LA CHULAPONA
Zarzuela en tres actos.
Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw.
Música de Federico Moreno
Torroba.
Estrenada el 31 de marzo de 1934 en el Teatro Calderón de Madrid.
REPARTO (Estreno)
Manuela – Selica Pérez
Carpio.
Rosario – Felisa Herrero.
Emilia – María Luisa Albalá.
Venustiana – Ramona Galindo.
Cantaora – Ascensión Muñoz.
Lolita / Vecina 2ª / Camarera
– Carmen Pérez Carpio.
Concha / Vecina 3ª / Una
chula – Mercedes Salgado.
Ascensión / Una mujer /
Oficiala 1ª – Teresa Yuste.
Una portera / Criada 1º -
María Samperio.
La mujer del aficionado –
Judith García.
La recién casada – Amelia
Lahoz.
Una ama de cría / Camarera 2ª
/ Guadalupe – Carola Hernández.
Oficiala 2ª / Jaleadora 3º -
Matilde Gómez.
Oficiala 3ª – Adela Sánchez.
Oficiala 4ª – Aidé Pérez
Carpio.
Oficiala 5º - Felisa Ramos.
Oficiala 8ª – Teresa Codeso.
Criada 2ª – Corina Pérez
Carpio.
Una morena – Sara Martín.
Una rubia / Una bailaora –
Blanca Montero.
José María – Vicente Simón.
Don Epifanio – Eduardo
Marcén.
Sr. Antonio – José Marín.
Juan de Dios – Manuel
Hernández.
Chalinas – Antonio Riquelme.
Un
ganadero – Vicente Carrasco.
Guardia
1º / Un borracho / Un paleto – Miguel Pros.
Organillero
1º / Un caballero / El maestro Cansio / Invitado 2º - Marcelino Palomo.
Organillero
2º / Un aficionado – Francisco Aznar.
Hombre
1º / Un soldado licenciado / Invitado – Marcelino Hernández.
Hombre
2º / Un chulo / Agustín – Santiago Rodríguez.
El
chico de la taberna – Federico Redondo.
Manolito
– Srta. García.
Un
soldado de caballería / Un guitarrista / Camarero 1º - Rafael Rodríguez.
El
recién casado / Invitado 3º - José Serrano.
Un
sordo – Jesús Fernández.
Soldado
de infantería 1º / El encargado del café – Manuel Larrica.
Soldado
de infantería 2º - Enrique Seva.
Un
sacerdote / Camarero 2º - Juan Verdú.
El
bailaor – José Linares.
Un
parroquiano – Juan Rueda.
Un
mozo de cuerda – Luis Gutiérrez.
El
hijo del aficionado, Vendedoras, Vendedores de la Plaza de la Cebada, Vecinos,
Vecinas, Tratantes del Mercado, Proveedores del Matadero, Clientes del café de
Naranjeros, Invitadas e Invitados a una boda y coro general.
PRIMER ACTO
Obrador
de plancha de Manuela, en el barrio de la Cava. Chaflán, entre el foro y el
lateral izquierdo, donde está la puerta de la calle. En el foro, dos grandes
ventanas abiertas, con reja. En el lateral izquierdo, otra ventana igual y
también abierta. En el lateral derecho, puerta que da acceso a la vivienda. Entre
la puerta y el rincón del fondo, un gran anafe, donde se calientan las
planchas. Delante de las dos ventanas del fondo, una mesa larga, cubierta con
una manta y paño blanco. Trabajan en ella cuatro Oficialas. A la izquierda,
delante de la ventana, otra mesa más chica, igualmente dispuesta para dos Oficialas.
Ambas mesas tienen tablero inferior, donde se colocan, sobre bateas, las piezas
planchadas. Hacia la derecha, un amplio maniquí de mimbre, sobre el que está
montada una enagua almidonada. Al lado, una sillita baja. Entre la puerta de
entrada y la primera ventana del foro, un alto cesto, de donde se extrae la
ropa para planchar. Dos sillas altas en los primeros términos. Las paredes,
empapeladas en tono claro, con pequeñas florecitas rosa y verde. En las tres
ventanas, persianas verdes recogidas, En el rincón del foro derecha, una percha
de tres varas giratorias, con enaguas colgadas. En la puerta de la derecha y en
las tres ventanas, cortinas blancas, con encaje, almidonadas y recogidas a
ambos lados de cada hueco. Por las ventanas del foro y por la puerta se ven: a
la derecha, el final de mercado de la Cebada; a la izquierda, la hoy
desaparecida iglesia de Nuestra Señora de Gracia o de la Veracruz y, en medio,
el trozo de la plazuela de la Cebada que separaba ambos edificios.
Es
por la mañana. Aparecen Rosario y Emilia planchando en la mesa de la izquierda.
Pura, Lolita, Concha y Ascensión, en la del fondo. Se ve a un mozo de cuerda
apoyado en el quicio exterior de la puerta de la calle. Por el fondo, transitan
gentes de varia condición, predominando las de vitola popular. De vez en
cuando, pasa de derecha a izquierda algún mozo cargado con una banasta de verduras
o un fardo de patatas. Por la ventana más próxima a la puerta, se ve un
organillo, que toca un Organillero, mientras otro dirige la mirada a uno de los
balcones de la plaza. Al tercero, que es el Chalina, prototipo de la chulería,
que se dibuja en sus modales presuntuosos, en su pantalón abotinado y ceñido,
en su pañuelo de seda al cuello, en su gorra picarescamente caída sobre un ojo,
en sus chuletas echadas p´alante, en sus botitas de color y en su faz
pulcramente afeitada, se le ve presumir de un lado para otro hasta que, en su
momento, asoma a la puerta del obrador.
(Música)
Introducción
OFICIALAS
«No
cantes más La Africana,
vente
conmigo a Aragón,
que
allí la jota, que es gloria
la
cantaremos los dos.»
ROSARIO
No
cantéis más La Africana,
que
Manuela está al llegar.
Y
la Manuela,
ya
sabéis todas,
que
se enfurruña
por
cualquier cosa.
OFICIALAS
¡Qué
va a enfadarse!
¡Si
es una santa!
ROSARIO
¡Santa
Manuela!
¡Jesús,
qué gracia!
Pronto
veremos
en
los altares
a
la Manuela.
OFICIALAS
Tú
lo que tienes
es
mucha envidia
de
la maestra.
ROSARIO
¡La
tengo envidia!
¡Ja,
ja, ja, ja!
OFICIALAS
Tómalo
a guasa,
pero
es verdá.
ROSARIO
Pues,
al avío,
y
vamos a callar.
CHALINA
(Asomándose
a la puerta)
A
ver si las princesas
del
almidón
suspenden
un momento
la
discusión,
y
a ver si, con la gresca,
se
os ha olvidao
que
no está el organillo
suvencionao.
(Alargando
la mano)
EMILIA
Pero,
¿es que ya no toca?
ROSARIO
Pero,
¿es que se ha cansao?
CHALINA
Pero,
¿es que os sabe a poco,
pa
na que habéis dao?
ROSARIO
¡Jesús,
qué desprendido!
OFICIALAS
¡Rediez,
qué interesao!
CHALINA
¡Me
habéis llegao al nervio
más
delicao!
(Recitado)
(Por
la ventana)
¡Venancio,
dale al manubrio!
ORGANILLERO
1.º
(Dentro)
¿Otra
vez?
CHALINA
¡Es
un capricho!
Luego
dicen… lo que dicen.
(Música)
Mazurca «Las Chicas de Madrí»
CHALINA
Yo,
que con las damas
voy
a contrapelo
cuando
no se achican,
soy
un caramelo
si
me lo suplican.
ROSARIO
Todo
el mundo sabe,
que
eres versallesco,
pero
de camama;
y
en tocante a fresco,
más
que el Guadarrama.
CHALINA
Esas
alusiones
a
mis perfecciones
son
tan elegantes,
que
ya no me veo
tan
feo como antes.
ROSARIO
Yo
no te decía
que
eres feo y chulo,
por
no dar sospechas;
pero
no te adulo
si
tú lo confiesas.
CHALINA
(A
Rosario)
Ven
aquí, a bailar conmigo.
ROSARIO
No
me oprimas la cintura.
OFICIALAS
El
Chalina es un amigo
que
presume de figura.
¡Eso
es agarrar
sin
avasallar!
ROSARIO
A
las chicas de Madrí
les
ciega la ilusión
de
que son
figuras
de biscuí.
Y
presumen por ahí
que
es una bendición,
porque
son
las
chicas de Madrí.
CHALINA
Por
lo chula que eres
picas
tú tan alto,
madrileña
guapa,
que
si no me quieres
me
salto la tapa.
ROSARIO
Ve
a encargar el nicho,
pues
en lo que has dicho,
yo
no salgo ni entro,
salvo
en el capricho
de
ver lo que hay dentro.
CHALINA
Ven
aquí, mala persona.
ROSARIO
Tú
sí que res un tunela.
OFICIALAS
Como
venga la Manuela,
no
va a ser jollín
el
que se va a armar.
¡Tú
y el bailarín
vais
a claudicar!
ROSARIO
¡A
las chicas de Madrí
no
les hace impresión
un
sermón
por
un motivo así!
Y
presumen por ahí
que
es una bendición,
porque
son
las
chicas de Madrí.
OFICIALAS
(Mientras
baila Chalina una vuelta con cada una de las muchachas)
De
una vueltecita,
¡quién
se va a asustar,
cuando
tantas vueltas
son
las que hay que dar,
unas
hacia alante
y
otras hacia atrás;
unas
a destiempo
y
otras a compás!
De
una vueltecita,
¡quién
se va a asustar,
cuando
tantas vueltas
son
las que hay que dar!
ROSARIO
(Mientras
tanto)
Bailando
con las seis
te
vas a marear.
CHALINA
Tengo
un poco
de
tío vivo.
ROSARIO
Lo
suscribo
sin
dudar.
(Vuelven
a bailar juntos Rosario y Chalina)
CHALINA
y ROSARIO
De
la inclusa de Chamberí
publica
la opinión
lo
que son
las
chicas de Madrí.
Y
el chulo pirandón
y
el pollo chachipé,
les
dicen al pasar:
¡Olé!
(Las
Oficialas se van cada una a su sitio de trabajo)
(Hablado)
ORGANILLERO
1.º
(Dentro,
por la ventana)
¡Chalina!
CHALINA
¡Qué!
ORGANILLERO
1.º
Que
qué pongo.
CHALINA
¡Pies
en polvorosa!
ORGANILLERO
1.º
¡Bueno!
Pero
a ver si se te olvida.
CHALINA
Ahí
en la calle Don pedro
os
alcanzo. ¿Tú no ves
que
no estoy perdiendo el tiempo?
Mira…
(Por Rosario), ¡mi novia!
ROSARIO
¡Narices!
CHALINA
¿Has
visto qué pensamiento
me
ha dedicao?
(A
Rosario, acercándose) ¡Rica!
ROSARIO
(Rechazándole)
¡Vaya!
CHALINA
(Al
Organillero)
¿Qué,
te enteras?
ORGANILLERO
1.º
(Haciendo
mutis)
Hasta
luego.
CHALINA
¿Me
vas a querer, u no?
ROSARIO
No.
CHALINA
¿Y
por qué?
ROSARIO
Porque
no quiero.
CHALINA
Eso
es la primera vez
que
a mí me lo han dicho.
ROSARIO
Oservo
que
no sabes distinguir
entre
un pingo y un pañuelo.
CHALINA
¿Quién
es el pañuelo?
ROSARIO
Yo.
CHALINA
¿Y
el pingo?
ROSARIO
Darle
un espejo.
Te
has equivocao, Chalina.
Tú
eres un chulo fullero
que
triunfas con las mujeres
caprichosas,
porque en eso
del
amor existen clases
todavía.
CHALINA
No
comprendo
qué
tiene que ver el caso
con
las témporas de Adviento.
¿Que
yo soy un golfo? Puede.
Pero
vaya, me he propuesto,
si
una mujer como tú
me
ayuda,
dejar
de serlo.
ROSARIO
Y
¿qué tengo yo… especial?
CHALINA
¿Lo
digo como lo siento?
Pues
tienes… un no sé qué,
que
yo no sé; pero creo
que
anda entre los ocho mil
y
los diez mil amadeos.
EMILIA
¡Qué
sinvergüenza!
ROSARIO
¿Tú
has visto?
CHALINA
Pero,
¿tú no ves, tormento,
que
cuando luces el garbo,
todos
exclaman al verlo:
–¡Adiós
rica!– Y ¿tú crees
que
eso es lenguaje poético?
Eso
es que ven a tu madre
que
aquí cobro y allí presto
y,
aunque seas oficiala
de
planchao, saben los téznicos
que
lo eres por ilustrarte;
que
a nadie le estorba un pelo
de
ilustración. ¡Por lo mismo
que
me hice yo organillero!
(Pausa)
Con
que… ¿me ayudas u no?
ROSARIO
¡Vamos!
CHALINA
¿Qué?
ROSARIO
Que…
¡anda a paseo!
(Entra
de la calle, desalado, después de habérsele visto pasar corriendo por detrás de
las ventanas, Don Epifanio. Es un señor de cerca de sesenta años, con barba
canosa, muy descuidada y vestido con ropa muy vieja, americana corta, pantalón
estrecho y, en las posaderas, un remiendo bien visible. Viene destocado)
DON
EPIFANIO
¡So…
socorro! ¡Ma… Manuela!
ROSARIO
¡Don
Epifanio! ¿Qué es esto?
DON
EPIFANIO
¡Que…
que viene!
EMILIA
¿Quién?
DON
EPIFANIO
El
co… co…
ROSARIO
¿El
coco?
DON
EPIFANIO
¡El
cólera!
CHALINA
(Con
suficiencia)
¡Bueno!
DON
EPIFANIO
¡Tu
madre!
ROSARIO
¿Mi
madre?
CHALINA
¡Arrea!
DON
EPIFANIO
¡Esconderme!
ROSARIO
Pase
adentro.
DON
EPIFANIO
No…
que registra… ¡Salvarme!
¿Y
Manuela?
ROSARIO
De
bureo,
por
los Madriles.
CHALINA
(Que
se ha asomado a la calle)
¡Que
viene!
DON
EPIFANIO
(Arrodillándose
suplicando)
¡Por
favor! ¿Dónde me meto?
ROSARIO
Váyase
pa abajo.
DON
EPIFANIO
¡No!
ROSARIO
Y
si no, pa arriba.
DON
EPIFANIO
¡Menos!
CHALINA
Aguarde
usté.
(Coge
el maniquí y, conforme está Don Epifanio en el suelo, lo tapa con aquél.
Simultáneamente se ve, en el fondo, aparecer a Venustiana que cruza de derecha
a izquierda corriendo)
DON
EPIFANIO
¡Atiza,
manco!
(Queda
encogido debajo del maniquí)
CHALINA
Pues,
como os iba diciendo,
hay
la mujer sacacorchos
y
la mujer matasellos…
(Entra
Venustiana. Es una mujer de unos cincuenta años, todavía guapetona y, sobre
todo, bien arreglada. Lleva su buen pañuelo de crespón, sus pendientes, de
muchas luces, sortijas en cuatro o cinco dedos, el pelo negro brillante,
peinado con esmero y en el pecho un buen broche. Al brazo, un cestillo con
bollos. En la otra mano, el hongo de Don Epifanio)
VENUSTIANA
¿Dónde
está?
CHALINA
Por
esas calles.
VENUSTIANA
¿Ha
entrao aquí?
ROSARIO
¡Madre!
VENUSTIANA
Apuesto
a
que la propia Manuela
lo
ha escondido por ahí dentro.
EMILIA
La
maestra no está en casa.
VENUSTIANA
¿Tampoco?
ROSARIO
¡Palabra!
CHALINA
¡Cierto!
VENUSTIANA
Voy
a ver.
(Mutis
por la derecha)
DON
EPIFANIO
(Alzando
la enagua)
¡Si
sabré yo
a
quién le pido el dinero!
CHALINA
Si
va usté a meter la pata,
la
meto yo hasta el chaleco.
VENUSTIANA
(Saliendo)
¡Que
se me haya a mí escapao
ese
tío camandulero!
ROSARIO
Pero,
¿quién?
VENUSTIANA
Don
Epifanio.
¡Maldito
sea el veneno!
(Tira
el sombrero. El Chalina lo coge y con mucho cuidado se lo coloca al maniquí)
CHALINA
¿Le
debe?
VENUSTIANA
Cuarenta
duros.
¡Y
ni intereses le pesco!
Pero,
por éstas, que, ahora,
donde
le pille, ¡le afeito!
CHALINA
Puede
que se lo agradezca.
VENUSTIANA
¡Qué
sofoco!
CHALINA
Tome
asiento,
que
está usté sobrealentá
y
va a caérsele el vello
de
ese lunar… que es un astro
que
se ha trasladao de cielo.
(Se
sienta Venustiana en la silla baja que le ofrece el Chalina, quien a la vez le
coge el cestillo, poniéndolo delante del maniquí)
VENUSTIANA
¡Muchas
gracias! ¡Qué galante!
CHALINA
Aunque
uno es madrileño,
de
vez en cuando se acuerda
de
cómo es lo versallesco.
VENUSTIANA
¡Pompadur!
EMILIA
¡Atiza!
ROSARIO
(Amoscada)
¡Madre!
¿Les
aviso a los bomberos?
VENUSTIANA
Sí,
que hace mucho calor.
CHALINA
Eso
se arregla con esto.
(Saca
un abanico de forma de cigarro puro, lo abre y se lo entrega)
VENUSTIANA
¿Da
buen aire?
CHALINA
¡Que
si da!
Eso
no es aire… es un beso.
ROSARIO
¡Madre!
Pero esa cestita,
¿es
pa que se la llevemos?
(En
este momento, Don Epifanio está apoderándose de un bollo. El Chalina vuelve la
cabeza,
lo ve, procura que Venustiana no lo advierta y, luego, coge el cestillo)
VENUSTIANA
Esa
es otra: ¡la bollera,
que
desde hace mes y medio,
que
la fíe treinta reales,
no
me paga ni los réditos!
Por
lo pronto, me he traído
diecinueve
bollos tiernos.
¡Y
algo es algo!
CHALINA
¿Diecinueve?
¡Dieciocho!
VENUSTIANA
(Cogiendo
el cestillo y recontando con la mirada)
¿Será
penco?
¡Pues
no se ha quedao con uno la tía!
(Levantándose
airada)
CHALINA
(A
Don Epifanio, que, buscando el cesto, le ha cogido un pie)
¡Estése
usté quieto!
ROSARIO
¡Madre!
EMILIA
¡Señora!
CHALINA
(Sujetándola
cuando inicia el mutis furiosa)
¡Señora!
¿Dónde
va usté?
VENUSTIANA
Donde
debo.
Ahora
va a ver esa tía
quién
es Venustiana Recio.
¡Y
que era el más retostao!
CHALINA
¡Vaya
tazto!
(A
Don Epifanio)
¡Buen
provecho!
VENUSTIANA
¡Dejarme
salir, recorcho!
ROSARIO
¡Pero,
madre!
CHALINA
¡Chist!
¡Silencio!
Soltarla.
Yo la acompaño.
VENUSTIANA
¿Usté?
CHALINA
Yo,
que no tolero
que
a usté la falte ni un bollo,
ni
nadie. ¡Estaría bueno!
Tire
p’alante, señora.
VENUSTIANA
Y
¿usté detrás?
CHALINA
Por
supuesto.
Primero,
la reina madre.
VENUSTIANA
Gracias.
(Mutis
satisfecha)
CHALINA
Y,
detrás, el séquito.
ROSARIO
¡Qué
cosas!
CHALINA
(Haciendo
mutis)
Por
la peana se adora al santo, ¡lucero!
(Se
ve a ambos cruzar por el fondo, de izquierda a derecha)
EMILIA
Es
un desahogao.
ROSARIO
¡Qué
golfo!
EMILIA
Y
tu madre, un caramelo.
ROSARIO
¡Qué
raro! Nunca la he visto
así
de dulce.
EMILIA
Lo
creo.
(Levantado
el maniquí)
Vamos,
salga usté a la luz.
DON
EPIFANIO
¿No
volverá?
ROSARIO
Lo
escondemos otra vez.
DON
EPIFANIO
Gracias,
Rosario.
Pero
ahí no.
ROSARIO
Pues
¡hale al fresco!
DON
EPIFANIO
Asormarse
a ver si vuelve.
(A
las Oficialas, dos de las cuales, Pura y Lolita, van a las dos ventanas)
¡Hola,
me ha dejao el sombrero!
(Recogiéndolo
del suelo)
¡Y
dos bollos más!
PURA
¡Don
Epi!
DON
EPIFANIO
¿Qué
pasa?
(Alarmado)
LOLITA
¡Que
ya va lejos!
DON
EPIFANIO
(A
Rosario)
¿Por
qué me tendrá esa tirria
tu
señora madre?
ROSARIO
¡Cuerno!
Y
usté, ¿por qué no le paga?
DON
EPIFANIO
¡Canastos!
Porque no puedo.
Llevo
cesante dos años.
Y
a este condenao gobierno
no
se lo lleva el demonio.
¿Y
Manuela?
EMILIA
Ya
hace tiempo
que
debía estar aquí.
ROSARIO
Se
habrá encontrao al jilguero
de
su novio.
DON
EPIFANIO
¡Tu
maestra…!
¡Esa
sí que es el reverso
de
tu madre! ¡Los cocidos
que
me he metido en el cuerpo!
EMILIA
Usté
y el hermano de ella
la
van a dejar en seco.
(Va
a la ventana)
ROSARIO
Como
que si fuera usté
más
agraciao o algo menos
decrépito,
¡sabe Dios
lo
que mentiría el pueblo!
DON
EPIFANIO
¿Decrépito?
¡Y cuando corro
no
me alcanza un tren expreso!
ROSARIO
Ni
mi madre.
EMILIA
Ya
está aquí.
DON
EPIFANIO
¡Adiós!
EMILIA
Pero
oiga…
DON
EPIFANIO
Ya
vuelvo.
(Mutis,
corriendo, por la izquierda)
ROSARIO
Pero,
¿es verdad?
EMILIA
La
maestra.
ROSARIO
¡Ah,
vamos!
EMILIA
(Acudiendo
a la puerta)
¡Don
Epi! (Yendo a su sitio)
¡Bueno!
¡Ni
que le hubieran plantao
un
cohete en el remiendo!
(Manuela,
que ha cruzado antes por el fondo, aparece en la puerta de la izquierda. Guapa,
limpia, bien plantada, chulapona. Entre los veinticinco y los treinta años.
Pañuelo de crespón. Orgullosa de su peinado. Alegre, feliz)
(Música)
Chotis
MANUELA
Creí
que no venía.
OFICIALAS
Sí
que tardaba usté.
MANUELA
¿Me
habéis echao de menos?
¿Es
que ha venido él?
ROSARIO
Pues,
chica, no ha venido.
MANUELA
Pues,
¡qué se le va a hacer!
Sí
viene a verme el hombre,
mejor
será que esté.
(Rosario
coge una batea de ropa planchada y con mal humor, se mete al interior por la
derecha)
No
se puede dar un paso
por
las calles de Madrí,
sin
que alguna te entretenga
pa
contarte alguna cosa
que
te importa un tanto así.
Y
lo malo es que después,
cuando
libre te dejó,
no
se puede dar un paso
sin
oír a los moscones
que
una lleva alrededor.
OFICIALAS
Eso
pasa cuando pasa
por
las calles de Madrí
una
hembra que merece
que
le alfombren las aceras
con
ramitos de jazmín.
(Música)
Pasacalle madrileño «Como soy chulapona»
MANUELA
Al
pasar por la calle
de
Calatrava,
un
paleto me dijo:
–¡Vaya
una jaca!–
Y
yo entonces le dije
con
mucha sorna:
–¡para
jaca tu madre,
que
es percherona!–.
OFICIALAS
¡Viva
la maestra,
muy
bien contestao!
MANUELA
Aguardar
un poco
que
aún no he terminao.
Porque
vino un guardia,
quiso
intervenir;
pero,
de primeras,
yo
le dije así:
–como
soy chulapona
de
los madriles,
no
me asustan los guindas
ni
los civiles.
Conque,
siga adelante,
con
sus galones,
a
no ser que me busque
porque
mis ojos
son
dos ladrones.
OFICIALAS
El
mejor día,
por
una pega
da
con sus huesos
en
la delega.
MANUELA
Pues
si me prenden
el
mejor día,
ya
irá a sacarme
José
María.
OFICIALAS
La
que tiene un novio
puede
presumir.
¡La
que tiene un hombre,
tiene
un potosí!
Al
cruzar por la plaza
del
Alamillo,
uno
de los que tocan
el
organillo,
me
gritó desde lejos:
–Será
un oprobio
que
una chula tan chula
no
tenga novio–.
OFICIALAS
Ese
está en lo justo,
porque
es la verdad.
MANUELA
Es
lo que al oírle,
tuve
que pensar.
Y
con tanta fuerza
me
lo recordó,
que
me dieron ganas
de
gritarle yo:
–Tengo
novio y le quiero
más
que a mi vida.
Y
si a alguna le agrada,
que
me lo pida.
Pa
decirle que vale
muchos
millones
y
que no se traspasan
los
corazones
que
son felices.
¡Y
que soy chulapona
de
los Madriles!–.
(Hablado)
(Manuela
deja el pañuelo sobre una silla y se pone un delantal y unos manguitos blancos)
EMILIA
Usté
siempre tan simpática.
MANUELA
Los
ojos con que me miras.
¿Qué
os falta de la tarea?
EMILIA
De
lo urgente, esta camisa.
MANUELA
(Asomándose
a la puerta del interior)
Pero
si ya son las doce.
EMILIA
¿Ya
las doce?
MANUELA
¡Andando,
chicas!
LOLITA
A
mí me faltan dos prendas
MANUELA
Vete
tú también Lolita,
que
eso lo remataremos
Rosario
y yo.
(Las
Oficialas se quitan los delantales y los manguitos y entran al interior,
excepto Emilia, que recoge las planchas y las lleva al anafe)
EMILIA
Corre
prisa.
MANUELA
¡Y
se mandará!
EMILIA
¡Cualquiera
se
atreve a contradecirla!
(Aparece
en la puerta el Señor Antonio. Es un hombre de cincuenta años, fuerte,
aplomado. Viste traje de pana con trencilla, sombrero blando, camisa planchada
sin corbata. Usa un buen palasán)
SEÑOR
ANTONIO
Te
atreves… y te la cargas.
MANUELA
¿Tan
fiera soy?
SEÑOR
ANTONIO
(Entrando)
Buenos
días.
MANUELA
Felices,
señor Antonio.
¿Qué,
a recoger a la niña?
SEÑOR
ANTONIO
A
recogerla… pa siempre.
MANUELA
(A
Emilia)
¡Oye!
SEÑOR
ANTONIO
¡Cosas
de la vida!
EMILIA
(Ruborosa)
¡Padre!…
SEÑOR
ANTONIO
¡Que
se casa!
MANUELA
(A
Emilia)
¿Tú?
¡Qué
callao te lo tenías!
SEÑOR
ANTONIO
Pa
octubre; pero hay que hacerle…
¡el
trusó!
MANUELA
¿La
canastilla?
SEÑOR
ANTONIO
(A
Emilia)
¿No
te lo decía yo
que
el trusó es pa señoritas?
Pues…
¡eso! La ropa blanca.
MANUELA
Anda,
mujer.
EMILIA
Voy.
MANUELA
Alivia,
que
tu padre no se puede
entretener.
(Salen
las otras cuatro Oficialas, ya con sus mantoncillos, y cruzan la escena,
marchándose a la calle)
ASCENSION
Buenos
días.
CONCHA
Hasta
luego.
MANUELA
Andar
con Dios.
SEÑOR
ANTONIO
¡Vaya
un cuarteto de birrias!
¡A
tono con la maestra!
MANUELA
¡Cuidado
con José María!
(Mutis
de Emilia, por la derecha)
SEÑOR
ANTONIO
Ya
salió.
MANUELA
Cada
una luce
lo
que tiene.
Antonio
Esa
es la fija. (Pausa)
MANUELA
Estará
usté muy contento.
Señor
Antonio
¡Mucho!
MANUELA
¡Ya
lo creo!
SEÑOR
ANTONIO
(Con
la risa del conejo)
Mira.
Esto
es que me río. ¿Sabes?
MANUELA
Pues
cualquiera pensaría
que
le sienta a usté la boda
como
una purga.
Señor
Antonio
Y
no es filfa.
MANUELA
Pero
el chico, ¿no es cabal?
Señor
Antonio
¡No
le falta ni una tía
pa
hacer de suegra, y que creo
que
va a brear a mi hija!
El
chico es bueno, palabra.
MANUELA
Entonces…
Señor
Antonio
Son
cosas mías.
Me
quedo solo, Manuela;
más
triste que una colilla.
Y
hará un frío por las noches
en
mi casa, que da grima
de
pensarlo.
MANUELA
¿Y
el café?
(Se
pone a planchar a la izquierda)
SEÑOR
ANTONIO
La
parroquia no es familia.
MANUELA
Pues
llévese usté a los chicos.
Señor
Antonio
Si
no fuese por la tía…
Pero
me los llevo… ¿Y qué?
¿Quién
va a mimarme? ¿La Emilia?
¿Con
su esposo y con sus chicos,
cuando
los tenga? ¡Pamplinas!
MANUELA
Le
estoy viendo a usté liao
con
alguna de esas ninfas
del
Café de Naranjeros.
SEÑOR
ANTONIO
Eso
sería mi ruina.
La
formalidá es la brújula
del
negocio.
MANUELA
No
averigua
ni
Dios lo que le conviene.
SEÑOR
ANTONIO
Lo
que a mí me convendría
es
una mujer, así
como…
no sé quién te diga…
MANUELA
Como
la Rosario.
SEÑOR
ANTONIO
Frío;
no me agrada a mí esa chica.
MANUELA
¿Más
vieja?
SEÑOR
ANTONIO
Pero
no mucho.
MANUELA
Así,
de mi edá.
SEÑOR
ANTONIO
Te
arrimas.
MANUELA
Bien
forrada de billetes.
SEÑOR
ANTONIO
Los
tengo ya pa vestirla
de
los pies a la cabeza.
MANUELA
Oiga,
¿y por qué no se rifa?
SEÑOR
ANTONIO
¿Eso
es llamarme borrego?
MANUELA
No,
señor, yo lo decía,
porque…
vamos… porque no
se
me ocurre alguna amiga
a
quien hablarle de usté.
SEÑOR
ANTONIO
Toma.
(Dándole
un espejo que saca del bolsillo)
MANUELA
¿Un
espejo?
SEÑOR
ANTONIO
Tú,
mira.
MANUELA
(Mirándose
en el espejo)
¿Que
me mire?
SEÑOR
ANTONIO
Esa
mujer
es
la ilusión de mi vida.
MANUELA
¡Arrea!
¡Señor Antonio!
Oiga;
pero, ¿es que usté pimpla?
SEÑOR
ANTONIO
¿Es
una sandez?
MANUELA
No
tanto.
SEÑOR
ANTONIO
¡Ah,
vamos! Me tranquilizas.
MANUELA
Es
una barbaridá…
porque
usté… ¡ya no entra en quintas!
(Devolviéndole
el espejo)
SEÑOR
ANTONIO
¿A
ver?
(Mirándose)
Antonio:
explicao.
(Se
guarda el espejo)
MANUELA
¿Qué
hago con José María?
A
usté… no es que le desprecie.
¿Verdá
que usté se lo explica?
SEÑOR
ANTONIO
¡Hombre!
(Se
volviendo a sacar el espejo)
¡Aquí
se explica todo!
No
es como en Caballería.
Perdona,
Manuela. Semos
los
hombres unos gorilas.
¡Plancha!
MANUELA
¡Ya
voy!
SEÑOR
ANTONIO
No,
si digo
que
para plancha, la mía.
EMILIA
(Saliendo
ya arreglada)
Vamos,
padre, cuando quiera.
MANUELA
¿Qué
prisas llevas, Emilia?
SEÑOR
ANTONIO
Vamos,
sí…
MANUELA
(Besando
a Emilia)
¡Que
me convides!
EMILIA
¿Quiere
usted ser mi madrina?
MANUELA
¿Quién
es el padrino?
SEÑOR
ANTONIO
Mangue.
¡Esa
tarde estreno bimba!
MANUELA
Entonces,
con mil amores.
SEÑOR
ANTONIO
Con
uno me bastaría.
MANUELA
¡Qué
señor Antonio!
SEÑOR
ANTONIO
¡Bueno!
¡Y
se me chuflea encima!
Tienes
razón que te sobra.
De
los cuarenta pa arriba…
EMILIA
¡Adiós,
maestra!
(Mutis)
MANUELA
Hasta
siempre.
SEÑOR
ANTONIO
Adiós…
(Desde
la puerta, un poco corrido)
Y
no se lo digas.
(Mutis)
MANUELA
(Yéndose
al fondo a planchar)
¡Qué
buen hombre es este tío!
ROSARIO
(Saliendo
del interior)
Oye,
¿es verdá que hay vigilia?
MANUELA
Vigilia,
no, pero vamos
a
acabar esa camisa
y
esas dos chambras, que son
de
Don Juan y Doña Brígida.
ROSARIO
¿Y
de Doña Inés no hay nada?
MANUELA
No,
mujer.
ROSARIO
¡Siempre
con prisas!
Si
yo fuera la maestra,
se
las planchaba Zorrilla.
MANUELA
Pero,
¿qué es lo que te pasa
que
estás siempre alicaída?
(Poniéndose
a planchar en su sitio)
ROSARIO
¿Quieres
cambiarte conmigo?
MANUELA
Si
se pudiera, querría.
ROSARIO
¡Si
se pudiera!
MANUELA
¡Rosario!
¿Es
que me tienes envidia?
ROSARIO
¿Yo
a ti, de qué?
MANUELA
Me
chocaba.
ROSARIO
Bueno,
¡a otra cosa!
MANUELA
Espabila
y
así que acabemos, vas
a
entregar, y aquí juntitas
comeremos
mano a mano.
¡Y
puede que haya natillas!
ROSARIO
Aquí
estuvo el cocinero;
pero
salió de estampía.
MANUELA
¡Pobre
viejo! No se atreve
a
convidarse y cavila
cada
primor culinario
que
¡a ver quién no le convida
pa
que haga un postre!
ROSARIO
Don
Epi
es
un fresco, que constipa.
MANUELA
¡Eh,
cuidado, que yo le debo mucho bien!
ROSARIO
Perdona,
chica.
(En
la puerta de la calle se presenta José María. Es un joven bien portado; pero de
extracción popular. Tratante del matadero, por ejemplo. Sombrero hongo, traje
de terno, camisa planchada, corbata sin perjuicio de llevar pañuelo de seda
blanco, sin cruzar)
(Música)
Terceto
JOSE
MARIA
¿Se
puede pasar, paloma?
MANUELA
Abierto
está el palomar.
ROSARIO
Si
estorbo, me voy pa adentro.
MANUELA
¡Por
qué tienes que estorbar!
JOSE
MARIA
No
paro ni dos minutos.
Más
tarde ya volveré.
MANUELA
Entonces,
¿pa qué has venido?
JOSE
MARIA
Pues
yo te lo explicaré.
(Entra)
Y
a todo esto, buenos días.
(A
Rosario)
ROSARIO
Buenos
días tenga usté.
JOSE
MARIA
(A
Manuela)
He
venido pa decirte
que
no puedo yo doblar
esa
esquina de la calle
si
no paso a comprobar
que
esos ojos de tu cara
dan
mareos al mirar.
(Volviéndose)
Y
usté perdone, Rosario.
ROSARIO
No
hay nada que perdonar.
MANUELA
Estos
ojos de mi cara,
si
marean yo no sé;
pero
es cierto que te miran
con
más alma y con más fe
que
si vieran a la Virgen
con
el Niño y San José.
(A
Rosario)
Y
tú dispensa, Rosario.
ROSARIO
Ya
he dicho que no hay de qué.
(A
modo de copla y en su faena)
Todas
las chicas del barrio
tienen
la misma desgracia:
todas
presumen de novio,
pero
ninguna se casa.
Y
es porque en la vicaría
hay
una puerta entornada,
con
un letrero que dice:
«No
se admiten joyas falsas».
(A
la vez que lo anterior)
JOSE
MARIA
¡Gitana!
MANUELA
¡Moreno!
JOSE
MARIA
¡Te
adoro!
MANUELA
¡Te
quiero!
JOSE
MARIA
¡Pedazo
de gloria!
MANUELA
¡Cachito
de cielo!
¡Rey
mío!
JOSE
MARIA
¡Sultana!
MANUELA
¡Trolero!
JOSE
MARIA
¡Bocaza!
MANUELA
¡Te
debo la vida!
JOSE
MARIA
¡Te
llevo en el alma!
ROSARIO
¡Cada
uno en lo suyo,
podemos
seguir!
MANUELA
Perdona…
JOSE
MARIA
¡Caramba!
Ya
es tarde pa mí.
MANUELA
¡Qué
cortitos los instantes
que
se pasan junto a ti!
Anda,
niño, pero vuelve
que
te espero siempre así:
aburrida
y afanosa
de
que asomes por ahí.
ROSARIO
¡Caray,
qué fuerte le ha dado!
Ya
no hacen caso de mí!
JOSE
MARIA
Ni
siquiera me despido,
pues
me tienes otra vez,
cuando
pasen seis minutos,
o
a lo sumo nueve o diez,
adorándote,
mi reina,
de
rodillas y a tus pies.
(Al
medio mutis)
¡Y
usté perdone, Rosario!
ROSARIO
¡Jesús,
y qué pesadez!
(Mutis
de José María por la izquierda)
MANUELA
(Acudiendo
a la ventana del fondo más próxima a la puerta)
Le
voy a ver cómo pasa.
ROSARIO
¡A
ver si ha adelgazao!
JOSE
MARIA
(En
la ventana, por fuera. Serio)
Aquí
no me gusta verte.
(Riendo)
¡Asómate
al otro lao!
ROSARIO
La
cosa parece guasa.
MANUELA
(En
la otra ventana)
Le
voy a decir adiós.
JOSE
MARIA
(Apareciendo
en la segunda ventana)
Tus
ojos son dos locuras.
MANUELA
Pues
tuyas serán las dos.
JOSE
MARIA
Y,
a todo esto, adiós, Rosario.
ROSARIO
¡Vaya
usté mucho con Dios!
(Mutis
definitivo de José María)
(Hablado)
MANUELA
¡Me
tiene loca este niño!
ROSARIO
Ya
lo veo.
MANUELA
¿Hay
mejor cosa,
en
la vida, que el cariño?
ROSARIO
¡Cuando
una es tan cariñosa!…
MANUELA
Como
tú eres un sorbete
pa
los hombres.
ROSARIO
No
es verdá.
Pero
no soy un juguete…
y
esa es la dificultá.
MANUELA
¿Es
que no te dicen nada
los
hombres?
ROSARIO
¡Pues
ya lo creo!
¡A
ver si te crees, monada,
que
tú tienes estancada
la
renta del piropeo!
MANUELA
Quise
decirte, mujer,
que
si nunca te ha ganao
el
deseo de querer
a
un hombre bien plantao.
ROSARIO
(Cambiando
la conversación)
Ya
está la camisa.
MANUELA
Aguarda
que
acabe yo mi tarea.
(Rosario
se quita los manguitos y el delantal. Prepara la camisa planchada, uniéndola
después a las dos chambras que Manuela tenía entre las manos y envolviendo todo
en un paño blanco. Todo esto en el curso de la escena)
¿No
te parece que tarda?
ROSARIO
¿Quién,
Don Epi?
MANUELA
¡Ese
chavea!
ROSARIO
¡Pero
chica, asómate!
¡Si
aún irá por el mercao!
MANUELA
¡Cómo
se conoce
que
nunca los ha esperao!
ROSARIO
¡Vaya!
¿Quieres que te diga
por
qué los miro con asco?
¡Porque
los hombres, amiga,
te
suelen dar cada chasco!
MANUELA
Algunos,
sí.
ROSARIO
Te
enamoras
y,
cuando crees que el ladrón
está
en las cuarenta horas…
¡se
está comiendo un tostón,
en
Botín, con dos señoras!
MANUELA
(Cambiando
el tema)
¡Ya
están las chambras, arrea!
Y
vuelve pronto a comer.
ROSARIO
Tráelas.
MANUELA
Coge
una batea.
ROSARIO
No,
que las voy a envolver.
MANUELA
¡Tiene
gracia lo que has dicho!
Si
una hubiera de creerte…
¿José
María es un bicho
de
ese jaez?
ROSARIO
Tendrás
suerte.
MANUELA
Tú
lo has dicho. No me adula
quien
lo grite en la plazuela.
En
eso, no hay una chula
más
feliz que la Manuela.
ROSARIO
Te
caes de ese quinto cielo,
donde
estás, si yo te digo…
Pero
¡pa qué!
MANUELA
Me
da duelo
que
no hables claro conmigo.
¿Qué
me tienes que decir?
¿Es
malo José María?
ROSARIO
¿Malo?
Estoy calva de oír
que
es mejor que la ambrosía.
MANUELA
A
mí, ¿verdá?
ROSARIO
Y
a otras varias.
Hija,
no sé qué las da:
pero
tiene extraordinarias
simpatías.
MANUELA
(Con
cierta guasa)
¿Qué
será?
Vaya,
chica, no caviles.
A
lo mejor, eso es gratis.
Hay
en Madrí muchos miles
de
feas y de locatis.
ROSARIO
En
eso tienes razón.
Bueno,
me voy a entregar.
(Medio
mutis)
MANUELA
Oye…
ROSARIO
Dime.
MANUELA
Ese…
ladrón
¿va
a Botín a merendar?
(Rosario
sonríe)
¡Dímelo
ya de una vez!
ROSARIO
¡Pero
chica…!
MANUELA
¡Hazme
el favor
de
hablarme claro!
ROSARIO
¡Rediez,
aprietas más que un dolor!
MANUELA
¡Habla!
ROSARIO
¿No
es pa entrar en duda
cuando,
siempre al mediodía,
pasa
por aquí, saluda
y
se va a la casquería
de
la calle de la Ruda?
MANUELA
La
casquería es del socio
con
quien trafica y negocia.
ROSARIO
Y
¿con quién es el negocio:
con
el socio o con la socia?
MANUELA
Esa
es una paparrucha
que
estoy harta de escuchar.
ROSARIO
Bueno,
pues… adiós.
MANUELA
Escucha.
¿Los
has visto negociar?
ROSARIO
Manuela:
¡tienes un alma!
MANUELA
Ya
te he dicho que estoy loca.
ROSARIO
¡Bendita
sea tu calma!
(Mutis
a la calle)
MANUELA
(Reaccionando)
¡Maldita
sea tu boca!
(Quitándose
un manguito con rabia, hace mutis por la derecha)
JUAN
DE DIOS
(Asomando
por una ventana)
¡Manuela!
(Por
la otra ventana)
¡Manuela!
MANUELA
(Saliendo)
¿Quién?
JUAN
DE DIOS
Soy
yo.
MANUELA
¡Pues
llegas a punto!
JUAN
DE DIOS
¡Ya
me la he cargao y bien!
MANUELA
¿Qué
has hecho?
JUAN
DE DIOS
Es
que lo barrunto.
(Manuela
se está quitando el otro manguito, luego el delantal. A su tiempo los entra al
interior. Cuando vuelve se pone el pañuelo y se dispone para salir. Entra Juan
de Dios. Unos veinticinco años. Con barba de dos o tres días. Bigote negro y poblado.
Blusa larga, con manchas de pintura. Sombrero hongo. Trae en la mano un bote de
pintor con brochas dentro)
MANUELA
¿A
qué vienes?
Juan
de Dios
Tú
verás…
Hasta
el sábado… ¡boqueras!
Y
tengo dos chicos más.
MANUELA
¿Dos
más?
JUAN
DE DIOS
Dos
más, con paperas.
MANUELA
¡Ah,
creí! Porque con diez
ya
estás bastante apañao.
JUAN
DE DIOS
¿Cómo
diez? ¡Si está otra vez
la
Guadalupe en estao!
MANUELA
¡Buena
coneja ha salido!
JUAN
DE DIOS
Tú
calcula qué horizonte.
MANUELA
Hermano:
estás bien perdido.
JUAN
DE DIOS
Perdido
y con diez de monte.
¿Puedes
darme una peseta?
MANUELA
¿Una
peseta?
JUAN
DE DIOS
Perdona.
Es
que el médico receta
por
cubos la belladona.
MANUELA
Trae
la fórmula. Yo iré
a
adquirirla en la farmacia.
JUAN
DE DIOS
¡Qué
suerte tengo!
MANUELA
No
sé
si
tienes suerte o desgracia;
pero
ya sabes, hermano,
que
en efectivo, ni un real.
JUAN
DE DIOS
Sí,
ya sé que… de verano,
aunque
haga un frío glacial.
MANUELA
Pero
ven acá, bandido.
Cada
primero de mes
¿no
te llevan un pedido
que
lo pago yo después?
¿No
cojo a dos o tres nenes
de
cuando en cuando y los llevo
al
bazar y así los tienes
a
todos con mandil nuevo?
¿No
entro en la zapatería
y
el dueño sale de apuros,
porque
es señalao el día
que
no me dejo diez duros?
¿Qué
más quieres? ¿Dinerito?
¿Pa
tabaco? Perjudica.
¿Pa
los toros? ¡Qué bonito!
¿Pa
presumir? No se explica.
¿Es
que soy un monigote
pa
ti y pa la Guadalupe?
¡Qué
bueno es chupar del bote!
JUAN
DE DIOS
De
este bote, no hay quien chupe.
¡Es
culpa mía, mujer,
que
la Guada alumbre tanto?
MANUELA
¡A
ver si vas a creer
que
es del Espíritu Santo!
Trae
la receta. ¿Qué más
necesitáis?
JUAN
DE DIOS
Si
convidas,
las
judías estofás
siempre
son bien recibidas.
MANUELA
Quédate
aquí mientras vengo.
JUAN
DE DIOS
Tenía
que ir entretanto
al
taller.
MANUELA
Yo
también tengo
que
ir a lo mío y me aguanto.
(Gran
rumor de bronca coreada en la calle. Manuela, que desde el lateral derecha
había iniciado el mutis hacia la izquierda, se para un momento en la puerta. A
su lado acude Juan de Dios)
(Música)
Pelea
MANUELA
¡Mecachis!
¡Qué voces!
JUAN
DE DIOS
Hay
bronca en el tres.
MANUELA
¡La
Venus!
JUAN
DE DIOS
¿La
Venus?
MANUELA
Pero,
oye, ¿no ves?
(Sale
fuera disparada)
JUAN
DE DIOS
¡Escucha,
Manuela!
¡Qué
tunda se dan!
CORO
(Dentro)
¡Que
baile la gorda!
¡Que
baile el cancán!
¡Que
baile el del hongo,
que
lo hace muy bien!
¡Que
bailen, que bailen
los
guardias también!
(Durante
los últimos versos, entran en el obrador: Don Epifanio, sujeto por un Guardia,
de quien quiere librarle Manuela; el Chalina, tratando de separar a Venustiana
de otro Guardia, a quien ella se quiere comer; un grupo de cuatro o cinco Verdulera,
un Mozo de carga y un par de Hombres. Otro pequeño grupo, menos decidido, se
queda en la puerta y sólo avanza, momentáneamente, cuando hay conatos de
agresión entre los protagonistas del episodio. Por último, las tres ventanas se
llenan de curiosos: Hombres, Mujeres y algún Chico)
MANUELA
¡A
ver si no empujamos!
CHALINA
¡A
ver si puede ser!
GUARDIAS
¡A
ver si complicamos
a
todos sin querer!
JUAN
DE DIOS
¡A
ver si el sucedido
se
logra esclarecer!
MANUELA
¡A
ver lo que ha ocurrido!
CORO
¡A
ver si puede ser!
DON
EPIFANIO
Esta
tía tan fiera y tan bruja
es
lo más pegajoso que vi.
VENUSTIANA
Lo
que pasa es que usté es un granuja
que
debe y no paga
ni
al verbo ni a mí.
CHALINA
Yo
creo que tié razón.
Juan
de Dios
A
ver lo que dice aquí.
(Por
Don Epifanio)
DON
EPIFANIO
Que
me fía diez duros cochinos
y
quiere lucrarse
con
cinco por mes.
VENUSTIANA
¡Qué
lucrarme, ni qué cebollinos,
si
no veo ni cinco ni tres!
CHALINA
¡Y
encima no le dará
ni
gracias por su interés!
JUAN
DE DIOS
Que
no puede ser mayor.
CORO
¡Y
que es muy de agradecer!
VENUSTIANA
Ya
le he dicho, veinte veces
que
no puedo renovar;
que
la deuda, si no paga,
no
sé dónde va a llegar.
El
me pide, siempre un día,
pa
arreglarlo de una vez,
y
se pasan un día, dos días,
tres
días, seis días,
diez
días y un mes,
y
el arreglo es que, al cabo de un siglo,
le
pesco en la calle
y
aprieta a correr.
DON
EPIFANIO
(Al
Guardia)
Con
una señora así,
¡a
ver lo que haría usté!
CORO
¡Lo
digno es salir por pies!
(De
ahora en adelante, gran juego escénico, intentando Venustiana pegar a Don
Epifanio e interviniendo cada cual, según su frase, excepto Manuela, que pone
fin al episodio)
VENUSTIANA
¡Y
le voy a matar!
CHALINA
No
se ponga usté así.
VENUSTIANA
¡Y
a los guardias también!
DON
EPIFANIO
No
dejarla venir.
VENUSTIANA
Quite
usté, so melón.
JUAN
DE DIOS
¡Qué
descaro, rediez!
VENUSTIANA
¡Vengan
moros a mí!
DON
EPIFANIO
¿A
que chillo también?
VENUSTIANA
¡Ay,
dejármelo ya!
CORO
¡Que
se maten los dos!
CHALINA
¡Que
se maten, por mí...!
DON
EPIFANIO
No
soltarla, por Dios.
CORO
¡No
se quieren perder!
¡Que
se van a matar!
MANUELA
(Imponiéndose
con la voz y la mirada)
¡Aquí
sólo mando yo!
¡Silencio,
que voy a hablar!
CORO
(Muy
bajito)
La
Manuela lo va a arreglar.
(Hablado)
MANUELA
Lo
primero es que se vayan los fisgones a
comer.
JUAN
DE DIOS
¡Hale!
¡Fuera!
(Obliga
a marcharse a los que irrumpieron y luego se enfrenta con los curiosos de las
ventanas)
¡Fuera,
digo!
¡Los
de las ventanas, eh!
Hagan
el favor, señores.
(A
Manuela)
¿Echo
a los guardias también?
DON
EPIFANIO
¡A
los guardias, no!
MANUELA
Los
guardias
se
van y no hay que temer.
GUARDIA
1.º
¿Y
quién cuida el orden público?
MANUELA
Yo
misma respondo de él.
Y,
además, dentro de casa
es
orden privao.
GUARDIA
2.º
¡Olé!
Artículo
ochenta y cuatro.
Vámonos.
GUARDIA
1.º
Hasta
después.
(Mutis
de los dos Guardias)
VENUSTIANA
(Reventando)
Y
tú, ¿qué es lo que tenías
que
decirme?
MANUELA
Van
a ser
muy
pocas palabras. Creo
que
no llegarán a seis.
¿Cuánto
le debe Don Epi?
Cinco
palabras. ¿Ve usté?
VENUSTIANA
Yo
te contesto con dos.
Cuarenta
duros.
MANUELA
Muy
bien.
Pues
yo los pago.
DON
EPIFANIO
¡Manuela!
¿Puedo
decir ocho o diez?
MANUELA
Usté
se calla.
JUAN
DE DIOS
¿Tú
tienes
cuarenta
duros, mujer?
MANUELA
No
los tengo, ésa es la cosa.
VENUSTIANA
¡Ah,
vamos! Que cobraré
el
día menos pensao.
MANUELA
¡Que
cobrará antes de un mes!
Y,
como a mí no me gusta
que
los plazos se me den,
bajo
mi palabra, espere
que
le extienda el pagaré.
(Mutis
por la derecha)
DON
EPIFANIO
¡Qué
rasgo!
CHALINA
(A
Venustiana)
¡Mi
enhorabuena!
JUAN
DE DIOS
No
lo entiendo.
VENUSTIANA
¿Qué
irá a hacer?
(Sale
Manuela con un mantón de Manila al brazo y lo extiende para que se vea que es
un buen ejemplar)
MANUELA
¿Cuánto
vale ese pañuelo?
DON
EPIFANIO
(Avergonzado)
¡Manuela!
MANUELA
¡Chitón!
JUAN
DE DIOS
¡Rediez!
VENUSTIANA
(Que
ha examinado la prenda con avaricia y en sus propias manos)
Tirao,
vale ochenta duros.
MANUELA
Pues
quédese usté con él,
que
cuando vaya a pagarla,
ya
se lo recogeré.
VENUSTIANA
Manuela,
que entre nosotras
esto
no era menester,
que
yo…
MANUELA
Que
usté se lo guarda
o
hay tiros.
CHALINA
(A
Venustiana)
Tráigalo
usté.
(Le
coge el mantón)
(A
Manuela) Lo decía porque pesa;
pero
yo la ayudaré.
MANUELA
¡Y
ya puede usté seguir
calle
adelante!
VENUSTIANA
Adiós,
mujer.
¿Y
Rosario?
MANUELA
En
un recao,
pero
vuelve.
VENUSTIANA
Dile
que
no
se retrase.
MANUELA
Usté
coma
sin
aguardarla.
VENUSTIANA
¿Otra
vez?
MANUELA
Es
que hoy quiero darme el gusto
de
convidarla a comer.
VENUSTIANA
Buenos
días.
CHALINA
Hasta
luego.
(Mutis
de ambos)
MANUELA
¡Así
se mueran!
JUAN
DE DIOS
¡Amén!
DON
EPIFANIO
¡Manolita,
Manolita!
No
soy digno…
MANUELA
Ya
lo sé,
que
es usté el tío más trasto
que
come pan.
DON
EPIFANIO
Desde
ayer
a
mediodía, he comido
dos
torraos y un cacahué.
MANUELA
¡Hale!
¡A hacer natillas!
DON
EPIFANIO
¿De
veras?
MANUELA
¿Hablo
en inglés?
DON
EPIFANIO
¿De
cuántos huevos?
MANUELA
Hay
cuatro.
DON
EPIFANIO
¡Lo
bien que salen con seis!
(Mutis
por la derecha)
JUAN
DE DIOS
Bueno…
si a mí me lo cuentan
digo
que es fábula.
MANUELA
¿El
qué?
JUAN
DE DIOS
¡Que
a Juan de Dios le discutas
una
peseta, cuando él
es
tu hermano, y a ese tío,
que
es un tío que no es
ni
tu tío, le sacudas
cuarenta
duros!… ¿Por qué?
MANUELA
Te
vas a caer de espaldas.
Porque
es mi padre.
JUAN
DE DIOS
¡Rediez!
Eso
calumnia a mi madre…
MANUELA
¿No
era la mía también?
JUAN
DE DIOS
De
modo que… el sinvergüenza
que
la engañó antes de ser
la
señora de mi padre…
MANUELA
Así
es la vida…
JUAN
DE DIOS
¡Qué
bien!
Y
ahora… ¡a chupar del bote!
MANUELA
El
no sabe lo que sé.
JUAN
DE DIOS
¿Y
a ti te consta?
MANUELA
¡Me
consta!
Y
tú descubre el pastel,
que
te quedas sin pedido
desde
primero de mes.
Y…
¡abur, que va siendo hora
de
averiguar de una vez
si
lo mismo que a mi madre
me
puede a mí suceder!
(Mutis
a la calle y, luego, por el fondo derecha)
JUAN
DE DIOS
¡Manuela!
Pero… ¡Manuela!
¡Maldito
sea el cocrén!
¿Por
qué no será este tío
millonario?
(Sale
Don Epifanio, batiendo huevos en un cazo. Lleva puesto un delantal blanco)
DON
EPIFANIO
¡Sea
usté
probo
y parvo, para verse
con
mandil a la vejez!
JUAN
DE DIOS
Sí,
señor.
DON
EPIFANIO
Amigo
mío,
la
vida es un carrusel…
JUAN
DE DIOS
Si
tuviera, como yo,
diez
hijos que mantener.
DON
EPIFANIO
¡Diez
hijos! ¡Qué disparate!
JUAN
DE DIOS
Y
ocho años que me casé.
Uno
por año: no falla.
DON
EPIFANIO
Esa
suma no está bien.
En
ocho años serán ocho.
JUAN
DE DIOS
Y
dos que llevaba, diez.
Pa
setiembre serán once,
si
no descarrila el tren.
(Entra
Rosario por la izquierda)
ROSARIO
¡Hola!
¿No está la Manuela?
JUAN
DE DIOS
Se
acaba de ir a un quehacer.
ROSARIO
Por
lo que veo, hay natillas.
DON
EPIFANIO
Ya
lo veremos después.
JUAN
DE DIOS
Oye,
tú, ya que has venido,
voy
a llegarme al taller.
ROSARIO
Como
si quieres largarte
al
Congo Belga.
JUAN
DE DIOS
(Dudando)
No
sé.
DON
EPIFANIO
Creo
que quieren poblarlo.
ROSARIO
Eso
dice en el papel.
JUAN
DE DIOS
Pues,
en eso de aumentar
la
población, soy el rey.
(Mutis
izquierda)
ROSARIO
Voy
a aprovechar el tiempo.
(Mete
unas tenacillas en el anafe)
DON
EPIFANIO
Bueno,
¿y se puede saber
de
la leche y del azúcar?
ROSARIO
Venga,
yo se lo daré.
(Mutis
por la derecha)
DON
EPIFANIO
¡Y
Dios quiera que me salgan
mejor
que la última vez!
(Mutis)
(De
derecha a izquierda, cruza por el fondo José María, que luego entra por el
chaflán)
JOSE
MARIA
Manuela…
ROSARIO
(Saliendo)
¡José
María!
¡Cuánto
bueno por aquí!
JOSE
MARIA
¿Se
fue la maestra?
ROSARIO
Sí.
JOSE
MARIA
¿A
dónde?
ROSARIO
A
la casquería.
JOSE
MARIA
Pero
si vengo de allí.
ROSARIO
Vaya
a buscarla si quiere.
JOSE
MARIA
Aquí
la espero mejor.
ROSARIO
Como
usté quiera, señor.
JOSE
MARIA
¡Huy,
señor!
ROSARIO
Si
lo prefiere,
le
llamaré emperador.
JOSE
MARIA
Rosario…
¿me quiere usté
explicar,
si no es secreto,
por
qué con tanto respeto
me
trata siempre?
ROSARIO
¿Por
qué?
No
me ponga en un aprieto.
JOSE
MARIA
Yo
nunca le di motivo
pa
que me dé así de lao.
ROSARIO
¿De
veras?
JOSE
MARIA
Ya
estoy cansao
de
que un sol, siempre tan vivo,
sólo
pa mí esté nublao.
ROSARIO
¡Huy,
qué cosas tan bonitas!
Cállese
usté por favor,
que
una, al oír tanta flor,
se
cree que son palomitas
que
vuelan alrededor.
JOSE
MARIA
Rosario:
me gustaría
que
en mí viera usté un amigo.
¿Qué
le pasa a usté conmigo?
ROSARIO
Perdone,
José María.
De
veras; no se lo digo.
JOSE
MARIA
Pero,
¿por qué ese misterio?
Usté
es una mujer
tan
atractiva…
ROSARIO
¡Hay
que ver!…
No
me lo diga tan serio
que
me lo voy a creer.
JOSE
MARIA
¿Qué
hay entre los dos, Rosario,
pa
que me trate usté así?
¿Recelo?
ROSARIO
(Suave)
No
es por ahí.
JOSE
MARIA
¿Odio?
ROSARIO
(Apasionada)
¡Todo
lo contrario!
(Medio
arrepentida)
¿Qué
pensará usté de mí?
JOSE
MARIA
¡Rosario!
¿Tú…?
ROSARIO
De
mi nombre
olvídate.
Una mujer
no
puede dar a entender…
que
se muere por un hombre
que
nunca la ha de querer.
(Rompe
a llorar y va a tomar asiento en una silla)
(Música)
Dúo-Habanera
JOSE
MARIA
Ese
pañuelito blanco,
mujer,
que
te llevas a los ojos
por
mí,
no
quisiera yo perderlo
jamás.
Dime
que tú
me
lo darás.
ROSARIO
Si
este pañuelito blanco
te
doy,
¿quién
mis lágrimas recoge
después?
Por
favor, no me lo quites,
que
tú no sabes
lo
bueno que es.
JOSE
MARIA
Unos
ojos bonitos,
cuando
lloran de pena,
son
puñales que saben herir
y
matar a traición.
No
me claves la pena
de
esos dos puñalitos…
ROSARIO
Unos
ojos malditos
por
mi loca pasión,
cuando
lloran de pena
son
pedacitos
del
corazón.
JOSE
MARIA
¡Quién
sabe, mujer!
ROSARIO
¡No
lo he de saber!
Este
pañuelito blanco
que
tú
te
querías ambicioso
llevar,
es
quien sabe cuántas veces
sentí
que
este querer
fuera
por ti.
JOSE
MARIA
Es
pañuelito blanco,
mujer,
en
mis manos lo debías
dejar,
por
si acaso alguna cosa
también
le tengo
que
confesar.
(Coge
el pañuelo)
ROSARIO
En
mis ojos quisiera
conservar
tu recuerdo,
como
un sueño olvidado de amor,
que
no pude lograr:
que
no vuelvan en ellos
a
fijarse los tuyos…
JOSE
MARIA
Unos
ojos tan bellos
¡quién
podría olvidar!
No
se olvidan los ojos
que
confesaron
saber
llorar.
ROSARIO
Ese
pañuelito blanco
tal
vez
será
un tormento para mí.
¡Ay,
yo no lo sé!
JOSE
MARIA
Si
es un tormento para ti,
no
me lo des.
(Han
quedado, sin sentir, frente a frente y entrelazados)
(Música)
(Hablado sobre la música)
ROSARIO
Suéltame,
José María.
JOSE
MARIA
¿Y
qué será, que no puedo?
ROSARIO
No
me mires. Me da miedo
esa
mirada tan fría.
JOSE
MARIA
Mírame
tú…
(Ella
le mira y él le da un beso en los ojos. En ese momento, aparece Manuela, detrás
de la ventana)
ROSARIO
Ya
te miro.
MANUELA
¡Jesús,
María y José!
ROSARIO
¿Qué
haces, hombre?
JOSE
MARIA
No
lo sé, que se me ha escapao el tiro.
(Manuela,
que se ha retirado de la primera ventana, aparece cruzando la segunda, con naturalidad
forzada. Ahora la ve Rosario)
ROSARIO
¡La
Manuela!
JOSE
MARIA
¿La
Manuela?
¿Lo
habrá visto?
ROSARIO
¡Sabe
Dios!
(Tose
Manuela ficticiamente para llamar la atención, y luego entra)
JOSE
MARIA
¡Arrea,
y viene con tos!
MANUELA
(Con
naturalidad asustante)
¡Hola
guapo!
JOSE
MARIA
(Aparte)
No
recela.
(A
ella)
¿Qué
hay, bonita?
MANUELA
(Quitándose
el pañuelo)
¡Qué
va a haber!
(A
Rosario, como si no la hubiera visto antes)
¡Ah,
tú aquí! No me he fijao.
A
tu madre me he encontrao,
que
no faltes a comer.
(Rosario
se quita el delantal y los manguitos, que le recoge Manuela, poniéndoselos ella)
ROSARIO
¿Qué
ocurrirá?
MANUELA
Nada,
rica.
ROSARIO
(Yendo
a recoger el pañuelo de crespón)
Cualquier
cosa.
MANUELA
¡Qué
calor
hace
en la calle!
JOSE
MARIA
¡Un
horror!
MANUELA
Y
aquí también, ¿verdá, chica?
ROSARIO
Del
anafe…
MANUELA
Es
un agobio.
(A
Rosario, que ya iba hacia la puerta)
¡Que
te llevas mi pañuelo!
ROSARIO
(Volviendo
a descambiarlos)
Perdóname.
MANUELA
(Cuando
ya está Rosario en la puerta)
Escucha,
cielo.
ROSARIO
¡Qué!
MANUELA
¡Que
te dejas el novio!
(Rosario
baja los ojos y desaparece)
JOSE
MARIA
(Que
estaba junto a la puerta)
¡Manuela…!
MANUELA
¡Así
se me llama!
(Señalándole
la salida, enérgicamente)
JOSE
MARIA
Oye…
MANUELA
¡No
escucho romances!
(Ante
el imperioso ademán de Manuela, se va José María. Ella, con el pico del delantal,
se enjuga una sola lágrima. Siente encima la mirada de él, que se ha parado en la
ventana y reacciona otra vez. Va al anafe, y coge una plancha. José María
aparece en la otra ventana; pero ella no mira, sino que comprueba la plancha
con un dedo mojado y luego se va a la mesa de la izquierda)
¡Me
ocurren a mí unos lances
que
son pa escribir un drama!
(Rompe
a planchar con furia)
TELON RAPIDO
SEGUNDO ACTO
CUADRO PRIMERO
Rincón
de una plazuela del barrio de la Morería. En primer término de la derecha
desemboca una callejuela, que continúa por el último término de la izquierda;
por consiguiente, la línea de sus edificios corta el escenario oblicuamente.
Dichos edificios son dos, separados por otra callejuela, que desemboca
perpendicularmente a la anterior. En el primero de los citados edificios,
contando de derecha a izquierda, hay una taberna con puerta practicable. Sobre
la portada, la muestra, que se supone continúa en la otra fachada, reza así: «11.
Vinos de valde». Sobre la puerta, debajo de la muestra dice: «Petit Botín», y
sobre el escaparate otro letrero: «Casa de comidas». El otro edificio
mencionado tiene portal practicable junto a la esquina que forma con la calle
del fondo. Sobre el portal, el número 13. En el lateral izquierdo del
escenario, fachada de un edificio perpendicular a los dos anteriores: es una
casa de vecindad, con amplio portalón practicable. En el centro de la escena,
una acacia pequeña y, a ser posible, corpórea, que se supone es la última del
andén central de la plazuela, que aparece pintado en el suelo, con su bordillo
de piedra correspondientes. Es por la tarde.
Juan
de Dios, vestido con su traje más viejo, está al pie de la acacia, sentado en
una sillita de tijera, con una guitarra en las manos. Lleva unos anteojos
negros. Colgado al pecho, un cartelito que dice: «De nacimiento». Delante, una
bandeja. Manolito, un chico de ocho o nueve años, hijo de Juan de Dios, aparece
atisbando la esquina del fondo. Don Epifanio examina el escaparate de la
taberna con verdadera fruición. A cada lado de la puerta del establecimiento
vinícola, hay un taburete, que ocupan dos hombres del pueblo con traje
dominguero. De vez en cuando sale y entra el Chico de la taberna. En el portal
de la casa de Rosario, que es la que en el fondo hace esquina, está la Portera,
sentada en el escalón del umbral. A la izquierda, sentada en los lados de la
puerta de su casa, la Vecina 1ª, peinando a su hija; la Vecina 2ª, amamantando
a un chiquillo, y la Vecina 3ª, cosiendo. Hombres y Mujeres hacen entradas y
salidas por las bocacalles y los dos portales visibles. También en la taberna, entran
y salen Hombres.
(Música)
Introducción y Guajira
JUAN
DE DIOS
(Aparece
rasgueando la guitarra y, a poco, se le
salta
una cuerda)
¡Válgame
San Pedro!
¡Ya
me he reventao!
MANOLITO
¿Qué
le ocurre, padre?
JUAN
DE DIOS
¡Que
se me ha saltao!
MANOLITO
Y
es la prima siempre.
JUAN
DE DIOS
¿Tú
no te has fijao
en
que la familia
toda
suele darme
mu
mal resultao?
(Se
pone a arreglar la cuerda, con ayuda de Manolito)
DON
EPIFANIO
(Al
chico de la taberna, que ha salido a servir a los hombres de la puerta)
¿Quiere
usté decirme, joven,
si
esas manos son de cerdo?
CHICO
DE LA TABERNA
¿Es
que no salta a la vista?
DON
EPIFANIO
Es
que ya no las recuerdo.
¿Y
esas magras con tomate?…
CHICO
DE LA TABERNA
¡Pero
si eso es bacalao!
DON
EPIFANIO
¿Bacalao
a la vizcaína?
¡Me
lo había figurao!
Y
se vende…
CHICO
DE LA TABERNA
Por
raciones.
DON
EPIFANIO
¿Es
muy cara la ración?
CHICO
DE LA TABERNA
Dos
realitos.
DON
EPIFANIO
¡Dos
realazos!
¡Gracias
por la información!
(El
Chico entra en la taberna)
JUAN
DE DIOS
Vete,
Manolito,
vete
tú a oservar,
que
si viene el guinda
me
va a espabilar.
No
sé por qué diablos
a
la autoridá
se
le habrá ocurrido
prohibir
ahora
la
mendicidá.
(Manolito
se vuelve a la esquina)
¡Ya
está!
(Después
de rasguear un poco)
¡Olé
ya!
(Empieza
a puntear una guajira. Algunas personas de las que pasan por la calle se le
acercan y le rodean. También Don Epifanio y el Chico de la taberna)
¡Ahí
va una cosa que sé!
En
La Habana hay una casa,
en
la casa hay una niña,
y
esta niña se encariña
con
el primero que pasa.
Y
si él dice con guasa:
«Dame
un besito, mi amor»,
ella
con mucho rubor
hace
como que no entiende…
De
todo esto se desprende
que
en La Habana, hace un calor…
¡Qué
calor!
Toma
el abanico, chico,
que
me mortifico
viendo
los sudores que te dan.
«Dame
el abanico, chica,
porque
el sol ya pica
más
que un alacrán.»
TODOS
Toma
el abanico, chico…
JUAN
DE DIOS
¡Ahí
va otra cosa que sé!
Todas
las noches de calma
pasean
las criollas,
dulces
como chirimoyas,
¡hijas
mías de mi alma!
Su
sombrerito de palma
es
igual que un reflector
y
hace aumentar el fulgor
que
en sus ojos negros luce…
De
todo esto se deduce
que
en La Habana, hace un calor…
¡Qué
calor!
Toma
el abanico, chico,
que
me mortifico
viendo
los sudores que te dan.
«Dame
el abanico, chica,
porque
el sol ya pica
más
que un alacrán.»
TODOS
Toma
el abanico, chico…
(Hablado)
(Todos
o casi todos los auditores de Juan de Dios, menos Don Epifanio, le echan un
óbolo y luego desfilan por distintos lados)
HOMBRE
1.º
Oye,
que ya son las tres
y
media.
HOMBRE
2.º
¿Ya?
¡Chico! ¡Cobra!
CHICO
DE LA TABERNA
Qué…
¿a los novillos?
HOMBRE
1.º
Es
claro.
Y
andandito: con que ahorra
palabras
y da la vuelta.
CHICO
DE LA TABERNA
Ahí
va.
(Dando
el dinero)
HOMBRE
1.º
Salú.
HOMBRE
2.º
Y
hasta otra.
(Mutis
de los dos Hombres por la derecha y del Chico de la taberna. Las Vecinas recogen
también sus trebejos y entran en la casa. La Portera, lo mismo)
DON
EPIFANIO
(Reconociendo
a Juan de Dios cuando éste se levanta los anteojos para contar el dinero)
Pero,
¿es usted?
JUAN
DE DIOS
Más
bajito.
DON
EPIFANIO
(Bajando
la voz)
Pero,
¿es usté? ¿Por qué implora
la
caridad de ese modo?
JUAN
DE DIOS
Porque
no veo otra forma
de
reunir tres pesetas
y
un realito en media hora.
DON
EPIFANIO
Tres
pesetas… ¡y un realito!
JUAN
DE DIOS
Faltan
cuatro perras gordas.
¡Y
llevo veinte minutos!…
MANOLITO
¡Padre!
JUAN
DE DIOS
Ya
voy. ¡La langosta!
(Recoge
precipitadamente la guitarra y la banqueta, metiéndose en el portal de la
izquierda)
DON
EPIFANIO
¿La
langosta? También son
ganas
de abrirme la boca.
(Apenas
hace mutis Juan de Dios, salen por la calle dos Guardias de orden público.
Miran a derecha e izquierda con interés policíaco, se fijan en Don Epifanio
que, sin comprender, les hace una reverencia y se van por el foro izquierda)
¡Así
es la vida! Saludo,
sin
que ellos me correspondan…
¡Y
serán los mismos que
me
cepillaban la ropa!
JUAN
DE DIOS
(Que
ha vuelto a salir y quiere colocarse donde estaba)
¡Amos,
échese pa un lao,
Don
Epifanio!
(Se
sienta al pie del árbol)
DON
EPIFANIO
¡Joroba!
Pero,
¿quiere usté explicarme
por
qué pide usté limosna?
¿No
contribuye Manuela
a
sus cargas perentorias?
JUAN
DE DIOS
Sí,
señor; pero a los toros
no
me convida ni en broma.
Aguarde
usté.
(Sale
de la casa de la izquierda una Mujer)
¡Pobre
ciego!
¡No
hay un alma generosa!…
(La
Mujer le echa una moneda y se va por la derecha)
Caballero:
muchas gracias.
DON
EPIFANIO
Pero
si es un señora.
JUAN
DE DIOS
¡Jinojo!
Tenga usté en cuenta
que
yo no veo ni gota.
DON
EPIFANIO
Lo
que tiene usté es más vista
que
un águila.
JUAN
DE DIOS
¡Vaya
córnea!
¡Juan
de Dios iba a quedarse
sin
ver al astro de moda,
al
Dominguín que es del barrio!
Me
faltan tres perras gordas.
DON
EPIFANIO
Pero
si tiene usté ya
tres
pesetas.
JUAN
DE DIOS
Algo
cortas.
DON
EPIFANIO
¡Yo
que esperaba de usté
que
me convidara a albóndigas…!
JUAN
DE DIOS
Lo
siento, pero no llega.
DON
EPIFANIO
(Acercándose
al escaparate)
¡Mírelas
usté qué hermosas!
JUAN
DE DIOS
¡No
hay prenda como la vista!
DON
EPIFANIO
Pero
la vista no engorda.
(Sale
el Señor Antonio por la derecha y se para en la puerta de la taberna)
SEÑOR
ANTONIO
¡Chico!
Sírveme coñac,
que
ahora vengo. Media copa.
CHICO
DE LA TABERNA
(Asomando)
Está
bien, señor Antonio.
JUAN
DE DIOS
¡San
Estanislao de Koska!
¡San
José de Arimatea!
SEÑOR
ANTONIO
¡Vaya
letanía! ¡Toma!
(Dándole
una moneda)
Que
son dos reales de plata,
no
te confundas.
(Medio
mutis)
DON
EPIFANIO
(Asombrado)
¡Zambomba!
JUAN
DE DIOS
Caballero,
caballero…
¡Veinte
céntimos le sobran!
SEÑOR
ANTONIO
Pero,
¿es precio fijo? ¡Venga!
¡Aprende
uno cada cosa!
(Mutis
a la casa de la izquierda)
JUAN
DE DIOS
No
me conoció.
DON
EPIFANIO
Y
a mí
no
me ha visto.
JUAN
DE DIOS
¡Es
un idiota!
¡Manolito!
MANOLITO
(Acudiendo)
¡Padre!
JUAN
DE DIOS
¡Ya!
Arrea
al despacho. Toma:
diez
reales pa las entradas.
DON
EPIFANIO
Bueno
y eso que le sobra…
JUAN
DE DIOS
Eso
pal tranvía. Y esto,
pa
un purito pa la boca.
(A
Manolito)
Tú:
la guitarra y la silla
la
dejas en la tahona
del
tres de la Cava Baja.
DON
EPIFANIO
¡Eso
sí que no, joroba!
(Apoderándose
de la silla y la guitarra)
Las
llevo yo.
JUAN
DE DIOS
¿Usté
las lleva?
DON
EPIFANIO
¡Y
lo tengo a mucha honra!
¡Pobre
criatura!
JUAN
DE DIOS
Bueno,
me
voy a cambiar de ropa.
¡No
tardes!
MANOLITO
Ni
tres minutos.
(Mutis
por el foro)
JUAN
DE DIOS
¡Viva
la afición taurómaca!
(Mutis
por el fondo izquierda)
DON
EPIFANIO
¡Si
yo me atreviera…!
(Pone
la silla al pie de la acacia)
¡Ajá!
(Se
sienta)
¡Voy
a cantar algo de ópera!
¡Joroba!
(Levantándose
y cogiendo la silla)
El
señor Antonio otra vez.
SEÑOR
ANTONIO
Don
Epi: ¡Hola!
¿Dónde
va usté de guitarra?
DON
EPIFANIO
A
una juerga.
SEÑOR
ANTONIO
Será…
sorda.
DON
EPIFANIO
Ya
veremos.
SEÑOR
ANTONIO
Pues…
¡Adiós!
Y,
si quiere media copa,
no
le vendría a usté mal
pa
calentarse la boca.
DON
EPIFANIO
Muchas
gracias…
SEÑOR
ANTONIO
Como
quiera.
(Mutis
a la taberna)
DON
EPIFANIO
No
tomo nada entre horas.
¡Y
estos son los que presumen
de
espléndidos! ¡Media copa!
Eso
se dice: «Ande usté
al
escaparate y coja
las
viandas que prefiera».
Y
voy yo y las cojo todas.
Iré
a ver si doy el golpe
donde
nadie me conozca.
(Mutis
por el fondo izquierda. De la casa Rosario sale José María con traje
dominguero. Va hacia la derecha y, a la vez, sale de la taberna el Señor
Antonio)
JOSE
MARIA
¡Señor
Antonio!
SEÑOR
ANTONIO
¡Muchacho!
Pero,
¿es tu misma persona?
JOSE
MARIA
La
misma.
SEÑOR
ANTONIO
¿De
dónde sales?
JOSE
MARIA
De
ahí, de casa de mi novia.
SEÑOR
ANTONIO
¿De
tu novia?
JOSE
MARIA
La
Rosario.
SEÑOR
ANTONIO
¿La
de…?
JOSE
MARIA
La
de la fiadora.
SEÑOR
ANTONIO
No
sabía, chico.
(Llamando
al Chico de la taberna)
¡Chico!
(A
José María, emocionado) ¡Qué sorpresa!
(Al
Chico de la taberna, que sale)
¡A
ver, dos copas
de
Cazalla!
(A
José María) ¿O tú prefieres
que
entremos?
JOSE
MARIA
Sin
ceremonias.
(Mutis
del Chico)
SEÑOR
ANTONIO
De
modo que… la Rosario…
Pero,
¿y la Manuela?
JOSE
MARIA
¡Cosas
que pasan!
SEÑOR
ANTONIO
¿Le
eres… adúltero?
JOSE
MARIA
No,
señor.
SEÑOR
ANTONIO
¡Ah!
JOSE
MARIA
Es
que esa historia
se
arremató va pa un mes.
SEÑOR
ANTONIO
¿De
veras?
JOSE
MARIA
Yo
no hablo en broma.
SEÑOR
ANTONIO
(Al
Chico, que saca en una bandeja dos copitas de aguardiente)
Pero,
¿qué es eso?
CHICO
DE LA TABERNA
Cazalla.
SEÑOR
ANTONIO
Amos,
anda, tío Berzotas.
Tú
es que nos has confundido.
¿Hay
champán?
CHICO
DE LA TABERNA
Hay
gaseosa.
SEÑOR
ANTONIO
¿Gaseosa?…
¡No te arreo un cate!…
CHICO
DE LA TABERNA
¡Y
aún se incomoda!
¡Dos
copas de lo mejor
de
España y Barcelona!
(Mutis
del Chico)
De
modo que… la Manuela…
JOSE
MARIA
Sí,
señor, ¿verdá que choca?
SEÑOR
ANTONIO
¡Hombre!…
Choca, descarrila
y
vuelca. ¡Eso es una bomba!
Pero,
¿qué ha pasao?
JOSE
MARIA
Pués…
nada.
¡Esa
es una chulapona,
que
tiene el genio muy vivo,
un
pronto que da la hora,
y
luego…
SEÑOR
ANTONIO
¿Qué?
JOSE
MARIA
¡Más
orgullo
que
Don Rodrigo en la horca!
SEÑOR
ANTONIO
Pero,
¿tú le has suplicao?…
JOSE
MARIA
¿Yo
suplicarla?
SEÑOR
ANTONIO
¡Qué
idiota! Y, si encuentras el vocablo
poco
elegante, perdona.
(Ha
salido el Chico con otras dos copas)
Anda,
bebe.
(Al
Chico) ¿Y esto qué es?
CHICO
DE LA TABERNA
Curasao.
(Beben
Antonio y José María)
SEÑOR
ANTONIO
Sensato.
Cobra.
(Le
da un duro. Mutis del Chico)
Tú,
en vez de acercarte a ella,
alargándole
la gorra,
como
quien le va a pedir
un
cariño de limosna,
has
dicho: «¡Yo soy un hombre!»
¿Verdá
que lo has dicho?
JOSE
MARIA
¡Toma!
SEÑOR
ANTONIO
Y
le has dao en las narices
y
te has buscao otra novia.
Y,
puesto a buscar, la amiga
más
íntima de la otra.
JOSE
MARIA
No
es eso, señor Antonio.
Es
que esta chica me adora.
SEÑOR
ANTONIO
¿Te
adora?
JOSE
MARIA
Si
usté supiera detalles…
SEÑOR
ANTONIO
¿Y
la ladrona de su madre?
JOSE
MARIA
No
se mete en nada.
La
deja sola.
SEÑOR
ANTONIO
¿La
deja sola… y se va?
¡Cuidado
con las encerronas!
(Pausa)
¡Pobre
Manuela!
JOSE
MARIA
¿Usté
cree
que
se me ha olvidao?
SEÑOR
ANTONIO
Ahora
sí
que has dicho la verdá.
JOSE
MARIA
Pero
ella, ¡es tan orgullosa!
SEÑOR
ANTONIO
Y
tú… no digamos.
JOSE
MARIA
¡Hombre…!
¿Quiere
que me dé llorona?
Si
volviera, que no vuelve,
mansa,
humilde, cariñosa…
Pero,
¿imponiéndose? ¿A mí?
SEÑOR
ANTONIO
¡Muy
bien!
JOSE
MARIA
¡Adiós!
(Mutis
por la derecha)
SEÑOR
ANTONIO
¡Hasta
otra!
Antonio:
¿será posible?
(Mirándose
la ropa)
Tú
no eres ninguna momia.
Claro
que… Tampoco eres
un
párvulo… Estás ahora
entre
Pinto y Valdemoro.
¿Habrá
boda o no habrá boda?
¡Vaya,
voy a convidarte
mientras
se aclara la cosa!
(Haciendo
mutis a la taberna)
¡Chico:
dame en manzanilla
las
tres pesetas que sobran!
(Aparece
el Chalina por la calle del fondo. Por la izquierda, la señora Venustiana)
CHALINA
¿Dónde
va la diosa Venus?
VENUSTIANA
Calla,
Emilio, por favor.
CHALINA
Si
me callo, ¿a quién le digo
que
eres, chata, mi osesión?
VENUSTIANA
No
me digas esas cosas,
trolero.
CHALINA
¿Trolero
yo?
Dame
un duro pa que veas
que
lo tomo sin rubor.
VENUSTIANA
Toma…
(Dándole
dinero)
CHALINA
¿A
ver? Parece falso.
VENUSTIANA
Toma
este otro. (Ídem)
CHALINA
A
lo mejor
el
malo es éste. Pues mira,
me
quedaré con los dos
y
así salimos de dudas.
¿Verdá
que sí, corazón?
VENUSTIANA
Haces
de mí lo que quieres,
granuja.
CHALINA
Alusiones,
no.
O
me los das motu propio,
o
no los quiero.
VENUSTIANA
¡Ladrón,
si
sabes que eres el amo!
CHALINA
¿Yo,
el amo?
VENUSTIANA
El
rey.
CHALINA
(Aparte)
Del
valor.
(A
Venustiana)
Aquí
eres tú la sultana
y
el esclavo negro yo.
¿Adónde
vas?
VENUSTIANA
A
los toros.
CHALINA
¿Por
qué no me llevas hoy?
VENUSTIANA
Es
que vamos yo y la chica.
CHALINA
¿Y
aún no le has dicho…?
VENUSTIANA
¡Qué
horror!
¿Cómo
quieres que me atreva?
No,
Emilio, esas cosas, no.
¡A
mis años!
CHALINA
¡A
tus años!
Amos,
anda. ¡Si te voy
a
regalar una comba
pa
darte tocino yo!
VENUSTIANA
¡Formalidaz!
¡Uy, qué tarde!
Ya
da en mis tiestos el sol.
CHALINA
¿Y
te vas así?
VENUSTIANA
¿Qué
quieres?
CHALINA
Un
beso.
VENUSTIANA
¡Emilio,
por Dios!
Suelta…
CHALINA
Bueno,
pero apunta.
Creo
que con éste son
nueve
u diez los que me adeudas.
VENUSTIANA
Cuando
nos casemos.
CHALINA
¡Oh…!
Si
tan largo me lo fías…
VENUSTIANA
¿Tú
no quieres?
CHALINA
¡Al
vapor!
Lo
que no quisiera, chata,
es
hacerme esa ilusión.
VENUSTIANA
¡Ah,
creí!
CHALINA
¿Qué
te creías?
VENUSTIANA
Nada,
Emilio… que me voy.
Hasta
luego.
CHALINA
Hasta
la tumba.
VENUSTIANA
Adiós…
nene.
CHALINA
Adiós…
VENUSTIANA
(Tirándole
un beso, ya desde el portal, y mutis)
Adiós.
CHALINA
(Como
quien se espanta un moscón)
¡Zape,
señores, qué tía!
¡Si
esto es locura de amor!
ORNANILLERO
1.º
(Asoma
por la calle del fondo)
Chalina,
¿paro o seguimos?
CHALINA
Para
y dale al batidor,
que
Madrí se va a los toros
y
hay que animar la función.
(Mutis
del Organillero por donde salió. El Chalina se queda apoyado en la esquina)
(Música)
Pasacalle madrileño y Chotis-Habanera
(Por
el fondo se oye, en el organillo, un pasacalle. Luego van desfilando los tipos
y grupos conforme se indica. José María sale por la derecha con un ramo de
claveles en la mano. Cruza y entra en el portal de Rosario. Inmediatamente
aparece por la calle de la izquierda un Aficionado con un palo al hombro, y en
la punta, una bota de vino. De la mano, lleva un Chico pequeño. Detrás de él va
la Mujer con la cesta de la merienda al brazo. Cruzan los tres la escena y se van
por la derecha)
CHALINA
(Recitado)
¡Que
aproveche!
(A
continuación, sale de la casa de la izquierda un pequeño grupo, dos Vecinos y
tres Vecinas, que se van también por la derecha, después de su breve
intervención)
VECINOS
Vamos,
que es tarde.
VECINAS
No
hay que empujar.
VECINOS
Es
que las cuatro
ya
van dar.
VECINAS
Tomamos
unos coches
en
la calle de Alcalá.
(De
ahora en adelante, salen los que se indican sucesivamente, todos por la calle
de la izquierda, cruzando la escena y yéndose por la derecha. No ha de aparecer
ningún elemento del desfile sin que haya desaparecido el anterior. Viene un
matrimonio recién casado. Se nota por el atuendo –ella, traje negro de seda;
él, traje negro, impecable, hongo nebro y reluciente, bigote rizado en
sortijillas–, porque van mirándose como tortolillos)
CHALINA
(Recitado)
¡Enhorabuena!
¡Viva la novia!
(Sigue
ahora un grupo de seis u ocho Muchachas de oficio. Jóvenes todas. Llevan mantoncillos
de crespón. Flores al pecho)
CHALINA
(Adelantándose
a cortarles el paso)
Adónde
va lo bueno
saber
quisiera yo.
MUCHACHAS
Lo
bueno va a los toros,
como
es su obligación.
Colgada
está de flores
la
plaza de Madrí,
que
lidian seis veraguas
y
mata Dominguín.
Las
chicas de este barrio
no
deben de faltar,
porque
es de la plazuela
de
la Cebá.
¡Viva
el rumbo!
(Se
van las Muchachas y ahora le toca el turno a Juan de Dios. ¡Vaya tipo! Trae un pantalón
a cuadros, entallado, chaqueta corta, no a la andaluza, corbata roja, gorra de
gran visera y un puro en la boca. Cruza braceando con salero y, cuando el Chalina
le dice:)
CHALINA
¡Adiós
Frascuelo!
(Contesta,
saludándole con las dos manos)
JUAN
DE DIOS
¡Gracias,
amigo!
(A
cuatro metros, le sigue Manolito. Lleva recogido el delantal por la cintura,
como un capote de paseo, y, con la mano libre, bracea imitando a su padre)
CHALINA
¡Arrea,
Mazzantini!
(Sigue
un grupo que integran un ama de cría, sin el chico, dos criadas paletitas y
tres Soldados de distintos cuerpos, en traje de gala, con guantes blancos. Van
por parejas; ellas con las manos cruzadas sobre el vientre; ellos con los dedos
de las manos tiesos y extendidos)
CHALINA
¡Viva
la patria!
(Aparece
un señor grueso, pulcramente afeitado, vestido de negro, con ropas un poco
arbitrarias. Se ve a la legua que es un cura, de paisano. El Chalina entonces
le saluda gorra en mano. El Cura le corresponde con el sombrero, y, como es
lógico, se le ve la coronilla. Surge después un Caballero anciano, pero
presumido y terne. Viste levita y pantalón negros, usa sombrero de copa, tiene
patillas blancas y lleva del brazo a una morena y a una rubia, ataviadas con
mantones de Manila. Al pasar por delante del Chalina, éste alarga la gorra, pidiendo
para el organillo y, al no hacerle caso, simula con la gorra un pase natural y
dice:)
CHALINA
¡Ooolé!…
(Y,
ahora, viene el pueblo: un grupo grande de Hombres y Mujeres, alegre y
abigarrado. Las Mujeres llevan indistintamente pañolillos de crespón, mantones
de Manila y sencillos pañuelos de seda al cuello. Los Hombres son unos viejos y
otros jóvenes, con gorras de visera, gorrillas y sombreros hongos blandos; unos
llevan bastones y otros no; algunos lucen pañuelos de seda; otros camisas
planchadas y otros, visten blusas. El grupo
ha de ser lo contrario de un coro de zarzuelas clásicas o de revistas. Se
prohíbe la uniformidad)
HOMBRES
Dejaría
de ser madrileño
ni
tampoco sería español,
si
esta tarde de sol y toros
no
me fuera a un tendido de sol.
MUJERES
Dejaría
de ser de mi barrio,
que
es el barrio mejor de Madrí,
si
esta tarde de sol y de toros
a
la plaza te fueras sin mí.
TODOS
Y
si luego tomamos un coche,
pa
que vean que somos de ley,
recostados
en una manuela,
no
nos tosen ni el papa ni el rey.
ELLOS
Español
nací…
ELLAS
Madrileña
soy…
TODOS
Y
esta tarde de sol y toros,
a
la plaza y en coche me voy.
(Cuando
el grupo hace mutis, ha desaparecido el Chalina. Cruza ahora, como final del
desfile, Don Epifanio, conducido por la pareja de guardias, que le llevan en
medio, cogido de los brazos. Uno de los Guardias lleva la silla de tijera, y el
otro la guitarra. Vuelve a sonar el organillo y termina el pasacalle. Sigue la
música. Sale el Señor Antonio de la taberna, se detiene un momento en la
puerta, y aparece por el fondo Manuela, con el traje de los domingos y mantilla
negra)
SEÑOR
ANTONIO
¿Dónde
va presumiendo
la
sal morena?
MANUELA
(Dirigiéndose
al portal de Rosario, sin volver la cabeza)
Donde
a usté no le importa
ni
le interesa.
(Va
a seguir y él la detiene)
SEÑOR
ANTONIO
Pero,
¿no me conoces?
MANUELA
(Volviéndose)
¡Señor
Antonio!
Si
no vuelvo la cara,
no
le conozco.
SEÑOR
ANTONIO
Ibas
muy deprisa.
MANUELA
Es
que aquí en el trece
tengo
yo una cosa
que
me pertenece,
y
de malas manos
la
he de rescatar.
SEÑOR
ANTONIO
Me
figuro lo que
vienes
a buscar.
MANUELA
Cumple
para el martes.
SEÑOR
ANTONIO
Eso
de cumplir
es,
según se mire,
y
hay que distinguir.
(Salen
del portal Rosario, Venustiana y José María. Ellas, ataviadas para los toros,
con flores y mantones de Manila. Rosario lleva el de Manuela)
MANUELA
¡Hombre,
de primera!
¡Qué
casualidá!
SEÑOR
ANTONIO
Esto
se complica.
Digo
la verdá.
ROSARIO
(A
José María)
Oye,
la Manuela.
VENUSTIANA
¿Qué
te importa a ti?
JOSE
MARIA
Sí
que es un encuentro
que
no presumí.
VENUSTIANA
(Echando
a andar. A Manuela)
¡Hola,
buenas tardes!
MANUELA
Haga
usté el favor…
ROSARIO
Esta
quiere armarla.
JOSE
MARIA
Eso
es lo peor.
VENUSTIANA
¡Venga
pronto y claro!
MANUELA
¡Vaya
si lo haré!
JOSE
MARIA
¡Dilo
ya si quieres!
MANUELA
¡No
va con usté!
(A
Venustiana)
Dígale
usté a la Rosario
que
no presuma de guapa,
porque
el mantón favorece
y
hace muy bien a la cara.
Dígale
usté que tampoco
debe
presumir de gancho,
porque
a un novio como el suyo
se
le compra en cualquier saldo.
JOSE
MARIA
(Aparte)
¡Mala
sangre!
SEÑOR
ANTONIO
(Aparte)
¡Tururú!
VENUSTIANA
(A
Manuela)
Se
lo puedes
decir
tú.
ROSARIO
(A
Venustiana)
Dígale
usté a la Manuela
que
ella también presumía
con
este novio de saldo
y este
mantón de Manila.
Dígale
usté que lamento
no
complacerla a su gusto,
que
se han cambiado las tornas,
y
que por eso presumo.
VENUSTIANA
¡Muy
bien dicho!
JOSE
MARIA
(Aparte)
Regular.
SEÑOR
ANTONIO
(Aparte)
¡Ahora
sí que
se
va a armar!
MANUELA
Yo
no le discuto
si
habla bien o mal,
pero
la Rosario
no
presume más.
Tome
su dinero.
Venga
mi mantón.
(Dándole
unos billetes a Venustiana)
Cada
cual lo suyo…
¡Y
sanseacabó!
ROSARIO
¡Eso
no es posible!
MANUELA
¡Vaya
si lo es!
VENUSTIANA
No
hay otro remedio.
Dáselo,
mujer.
(Rosario,
rabiosa, se quita el mantón y se lo da a Manuela)
Es
el finiquito
de
una operación.
Este
mío tiene
mucho
más valor.
(Se
quita el mantón y se lo pone a Rosario)
JOSE
MARIA
Ya
estarás contenta,
¿quieres
algo más?
MANUELA
Con
usté no tengo
ni
que conversar.
JOSE
MARIA
Como
usté decía
no
sé qué de mí…
MANUELA
No
se preocupe
que
era por decir.
JOSE
MARIA
(Al
Señor Antonio)
Dígale
usté a esa chulapa
que
no me tire indirectas,
que
soy un hombre muy hombre,
y
el que me busca, me encuentra.
MANUELA
Dígale
usté a ese sujeto
que
no voy a la busca.
JOSE
MARIA
Yo
no presumo de nada;
pero
voy donde me empujan.
SEÑOR
ANTONIO
Entendido.
VENUSTIANA
(A
Rosario, llevándosela hacia la derecha)
¡Se
acabó!
ROSARIO
¡Ahora
tengo
que
hablar yo!
(Cogiendo
a José María un brazo y desafiando a Manuela)
Vete
y presume de guapa
con
tu mantón de Manila,
porque
el mantón favorece
cuando
la cara es bonita.
Pero
no extrañes, Manuela,
que
yo presuma también,
porque
me quiere mi novio
y
ahora me marcho con él.
(Mutis
por la derecha, Venustiana, Rosario y José María. Manuela quiere reaccionar
ante el apóstrofe de Rosario; pero no puede. Ha fracasado)
MANUELA
(Estruja
el mantón y va a tirarlo al suelo. El Señor Antonio la contiene. Entonces, sin
soltarlo con una mano, lo deja caer como una bandera arriada)
¡Maldita
sea!
(Recitado)
SEÑOR
ANTONIO
¿Qué
vas a hacer?
MANUELA
¡Señor
Antonio!
SEÑOR
ANTONIO
¡Vamos,
mujer!
(Cantado)
MANUELA
El
mantón de Manila
¡pa
qué lo quieres!
¡Su
cariño es el ansia
porque
te mueres…
y
lo perdiste!
¡Ay,
de ti, chulapona
de
los Madriles!
(Da
unos pasos lentos hacia la izquierda. El Señor Antonio, comprendiendo que no ha
llegado su hora, menea la cabeza, se cuelga el aplazan del brazo y saca la
petaca para echar tabaco)
TELON Y MUTACION
CUADRO SEGUNDO
Telón
corto. Fachada de la casa n.º 5 de la Plaza de la Cebada, de la cual se ven los
siguientes huecos: los dos primeros, de derecha a izquierda del actor, puerta y
ventanal el Café de Naranjeros, cuya muestra campea sobre ambos huecos; portal
cerrado y, por último, parte de la otra tienda, también cerrada, sobre cuya
puerta se lee: «Granos». En la primera planta, ventanas con antepechos. La
puerta del café tiene una hoja cerrada y, en el hueco de la otra, cuelga un
portier rojo. La ventana del café, en su tercio inferior, tiene una balaustrada
de hierro, delante de los tableros. En la puerta superior, cuatro cristales
pintados de blanco. Noche de agosto con luz de luna.
Está
en escena, solo, Juan de Dios, que ejerce de vigilante nocturno, vulgo sereno,
y usa atributos de esa autoridad menor: gorra de visera, linterna, chuzo y su
gran cinturón de llaves. Del interior del café llegan los ecos de las guitarras
y de las palmas. Juan de Dios está escuchando embebecido. Pasa un Borracho
—tipo de albañil—, haciendo eses, un poco rítmicas, a compás con el jaleo del
tablao invisible.
BORRACHO
¡Ole!
JUAN
DE DIOS
¡Ole!
BORRACHO
¡Mi
madre!
JUAN
DE DIOS
¡Tu
difunta madre!
BORRACHO
¡Ole!
JUAN
DE DIOS
¡Ole
con ole!
BORRACHO
¡Gracia!
JUAN
DE DIOS
No
hay de qué.
(Mutis
del borracho)
UNA
VOZ
(Interior,
por la izquierda)
¡Pepe…!
JUAN
DE DIOS
¡Va…!
(Mutis
por el mismo lado)
(Música)
Nocturno y Petenera
CANTAORA
(Dentro,
cantando)
Serrano,
¿quién te camela?
¡Dime
la verdá por Dio!
Si
no te camela nadie,
quiero
camelarte yo.
(Por
la derecha sale Rosario. Se asoma tímidamente a la puerta del café. Por la
izquierda, vuelve Juan de Dios)
JUAN
DE DIOS
(Canturreando
una soleá)
No
me puedo acostumbrar
a
que cuando dicen: ¡Pepe!
tenga
yo que contestar.
(Hablado)
¡Olé,
mi madre!
ROSARIO
(Apartándose
de la puerta)
El
sereno.
JUAN
DE DIOS
(Echándole
la luz de la linterna)
¡Pero…
oye! Si es la Rosario.
ROSARIO
¡Juan
de Dios!
JUAN
DE DIOS
Aquí
me tienes
pa
servirte.
ROSARIO
Y,
¿desde cuándo?
JUAN
DE DIOS
Desde
ayer. Me he convencido
de
que había que hacer algo
por
las noches… y que luego
no
tenga que bautizarlo.
ROSARIO
¡Tú,
sereno!
JUAN
DE DIOS
¡Anda
la osa…!
¿Cuándo
me has visto borracho?
ROSARIO
Chico,
no te tomes a mal
mi
extrañeza.
JUAN
DE DIOS
Más
extraño
es
verte a ti… No te ofendas;
pero
tú… ¿qué vas buscando?
ROSARIO
A
un hombre.
JUAN
DE DIOS
¡Sopla!
ROSARIO
¿Lo
has visto?
JUAN
DE DIOS
¿Te
acuerdas que soy hermano
de
la Manuela?
ROSARIO
De
madre.
JUAN
DE DIOS
Pero
legítimo.
ROSARIO
¡Claro!
¡Como
el turrón!
JUAN
DE DIOS
Bueno,
abrevia.
ROSARIO
¿Has
visto entrar a un muchacho
que
creo que es punto fuerte
en
el café?
JUAN
DE DIOS
¡Vienen
tantos!
ROSARIO
Yo
te estoy hablando de uno
que
tú sabes.
JUAN
DE DIOS
¡Acabáramos!
No
me acordaba… Pero, oye,
si
quieres averiguarlo,
¿por
qué no se lo preguntas
a
él mismo?
ROSARIO
(Nerviosa)
Porque
a ese… guapo
no
le echo la vista a cuestas
desde
hace ocho días largos.
¡Vaya,
lo solté!
JUAN
DE DIOS
¡Qué
cerdo!
¡Hacerte
eso a ti, Rosario!
¡A
ti!
ROSARIO
Me
han dicho que viene
todas
las noches.
JUAN
DE DIOS
Esazto.
Menos
hoy, que no lo he visto,
desde
que tengo yo el cargo,
no
ha faltao ninguna noche.
ROSARIO
Entra
a ver.
JUAN
DE DIOS
No
quiero, ¿estamos?
Yo
te levanto el portier
y
entras tú misma a mirarlo.
ROSARIO
¿Entrar
yo al café cantante?
Aún
no me he tirao al barro.
JUAN
DE DIOS
Pues
llámale por teléfono,
que
creo que hay aparato.
ROSARIO
Está
bien. Vendrá a buscarle
quien
debe venir.
(Medio
mutis).
JUAN
DE DIOS
¡Andando!
El
delegao del distrito.
ROSARIO
¡Más!
JUAN
DE DIOS
La
regente.
ROSARIO
No
tanto.
¡Buenas
noches, Juan de Dios!
(Mutis
por la derecha)
JUAN
DE DIOS
¡Salud
y tila, Rosario!
¡A
cualquier hora me quedo
en
el buche con el trago!
(Salen
del café Don Epifanio y un Ganadero, tipo paleto adinerado, natural y vecino de
Seseña. El primero viene empujando al segundo, que se resiste a salir. Don
Epifanio lleva en la cintura, sujetos con el pantalón, dos pistolones y una
buena chaira, que se ponen de manifiesto cada vez que se levanta el chaleco en
un ademán retador. Viste un traje más decente, que el ya conocido, pero de
segunda mano)
DON
EPIFANIO
¡A
la reverenda calle!
GANADERO
¿A
mí?
JUAN
DE DIOS
¿Qué
pasa, canario?
DON
EPIFANIO
A
ti, granuja.
GANADERO
¿Granuja?
¡Esto
sí que no lo aguanto!
(Haciendo
intención de atacar a Don Epifanio, el cual se levanta el chaleco)
DON
EPIFANIO
¿Qué
pasa? ¡A ver!
GANADERO
(Conteniéndose)
Si
no fuera…
DON
EPIFANIO
(Aparte)
No
me falla. Soy el amo.
GANADERO
Pasa,
que tiran el pego
y
roban a los incautos.
¡Pero
yo soy de Seseña!
(Reaccionando
otra vez)
DON
EPIFANIO
Como
si eres de Chicago.
¿Qué
pasa? ¡A ver!
(Nuevo
levantamiento)
JUAN
DE DIOS
(Aparte)
Se
le achica.
GANADERO
Yo
soy ganadero.
DON
EPIFANIO
¡Vamos!
Es
ganadero y se enfada,
porque
pierde cuatro cuartos.
GANADERO
¡Porque
me los roban!
DON
EPIFANIO
Eso
me los dices en el campo
de
las Vistillas.
(Retando
con el chaleco)
JUAN
DE DIOS
¡Don
Epi…!
DON
EPIFANIO
¡Y
al sereno me lo cargo!
¿Qué
pasa?
JUAN
DE DIOS
¡Que
toco el pito!
DON
EPIFANIO
Si
usté lo toca, yo lo bailo;
pero
bailo en la barriga
de
aquí, de usté y del más guapo.
¡Hale!
(Empujando
al Ganadero hacia la izquierda)
GANADERO
Ya
me voy; no me empuje.
JUAN
DE DIOS
Me
parece lo sensato.
GANADERO
Pero…
¡que a mí se me engañe
como
a un paleto…!
DON
EPIFANIO
¡Arreando,
que
te apunto!
(Echando
mano a la culata de un pistolón)
GANADERO
¡Vaya!
(Mutis)
DON
EPIFANIO
(A
Juan de Dios)
Alumbra.
JUAN
DE DIOS
(Alzando
la linterna)
¿Qué
hace usté?
DON
EPIFANIO
Voy
a apuntarlo.
(Lo
hace con un lápiz en una libreta)
Con
éste van tres. ¡Dios mío,
nunca
lo habría soñado!
JUAN
DE DIOS
¡Es
usté un león!
DON
EPIFANIO
¡Joroba!
El
cocido es sacrosanto.
No
le oculto que si, en vez
de
salirme este contrato
de
valiente, me repone
Sagasta
en un alto cargo,
estaría
más tranquilo,
porque
¡hay que ver las que paso!
Pero,
amigo, a este gobierno
ni
por Dios lo parte un rayo.
JUAN
DE DIOS
Bueno,
cuando lo repongan
a
ver si me hace usté algo.
DON
EPIFANIO
A
mí ya no me reponen
ni
con el glícerofosfato.
Y
eso que hoy… ¡me he sacudido
un
bisté…!
JUAN
DE DIOS
Se
está mascando.
DON
EPIFANIO
¡Fabuloso!
¡Tanto idiota
como
hay en bronce y en mármol
y
al que inventó ese manjar,
ni
un miserable epitafio!
«Bajo
esta lápida yace.
¿Cómo
se llama? ¿Quién fue?
¡Y
pensar que si no nace
queda
inédito el bisté!
¡Olé!
¡Requiescat in pace!»
(Se
oyen unas voces dentro del café)
JUAN
DE DIOS
¿Qué
es eso? ¡Bronca!
DON
EPIFANIO
(Muy
resuelto)
¡Al
avío!
(Asomándose
por el portier)
¡Joroba!
¡Si es un soldao!
JUAN
DE DIOS
¡Ande
usté con él!
DON
EPIFANIO
¡Dios
mío!
Pero,
¿quién me habrá mandao
meterme
a mí en este lío?
(Mutis)
JUAN
DE DIOS
Esta
corridita es de esas
que
no me las pierdo yo.
DON
EPIFANIO
(Dentro)
¡A
ver!
JUAN
DE DIOS
Se
las tiene tiesas.
DON
EPIFANIO
(Dentro)
¿Qué
pasa?
(Un
silencio)
JUAN
DE DIOS
¡Se
le achicó!
No
gana uno pa sorpresas.
(Sale
José María por la izquierda, dirigiéndose al café)
JOSE
MARIA
¿Me
hace usté el favor, sereno?
JUAN
DE DIOS
¡José
María!
JOSE
MARIA
No
sé
de
qué te asombras.
JUAN
DE DIOS
De
que…
me
alegro de verte bueno.
JOSE
MARIA
Yo
también me congratulo
de
verte en buena salú.
JUAN
DE DIOS
¿Qué
me dices?
JOSE
MARIA
Lo
que tú.
JUAN
DE DIOS
Igual…
pero más en chulo.
JOSE
MARIA
Porque
lo soy.
JUAN
DE DIOS
Yo
también.
JOSE
MARIA
¿De
veras? Pues no me acuerdo.
JUAN
DE DIOS
Es
que con el chuzo, pierdo;
pero
le tiro y no hay quién.
JOSE
MARIA
Esta
noche tienes ganas
de
conversación.
JUAN
DE DIOS
Me
aburro solito.
JOSE
MARIA
Cómprate
un churro.
JUAN
DE DIOS
Eso
es pa por las mañanas.
JOSE
MARIA
Bueno,
¿qué quieres de mí?
JUAN
DE DIOS
Que
no pases al café.
JOSE
MARIA
¡Atiza!
Y eso… ¿por qué?
JUAN
DE DIOS
¡Arrea!
Pues… porque sí.
JOSE
MARIA
Más
claro, que eso no cuela.
JUAN
DE DIOS
¿A
qué vienes a diario?
¿A
olvidar a la Rosario
o
a pensar en la Manuela?
JOSE
MARIA
Vamos,
que vuelve Mambrú.
JUAN
DE DIOS
Ya
voy creyendo que sí.
JOSE
MARIA
Pues
hoy te has colao.
JUAN
DE DIOS
Pa
mí
que
quien se cuela eres tú.
(Transición)
Tú
vienes a Naranjeros
a
jugarte las pestañas
y
a beber chatos y cañas
con
flamencas y boleros.
Y
eso, ¿porqué?
JOSE
MARIA
¿Necesito
pedirte
la venia a ti?
JUAN
DE DIOS
Hombre,
si me apuras, sí.
JOSE
MARIA
Porque
eres… ¿el hermanito?
JUAN
DE DIOS
Pues
mira, ya que lo dices,
te
digo que sí es por eso.
Pero,
¿es que antes del suceso
de
marras, cuando, felices,
erais
la Manuela y tú
la
envidia del barrio entero,
alternabas
jaranero
con
esa canalla? ¡Fu!
Vienes
a probar tu estrella
y,
si pierdes la partida,
sales
triste y se te olvida
que
no es el juego, que es ella
quien
entristece tu vida.
Ganas,
y entonces… –¡A ver,
venga
vino y a cantar!–
¡Y
te envidian!… Sin saber
que
hay cien modos de llorar
la
ausencia de una mujer.
JOSE
MARIA
¡Mira,
Juan de Dios…!
JUAN
DE DIOS
Cuidao,
que
yo me adelanto a ti…!
(Fingiendo
el diálogo de dos personajes: José María y él)
–Cuando
te pregunten, dí
que
esa mujer que has nombrao
me
importa ya un tanto así.
¡Y
aunque me importara! Había
de
ser el cariño suyo
mi
salud y mi alegría
y,
como tengo mi orgullo,
¡ni
un Dios lo conocería!
–Dicho–.
¿Qué te ha contestao?
–Nada–.
Entonces, ¿a qué vienes?
–Perdona:
soy un pesao.
A
decirte que no tienes
que
arrimarte a ese tablao.
–¿Por
qué– Porque la Manuela,
si
hace unos meses, te mira
resuelto
a pasarte en vela
la
noche, de francachela,
te
hace dos mimos, suspira…
¡Y
tendría yo que ver
si
tú te atrevías ya,
después
de eso, a trasponer
esa
puerta!
UNA
VOZ
(Dentro)
¡Pepe…!
JUAN
DE DIOS
¡Va…!
Pepe
soy yo. Desde ayer.
(Mutis
por la derecha. Queda José María solo e indeciso. Del café se perciben ahora
rasgueos de guitarra y palmas de las jaleadoras)
(Música)
Romanza
JOSE
MARIA
Tienes
razón, amigo.
Paece
mentira
que
un corazón no sepa
por
qué suspira.
Cuando
un querer desvela,
no
aduerme el opio.
Donde
hay amor ajeno,
no
manda el propio.
Y
no hay orgullo
que
amortigüe el aroma
que
aquel capullo.
CANTAORA
(Dentro)
¡Ay…!
JOSE
MARIA
¡Ay…!
Noche
madrileña
con
olor de albahaca,
noche
de cantares
que
en el aire alegran
y
en mi pecho abrasan…
Noche
de mi barrio,
llena
de suspiros:
¡cuántas
otras noches
suspiré
a la vera
del
cariño mío!
CANTAORA
(Dentro)
¡Ay…!
JOSE
MARIA
(Un
momento presta oído a las palmas internas, junto a la misma entrada del café)
¡Ay…!
Bien
dice quien me dijo
que
ese jaleo
es
como la sonrisa
del
fariseo.
Dentro
de mis entrañas
las
palmas suenan
y
no sé lo que tienen
que
a mí me apenan.
Pero
es lo cierto
que
parecen campanas
tocando
a muerto.
CANTAORA
(Dentro)
¡Ay…!
JOSE
MARIA
¡Ay…!
¿Qué
es lo que a mí se me fue,
que
lo busco, y no lo encuentro
porque
buscarlo no sé!
CANTAORA
(Dentro)
¡Ay…!
¡Ay…!
(Sigue
la música. José María hace un último esfuerzo para entrar en el café; pero
siente como una mano que le aparta y se va por la izquierda lentamente)
(En
la versión original del libro esta acotación continúa: «Crece el jaleo en el
café. Aparece el Chalina por la derecha. Enciende un cigarro y entra en
Naranjeros. Apenas ha hecho mutis, se alza el telón corto y aparece el...». En
la presente edición se ha optado por cortar la indicación escénica en este
punto, para continuarla después del anuncio del Cuadro Tercero, al considerar
que esta disposición del texto obedece mejor a la lógica y coherencia del
mismo.
CUADRO TERCERO
Crece
el jaleo en el café. Aparece el Chalina por la derecha. Enciende un cigarro y
entra en Naranjeros. Apenas ha hecho mutis, se alza el telón corto y aparece el
interior del café cantante de Naranjeros. En el centro del fondo se halla el
tablao, al que se sube por unos escalones que hay a su izquierda. En el lateral
derecho, la puerta de entrada, en segundo término, y el ventanal en el primero.
En el lateral izquierdo, dos puertecitas. La inmediata al fondo conduce al
interior de la vivienda y servicio. La de primer término es la subida a la tertulia.
Entre estas dos puertas, un mostrador, embutido en el lateral; pero practicable
desde dentro. Sobre él, cristalería para el servicio. Detrás, una anaquelería
con botellas de diversas bebidas. En el fondo, a ambos lados del tablao y
adosados a la pared, bancos recubiertos de peluche rojo, con respaldo de dos
cuartas. Delante de esos bancos, mesas rectangulares con tableros de mármol. Al
otro lado de las mesas, sillas. Adosado al ventanal, un banco semejante a los
del fondo y su correspondiente mesa de mármol. En el resto del local, veladores
circulares, en profusión, rodeados de sillas. En la pared del fondo, espejos de
luna turbia, cubiertos por nubes de gasa, preservativos de las lujurias de las
moscas. El local está alumbrado por aparatos de gas en forma de lira, colgados
del techo o del arquitrabe de las columnas que exhortaban del castizo café
barriobajero. También, apliques de gas en las paredes.
Sobre
el tablao aparecen las Jaleadoras y el Guitarrista, formando herradura. Una Bailaora,
en el centro, baila. Una Cantaora y un Bailaor ocupan una de las mesas, en
unión del Maestro Cansino, un vejete, andaluz y simpático, y de algún cliente
del establecimiento. Las demás mesas están ocupadas por tratantes del mercado,
proveedores del matadero, un Soldado con gorrillo cuartelero y el canuto de
licencia entre dos botones de la guerrera, y algún chulo aburrido, con si
coima, pintarrajeada y ojerosa. Hay una mesa vacía a la izquierda que, de
momento, ocupa Don Epifanio. El Chalina aparece junto al portier de entrada, como
quien acaba de penetrar, y se ha detenido a saludar al Chulo de la prójima. Dos
Camareras, con delantal blanco, sirven y alternan con la concurrencia cuando no
son requeridas por el servicio. Detrás del mostrador, el Encargado, que tiene
ante sí un timbre mecánico, con el que llama la atención si es menester. Cuando
hayan de intervenir en el tablao la Cantaora y el Bailaor, suben por la
escalera y bajan cuando tiene un paréntesis; lo mismo que la Bailaora, que
aparece bailando. El tablao es como el cielo, y sólo caben los justos. Una vez
que se haya hecho la presentación del cuadro, el Chalina avanza a alternar con
el Maestro Cansino y su compañía flamenca. Uno de los clientes de las mesas más
próximas al espectador, aparece dormido con la gorra calada hasta los ojos y la
cabeza inclinada sobre el pecho, y así continúa hasta el momento que se
indique. Terminado el número inicial, hay algún discreto movimiento de público,
subiendo algunos a la tertulia y ocupando su sitio otros que llegan.
Cuando
se aluda o intervenga Maravilla, entiéndase que es una de las jaleadoras. Sigue
la música.
(Música)
Bulerías, Tanguillo y Zapateado
JALEADORAS
Si
me dices que me quieres,
dímelo
por bulerías,
que
no entiendo de quereres
si
no cantan alegrías.
Anda
ya,
dímelo,
que
estoy deseando
que
tú me lo digas
pa
luego más tarde
decirte
que no.
UN
SOLDADO
(Como
un relincho)
¡No
te combes, flamenca,
que
se me cae la baba!
MAESTRO
CANSINO
¡Anda,
niña,
que
es tuyo er porvení!
UN
PALETO
¡Riá!
¡Riá! ¡Riá!
(El
Bailaor sube al tablao y baila él solo, por chuflas)
MARAVILLA
¡Er
salero de San Fernando!
JALEADORA
1.ª
¡Bendita
sea tu novia!
JALEADORA
2.ª
¡Maolillo
er grande!
MARAVILLA
¡Ay,
qué niño más libidinoso!
MAESTRO
CANSINO
¡Ole…
ole…! ¡Requeteole…!
¡Mu
bien…! ¡Esa ha estado güena!
¡Otra
güena!
JALEADORAS
¡Ole…!
(Termina
el Bailaor)
CANTAORA
¡Qué
es triste la petenera!
Pues
no lo había de ser,
si
la inventó una mosita
que
se murió de un queré.
UN
SOLDADO
¡Quién
te pillara, coronela!
DON
EPIFANIO
¡Riá!
¡Riá! ¡Riá!
MAESTRO
CANSINO
¿Usté
también arterna?
DON
EPIFANIO
¡Digo!
MAESTRO
CANSINO
¡Ahí
va una caña!
(Ha
vuelto a empezar la Bailaora. A poco, sube a acompañarle el Bailaor)
MARAVILLA
¡Viva
Córdoba y su Potro!
JALEADORA
1.ª
¡La
alegría de mi tierra!
MAESTRO
CANSINO
¡Así
se gana er carté!
UN
PALETO
¡Aún
hay patria, Emerenciano!
UN
SOLDADO
¡Viva
el anís del mono!
MARAVILLA
¡Solera
fina!
MAESTRO
CANSINO
¡Grasia
y sentío!
(Termina
la pareja de baile con un zapateado y da fin al número)
(Hablado)
MAESTRO
CANSINO
Se
habéis portao superió.
Sos
veo esta primavera
que
viene, en Parí de Francia.
CHALINA
Escuche,
maestro…
MAESTRO
CANSINO
Venga,
¿qué ocurre?
CHALINA
¿Va
usté a llevarse
a
París a esta muñeca?
(Por
Maravilla)
MARAVILLA
Allí
me están esperando.
CHALINA
¿A
ti, criatura?
(Cogiéndole
un brazo)
MARAVILLA
¡Suelta!
CHALINA
Pero,
oiga, ¿no es de París
de
dónde traen a las nenas?
MARAVILLA
¿A
mí? ¡De Málaga, rico!
CHALINA
¿Rico?
Vaya una indirecta
pa
decirme que convide.
¡A
ver! ¡Una camarera!
(El
Soldado va hacia la puerta. Al pasar por delante de la pareja que forman un Chulo
y su prójima, hace a ésta un guiño)
UN
CHULO
¿Te
ha mirao?
ELLA
¡Calla,
Cipriano!
UN
CHULO
¡Recluta!
UN
SOLDADO
De
la reserva.
¿No
ve que llevo el canuto
pa
darle a usté en la cabeza?
DON
EPIFANIO
¡Joroba!
(Preparándose)
UN
CHULO
¿A
mí?
ELLA
(Sujetándole)
¡Pero
Cipri!
UN
CHULO
¡No
me quites la botella!
UN
SOLDADO
(A
quien sujetan los de la mesa inmediata al ventanal)
¡Soltarme,
que lo afusilo!
DON
EPIFANIO
¡Soltarle!
Y ahora… ¡afuera!
(El
Soldado le hace un poco de cara. Don Epifanio le tira un desplante y aquél se
va)
¡Hipnotizado!
(Al
Chulo). Y tú, mira
por
dónde se va a la meca.
(Señalándole
la puerta)
UN
CHULO
Está
bien, Francisco.
DON
EPIFANIO
(Yéndose
triunfador)
¡Nada!
¡Toreo
mejor que el Guerra!
SEÑOR
ANTONIO
(Que
sale por la primera de la izquierda)
¡Don
Epi!
DON
EPIFANIO
¡Qué
pasa en Cádiz!
SEÑOR
ANTONIO
A
ver si se da una vuelta
por
arriba, que en el monte
pa
mí que va a haber tragedia.
DON
EPIFANIO
¿En
el Monte? Soy yo allí
más
conocido que Chueca.
SEÑOR
ANTONIO
Pues…
¡Hale!
DON
EPIFANIO
(Al
mutis)
Muero
cardíaco.
(Ha
entrado por la derecha Juan de Dios)
JUAN
DE DIOS
¡Buenas…!
¿Está la Emilia por dentro?
SEÑOR
ANTONIO
Sí.
¿Quién pregunta por ella?
JUAN
DE DIOS
Ande,
dígale que salga.
SEÑOR
ANTONIO
Pero,
¿quién es?
JUAN
DE DIOS
La
Manuela.
SEÑOR
ANTONIO
¿La
Manuela? Y tú, berzotas,
¿me
la has dejao en la puerta?
Maestro:
¡la marcha real!
(A
Juan de Dios)
Tú,
mientras tanto, penetra
y
avísaselo a la Emilia.
(Mutis
de Juan de Dios por la segunda izquierda. El Señor Antonio se dirige a la calle
y levanta el portier. En toda la parroquia se produce un movimiento de
curiosidad)
Amos;
¡adentro, princesa!
(Entra
Manuela)
MAESTRO
CANSINO
¡Vaya
gachí!
MANUELA
¡Buenas
noches!
UN
PALETO
(Por
lo bajo, a su compañero de mesa)
¡Riá!
¡Riá!
SEÑOR
ANTONIO
Felices
las tengas.
(Manuela,
en toda la escena, habla y oye sin atención, dedicándose a escudriñar todo el
café con la mirada, haciendo objeto especial interés al Durmiente, cuyo rostro
no logra ver a su gusto)
¿Te
vas a quedar ahí?
MANUELA
Es
que me da una vergüenza…
SEÑOR
ANTONIO
Siéntate
aquí.
MANUELA
No,
sentarme
no;
de ninguna manera.
¿Aquél
es? ¡Ah, sí! El Chalina.
SEÑOR
ANTONIO
El
mismo.
CHALINA
(Desde
lejos)
Salú,
maestra.
¿Quiere
usté un chato?
MANUELA
¿Yo,
un chato?
¿Lo
ve usté? (Al Señor Antonio)
SEÑOR
ANTONIO
Es
una fineza.
MARAVILLA
¿De
qué es maestra?
CHALINA
De
plancha.
MAESTRO
CANSINO
¡Camará,
vaya una jembra!
(Salen
Juan de Dios y Emilia)
EMILIA
¿Usté
por aquí?
MANUELA
(Besándola)
Ya
ves.
Y
¿a qué, dirás?
EMILIA
¿Quién
lo acierta?
MANUELA
Pues
a traerte el regalo
de
boda.
SEÑOR
ANTONIO
Y
yo que lo crea.
MANUELA
¿Verdá,
Juan de Dios?
JUAN
DE DIOS
La
fija.
MANUELA
Te
he comprao una pulsera;
pero
iban a dar las ocho,
tenía
que hacer la cena
y
dije digo: Mañana
la
llevo en cuando amanezca.
SEÑOR
ANTONIO
Pero,
¿han pasao ya las burras
de
la leche?
MANUELA
Cállese,
pelma.
Cené,
fregué y, al ponerme
a
leer La Correspondencia,
veo
un anuncio que dice:
«Novias».
Y digo: Maestra,
a
llevar el regalito
que,
total, es ahí bien cerca,
y
si la Emilia lo ve
antes
de acostarse, sueña
con
la noche de la boda,
y…
JUAN
DE DIOS
No
detalles, Manuela.
EMILIA
Pero,
siéntese usté aquí.
SEÑOR
ANTONIO
No
invites, que no se sienta.
MANUELA
Voy
a enseñártela.
EMILIA
¿A
ver?
MANUELA
(Señalando
la primera de la izquierda)
¿Adónde
va esa escalera?
EMILIA
A
la tertulia.
MANUELA
¿Subimos?
SEÑOR
ANTONIO
¡Y
tres más!
MANUELA
¿Tiene
sorpresa?
SEÑOR
ANTONIO
Es
sólo para hombres.
MANUELA
¡Ah!
Lo decía en la creencia
de
que sería más propia
pa
mostrarte la pulsera.
SEÑOR
ANTONIO
Pa
eso es mejor que penetres,
si
te place, en la vivienda.
EMILIA
Venga
usté conmigo.
MANUELA
No,
verás…
SEÑOR
ANTONIO
Ya
no quiere.
MANUELA
¡Ea,
vamos chica!
SEÑOR
ANTONIO
Pa
que te vayas
acostumbrando
a ella.
MANUELA
¡Cuidao!
SEÑOR
ANTONIO
¡Si
estoy convencido
de
que no caerá esa breva!
(Al
pasar Manuela junto al Hombre que duerme, le levanta la gorra)
¿Qué
haces?
MANUELA
Les
tengo manía
a
las gorras de visera.
Usté
perdone.
(Al
Durmiente, que apenas se ha dado cuenta de lo ocurrido y ahora despierta,
bosteza y se estira)
JUAN
DE DIOS
Oiga,
amigo,
que
se ha equivocao de puerta,
que
la cuadra es en el quince.
(El
le mira sin comprender)
CHALINA
No
te canses, que es de piedra.
(Vuelve
el aludido a coger una postura cómoda. Juan de Dios se dirige a la puerta de la
calle, donde acaba de aparecer Venustiana)
VENUSTIANA
¡Buenas
noches! ¿Está el dueño
del
café? ¡Que comparezca!
CHALINA
¿Esa
voz?
(Se
levanta y mira por encima del tablao)
VENUSTIANA
(Dirigiéndose
al Encargado del mostrador, sin moverse de junto a la puerta)
¡Eh…!
CHALINA
¿No
lo dije?
¡La
Venus de Emilio! ¡Aprieta!
(Procura
no ser visto, poniéndose a hablar animadamente con los Flamencos. El Encargado desparece
del mostrador)
JUAN
DE DIOS
¿Viene
usté a que la contrate?
VENUSTIANA
¿Es
guasa… o dolor de muelas?
JUAN
DE DIOS
¡Dios
me libre!
VENUSTIANA
Vengo
a ver
si
pernozta ese fresquera
de
José María, el novio
de
Rosario, antes Manuela.
(Se
sienta en el primer velador de la derecha)
JUAN
DE DIOS
Pues
hoy no ha venido, creo
que
va al de la Berenjena.
(Mutis
de Juan de Dios a la calle. Por el fondo izquierda sale el Señor Antonio)
SEÑOR
ANTONIO
¿Quién
me llama?
ENCARGADO
Esa
señora.
VENUSTIANA
(Saliendo
al encuentro del Señor Antonio)
Oiga
usté…
SEÑOR
ANTONIO
¿Qué
quiere?
VENUSTIANA
(A
ver al Chalina)
¡Arrea,
pero
si está aquí Cupido
rodeao
de sinvergüenzas!
CHALINA
Calma,
Venus.
MARAVILLA
Oiga
usté…
VENUSTIANA
¿Qué
hay por la casa de fieras?
MARAVILLA
¡Que
se ha fugao… el gorila!
VENUSTIANA
¿Yo,
gorila?
(Empuñando
una botella)
SEÑOR
ANTONIO
(Quitándosela)
Esa
botella
no
tiene la culpa.
(Al
Encarado) ¡Chuti!
¡Concéntrame
aquí la fuerza!
(Vase
el Encargado hacia dentro)
(Música)
Terceto
VENUSTIANA
Déjeme,
señor Antonio.
CHALINA
No
la deje, que se oceca.
VENUSTIANA
¿Me
oceco? Me vuelvo loca
de
pensar en cien pesetas
que
me has sacao pa´l entierro
de
tu padre, ¡Así fallezcas
y
te coman los gusanos
podridos
que te rodean!
MARAVILLA
¡Sabandija!
VENUSTIANA
¿Sabandija?
MAESTRO
CANSINO
¡Curiana!
VENUSTIANA
Anciano:
la lengua
ten,
o te la corto en lonchas.
UN
PALETO
(Sujetando
a Venustiana)
Señora,
señora: quieta.
SEÑOR
ANTONIO
(Al
aparecer Don Epifanio)
¡Vamos,
que eso es cosa suya!
DON
EPIFANIO
¡A
quién le sacudo tela?
(Al
ver a Venustiana).
¡Joroba!
¡La Venustiana!
SEÑOR
ANTONIO
¡Dejarle
solo con ella!
(Como
por ensalmo, al aparecer Don Epifanio, al que empuja el Señor Antonio, en el centro
del barullo, se apartan todos y se calman los Flamencos)
DON
EPIFANIO
(Amabilísimo)
¿Qué
le ocurre a usté? ¡Caray!
La
encuentro a usté más repuesta.
VENUSTIANA
¡Hombre,
usté es el que faltaba!
MARAVILLA
No,
la que faltaba es ella.
VENUSTIANA
¡Quite
usté de en medio, pingo!
(De
un tantarantán lo echa a un lado y luego va sobre Maravilla. La detiene el Chalina
y
ella
le pega)
DON
EPIFANIO
¡Joroba!
SEÑOR
ANTONIO
Le
doy la cuenta,
si
no la tira a la calle.
CHALINA
¡Bruta!
VENUSTIANA
¡Chulo!
DON
EPIFANIO
¡A
mí con ésas!
(Vuelve
al lugar de la refriega y, por primera vez, se alza el chaleco, haciendo de
tripas corazón)
¡A
ver!
VENUSTIANA
(Mirando
la batería de pistolas)
¡Ya
lo veo!
DON
EPIFANIO
(Respirando)
¡Vaya!
VENUSTIANA
Y
a mí, ¿pa que me lo enseña?
DON
EPIFANIO
(Alzándose
otra vez el chaleco)
¿Qué
pasa?
VENUSTIANA
(Levantándose
la falda de encima)
¡La
procesión!
DON
EPIFANIO
¡Señora
Venus…! Comprenda
que
hay que salir por las malas,
si
no se va por las buenas.
VENUSTIANA
¿Y
usté es quien tiene que echarme?
DON
EPIFANIO
Sí,
señora.
VENUSTIANA
¡Qué
sorpresa!
DON
EPIFANIO
Sabía
que le chocaba.
VENUSTIANA
Pues,
gallo, esconde la cresta.
(Se
lía con él a puñetazos, corriéndolo por entre las mesas, tirando sillas y dando
empujones a los parroquianos hasta que lo mete debajo de una mesa. Todos
intervienen en la bronca)
DON
EPIFANIO
¡Ay!
¡Zambomba!
SEÑOR
ANTONIO
¡Atiza,
manco!
CHALINA
¡Venus!
PALETO
¡Señora!
MARAVILLA
¡Qué
fiera!
SEÑOR
ANTONIO
¡Llamar
a un guardia!
DON
EPIFANIO
¡Socorro!
UN
CHULO
¡Al
sereno!
SEÑOR
ANTONIO
¡A
la delega!
DON
EPIFANIO
¡Que
no vale!
(Metiéndose
debajo de la mesa del Durmiente, que sigue impertérrito)
SEÑOR
ANTONIO
¡Se
acabó!
VENUSTIANA
(Tirándole
patadas)
¡Toma!
DON
EPIFANIO
¡Barrera!
¡Barrera!
(Consigue
el Señor Antonio llevarse a un lado a Venustiana y se hace el silencio. El que
dormía se ha despertado al tropezarle Don Epifanio en sus pies, y dice:)
UN
SORDO
¿Pasa
algo?
DON
EPIFANIO
No,
es que jugamos
a
la gallinita ciega.
CHALINA
Bueno,
alma mía. Una vez
que
has rematao la faena
y,
si ninguno se opone,
por
mí te damos la oreja,
toma
el bracete, reposa
en
mi pecho la cabeza
y
vámonos a la plaza
de
Lavapiés, que hay verbena.
VENUSTIANA
(Anhelosa)
No
puedo hablar.
CHALINA
Sí,
ya he visto,
que
estás hecha polvo.
VENUSTIANA
¡Muerta!
CHALINA
Por
eso te ayudo, chata.
(Aparte)
¡Si
no… cualquiera se acerca!
SEÑOR
ANTONIO
Hagan
el favor…
CHALINA
Ya
vamos.
Sin
favor. Andando, nena.
(Van
hacia la puerta)
VENUSTIANA
Diles
a esas desgraciadas,
que
me quieres más que a ellas.
CHALINA
Dicho,
¿lo oís? Trae que yo
te
lleve el portamonedas.
(Mutis
de los dos por la derecha)
SEÑOR
ANTONIO
Salga
usté, Don Epifanio,
de
debajo de la mesa…
DON
EPIFANIO
(Saliendo)
¿Qué
va usté a hacer?
SEÑOR
ANTONIO
¡Qué
pregunta
más
rara! Darle la cuenta.
DON
EPIFANIO
¡Don
Antonio!
SEÑOR
ANTONIO
Usté
me dijo
que
por ocho pesetas
que
yo le doy, se comía
el
sursum corda.
DON
EPIFANIO
Pero
ésa…
es
el ite misa est.
¿Ha
visto usté cómo pega?
SEÑOR
ANTONIO
Le
pega a usté… Bueno, deje
el
material en la mesa.
(Don
Epifanio empieza a sacar armas de la cintura)
Voy
a liquidarle.
(Hace
cuenta en un papel)
DON
EPIFANIO
Pero…
¿A dónde voy?
SEÑOR
ANTONIO
¡A
la guerra!
Y
cuando le hayan matao
seis
o siete veces, vuelva.
(A
una Camarera, por las armas)
Recoger
esas minucias.
(Dándole
la nota a Don Epifanio)
¡Ahí
va! Dos reales me adeuda.
DON
EPIFANIO
No
tengo suelto.
SEÑOR
ANTONIO
¿Y
atao?
DON
EPIFANIO
Tampoco.
SEÑOR
ANTONIO
Pa
usté las vueltas.
(A
Don Epifanio, que cruza hacia la izquierda)
¿Adónde
va usté?
DON
EPIFANIO
Es
que tengo
arriba
el hongo.
(Medio
mutis)
SEÑOR
ANTONIO
¡Qué
pena!
DON
EPIFANIO
¿Decía
usté?
SEÑOR
ANTONIO
Que
da rabia
que
no fuese usté una hembra,
joven
y guapa, pa darle
un
puesto de camarera.
Pero,
pa hombres, no hay nada.
DON
EPIFANIO
Otra
vez será… ¡Paciencia!
(Mutis
por la primera izquierda. Comentarios de la concurrencia del café)
SEÑOR
ANTONIO
(A
todos)
Y
¡cuidao… porque le soplo
dos
tiros al que arme gresca!
Maestro:
aquí no se roba
la
paga. ¡Siga la juerga!
(Rompe
el baile en el tablao, muy animado y con palillos. El Señor Antonio, una vez
que ve tranquila a la concurrencia, se mete al interior. Aparece José María por
la derecha, muy resuelto. Se sienta en la primera mesa. Da palmas. Acude una Camarera,
con una botella de coñac y una copa, como si fuera lo que siempre pide el
cliente. La Maravilla, que no había subido al tablao, se acerca a José María y,
sin sentarse, le da conversación y coba. Sale la Manuela, hace un ademán de
avance violento, el Señor Antonio la contiene)
MANUELA
Déjeme,
señor Antonio.
SEÑOR
ANTONIO
No
la vayas a pringar.
(Manuela
avanza hacia José María y éste la ve antes de llegar a su lado, poniéndose de
pie)
JOSE
MARIA
¿Dónde
vas?
MANUELA
José
María:
te
lo puedes figurar.
(El
Señor Antonio se ha ido un momento al fondo y manda parar el baile. Todos los
concurrentes se extrañan y, cuando ven que el Señor Antonio vuelve hacia los
protagonistas, miran con interés. De aquí en adelante, este interés se va acentuando
hasta obligar a todos a buscar sitio desde donde presenciar la escena sin
estorbos)
JOSE
MARIA
No
desafíes, mujer,
porque
tú sabes que yo
no
me doblego por ná.
SEÑOR
ANTONIO
No
vocear, por favor.
MANUELA
Escuche
usté,
que
no he de alzar la voz.
Dígale
usté a ese sujeto
que,
aunque soy muy chulapona,
saben
en todo mi barrio
que
soy muy buena persona;
que
me han contao que se muere
por
un querer que no olvida
y,
a lo mejor, es el mío
y
es menester que lo diga.
SEÑOR
ANTONIO
¿Tú,
te enteras?
JOSE
MARIA
Sí,
señor.
SEÑOR
ANTONIO
(Quitándose
de en medio)
El
que no se ha enterao
soy
yo.
(El
Señor Antonio coge la botella y la copa de José María y con ellas se a va a la
mesa de la izquierda, donde, de ahora en adelante, no cesa de escanciar y
beber, nervioso)
JOSE
MARIA
No
sé, Manuela, si vienes
a
recrearte el orgullo,
si
yo te digo, chulapa,
que
ese cariño es el tuyo.
MANUELA
Cuando
el cariño es de veras
todo
el orgullo se olvida.
JOSE
MARIA
(Con
entusiasmo)
¡Bendita
sea tu boca,
chulapona
de mi vida!
MANUELA
En
la tuya,
nene
mío,
ríe
y canta
la
verdá.
JOSE
MARIA
Esos
ojos bonitos
ya
no brillan de celos,
porque
saben que nunca
tendrán
que
apartarse de mí.
MANUELA
Que
no vuelvan los tuyos
a
sentirse traidores.
JOSE
MARIA
Esos
ojos bonitos
en
mi vida serán
como
dos luceritos
que
mi amores
alumbrarán.
(Lentamente,
embebecidos, se van por la derecha los dos amantes. Juan de Dios ha aparecido
un momento antes y les levanta la cortina, complacido y ligeramente emocionado.
El Señor Antonio, los va siguiendo desde lejos con su última copa en la mano.
Al verlos desaparecer, tira la copa al suelo con rabia. El Paleto, que, como
los demás, ha presenciado el episodio con un interés extraordinario, rompe en
uno de sus entusiastas «¡Riá, riá…!» El Señor Antonio le quita el tipo de una
bofetada. Gran revuelo. Cuadro)
TELON RAPIDO
TERCER ACTO
En
los Viveros de Lázaro o de Migas Calientes. Consta el decorado de un telón de
foro y tres rompimientos. En el primer rompimiento hay, a la izquierda, un seto
y, a la derecha ,un añoso álamo, un poco separado del lateral, En el segundo,
un árbol de doble tronco, a la izquierda, pero a cierta distancia del lateral,
y, a la derecha, la esquina del edificio de cocinas y dependencias. En el
tercero, un seto, a la izquierda, y un árbol en el centro. En el telón de foro,
se ve, en primer término de la derecha, un árbol que forma una fila con los
descritos en los dos rompimientos anteriores y con el seto del primero; a la
izquierda y en sentido paralelo a la citada fila de árboles, tres sauces viejos
y escasamente frondosos; detrás de la fila de los sauces, el salón cubierto,
entre cuyas pilastras de madera hay celosías de caña, en parte cubiertas con
madreselvas; a la derecha, en sentido perpendicular a la fachada visible del
salón, la empalizada que sirve de cerramiento a los Viveros y, detrás, el arbolado
de la carretera. Toda la floresta presentará un carácter otoñal no muy
avanzado. Hay dos bancos de piedra: uno, delante del segundo y tercer
rompimiento, y ambos colocados oblicuamente. Sillas de madera blanca y con
asiento de enea.
A
media tarde. Agrupados oblicuamente, desde el centro de la escena al primer
lateral izquierdo, aparecen Emilia y Agustín, en traje de boda, Manuela y Antonio,
que son los padrinos, y los Invitados, entre los cuales figuran Rosario y José
María. El grupo se formará así: los novios en el centro, sentado en sillas; a
uno y otro lado, junto a ellos, los padrinos; en la misma fila de sillas, ocho
mujeres repartidas a ambos lados de aquéllos. Delante, en el suelo, algunos Jóvenes
de uno u otro sexo. Detrás, más Mujeres y más Hombres, en pie. Y, más detrás,
subidos en los bancos, algunos Hombres. A la derecha, en primer término, una
máquina fotográfica de trípode, enfocando el grupo. Debajo del paño negro de la
máquina, Don Epifanio.
(Música)
Introducción
TODOS
¡Ande,
señor retratista,
que
se me cansan los ojos!
DON
EPIFANIO
Un
momento de paciencia
que
es que no encontraba el foco.
(Acercándose
al grupo)
¡Levanten
más esa frente!
TODOS
Es
que estamos ya dormidos.
DON
EPIFANIO
(Al
Señor Antonio)
¡Fuera
el puro de la boca!
SEÑOR
ANTONIO
¡Ya
me carga a mí este tío!
(Tira
el puro, que está casi entero, y Don Epifanio lo recoge y lo apaga y se lo
guarda en
el
bolsillo)
MANUELA
¡Ande
usté, Don Epifanio,
que
está interrumpiendo el baile!
DON
EPIFANIO
A
un habano de este precio
yo
no puedo desairarle.
(Volviendo
la máquina y cogiendo la perilla de goma del obturador)
¡Cuidadito!
¡Todos quietos!
¡Un
momento de atención!
Va
a salir el pajarito…
(Pausa)
¿No
lo han visto? ¡Ya salió!
(Recoge
la máquina y la aparta más a la derecha)
TODOS
(Descomponiendo
el grupo)
¡Gracias
a Dios!
¡Qué
atrocidá!
MANUELA
Ya
no puede el baile
continuar.
SEÑOR
ANTONIO
(Mirando
a la izquierda)
¡Venga
manubrio!
DON
EPIFANIO
(Cruzando
hacia la izquierda)
¡Haga
el favor!
Es
que esta pieza
la
toco yo. (Mutis)
(Las
Mujeres, al deshacer el grupo, se han llevado las sillas que, naturalmente,
colocan, formando, con los bancos, un semicírculo. Luego se sientan en ellas.
Los Hombres que van a tomar parte en el chotis, quedan dentro del semicírculo. Los
demás personajes, fuera de él. Con Manuela bailará Agustín, con Emilia, José
María, y con Rosario, el Señor Antonio)
TODOS
Venga
un chotis madrileño,
pa
el final de la función.
(Prelúdiase
el bailable. Los Hombres se dirigen a las Mujeres, sombrero en mano)
(Música)
Chotis
ELLOS
¿Me
hace usté el favor,
reina
de Madrí?
ELLAS
Nunca
ha sido un baile
tan
de mi agrado.
(Se
levantan Ellas, y Ellos les ofrecen el brazo)
ELLOS
¡Cuélguese
de aquí!
ELLAS
Tengo
un gran honor.
ELLOS
Quien
se siente honrado
es
un servidor.
(Las
llevan al sitio donde van a bailar, mientras Ellas dicen:)
ELLAS
Pero
antes de bailar, si no le enoja,
dispense
que la falda me recoja.
ELLOS
Lo
que quiere usté,
diga
la verdá,
es
lucir la enagua bien planchá.
ELLAS
¡Ya
está!
(Bailando)
TODOS
El
chotis es
lo
más pintiparao
pa
derretir
la
sal del agarrao.
Y
los que van
bailando
a un mismo son,
parece
que palpitan
con
un corazón.
(Bailan
más)
UNOS
Sí,
señor.
OTROS
Es
verdá.
UNOS
Ahí
la tienes,
báilala.
TODOS
No
hay como el chotis
pa
llevar bien el compás.
LOS
QUE BAILAN
(Ellos)
¡Ay,
madrileña chulapa,
por
fina y por guapa
me
quitas el sueño!
LAS
QUE BAILAN
(Ellas)
Calla,
chulapo castizo,
que
tú eres mi hechizo
por
ser madrileño.
ELLOS
Yo
no lo digo de broma.
ELLAS
Yo
hablo también de verdá.
ELLOS
y ELLAS
Y
es que en el baile parece
que
nace y que crece
la
buena amistá.
TODOS
¡Chotis
de Madrí,
baile
popular,
alma
de kermeses y de verbenas!
Hay
que preguntar
si
será por ti
por
lo que las penas
no
se ven aquí.
Lo
bailan en la Flor y en Provisiones
y
en otros selectísimos salones;
pero
donde más
me
disloca a mí,
es
en los Viveros de Madrí.
(Los
que bailan llevan ahora a las Mujeres a sus respectivos asientos)
ELLOS
¿Quiere
usté
descansar?
ELLAS
Me
he llegado
a
fatigar.
ELLOS
Es
aquí.
Siéntese.
ELLAS
(Sentándose)
Muchas
gracias.
ELLOS
No
hay de qué.
(Saludan
con el sombrero en mano y luego se cubren)
(Hablado)
SEÑOR
ANTONIO
Un
momento de atención.
Señoras
y caballeros:
una
vez que se ha cumplido
el
programa, aquí en osequio
de
la boda de Agustín (Señalándole,)
con
mi unigénita –creo
que
se dice así en francés–;
que
la tarde va cayendo,
que
puede que haiga relente
y
que en los novios azvierto
ciertas
ganas de marcharse
a
celebrar su himeneo,
vamos
a que ustedes tomen
un
piscolabis ligero,
–¿se
dice lunche?–, ¡pues lunche!,
el
caso es que merendemos,
y
luego a tomar los coches
que
creo que están unciendo
y
ya le he visto a Ciriaco
dando
patás en el suelo,
y
el rey de los cascabeles
es
un gachó de mal genio.
MANUELA
Eso
se dice y se hace.
SEÑOR
ANTONIO
Andando,
pues.
(Inician
el mutis por la primera de la derecha, saliendo parte de los invitados. Manuela
dialoga a la izquierda con José María. Emilia con Agustín, al fondo. Antonio
vuelve a acercarse a Rosario)
Oiga,
cielo,
¿qué
le pasa a usté, que tiene
esa
cara?
ROSARIO
Que
no tengo
otra
mejor.
SEÑOR
ANTONIO
Yo
pensaba…
bueno
me callo.
ROSARIO
(Mirando
a José María)
No
es eso.
Es
que se ha largao mi madre
con
el Chalina.
SEÑOR
ANTONIO
¿La
Venus?
ROSARIO
Anteayer
salió a la compra
y
entodavía no ha vuelto.
SEÑOR
ANTONIO
¡Eso
es una chiquillada!
No
haga caso.
JUAN
DE DIOS
(Entrando)
¿Llego
a tiempo?
(Viene
el Hombre con Guadalupe, su mujer, y cada uno trae en brazos un Chico en mantillas)
JOSE
MARIA
¡Atiza!
¡Vaya unas horas!
SEÑOR
ANTONIO
Ya
te había echao de menos.
JUAN
DE DIOS
Bien
queríamos llegar
al
ragú; pero primero
que
se colocan diez huéspedes
en
la vecindá y que luego
nos
aviamos los padres
y
se lava a los gemelos,
que,
mientras se lava al uno
el
otro está haciendo… méritos…
EMILIA
Pero,
¿esta vez fueron dos?
JUAN
DE DIOS
Pa
que vayáis aprendiendo.
MANUELA
(Cogiendo
al de Guadalupe)
Mira
qué salao es éste.
GUADALUPE
¡Cuidao,
que ese es el más puerco!
MANUELA
¡Juditas!
SEÑOR
ANTONIO
¿Qué
dices?
JUAN
DE DIOS
¡Judas!
Por
traidor: es el onceno
y
no dijo una palabra
de
lo que venía luego.
EMILIA
¡Pobre
criatura!
MANUELA
¡Rico!
JOSE
MARIA
Y
al otro, ¿qué le habéis puesto?
GUADALUPE
Este
quería Serapio.
JUAN
DE DIOS
¡Yo
que voy a querer eso!
Tu
padre, que es de un mal gusto…
¡Como
él se llama Indalecio…!
Lo
que yo dije es Locadio
y,
a otro que venga, ¡lo estrello!
MANUELA
Y,
total, que le pusisteis
Zenón.
JUAN
DE DIOS
¡Como
todos!
SEÑOR
ANTONIO
Bueno,
ven
a merendar… y tú…
(A
la Mujer)
Y…
¡rediez! Escucha, yerno.
Vamos
a hacer los honores
y
después ya os dejaremos.
(Se
lleva a Emilia)
JUAN
DE DIOS
(A
Agustín)
Yo
que tú se la dejaba
a
su padre. ¡Es un consejo!
AGUSTIN
Se
agradece.
JUAN
DE DIOS
Te
lo digo
por
la experiencia que tengo.
(Han
hecho mutis, por este orden, Manuela con Guadalupe, Emilia con el Señor Antonio
y Agustín con Juan de Dios. Rosario, que se había quedado apartada al fondo,
corta el paso a José María, que avanza el último desde la izquierda a la
derecha, con intención de seguir a los demás)
ROSARIO
Escucha,
José María.
¿Has
recibido mi carta?
JOSE
MARIA
Sí.
ROSARIO
Y,
¿qué dices?
JOSE
MARIA
Es
una sarta
de
disparates.
ROSARIO
Sabía
que
no me ibas a hacer caso.
JOSE
MARIA
Se
ha acabao el devaneo.
ROSARIO
Estoy
resuelta.
JOSE
MARIA
Lo
creo.
Yo
también. Déjame paso.
No
has debido de venir.
Lo
muerto ha muerto, mujer.
ROSARIO
¡Pero
lo que va a nacer
tiene
derecho a exigir!
(Por
la derecha aparece el Señor Antonio)
SEÑOR
ANTONIO
Rosario…
José María…
¿No
aceptan mi invitación?
Allí
está la reunión.
Ande,
que un día es un día.
Si
no la hubiera invitao,
se
habría usté resentido.
Eso
de su madre ha sido
una
vena que le ha dao.
No
tiene importancia. Sobre
que
a veces a una infeliz
se
le atribuye un desliz
de
que es incapaz, la pobre.
JOSE
MARIA
¿Qué
pasa?
SEÑOR
ANTONIO
¡Cállate
tú!
Vaya,
Rosario.
ROSARIO
Allá
voy. (Mutis por la derecha)
JOSE
MARIA
Yo
también. (Cruzando)
SEÑOR
ANTONIO
«Ascolta,
noy»,
que
dicen en San Feliú.
JOSE
MARIA
(Parándose)
Vuelvo
a decir que qué pasa.
SEÑOR
ANTONIO
¿Qué?
Por ese terraplén ,
(Señalando
a su espalda hacia la izquierda)
suele
pasar algún tren
de
cuando en cuando.
JOSE
MARIA
Sin
guasa.
SEÑOR
ANTONIO
(Acercándose
a José María)
¿Tú
quieres a la Manuela?
JOSE
MARIA
¡Qué
pregunta tan chocante!
SEÑOR
ANTONIO
No
te choque. El ignorante,
si
no interroga, se cuela.
JOSE
MARIA
Sí
que la quiero.
SEÑOR
ANTONIO
¿Lo
juras?
JOSE
MARIA
Por
mi salú.
SEÑOR
ANTONIO
¡Basta!
¡Choca!
(Dándole
la mano)
Entonces,
lo de esa loca…
JOSE
MARIA
¡Lo
de siempre, mondaduras!
SEÑOR
ANTONIO
Es
que te vi, al parecer,
ir
y venir… como el mar,
que
lo he visto en Santander
cuando
me voy a bañar,
y
Manuela es una playa,
pa
que te enteres, tan buena
que,
cuando rompe en su arena,
no
hay ola que se vaya.
JOSE
MARIA
Pues,
nada, que no me voy.
SEÑOR
ANTONIO
Ya
puedo dormir tranquilo.
JOSE
MARIA
¿Por
eso andaba usté en vilo?
SEÑOR
ANTONIO
¿Que
lo estaba? ¡Y que lo estoy!
Pero,
anda, vamos a ver
si
Lázaro nos convida.
(Incitándolo
a tirar hacia la izquierda)
JOSE
MARIA
¿Otra
copa?
SEÑOR
ANTONIO
Y,
¿qué es la vida?
(Llevándosele,
el brazo al hombro)
Chico,
¡vivir pa beber!
(Mutis
por la izquierda, segundo término. Por el primero del mismo lado, cruzando hacia
la derecha, aparece Don Epifanio)
DON
EPIFANIO
¡Joroba!
Me he distraído. Antes que sea más
tarde,
voy a recoger la máquina y a devolverla…
MANUELA
(Por
la derecha)
¡Tunante,
venga
usté aquí!
DON
EPIFANIO
Manolita,
¿qué quieres?
MANUELA
No
sé, matarle.
DON
EPIFANIO
¿A
mí?
MANUELA
Sí,
señor: a usté.
DON
EPIFANIO
Haz
el favor de explicarte.
MANUELA
Si
no deseo otra cosa.
A
ver, ¿cuántos machacantes
ha
recibido usté a cuenta
de
los retratos?
(Dándole
un cachete)
DON
EPIFANIO
No
achaques, haz el favor.
MANUELA
Venga:
¿cuántos?
DON
EPIFANIO
Catorce
duros cabales.
¡Un
éxito! De esta hecha
le
quito el puesto a Compañy.
MANUELA
¿A
Compañy?
DON
EPIFANIO
O
a Cifuentes.
MANUELA
Y
¿desde cuándo usté sabe
manejar
ese instrumento?
DON
EPIFANIO
Desde
nunca.
MANUELA
¡Y
tan campante!
DON
EPIFANIO
Manolita,
considera
que
no podría invitarte
a
natillas, porque estabas
fuera
de Usté, que el sable
es
el arma de que tengo
que
vivir… que estoy cesante
desde
el trece de noviembre
del
noventa y tres. ¡Fue martes!
MANUELA
Pero,
¿y cobrarles los grupos
adelantaos?
DON
EPIFANIO
¡Por
si salen!
MANUELA
Ahora
mismo se va usté
a
devolver, sin que falte
ni
uno solo… ¡ni uno solo!
los
catorce machacantes.
¡Eso
es un timo!
DON
EPIFANIO
(Asustado)
¡Manuela!
MANUELA
Una
cosa que usté no hace,
porque
usté es un caballero…
¡y
porque es usté mi padre!
DON
EPIFANIO
Manuela…
¿quién te lo ha dicho?
MANUELA
La
víctima del ultraje.
DON
EPIFANIO
No
digas eso, Manuela.
MANUELA
Sí…
la víctima… ¡quién sabe…!
DON
EPIFANIO
Manuela…
MANUELA
Venga
usté aquí…
DON
EPIFANIO
¿Qué
vas a hacerme?
MANUELA
¡Abrazarle!
(Le abraza)
DON
EPIFANIO
Manuela…
hija mía…
MANUELA
¡Vaya!
Corra,
que van a marcharse.
Diga
que se ha estropeao
la
placa.
DON
EPIFANIO
No
te apesares.
Aunque
tenga que decir
que
me cojan y me maten.
(Medio
mutis. Salen por la derecha Rosario, Pura, Lolita y dos Invitados)
MANUELA
Qué,
¿ya de retirada?
Don
Epifanio quería darles
no
sé qué recao.
PURA
Pues,
venga.
DON
EPIFANIO
¡A
éstos, no!
PURA
Pues…
adelante.
DON
EPIFANIO
(Aparte)
Y,
¿cómo digo yo
que
me he gastao once reales?
(Mutis
por la derecha)
INVITADO
1.º
Hasta
más vernos, madrina.
MANUELA
Pero,
¿y los coches? ¡Aguarden!
PURA
Nos
vamos en dos manuelas.
INVITADO
2.º
En
los coches no se cabe.
MANUELA
Pues…
¡adiós!
PURA
(Acercándose
a besarla)
Maestra,
adiós.
MANUELA
Purita:
¡a ver lo que se hace!
(Pura
y el Invitado 1.º hacen mutis por el fondo derecha)
LOLITA
Hasta
mañana, maestra. (Besándola)
MANUELA
Anda
con Dios, y no faltes.
(Mutis
de Lolita con el Invitado 2.º)
ROSARIO
Manuela…
¿Me das un beso?
MANUELA
¿Tú
también vas a besarme?
(Música)
Dúo
ROSARIO
No
es que te quiera besar
con
un designio traidor.
Es
que te quiero pedir
un
favor.
MANUELA
Y
acudes a mí…
ROSARIO
No
hay nada mejor,
porque
tú sabes querer
y
comprender
un
pecado de amor.
(Manuela
va a sentarse en una silla, a la izquierda. Rosario se sienta junto a ella, en otra
silla)
Confieso
que le quise por envidia,
que,
al verle enamorado
de
ti, me acometió;
más
tarde mi cariño fue sincero,
como
una llama
que
me abrasó.
Tú
misma le pusiste en mi camino
en
un instante justo de despecho.
Yo
te perdonaría
el
daño que me has hecho…
(Manuela
se levanta vivamente)
Perdóname
mujer.
Podría
hablarte en nombre de un derecho.
Perdóname
que cumpla mi deber…
MANUELA
¡Te
acuerdas de deberes
ahora
ya que es tarde!
ROSARIO
Tienes
razón. ¡Qué quieres!
Un
día fui cobarde.
Perderle
no quería
teniéndole
en mis brazos.
¡Maldito
sea el día
en
que contraje lazos,
que
entonces yo creía
que
él nunca rompería
haciéndolos
pedazos!
MANUELA
Debías
comprender
que
yo valía más
y
había de volver.
Porque
yo sé querer
y
guardarme además.
ROSARIO
Tienes
razón.
Me
equivoqué.
Ni
compasión
mereceré.
MANUELA
(Cogiéndola
por los hombros, frente a frente)
Un
beso al acercarte me pedías,
y
voy con toda el alma
tus
ojos a besar,
porque
hay un beso mío en esos ojos
que
yo debía
recuperar.
(La besa)
ROSARIO
Un
beso de perdón es lo que pido,
si
no como engañada, como madre.
MANUELA
No
te perdonaría.
Tú
no lo has merecido.
ROSARIO
¡Perdóname,
mujer!
MANUELA
Yo
sé lo amargo que es vivir sin padre.
¡Sabré
lo que es morir por un querer!
(Rosario
hace un ademán para abrazarla. Manuela la contiene. Rosario duda. Se decide por
aguardar. Vase por el fondo derecha. Manuela acaba irguiendo la cabeza, como quien
ha formado una resolución y piensa: «¡hay que ser fuerte!»)
(Hablado)
JUAN
DE DIOS
(Por
la derecha)
Manuela:
nos has dejao
a
lo mejor.
MANUELA
No
lo creas.
JUAN
DE DIOS
Yo,
chica, me he desquitao.
MANUELA
Cada
cual con sus ideas.
JUAN
DE DIOS
¿Qué
te pasa?
MANUELA
Poca
cosa.
JUAN
DE DIOS
Ya
parece que nos vamos.
(Por
segundo término de la izquierda, José María y el Señor Antonio)
SEÑOR
ANTONIO
¡Madrina…!
MANUELA
(Seca)
¡Qué!
JUAN
DE DIOS
(Aparte)
Está
furiosa.
JOSE
MARIA
Qué,
prenda, ¿nos la piramos?
MANUELA
Sí.
Se ha acabao el festejo.
JOSE
MARIA
Pues,
vámonos.
MANUELA
Vete
ya.
JOSE
MARIA
Pero,
escucha: ese entrecejo,
¿qué
significa?
MANUELA
Pues…
¡na!
JOSE
MARIA
Dímelo…
¡por tu salú!
MANUELA
Que
nos vamos. Yo al taller,
como
de costumbre. Tú…
¡a
cumplir con tu deber!
JOSE
MARIA
¿Mi
deber?
MANUELA
¡A
darle nombre
a
una infeliz criatura!
¡Lo
que debe hacer un hombre
que
pierde en una aventura!
SEÑOR
ANTONIO
¡Rediez!
JUAN
DE DIOS
No
entiendo una jota.
JOSE
MARIA
Manuela...
no seas prima.
MANUELA
No
te lo tomes a chacota,
que
no es una pantomima.
¡Te
vas ahora mismo!
JOSE
MARIA
¿Sabes
que
no quiero a esa mujer?
MANUELA
Hijo,
de eso no te alabes.
Puedes
llegarla a querer.
JOSE
MARIA
¡Te
quiero a ti!
MANUELA
¡Soberana
verdá,
que nadie dudó!
¿Y
si el día de mañana
tira
el crío más que yo?
JOSE
MARIA
¿No
los tendremos nosotros?
MANUELA
¡Esos…
ya están arreglaos!
Piensa
ahora en esos otros
que
son los más desgraciaos.
JOSE
MARIA
¡Ganas
de ponerse triste!
(Al
Señor Antonio)
Se
apura y se mortifica,
por
un chico que aún no existe.
MANUELA
¡No!
Me apuro… por si es chica.
JOSE
MARIA
¡Manuela…!
MANUELA
¡No
hablemos más!
JOSE
MARIA
¡Chulapona
de mi alma!
(Pausa)
¿Qué
me dices?
MANUELA
¡Que
te vas!
JOSE
MARIA
¡Dita
sea…!
(Amenazador)
SEÑOR
ANTONIO
¡Chico!
JUAN
DE DIOS
¡Calma!
(José
María, a quien el Señor Antonio y Juan de Dios han quitado el impulso, se va despacio
por el fondo derecha. Aquéllos le siguen con la mirada)
SEÑOR
ANTONIO
Volverá.
De este calibre
¡he
visto tanto almirez!
MANUELA
Señor
Antonio: soy libre…
¿Se
da usté cuenta?
SEÑOR
ANTONIO
(Tirando
el puro)
¡Rediez!
¿Y si vuelve?
MANUELA
Será
tarde.
SEÑOR
ANTONIO
¿Puedo
atreverme a invitar?
No,
no me atrevo.
MANUELA
Cobarde…
¿De
mí puede usté dudar?
(Música)
Hablado sobre la Música y Final
SEÑOR
ANTONIO
Se
lo diré a la familia,
que
no se lo va a creer.
¡Chicos!
¡Agustín! ¡Emilia!
(Mutis
por la derecha)
JUAN
DE DIOS
Manuela…
¡Qué vas a hacer!
MANUELA
Agradar
a mi marido,
vivir
con honestidá.
Consagrarme
sólo al cuido
de
ese espejo de bondá.
Por
la mañana, apañarle
pa
que salga bien portao.
A
mediodía, esperarle
con
el cocido espumao.
Las
tardes de cada día
que
luzca el sol en el cielo,
salir
en su compañía…
y
las noches de desvelo,
¡pensar
en José María!
TELON
Información
obtenida en:
http://www.zarzuelaoviedo.es/programas/libreto-lachulapona.pdf
Excelente aportacion a la cultura espanola.
ResponderEliminarFelicidades a todos los que aportaron su pasion y su tiempo para las futuras generaciones.
Que viva la sarzuela!
Muchas gracias a ti por tu comentario.
EliminarSaludos
Fernando