PAN Y TOROS
Zarzuela
en tres actos y en verso.
Libreto
de José Picón.
Música
de Francisco Asenjo Barbieri.
Representada
por primera vez en el Teatro de La Zarzuela de Madrid el 22 de Diciembre de
1864.
REPARTO (Estreno)
Doña
Pepita – Teresa Istúriz.
Princesa
de Luján – Manuela Checa.
La
Tirana – Dolores Fernández.
La
Duquesa – María Bardán.
La
Ciega – Carolina Luján.
El
Capitán Peñaranda – Modesto Landa.
Goya
– Ramón Cubero.
El
Abate Ciruela – Vicente Caltañazor.
El
Corregidor Quiñones – Francisco Arderius.
Jovellanos
– Francisco Calvet.
Pepe-Hillo
– Francisco Salas.
Pedro
Romero – José Rochel.
Costillares
– Fernando Prieto.
El
General – Fernando Jiménez.
Padre
Ciego – Juan Orejón.
Niño
Ciego – Manuel Geraldo.
Santero
– Julián Cubero.
Un
Manolo – Mariano Romero.
Un
Hermano del pecado mortal – José García.
Un
Mozo de cordel – Domingo Martínez.
Vendedores,
Manolos, Manolas, Alguaciles, Guardias walonas. Cofrades, Bailarinas, etc. Coro
de ambos sexos y acompañamiento.
La
acción es en Madrid, mil setecientos noventa y tantos.
ACTO PRIMERO
Pradera
del Corregidor, a orillas del Manzanares. —Merendero del Currutaco, a izquierda
del espectador, con emparrado, bancos y mesas a la puerta. De frente al
público, haciendo esquina el bastidor, una virgen, y debajo, sentados en el
suelo, Padre, Madre y Niño ciegos, con vihuela el primero y hierros el
muchacho: la madre hace calceta. A la derecha la casa de recreo y estudio del
pintor Goya. En el fondo los tendederos con ropa blanca, árboles, etc. El
puente de Segovia en segundo término, oblicuo con respecto a la escena. A l
fondo se ve la Virgen del Puerto, la Cuesta de la Vega, Palacio y las
Vistillas.
(Introducción musical)
Diversos
Vendedores, Manolas y Manolos: animación, movimiento. Después un Santero.
Debajo de la Virgen, Padre, Madre y Niño ciegos, con viruela el primero,
rosarios y redomas la segunda y hierros el terceto. Un Escabechero a la puerta
del bodegón.
PADRE,
MADRE y NIÑO CIEGOS
Hoy
fusilan un soldado:
llorad,
padres infelices,
aunque
diga algún malvado
que
le está bien empleado.
¡Hombre,
mira lo que dices!
PADRE
Vísperas
a la oración
hay
en don Juan de Alarcón.
MADRE
Villancicos
y completas
en
Atocha y Recoletas.
NIÑO
Sermón
y cuarenta horas
hay
en las Comendadoras.
PADRE
Y
alumbrado y letanía
mañana
en Santa María.
MADRE
Indulgencias
hay plenarias
en
las monjas Trinitarias.
NIÑO
Zurriagazos
a las tres
bóveda
de San Ginés.
(Hablado)
PADRE
(¿María?)
MADRE
¿Qué?...
PADRE
(¿Pasa
gente?)
MADRE
No.
PADRE
(Dame
un beso) (Se acerca mucho)
MADRE.
¡Indecente!
(Le
arrima un sopapo)
(Música)
LOS
TRES
Detened,
hombres injustos,
vuestro
paso temerario,
y
purgad carnales gustos
al
pie del confesionario.
DIVERSAS
VENDEDORAS
¡Alajú!...
—¡Pan de higos!...
— ¡Torraos
y pasas!...
— ¡Cañamones
tostados!...
— ¡Miel
y castañas!...
— ¡Bollos
de leche!...
— ¡Torreznos
y rosoli!...
— ¡Buen
escabeche!...
Comprad
apriesa,
que
doy casi de balde
toda
la cesta.
(Hablado)
CIEGO
¡No
reventaréis, malditas!
UNA
¡No
reventará el tío feo!...
(Música)
LOS
TRES
En
Santiago y los Servitas,
hay
mañana jubileo.
(Aparece
un Santero harapiento con una esclavina de hule y varias conchas: trae un
cuadro y muchas estampas)
SANTERO
Ved
al pobre peregrino,
que
viene de Palestina
con
tres meses de camino,
y
ved la huella divina
de
Cristo en Monte Olivete...
Sólo
hay en el mundo siete:
yo
la traigo a mi país,
sólo
por cumplir un voto,
y
la besa el que es devoto
por
cuatro maravedís.
VENDENDEDORES
Dios
le ayude al buen Santero...
Tome
un cuarto por besar...
(Le
rodean, besan el cuadro y echan cuartos en el sombrero)
SANTERO
La
limosna sólo quiero
para
poder alumbrar
al
bendito San Antero...
(Hablado)
CIEGO
(¿Pepito?)
NIÑO
(¡Padre!...)
CIEGO
(A
ese tío, hay que arrojarle en el río)
(Música)
SANTERO
(Sacando
estampas)
Ved
las santas abogadas
para
todas las preñadas,
para
las que están entecas,
o
carecen de mantecas,
y
benditos amuletos
para
conocer viznietos,
no
tener novios tacaños
y
casarse a los veinte años.
VENDEDORES
¡Pues
reparta el buen Santero!
Todas
vamos a comprar.
SANTERO
La
limosna sólo quiero
para
poder alumbrar
al
bendito San Antero.
(Despidiéndose)
Dios
el cielo les dará.
VENDEDORES
Id
en paz.
(Hablado)
CIEGO
(¡Pepito…
a éste bribonazo
Le
arrimas luego el cantazo!)
NIÑO
Pilas
de agua bendita,
cruces,
rosarios
de
huesos de aceituna,
y
escapularios.
CIEGA
San
Juan de Letrán en Roma,
metido
en una redoma.
CIEGO
(Pepito,
¿qué hace el Santero?)
(Que
ya estará bebiendo una jarra de vino en el merendero)
NIÑO
(Alumbrar
a San Antero)
CIEGO
(¿Con
qué le alumbra?...)
NIÑO
(Con
vino)
CIEGO
(Con
grito descompasado)
¡Que
aproveche, peregrino!...
(¡Te
mato esta noche misma
si
no le rompes la crisma!...)
CIEGOS
(A
tres) Milagrosa relación
del
Cristo de la Pasión
que
alumbró con un candil
a
Sor Inés en Madrí
para
echar pan en el horno
y
se marchó por el torno.
UN
MANOLO
Deja
ya los sermones
y
sinfonías,
y
a ver si echas dos cuartos
de
seguidillas.
CIEGO
¿Por
dos caletres
cantaores
y orquestra?
No
semos fuelles.
MANOLO
Nosotros
cantaremos,
toca
tú solo.
¡En
baile, caballeros!...
¡muchachas,
corro!...
Templa
la lira,
si
quiés que no nos entre
dolor
de tripas.
(Baile y canto)
CORO
Aunque
soy de la Mancha
no
mancho a naide:
más
de cuatro quisieran
ser
de mi sangre.
Anda,
salero
y
vivan las manchegas
y
los manchegos.
Olé
y ola,
por
las manolas
de
caliá.
ÜN
CHICO MOZO DE CUERDA
(Cruzando
la escena por delante del baile y gritando)
¿A
quien le subo la ropa?
CORO
Maravillas,
el Rastro
y
el Mundo Nuevo,
Lavapiés,
la Rivera
y
el Matadero,
todos
son unos:
por
eso comen, beben
y
bailan juntos.
Olé
y olá,
zapato
é seda,
media
calá.
ESCENA PRIMERA
Sale
el Corregidor, se santigua delante de la Virgen, la tira el pañuelo, le besa y
se dirige al Ciego.
(Hablado)
CORREGIDOR
¡Ciego!...
CIEGO
¡Señor!...
CORREGIDOR
¿Qué
escuchaste
y
qué has visto?
CIEGO
Esta
mañana
vi
traer muchos fusiles
y
entrarlos ahí en la casa
del
señor Goya.
CORREGIDOR
¿Estás
cierto?
CIEGO
Sí.
CORREGIDOR
¿Qué
más ocurre?
CIEGO
Nada.
CORREGIDOR
Pues
toma, vete, y mucho ojo.
(Lo
da una moneda)
CIEGO
Con
entornar uno, basta.
(Vanse
Padre, Madre y Niño ciegos cogidos unos y otros)
CORREGIDOR
A
ver si la favorita
me
trae nuevas de importancia.
(Se
aproxima a la puerta de Goya, estornuda, se santigua tres voces consecutivas, y
sale doña Pepita primorosamente vestida de maja, recatándose el rostro con el
rebocillo)
ESCENA II
El
Corregidor y Doña Pepita.
PEPITA
Corregidor,
Dios le guarde.
CORREGIDOR
El
conserve tanta gracia.
¿Tiene
el pintor mucha gente?
PEPITA
Literatos,
comediantas,
covachuelistas,
toreros
y
algunos grandes de España.
¡Me
ha hecho un retrato precioso!...
Pero
sepamos: ¿qué pasa?
CORREGIDOR
Ha
pasado un gran peligro.
¿No
lo sabe usted?
PEPITA
Yo
nada.
CORREGIDOR
Los
esbirros por mí puestos
para
vigilar la casa
de
nuestro grande enemigo,
el
sabio conde de Aranda, (Con ironía)
sorprendieron
anteanoche
un
hombre de fea traza,
el
cual, viéndose acosado,
se
defendió a cuchilladas,
mal
hiriendo a dos corchetes
y
antes de rendir el arma,
hizo
pedazos un pliego
y
se lo tragó.
PEPITA
¡Qué
infamia!
CORREGIDOR
El
preso es un emisario
con
noticias reservadas
del
ejército: esta tarde
es
pasado por la armas.
Se
resistió a la justicia
y
le aplican la Ordenanza.
PEPITA
¡Infeliz!...
CORREGIDOR
Es
un soldado.
PEPITA
No
sabe usted la importancia
de
esa captura: sin ella,
perdida
era nuestra causa.
El
consejo presidido
por
el Rey esta mañana,
ha
sido muy borrascoso.
El
sabio conde de Aranda, (Con ironía)
como
el vulgo da en llamarle,
se
desató en amenazas
por
los males que la guerra
puede
traer sobre España,
si
las paces no se firman,
sin
perder tiempo, con Francia.
Pero
el duque de la Alcudia
le
atajó y echole en cara
su
falta de patriotismo
y
no interrumpidas cartas
con
filósofos franceses.
CORREGIDOR
¡Muy
bien!...
PEPITA
Y
el conde de Aranda,
sin
respetar aquel sitio,
alzó
la mano cerrada
contra
el duque de la Alcudia...
CORREGIDOR
¿Ante
el rey?
PEPITA
Pero
el monarca
ha
firmado su destierro
al
castillo de la Alhambra.
Jovellanos
en Asturias
y
preso Floridablanca,
vamos
a dejar la corte
más
tranquila que una balsa.
CORREGIDOR
Es
poco, doña Pepita.
PEPITA
¿Qué
más hay que hacer?
CORREGIDOR
No
basta.
Todos
han visto elevarse
de
la noche a la mañana,
a
un simple guardia de Corps,
de
oscura aunque noble casa,
a
los más grandes honores
y
a la dignidad más alta.
Caballero
del Toisón
y
duque y mayor de guardias
y
hasta ministro de Estado,
en
vez del conde de Aranda,
todo
el mundo se pregunta
de
tanto favor la causa.
PEPITA
¡Cuántos
suben de igual suerte
y
nadie pregunta nada!
CORREGIDOR
Cunden
por la clase media
las
ideas incendiarias,
y
clero, nobleza y pueblo
murmuran
de la campaña.
Y
a la luz del día, en esas
dos
tertulias literarias
del
Conde de Campomanes
y
de esa hermosa italiana,
la
Princesa de Luzán,
leen
las obras malvadas
de
Rousseau y Voltaire
(Como
están escritos)
y
en su ponzoña se bañan.
PEPITA
¿Y
qué hacer?
CORREGIDOR
Somos
perdidos,
si
de una vez no se acaba
con
esta fatal manía
de
pensar que hay en España.
Y
la receta infalible
que
emplear nos hace falta,
el
profundo Jovellanos (Con ironía)
nos
las da precisa y clara
en
ese infame libelo,
que
sus amigos ensalzan.
¡Pan
y toros, pan y toros!...
a
pueblo y aristocracia,
y
en vez de universidades,
escuelas
de tauromaquia.
PEPITA
¿Y
si viene del ejército,
con
noticias reservadas
para
el Rey, otro emisario?...
CORREGIDOR
Las
noticias serán malas,
y
hay que verle a todo trance,
y
que él no vea al monarca.
PEPITA
Su
Majestad se fue al Pardo,
y
allí estará un mes, de caza.
CORREGIDOR
¿No
ha de venir a los toros?
PEPITA
Pero
en seguida se marcha.
CORREGIDOR
¿Mas
si logra adquirir datos
la
princesita italiana,
nuestra
mortal enemiga?...
PEPITA
¡Oh!...
¡la aborrezco en el alma!...
¿De
qué talismán dispone
esa
mujer detestada,
que
adoran los literatos
y
los manolos aclaman
y
teme la misma Reina
y
envidia la aristocracia?
CORREGIDOR
Una
gran cualidad tiene,
entre
la corte, muy rara:
y
es que nadie pone en dada
que
la Princesa es honrada.
PEPITA
¡Hay
que perderla, es preciso!.
CORREGIDOR
Nos
perderá si usté tarda.
PEPITA
¡Y
qué medio!... ¡No sé cómo!
CORREGIDOR
Con
una calumnia, basta:
ESCENA II
Dichos
y el General quo salo de casa de Goya.
GENERAL
A
correr iba en su busca.
Señora,
con su perdón.
CORREGIDOR
Viene
usted, general, pálido.
GENERAL
Es
que ha cundido la voz
de
que nuestros generales
han
perdido el Rosellón
y
se retira en derrota
el
ejército español.
PEPITA
Hablillas
sin fundamento.
GENERAL
Pero
hay mucha agitación.
Suspenda
las procesiones
preparadas
para hoy,
que
es altamente impolítico
dar
pretesto ú ocasión
de
revueltas.
CORREGIDOR
¡Nada
de eso!
Procesiones,
sí señor.
Demos
al pueblo espectáculos
que
distraigan su atención.
Hoy,
verbena y romería
con
una docena o dos
de
riñas y de homicidios;
acá
y allá procesión,
pedrea
de cofradías
sobre
qué santo es mejor,
un
militar fusilado;
y
mañana real función:
toros
por mañana y tarde,
en
la gran Plaza Mayor,
con
uno o dos chulos muertos
si
no lo remedia Dios;
y
verá usté, amigo mío,
como
a nadie queda humor
para
ocuparse en la guerra,
ni
hablar más del Rosellón.
PEPITA
Es
usted un gran político. (Admirada)
CORREGIDOR
Hacia
la Puerta del Sol,
ponga
usted dos batallones
de
retén, porque el pintor
armas
oculta en su casa.
Por
eso cité a las dos,
aquí
mismo, a los toreros,
para
nombrar director
de
la plaza y observarles.
GENERAL
Tome
usted una porción
de
billetes blasonados. (Sacándolos)
en
que a usted piden favor
las
damas para los diestros.
PEPITA
¡La
Duquesa! —Discreción.
(Entranse
en el Merendero el Corregidor y el General)
ESCENA IV
Doña
Pepita y la Duquesa, que sale de casa de Goya.
DUQUESA
¡Grandes
nuevas!...
PEPITA
¿Pues
qué ocurre?
DUQUESA
¡Ya
cayó la Princesita!...
Si
usted palabra me empeña,
palabra
formal de amiga,
de
que nombran a... Romero
(Con
cierto rubor elocuente)
director
de las corridas,
daré
a usted de los amores
de
la Princesa noticias.
PEPITA
Sabiendo
usted que yo soy
de
Pepe-Hillo madrina...
DUQUESA
(¡Y
algo más, hipocritona!...)
PEPITA
La
condición es durísima.
Pero
la acepto, Duquesa.
(Dándose
las manos)
DUQUESA
Pues
oiga, doña Pepita.
Al
comenzar la campaña,
la
Princesa, que es muy rica,
un
regimiento a su costa
levantó
desde Sicilia,
donde
estaba en un convento
en
calidad de novicia.
Nuestro
buen rey Carlos cuarto
(Cortesía
de ambas)
premió
su acción nobilísima,
nombrándola
coronel
del
regimiento a ella misma.
Bordó
una hermosa bandera
y
fue a Italia a recibirla
de
sus manos un alférez,
gallardo
mozo y de chispa,
y
muy célebre en las aulas
de
la escuela salmantina.
El
sólo vió a la Princesa
a
través de celosías
y
bajo un tupido velo,.
pero
grande ser debía
el
recuerdo que dejara
el
doncel en la novicia,..
cuando
próxima a sus votos,
momentos
antes, la víspera,
abandonó
su convento
al
recibir la noticia
de
que el pobre abanderado,
al
pié de una batería,
fue
cogido prisionero,
acribillado
de heridas.
Y
aquel pimpollo del claustro,
aquella
piadosa niña,
llegó
al hospital de sangre
de
Bayona, y veinte días,
con
el traje de beata,
sin
ser nunca por él vista,
veló
al pobre prisionero,
entre
la muerte y la vida.
Vino
después a la corte,
negoció
el canje ella misma
del
valiente Peñaranda,
que
así el joven se apellida,
y
desde entonces, recibe
todo
cuanto necesita,
sin
saber quién le dispensa
protección
tan decidida.
PEPITA
Yo
sabré emplear el arma:
siga
usted en sus pesquisas.
ESCENA V
Dichas
y el Abate que sale de casa de Goya.
ABATE
¡Humilde
esclavo de ustedes,
señoras
del alma mía!...
DUQUESA
¡Señor
Abate Ciruela!...
PEPITA
Oportuna
es su venida.
Una
deuda muy sagrada
he
de pagar a una amiga
(Mirando
a la Duquesa)
y
necesito...
ABATE
(Con
rapidez) ¿Consejos?...
Los
daré, doña Pepita,
que
dinero no acostumbro.
PEPITA
Eso
es cosa bien sabida.
Sólo
de probar se trata
si
usted merece, en justicia,
ser
el confidente íntimo
de
las damas de la villa.
ABATE
¡Pues
ya rabio de impaciencia!
hable
esa boca de almíbar.
PEPITA
Quiero
que mande Romero
en
la plaza y que no digan
que
el corregidor se excede
ni
que danzo yo en la intriga.
ABATE
Está
bien: ¿qué voy ganando?
PEPITA
¿Puede
hacerlo?
ABATE
(Con
seguridad) Puedo.
PEPITA
Pida…
ABATE
Déme
usted, para hacer boca,
a
besar una manita.
PEPITA
Tome
usted.
ABATE
La
compañera.
¡Ay,
qué blancas y qué ricas!...
(Relamiéndose)
PEPITA
Adelante.
ABATE
Pues
en cambio,
exijo
que usted consiga
que
en estas funciones reales
a
representar admitan
en
Palacio a la Tirana,
una
tragedia no vista
de
un colega salmantino,
que
protección necesita.
DUQUESA
¡Su
nombre!
ABATE
Es
un tal... Cienfuegos.
DUQUESA
¡Ay
Jesús!... ¡arroja chispas!...
PEPITA
Muy
conocido en su casa.
DUQUESA
¡Cienfuegos!...
¡já, já, qué risa!
(Con
grande algazara)
¡Su
nombre merece solo
anticipada
una silba!
ABATE
Garantizo
lo contrario.
PEPITA
Y
al cabo, ¿qué significa
mi
protección a esa cómica,
cuando
tiene por madrina
a
la orgullosa Princesa
de
Luzán?
ABATE
Doña
Pepita,
no
se trata de la cómica,
sino
de un vate, que un día
ha
de honrar mucho a su patria.
PEPITA
Deje
usted supercherías.
¿A
qué apuntar a Cienfuegos,
cuando
a la Tirana tira?
(Dándolo
la mano)
Representará
en palacio
su
flamante protegida.
ESCENA VI
Dichos
y el Abate que corre a la puerta de Goya; llama y sale la Tirana, también de
maja.
ABATE
¡Rosario!
¡Rosario! ¡escucha!
PEPITA
¿Qué
hace usted?
TIRANA
(Asomándose)
Abate, ¿llamas?
ABATE
Presento
a ustedes, señoras,
(Cogiéndola
de la mano)
a
la célebre Tirana,
rival
de la Rita Luna,
y
emperatrices entrambas
de
polacos y chorizos.
TIRANA
De
vuecencias soy criada.
PEPITA
¿Y
usted, Rosario Fernández,
a
rivalizar se lanza
con
la incomparable Rita,
gloria
de la escena hispana,
que
parece una princesa
en
medio de comediantas?
DUQUESA
¿Mide
usted bien el peligro
de
lucha tan arriesgada?
TIRANA
Señoras,
reñir no pueden
dos
amigas, dos hermanas.
Cada
cual conquiste aplausos,
que
de luchar no se trata.
Si
es la bella Rita Luna
incomparable
en La esclava,
Celos
no ofenden al sol
y
en La niña mal criada,
en
Zelima y la Talestris
no
ha vencido a la Tirana.
ESCENA VII
Dichos.
Salen del bodegón el Corregidor y el General, seguidos de dos corchetes.
PEPITA
Representará
en Palacio. (A la Tirana)
TIRANA
Gran
señora, muchas gracias.
CORREGIDOR
Que
disparen tres cohetes: (Alos corchetes)
ya
es la hora señalada.
Venga
la Manolería,
y
acérquese la canalla, (suenan los cohetes)
DUQUESA
(Como
usted, abate mío,
es
persona reservada,
necesito
que me empeñe
hoy
mismo, algunas alhajas)
ABATE
(¿Es...
para pagar el sastre?)
DUQUESA
(¿Cómo
al sastre?...)
ABATE
(¿A
qué se enfada?
Lo
sé todo: ese vestido
que
a Romero usted regala.
¡Ay,
Duquesa!... los amores,
a
su edad, caro se pagan...)
CORREGIDOR
(¿Pero
cómo he de nombrarle, (A Pepita)
si
tengo trescientas cartas,
recomendando
a los otros?)
PEPITA
(Se
ahoga usted en muy poca agua)
El
abate lo hará en regla:
le
doy a usted mi palabra)
ABATE
(Entrate
en el ventorrillo, (A la Tirana)
dale
una onza de oro al ama, (Dándosela)
y
que te entregue las bolsas
de
lotería)
TIRANA
(¿Qué
fraguas?...)
ABATE
(Quitas
todos los noventas
y
los traes)
TIRANA
(¡Qué
extravagancia!...)
ABATE
(Pronto,
y que nadie se entere)
(Vase
la Tirana)
CORREGIDOR
Ya
se acercan las guitarras.
(Este
Terso lo dirá ya sentado ante ana mesa con tapete que habrán sacado los
corchetes de casa de Goya y puesto delante del bodegón. A sus lados se sientan
en bancos Pepita, la Duquesa y al General. Marcha lejana da bandurrias y guitarras,
que se aproxima por grados. Aparece la Manolería por las Vistillas, formada de
cuatro en cuatro, con las mujeres delante: marcha característica llevando el
paso: llegan y so forman en línea. Después talen de casa del pintor, Pepe-Hillo,
Costillares y Romero, vestidos de toreros; detrás Goya, a quien hace sentar el
Corregidor. También se sientan el Abate y la Tirana)
ESCENA VIII
Dichos,
la Manolería, luego Pepe-Hillo, Costillares, Romero y Goya.
(Música)
(Marcha
lejana de la Manolería)
Al
son de las vihuelas
y
seguidillas,
manolas
y manolos
de
cuatro en fila,
no
hay en el mundo
quien
marche con más garbo,
ni
con más rumbo.
España
ha de ser libre,
libre
Castilla,
mientras
haya en España
manolería.
Que
todo chulo
maneja
la vihuela,
como
el trabuco.
MANOLERIA
(Inclinándose
todos y descubriéndose)
Que
Dios le guarde a usía,
señor
Corregidor,
su
noble compañía
la
guarde también Dios.
CORREGIDOR
(Levantándose)
¡Gracias
doy!...
¡Gracias
doy!...
LA
COMPAÑIA
(Levantándose)
¡Gracias
doy!...
¡Gracias
doy!...
(Salen
ahora de casa del pintor, Pepe-Hillo, Romero y Costillares. Detrás Goya, a
quien hace sentar el Corregidor)
PEPE-HILLO,
COSTILLARES y ROMERO
(Descubiéndose)
Romero,
Costillares
y
Pepe-Hillo,
a
toitos uzías
(La
Manolería saluda a los toreros con una salva de aplausos)
zaludan
finos;
que
a cabayeros,
no
echó la pata naide
a
los toreros.
MANOLERIA
Salud
a los valientes
discípulos
del Cid,
que
todos tres merecen
la
plaza dirigir,
(Acosando
al Corregidor)
Díganos
usía,
diga
su mercé,
jefe
de la plaza
cuál
de ellos va a ser.
TODOS
¡Atended!...
ABATE
(Levantándose)
Hallándose
indispuesto
el
buen Corregidor,
me
manda que en su nombre
a
todos hable yo.
CORREGIDOR
(Levantándose)
¡Sí,
señor!...
¡Sí,
señor!...
MANOLERIA
¡Bien,
señor!...
¡Bien,
señor! ..
TOREROS
(Muy
cómico)
¡Bien,
zeñó!...
¡Bien,
zeñó!...
ABATE
La
elección que debe hacerse
es
de tanta gravedad,
que
por esto se celebra
en
tan público lugar.
CORREGIDOR
(Levantándose)
Es
verdad,
Es
verdad.
LA
COMPAÑÍA
(Levantándose)
Es
verdad,
Es
verdad.
MANOLERIA
¡Ya...
ya... ya!...
TOREROS
¡Ya..,
ya... ya!... (Muy cómico)
ABATE
Grandes
recomendaciones,
(Sacan
los corchetes una bandeja y una pajuela)
aquí
vais a ver quemar:
¡saque
usía los papeles!
(Los
saca el Corregidor con solemnidad y los pone en la bandeja)
¡la
pajuela! ¡prendo ya!... (Prende)
CORREGIDOR
(Levantándose)
¡Mirad!...
¡Mirad!...
LA
COMPAÑÍA
(Levantándose)
¡Mirad!...
¡mirad!...
MANOLERIA
¡Ah!...
¡ah!...
TOREROS
¡Ah!...
¡ah!... (Muy cómico)
ABATE
Esta
llama es la aureola
de
tan recta autoridad.
¿Quién
habrá que dudar pueda
de
su inflexibilidad?...
CORREGIDOR
(Levantándose)
¿Quién
habrá?...
¿Quién
habrá?...
LA
COMPAÑÍA
(Levantándose)
¿Quién
habrá?...
¿Quién
habrá?...
MANOLERIA
¡Cá!...
¡Cá!...
TOREROS
¡Caaa!
¡Caaa!... (Muy cómico)
CORO
¡Ninguno
ahora lo dudará!
MANOLERIA
y TOREROS
¡Viva
mil años feliz usía!...
Dios
nos conserve tan buen señor!...
¡Viva
mil años su compañía!...
¡viva
el ilustre Corregidor!...
CORREGIDOR
¡Chitón!...
Basta,
señores, basta por Dios.
LA
COMPAÑÍA
¡Chitón!...
TOREROS
¡Chitón!...
MANOLERIA
¡Chitón!...
TODOS
(Menos
el Corregidor)
¡Viva
el ilustre corregidor!...
(Hablado)
(Con música en la orquesta)
CORREGIDOR
(Toca
una campanilla: silencio general. Corregidor Levantándose)
Señores:
en atención
a
su gran celebridad
y
al renombre que disfrutan
en
el arte de lidiar,
he
querido reunirles
con
toda solemnidad,
para
que exponga sus méritos
en
público cada cual
y
director de la plaza
ver
a quién debo nombrar.
Como
ustedes tres se encuentran
en
categoría igual,
hablen
ustedes, señores,
por
orden de antigüedad.
ABATE
(Al
pueblo) Pues silencio y mucho oído
que
es cuestión trascendental.
CORREGIDOR
¡Costillares!...
COSTILLARES
Cabayeros:
yo
enseñao a manejá
la
muleta a mis discípulo,
y
yo he inventao además
los
volapiés, pa que nunca
se
güervan a asesíná
con
el punsón a la resé
que
no arrancan jasia acá.
Yo
he enoblecido er toreo
y
enseñao a libertá
der
peligro a los ginetes
que
me yaman zu papá.
Der
mataero e Zeviya
jise
yo universiá,
y
er barrio é San Bernardo
desir
mi historia podrá.
Soy
viejo: en la mano tengo
un
tumó: no digo más.
CORREGIDOR
¡Romero!...
ROMERO
Yo
nasí en Ronda,
digo,
¿tendré caliá?
Mi
agüelo ha sío er primero
que
a pié satrevió a matá
con
muleta y con estoque,
y
mi pare, er señó Juan,
inventó
la banderiya,
y
a luego inventó er picá.
Yo,
su indino desendiente,
aunque
nunca inventé ná,
he
libertao muchas vías
y
en veinte año poco má,
he
dao mulé resibiendo
como
una estauta clavá,
sinco
mil seisientos bichos
sin
tener una corná.
Si
hay arguno que lo dúe,
que
zarga aquí y lo verá.
Ya
me conocen usías:
con
eto, no canso más.
CORREGIDOR
¡Pepe-Hillo!...
PEPE-HILLO
Repunansia
tengo,
zeñores, pa hablá
de
mi probé presoniya,
pero
obedesco y ahí va.
(Música)
En
Zeviya, Costiyares
desasnóme
pá lidiá;
si
en la plasa le abichorno,
mi
maestro lo dirá.
Yo
zaqué de mi caletre
por
la esparda capeá:
la
verónica que es mía,
y
que a naide debe naá.
Ya
ven sus mersedes
si
me alisionó
er
buen Costiyares
con
su destrusión.
¡Sí,
señor!
Este
cuerpo saleroso,
que
la tierra se ha é traga
veintitrés
jerías tiene,
y
denguna por detrás.
Las
gitanas ven que espicho
a
otras dos jerías más
y
en la plasa me presento
cual
si me fuera a estrená.
Que
zarga ahí en medio,
que
zarga er chavó
que
diga otro tanto,
que
aquí espero yo,
¡Sí,
señor!
(Hablado)
(Con música en la orquesta)
CORREGIDOR
¿Señores:
declaro a todos
que
no sé por quién fallar,
porque
es tan grande su mérito
que
se hallan a altura igual.
Pedro
Romero, responda:
¿se
atreve usted a matar
a
los toros de Castilla?
ROMERO
¿Y
por qué no?... ¡claro está!...
cuantos
pastan en er campo,
¡Me
quiere usía espricá
po
qué me hase esa pregunta!
CORREGIDOR
Porque
tengo un memorial
de
Hillo y de Costillares
para
que impida lidiar
toros
castellanos; y esta
circunstancia
a usted le da
sobre
sus dos compañeros
un
preferente lugar.
Hablen
ustedes, señores.
TIRANA
¡Goya!...
|Goya!...
GOYA
El
General.
GENERAL
Usted
primero.
GOYA
Yo
opino
que
lo más justo es nombrar
a
Costillares, que tiene
la
mayor antigüedad,
GENERAL
¡Está
claro!...
VOCES
¡Costillares!...
ABATE
(Con
solemnidad cómica)
Si
se me permite hablar...
PEPITA
¡Que
hable!... ¡que hable!...
CORREGIDOR
Puede
hacerlo.
ABATE
Una
palabra no más
Pues
atendiendo, señores,
a
la fama universal
que
gozan los tres maestros,
y
también para evitar
murmuraciones
de todos,
aquí
lo más imparcial
es
que decida la suerte
a
quién se debe nombrar.
(Gritería
general de aprobación)
CORREGIDOR
Usted
habla como un libro;
la
suerte decidirá.
ABATE
Con
bolas de lotería...
CORREGIDOR
(Mandando
sacarlas)
En
el bodegón tendrán.
ABATE
(A
doña Pepita)
(¡Está
el noventa en mi manga!...)
DUQUESA
El
Abate sorteará.
CORREGIDOR
Saque
usted, señor Abate,
como
persona formal,
para
que aquí nadie dude
de
mi inflexibilidad.
ABATE
(Sacando)
¡Costillares...
treinta y cinco!...
Romero...
noventa.
TODOS
¡Aaaah!
MANOLOS
¡Qué
viva! (Tirando los sombreros: algazara)
CORREGIDOR
Nombro
a Romero.
Pueden
todos despejar.
(Se
marchan formados como vinieron con los toreros por delante después de esta
seguidilla: la Tirana entra en casa de Goya)
Pues
vamos a dar música
a
los maestros,
y
al siempre afortunado
Pedro
Romero.
Dios
guarde a usía,
y
Dios en paz conserve
su
compañía.
(Hablado)
ABATE
¡Pobre
pueblo! ¡qué inocente!
PEPITA
¡Y
qué contento se va!...
CORREGIDOR
Es
necesario que nunca, (A Pepita)
pase
de menor edad.
Desgraciados
de nosotros
si
llegara a saber más.
PEPITA
(No
alejarnos es preciso (Al Corregidor)
para
poder observar)
(Entrase
en el bodegón con la Duquesa)
CORREGIDOR
Que
la Virgen del Amparo
nos
conserve en santa paz.
(Arroja
el pañuelo a la Virgen, lo besa, so santigua, y éntrase en el bodegón con el
General)
ABATE
Dame
pincel y colores.
GOYA
¿Qué
vas a hacer?
ABATE
A
pintar
el
tacón de los chapines
de
Rosario.
GOYA
Ven
acá.
ESCENA IX
Al
entrar Goya y el Abate en casa del primero, se aproxima por el fondo, donde
habrá estado observando el Capitán Peñaranda, y les detiene.
CAPITAN
¡Dios
os guarde!
GOYA
¡Peñaranda!
(Abrazándose
con efusión)
PEPITA
¡Ah!
(Asomando la cabeza desde el Bodegón y desapareciendo)
CAPITAN
¡Mis
queridos colegas!
ABATE
¡Otro
abrazo!
CAPITAN
¡Y
otros ciento!
GOYA
¿Conque
vienes de la guerra?
ABATE
¿Y
capitán y tan joven?
CAPITAN
Pues
cuatro heridas me cuesta.
GOYA
Por
tales manos curadas
yo
también las recibiera.
CAPITAN
¿Cómo?
(Sorprendido)
ABATE
(Con
misterio) ¡Aquí se sabe todo!
CAPITAN
(Desentendiéndose)
Pues
yo no sé por qué llevas
esa
ropa.
ABATE
Soy
abate.
CAPITAN
¡Tú!....
(Retrocediendo tres pasos)
ABATE
Sí.
CAPITAN
¿La
peor cabeza
de
Salamanca?
ABATE
¡Qué
quieres!
Segundón
de estirpe excelsa
con
ciento tres apellidos
y
sin un doblón de renta,
abandoné
los umbrales
de
mi casa solariega
y
llegué a Madrid el año
mil
setecientos noventa.
Vi
empapeladas esquinas
con
carteles de novenas,
retablos
por todas partes,
procesiones
y retretas,
portales
con basureros,
muchos
barrios sin escuelas,
a
oscuras todas las calles
y
ninguna sin taberna;
los
hospitales sin sábanas,
las
imágenes con perlas,
repletos
los calabozos
y
las cátedras desiertas.
Y
hallé en la corte de España,
aunque
imposible parezca,
más
sacerdotes que legos,
más
corchetes que sentencias,
más
altares que cocinas
y
menos casas que iglesias.
Al
ver que aquí nadie marcha
a
su objeto en línea recta,
al
ver que es la hipocresía
el
carácter de la época,
y
siendo en fin, las mujeres
mi
inclinación predilecta,
al
primer golpe de vista,
eché
despacio mis cuentas
y
tienes hecho a tu amigo
todo
un abate Ciruela.
CAPITAN
¿Qué
conseguiste con eso?
ABATE
¿Qué
conseguí?... ¡friolera!...
(Música)
ABATE
Como
lleva en el bolsillo
su
ganzúa el buen ladrón,
para
abrir todas las puertas
y
robar a su sabor,
yo,
pirata de hermosuras
y
de vírgenes ladrón,
llevo
en traje de murciélago
la
ganzúa del amor.
CAPITAN
y GOYA
Ya
en Salamanca,
nosotros
dos,
te
conocimos
la
inclinación.
ABATE
Ni
padres ni esposos
con
este disfraz,
de
mí tienen celos
y
déjanme entrar.
Y
a solas con ellas
en
viéndome ya,
jamás
perdí el tiempo
que
tontos me dan.
CAPITAN
y GOYA
Bachiller
sólo
eras
de amor,
pero
en la corte
ya
eres doctor.
ABATE
Si
alguna gran dama
a
un baile se va,
la
empolvo el cabello,
la
planto un lunar,
la
quito de encima
veinte
años o más,
y
en dulce moneda
me
suele pagar.
CAPITAN
y GOYA
Eres
doncello
de
gran primor,
y
eres un mueble
de
tocador.
ABATE
Con
bellas devotas
en
grande amistad,
bordamos
de noche
un
paño de altar.
Después
chocolate
en
pago me dan,
y
luego juntitos
solemos
rezar.
CAPITAN
y GOYA
Toda
la escala
corre
tu amor,
desde
quince años
a
ciento dos.
ABATE
Yo
soy doncello
de
gran primor,
y
soy un mueble
de
tocador.
(Hablado)
ABATE
CAPITAN
Lunar
puse tan goloso,
que
hizo estallar una guerra
y
tacones he pintado,
que
besó algún rey sus huellas.
CAPITAN
(Abrazándolo)
¡Te
encuentro el mismo de siempre!
¿Y
qué aventuras nos cuenta
el
pintor Francisco Goya?
GOYA
Durante
tu larga ausencia,
en
Roma estudié algún tiempo,
y
al volver, me abrió sus puertas
la
fábricas de lápices.
Allí
con Mengs, pinté escenas
populares
y campestres,
brujas,
ladrones, meriendas,
muchas
corridas de toros
y
caprichos más de ochenta.
Rembrandt
y Diego Velázquez.
son
mis modelos de escuela.
Retraté
a Floridablanca,
a
Moratín, Villanueva,
a
la Tirana y a Máiquez,
a
las célebres Duquesas
de
Alba y de Benavente,
a
Carlos cuarto, a la Reina,...
ABATE
Al
tío Rico el choricero,
y
a otras personas de cuenta.
Es
todo un pintor de cámara
con
su estudio en la ribera
del
tísico Manzanares,
mimado
por la nobleza,
y
adorado por el pueblo,
que
le admira y le venera.
GOYA
Pero
háblanos, Peñaranda,
del
estado de la guerra,
del
objeto con que vienes
y
en fin, de la diferencia
de
la corte que dejaste (Con pesar)
y
la corte que te encuentras.
ABATE
Dinos
la verdad desnuda
con
tu militar franqueza.
CAPITAN
¿Para
qué?... Cuando a vosotros
os
hallo de esta manera, (Con vigor)
de
sentir no sois capaces
ni
aun de comprender mis quejas.
Allá,
todo es heroísmo
de
unos hombres que pelean
por
su rey y por su patria,
contra
duplicadas fuerzas;
un
ejército mermado
por
las continuas refriegas,
sin
municiones, sin víveres,
sin
abrigos y sin tiendas,
cuyo
valor indomable
es
la única defensa,
y
que un día y otro día
refuerzos
en vano espera.
Acá,
todo es algazara,
un
pueblo que en nada piensa,
porque
le dan pan y toros,
una
estúpida nobleza,
una
corte relajada
y
una camarilla abyecta.
Cuando
los hombres que tienen
corazón
é inteligencia, (Con vehemencia)
cual
vosotros, no se indignan
o
de algún modo protestan,
sino
que viven contentos
en
el fango y la miseria,
todo
lo juzgo perdido,
ninguna
esperanza queda.
La
hora sonó para España
de
ser colonia francesa.
GOYA
¡Eso
nunca! Ven y mira:
(Cogiéndole
de un brazo con fuerza)
En
esa verde Pradera
del
Corregidor famosa,
sus
representantes cuenta
la
gente de rompe y rasga
que
toda la España encierra.
Los
del Compás de Sevilla,
Triana
y la Macarena,
con
los del Perchel de Málaga
y
Olivera de Valencia:
todo
el mapa picaresco,
que
el gran Cervantes bosqueja.
Allí
campa sin obstáculos
la
manolería intrépida,
junto
a la Virgen del Puerto
y
en la Fuente de la Teja.
Esa
es la gente del bronce,
que
sin temor atraviesa
las
calles de Sal si Puedes,
el
Oso y Quebrantapiernas:
las
de Enhoramala Vayas,
Aunque
os pese y la Ternera.
Los
que no temen ni deben
y
asombran con sus proezas
Las
Maravillas, El Rastro
y
El Campillo de Manuela.
Chisperos
y curtidores,
gremios
de la cuatropea,
terror
de los ventorrillos,
bodegones
y tabernas,
con
su capote de mangas,
su
redecilla y coleta,
chupetín
y calzón corto,
la
camisa con chorrera,
sombrero
de medio queso
y
patillas de chuleta.
ABATE
Allí
se ven las manolas
y
majas más pendencieras,
con
su guardapiés ceñido
y
su nacarada media,
chapín
de raso y hebilla,
diez
ramales cada trenza,
y
la cotilla de peto
y
el monillo con hombreras.
Morenos
son sus amores,
como
sus teces morenas,
y
sus cabellos castaños,
y
sus miradas muy negras.
Sus
pies son dos tentaciones,
y
sus palabras pimienta,
y
cantáridas sus ojos,
y
un sinapismo su lengua.
Allí
Paca la Salada,
Geroma
la Castañera,
El
Zurdillo y el tío Tuétano,
el
Majo y la Petimetra,
Juana
la Ribeteadora
y
Pepa la Naranjera;
las
desgarradas figuras
que
pintan a competencia
en
tapices y en sainetes
con
fidelidad perfecta,
Goya
y Ramón de la Cruz,
su
pintor y su poeta;
que
tal pincel y tal pluma
gasta
la gente morena.
CAPITAN
¡Pero,
decidme! ¿esa gente,
que
hay una patria recuerda?
GOYA
Abigarrado
conjunto
de
fealdad y belleza,
de
ignorancia y fanatismo,
de
valor y desvergüenza,
pero
fiel depositarla
de
las costumbres añejas
y
enemiga sin examen
de
todas las extranjeras,
en
esa gente del bronce,
por
sentimiento descuella
un
incontrastable espíritu
de
salvaje independencia.
Que
en su temerario arrojo,
es
capaz, por defenderla,
de
tomar, navaja en mano,
cañones
a la carrera,
¡Envueltos
en su ignorancia
y
el santo amor a su tierra,
libres
serán, libre el pueblo
que
tales soldados cuenta!...
CAPITAN
Conducida
por lacayos,
se
aproxima una litera.
ABATE
(A
Goya) Será alguna gran señora,
que
vendrá a ser tu modela.
GOYA
Entremos
en el estudio:
sabrás
lo que no sospechas.
CAPITAN
Entrad
delante. (¿Qué miro?...
(Vanse
Goya y el Abate)
¡Una
mano me hace señas!...)
ESCENA X
El
Capitán, que se queda detrás, Doña Pepita de maja, cubierta con un manto hasta
los pies, desciende de una elegante litera conducida por lacayos, que despide con
un ademán.
PEPITA
¡Caballero!...
CAPITAN
¿Quién
me llama?
PEPITA
{Recatándose
con el manto)
Una
dama.
CAPITAN
De
ella soy, mas poco valgo.
PEPITA
Algo.
CAPITAN
La
serviré en cualquier cosa.
PEPITA
Soy
curiosa
y
la comezón me acosa
de
saber, por lo que importe,
a
qué viene usté a la corte.
CAPITAN
La
dama es algo curiosa.
vengo
a ver solo en Madrí...
PEPITA
A
mí.
CAPITAN
¿Quién
le dio a usted tal certeza?
PEPITA
Mi
belleza.
CAPITAN
¡Mucho
podrá, si es tan linda!...
PEPITA
Que
se rinda.
CAPITAN
Quien
tal ocasión me brinda,
algo
espera, pues que insiste.
PEPITA
Que
quien a mi voz resiste,
a
mi belleza se rinda.
CAPITAN
Señora
de la litera,
la
de galantes misterios,
la
de los rasgados ojos
y
más que ese manto negros,
benditas
una y mil veces
las
arenillas del suelo,
que
pueden sentir encima
de
tanta hermosura el peso,
grabando
de sus chapines
el
suave contorno estrecho.
(Con
arrebato)
¡Quién
fuera, señora mía,
de
su guardapiés el fleco,
para
poder ir besando
donde
su pié va poniendo!...
PEPITA
(Con
ternura)
¡Basta
ya!... ¿No me obedece?
CAPITAN
Así
parece.
PEPITA
¿Por
quién viene usté a Madrí?
CAPITAN
Por
mí.
¿Me
creyó usté, a lo que infiero?...
PEPITA
Zapatero.
CAPITAN
Señora,
soy caballero. (Picado)
PEPITA
Quien
muestra tan bajo afán,
más
que bravo capitán
parece
mi zapatero.
CAPITAN
¡Ojalá!
PEPITA
¡Diga
el amigo! (Con seducción)
CAPITAN
No
digo.
PEPITA
¿Será
tal vez una roca?
CAPITAN
Esta
boca.
PEPITA
¿En
mi discreción no fía?
CAPITAN
En
la mía.
PEPITA
¿Mi
voz que ayer le atraía,
hoy
la escucha sin encanto?
CAPITAN
Si
usted no descorre el manto,
(Resueltamente)
ni
digo esta boca es mía.
PEPITA
Prisionero
olvidadizo
del
hospital de Bayona,
tan
prudente en sus palabras
como
temerario en obras,
tan
precavido en l a corte
con
quien servirle ambiciona,
como
pródigo en el campo
de
su sangre generosa,
fiel
guardador de banderas
que
manos de nácar bordan,
y
que besar no ha podido
por
encontrarse entre monjas,
¿es
este el premio que guarda
cuando
de la guerra torna?
CAPITAN
¿Quién
es usted? (Fuera de sí)
PEPITA
¡Imposible!...
CAPITAN
¡Oh
sí! no puede ser otra.
(Música)
CAPITAN
¡Mi
protectora!
¡mi
ángel es!...
¡Quiero,
señorea,
besar
sus pies! (Arrodillándose)
PEPITA
¡Buen
caballero,
levante
usted,
si
no me quiere
comprometer!
CAPITAN
¡Nunca
fue ingrata
la
juventud!
Probarle
quiero
mi
gratitud.
PEPITA
¡El
tiempo corre,
vuelva
usté en sí!
¡Cuentas
la patria
puede
pedir!
CAPITAN
Esa
odiada camarilla.
deshonor
del solio real,
el
estado de la guerra
ocultó
a Su Majestad.
Traigo
partes del ejército,
soy
la voz de la verdad,
y
a decirla al Rey yo mismo
me
mandó mi General.
PEPITA
Si
en la corte alguien sospecha
la
misión que trae acá,
su
existencia está en peligro
y
le pueden fusilar.
Déme
usted esos papeles,
que
su vida en ellos va:
yo
le juro que al Rey mismo,
por
mi mano llegarán.
PEPITA
¡Déme
usted esos papeles!...
CAPITAN
¡Entregarlos
no, jamás!...
¡No
conoce usted, señora,
el
deber de un militar!...
CAPITAN
¡Quiero
ver al Rey!...
PEPITA
Cachaza;
en
el Pardo está de caza.
CAPITAN
¡A
la Reina voy a ver!...
PEPITA
Lo
echará usted a perder.
CAPITAN
¡Al
consejo de Castilla!...
PEPITA
A
la gente de golilla
tiempo
no dejan apenas
procesiones
y novenas.
CAPITAN
(Furioso)
¡Al Marqués contarle quiero!.
PEPITA
No
le escuchará el Marqués,
porque
está en el Matadero,,
aprendiendo
volapiés.
CAPITAN
(Sacándole
del pecho)
Señora,
si este pliego
al
Rey no logro dar,
sin
viles mediadores
que
oculten la verdad,
la
suerte de la Patria
perdida
puede estar!...
PEPITA
¡Venga
acá!
CAPITAN
¡No,
jamás!...
PEPITA
Si
usted me le confía,
no
se arrepentirá,
y
a fe de noble dama
le
juro, capitán,
que
a costa de mi vida,
al
Rey ha de llegar.
¡Venga
acá!...
CAPITAN
¡No,
jamás!...
¡La
suerte de la patria,
en
él cifrada va!...
PEPITA
A
costa de mi vida,
al
Rey le haré llegar,
¡Venga
acá!...
CAPITAN
¡No,
jamás!
PEPITA
¡Usted
desconfía
de
mi lealtad!...
CAPITAN
Señora,
lo impide
mi
honor militar.
(Hablado)
PEPITA
Capitán,
usted ignora (De prisa)
los
peligros que (e cercan
y
expone mucho su vida,
si
esa carta no me entrega.
Llegó
un soldado en secreto
con
noticias de la guerra
para
el buen conde de Aranda,
y
fue asaltado en la puerta
por
esbirros, defendiose,
en
esta lucha funesta,
se
comió un papel, hiriendo
a
varios, y en recompensa
hoy
le fusilan, juzgado
por
un Consejo de Guerra.
CAPITAN
(Furioso
entra en casa da Goya)
¡Oh,
qué iniquidad!... Yo juro
perecer
antes que verla.
ESCENA XI
Pepita
llama y salen del bodegón el Corregidor, el General y la Duquesa. Después salen
de casa de Goya, el Capitán, el Pintor y el Abate: al verlos Pepita, se quita
el manto. Corchetes y pueblo al fondo.
PEPITA
(A
la puerta del bodegón)
Salgan
ustedes corriendo,
que
trae partes de la guerra
para
el Rey...
CORREGIDOR
Hay
que prenderle
con
un pretexto cualquiera.
PEPITA
(Se
quita el manto y se pone detrás)
Aquí
está.
GOYA
(AI
Capitán) Yo te prometo
que
hoy Madrid antes se quema.
ABATE
(Al
Capitán) ¡El Corregidor!
GOYA
(Idem)
¡Cachaza!
y
en nombre de Dios, prudencia...
CORREGIDOR
Señor
Capitán, parece
que
usted a la Corte llega
para
olvidar un instante
las
fatigas de la guerra.
CAPITAN
Sí,
señor, (Con ironía)
CORREGIDOR
En
ese caso,
mejor
ocasión no hubiera.
DUQUESA
Halla
usté a Madrid alegre
y
a la corte muy contenta.
CAPITAN
En
efecto, es indecible
lo
mucho que me consuela
el
original contraste
que
a mi vista se presenta.
Allá
me dejo un ejército
en
retirada completa,
porque
ha duplicado el suyo
la
república francesa.
Y
cuando llego a la Corte,
en
alas de mi impaciencia,
y
de mis hermanos de armas
soy
la esperanza postrera;
cuando
aún es tiempo y muy tarde
acaso
mañana sea,
al
Rey me encuentro de caza,
a
Madrid ardiendo en fiestas,
(Goya
y el Abato lo tiran alternativamente de la casaca)
los
sabios en el destierro,
en
Salamanca las letras,
en
chorizos y polacos
divididos
los poetas,
Pepe-Hillo
y Costillares
enseñando
a la nobleza,
los
marinos de la armada
distrayéndose
en la pesca,
las
cortesanas en coche,
en
calesín las duquesas,
la
inquisición condenando,
y
en el Retiro la Reina.
Tanto
la corte me gusta
y
este cuadro me consuela,
que
pienso que aquí no corre
sangre
española en las venas:
que
si Madrid fuera España,
ser
español maldijera,
y
tal encuentro a la corte,
que
me pregunto si queda
aquí
de pudor vestigio
o
resto ya de vergüenza...
(Tumulto
general. Interrupciones desordenadas. Sorpresa en unos, indignación en otros.
Terror de Goya y el Abate)
GORREGIDOR
Señor
capitán, me extraña
que
a hablar así usted se atreva,
cuando
hace ya el arzobispo
de
Zaragoza la oferta
de
dar cuarenta mil clérigos
armados
a sus expensas:
cuando
el general ilustre
de
los franciscanos llega
hasta
pedir la vanguardia,
para
ir a la cabeza
de
diez mil valientes frailes,
y
por fin, cuando se entregan
al
rey los contrabandistas,
por
tomar parte en la guerra,
y
ladrones de caminos
temporal
indulto anhelan,
por
batirse en campo abierto,
contra
los armas francesas.
CAPITAN
¡Cuando
hacen falta soldados,
son
ociosas las ofertas!...
GENERAL
¡Basta
ya, no se disculpan
jamás
con faltas ajenas,
generales
derrotados
por
cobardía o torpeza! (Con desprecio)
CAPITAN
¿Quién
hablar así se atreve,
sin
que le arranque la lengua?
(Llevando
la mano a la espada)
ABATE
El
general Gruzalcobas,
(¡Gran
jugador de ruleta!)
CAPITAN
Un
general... de paisano...
no
reconozco a vuecencia. (Con desprecio)
CORREGIDOR
Yo,
Corregidor, lo afirmo.
CAPITAN
¡Es
mentira, si lo fuera,
no
insultara a sus hermanos
que
por la patria pelean:
con
su pecho allá estaría
defendiendo
las fronteras!...
CORREGIDOR
¡Tal
insulto!... (Mirando al General)
GENERAL
¡Yo
le arresto!...
¡Esa
espada!...
CAPITAN
No
se entrega.
Militares
de salón,
que
aquí empolvan su coleta,
pueden
mandar contradanzas,
no
cicatrices aún frescas.
GENERAL
¡Corchetes,
pronto, arrestadle!...
(Le
acometen con espadín)
CAPITAN
¿Quién
presume que yo pueda
ante
espadines de esbirros
rendir
mi espada de guerra?...
(Saca
la tizona. —Goya y el Abato se interponen)
ESCENA XII
Dichos
y la Princesa de Luzán, que llegó poco antes.
PRINCESA
¡Dé
la espada el Capitán! (interponiéndose)
CAPITAN
¿Y
quién rendir así manda
al
Capitán Peñaranda?
PRINCESA
La
Princesa de Luzán.
(Enseñando
una manga con tres galones)
CAPITAN
Me
rindo a mi Coronel. (Entrega la espada)
PRINCESA
Castigaré
el desacato.
Yo
soy su jefe inmediato
y
yo me hago cargo de él.
(Lejano
toque de campanas)
PEPITA
(¡No
ceda a supercherías!) (Al General)
GENERAL
¡Señora,
si usted ordena!... (A la Princesa)
PRINCESA
Silencio:
por la Almudena
ya
bajan las cofradías.
(Todos
se descubren)
PEPITA
(¡Por
usted nos han burlado!) (Al General)
GENERAL
(¡Al
fin es una señora!)
GOYA
(¡Ya
se aproxima la hora (Al Capitán)
de
libertar al soldado!)
(Música de la orquesta)
Comienzan
a verso mover luces lejanas por la Cuesta de la Vega, que vienen aproximándose.
—Cuadro y armonía. —Salen de casa de Goya varios hombros con velas encendidas y
cuatro mozos llevando grandes cestos de cirios, para incorporarse a la
procesión.—Delante de olios un estandarte.
CORREGIDOR
Pregunto
al señor Goya,
¿qué
son estos señores?...
GOYA
De
artistas y pintores
presido
la hermandad.
CORREGIDOR
¡Muchos
van!...
PEPITA,
GENERAL y DUQUESA
¡Muchos
van!...
CORREGIDOR
¿A
dónde?...
GOYA
A
incorporarse.
CORREGIDOR
¿Qué
llevan ahí, en cesto?
GOYA
Son
cirios de repuesto.
CORREGIDOR
¡Ya
pueden alumbrar!...
GOYA
(AI
Capitán) (¡Ya ves mi cofradía!...
¡Hermanos
tengo a miles!...
¡Los
cirios son fusiles!...
¡y
tu cirio tomarás!)
ABATE
(¡A
pólvora me huele!...
¡en
un volcán estamos!...
si
no los alumbramos...
nos
alumbran ellos más..)
(Piérdese
por grados la música)
ESCENA XIII
Dichos
y Pepe-Hillo, seguido de una turba de majas y manolos.
(Hablado)
ABATE
(Al
Capitán)
(¿Tomas
vela en este entierro?)
CORREGIDOR
Sigamos
la cofradía.
PEPE-HILLO
Cabayeros,
un iztante,
que
me ajoga la faitiga.
Si
vuezelensia quiere
(A
Pepita, descubriéndose)
darme
premiso
pa
pedila una grasia...
PEPITA
Sí,
Pepe-Hillo.
PEPE-HILLO
Pué
es er caso,
que
esta tarde afusilan
a
un güen zordao.
Su
pobrecito pare,
Juan
Cachirulo,
espicha
si vuesensia
no
saca indurto.
PEPITA
¿Y
qué delito?...
PEPE-HILLO
Naa.
Que ha matao a un corchete
el
probecito.
Er
barrio é la Arganzuela
ha
puesto ahora
sien
velas a la Vigen
de
la Paloma.
Y
es tar la pena
de
la gente, que jace
yorar
las pieras.
Por
una muerteciya
hoy
dan mulé
ar
mozo de más grasia
del
Lavapiés.
PEPITA
(¿Qué
resolvemos?) (Al Corregidor)
CORREGIDOR
(Más
que nunca es preciso
un
escarmiento)
PEPITA
Su
Majestad al Pardo
se
fue de caza.
PEPE-HILLO
Ya
un calesín me truje,
que
es una taza.
Con
un cabayo
que
arcanza los conejos
mejó
que un gargo.
Por
si revienta er potro,
Luis
el Pulió
ha
sembrao de calesas
todo
camino.
Que
a cabayeros,
no
seden nunca a nadie
los
caleseros.
Ya
pitaron a escape,
perdiendo
er día,
dejando
sin calesas
la
romería.
Porque
los probes
también
corazón tienen
como
los nobres.
PEPITA
¿Y
si vuelco?
PEPE-HILLO
La
Vigen
de
la Paloma
velará
por Vuesencia,
güeña
señora.
¡Vamos
arriba!
que
ya por su arma piden
las
campaniyas.
PEPITA
¡Yo!
PEPE-HILLO
¡Arrímate,
Pulió!... (Sale la calesa)
¡Contén
er potro!...
Zeñora,
los momentos
zon
mu preciosos.
CORREGIDOR
(Es
necesario
entretener
la chusma
con
espectáculos!...)
PEPE-HILLO
Mi
rodilla a Vuesencia. (Arrodillándose)
zirve
de estrivo:
sin
cudiao ponga ensima
su
piesesito.
GORREGIDOR
(¡De
ningún modo!...
es
robar distracciones
a
los manolos)
PEPITA
No
debo, Pepe-Hillo…
PEPE-HILLO
¡Zeñora
mía!... (Sorprendido)
PEPITA
Alentar
con mi influjo
la
indisciplina.
PEPE-HILLO
¡Zeñora,
er pié!...
que
drento de una hora (Suplicante)
le
dan mulé!...
PEPITA
¡|Imposible!...
(Dudando)
PRINCESA
(Arrojando
el manto y rompiendo por entre la Manolería: sabe a la calesa)
¡Al
escape!...
¡que
yo me brindo!
y
que no te detenga
ningún
peligro!...
PEPE-HILLO
¡Dios
la bendiga!...
que
viva la Princesa
de
Luzán!...
MANOLOS
(Con
efusión y tirando los sombreros al alto)
¡Viva!...
ESCENA XIV
Dichos,
Costillares y Romero.
COSTILLARES
¡Zeñore,
no hay que asustarse!...
¡Ten
la caleza, Pulio!...
CORREGIDOR
¿Qué
hay?
ROMERO
¡Naa!...
Que ze ha escapao
de
ahí, de la Tela, un noviyo.
TODOS
¡Ah!...
(Grito de espanto y fuga general)
PEPE-HILLO
(Jezú
y qué eztangurria!...
COSTILLARES
¡Hombe!
¡pa naa tanto ruido!...
PEPE-HILLO
¡Zeñorita,
no ze azuste!
¡Eh,
muchachos al avío!..,
Zargan
aquí las cuadriyas
(Llamando
a la puerta del bodegón: salen los Manolos con guitarras, bandurrias y panderos)
¡con
vigüela y guitarriyos!...
¡Ayéguence,
cabayeros!...
a
escortar como hombre fino
a
la zeñora Princeza,
hasta
er otro lao del río,
(Los
Manolos se forman de cuatro en cuatro)
Y
vamos tocando marcha,
que
zi parece er noviyo,
er
señó Frasquito Goya
le
arrima un par de zirbíos,
y
me da esa espá vuecencia;
zuertan
zus capas los chicos, (Capas al brazo)
de
muleta armo la mía,
Costiyares
para er vicho,
Pedro
Romero le güerve.
y
lo mata Pepe-Hiyo.
GOYA
(A
la Princesa) (Evitar puede usted sola
que
andemos todos a tiros)
CAPITAN
(Sacándolos
del pecho y dándolos a la Princesa)
(Al
Rey solo estos papeles,
reservados
y gravísimos)
(En
pie sobro la calesa)
PRINCESA
¡En
marcha y que Dios me ampare!
PEPE-HILLO
¡Alante
los moso fino!...
¡Vamo
a pasá la caleza
a
ese güey po lo josico!...
(Pepe-Hillo,
Romero y Costillares marchan delante: luego la calesa; Goya al lado de ella;
detrás la Manolería formada de cuatro en cuatro, con bandurrias vihuelas y
panderos, tocando y cantando la marcha anterior que se pierdo por grados: al partir,
un vítor prolongado. El Capitán sigue también al cortejo)
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
Noche
oscura. —A la derecha del espectador, en primer término, y ocupando la mitad de
la escena, una casucha baja de techo y medio derruido, suprimido el muro de frente,
para que el interior se halle a la vista del público. —Dentro de la casa, dos
puertas a la derecha que comunican a otras habitaciones: a izquierda, primer
término, una puerta que comunica a la calle y una ventana con celosía: en
segundo término, puerta grande en el fondo: la Ciega, vestida de dueña, dormida
de bruces sobro una mesa de pino, alumbrada por un candil, colgado de la
pared.—Fuera de la casa, a la izquierda, y frente al espectador, la puerta de
una taberna con una rama de olivo y un jarro colgado encima de un letrero que
dice: HORCHATA DE CEPAS, —Entre la puerta de la taberna y la casucha de la
derecha, un callejón tortuoso y sombrío en cuesta rápida que marcha al fondo del
teatro con dos boca-calles a izquierda, perdiéndose a lo lejos.—Por cima, y más
allá del tejado de la casucha, se ven algunas copas de árboles, un pretil o
callejón con antepecho que comunica en ángulo recto con el anterior, y en el
fondo del teatro con fachadas al callejón y al pretil, un lujoso palacio cayos
balcones abiertos, permiten ver los salones iluminados con arañas y la multitud
que baila, canta y alborota. La escena muy oscura y alumbrada sólo con luna
nublada y un miserable farolillo de una Virgen colocada en la esquina chaflanada
de la segunda boca-calle de la izquierda.
(Introducción musical)
Después
de un preludio instrumental, se alza el telón y aparecen bebiendo dentro de la
taberna el Santero y el Ciego, la Ciega dormida en la casucha, y en los salones
del palacio, cantando y bailando una contradanza. El Abate asomado a un balcón
del palacio.
ABATE
La
grave contradanza
le
gusta a don Manuel,
porque
a doña Pepita
la
ve lucir el pie.
Hevillas
de brillantes
quisieran
muchos ser,
a
cambio de ir encima
de
tan pulido pié.
(Coro
y baile dentro, tarareando)
ABATE
(Al
balcón)
Calada
y fina media
quisieran
todos ser,
para
tener sorbido
el
seso a don Manuel.
Chapín
de la tal dama,
¡ay
quién pudiera ser!...
y
así mandar como ella
España
a puntapiés.
(Coro
y baile en el palacio, tarareando, y concluye la contradanza con bravos y
aplausos. —El Abate se quita del balcón. — Romero y Costillares, a la puerta de
la taberna, cantan con algazara y palmotean la siguiente canción popular de la
época, llamada El Perulillo)
«Por
lo dulce las damas
jolín,
jolín, Perulí achulé olé jé , ai zá,
son
desaborías:
yo
las quiero muy agrias
jolín,
jolín, Perulí, etc.
pero
sabrositas.
Cariño
de mi vida,
jolín,
jolín, Perulí, etc.
eres
tan chuscaza.
que
a toditos los hombres
jolín,
jolín, Perulí, etc.
les
robas el alma»
(Se
van los toreros) Salen de la taberna oí Ciego y el Santero. —Diálogo con acompañamiento
siniestro de la orquesta)
(Hablado)
CIEGO
(Echándole
el brazo por la espalda)
¡Tú
eres mozo de provecho:
te
eché el ojo allá en el río!...
¿Quieres
ganarte unos cuartos,
honradamente?...
SANTERO
¡Ahora
mismo!...
¿A
qué estamos?... Habla pronto:
yo
sé cumplir con mi oficio.
CIEGO
¿Llevas
mondadientes?
SANTERO
(Sacando
una navaja) Mira.
CIEGO
¿Sabrás
dar mulé a un mocito?
SANTERO
¿Lo
pagan bien?...
CIEGO
Treinta
onzas.
SANTERO
(Abriendo
la navaja)
¡Entonces,
dime a quién pincho!...
CIEGO
¿Y
si es militar?...
SANTERO
Lo
mato.
CIEGO
Pues
calla y vente conmigo.
(Lo
coge por un brazo y al echar a andar, salo por el callejón de la Virgen, sube
el pretil y atraviesa la escena un hombro con capa larga, una linterna sorda,
un cajón o cepillo colgado a la cintura y una campanilla que viene tocando de
tiempo en tiempo y gritando con lúgubre entonación particular)
«¡Para
hacer bien y decir misas
por
los que están en pecado mortal!»
SANTERO
(Aterrado)
¡No....¡vete solo!...¿No escuchas?
¡De
Dios parece un aviso!
CIEGO
(Zarandeándolo)
¿Tiemblas, cobarde santero?
SANTERO
(Amenazador)
¡Vete, ciego!...
CIEGO
(Con
mofa) ¿Quién ha visto
hacer
ascos a las onzas
un
desertor de presidio?...
(Dan
dos o tres pasos para irse. Vuelve a oírse otra vez la voz del pregonero
diciendo)
«Hombre
que estás en pecado,
si
en esta noche murieras,
piensa
bien a donde fueras.»
CIEGO
(Con
mucho terror)
Parece
la voz de ese hombre
de
Dios el tremendo grito,
que
a tí y a mí nos pregunta:
¿qué
vais a hacer, asesinos?...
SANTERO
(Sonando
un bolsillo con oro, no con hojadelata como se acostumbra entro españoles)
¡O
vienes, o te delato!...
¡Calla!...
Ciego maldecido!...
(Se
va por el fondo: óyese a lo lejos el grito apagado)
«¡Para
los que están en pecado mortal!»
(La
orquesta acaba por consunción. Todo queda en silencio profundo)
ESCENA PRIMERA
Doña
Pepita recatada y con precaución, seguida del Corregidor embozado, entra en la
casucha, por la segunda puerta de la derecha y despierta a la Ciega.
(Hablado)
PEPITA
Esta
es la casa... (Despertándola) ¿Violante?
CIEGA
(Sobresaltada)
¡Ah,
gran señora!
CORREGIDOR
¡Silencio!
CIEGA
¿Mas
por dónde entró Vuecencia?
PEPITA
Nada
te importa saberlo. (Dándole dinero)
Déjanos:
toma y vigila.
CIEGA
El
estrado está dispuesto. (Vase)
PEPITA
Esta
casa de los duendes,
que
así dio en llamarla el pueblo,
por
estar siempre cerrada
sin
alma viviente dentro,
motivo
fue para el vulgo
y
para ociosos pretexto
de
invenciones y patrañas
de
aventuras y misterios,
en
que yo fui la heroína;
dando
origen a los cuentos
que
al jardín de mi palacio
tiene
el muro medianero.
CORREGIDOR
¡Es
verdad, doña Pepita:
respetando
como debo
su
virtud inmaculada!...
PEPITA
¡Hipócrita!...
CORREGIDOR
La
confieso
que
a mis oídos llegaron
esos
rumores siniestros
de
sombras a media noche
por
callejones desiertos,
de
bacanales y orgías
y
de imprevistos encuentros
de
comediantes con duques,
de
príncipes con toreros.
¡Pero
calumnias infames!...
¡Usted!...
¡usted!... (¡Chúpate eso!)
PEPITA
Pues
bien: matar la calumnia
no
está en mi mano, no puedo,
mas
para librarme de ella...
CORREGIDOR
Morirse:
no hay otro medio.
PEPITA
No
tal: atraer su cólera
hacia
personajes nuevos.
Así,
por dar a servicios
del
Abate justo premio,
le
alquilé esta casa gratis
y
aquí trae sus devaneos,
que
son muchos más que letras
tiene
mi libro de rezo.
CORREGIDOR
¡Bien
discurrido!... (Ella fuma
y
el otro escupe: soberbio!...)
PEPITA
Ahora
es preciso que explique
usted
su tenaz empeño
de
conocer esta casa.
CORREGIDOR
Tengo
aquí un plan maquiavélico.
¿Se
acuerda usted de los cirios,
guardados
en grandes cestos,
que
la noble cofradía
de
pintores y arquitectos
a
la procesión condujo?
¡Pues
eran armas de fuego!,..
Al
llegar las hermandades
hacia
el Puente de Toledo,
debían
coger la guardia
del
cuartel, salvar al preso
en
el tumulto y librarle
así
del fusilamiento.
Gracias
a la Princesita
y
a los bravos caleseros,
el
perdón de ese soldado
dos
guardias de Corps trajeron
a
escape desde el Real sitio,
salvándose
al mismo tiempo
de
una catástrofe cierta
los
conspiradores gremios.
Tenía
dos batallones
de
valonas, ya dispuestos
para
no dejar con vida
un
pintor ni un arquitecto.
En
fin, nos hemos privado
de
una emoción para el pueblo,
que
le hubiera entretenido
semana
y media, lo menos.
PEPITA
¡Qué
lástima!...
CORREGIDOR
Sin
embargo,
sé
que aquellos grandes cestos
se
han traído aquí de noche,
y
de esto, señora, infiero
que
aquí nuestros enemigos
se
reúnen en silencio.
PEPITA
¡Aquí!...
CORREGIDOR
Sí:
los literatos
miran
con noble respeto
este
ruinoso edificio,
porque
encierra un gran recuerdo.
Aquí
mismo y a mediados
del
siglo décimo sexto,
enseñaba
humanidades
el
celebrado maestro,
párroco
de San Andrés,
donde
está su enterramiento,
y
doctor Juan López de Hoyos,
a
su alumno predilecto
el
gran autor del Quijote,
y
bajo este humilde techo
el
buen Miguel de Cervantes
empezó
a componer versos.
PEPITA
Y
usted, ¿qué espera?...
CORREGIDOR
Está
claro:
acechar
y sorprenderlos.
PEPITA
¿Ya
para qué?... ¡usted ignora
que
nuestra ruina es un hecho!...
(Con
pesar)
La
princesa de Luzán
al
Pardo llevó los pliegos
que
el capitán Peñaranda
ha
traído del ejército.
El
Rey llamó anoche al duque,
y
con firme y noble acento
dijo
que se le tenía
en
un engaño completo.
Que
habían sido infructuosos
el
valor y los talentos
del
buen general Ricardos,
pues
que el Rosellón no es nuestro.
Que
la torpe retirada
y
continuos desaciertos
de
sus sucesores, cuestan
veinte
mil hombres, lo menos.
Que
claramente es traidora
rendición
al extranjero
la
de Figueras, contando
más
de diez mil hombres dentro
y
con doscientos cañones
que
no han llegado a hacer fuego.
Por
último, dijo al duque
de
la Alcudia el Rey: «no quiero
a
mi lado unos ministros
ni
en mi Cámara un Consejo,
que
han menester sostenerse
con
la sangre de mis pueblos,
y
pierden en tres campañas
hasta
la orilla del Ebro.»
Juzgue
usted... Ya todo es tarde...
Corregidor,
no hay remedio...
¡Tal
vez pronto nos espere
la
pobreza y el destierro!...
CORREGIDOR
¡Sí...
ya esperanza no hubiera, (Con energía)
sin
el poder de mi ingenio!...
En
tanto que usted velaba
a
Pepe-Hillo en su lecho,
olvidando
ante su herida
deber,
honor, mundo entero,
y
mientras hacía el duque
de
su poder testamento,
yo
en mi coche de colleras
y
por la Puerta de Hierro,
salía
al rayar la aurora
tan
rápido como el viento.
PEPITA
¿Sabía
usted?... (Con ansiedad)
CORREGIDOR
Me
bastaba
saber,
por Pedro Romero,
que
al partir en la calesa
la
de Luzán, tomó un pliego.
PEPITA
¡Ah!...
CORREGIDOR
Llegué
al Rey y le dije
que
en aquel mismo momento,
de
descubrir acababa
un
complot con el objeto
de
falsificar despachos
procedentes
del ejército,
para
engañar al monarca
y
destruir al gobierno.
Busqué
en la cárcel de corte
a
un falsificador preso,
y
ya traigo en mi bolsillo
las
pruebas para perderlos.
¡Una
ocasión, una sola¡
y
el triunfo mañana es nuestro!
PEPITA
(De
prisa) Tres días más de privanza
y
nos salvamos. Se han hecho
a
Francia proposiciones
para
la paz, en secreto;
tiene
orden el emisario
de
alcanzarla a cualquier precio,
y
en ese plazo se espera
que
llegue el consentimiento.
CORREGIDOR
(Con
rapidez)
Corra
usted a ver al duque
y
que al Rey, sin perder tiempo,
le
diga que la República
un
embajador expreso
le
manda y la paz nos pide,
por
un poco de dinero.
PEPITA
¡Es
verdad!...
CORREGIDOR
Yo
voy en tanto,
a
ver si en la casa encuentro...
PEPITA
¡Las
velas de esos devotos!...
CORREGIDOR
¡Los
cirios para su entierro!...
(Suenan
las diez)
ESCENA II
Dichos
y la Ciega, apresurada..
CIEGA
¡Gran
señora!...
PEPITA
¿Qué
sucede?...
CIEGA
Las
diez están dando y temo
que
llegue el señor Abate,
o
acaso algún manto negro,
y
puedan ver a vuecencia?
PEPITA
¡Corregidor,
vamos presto!...
CIEGA
¿Por
qué puerta?...
CORREGIDOR
Por
ninguna.
PEPITA
Quédate
aquí: ya saldremos.
(Suenan
palmadas: una sola y después dos juntas)
CIEGA
¡La
señal!...
PEPITA
¡Puedes
abrirles,
y
para todos silencio!...
(Vanse
por la segunda puerta de la derecha)
ESCENA III
La
Princesa, el Abate, el Capitán y Goya.
La
Ciega abre la puerta; aparece por el primor bastidor de la izquierda y por
delante de la taberna, una litera con cortinas cerradas, conducida por el Abato
y Goya; el Capitán va detrás; entran en la casucha: a una seña del Abate, vaso la
Ciega, sale de la litera la Princesa y colocan el mueble al fondo.
ABATE
Carga
tan dulce y ligera,
tragimos
de mil amores.
PRINCESA
NO
merezco yo, señores,
tales
pajes de litera.
ABATE
Si
nada hay que pese tanto
como
un cruel remordimiento,
aún
pesa menos que el viento
la
mujer que es nuestro encanto.
GOYA
¿Abate,
que no te enmiendes?...
CAPITAN
Vete
ya a lo convenido.
PRINCESA
¿Pero
a dónde me han traído?...
GOYA
A
la Casa de los Duendes.
PRINCESA
(Sobresaltada)
¡Dios
mío!... ¡y estamos solos!...
GOYA
Entre
sus ruinosos muros
podemos
hablar seguros:
pronto
vendrán los Manolos.
CAPITAN
Nadie
aquí te necesita (Al Abate)
y
tiempo no hay que perder,
conque
te puedes volver
al
baile de la Pepita.
ABATE
No
obréis sin contar conmigo.
PRINCESA
Vaya
usted, que yo respondo.
ABATE
Reconocer
quiero a fondo
el
campamento enemigo. (Vase por la calle)
GOYA
¡Hable
usted por Dios, Princesa!...
PRINCESA
¡Al
Rey pude ver al fin!...
GOYA
¿Y
estudiaba el violín?
PRINCESA
No
barnizaba una mesa.
CAPITAN
¡Hay
paciencia que resista!... (Furioso)
PRINCESA
¡Tan
Bueno!... ¡tan indulgente!...
GOYA
¡Es
un músico excelente!...
PRINCESA
Pero
es mejor ebanista. (Con tristeza)
Con
acento acongojado
y
con profunda emoción,
al
Rey le pedí el perdón
de
ese valiente soldado.
Afligido
también él,
aunque
olvidando su trono,
me
respondió «le perdono
si
lo consiente Manuel.»
CAPITAN
¡Ira
de Dios!... (Furioso)
GOYA
Ten
cachaza,
que
empezando estás ahora.
PRINCESA
«Señor,
dentro de una hora,
es
fusilado en la plaza,»
le
dije al Rey, que del suelo
levantóme,
ya vencido,
y
que enjugó conmovido
mi
llanto con su pañuelo.
GOYA
Cuando
los guardias llegaron,
gritando,
¡perdón!... ¡perdón!...
no
hubo frío un corazón:
todos
los ojos lloraron.
CAPITAN
Desde
entonces, con afán
dos
nombres Madrid aclama;
el
del Rey y el de una dama:
¡la
Princesa de Luzán!...
PRINCESA
Fecundas
fueron, señores,
las
lágrimas que he vertido;
que
a mi palacio he subido
por
una alfombra de flores.
GOYA
Es
de gratitud la bella
expresión
de un pueblo entero.
CAPITAN
Desde
el grande al pordiosero,
todos
tienen parte en ella.
GOYA
Y
aún falta más todavía,
porque
a la fiesta inmediata,
dará
a usted gran serenata
toda
la Manolería.
PRINCESA
Quiero
que ustedes lo eviten:
temo,
por graves razones,
que
tales demostraciones
a
la camarilla irriten.
GOYA
¿Qué
importa?... ¡Tal vez se entierra
esta
noche su poder!...
CAPITAN
El
Rey ya debe saber
el
estado de la guerra.
PRINCESA
Amigos
míos, no creo
tal
ventura para España:
presumo
que les engaña
a
ustedes su buen deseo.
Y
aunque esperanzada estoy,
aunque
su ilusión comparto,
todo
lo ve Carlos cuarto
por
los ojos de Godoy.
Carlos
es Rey sin reinar,
porque
ha dejado perder
la
costumbre del poder
por
el placer de cazar.
Si
bondadoso y clemente,
es
tímido, irresoluto,
y
España paga tributo
a
su espíritu indolente;
Rey,
que olvidando su raza,
por
causas que no penetro,
ha
trocado su real cetro
por
su escopeta de caza;
Así,
cuando me mandó
que
los despachos leyera
y
con noble actitud fiera
tantos
desastres oyó;
cuando
amenazando a Francia,
y
de cólera lloroso,
le
vi recorrer furioso
a
grandes pasos la estancia,
creí
lograr mis esfuerzos,
viendo
al Rosellón partidos
generales
entendidos
y
vigorosos refuerzos.
Mas
todo recurso en él,
fue
gritar como un vasallo:
que
monte un guardia a caballo
y
llame pronto a Manuel.
CAPITAN
(Furioso)
¡O cesa tanta mancilla,
o
la Patria se derrumba!...
GOYA
(Cogiéndolo
del brazo)
Esta
noche, abrimos tumba
a
esa infame camarilla!...
CAPITAN
¡Para
eso vine yo aquí!...
Pronto
estoy: ¡mi vida inmolo!...
GOYA
¡No
se salva ni uno solo!
¿Quieres
saber cómo?...
CAPITAN
Sí.
PRINCESA
(Interponiéndose)
¡Nada
de sangre!... ¡qué horror!...
No
conspiremos con saña,
que
para salvar a España
cualquier
camino es mejor.
¡Fácilmente
se destruye!...
ustedes
serán cabeza,
y
dirán al pueblo: empieza;
mas...
¿quién le dice: concluye?
El
Rey a su mismo lado
tiene
el mal, pero está ciego,
y
no podéis hacer fuego,
porque
el trono es un sagrado!...
Y
por males que lloréis,
nunca,
jamás se redimen
con
el oprobio del crimen
que
mató a Luis dieciséis.
GOYA
¿Entonces?
(Con desesperación)
PRINCESA
(Al
Capitán) Al Escorial
hoy
Carlos cuarto ha partido,
y
para usted le he pedido
Un
salvoconducto real. (Dándosele)
Si
a usted le ve, si le escucha
pintar
con vivos colores
los
estériles horrores,
de
la mortífera lucha,
tal
vez logre usted la hazaña
de
encender su indignación.
¡El
rey tiene corazón!...
¡Tal
vez salvemos a España!...
CAPITAN
Lo
que importa más, señora,
que
llegue a Su Majestad,
es
la voz de la verdad,
que
apenas oyó hasta ahora.
Lo
que la nación demanda,
es
la verdad en su oído,
que
un vil destierro ha valido,
al
noble conde de Aranda.
Que
llegue a saber el Rey
lo
que el rumor ya publica,
que
en España se trafica
con
su honor y con la ley.
Que
por saciar los deseos
de
una belleza no casta,
se
hace pública subasta
de
los más altos empleos.
Que
si recursos no arbitra
una
cortesana en boga,
hace
vender una toga
o
subastar una mitra.
Que
el enemigo reacio,
mortal
de nuestro país,
no
hay que buscarle en París,
sino
en su propio palacio.
Que
la sangre y los tesoros
de
España, sólo sustentan
a
los que al pueblo alimentan
y
educan con Pan y toros.
Que
sólo su voz augusta
aún
puede salvar a España,
concluyendo
una campaña
impolítica
e injusta.
Y
que jamás Dios auxilia
al
Rey que su patria inmola,
vertiendo
sangre española
por
agravios de familia. (Pausa)
Si
yo, capitán oscuro,
tan
ardua empresa acometo
sin
lograr mi noble objeto,
me
fusilan de seguro.
A
tan alta empresa aspira,
con
el poder de su labio,
sólo
un héroe o un sabio
incapaz
de la mentira.
Un
gran hombre, sólo uno,
fue
para intentarlo audaz:
¿quién
de seguirle es capaz?...
Ningún
español, ninguno.
PRINCESA
¡No
busque usted cortesanos!...
Mas
si uno ha habido, habrá dos;
que
aún vive, gracias a Dios,
don
Gaspar de Jovellanos.
GOYA
¿Y
olvidará sus injurias?...
¿su
destierro a Salamanca?
¡Nadie,
señora, le arranca
de
su retiro de Asturias!...
PRINCESA
¡Si
yo le pudiera ver,
conmigo
a Madrid vendría:
si
me escuchara, tendría
seguridad
de vencer!...
GOYA
¿Usted
arriesgarse?... ¡No!...
PRINCESA
Pues
buscares necesario
un
atrevido emisario,
que
le sepa convencer.
CAPITAN
Yo.
Discípulo
suyo fui
en
las aulas de Alcalá
y
aún de mí se acordará.
PRINCESA
(Con
satisfacción)
¿Luego
usted se atreve?...
CAPITAN
Sí.
PRINCESA
¡Solo
no!...
GOYA
Con
diez Manolos.
CAPITAN
Mucho
abultan; no es prudente.
Guando
más, con mi asistente:
bastamos
dos hombres solos.
Esta
misma noche parto.
PRINCESA
Dios
haga que don Gaspar
sea
el ángel tutelar
de
España y de Carlos cuarto.
ESCENA VI
Dichos
y El Abate apresurado por la calle. —Trae laves para abrir la puerta de la
casucha.
ABATE
¡Ya
se ha salvado la patria
Atención
y punto en boca.
GOYA
¿Hay
novedades?
CAPITAN
¿Qué
ocurre?
PRINCESA
¿Explique
usted?...
ABATE
Voy,
señora.
¡Ya
no vendrán los franceses!...
¡España
vuelve por su honra!...
Ya
la política es grande
y
nuestros esfuerzos sobran.
PRINCESA
(Con
efusión)
¡El
rey atiende a mis súplicas!
GOYA
¡Habla,
que el gozo me ahoga!...
ABATE
El
palacio de Pepita
es
chico y las salas pocas
para
contener la gente
que
ahí acude y se amontona.,.
Grandes
proceres, magnates,
espadas,
mantos y togas,
ilustres
covachuelistas
y
en fin, la nobleza toda,
de
la favorita invaden
la
mansión deslumbradora,
que
el motivo es poderoso
y
antiguos rencores borra.
La
indignación es unánime,
temible
y justa la cólera,
nobilísima
la causa,
las
consecuencias dudosas.
Ya
sabréis que Pepe-Hillo
esperanzas
muy remotas
ofrece
de vida…
CAPITAN
(Impaciente)
¡Acaba!...
ABATE
Que
las más altas señoras
turnan
velando al herido;
que
está llena de carrozas
la
calle de Canta Ranas;
que
una guardia de valonas
contiene
a la muchedumbre
que
a su vivienda se agolpa;
que
la misma Reina manda
un
jinete de hora en hora,
por
las últimas noticias
de
una salud tan preciosa;
que
van duquesas descalzas
hasta
el santuario de Atocha,
y
de cirios tiene un bosque
la
Virgen de la Paloma;
y
en fin, que si Pepe-Hillo
se
nos muere y se remonta
a
la mansión de los héroes,
borracho
de fama póstuma,
España
vestirá luto
y
el Ebro será una gota
para
el torrente de lágrimas
que
habrá por tierra española.
Pues
bien: presuman ustedes
en
tal estado las cosas,
el
efecto que produce
al
estallar como bomba,
una
noticia increíble,
que
deja a Madrid atónita.
De
un expediente formado
con
rapidez asombrosa,
que
se empezó esta mañana
y
ya de mil pliegos consta,
resulta
que un tío Gallón,
que
los toriles custodia,
tomó
ayer de una tapada
en
esa taberna próxima,
un
bolsillo, como precio
de
una traición alevosa,
y
echó un toro castellano
a
Pepe-Hillo. La nombran
a
usted como de ese crimen
principal
instigadora,
de
acuerdo con Jovellanos,
con
la idea tenebrosa
de
matar la tauromaquia.
GOYA
¡Qué
absurdo!
PRINCESA
Nada
me importa.
ABATE
Se
ha mandado a su palacio
una
guardia de valonas,
para
prevenir del pueblo
cualquier
explosión de cólera.
CAPITAN
¡Infames!
ABATE
Y
a Jovellanos,
embajador
se le nombra
en
Rusia, para alejarle,
con
la orden perentoria
de
embarcarse en la Coruña,
sin
plazo, excusa, ni prórroga.
PRINCESA
(Con
desaliento)
¡Nada
ya que hacer nos resta!
GOYA
(Con
energía) ¡Sí... tomar venganza pronta!
(Música)
GOYA
Aunque
usted, Princesa noble;
se
prosterne ante mis pies,
no
desisto de mi empeño
ni
me hará retroceder.
Ahí
están los enemigos
de
mi patria y de mi Rey,
y
ocasión tan venturosa
no
volvemos a tener.
CAPITAN
Sí
mi vida pide España,
yo
mi vida le daré:
esos
son sus enemigos,
no
el ejército francés.
¡Junta
está la camarilla
y
dudar es perecer!
¡Sangre
a voces pide España!..
Y
esa sangre hay que verter.
(Dándose
la mano)
ABATE
(A
la Princesa)
Y
lo harán como lo dicen,
que
a los dos conozco bien:
el
muchacho es un demonio,
y
el pintor aragonés.
El
palacio de Pepita
son
capaces de encender,
cuando
lleguen los Manolos
del
Barquillo y Lavapiés,
PRINCESA
Pues
que no hay otro camino
ni
esperanza de vencer,
de
salvar a nuestra patria
cualquier
medio aceptaré.
¡Mas
con sangre de españoles
vuestras
manos no manchéis!.
La
venganza es un delito,
que
jamás conduce al bien.
CAPITAN
¡Justicia,
señora!...
GOYA
¿Justicia,
no más?
PRINCESA
¿Y
cómo?
GOYA
¡Silencio...!
ABATE
No
hay nadie.
GOYA
¡Escuchad!...
Entre
el patio de esta casa
y
ese próximo jardín
del
palacio de Pepita,
y
por bajo del pretil,
una
bóveda hay oculta
y
mandada construir
para
el culto de una Venus,
cuyo
templo se halla aquí.
PRINCESA
¡Es
posible!...
(¡Nos
ahorcan!...)
CAPITAN
Continúa.
GOYA
Pues
oíd.
Ciérrala
de yedra un muro
de
este lado, y por allí
a
una estufa de cristales
va
la bóveda a salir.
CONJUNTO
ABATE
Pues
ya por asalto
me
toman la casa...
si
el golpe fracasa,
nos
mandan ahorcar.
GOYA
El
golpe le damos
nosotros
dos solos
y
algunos Manolos,
que
voy a buscar.
CAPITAN
El
golpe le damos
nosotros
dos solos
con
esos Manolos
que
vas a buscar.
PRINCESA
¡Tomar
por asalto
de
noche su casa!...
Si
el golpe fracasa,
perdidos
están.
GOYA
Voy
en busca de mi gente.
CAPITAN
Ve
con Dios: te espero aquí.
ABATE
En
salvando a mi Tirana,
nada
tengo que pedir.
CONJUNTO ANTERIOR
PRINCESA
¡Que
Dios les proteja!...
GOYA
y CAPITAN
¡Perdidos
están!...
ABATE
¡Nos
mandan ahorcar!...
(El
Abate vase por la calle: Goya por el interior de !a casa)
ESCENA V
La
Princesa y el Capitán.
(Hablado)
PRINCESA
Esta
mansión solitaria,
me
aterra!...
CAPITAN
¡Dios
nos apoya!...
PRINCESA
¡No
acompañe usted a Goya
en
su empresa temeraria!
CAPITAN
Señora,
el estrecho espacio
de
una corta galería,
nos
separa de la orgía
que
bulle en ese palacio.
Nadie
el triunfo nos disputa
y
a lograrle nos provoca
la
saturnal torpe y loca
de
una corte disoluta.
PRINCESA
Los
males que a España afligen
tienen
hondo el manantial.
¿Qué
hará usted matando el mal,
si
no destruye su origen?...
¡Teñirse
en sangre las manos!...
¡Su
patriotismo le ofusca!...
Lo
primero es ir en busca
de
don Gaspar Jovellanos.
CAPITAN
Por
la fe de caballero,
que
antes de rayar la aurora,
salgo
de Madrid, señora,
y
arde esa casa primero.
PRINCESA
¿Y
si halla muerte cruel?... (Suplicante)
CAPITAN
¡Por
mi patria doy la vida!...
PRINCESA
Caballero,
usted olvida (Altiva)
que
yo soy su coronel. (El Capitán se cuadra)
Si
el capitán Peñaranda
a
mi súplica no accede,
desobedecer
no puede
al
superior que lo manda.
CAPITAN
Desde
que en Italia un día
la
vi a usted en el convento,
un
amor hacia usted siento,
que
raya en idolatría.
Pensé
que tanta hermosura
y
tan bella juventud,
tendrían
por ataúd
una
perpetua clausura.
Pensé
que era tumba angosta
para
la hija de España,
que
levanta en tierra extraña
un
regimiento a su costa.
Y
al jurar, puesto de hinojos,
en
sus manos mi bandera,
como
las hachas de cera,
lloraban
también mis ojos.
No
me volví a separar
de
aquella emblema sagrada,
por
esas manos bordada,
sino
próximo a espirar.
Rota
del plomo extranjero,
pero
triunfante la vi,
y
envuelto en ella caí
moribundo
y prisionero.
Dios
al débil no abandona
y
soñé ver una dama,
orando
al pié de mi cama
del
hospital de Bayona.
Vi
un ángel junto a mi lecho,
bajo
forma de mujer,
y
llanto sentí caer
como
bálsamo en mi pecho.
Mi
mente febril y loca
me
pintaba con delicia
el
rostro de una novicia,
envuelto
en su blanca toca.
Certidumbre
o frenesí,
ilusión
o realidad,
el
ángel de la piedad
ha
sido usted para mí.
Puede
usted juzgar ahora:
por
gratitud, por amor,
por
deber y por honor,
mi
vida es de usted, señora,
Pero
la patria me grita
que
sucumbe si obedezco,
y
hacer pavesas ofrezco
el
palacio de Pepita.
PRINCESA
¿Y
si mi súplica abona
aquella
piadosa dama,
que
oraba al pié de su cama
del
hospital de Bayona?...
¿Y
si en decirle consiento
que
el ángel que soñó ver,
era
esa débil mujer
que
conoció en el convento?
CAPITAN
Por
la dicha embriagado
y
anhelante el corazón,
imploraré
mi perdón,
ante
sus plantas postrado.
¡La
diré con voz sumisa,
que
hasta mi sangre la ofrezco:
la
diré que no merezco
ni
aun besar donde ella pisa!...
¡Pero
en esta lucha extraña
que
me obliga a ser traidor
a
mi patria o a mi amor,
no
hay que dudar: vence España!.
PRINCESA
Mi
corazón adivina
que
!a muerte a usted espera,
como
la Virgen no quiera
darle
protección divina.
(Música)
PRINCESA
Este
santo escapulario
que
le voy a dar, (Sacándosele)
fue
colgado a mi garganta
por
Su Santidad;
y
en Sicilia y en Bayona
no
me abandonó jamás.
Teñido
está en sangre
de
un buen capitán,
velado
en el lecho
de
un pobre hospital.
Ya
una vez salvó su vida
y
otra vez la salvará.
(Se
le pone; él de rodillas)
CAPITAN
Cual
depósito sagrado
en
mi pecho siempre irá.
ESCENA VI
(Hablado)
Dichos
y Goya seguido de ocho Manolos embozados, penetra cautelosamente por la puerta
que da al interior. Poco después, el Abate y la Tirana de luto, salen del
palacio de Pepita y entran en la casucha por la calle.
GOYA
(A
los Manolos que se descubren con respeto)
La
Princesa de Luzán,
nuestra
grande protectora,
y
el Capitán Peñaranda,
que
dirige la maniobra.
PRINCESA
¡Dios
ponga tiento en sus manos!...
GOYA
Esta
es mi gente, señora.
CAPITAN
¿Y
sabe a lo que ha venido?
GOYA
Y
a realizarlo está pronta.
PRINCESA
Esperemos
al Abate.
ABATE
Presente,
(Entrando con la Tirana)
CAPITAN
(Con
resolución) ¡Llegó la hora!...
ABATE
Ya
me traigo a mi Tirana;
lo
demás poco me importa.
PRINCESA
(Con
desprecio)
¿Y
en qué se ocupa a estas fechas,
la
aristocracia española?...
ABATE
El
traje de Pepe-Hillo,
empapado
en sangre roja,
sobre
una bandeja de oro,
contempla
la gente atónita.
Sólo
se espera a que llegue
una
altísima persona,
para
partirle en pedazos
que
se han de rifar a onza:
pues
todos tener pretenden
esa
reliquia preciosa,
y
hacer un fondo al herido
que
tanto a su patria honra.
TIRANA
Y
en tanto que así se ocupa
la
aristocracia española,
clon
Ramón de la Cruz Cano,
autor
de trescientas obras,
don
Ramón el sainetero,
como
Lavapiés le nombra,
que
presentir ha sabido
la
comedia filosófica,
y
a Iriarte y Moratin
mostró
una senda gloriosa,
ha
muerto casi olvidado.
PRINCESA
¿Dónde?...
CAPITAN
¿Cómo?...
GOYA
¿Cuándo?...
TIRANA
Ahora;
en
casa de un carpintero,
recogido
de limosna.
(Pausa:
todos so descubren)
GOYA
¡Oh
patria de Pan y toros!...
¡te
reconozco en tus obras!...
¡En
cada pueblo edificas
plaza
de toros suntuosa,
cuando
a Calderón y a Lope
no
das ni una estatua sola!...
TIRANA
Al
saber tan triste nueva,
hemos
cambiado de ropa,
Máiquez,
Rita Luna y yo,
y
con cuatro o seis personas,
de
la fiesta hemos salido;
mientras
la música entona,
y
danzan los bailarines
al
compás de una gavota.
CAPITAN
Manolos
de rompe y rasga,
hombres
de corteza tosca,
pero
con almas abiertas
a
toda acción generosa;
yo,
que vengo perfumado
con
el humo de la pólvora
y
la autoridad que prestan
heridas
que aún sangre brotan,
por
la fe de caballero
y
la cruz de mi tizona,
juro
que no están en Francia
los
males que España llora,
y
que no son los franceses
causa
de nuestras derrotas.
Allí
está la camarilla
que
nuestra patria deshonra.
El
grito de España escucho
y
voy, antes de la aurora,
a
quemar ese palacio
con
el fuego de mi cólera;
|yo,
capitán del ejército,
pero
con sangre manola!
¡Que
me sigan los capaces
de
resolución heróica:
(Las
Manolos sacan de debajo de sus capas, trabucos y escopetas y empiezan a cargar)
quien
se quede, de seguro
no
será mi compatriota!...
PRINCESA
¡Un
momento!... de rodillas!..
y
antes que la sangre corra,
imploremos
de la Virgen
su
protección salvadora:
¡para
la patria justicia!,.,
¡para
ellos misericordia!...
(Todos
se arrodillan. Los Manolos ponen sus armas en el suelo para facilitar luego la
sorpresa)
(Música)
PRINCESA,
CAPITAN, GOYA, TIRANA y ABATE
¡Oh,
reina de los ángeles,
tesoro
de piedad!...
protege
a nuestra patria
y
líbrala del mal.
A
nuestra noble empresa
tu
excelso amparo da:
justicia
y no venganza
queremos
alcanzar.
(El
coro de Manolos repite la plegaria en unión de los demás. Al comenzar la
plegaria anterior se oyen en el palacio los compases de una gaveta: se ven las
parejas de baile por los balcones, y después suenan risas y palmadas; el
Corregidor, seguido de cuatro alguaciles con pistolas que amartillan, sale del
palacio y los coloca con mucho sigilo en las avenidas de las callejuelas)
ESCENA VII
Al
concluir la plegaria aparecen por la puerta interior de la casucha, sorprenden
arrodillados y por la espalda a los Manolos y les desarman, el Corregidor, Alguaciles
y algunos soldados con el General. Sorpresa y sujeción de hombro por hombre: no
ridícula.
CORREGIDOR
(Con
voz de trueno)
En
nombre del Rey mando
Las
armas entregar.
MANOLOS
(Ya
desarmados)
¡Traición....
traición!...
PRINCESA
(Al
Capitán impidiendo que saque su espada)
¡Prudencia!...
GENERAL
La
espada, Capitán.
CAPITAN
¡Soy
libre por mandato
del
Rey!...
(Entregando
un papel que saca del pecho)
GENERAL
(Leyéndolo
y devolviéndole)
En
regla está.
(Al
Corregidor)
Es
un salvo conducto,
que
tiene el sello real.
CORREGIDOR
(Señalando
al suelo y a un papel que él mismo tiró antes)
¿Y
qué papel es ese?
¡alzadle!...
¡venga acá!...
¡El
cuerpo del delito!... (Leyendo)
Excepto
el Capitán,
en
nombre del Rey prendo
a
todos los demás.
PRINCESA
(Adelantándose
con altivez y descubriéndose)
¿También
a mi?...
CORREGIDOR
(Escandalizado)
Señora,
¿Vuecencia
en tal lugar?...
(Con
solemnidad)
La
arresto en su palacio,
por
su alta dignidad.
PRINCESA
¡Soy
dama de la reina!...
CORREGIDOR
Tratada
como tal
será
la nobilísima
princesa
de Luzán.
(Quitándose
el sombrero: todos le imitan)
Traed
una litera.
CAPITAN
(Tirando
de la espada)
¡Señora,
basta ya!...
CORREGIDOR
¿Qué
es esto?
PRINCESA
(Conteniéndole)
(¡Usted
nos pierde!...
Prudencia,
Capitán!...)
(Llevando
al Capitán a un lado y aparte)
Como
usted no quede libre,
a
la corte no vendrá
don
Gaspar de Jovellanos,
esperanza
única ya.
El
valor alcanza mucho,
la
prudencia mucho más:
no
pensemos en nosotros,
en
España hay que pensar.
ABATE
(Aparte
al Corregidor)
Como
a mí y a la Tirana
no
nos deje usía en paz,
probaré
que a Pepe-Hillo
ha
intentado asesinar.
Contaré
que por mis trampas
a
Romero hizo nombrar,
y
otros sapos y culebras
de
su inflexibilidad.
TIRANA
Como
nuestra Princesita
no
contenga al Capitán,
hacer
pueden con nosotros
una
gran barbaridad.
Y
si Dios no lo remedia,
esta
torta cuesta un pan:
el
presidio o el destierro
elegir
podemos ya.
CONJUNTO
Doña
Pepita, Damas y Caballeros, que habrán salido con sigilo del palacio y habrán espiado
por la celosía de la casucha.
DOÑA
PEPITA, DAMAS y CABALLEROS
¡Oh,
qué peregrina historia
hemos
sorprendido ya!...
En
la Casa de los duendes
infraganti
han ido a dar
con
la virgen Princesita
y
un bizarro Capitán!...
¡já...
já… já!...
¡Oh,
qué historia tan bonita
vamos
todos a contar,
de
la virgen Princesita
y
un bizarro Capitán!...
¡já...
já... já!...
PRINCESA
Como
usted no quede libre, etc.
CAPITAN
Como
yo no quede libre,
a
la corte no vendrá
don
Gaspar de Jovellanos,
esperanza
única ya, etc.
GOYA
Como
tú no quedes libre, etc.
ABATE
Como
a mí y a la Tirana, etc.
TIRANA
Como
nuestra Princesita, etc.
MANOLOS
Como
nuestra Princesita, etc.
CORREGIDOR
(AI
general) A la cárcel irán todos
a
pensar mejor su plan,
y
nosotros a palacio
a
ver a Su Majestad.
Yo
seré grande de España
y a
usted, bravo general,
le
dará doña Pepita
un
buen mando en Ultramar.
GENERAL
A
la cárcel irán todos
a
pensar mejor su plan,
y
nosotros a palacio
a
ver a Su Majestad.
Si
usted caza la grandeza,
yo
no me quedaré atrás,
dándome
doña Pepita
un
buen mando en Ultramar.
(En
la casucha) ¡Vamos ya!... ¡vamos ya!...
(Fuera
de la casucha)
¡Já!...
¡já!... ¡já!...
¡Já!...
¡já!... ¡já!...
(La
Princesa entra en !a litera y so la llevan escoltada: todos desaparecen por
distintos lados para despejar pronto la escena —Los que salieron del palacio
vuelven a él con el Corregidor. —Quédase solo en la casucha el Capitán,
abatido, quo cierra la puerta, se pone un capote blanco militar con mangas y
esclavina y queda pensativo. —Sigue una música sorda durante la siguiente.
ESCENA VIII
El
Capitán solo en la casucha: suena un silbido: ciérrase la taberna. El Ciego y
el Santero aparecen por una callejuela y atisban por la ventana de la casucha; monta
luego uno en otro, y apagan el farol de la Virgen. — Después, el Pregonero del
Pecado Mortal.
CIEGO
¡Aquél
es!...
CAPITAN
¡Ya
!e conozco!...
CIEGO
Con
capote militar.
¡Ten
cachaza y hasta el puño!...
SANTERO
¿Y
si marcha por atrás?
CIEGO
Es
perdido. De él me encargo,
si
por arriba se va.
(El
ciego va a esconderse en el callejón de la Virgen. El Santero desaparece por el
bastidor derecha)
CAPITAN
¡Todos
presos, perseguidos,
tenerlos
que abandonar
y
abandonar la Princesa!...
¡Esto
es demasiado ya!...
«No
pensemos en nosotros,
en
España hay que pensar.»
¡Tales
sus nobles palabras
han
sido; en mi pecho están!...
¡Mi
caballo y Dios me ampare,
en
busca de don Gaspar!...
(Saca
dos pistolas de los bolsillos del capote, las examina con precaución y las cuelga
del cinturón. Sale de la casucha, y el Santero le corta el paso tiritando de
miedo)
SANTERO
¡Caballero,
una limosna!...
¡Tenga
por Dios caridad!...
¡Siento
hambre y siento frío!
CAPITAN
(Dándole
una moneda y tocándolo la mano)
¡Infeliz!...
helado está!...
Tíreme
usted de esta manga,
mi
capote vóile a dar:
¡yo
soy joven y soy fuerte!...
(El
Capitán se vuelve de espaldas al mendigo y este le tira de la manga con la mano
izquierda mientras con la derecha saca una navaja, la abre con los dientes y al
asestarlo un golpe alevoso, aparece por el pretil el pregonero de la
introducción gritando y tocando la campanilla.—Ensayar mucho esta escena; que
lo tire primero de una manga y luego de la otra; que el hermano del Pecado mortal
esté viendo al asesino y al llevarse éste la navaja a los dientes, lance aquél
el pregón y salga fuera.—Si no hay precisión, no hay verdad)
PREGONERO
«¡Para
el pecado mortal!»...
SANTERO
(Cayendo
de rodillas)
(¡Oh,
perdón... ¡perdón, Dios mió!..)
PREGONERO
«Una
limosna, quién da.»
(Desaparece
por el lado opuesto)
CAPITAN
(Volviéndose
sorprendido)
¿Qué
es eso?
SANTERO
Nada,
un desmayo...
CAPITAN
(Acabándose
de quitar el capote y poniéndosele al mendigo)
¡Pobre!...
¡la debilidad!...
(Vase
por delante de la taberna)
SANTERO
¡Es
un anuncio divino!...
¡Huyamos!...
¡huyamos!...
(Se
dirige al fondo)
(Grito
agudo) ¿Ah?...
(Voz
sofocada)
¡socorro!...
¡favor!... ¡me matan!...
(El
ciego escondido, lo sale al encuentro tras de la esquina y lo mata debajo de la
Virgen)
PREGONERO
(Lejos)
«¡Para el pecado mortal!...»
CORREGIDOR
(Acudiendo)
¡Pronto!...
¡Aquí los alguaciles!
PREGONERO
«Una
limosna, quién da.»
(Salen
alguaciles con faroles y examinan el muerto.—Damas y caballeros a los balcones
del palacio, preguntando a grandes voces:)
¿Qué
es eso? ¿qué es eso?
CORREGIDOR
¡No
es nada!... un soldado muerto.
Puede
el baile continuar.
FIN DEL ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
Salón
del palacio de la Princesa de Luzán, —Los muros de ambos lados y del frente,
cubiertos con los famosos tapices de Goya.—A la izquierda del espectador,
puerta disimulada en primer término; a derecha una puerta.—Al fondo, rompimiento
de un gran arco, y más allá de éste, ancha azotea y balaustrada de
piedra.—Arboles, tejados, torres y cielo en lontananza.—Es de día.
ESCENA PRIMERA
El
Abate, paseándose de un lado a otro de la escena, con las manos atrás y muy
preocupado. —Dos grupos de Damas con pañuelo en mano, aparecen por el fondo por
lados diferentes.
INTRODUCCION MUSICAL
PRIMER
GRUPO
¡Señor
Abate!...
SEGUNDO
GRUPO
¡Señor
Abate!...
ABATE
¡Señoras
mías!...
TODAS
¿Será
verdad?...
PRIMER
GRUPO
¡Que
la Princesa se mete monja!...
SEGUNDO
GRUPO
¡Que
en las Descalzas va a profesar!..
PRIMER
GRUPO
(Pañuelos
a los ojos) ¡Oh!...
SEGUNDO
GRUPO
(Pañuelos
a los ojos) ¡Ah!...
TODAS
¿Tantos
encantos, tanta belleza,
en
la clausura van a parar?...
ABATE
(Enjugándolas
las lágrimas con su pañuelo)
Seductoras
criaturas,
no
más perlas derraméis,
que
aunque llene mi pañuelo,
quien
las compre no hallaré.
PRIMER
GRUPO
¡Hable
usted!...
SEGUNDO
GRUPO
¡Hable
usted!...
TODAS
Porque
el llanto en nuestros ojos
no
podemos contener...
¡Eeeeeeeeeeeh!...
(Llanto
general ruidoso)
ABATE
Yo
soy la gaceta
de
toda la villa,
la
corle se humilla
ante
mi poder.
¿Tendría
yo excusa
si
nuestra Princesa
entrase
reclusa,
cuando
nada sé?...
Niego
en conclusión
que
pueda entrar monja
sin
saberlo yo.
En
prueba de lo cual
hago
una cuarteta (Trenza)
por
punto final.
TODAS
Vemos
con dolor
que
el señor Abate
está
en un error.
Ya
en los altares arden los cirios,
llena
de gentes la iglesia está
y
en los umbrales de este palacio
hay
dos carrozas de casa real.
ABATE
¡Ah!...
¡ya!...
TODAS
Aquí
a la Virgen, novia de Cristo,
la
están vistiendo traje nupcial:
dentro
de un hora sale del mundo
a
donde nunca debe tornar.
¡Ah!...
¡Ah!... (Pañuelos)
ABATE
¡Ah!...
¡ya!...
(Ardid
de la Princesa,
sin
duda debe ser;
no
entiendo una palabra,
mas
yo la ayudaré)
¡Ya
que es inútil seguir negando
lo
que no ignora nadie en Madrid,
confirmo
—a ustedes—que la—Princesa
(Sollozos
entrecortados)
será
—profesa—hoy mismo—sí!...
TODOS
(Llanto
general) ¡liiiiiih!...
{Tantos
encantos, tanta belleza,
en
la clausura van a parar!...
¡Ah!
¡Ah!...
ELLAS
(Transición
adelantándose)
(¡Una
rival de menos
y
un pretendiente más!..)
ABATE
(No
entiendo una palabra
de
esto que va a pasar)
TODOS
(Pañuelos)
¡Ah—Ah—Ah—Ah!
(Vanse
las damas por donde entraron .—El Abate se dirige con precipitación a la
izquierda, primer término; da tres golpecitos y aparece la Tirana)
ESCENA II
El
Abate y la Tirana.
(Hablado)
ABATE
(Llamando)
¡Rosario!....
TIRANA
¡Abate!...
ABATE
(Cogiéndola
del brazo) Responde:
¿y
la Princesa?
TIRANA
¿Por
qué
preguntas
con tal empeño?
ABATE
¡Porque
hacen la voz correr
de
que hoy entra en las Descalzas
y
es mentira!...
TIRANA
(Con
tristeza) ¡Verdad es!...
ABATE
(Furioso)
¡Fuego
de Dios!... ¿Lo has callado?...
TIRANA
Por
orden suya callé;
temía
que lo evitarais.
ABATE
(Desesperado)
¡Pero esto no puede ser!..
TIRANA
Sí,
por desgracia: en Sicilia
un
año novicia fue
y
en convento de igual orden
a
profesar va, merced
a
una dispensa del Papa.
ABATE
¡Ah...
TIRANA
Por
la última vez,
el
honor he pretendido
de
servirla: yo calcé
en
suave chapín de seda
esos
tan mimados pies,
que
van mañana, desnudos,
los
claustros a recorrer;
yo,
de rosada batista
cubrí
su nítida tez,
que
la más ruda estameña
habrá
luego de envolver;
yo
he prendido sus cabellos,
que
hoy mismo cortar veré... (Llorando)
ABATE
¿No
hay esperanza?...
TIRANA
Ninguna:
su
testamento hizo ayer,
dejando
todos sus bienes
a
los pobres.
ABATE
¿Pero
qué
extraordinario
suceso
la
ha podido resolver
a
que se sepulte en vida?
TIRANA
En
su palacio se ve
perseguida
y arrestada
y
presos están también
nuestros
partidarios todos;
ya
Jovellanos tal vez
se
ha embarcado para Rusia,
pues
nada se sabe de él
ni
del Capitán tampoco;
y
en fin, recuerda que al pié
de
la Casa de los Duendes...
ABATE
¡Rosario!
TIRANA
Muerte
cruel
dieron
a un hombre la noche
en
que el Capitán se fue...
y
han enterrado el cadáver
sin
poderle nadie ver...
ABATE
(Aterrado)
¡Oh, qué idea!... ¡es espantosa!
TIRANA
¡Abate,
piénsalo bien!
La
Princesa, antes que todo,
no
es política, es mujer;
puede
estar enamorada,
y
muerto puede estar él...
ABATE
¿Y
por simples conjeturas,
imposibles
de creer,
nuestra
gran causa abandona,
que
es la de España también?
Ella,
protectora ilustre
del
buen Meléndez Valdés,
de
Moratín y Cienfuegos;
ella,
la amiga más fiel
de
Aranda y de Campomanes;
la
que con noble altivez
tiene,
entre tanta miseria,
el
valor de defender
a
Floridablanca preso,
y
con invencible fe,
el
santo amor a la patria
logra
en todos encender,
renunciar
no puede al mundo
por
su voluntad, lo sé,
ni
se hace esposa de Cristo,
para
no servirle bien.
TIRANA
¡Tienes
razón... aquí existe
un
tiránico poder
que
la lleva al sacrificio!
El
jardín es un cuartel
de
valonas y corchetes:
una
tenebrosa red
la
envuelve y nos la arrebata.
ABATE
Y
la prueba mayor es
que
habiendo prendido a todos,
desde
cabo a coronel,
a
tí y a mí, a los rancheros,
nos
han dado un puntapié.
TIRANA.
(Quedando
pensativa)
¡Ese
desprecio me irrita!...
ABATE
¿Te
irrita?... ¡pues véngate!... (Pausa)
TIRANA
(Arranque
súbito)
Más
pronto de lo que piensas...
Abate,
¿sabes por qué
todos
los grandes talentos
que
sois de España honra y prez
a
esa camarilla infame
aún
destruido no habéis?
ABATE
No.
TIRANA
Porque
ignoráis que al mundo
lo
gobierna la mujer..
Más
milagros en política
que
el genio y la intrepidez
hizo
un beso dado a tiempo
o
un llanto oportuno.
ABATE
¡Bien!
Olvidaba
que eres cómica.
TIRANA
Y
buena; lo vas a ver.
Esos
que, a decir del vulgo,
lograron
cegar al Rey,
esos
monarcas postizos,
que
envueltos en oropel
al
corral de las comedias
concurren
alguna vez,
y
tiembla el degolladero
y
la cazuela en tropel
se
levanta por mirarlos,
y
me aplauden con desdén
llamándome
comedianta
de
tragedia y entremés,
porque
mi trono es la escena
y
mi corona un laurel,
en
mi camarín me ofrecen
oro
a cambio de honradez.
¡Oh!...
¡los hombres siempre adoran
a
las que mentimos bien.
ABATE
¡Zambomba!
(Dando un respingo)
TIRANA
¡Sospechas
viles,
las
mato así: mírame!
ABATE
¡Perdona!
TIRANA
(Con
misterio) Yo tengo cartas,
que
son capaces tal vez
de
herir en lo más profundo
el
alma de otra mujer.
ABATE
No
comprendo.
TIRANA
(Deprisa)
Escucha: a Goya,
le
dejan libre después,
para
pintar los retratos
de
nuestros Reyes.
ABATE
¿Y
qué?
TIRANA
El
Rey vestido de caza;
la
reina con guardapiés
y
monillo: tiene antojo
por
el traje que saqué
anoche
en las Castañeras,
y
se le voy a poner.
En
los bolsillos del traje
puede
hallar algún papel:
las
mujeres son curiosas,
y
si le llega a leer,
no
entra monja la Princesa
ni
es ya más vasallo el Rey,
o
Rosario la Tirana
hoy
deja de ser quien es...
ABATE
Pues
corre, y que Dios te ayude...
TIRANA
(Con
desprecio) Y tú, ¿qué piensas hacer?
ABATE
Cada
cual por su camino,
veremos
quién vence a quién.
Si
el pobre Goya está preso,
a
Goya relevaré;
que
soy, aún antes que Abate,
manolo
de buena ley,
Por
ranchero me han tenido
y
general voy a ser...
TIRANA
(Con
desprecio)
¡Sí:
general cortesano!...
ABATE
¡General de Lavapiés!
(Se
echa atrás el sombrero y sale por un lado del fondo: la Tirana por el opuesto. —Queda
la escena sola)
ESCENA III
Goya,
embozado, entra por la puerta secreta, reconoce el terreno y hace entrar luego
a Jovellanos, también embozado.
GOYA
(Indicando
la primera puerta izquierda,)
Señor,
aquella es su cámara.
¡La
Virgen a usted nos trae,
cuando
todo está perdido!
¡Don
Gaspar, llega usted tarde!
JOVELLANOS
Aún
no.
GOYA
¡Por
su vida tiemblo!
No
nos ha visto entrar nadie,
ni
esa escalerilla oculta
los
mismos criados saben:
mas
si a descubrirle llegan...
JOVELLANOS
No:
los grandes criminales
cuando
se ven perseguidos,
se
refugian en la cárcel;
el
asilo más seguro
que
España ha podido darles.
GOYA
¿Y
el Capitán?
JOVELLANOS
Asaltados
por
cuatro o seis miserables
a
las puertas de la corte,
él
se empeñó en que salvase,
aun
a costa de su vida,
el
objeto de mi viaje
GOYA
¡Alma
noble y generosa!...
JOVELLANOS
Para
empeñar el combate,
yo
desarmado era inútil,
y
mi deber, escaparme.
Si
le dejé peleando,
¡Dios
no puede abandonarle!...
GOYA
¡Oh!...
si ha muerto, a la Princesa
no
la hará desistir nadie!
JOVELLANOS
¿Le
amaba?
GOYA
¡Sí!
JOVELLANOS
¡Pobre
niña!
¡no
perdamos un instante!
¿Verás
al Rey ahora mismo?
GOYA
Señor,
para retratarle,
me
han levantado el encierro.
JOVELLANOS
Es
necesario que le hables
y
le des esos papeles.
(Goya
los enseña en el pecho)
GOYA
¡La
Reina estará delante!
JOVELLANOS
No
importa: ha de ver en ellos,
con
pruebas incontestables,
que
entre los cien cortesanos
que
han conseguido cegarle,
hay
quien promete a Inglaterra
vender
las Islas Baleares;
quien
con la patria especula,
hasta
hacer la oferta infame
de
dar la orilla del Ebro
a
los franceses rapaces;
quien
el tesoro de España
en
París mismo reparte,
para
lograr ser un día
Príncipe
de los Algarves.
Ten
valor y ten prudencia
y
harás que todo se salve,
o
no queda a Carlos cuarto,
nada
español en su sangre!
(Vase
Goya corriendo por el fondo izquierda. —Jovellanos, embozado, llama a la puerta
de la Princesa y ésta sale)
ESCENA IV
Jovellanos
y La Princesa.
JOVELLANOS
(Llamando)
¡Señora!.., ¡señora mía!...
PRINCESA
(Retrocede
asustada)
¿Quién
es usted?... (Reconociéndole)
¡Don
Gaspar!...
JOVELLANOS
(Descubriéndose
y quitándola de la cabeza la corona blanca de flores) ¡Que viene para mandar que
usted profese otro día,
PRINCESA
¿Y
el Capitán?
JOVELLANOS
(Con
embarazo) No le he visto.
PRINCESA
(Llorando)
¡Murió en aquella asechanza!...
(Resueltamente)
Señor, mi última esperanza
es
desposarme con Cristo.
JOVELLANOS
¡No!...
¡que la patria nos grita
y
es santa, después de Dios!
¡Hoy
España, de los dos
más
que nunca necesita!
¡La
pide fe inquebrantable
pero
fuera de un convento!
PRINCESA
¡Es
tarde ya!
JOVELLANOS
¡No!
PRINCESA
(Con
energía) ¡Mi intento,
es
santo, es irrevocable!
JOVELLANOS
¿Para
esto vine hasta aquí?
(Pausa)
Por si el capitán viviera,
¿me
da usté un plazo siquiera
de
veinte y cuatro horas?
PRINCESA
Sí.
JOVELLANOS
Oigo
ruido en aquel lado.
PRINCESA
(Sobresaltada)
¡Entre usted pronto, señor!
JOVELLANOS
¿En
dónde?
PRINCESA
En
mi tocador.
(Ocultándolo,
primera puerta izquierda, y cerrando con llave)
que
yo le dejo encerrado.
ESCENA V
La
Princesa, confusa y sonrojada al volverse y hallar a Doña Pepita, que la ha
visto cerrar precipitadamente.
PEPITA
(¡Allí
hay alguien!... Desconfía
y
ante la puerta se clava!...)
PRINCESA
¡Ah
señora!... yo ignoraba
que
usted también fuera espía.
PEPITA
No
me ofenda sin oírme.
PRINCESA
Quien
así se atreve a entrar...
PEPITA
De
usted no pensé lograr
que
quisiera recibirme.
PRINCESA
¡Y
penetró por sorpresa!...
¿Qué
tiene usted que decir?
PEPITA
Yo
me vengo a despedir
de
usted, señora Princesa.
Si
no puedo ser su amiga,
imploro
perdón y olvido
para
quien de usted ha sido
la
más mortal enemiga.
PRINCESA
Siempre
la memoria pierdo,
si
ofensas ha de guardar;
no
he menester perdonar
injurias
que no recuerdo.
PEPITA
¡Oh,
gracias!... y aunque atrevida,
concédame
otra merced.
PRINCESA
¿Cuál?
PEPITA
Acompañar
a usted
en
su eterna despedida.
PRINCESA
Mañana
estará a mi lado,
si
mañana al claustro voy.
PEPITA
(Estupefacta)
¿Qué dice usted?...
PRINCESA
Que
por hoy
de
propósito he mudado.
PEPITA
(Con
aturdimiento) ¡La nobleza castellana
y
el clero esperando están!
PRINCESA
(Calma)
Pues como vienen, se van
y
pueden volver mañana.
PEPITA
¡Cuando
a hablar así se lanza,
tiene
planes temerarios;
usted
y sus partidarios
no
han perdido la esperanza!
De
la discordia la tea
quieren
encender audaces,
porque
ignoran que las paces
se
han firmado en Basilea.
PRINCESA
¡Dando
al francés por ganancia
un
pacto de vida y muerte,
que
a nuestra patria convierte
en
vil sierva de la Francia!
PEPITA
¿Sabe
quién tan sin disfraz
nuestra
privanza repudia,
que
ya el Duque de la Alcudia
es
Príncipe de la Paz?
PRINCESA
¡Y
se que a la par se manda
a
un castillo confinado,
por
haberla aconsejado,
al
noble conde de Aranda!
Si
al patriota y al valiente
el
Rey paga con rigores
y
reserva los honores
para
el torpe o delincuente,
cuando
la injusticia venza
vendrá
un día necesario
en
que un timbre nobiliario
será
un padrón de vergüenza.
PEPITA
Eso
con mayor espacio
lo
podrá en el claustro ver:
usted
ya, no puede ser
dama
de honor en palacio.
PRINCESA
¡Basta
ya, señora mía!
PEPITA
O
usted sus votos pronuncia,
o
firma usted su renuncia:
la
misma Reina me envía.
PRINCESA
¿Y
me destituye?
PEPITA
Sí.
PRINCESA
(Con
desprecio) ¿Por semejante emisario?
PEPITA
¡Sucumbir
es necesario!
PRINCESA
¿Dónde
está la prueba?
PEPITA
(Saca
un papel) ¡Aquí!...
¡Pronto...
que esperando están!
¡Piense
que mucho le importa!
(La
Princesa lee y rompo el papel)
PRINCESA
¡Antes
la mano se corta
la
Princesa de Luzán!...
(Vase
por el fondo de la izquierda)
ESCENA VI
Pepita,
sola: a los cuatro versos, el Corregidor y el General, por el fondo.
PEPITA
¡Y
se va!... ¡Sola me deja
con
desprecio soberano!... (Con cólera)
¡Y
en vez de lograr vengarme,
ni
aun humillarla he logrado!...
(Va
al foro, hace una señal con el pañuelo y llegan el Corregidor y el General, por
el foro de la derecha)
CORREGIDOR
¿Qué
ha ocurrido?
PEPITA
Que
no existe
de
vencerla medio humano.
GENERAL
Uno
a las manos nos viene.
A
las puertas del palacio,
los
padres del monasterio,
fundación
de antepasados
de
la señora Princesa,
reclaman
con celo santo
entrar,
para prepararla
a
su religioso estado.
CORREGIDOR
¡Que
pasen!
PEPITA
Quizá
la venzan.
(Vase
el General)
CORREGIDOR
Si
no, yo sabré lograrlo.
PEPITA
Espere
usted. (Deteniéndole)
CORREGIDOR
¿Qué
motivo?...
PEPITA
La
comunidad aguardo.
ESCENA VII
Dichos,
el Abate disfrazado de prior de la comunidad, en el fondo. Después de sus primeros
versos, entra l» comunidad acompañada del General. Vienen en ella Pepe-Hillo, Costillares
y Romero. Luego la Princesa.
ABATE
Deo
gratias et pax vobiscum.
PEPITA
La
mano, padre. (Besándosela)
CORREGIDOR
(Idem)
La mano.
ABATE
Frater meus et sor or mea.
(Al
fondo llamando)
¡Eh!...
colistivis, hermanos.
(Al
Corregidor y Pepita)
Les
digo en latín que entren,
que
no entienden castellano.
(Entra
la comunidad, dos a dos, echando la bendición al Corregidor y Pepita, que so
van luego)
(Música)
GENERAL
Padres
reverendos.
sírvanse
esperar.
porque
a la Princesa
ya
mandé avisar.
UNOS
Venga
en paz.
OTROS
Venga
en paz.
TODOS
Nuestra
protectora
hoy
va a profesar,
y
a auxiliarla viene
la
comunidad.
GENERAL
Bien
está.
Bien
está.
CORO
Antes
que sus votos
llegue
a pronunciar,
bendecirla
quiere
la
comunidad.
GENERAL
Aquí
está.
Aquí
está.
(Entra
la Princesa sorprendida)
CORO
(Bendiciéndola)
¡In
nomine Patri et Filio et Espíritu Santo!
GENERAL
(Vase)
Quedan en paz.
CORO
(Yéndose
al fondo)
Que
Dios le acompañe,
señor
General.
PRINCESA
Padres
venerandos,
sírvanse
decir
con
qué objeto vienen,
qué
esperan de mí.
CORO
(Con
misterio, adelantándose y transformándose)
¡Sí,
Sí!...
Señora
Princesa:
con
un solo fin
tan
solo venimos:
salvarla
o morir.
(Descubriendo
las armas)
Armados
estamos,
y
fuera de aquí,
si
usté da la seña,
están
otros mil.
PRINCESA
¡Por
Dios!... ¡Por la Virgen!
Nos
pueden oír.
LOS
TRES TOREROS.
¡Cudiao
no hay denguno,
najemos
de aquí!
Uzía
no es monja,
o
ze arde Madrí.
ABATE
(Sacando
dos pistolas de las mangas)
¡Usted
no profesa,
estando
yo aquí,
sin
que antes armemos
la
de San Quintín!
PRINCESA
¡Por
Dios! ¡Por la Virgen!
¡Nos
pueden oír!...
CONJUNTO
CORO
Señora
Princesa, etc.
TOREROS
Cudiao,
no hay denguno, etc.
ABATE
Usted
no profesa, etc.
PRINCESA
¡Por
Dios! ¡Por la Virgen! etc.
ABATE
(Al
fondo) Prudencia, Manolos,
que
no estamos solos,
y
ya en las narices
me
da el General.
(Pasa
el General por el fondo)
(Bendiciéndola)
In
nomine Patri et Filio et Espíritu Santo.
Bendecirla
quiere
la
comunidad.
ABATE
(Frailes
con trabuco
se
lo contarán)
PRINCESA
Dios
me ayudará.
TODOS
No
profesará,
mientras
no profese
por
su voluntad.
(Hablado)
ABATE
¡Señora,
si usted es víctima
de
un ensañamiento inicuo,
por
usted estamos todos
hasta
morir, decididos!
PEPE-HILLO
Por
uzía a Cachirulo
no
le han pegao cuatro tiros
y
ez mu juzto que paguemos
como
hombres agradecíos.
En
cuanto er zeñor Abate
fue
a mi cama y me lo dijo,
er
chupetín me he prantao
y
a mi gente he reunió,
que
aunque la jería le duele
no
es ingrato Pepe-Hiyo.
COSTILLARES
¡Ni
Costiyares tampoco!
ROMERO
¡Ni
Romero!
PRINCESA
¡Amigos
míos,
sólo
por ustedes tiemblo!
ABATE
Estamos
bien prevenidos
y
aquí tenemos corrientes
los
útiles del oficio.
PEPE-HILLO
¡Y
donde eztamos nozotro
naide
la toca atrevió
a
la zuela de er zapato,
ni
mira con malo cliso
a
eze pedazo de gloria,
que
denguno za comió!
PRINCESA
¡En
nombre de Dios, prudencial
ABATE
¡Que
vienen!... (Desde el fondo)
PEPE-HILLO
Puez
al avío!...
(Transformación:
fingimiento)
ESCENA VIII
Dichos,
el Corregidor, luego Pepita, el General y Alguaciles: dos de éstos traen un cesto
grande que colocan en el centro de la escena. —Después el Capitán, fuera. —Coro
de Señoras.
CORREGIDOR
(A
los que le acompañan que so quedan fuera)
¡Esperad!...
—¡Padre guardián!...
ABATE
Pax
tibi.
CORREGIDOR
(¿Va
al claustro?)
ABATE
(¡Ay,
Filius!
¡a
pesar de mis qui tolis,
pecata
mundi ha vencido!...
CORREGIDOR
Bien.
(Ya recurrir es fuerza
a
nuestro postrer arbitrio)
(Manda
el Corregidor entrar a los suyos)
ABATE
¡Cuanto
latín sé, lo he echado!...
¡apúntame,
Pepe-Hillo!...
PEPE-HILLO
(¡Si
zirve el caló!...)
CORREGIDOR
Señora:
habiéndose
cometido
un
horrible asesinato
junto
al pretil fronterizo
a
la Casa de los Duendes,
fugándose
el asesino;
no
habiendo nadie, hasta ahora,
el
cadáver conocido;
recordando
la justicia
que
en el idéntico sitio
vuecencia
y otras personas
fueron
por mí sorprendidos
algunos
momentos antes
de
consumarse el delito,
para
excusar a vuecencia
de
ver el cadáver mismo,
en
nombre del Rey, señora,
la
presento los vestidos
encontrados
en la victima
y
en su propia sangre tintos.
A
ver si vuecencia sabe
a
quién ha pertenecido
un
capote militar,
con
venera y distintivos
del
regimiento que manda
vuecencia,
cual jefe digno.
Cuatro
puñaladas tiene.
Mire
vuecencia.
(Abriendo
el cesto y sacando el capote ensangrentado)
PRINCESA
¡Dios
mío!..
¡Del
Capitán Peñaranda!...
¡Que
el cielo me preste auxilio! (Se sienta)
(Las
damas acuden a socorrerla)
(Música)
Pepita
y el General, (Al Corregidor)
¡Atónitos
nos deja
su
astucia y su talento!
al
fin en un convento
la
vamos a encerrar.
Bien
pronto sin caudillo
sus
deudos y secuaces,
si
no piden las paces,
vencidos
quedarán.
CORRREGIDOR
Atónitos
les deja
mi
astucia y mi talento, etc.
ABATE
Si
crimen tan horrendo
no
tiene su castigo,
la
sangre de mi amigo
por
Dios juro vengar.
El
pecho se me rompe
de
pena y de coraje,
y
arrojo barba y traje
a
la primer señal.
CORO
DE AMBOS SEXOS
Su
pecho desfallece,
su
rostro se demuda,
y
claro está sin duda
que
amaba al Capitán.
La
infame camarilla
no
cabe en sí de gozo.
¡Que
lástima de mozo
y
bravo militar!
PRINCESA
Mi
amor y mi esperanza
en
él cifrado había;
su
muerte fue la mía:
no
quiero vivir yo.
¡En
rígida clausura,
con
celo vivo y santo,
irá
a regar mi llanto
la
tumba de mi amor!
Hoy
mismo y sin demora
haré
mi profesión.
Que
todos me acompañen
por
último favor.
CORREGIDOR
Señora,
nada falta:
ya
tuve previsión,
y
estamos aquí todos
pendientes
de su voz.
ABATE
(Al
Corregidor) Si usía me permite.
la
quiero exhortar yo.
CORREGIDOR
Sí,
padre, la conviene
tan
sabia exhortación.
ABATE
O
usted de ir al convento
desiste
por favor,
p
sacan los trabucos
y
empieza la función.
¡Señora,
por la patria,
que
usted tanto sirvió
y
que aún la necesita
cual
nunca tal vez hoy!...
PRINCESA
¡Que
nadie romper quiera
mi
santa vocación,
porque
es inquebrantable
y
libre como yo!...
Pongámonos
en marcha,
señor
Corregidor.
TODOS
(Marchando
al fondo)
Que
nadie romper quiera
su
santa vocación,
porque
es inquebrantable
y
libre como Dios.
CAPITAN
(Fuera)
Este santo escapulario
que
me dio el amor,
del
puñal de un asesino
mi
vida salvó.
PRINCESA
¡Su
voz!... ¡Cielo santo!.,.
TODOS
(Estupefactos)
¡Es él!...
CORREGIDOR
¡Maldición!...
PRINCESA
(Cayendo
de rodillas en el fondo)
¡Oh,
gracias, Dios mío!...
¡que
aún vive mi amor!.,
¡por
mí se ha salvado
y
a mi me salvó!...
ABATE
(Vase
por la puerta secreta)
(Por
él voy yo mismo!...)
CORREGIDOR
¡En
marcha!...
PEPITA
y GENERAL
¡Sí!...
PRINCESA
¡No!.
¡De
infames traidores
el
plan fracasó!
¡Me
quedo en el mundo
que
aun vive mi amor!
CORO
¡De
infames traidores
el
plan fracasó!
Se
queda en el mundo
que
aún vive su amor.
CORREGIDOR,
PEPITA y el GENERAL.
¡O
usted en el claustro
entierra
su amor,
p
va a un calabozo
de
la Inquisición!
CORREGIDOR
Después
de ser sorprendida
en
un lupanar nefando
cual
la Casa de los Duendes,
quedó
su honor empañado.
Volver
no puede a la corte,
ni
puede entrar en palacio.
No
la queda otro recurso
que
ir a encerrarse en un claustro.
CAPITAN
¡Eso
jamás, que aún aliento!
PRINCESA
¡El
Capitán!... ¡Me he salvado!...
¡Oh,
caballero, almas viles
aquí
me están calumniando!
Dicen
que su honor amengua
una
dama de mi rango
que
en la Casa de los Duendes
sorprendieron
con escándalo.
Usted
que conmigo estuvo,
defenderá
mi recato.
¿Me
juzga bastante honrada
para
hacer suya mi mano?
CAPITAN
¡Debo
a usted más que la vida!
(Tomándosela
de rodillas)
¿Cómo
pagarla?
PRINCESA
Aceptando.
CAPITAN
¿Y
qué para tanta honra
hizo
este pobre soldado?
PRINCESA
Vaya
a decir a la Reina (A Pepita)
que
así las calumnias mato.
PEPITA
Es
que el Capitán no puede
aceptar,
sin propio escarnio,
y
usted oculto allí mismo
tiene
otro amante en su cuarto.
PRINCESA
¡Jesús!
(Corriendo
a ponerse delante de la puerta)
CAPITAN
¡En
nombre del cielo,
déjeme
usted libre el paso!
PRINCESA
¡Imposible!...
(¡Amor y patria
juntos
los pierdo o los salvo!...)
CAPITAN
¡Es
que su honor, que es el mío,
ha
de estar como el sol, claro!
PRINCESA
¡Inocente
soy! (Con altivez)
CAPITAN
Lo
creo,
pero
al mundo hay que probarlo.
PRINCESA
¡No
puedo!
CAPITAN
Abra
usted, señora.
PRINCESA
¡Jamás!
CAPITAN
¿Por
qué me he salvado?
CORREGIDOR
¡Basta
ya!... Por la justicia
a
vuecencia la reclamo,
acusada
como cómplice
de
un horrendo asesinato.
¡Corchetes,
aseguradla!...
CAPITAN
(Sacando
dos pistolas)
¡Al
que se mueva le abraso!...
CORREGIDOR
¡La
guardia!
ABATE
¡Fuera
manteos!
(Arrojan
los hábitos y las barbas y cortan la retirada)
¡Esto
se acabó, muchachos!
CORREGIDOR
¡Qué
miro! (Estupefacto)
PEPE-HILLO
(Sacando
una navaja)
¡Náa,
don Arcarde!
¡que
la mía me ha yegao!
Pa
que me diera mulé,
me
echó un toro casteyano,
y
a pintarle asté un jabeque
voy.
¡Cabayeros, a un lao!...
ROMERO
¡Cítalo
corto, Pepiyo!...
COSTILLARES
¡Descabéyalo,
muchacho!...
(Rebullicio
general. Repique de campanas, cañonazos y gritos fuera pregonando: La Gaceta extraordinaria.
Llega Goya con un papel en la mano. Luego Jovellanos)
ESCENA ULTIMA
Dichos,
Goya, la Tirana y luego Jovellanos.
GOYA
(Con
un papel en la mano)
¡La
Gaceta extraordinaria
con
la paz que se ha firmado!
El
Rey nombra sus ministros
a
Saavedra y Jovellanos.
CORREGIDOR
(Con
alegría)
¡Ya
se embarcó para Rusia!...
GOYA
Don
Gaspar no se ha embarcado...
PRINCESA
(Sacándolo
de la mano)
¡Salud
al sabio ministro
don
Gaspar de Jovellanos!
TODOS
¡Viva!...
JOVELLANOS
¡El
Rey!...
CAPITAN
¡Perdón,
señora!
PRINCESA
¡No
a mis pies, sino en mi brazos!
TIRANA
(¡Abate!)
ABATE
(¿Qué?)
TIRANA
(Yo
cumplí)
ABATE
(Pues
yo atrás no me quedé;
y
a general no llegué
porque
a prior me metí)
JOVELLANOS
¡Hijos
míos, de entre escombros
la
patria hay que levantar:
todos
me habéis de ayudar.
que
son débiles mis hombros!
¡No
basta un ilustre nombre,
ni
el poder de la palabra:
vuestra
dicha no se labra
con
la voluntad de un hombre!
¡Guando
el mal de un vasto imperio
es
tan grave y tan profundo,
sólo
hay remedio fecundo
con
el dolor del cauterio!
¡España,
respira apenas!
¿Sabéis
cómo se levanta?
¡Lavando
ignominia tanta
con
la sangre de sus venas!
Hoy
la paz no me contrista:
el
día que ese cañón
nos
anuncie una invasión
y
una guerra de conquista,
cada
español, buen soldado,
lavará
su propio ultraje
con
heroísmo salvaje
y
España se habrá salvado.
CAPITAN
¿Cómo
la guerra soporta
sin
ejército entusiasta,
ni
jefes?
JOVELLANOS
Los
tiene. Basta
el
gran general ¡No importa!
Ocho
siglos con los moros
supo
luchar y vencer,
la
España que hoy llegó a ser
el
pueblo de Pan y Toros.
¡Dios
a los buenos cristianos
no
abandona en su amargura!
¡El
nos salvará!... os lo jura
don
Gaspar de Jovellanos.
Que
ya es la distancia corta,
vertiendo
sangre y tesoros,
del
pueblo de Pan y Toros
a
la España del No importa.
FIN DE LA ZARZUELA
ADVERTENCIA
A LAS COMPAÑÍAS DE PROVINCIAS
Por
deferencia a los autores y a la .empresa, se encargó mi buen amigo el Sr. Salas
del papel de Pepe-Hillo: sin embargo, llegado el caso de desempeñarle un actor
que no cante, puede sustituirse la pieza musical del acto primero con los
siguientes versos:
CORREGIDOR
¡Pepe-Hillo!...
PEPE-HILLO
Costiyares
me
desasnó pa lidia,
y
he inventao, entre otras muchas,
la
suerte de capea
de
esparda y a la verónica;
y
tanto ha sío mi afán
de
que naide me aventaje
en
mi nobre facurtá,
que
he resebio en mi cuerpo
venlitré
jería ya.
Tres
gitanas me han echao
la
ventura, y a pesá
de
desir que espicharé
de
veintisinco cornás,
lo
mesmo sargo a la plasa
que
si me fuera a estrená.
Mi
maestro ze aconceja
hoy
de mí: no digo más.
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