Opera en un acto.
Letra y Música de Manuel de Falla.
Estrenada el 23 de marzo de 1923 en el Teatro San Fernando de Sevilla.
REPARTO (Estreno)
Don
Quijote - Sr. Lledó.
Maese
Pedro - Sr. Segura.
Trujamán
(Niño) – F. Redondo.
La
acción se desarrolla en un guiñol en época y lugar imaginario.
El Pregón
(La
caballeriza de una venta en la Mancha de Aragón. Al levantarse el telón aparece
el retablo, lleno por todas partes de candelillas de cera encendidas. La escena
está dividida en dos secciones que
corresponden al proscenio y al retablo. En la primera sección aparecen y
accionan los muñecos representativos de las personas que se hallan en la venta.
De estas figuras, la que representa a D. Quijote ha de ser, por lo menos, de
doble tamaño que las restantes. La segunda sección de la escena, o sea el
fondo, ocupado por el retablo, debe dar la impresión de algo independiente en
absoluto de la primera. Es el verdadero teatro, y ha de estar colocado a una
sensible altura del plano que ocupa el proscenio. Supónese que está sobre unas
como andas cubiertas por cortinas, tras las que Maese Pedro manipula los
muñecos. Aparece Maese Pedro, que hace cesar la música agitando fuertemente una
campanilla. Maese Pedro, en ésta su primera aparición, lleva sobre el hombro
izquierdo un mono grande y sin cola, con las posaderas de fieltro)
MAESE
PEDRO
¡Vengan,
vengan a ver vuesas mercedes el Retablo de la libertad de Melisendra, que es
una de las cosas más de ver que hay en el mundo!
La sinfonía de Maese Pedro
(Poco
a poco van entrando en escena todos cuantos se supone que están en la venta,
siendo los últimos en pasar don Quijote y Sancho. Los personajes se detienen
ante la embocadura del retablo, examinándolo con gran curiosidad y haciendo
mudos, pero expresivos comentarios. Cuando aparece don Quijote, Maese Pedro le
saluda con ceremoniosas reverencias, ofreciéndole sitio preferente a uno de los
lados del retablo.
Luego,
lentamente, los personajes van a ocupar sus sitios respectivos para presenciar
el espectáculo, asomando la cabeza como si se hallasen de pie, hasta que Maese
Pedro les invita a sentarse, en cuyo momento desaparecen, quedando sólo
visibles las piernas de don Quijote. Éstas, muy largas y de cómico aspecto,
permanecen durante la representación, ya en postura reposada, ya puestas una
sobre otra. De vez en cuando, y especialmente en las interrupciones de don
Quijote, deben aparecer en el proscenio las cabezas de los espectadores, todas
o sólo algunas, según lo exija el momento escénico; pero, durante la mayor
parte de la representación en el retablo, han de quedar ocultas a la vista del
público)
MAESE
PEDRO
¡Siéntense
todos!
Atención,
señores, que comienzo.
(Después
de descargarse con gesto rápido del mono, se mete bajo las andas del retablo.
Entra
El Trujamán con una varilla en la mano)
EL
TRUJAMAN
Esta
verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa, es sacada de las Crónicas
francesas y de los Romances españoles que andan en boca de las gentes. Trata de
la libertad que dio el señor don Gayferos a su esposa Melisendra, que estaba
cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña. Verán vuesas
mercedes cómo está jugando a las tablas don Gayferos, según aquello que se
canta: "Jugando está a las tablas don Gayferos, que ya de Melisendra se ha
olvidado."
CUADRO 1º : La Corte de Carlomagno
(Sale
el Trujamán, descorriéndose al mismo tiempo la cortina de la embocadura del
retablo. Sala en el palacio imperial. D. Gayferos está jugando a las tablas con
D. Roldán. Reaparece el Trujamán. No se cierran las cortinas del retablo, pero
las figuras quedan inmóviles)
EL
TRUJAMAN
Ahora
verán vuesas mercedes cómo el emperador Carlomagno, padre putativo de la tal
Melisendra,
mohíno de ver el ocio y descuido de su yerno, le sale a reñir, y después de
advertirle
del peligro que corría su honra en no procurar la libertad de su esposa, dicen
que le dijo: "Harto os he dicho, ¡miradlo!", volviendo las espaldas y
dejando despechado a don Gayferos, el cual, impaciente de la cólera, pide
apriesa las armas, y a don Roldán su espada Durindana. Adviertan luego vuesas
mercedes cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en
la difícil empresa; pero el valeroso enojado no la quiere aceptar, antes dice
que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el
más hondo centro de la tierra. Y con esto se entra a armar para ponerse luego
en camino.
(Se
reanuda la representación ocultándose el Trujamán. Esto hará cada vez que cesa
su intervención, de no indicarse expresamente lo contrario. Entran los heraldos
del emperador)
(Pavoneándose
mucho aparece Carlomagno, seguido de caballeros y guardias de su corte. Don
Gayferos y don Roldán cesan de jugar a la entrada de Carlomagno, levantándose
de sus asientos y quedando inmóviles y en actitud respetuosa mientras el
Emperador y su corte realizan un paseo circular por la sala. A una seña de
Carlomagno, don Gayferos y don Roldán se le acercan. Entre los tres personajes
cámbianse graves y pomposos saludos. Carlomagno se encara con don Gayferos,
desarrollándose la escena ya explicada por el Trujamán. Crece por momentos el
enojo del Emperador que al reconvenir a su yerno, golpea con el cetro la cabeza
de don Gayferos. Carlomagno, volviendo airadamente las espaldas, recobra su
porte mayestático y se aleja, precedido por los Heraldos y seguido de su corte,
en la misma forma que entró en escena. Solos de nuevo don Roldán y don
Gayferos, éste, despechado y colérico, arroja lejos de sí el tablero y las
tablas, pidiendo a voces las armas, y a don Roldán su espada Durindana.
Rechazada la petición por don Roldán, síguese una acalorada disputa entre
ambos. Vase furioso don Gayferos y la cortina del retablo se cierra)
EL
TRUJAMAN
Ahora
veréis la torre del alcázar de Zaragoza, y la dama que en un balcón parece es
la sin par Melisendra, que desde allí, muchas veces, se ponía a mirar el camino
de Francia,
y
puesta la imaginación en París y en su esposo, se consolaba en su cautiverio.
Verán
también vuesas mercedes cómo un moro se llega por las espaldas de Melisendra, y
la da un beso en mitad de los labios, y la priesa que ella se da en
limpiárselos y cómo se lamenta, mientras el rey Marsilio de Sansueña, que ha
visto la insolencia del moro, su pariente y gran privado, le manda luego
prender.
(Torre
del homenaje del alcázar de Sansueña. Como fondo, grandes lejanías. Abrese la
cortina y se ve a Melisendra asomada a un balcón de la torre y en actitud
contemplativa, con la mirada fija en la lejanía. Poco después, el rey Marsilio
aparece paseando lentamente por la galería exterior del castillo. De vez en
cuando, y sin ser visto del rey ni de Melisendra, aparece el Moro Enamorado,
cautelosamente, y a espaldas de aquella.
Ultima
aparición del Moro, que, paso a paso y puesto el dedo en la boca, se acerca a
Melisendra. El beso. Grito de sorpresa y gestos de indignación de Melisendra,
que se limpia los labios con la manga de su camisa. Melisendra pide socorro a
grandes voces mientras se mesa y arranca sus largos cabellos. El Rey Marsilio
manda prender y castigar al Moro, que al huir ha caído en manos de los soldados
de la guardia real. Llévanse al culpable)
CUADRO 2º : Melisendra
EL
TRUJAMAN
Miren
luego vuesas mercedes cómo llevan al moro a la plaza de la ciudad, con
chilladores delante y envaramiento detrás, y cómo luego le dan doscientos
azotes, según sentencia del Rey Marsilio, ejecutada apenas había sido puesta en
ejecución la culpa, porque entre moros no hay traslado a la parte, ni a prueba
y estése, como entre nosotros.
(Don
Quijote, cuyas piernas han traducido por movimientos nerviosos su protesta
contra las últimas palabras del Trujamán, se asoma al proscenio, encarándose
con el muchacho)
DON
QUIJOTE
Niño,
niño, seguid vuestra historia línea recta, y no os metáis en las curvas y
transversales, que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas
y repruebas.
MAESE
PEDRO
(Sacando
la cabeza por las cortinas)
Muchacho,
no te metas en dibujos, sino haz lo que ese señor te manda: sigue tu canto
llano y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles.
EL
TRUJAMAN
Yo
así lo haré.
DON
QUIJOTE
¡Adelante!
(Ocúltase
Maese Pedro bajo el retablo, y don Quijote vuelve a sentarse)
CUADRO 3º : El suplicio del Moro
(Descúbrese
el retablo. Plaza pública en la ciudad de Sansueña. La escena se llena de
morisma. Llega el Moro culpable conducido por la guardia del rey y precedido
por voceadores que leen al pueblo la sentencia condenatoria. Síguenle dos
verdugos de feroz aspecto, provistos de largas varas.
El
Jefe de la Guardia ordena que comience el suplicio, y el Moro es puesto entre
los dos verdugos, en el centro de la plaza. Los verdugos azotan al culpable con
golpes alternados. Se interrumpe el suplicio. Gran movimiento en la
muchedumbre.
Se
reanuda el castigo. Cae el Moro. Los soldados se lo llevan a rastras, seguidos
por los verdugos y la morisma)
EL
TRUJAMAN
Miren
ahora a don Gayferos, que aquí parece a caballo, camino de la ciudad de
Sansueña.
CUADRO 4º : Los Pirineos
(Don
Gayferos, al trote de su caballo y cubierto con una capa gascona, aparece diferentes
veces desde la falda hasta la cumbre de una montaña, como siguiendo un camino
en espiral, llevando en la mano un cuerno de caza)
EL
TRUJAMAN
Ahora
veréis a la hermosa Melisendra, que, ya vengada del atrevimiento del enamorado
moro, se ha puesto a los miradores de la torre y habla con su esposo creyendo
que es algún pasajero, según aquello del Romance, que dice: "Caballero, si
a Francia ides, por Gayferos preguntade."
Veréis
también cómo don Gayferos se descubre y qué alegres ademanes hace Melisendra al
reconocerle, descolgándose luego del balcón, y cómo don Gayferos ase de ella, y
poniéndola sobre las ancas de su caballo, toma de París la vía.
CUADRO 5º : La Fuga
(Melisendra
ocupa su puesto en el mirador de la torre. Por el camino que se extiende en el
plano superior de la escena aparece don Gayferos a caballo, cubierto el rostro
con su capa. El caballo lleva un paso tranquilo.
Melisendra
hace señas al caballero para que se acerque. Llega don Gayferos al pie de la
torre por el camino que ocupa el primer término de la escena. Diálogo de
Melisendra y don Gayferos.
Don
Gayferos se descubre. Alegría de Melisendra, que se descuelga del balcón por el
lado de la torre opuesto al público. Don Gayferos, que acude a recogerla,
reaparece con ella montada en las ancas de su caballo.
Ambos
desaparecen al trote, cruzando los dos caminos ya indicados, y ciérrase la
cortina)
EL
TRUJAMAN
(Que
desde este momento no abandona más la escena)
¡Vais
en paz, oh par sin par de verdaderos amantes!
Lleguéis
a salvamento a vuestra patria; los ojos de vuestros amigos y parientes os vean
gozar en paz tranquila los días, que los de Néstor sean, que os quedan de la
vida.
MAESE
PEDRO
(Asomando
la cabeza por debajo del retablo)
¡Llaneza,
muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala!
(Ocúltase)
(Descórrese
por última vez la cortina del retablo y vuelve a aparecer la plaza pública de
Sansueña. Vese al rey Marsilio corriendo presuroso en busca de sus guardias.
Estos,
que acuden al llamamiento del rey, reciben sus órdenes y parten
precipitadamente)
CUADRO 6º : La Persecución
EL
TRUJAMAN
(Al
explicar la acción, va señalando con su varilla los muñecos que la representan.
Durante el toque de alarma cruzan presurosamente por la plaza pequeños grupos
aislados, y el rey, reapareciendo, sigue dando órdenes con gran premura)
Miren
vuesas mercedes cómo el rey Marsilio, enterado de la fuga de Melisendra, manda
tocar alarma, y con qué priesa, que la ciudad se hunde con el son de las
campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.
(Don
Quijote da crecientes muestras de impaciencia, asomando la cabeza y pugnando
por hablar)
DON
QUIJOTE
(saltando
de su sitio con visible indignación)
¡Eso
no, que es un gran disparate, porque entre moros no se usan campanas, sino
atabales y dulzainas!
MAESE
PEDRO
(sacando
de nuevo la cabeza)
No
mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote.
¿No
se representan casi de ordinario mil comedias llenas de mil disparates, y con
todo eso siguen felicísimamente su carrera, y hasta se escuchan con admiración?
(Don
Quijote, cuya indignación se ha ido calmando, asiente gravemente con signos de
cabeza a las palabras de Maese Pedro)
DON
QUIJOTE
Así
es la verdad.
MAESE
PEDRO
Prosigue,
muchacho.
EL
TRUJAMAN
Miren
cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en seguimiento de los dos
católicos amantes.
¡Cuántas
dulzainas que tocan, cuántas trompetas que suenan, cuántos atabales y atambores
que retumban!
Témome
que los han de alcanzar y los han de volver atados a la cola de su mismo
caballo!
FINAL
DON
QUIJOTE
(Poniéndose
de un brinco junto al retablo y desenvainando la espada)
¡Deteneos,
mal nacida canalla, no los sigáis ni persigáis; si no, conmigo sois en la
batalla!
¡Non
fuyades, cobardes, malandrines y viles criaturas, que un solo caballero es el
que os acomete!
(Don
Quijote, con acalorada y nunca vista furia, comienza a llover cuchilladas,
estocadas, reveses y mandobles sobre la titerera morisma, derribando y
descabezando a unos, estropeando y destrozando a otros, y dando entre muchos un
altibajo tal, que pone en peligro la cabeza de Maese Pedro, ya fuera de su
escondite, quien se abaja, se encoge y agazapa para evitar los golpes. Sancho
Panza hace gestos de grandísimo pavor y el resto de los espectadores de la
Venta va siguiendo con vivos y expresivos comentarios las peripecias de la
acción)
MAESE
PEDRO
¡Deténgase,
deténgase vuesa merced, mi señor don Quijote; mire que me destruye toda mi
hacienda!
DON
QUIJOTE
¡Oh
bellaco villano, malmirado, atrevido y deslenguado!
MAESE
PEDRO
¡Desgraciado
de mí!
DON
QUIJOTE
¡Y
vosotros, valeroso don Gayferos, fermosa y alta señora Melisendra: ya la
soberbia de vuestros perseguidores yace por el suelo, derribada por este mi
fuerte brazo; y porque no penéis por saber el nombre de vuestro libertador,
sabed que yo me llamo don Quijote, caballero y cautivo de la sin par y hermosa
Dulcinea!
MAESE
PEDRO
¡Pecador
de mí!
DON
QUIJOTE
(Absorto,
con la mirada en alto)
¡Oh
Dulcinea, señora de mi alma; día de mi noche, gloria de mis penas...
MAESE
PEDRO
¡Desventurado!
DON
QUIJOTE
..
norte de mis caminos...
MAESE
PEDRO
¡Desdichado
del padre que me engendró!
DON
QUIJOTE
...
dulce prenda y estrella de mi ventura!
MAESE
PEDRO
¡Cuitado
de mí!
DON
QUIJOTE
(Despertando
bruscamente de su éxtasis y dirigiéndose a todos los presentes)
¡Oh
vosotros, valerosa compañía; caballeros y escuderos, pasajeros y viandantes,
gentes de a pie y a caballo!
Miren
si no me hallara aquí presente, ¿qué fuera del buen don Gayferos y de la fermosa
Melisendra?
¡Quisiera
yo tener aquí delante aquellos que no creen de cuánto provecho sean los
caballeros andantes!
¡Dichosa
edad y siglos dichosos aquellos que vieron las fazañas del valiente Amadís, del
esforzado Felixmarte de Hircania, del atrevido Tirante el Blanco; del
invencible don Belianís de Grecia; con toda la caterva de innumerables
caballeros, que con sus desafíos, amores y batallas, llenaron el libro de la
Fama!
MAESE
PEDRO
¡Santa
María!
DON
QUIJOTE
En
resolución: ¡Viva, viva la andante caballería sobre todas las cosas que hoy
viven en la tierra!
FIN
Información
obtenida en:
http://www.kareol.es/obras/elretablomaesepedro/acto1.htm
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