)

LAVANDERAS
(Dentro) "Pa" sortijas y gracia
las carniceras,
y "pa guasas" y "coba"
las lavanderas.
"To" el santo día
dale que dale.
a la muñeca
y al paletín;
pero en viendo una chistera
se arma entre nosotras
la de San Quintín.

(Hablado)

(Pasa la peinadora con un cesto al brazo)

PEINADORA
¡Peinadora! ¿Quién "quié" peinarse por quince céntimos con bandolina?

LAVANDERAS
¡Peinadora! Venga usté acá, que esta noche tengo riunión en mi casa.

PEINADORA
Allá voy. (Entra por la valla)

LAVANDERA 1ª
¡Compañeras! miray lo que acabo de lavar.

LAVANDERA 2ª
Olé, por las buenas prendas. (Griterío) ¡Valientes calzoncillos!

LAVANDERA 3ª
Esos merecen que se los pasee.

LAVANDERA 1ª
Sí, sí, al palo.

TODAS
¡Al palo! ¡Al palo! (Gran vocerío dentro)

El bollero y las lavanderas entran en escena marchando marcialmente, armadas de sus palos y con los brazos arremangados. Una lleva una pértiga alta, con un gancho en el extremo superior y colgados de él por una cinta corta unos calzoncillos blancos, recién lavados pero muy rotos. Deben tener dos remiendos en las perneras por la parte exterior, de tela algo obscura para que se distingan, y otro remiendo en el trasero, con perdón de ustedes. Al aparecer en escena, los calzoncillos van recogidos contra la pértiga, para lo cual deberán las dos lavanderas que lleven las cintas, como las de los estandartes en las procesiones, colocar juntas las manos hasta que se desplieguen los calzoncillos cuando se marca en la pieza musical.

(Música)

BOLLERO
(Que aparece en el puente y se detiene allí con el pregón)
¡Bollero! ¡Bollero!
¡Venid, lavanderas,
dejad el jabón,
que tengo unos bollos
que son de pistón:
la fina rosquilla
y el buen mantecao,
y el bollo de aceite
y el empiñonao!

LAVANDERAS
Las lavanderas, olé, (Saliendo)
ya están aquí:
con ellas viene la sal
que hay en Madrí.
Aquí llevamos
al tendedero,
los calzoncillos
de un caballero.

BOLLERO
¡Bollero! ¡Bollero!


Dichos, los Cornetas con el Cabo al frente, por la derecha.

LAVANDERAS
¡Vivan los cometas!

CORNETAS
¡Viva la verdá!
¡Vivan las que al río
bajan a lavar!

CABO
Adiós, Manuela.

UNA
Adiós, Manuel.

UN CORNETA
Adiós, Francisca.

OTRA
Adiós, Miguel.

CABO
En cuanto que tocamos
a descansar,
ya veis que sus venimos
a visitar.

LAVANDERAS
¡Viva el salero
del melitar;
qué gracia tiene
para tocar!

CORNETAS
¿Qué traéis en ese palo,
a manera de pendón?

LAVANDERAS
Una cosa que merece
que fijéis vuestra atención.
Aunque paece un estandarte
es tan sólo un pantalón;
pero es cosa de mirarlo
con muchísima atención.

(Desplegando de pronto los calzoncillos, para lo cual basta que se separen de la pértiga las dos lavanderas que los llevan cogidos por las cintas)

LAVANDERAS
Esto son los calzones
de un señorito.

CORNETAS
¡Ay, qué frío habrá pasado
este invierno el pobrecito.

LAVANDERAS
Tiene ventiladores

(Dando la vuelta a los calzoncillos para que quede a la vista del público la parte posterior)

por adelante y por detrás.

CORNETAS
¡Marecita de mi alma
cómo está la sociedá!

LAVANDERAS
Cuando los jueves
va una a entregar
toda la ropa
ya bien lavá.
¡cuánta tontería,
cuánta atrocidad
de las parroquianas
tiene que aguantar!
Dice una vieja:
"A este almohadón
le han dado ustedes
poco jabón."
Y yo algunas veces
les he contestao:
a usté sí que le hace
falta un jabonao.
¡Qué cursilería,
cuánto paripé,
qué ponerse moños
sin tener por qué!

LAVANDERAS y CORNETAS
Esto son los calzones
etcétera, (Repitiendo el juego de la primera vez)
cómo está la sociedá.

LAVANDERAS
En el río sale
toda la verdad.

TODOS
"Pa" las lavanderas
no hay oculto "ná".

CABO
Vámonos, muchachos,
vamos al cuartel.

CORNETAS
Vamos cuando guste
nuestro coronel. (Cuadrándose burlescamente)

CABO
Antes de irme (A las lavanderas)
vais a escuchar
el pasodoble que al ir a misa
mi batallón tocando va,
Y ya veréis
cómo se alegra al escucharlo
vuestro corazón.
Atención.

CORO
Atención.

CABO
Rán, plán, plan, etc.
(Imitando con fuerza el redoble del tambor)
Ay, qué gusto da,
qué bonito es ver formar,
ver salir a la tropa del cuartel.
Cuando al son
del rataplán
el soldao
marchando va,
de placer
y de ilusión
lleno va
su corazón
Y al marchar por esas calles
con marcialidad,
la mitad de las criadas
dejan de fregar.
Echan a correr,
salen al balcón
para ver pasar
nuestro batallón.

TODOS
Cuando al son, etc.

CABO
Batallón, firmes, derecha, ¡march! (Vanse)

LAVANDERAS
Vamos a las bancas,
que hay que trabajar
y tenemos mucha
ropa que lavar.

BOLLERO
El bollero! (Dentro y lejos)

TODOS
(Apareciendo de pronto p0r donde han salido)
¡Tararí! ¡Tararí!
¡Rataplán! ¡Rataplán! (Vanse rapidísimamente)


El tío Pepe; Rosa, lavando en la banca.

PEPE
¡Anda, demonio! Paece mentira que tengan gana de divertirse, trabajando tóo el día como negras. (Rosa, que ha dejado de lavar y coge dos grandes talegos, se acerca, al señor Pepe) ¿Qué es eso? ¿No vas tú también con las del rataplán?

ROSA
Déjeme usté a mí de belenes. No estoy yo pa esos jaleos. A mi lavao y se acabó. ¿Están encendías las calderas?

PEPE
Ya dejo hirviendo el agua.

ROSA
Pues voy a meter tóo esto.

PEPE
Anda con Dios. (Rosa entra en el lavadero y en el merendero Pepe)


Doña Casta, Tecla, David, Pérez y don Ventura por la izquierda.

CASTA
¡Ay! No puedo más. (Sentándose)

TECLA
¡Yo estoy rendida de calor! (Idem)

VENTURA
¡Yo estoy muerto de hambre! (Idem)

PEREZ
Yo no sé cómo estoy. (Idem)

CASTA
Descansemos aquí un rato, mientras usted sigue buscando por ahí.

DAVID
Sí, yo no puedo descansar ni perder un momento.

CASTA
¿Dónde demonios lavará esa mujer?

VENTURA
¡Caracoles! (Mirando el rótulo del merendero)

TODOS
¿Qué? (Levantándose)

VENTURA
Que hay caracoles y callos. Yo aquí me meto a tomar un bocadillo. ¿Ustedes gustan?

CASTA
¡Para comer estamos nosotros!

VENTURA
Pues yo sí.

PEREZ
Y yo también, pero... (Mirando a doña Casta)

VENTURA
(¡A mí qué me importa, al fin y al cabo, que parezca o no el tal billete! Tomaré unos caracolitos) A ver. ¡Mozo! (Entra en el merendero)


Dichos menos don Ventura. Luego el tío Pepe.

DAVID
Voy a recorrer lo poco que falta del río... Espérenme ustedes aquí.

CASTA
Pregunte usted antes ahí dentro, por si acaso.

DAVID
Es verdad. (Al dirigirse al merender0, sale el tío Pepe con unas botellas) Diga usted, ¿lava por aquí una que se llama Rosa, que vive en la calle del Calvario?

PEPE
Sí, señor.

TODOS
¡Ah! (Poniéndose en pie)

PEPE
Allí sale. (Se dirigen hacia Rosa. El tío Pepe entra en el merendero)


Dichos y Rosa, que sale de la casa.

CASTA
¡Rosa!

DAVID
¡Ella!

PEREZ
¡Por fin! (Rodeándola con impaciencia)

ROSA
¿Qué es esto? ¿Ustés por acá?

DAVID
Rosa, Rosa... ¡Ay. no me atrevo a preguntarle!

ROSA
¿Sucede alguna desgracia?

DAVID
Todavía no lo sabemos. (Con gran agitación hasta el final de la escena)

CASTA
Vamos a ver. ¿Ha lavado usted la ropa que se llevó de casa?

ROSA
¡Pus, claro!

TODOS
¡Ay!...

ROSA
¡Figúrese usted, a estas horas! ¡Ya está en la lejía!

CASTA
¿Toda?

ROSA
Toda.

TODOS
¡Ah!... (Con desaliento)

DAVID
Habrá usted lavado un chaleco blanco, ¿verdad?

ROSA
He lavao cuatro, y bien restregaos que van.

DAVID
¡Adiós mi fortuna! (Cayendo sobre el banco)

TECLA
¡Adiós mis esperanzas! (Idem)

PEREZ
¡Adiós mi dinero!

CASTA
¿Y no sería posible sacar ese chaleco de la lejía?

ROSA
¡Quiá! Si la colá tiene que estar cociendo hasta mañana, y tóo está junto.

| DAVID
¡Mis diez mil duros, cocidos!

ROSA
Pero, ¿quién ustés decirme?...

PEREZ
¿No pedías para la ropa mucha colada? Anda, toma colada, toma colada. (A doña Casta)

DAVID
¡Mañana estará el décimo hecho papilla!

ROSA
(A Tecla) Señorita explíqueme usted... (Hablan en voz baja)

DAVID
¡Ay. doña Casta, doña Casta, qué desgraciado soy!

CASTA
Mucho, mucho; por eso no piense usted en casarse con mi hija.

DAVID
Ese sería mi único consuelo. Daba por bien perdidos los diez mil duros, con tal de ser su esposo.

PEREZ
¡Oh, generoso joven! ¡Lo que puede el amor... o La pata de cabra!

ROSA
(A David) ¡Válgame Dios! ¡Cómo había yo de figurarme lo que tenía el chaleco! Usté me perdonará; pero como yo no registro los bolsillos...

DAVID
Déjeme usted en paz, mujer, déjeme usted en paz.

CASTA
Ea, esto se acabó. Pérez, todo el mundo a casa; y basta de llanto, niña, que vas a llamar la atención. ¡Calle! ¿don Quintín? Viene sin duda del baño. ¡Don Quintín!


Dichos y don Quintín, que viene por el puente, luego don Ventura.

QUINTIN
¡Doña Casta! ¡Ustedes aquí!

CASTA
¿No sabe usted lo que ha pasado?

QUINTIN
Lo que ha pasado es lo que no puede pasar. Volví a casa con objeto de ponerme otro traje más propio para el baño, y como no encontré allí a nadie, tuve que venir así y me han zumbado las lavanderas al verme con sombrero de copa y levita.

VENTURA
(Que ha salido del merendero, con la boca llena, y ha oído las últimas palabras) A propósito de levita, señor don Quintín...

QUINTIN
¡Ahí... Usted también...

VENTURA
(Con mucha amabilidad) Sí, señor, yo, que me permito rogar a usted que en lo sucesivo me haga el obsequio de no usar mis prendas de vestir, sin pedirme permiso para ello.

QUINTIN
¡Usted me ofende! Esas palabras...

VENTURA
¡Hombre; me parece que más suaves!... (Pérez se interpone)

QUINTIN
Me dará usted una satisfacción.

VENTURA
Bueno; pero déme usted antes mi levita, que sin duda, lleva usted puesta.

QUINTIN
Puesta la llevo. ¡Felizmente, ya no necesito esta clase de favores! ¡Me han empleado en la Aduana de Puerto Rico y podré tener levitas mías, no como ésta, sin duda hecha en la calle de la Cruz! (Quitándose el gabán, y luego la levita) ¡Vaya unas solapas! No tiene usted la culpa, sino yo, que he tenido la poca aprensión de ponérmela. (Le arroja la prenda, que recoge don Ventura)

VENTURA
(A Pérez) Sí que ha sido poca aprensión.

QUINTIN
Ahí tiene usted su levita, y buen provecho le haga. (Al volverse hacia David para ponerse el gabán, aquél repara en el chaleco blanco de don Quintín, que tiene una mancha pequeña de tinta sobre el bolsillo derecho)

DAVID
¡Ah!... ¡Esa mancha de tinta!... ¡Mi chaleco!... (Arrojándose sobre don Quintín)

TODOS
¡Cómo!

DAVID
¡Es el mío! (Le rodean tod0s con ansiedad. David pr0cura meter la mano en el bolsillo derecho)

QUINTIN
(Defendiéndose contra el ataque de todos) Sí, hombre, sí; pero déjenme ustedes. Yo se le daré ahora... ¡Que me hace usted cosquillas!

DAVID
¡Aquí está, aquí está el décimo! ¡Intacto! ¡Intacto! (Enseñándolo)

QUINTIN
¿Qué es esto?

TECLA
¡Qué alegría!

DAVID
(Sacando el billete) ¡El cuatro mil pelao! Véanlo ustedes.

QUINTIN
Pero, ¿qué es eso?

PEREZ
¡Diez mil duros!

DAVID
¡Don Quintín, venga un abrazo! (Abrazándole)

CASTA
¡Le ha hecho usted rico! (Idem)

VENTURA
¡Le ha hecho usted feliz, llevándose el chaleco!

DAVID
Yo voy a morirme de alegría.

CASTA
Hombre, no; no se muera usted hasta que se case con Tecla.

DAVID
Doña Casta, me hace usted dichoso. (Se disp0ne a abrazarla, y de pronto se vuelve a Tecla y abraza a ésta) ¡Tecla!...

TECLA
¡David!...

DAVID
(Gritando) ¡A ver, que vengan aquí todos! ¡Lavanderas... lavanderas!

ROSA
Venir acá, venir acá. (Desde la valla)

DAVID
Quiero convidar a todo el mundo.

LAVANDERAS 1ª y 2ª
¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?

ROSA
Ese señorito nos convida. Le ha tocao el premio gordo.

DAVID
¡Al merendero! ¡Al merendero!

LAVANDERA 1ª
¡Viva el señorito!

TODAS
¡Viva!

PEREZ
(A don Quintín) Vamos, don Quintín.

QUINTIN
Hombre, así, de sombrero de copa...

PEREZ
Ocupará usted la presidencia.

QUINTIN
En ese caso, acepto.

LAVANDERA 1ª
¡Viva el gordo!

TODAS
¡Viva!

VENTURA
¡Gracias, hijas mías, gracias!



FIN


Información obtenida en:
http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=10075499

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Te dejo la historia de su realización.
      "La ingeniosa farsa de Carrión tuvo una génesis original. Un grupo de escritores estaban cenando juntos una noche cuando se sugirió que debían sacar un título al azar de un sombrero. Cualquiera que no produjera un guión dentro de un mes tenía que preparar una cena para el resto. Salvándose joyas tan intratables como "Mangas y capuchas" y "Pelota en el ático", Carrión dibujó El chaleco blanco - "El chaleco blanco". De alguna manera, todos los escritores lograron producir algo en los treinta días, pero solo El chaleco blanco ha resistido la prueba del tiempo".

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