¡ANDA, VALIENTE!
Zarzuela en un acto.
Letra de Mariano Pina.
Música de Francisco Asenjo Barbieri.
Representada por primera vez en Madrid,
en el Teatro de la Comedia, el 31 de Diciembre de 1880.
REPARTO
(Estreno)
Amelia - Sra. García.
Benjamín - Sr. Rossell.
Camilo - Sr. Guerra.
Donato - Sr. Rubio.
Quintín - Sr. Martínez.
En Madrid. —Epoca actual (La del
estreno)
ACTO UNICO
Sala de paso de una fonda. Puertas al
foro y laterales. Mesa escritorio. Chimenea con jarrones, encima, y en ellos ramos
de flores. Butacas, etc.
ESCENA PRIMERA
Benjamín, saliendo por la derecha con
una caja y papel, y sentándose a escribir.
BENJAMIN
Siempre que escribo, me pasa lo mismo.
En mi cuarto apenas hay luz, y tengo que salir a esta habitación para ejecutarlo.
Estoy más harto de vivir en fonda!... (Escribiendo) —«Queridísimo tío: Anoche
fui a un baile de «máscaras, hice tres conquistas, resultaron seis bofetones y
acepté cuatro desafíos.» —Ni fui al baile, ni soy quimerista, ni capaz de
ofender a nadie. Pero han de saber ustedes, que yo tengo un tío destornillado
del entendimiento. El reverso de la medalla de los demás tíos. Porque todos
ellos quieren que sus sobrinos sean juiciosos, y este buen señor tiene el
capricho de que yo sea calavera, y protagonista dé novelescos escándalos. De
modo, que mientras yo estoy en la corte dedicado al estudio de los cartílagos
del cuerpo humano, como cursante de medicina, él está en Extremadura, persuadido
por mis cartas, de que soy lo que se llama un trueno. Ya en ello heredar su
inmensa fortuna, y tengo que mentir, como ustedes están viendo. (Escribiendo) —«Incluyo
a usted una gacetilla que habla de mí, y que han publicado casi todos los
periódicos. » (Leyendo la gacetilla) —«Un libertino, Conocido en esta c0rte por
El terror de Madrid, le rompió ayer siete costillas a un marido, que le
sorprendió en amoroso coloquio con su mujer.» El suelto no revela el nombre de
ese atroz; y yo me apropio la atrocidad para que goce mi tío. (Escribiendo) —«Le
remito a usted una caja que contiene varios trofeos de mis victorias.» En
cuanto el buen señor vea esos auténticos, acaba de perder el juicio, y me dobla
la pensión que me tiene señalada.
(Música)
BENJAMIN
Inventando embrollos
con el viejo lidio;
pues si le obedezco,
muero en un presidio.
Y en caso tal,
es inventar enredos
pecado venial.
Para el memo de mi tío
soy prodigio de valor,
y es mi vida un puro lío
y del mundo soy terror.
He burlado a cien doncellas
y casadas muchas más,
y hay marido que al mirarme,
suda a mares aguarrás.
Pero ¡quiá!
no es verdad.
Soy de los buenos
la nata y flor,
y por lo fino
hago el amor.
Y en Capellanes
y en la Sutil
me vale un triunfo
cada schotíz.
¡Tirín, tirín!
Prefiero bailar,
no quiero reñir.
Piensa mi adorado ti o
que por mis arranques fieros,
he matado en desafío
seis ó siete caballeros.
Que he robado humildes monjas,
desnucando al capellán,
y que no me importa el fuero
de ninguna autoridad.
Pero ¡quiá!
no es verdad, etc.
QUINTIN
Señorito, carta para usted.
BENJAMIN
¿De quién?
QUINTIN
Del correo. (Quintín deja la carta y váse)
(Hablado)
BENJAMIN
(Mira el sobre) —¡Calla!... si es de mi
propio tío... a ver... a ver?... (La abre y lee) —«Badajoz veintiséis. — Amado
Benjamín: Vas a saber una noticia que te llenará de gozo,«—¡Alguna nueva
chifladura! —» Salgo »para Madrid tal vez hoy mismo, y es posible que en el
propio día que recibas ésta, te estreche en sus brazos tu amantísimo tío
Camilo.» —¡Dios de Israel! En cuanto se entere de que son falsas las
calaveradas que le he fraguado en mis cartas, me deshereda. —¿Qué hacer en este
conflicto?... Qué hacer? Poner tierra de por medio. El entra por la puerta de
Atocha, y yo salgo por la de San Vicente. Le escribiré que me persigue un marido,
ó la policía... cualquier cosa.
CAMILO
(Dentro) No hay que pasarle recado: yo
soy de la familia.
BENJAMIN
¡Santo Cristo!... ¡Esa voz!...
CAMILO
(Dentro) ¿En el número ocho? Bien: yo le
buscaré.
BENJAMIN
¡No hay duda!
ESCENA II
Dicho, Camilo, saliendo con saco de
noche y sombrerera.
CAMILO
¡Hola, valiente! ¡Acá estamos todos!
BENJAMIN
(¡Cataplum! ¡Descarga cerrada!) ¡Tío de
mis entrañas! (Abrazándole)
CAMILO
(Idem) ¡Aprieta, cuerpo de tal!...
¡Ah!... ¿tienes alguna herida, que pueda incomodarte con estos apretones?
BENJAMIN
No, estreche usted cuanto quiera. Hace
un momento que me ocupaba en escribirle a usted.
CAMILO
¿Tienes algún lance pendiente? ¿Te
persigue la justicia? Aquí estoy yo para apadrinarte en todo.
BENJAMIN
Lea usted, lea usted.
CAMILO
(Tomando la carta) «Anoche...» —¡Magnífico!
—«Tres conquistas y resultaron seis bofetones.» —Pero dime: ¿dónde resultaron?
¿En tu cara?
BENJAMIN
¿Está usted loco? En las de mis
contrarios.
CAMILO
¡Demonio! (¡Mirando la gacetilla) ¡Le
has roto siete costillas a un marido!
BENJAMIN
Qué quiere usted?... me puso mala
cara...
CAMILO
Ahora han dado los maridos en eso: pero
ya irán escarmentando.
BENJAMIN
¿Usted querrá descansar?
CAMILO
No: estoy perfectamente.
BENJAMIN
¡Quintín!... ¡Quintín! (Llamando)
QUINTIN
¿Señorito?...
BENJAMIN
Lleva esos objetos a una habitación
cerca de la mía, y disponlo todo para que este señor, que es mi tío, sea tratado
a cuerpo de rey.
QUINTIN
Será usted obedecido. (Váse por la
puerta derecha con el saco y la
sombrerera, y a poco vuelve a salir y desaparece por el foro)
ESCENA III
Benjamín, Camilo.
CAMILO
¿Tienes hoy explicaciones sobre alguno
de los lances de anoche?
BENJAMIN
¡Quiá! yo gasto pocos circunloquios con
mis contrarios. Desafío a un hombre, le mato, y no le vuelvo a ver en toda mi
vida.
CAMILO
Bien hecho. Y a propósito: ¿curaste
radicalmente de aquel chirlo que te hicieron en la cara?
BENJAMIN
¡A mí!... cuándo?
CAMILO
El mes pasado me lo escribiste.
BENJAMIN
¡Ah!... sí. (Ya no me acordaba) ¡Un
sablazo atroz!
CAMILO
Lo extraño es que no te ha quedado la
menor cicatriz.
BENJAMIN
¡Oh!... la cirugía ha adelantado mucho
en eso. Ahora se unen perfectamente los bordes de la herida, se les pone un
aglutinante de cal hidráulica, y la cicatriz queda por dentro.
CAMILO
¿Conque eres el valentón de la corte?
Hombre, se me va a cumplir el gusto, de que un individuo de mi familia haga
célebre el pueblo en que nació, como hicieron, por ejemplo, los suyos «El
Embozado de Córdoba,» «El Guapo de Andújar,» «Los Niños de Ecija...»
BENJAMIN
Y «El Bobo de Coria.»
CAMILO
¿Y dices en tu carta, que esta caja
encierra objetos?... .
BENJAMIN
Símbolo cada uno de interesantes
historias.
CAMILO
(Sacándolo de la caja) Un guante blanco
manchado de tinta!
BENJAMIN
Es de la infeliz Sofía. La sorprendió su
tutor escribiéndome un billete, y la clavó un puñal en las yugulares.
CAMILO
¡Qué bárbaro!
BENJAMIN
La infeliz cayó bañada en un mar de
tinta... digo, de sangre, y antes de espirar, me remitió como recuerdo el
guante y el billete, por el correo interior.
CAMILO
(Idem) ¡Hola! ¡botitas de raso!
BENJAMIN
De una de las duquesas que me han
adorado con más atolondramiento. Las estrenó un día que vino a verme, y como
celebré su pequeñez y primorosa hechura, se empeñó en que me quedase con ellas.
CAMILO
¿Y se fue descalza?...
BENJAMIN
Yo propio la bajé en mis brazos a un
coche de plaza.
CAMILO
¿Y para subir a su palacio?
BENJAMIN
Se puso los borceguíes del cochero.
CAMILO
Chico, lo que me parece más raro en tu
borrascosa vida, es que apenas me pides dinero.
BENJAMIN
Le diré a usted: es que mis calaveradas
las paga el gobierno del fondo de calamidades públicas. Como yo soy una
calamidad...
CAMILO
¡Qué oigo! ¿Te han declarado calamidad
pública? ¡Esto es para mí el colmo de la dicha! ¡Abrázame, y toma el premio que
merece tu sublime conducta! (Le da un pliego cerrado)
BENJAMIN
¿Qué es esto?
CAMILO
El testamento en que te nombro mi
heredero universal.
BENJAMIN
¡Ah! ¿Por qué amargar estos dulces
instantes con la idea de que tiene usted que morirse antes que yo?
CAMILO
Hombre... eso... ¿quién sabe? De todos
modos, tu porvenir está asegurado, y no tendrás que pensar, por razón de
intereses, en casarte con esa parienta de su mujer, que te destinó mi hermano
mayor al morir.
BENJAMIN
¿Casarme con una mujer a quien ni de
vista conozco?
CAMILO
Ni yo tampoco. Además, el Casamiento
cortaría en flor tu gloriosa carrera de escándalos.
BENJAMIN
Naturalmente.
CAMILO
¡Digo!... y ahora que voy a
presenciarlos y a coadyuvar a ellos!
BENJAMIN
(Estás fresco!)
CAMILO
¡Esto va a ser Troya ardiendo!
ESCENA IV
Dichos, Amelia, Quintín, con cejas y sacos
de noche.
QUINTIN
Señora, por aquí.
AMELIA
¿Es buena la habitación?
QUINTIN
La mejor de la Casa.
CAMILO
(Aparte a Benjamín) ¡Chico... magnífica
mujer!...
BENJAMIN
(A Camilo) ¡De primera clase!
QUINTIN
Perdone usted: he olvidado la llave...
(Dejando las cajas y demás al lado de la puerta izquierda, y yéndose por el foro)
AMELIA
¡Válgame Dios!... (Ve a Camilo y
Benjamín y les hace un saludo)
BENJAMIN
(Contestando al saludo) Señora...
CAMILO
(Ya le cayó que hacer)
AMELIA
Caballero... (Deja el abrigo y el
sombrero en una silla)
CAMILO
(Aparte a Benjamín) ¡Anda con ella!
BENJAMIN
(Me voy a desacreditar si no la digo
algo)
AMELIA
¡Ay! ¡qué fastidio de criados!
BENJAMIN
¿Quiere usted que yo la sirva?
AMELIA
Gracias: es usted muy amable.
CAMILO
(Ya se va ingiriendo)
BENJAMIN
¿Es usted extranjera?
CAMILO
(Aparte a Benjamín) ¡Anda, valiente!
AMELIA
No señor: de pura raza española.
CAMILO
Se le conoce a usted por la sandunga.
BENJAMIN
(Aparte a Camilo) ¡Por Dios, tío!
AMELIA
Ay! ¡qué campechano es el vejete!
BENJAMIN
Sí: tiene un carácter muy jovial.
¡Já!... ¡já!...
AMELIA
¡Já!... ¡já!... ya se le conoce.
CAMILO
¡Já!... ¡já!... pues usted no demuestra
nada de triste.
AMELIA
Yo estoy siempre como unas sonajas,
(Música)
AMELIA
Soy expansiva y alegre,
dulce, jocosa y risueña,
aunque por mala fortuna
vive en mi pecho la pena.
¡Qué infelicidad!
Parece mentira,
pero es la verdad.
Con anhelo el más profundo
y viajando sin cesar,
he corrido el viejo mundo
y he vivido en Ultramar.
Y aunque soy de un alto rango,
me divierto en recordar,
un bonito y nuevo tango
que se suele allí cantar.
Ayer al cruzar por la calle
me dijo un guajiro
con gracia y primor:
«Jesús! por tu gracia y tu talle,
divina mulata,
me muero de amor.
Mulata gachona,
tu boca bonita
parece guayaba,
me sabe a azuquitar.»
He viajado por Asturias,
por Valencia y por León,
y al compás de la rondalla
he bailado en Aragón.
Al entrar en Zaragoza,
de tus ojos me dio el brillo,
y te dije: «¡Ay, mi baturra!
¡que te agarro, que te pillo!
Corre, corre, corre,
niña de mi gusto;
porque si te pillo,
voy a darte un susto.»
He cruzado por Sevilla,
he llegado hasta Jerez,
y en la playa de Algeciras
las playeras escuché.
¡Ay! serrana de la sierra,
serrana de mi querer,
cuando me cubra la tierra,
a voces te llamaré.
Ya saben ustedes
que soy franca y llana,
que estuve en Sevilla,
que estuve en la Habana,
que canto playeras,
que bailo la jota,
y que mi semblante
gracejo denota.
Y uniéndose a esto
que soy de Madrid,
lo bueno y bonito
se juntan en mí.
Serení, serení...
los hombres de gusto
que vengan aquí.
CAMILO
Serení, serení,
me tiene alelado
su cuerpo gentil.
BENJAMIN
Serení, serení,
me encanta y seduce
su cuerpo gentil.
(Hablado)
BENJAMIN
Tengo la seguridad, de que en ninguno de
los países que ha recorrido usted,, hay quien la gane en belleza y donosura.
AMELIA
Es usted muy cortés.
BENJAMIN
¿Y viaja usted sola?
AMELIA
No señor: me acompaña constantemente mi
marido.
BENJAMIN
(¡Casada!)
CAMILO
¡Ah!... ¿conque usted tiene marido?
(¡Dios le haya perdonado!)
BENJAMIN
¿Y es usted feliz con él?
AMELIA
Caballero, esa pregunta...
BENJAMIN
La dirijo... porque me interesa la
felicidad de usted.
AMELIA
¡Qué oigo! ¡Encuentro al fin un mortal
que se interese por mí!
BENJAMIN
No lo dude usted.
AMELIA
¡Ah!... ¡cuán bello me parece usted en
este momento!...
BENJAMIN
Señora, agradezco la...
CAMILO
(¡Ya está encaprichada!) (Aparte a
Benjamín) ¡Anda, valiente!
AMELIA
Yo sería una ingrata, si creyendo en ese
interés, no Je advirtiera a usted el abismo que puede abrirse bajo sus pies.
BENJAMIN
¡Un abismo!
AMELIA
Considero a ustedes hombres de honor, y
confío en que sabrán guardar un secreto.
BENJAMIN
¡Lo juramos por nuestros nombres!
CAMILO
Camilo Rejón, propietario en Extremadura,
y mi sobrino Benjamín.
AMELIA
¿Usted es Rejón?
BENJAMIN
Sí, y yo Rejoncillo. —Continúe usted.
AMELIA
Hace algunos años, vivía yo con mi madre
en esta corte, y mi escaso mérito llamó la atención de un conde extranjero, que
pidió y obtuvo mi mano.
BENJAMIN
¡Envidiable suerte!
AMELIA
Yo no le amaba, pero acepté la boda por
complacer a mi madre, que murió al poco tiempo.
CAMILO
Fue usted una buena hija.
AMELIA
Mi marido es corzo.
BENJAMIN
¿Corzo?... Pues si se escapa, no lo
alcanza un galgo.
AMELIA
Quiero decir, que es natural de Córcega,
y me llevó a esa isla a pasar la luna de miel.
CAMILO
¿Y qué tal?
AMELIA
Excelente hombre, al parecer. Siempre
tierno conmigo y amabilísimo y deferente con los hombres que solían visitarme.
CAMILO
(Aparte a Benjamín) ¡Un lila!
AMELIA
Entre ellos había uno llamado Jacobo
Doria, que me visitaba todos los días, y por un frívolo pretexto, mi marido —que
es diestro en todas las armas, —le provocó a duelo y le mató de una estocada.
BENJAMIN
(¡Canastos!)
CAMILO
(Idem) ¿Estocaditas a ti, eh?
AMELIA
En su alma rencorosa arde siempre el
volcán de los celos. Desde allí nos fuimos a La Habana, y un criollo, que me
amaba y era recibido por mi esposo con el cariño de un hermano, falleció en una
partida de caza, de un tiro que por la espalda le disparó mi marido.
BENJAMIN
¡Y van dos cadáveres!
AMELIA
Volvimos a España, y conocimos en Cádiz
a dos oficiales de artillería con quienes intimó el conde, dando margen a que
ellos me dirigiesen miradas expresivas. Aquellos murieron por el veneno.
BENJAMIN
(¡Esto va siendo una necrópolis!)
AMELIA
Y en donde quiera que hemos estado, han
sido víctimas de sus feroces celos, aquellos a quienes ha demostrado más
cariño.
CAMILO
Ya se amansará.
BENJAMIN
¿Y por qué no se separa usted de esa
fiera?
AMELIA
Porque me pulverizaría con sus garras.
BENJAMIN
¡Pues es un dije ese caballero!
AMELIA
Usted ¿para qué negarlo? me ha sido
simpático a primera vista, y le confío este secreto para que huya de mí.
BENJAMIN
Gracias: le aseguro a usted que por mi
parte...
CAMILO
¿Qué es eso de huir?... ¡Justamente, el
tal corcito ha dado con la horma de su zapato! ¿Sabe usted a cuántos ha mandado
este al hoyo, por quítame allá esas pajas?
AMELIA
¿Es usted también pendenciero?
CAMILO
¡Si le llaman el terror de Madrid!
AMELIA
Otra circunstancia más para que yo le
admire. ¡Ah!... el camarero. Ya no debe tardar mi marido. (Sale Quintín con
sables, espadas y pistolas y un tarro grande de botica. Abre la puerta
izquierda, y entra por ella con dichos objetos y los que dejó antes
pertenecientes a Amelia. A poco vuelve a salir, y váse por el foro)
CAMILO
¡Espadas, pistolas!... ¿Viaja siempre
con esos utensilios?
AMELIA
Jamás los abandona.
BENJAMIN
(¡Si ese es el tarro del veneno, hay
para matar una ganadería!)
AMELIA
Silencio, aquí está.
ESCENA V
Dichos, Donato.
BENJAMIN
(¡Me causa horror este hombre!)
DONATO
¿No has entrado aún en tu habitación,
idolatrada esposa?
AMELIA
El camarero olvidó la llave, y estos
caballeros, especialmente el señor, (A Benjamín) han tenido la amabilidad de
honrarme con su conversación.
DONATO
(Dándole la mano) ¡Oh!... pues ya tiene
en mí un íntimo amigo.
BENJAMIN
(Y un parroquiano más «La Funeraria.»)
CAMILO
(Con toda esa facha de temerón, va a
haber costilla que le salga por un oído)
DONATO
La cara deteste caballero me recuerda la
de aquel Jacobo Doria...
BENJAMIN
(Oportuno recuerdo)
DONATO
¿Es verdad que le parece algo?
AMELIA
Sí, al primer golpe de...
BENJAMIN
(De florete)
DONATO
Un amigo nuestro de Córcega. ¿Ha estado
usted en esa parte de Francia?
BENJAMIN
No: he estado en la otra.
DONATO
Tórtola mía: para festejar la amistad
que nos une con estos señores, suplícales que coman hoy con nosotros.
AMELIA
Si mis ruegos pueden alcanzar... (Aparte
a Benjamín) Si acepta usted, se pierde.
CAMILO
(A Benjamín) (¡Si vacilas, eres un mandria!)
Aceptado sin discusión. (A Donato)
BENJAMIN
(Mi tío quiere que muera yo de repente)
Señor conde, yo admitiría tan honrosa distinción, pero atenciones urgentes...
CAMILO
La primera atención del hombre es comer.
BENJAMIN
Amado tío, cuando usted sepa las,
causas...
CAMILO
Sean las que fueren se salvarán.
Acompáñame a mi cuarto para zanjarlo todo, y yo les prometo a ustedes que comeremos
juntos.
BENJAMIN
(Emigro antes, aunque sea en un tren de
mercancías)
DONATO
Dales la mano a estos nuevos amigos.
BENJAMIN
(Es decir, dales la cédula personal para
el otro mundo)
AMELIA
Con la mayor efusión. (Aparte al
ofrecerle la mano) ¡Achíquese usted!
BENJAMIN
(Dándole el dedo pequeño) (¡No puedo
achicarme más!)
DONATO
Con franqueza, hombre, con franqueza.
BENJAMIN
Es verdad, estaba distraído. (La da la
mano y la retira al momento)
CAMILO
Hasta luego, condes amigos.
BENJAMIN
(¡Y es el caso, que me encanta esta
mujer!) (Vánse Benjamín y Camilo por la puerta derecha)
ESCENA VI
Amelia, Donato. Quitándose la barba
postiza y los anteojos.
DONATO
Vamos, ¿he representado bien la farsa?
¿Estás contenta de mí?
AMELIA
Eres el mejor de los hermanos.
DONATO
¡Justo!... Cuando una joven viuda y
bonita tiene un pariente que debe casarse con ella, porque así lo dispuso en su
testamento un tío juicioso, y por las sugestiones de otro tío demente,, no
quiere ni verla, es el mejor de los hermanos el que se presta...
AMELIA
A salvar de la perdición, a ese que debe
ser el esposo de su hermana.
DONATO
Que no la ha visto nunca, y a quien ella
sólo conoce de oídas.
AMELIA
Aunque mi orgullo pudiera estar ofendido
por el proceder de Benjamín, la idea de que debe ser mi esposo acariciada
continuamente en mis sueños de ventura, le ha creado en mi corazón una
simpatía...
DONATO
Que yo he tenido la torpeza de aumentar,
diciéndote, que es un joven adorable, y digno por todos conceptos de ser tu
marido.
AMELIA
Pero el extravagante de don Camilo se ha
propuesto pervertirlo, y yo a mi vez me he propuesto darle una lección a ese
viejo casquivano, siguiéndole contigo en su viaje.
DONATO
Pero no prolonguemos mucho la farsa, si
no quieres que mi risa lo descubra todo.
AMELIA
Me parece que vuelven.
DONATO
Si me ven sin la barba, me conocen
ambos.
AMELIA
Sígueme a nuestra habitación, (Vánse por
la izquierda)
ESCENA VII
Benjamín, Camilo.
CAMILO
No me separo de ti ni un momento.
BENJAMIN
¡Pero tío, esto es una tiranía!
CAMILO
¡Vengo a Madrid para presenciar tus
calaveradas, y te retraes a la primera que se presenta! ¿Por qué es esa rareza?
BENJAMIN
Porque quiero descansar siquiera un día
de matar gente.
CAMILO
Es que hoy no se trata de matar, sino de
conquistar, de organizar un rapto; y, ó lo pones en práctica, ó me devuelves el
testamento.
BENJAMIN
(¡En buen berenjenal me he metido!)
Tiempo hay...
CAMILO
¡Nada, nada!... ¿Quieres que yo te
ayude? Lo vas a ve... (Se sienta y escribe)
BENJAMIN
(¡Qué hace!)
CAMILO
«Condesa: La amo a usted con pasión
frenética, y no puedo consentir que viva por más tiempo al lado de ese
hotentote.»
BENJAMIN
Eso lo dirá usted por su cuenta.
CAMILO
Aguarda un poco. —«Esta noche, después
de comer, la robará para alejarla de ese monstruo y llevarla al fin del mundo,
su apasionado Benjamín.»
BENJAMIN
¡Pero tío, escribirle en esos términos a
una señora!...
CAMILO
¡Hombre! ¡ahora te asusta todo!
BENJAMIN
Y para esa aventura se necesita mustio
dinero.
CAMILO
¿No dices que estás subvencionado por el
gobierno? Además, cuando las condesas huyen con un amante, se llevan todas sus
alhajas.
BENJAMIN
Si es que las tienen.
CAMILO
¿Quién la entregará este billete?...
BENJAMIN
Deme usted, yo me encargo...
CAMILO
¡Ah!... ¿Camarero?... (Llamando) Esta es
la manera más poética, (Tomando uno de los ramos que hay sobre la chimenea, y
poniendo el billete entre las flores)
QUINTIN
¿Han llamado ustedes?
CAMILO
Ven acá. Dale estas flores a la señora
de esa habitación, sin que su marido se aperciba.
QUINTIN
¡Señor!... Semejante comisión...
BENJAMIN
Dice bien, es muy expuesta.
CAMILO
¿Sirve este empeño? (Dándole un duro)
QUINTIN
Eso es otra cosa: yo nunca desaíro a las
testas coronadas.
(Toma el ramo y váse puerta izquierda)
BENJAMIN
(¡Caracoles! esto se va complicando!)
CAMILO
En tu vida habrás llevado a cabo un
rapto con circunstancias más brillantes.
BENJAMIN
(Afortunadamente, ella que es mujer de
juicio, no se prestará a semejante disparate)
QUINTIN
(Saliendo) Queda usted servido.
CAMILO
¿Estaba sola?
QUINTIN
No, con su esposo, que lee un periódico,
y que ni siquiera me ha visto.
BENJAMIN
¿Y qué?
QUINTIN
Sacó el papel de entre las flores, lo
leyó sonriendo y me dijo muy bajito: «Dígale usted, que me ha comprendido.»
BENJAMIN
¿Que la he sorprendido?
CAMILO
No: que la has comprendido. —Bien,
marcha a tu puesto. (A Quintín)
QUINTIN
Hasta otra. (Váse)
CAMILO
¿Lo ves?
BENJAMIN
Perfectamente. Pero no me halagan las conquistas
tan fáciles. A mí me gusta luchar con insuperables obstáculos.
CAMILO
Es necesario disponerlo todo.
BENJAMIN
Justamente iba a decir eso mismo. Lo
primero es preparar un coche. Encárguese usted de eso.
CAMILO
Corriente.
BENJAMIN
(Mientras lo busca, tomo las de
Villadiego)
CAMILO
Una berlinita de un caballo.
BENJAMIN
¡Por Dios!... ¡una cosa tan pequeña!...
Busque usted un ómnibus. Yo todos los raptos los hago en ómnibus.
CAMILO
Y así puedo yo ir con vosotros. Antes de
media hora me tienes de vuelta, (Váse por el foro)
ESCENA VIII
Benjamín, después Amelia.
BENJAMIN
¡Gracias a las once mil vírgenes, ya
puedo cantar victoria y brincar de gozo! ¡Lará!... ¡lará!
(Música)
BENJAMIN
Recojo mi equipaje
y doy al lance fin,
salvando mi pellejo
y huyendo de Madrid.
(Se retira)
AMELIA
¡Chist!... ¡chist!... ¡chist!
BENJAMIN
(¡Cielos! ¡ella!) ¿Eh?...
AMELIA
¿Lindo Benjamín?
BENJAMIN
¿Me llamaba usted?
AMELIA
Ya lo ve que sí.
BENJAMIN
¡Pido a usted perdón,
tengo que ir allá.
(Señalando a la derecha)
AMELIA
Pido su atención.
Venga usted acá.
Desde que sé que ese pecho
por mí está deshecho
de intrépido amor,
por su querer desvarío,
y siento en el mío
volcánico ardor.
BENJAMIN
Juro que al veros, mi pecho
lanzó satisfecho
suspiros de amor.
(Más de meterme en el lío,
ni tú ni mi tío
me encuentran de humor)
AMELIA
¿Serás, noble y valiente,
mi escudo en todo azar?
BENJAMIN
¡Por ti paso a degüella
a media humanidad!
AMELIA
¡Oh qué placer!
¡Eso es amar!
BENJAMIN
(¡Ay! qué mujer
tan celestial!)
AMELIA
Mi corazón amante
tiene un letrero,
que dice: «¡Ay! me derrito,
por el que quiero.»
Toma su llave,
que ya está por tus ojos
hecho un jarabe.
Bien por la gracia
de mi galán,
que me cautiva
la voluntad.
BENJAMIN
Mi corazón amante
tiene un letrero
que dice: «¡Ay! ¡qué fatigas!
¡por ti me muero!»
Se halla tan grave,
que pide algunas tomas
de ese jarabe.
¡Bien por la gracia
de tu mirar,
que rae cautiva
la voluntad!
AMELIA
¡Oh! estoy ebria de dicha!
BENJAMIN
¡Y yo chispo de felicidad!
AMELIA
¡Ver realizada la ilusión de toda mi
vida! ¡Ser la amada de un libertino!
BENJAMIN
¡Encantador ideal!
AMELIA
¡Saber que el objeto amado absorbe la
atención de la prensa y los tribunales!...
BENJAMIN
Y ver su retrato en cada cuartel de la
guardia civil, con la noticia de su vida y milagros. (¡Dios mío! ¿por qué no
nací depravado?)
AMELIA
Pero me asalta la idea de que ese
entusiasmo será poco duradero.
BENJAMIN
¡Inextinguible y eterno!
AMELIA
¡Oh felicidad! ¿Cree usted que puede
haber amores eternos?
BENJAMIN
Eso es según la idea que uno se forme de
la eternidad.
AMELIA
¿Y olvidará usted por mí todos sus
antiguos compromisos?
BENJAMIN
Las mujeres que he conocido hasta el
día, me parecen sabandijas, comparadas con usted. (Y en esto digo lo que siento)
AMELIA
Pero tengo entendido, que sin haberla
usted visto, está obligado a casarse con cierta parienta...
BENJAMIN
¡Quiá! ¡ni por asomo!
AMELIA
Una joven viuda...
BENJAMIN
Basta que tenga esa cualidad para que yo
la rechace.
AMELIA
Por qué?
BENJAMIN
Porque... las viudas... Conque, si usted
me lo permite, voy a preparar las cosas para nuestra fuga.
AMELIA
(Dándole la mano) Después de comer?
BENJAMIN
(Idem) Justo: así, como para enjuagarse
la boca.
AMELIA
¡Cielos! ¡mi marido nos está observando!
BENJAMIN
(Queriendo retirarla) ¡Canario!
AMELIA
No, al contrario, bésela usted.
BENJAMIN
Señora...
AMELIA
El disimulo sería más peligroso. Está
apurando una botella de cerveza, y cuando se entrega a ese licor, todo lo ve de
color de rosa.
BENJAMIN
Es una cerveza de grande espectáculo.
(¡Pues señor, algo se pesca!) (Besándola)
AMELIA
Ahora deme usted el brazo, y acompáñeme
hasta su presencia.
BENJAMIN
¿Sigue bebiendo?
AMELIA
Con la mayor fruición.
BENJAMIN
Pues aprovecho esta coyuntura...
(Dándole el brazo)
AMELIA
Gracias.
BENJAMIN
¡Ay! el contacto de ese brazo me
enloquece!
AMELIA
Oprímalo usted con disimulo.
BENJAMIN
Pero con frenesí... con vehemencia.
AMELIA
No tanto: así, con dulce embeleso.
(Oprimiéndolo ella)
BENJAMIN
¿Así?... (Idem)
AMELIA
Así. (Idem)
BENJAMIN
Me parece que estamos abusando de la
coyuntura.
AMELIA
Entremos.
BENJAMIN
(¡Por qué no se ha de poder robar una
mujer impunemente!) (Vánse por la izquierda)
ESCENA IX
Camilo
CAMILO
He contratado un ómnibus de seis
caballos. Una especie de vagón con veinte asientos. Así podremos ir holgados, y
llevar cuanto mobiliario y personal se nos antoje. Pero ¿dónde está ese chico?
No faltaba más, sí no que se hubiese ido a la calle, y se comprometiese en otro
lance en el momento más crítico.
ESCENA X
Dicho, Benjamín.
BENJAMIN
(¡Al fin llegó la hora de la
emancipación! el instante de escapar de Madrid!)
CAMILO
¡Hola! ¿Estabas ahí?
BENJAMIN
(¡Cataplum! la maza de Fraga!)
CAMILO
Veo que eres un maestrazo.
BENJAMIN
¿De qué?
CAMILO
¿Has penetrado ya en el nido?
BENJAMIN
¡Ah!... sí señor, y he comprendido que
ese conde no merece la desazón que le preparamos.
CAMILO
¿Por qué?
BENJAMIN
¡Porque bebe un pele-el delicioso! He
tenido el gusto de probarlo.
CAMILO
¿Y bien?
BENJAMIN
Qué quiere usted, yo soy muy agradecido,
y creo que por lo menos, debo dejarle dormir con tranquilidad esta noche.
CAMILO
¡Estás en tu juicio!... cuando todo se
encuentra dispuesto!...
BENJAMIN
Aplacemos la catástrofe, sólo por
veinticuatro horas.
CAMILO
¡Ni por un minuto!
BENJAMIN
Pero ¿qué más le da a usted, ganarse
honradamente el presidio hoy que mañana?
CAMILO
Nada, nada: yo soy muy formal en mis asuntos,
y te lo repito, ó das esta noche el golpe, ó revoco el testamento.
BENJAMIN
¡Dale!... (¿Cómo salgo de este
atolladero? ¡Ah! soberbia idea!)
CAMILO
¿Darás lugar a que dude de tu valor?
BENJAMIN
¡Dudar de mi valor! Esa palabra ahoga
todos mis sentimientos de gratitud. —Ay! —¡La robaré a ella; le descuartizaré a
él, y nada me detendrá! —¡Ay!
CAMILO
¿Qué tienes?
BENJAMIN
No sé... una opresión... un ardor...
aquí, en la región abdominal... ¡¡¡Ay!!!
CAMILO
¡Será un vahído! ¿Has tomado algo, que
pueda hacerte daño?
BENJAMIN
¡Cielos!... esas palabras me
recuerdan... ¡Ay!... esta angustia...
CAMILO
¡Habla!
BENJAMIN
¡Que ese miserable me ha envenenado!
CAMILO
¿Qué dices?
BENJAMIN
(¡En metiéndome en la cama, salgo del
apuro!)
CAMILO
Pero ¿cómo ha sido eso?
BENJAMIN
En el pele-el que me brindó hace un
momento
.
CAMILO ¡Dios mío!
BENJAMIN
No ha tenido valor para matarme cara a
cara, y voy a morir como un perro callejero. ¡Ay! no puedo más!
CAMILO
¡Animo, sobrino mío: aún podremos salvarte!
BENJAMIN
¡Sí: aceite... clara de huevo... y sobre
todo, quiero morir en mi lecho!
CAMILO
¡Quién había de presumir semejante
desgracia!
ESCENA XI
Dichos, Amelia, después Donato.
AMELIA
¡Estamos perdidos! ¡Mi marido lo sabe
todo! ¡Ha leído la carta que dejé olvidada entre !as flores, y está preparando las
pistolas!
CAMILO
¡Que venga el traidor a gozarse en su
obra!
AMELIA
¿Eh?...
BENJAMIN
No puedo tenerme en pie... ¡Por
compasión, tío, lléveme usted al catre!
AMELIA
Pero ¿qué tiene?
CAMILO
¡El veneno de los Bórgias abrasándole,
las entrañas!
BENJAMIN
¡Ya no veo!... Tío, abráceme usted por
la última vez! (Abraza a Amelia)
AMELIA
(¿Qué es esto? ¿Me están jugando alguna
farsa? Yo la continuaré) (Al salir Donato, Benjamín, que está como desmayado en
los brazos de Amelia, se echa rápidamente en los de Camilo)
DONATO
(Con pistolas) Celebro encontrar a
ustedes, porque] tenemos que zanjar un asunto de suma importancia.
CAMILO
¡Monstruo del averno! ¿Qué asunto
quieres zanjar con un cadáver?
DONATO
(¿Con un cadáver?) Me puedes
explicar?... (Aparte a Amelia)
AMELIA
(Idem a Donato) Creo que se burlan de
nosotros.
CAMILO
¡La flor y crema de los valientes morir
de un jicarazo!
AMELIA
Preparado, —según dicen, —por tu mano.
DONATO
(¡Ah!...) A ver!... (Tomando el pulso a
Benjamín) ¡En efecto... esa lividez!... No pensaba que el tósigo que eché en la
cerveza, fuese tan activo. (Benjamín abre los ojos con espanto) ¡Está
envenenado hasta la médula de los huesos!
BENJAMIN
(¡Qué escucho!) ¡¡¡Ah!!! ¡Esto es
horrible!
DONATO
Ha pagado usted la carta que dirigió
osado a la condesa.
BENJAMIN
La he pagado: pero me parece muy cara la
tarifa. ¡Ay! ¡Un médico, diez eméticos!
DONATO
Es inútil molestar a nadie, porque
apenas le quedan a usted diez minutos de vida.
AMELIA
¡Infeliz!
BENJAMIN
¡Ay!... ¡Ahora sí que siento horribles
dolores!... ¡Por piedad! ¡una silla!
CAMILO
¡Asesino de hombres célebres, yo me
vengaré... en los tribunales!
BENJAMIN
Pero pronto... para que yo lo vea en un
cadalso.
DONATO
(A Camilo) Pero antes tiene usted que
batirse conmigo, por auxiliador de los proyectos de su sobrino.
CAMILO
¡Yo!...
DONATO
Las pistolas están cargadas: escoja
usted.
CAMILO
Gracias, yo no me bato más que en el
campo.
DONATO
¡Escoja usted, repito, ó le mato como a
un gazapo!
CAMILO
(¡Este hombre es un tigre!) Benjamín, en
el estado en que te encuentras, tienes bien poco que perder. Hazme el favor de
batirte por mí.
BENJAMIN
¿No está usted contento con haberme
puesto en este trance, si no que quiere que me maten dos veces?
AMELIA
¡Oh! la segunda vez no lo permitiré.
BENJAMIN
Gracias: pero más hubiera agradecido ese
interés en la primera.
AMELIA
¡Desdichado joven!..
BENJAMIN
(A Amelia) ¡Me voy quedando yerto!
¡Aproxímese usted, para que resuene en su oído mi último hipo!
DONATO
¡Acabemos, caballero! ¿A cuántos pasos?
CAMILO
¡Hombre! Deja usted que salgamos de
éste, y que le pida perdón al que agoniza.
BENJAMIN
Tío, las palabras de un moribundo son
sagradas, y sus encargos deben ser fielmente ejecutados. —¡Ay!
CAMILO
¿Qué deseas? Cumpliré tu voluntad al pie
de la letra.
BENJAMIN
Pues bien: en cuanto yo dé el postrer
estirón...
CAMILO
¡Habla, hijo mío!
BENJAMIN
Que le encierren a usted en un
manicomio, para que no ponga a otro en el triste caso en que yo estoy.
CAMILO
¡Oh!...
BENJAMIN
Por halagar su locura he fingido ser un
depravado libertino, siendo el modelo de la bondad y la honradez.
CAMILO
Ahora lo comprendo todo, y caigo a tus
pies arrepentido de mi fatal error.
BENJAMIN
A buen tiempo, mangas verdes.
AMELIA
Si ese arrepentimiento fuese verdadero,
aún habría esperanza de salvar al moribundo.
BENJAMIN
¿Eh?... ¿qué dice usted?
AMELIA
Mi marido posee un contraveneno
infalible.
BENJAMIN
¿Y estaba usted callando? ¡Venga, por
Dios, una garrafa entera!
CAMILO
Sí; y le juro a usted que renuncio para
siempre a mi loca manía.
DONATO
Pues allá va el contraveneno que traigo
debajo de estas gafas y esta barba. (Quitándoselas)
BENJAMIN
¡Qué miro!... ¡Mi primo!
CAMILO
¡Donato!
DONATO
En cuerpo y alma.
CAMILO
Pero ¿qué farsa es esta?
DONATO
Esto es haber aprovechado una
casualidad, para dar a usted una lección de sensatez y cordura.
CAMILO
Pero, tú no estabas casado.
DONATO
Ni lo estoy.
CAMILO
Entonces, esta señora...
DONATO
Es mi hermana.
BENJAMIN
¿Amelia?
AMELIA
La desdeñada Amelia, que después de
haber contribuido a la curación de don Camilo, se aleja de unos parientes, para
los que es antipática.
BENJAMIN
¡No, por piedad! Compadezca usted al que
la desdeñó, porque no la conocía, y no se aparte jamás del que ya la ama con
toda su alma.
CAMILO
¡Magnífico!
AMELIA
¡Usted!... amar a una viuda!...
BENJAMIN
Me he convencido, de que en el poema del
matrimonio, es la más correcta la segunda edición.
AMELIA
(Al público)
Mi corazón amante
ya está gozoso,
por haber conquistado
un buen esposo.
Solo me falta,
que seas mi padrino,
si te hago gracia.
FIN DE LA ZARZUELA
Información obtenida en:
https://archive.org/details/andavalientezarz449barb
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