LA BARCAROLA
Zarzuela en un acto y tres partes.
Original de Eugenio Sellés.
Música de Manuel Fernández Caballero y Arturo
Lapuerta.
Estrenada en el Teatro de la Zarzuela la
noche del 20 de Abril de 1901.
REPARTO
(Estreno)
Corina Tanari - Srta. Arana.
Una Voz - Srta. Núñez.
Una Tejedora - Srta. Espinosa.
Adriano Monti - Sr. Sigler.
Flavio Tanari - Sr. Francisco Morano (*)
Guido - Sr. P. Arana.
Genaro - Sr. Angoloti.
Vander / Mayordomo - Sr. Moncayo.
Juliano - Sr. Mora.
Capitán - Sr. Sanz.
Leopoldo - Sr. Toha.
Noble 1º - Sr. Redondo.
Noble 2º / Un Gondolero - Sr. Galerón.
Un Tejedor - Sr. Santos.
Patricios, gondoleros y pueblo de
Venecia, tejedores de tapices de Flandes y mascarada con disfraces de damas
romanas, bacantes, citaristas griegas, guardia pretoriana y esclavos nubios.
La acción en Venecia, y en una ciudad de
Flandes , a fines del siglo XV.
Derecha ó izquierda del actor.
(*) El notable actor, que era del Teatro
Lara, D. Francisco Morano, se ha prestado a desempeñar este papel, aunque no es
del género que cultiva con brillante reputación. Conste aquí mi gratitud al
actor y a los empresarios de Lara que lo autorizaron para ello, dándome unos y
otros inolvidable prueba de la buena amistad con que me honran.
ACTO UNICO
Una calle de Venecia situada a la orilla
de un canal, que está en segundo término. El canal es practicable. Noche de
luna.
ESCENA PRIMERA
(Música)
(Después de algunos compases de
preludio, se levanta el telón y la orquesta toca un nocturno plácido, que representa
la vaga hermosura de las noches venecianas sus amores, sus misterios y su
silencio solo interrumpido por el rumor de las olas, el golpe de los remos, y el
canto lejano de los gondoleros. Durante esta sinfonía atraviesan por el canal
de un lado a otro de la escena algunas góndolas, donde van hombres y mujeres hermosas.
Ellos y ellas cantan canciones sin palabras, primero lejos y después
acercándose, formando crescendos y diminuendos artísticos. Las canciones son unas
de los gondoleros y otras de los pasajeros de sus góndolas, alternando al
principio y uniéndose todas al final en un coro general con la letra
siguiente:)
CORO
(Dentro) En la noche misteriosa,
cuando la luna platea
los cristales del canal,
no hay espejo en que se vea,
la doncella más hermosa
ni el amor más ideal.
ESCENA II
Gondoleros parados en sus góndolas. Juliano
y otros patricios de Venecia, aparecen por la izquierda.
(Hablado)
JULIANO
(A los gondoleros) ¿Habéis visto la
góndola del príncipe Kanato Tanari?
GONDOLERO 1º
¿Del príncipe? Hoy no vienen por aquí
personas decentes. ¿Veis todas esas embarcaciones que pasan? Llevan solo a la
gente alegre de Venecia que va a la fiesta nocturna del Lido. Preguntara su
señoría por cualquier perdido, y de cierto estará en esa orgía.
JULIANO
Pues doscientos cequines se ganará quien
encuentre esa góndola.
GONDOLERO 1º
¡Al remo, muchachos, al remo!
JULIANO
Por supuesto, la góndola con la hija del
príncipe, la cual va en ella.
GONDOLERO 1º
Entonces es fácil cazarla. No puede
remar mucho una gran señora.
JULIANO
¡Ea! Vosotros por el agua, nosotros por
las calles. Y ya lo sabéis, doscientos cequines por la señora, (Se van los
gondoleros por la derecha)
ESCENA III
Juliano, Flavio, Genaro y otros nobles
venecianos que aparecen por la derecha.
FLAVIO
¿Doscientos cequines por la señora?
¿Andáis contratando bellezas? ¡Mala mercancía y mal precio. Conque góndolas por
mar, gente por tierra, ruido por el aire; mujeres por contrata; bulla, escándalo.
Por lo visto asistís también a la gran fiesta del Lido. Allá nos veremos juntos.
JULIANO
Para la nuestra no servís los mozos
disolutos.
FLAVIO
Según lo que oímos, quizá nos quedemos cortos.
JULIANO
¡Cuándo serás hombre serio!
FLAVIO
Cuando no pueda ser alegre.
JULIANO
Veo que no conoces la desgracia.
FLAVIO
Ni quisiera conocerla nunca. Es mejor amiga
la felicidad.
JULIANO
Pues esta desgracia te interesa.
(Llevándoselo aparte y en voz baja) Tu prima Corina, aprovechando la confusión
de un festín que se celebraba en su casa, la ha abandonado.
FLAVIO
Siempre la tuve por persona de buen
gusto. Es muy triste aquel palacio.
JULIANO
Se ha fugado con un pintorcillo, un tal Adriano
Monti.
FLAVIO
Hombre afortunado: se lleva buen modelo:
hermosísima mujer.
JULIANO
Considera que es tu prima: hay que hacer
algo.
FLAVIO
Por mi parte ya estoy haciendo lo único
que puedo; envidiar al galán.
JULIANO
Tienes que ayudarnos a buscarla
FLAVIO
No he de querer para el prójimo lo que
no quiero para mí. Conque dejemos volar a las palomas.
JULIANO
He hecho mal en contar contigo. Los que sean
caballeros que me sigan.
FLAVIO
No llames así, porque irás solo a todas
partes.
(Se van por la derecha Juliano y los
patricios que vinieron con él)
ESCENA IV
Flavio, Genaro.
FLAVIO
Esta gente honesta es fastidiosa. Se
complace en descomponer la felicidad.
GENARO
Si, ciertamente.
FLAVIO
Es curioso el lance...
GENARO
Sí, ciertamente.
FLAVIO
Todo curioso... menos tú que ni
preguntas, ni sales de tus monosílabos.
GENARO
¿Para qué molestarme? Si se trata de
algún escándalo, tú has de publicarlo sin preguntarte.
FLAVIO
Pues sí. Mi prima se ha fugado con un
artista.
GENARO
¿Ves cómo me lo has dicho?
FLAVIO
Y pretenden que yo, conocedor de los
asilos del amor, refugium peccatorum, ayude a buscarla. ¿Qué opinas?
GENARO
(Después de breve pausa ) ¿Cuánto te
durará tu caudal?
FLAVIO
Según. A un avaro le duraría siempre. A
un príncipe de los ordinarios le duraría tres años. A mí, junto contigo, seis
meses.
GENARO
Y después la ruina.
FLAVIO
Sin esperanzas.
GENARO
Te queda una: la de heredar a tu tío,
padre de tu hermosa prima.
FLAVIO
Que no se casará conmigo.
GENARO
Por lo mismo debes impedir que se case
con otro. Y si se fuga, al fin se casará. Pero si no, como es tan sensible, ó
se morirá de pena ó se meterá en un convento.
FLAVIO
Y yo quedaré por único heredero de mi
tío. Combinación digna de tu perverso ingenio.
GENARO
Resueltamente estamos obligados a
buscarla: a restituirla a su padre: pero sin perder minuto.
FLAVIO
¡Y luego hablan de ti! Eres un hombre
honrado. (Se disponen a irse, cuando Guido entra apresuradamente con expresión
de dolor)
ESCENA V
Flavio, Genaro, Guido. Este por la
izquierda.
GUIDO
¡Qué catástrofe! ¡Qué catástrofe!
FLAVIO
¿Cuál, maese Guido?
GUIDO
La de Adriano, la de ese loco de amor.
FLAVIO
Lo sé: voló con Corina.
GUIDO
Eso se creyó al principio. Pero ahora
mismo se ha hallado en la casa del príncipe una carta de su hija; la sé de
memoria, dice así: «Ni puedo vivir sin mi bien amado, ni deshonrar mi nombre.
No me fugo, pues; me suicido con él » ¡Con él, con él! ¿Lo oís? Vamos, vamos:
por si es tiempo. (Se va con sus acompañantes por la derecha)
FLAVIO
Sigámosle. (Genaro no se mueve. Flavio le
dice:) ¿No vienes?
GENARO
Estoy reflexionando. Efectivamente, no
nos interesa que Corina se fugue o no.
FLAVIO
Pero el caso es otro: se mata. Y me
arguye la conciencia.
GENARO
¡Bah! Pero, ¿tú eres en las muertes por
amor? ¡Inocente Flavio! Vas a desacreditarte. (Dentro suena una voz cantando la
siguiente letra:)
VOZ DEL CAPITAN
(Dentro)
Dices que si no te casan
vas a morir de dolor:
¿quién piensa, niña, en la muerte
habiendo en la vida amor?
GENARO
¿Oyes? Ese canta la verdad. Quien ama quiere
vivir y gozar.
FLAVIO
Dice bien. Dejémonos de aprensiones y
vamos á donde nos esperan ojos alegres, risas bulliciosas, cantos de orgía.
(Ambos se embarcan en una góndola que pasa a la sazón, llevando mujeres, y se
van con ellas, cantando lo que sigue:)
(*) Boga con nosotros, boga,
gondolita del amor,
y en el vino y en los besos
ahoguemos nuestro dolor.
{*) En las representaciones del teatro
de la Zarzuela, Genaro se ha encargado de cantar la parte señalada en el
ejemplar a Flavio, porque el excelente actor que desempeñó este último papel no
es cantante. En los teatros donde lo sea, él debe cantar la parte y declamarla,
así en esta escena como en las del cuadro tercero de la obra.
ESCENA VI
Adriano; Corina, dentro y acercándose
gradualmente.
(Cantado)
ADRIANO
La barquita de la muerte
no deja de navegar
desde orillas de la tierra
a los abismos del mar.
Lleva gente, lleva gente
y no vuelve jamás;
lleva vidas, lleva vidas,
y siempre viene por más.
(*) «Ven por mí, barquita negra,
que quiero pronto embarcar
en tus tablones sin fondo
la carga de mi pesar.
Llévala, llévala,
llévala al mar,
porque allá, aunque se ahogue mi pecho,
también ella se ahogará.»
(*) Lo señalado entre comillas se ha
suprimido en el canto.
CORINA
(Dentro)
«En la barca de la muerte
el amor citado está:
ya voy contigo, alma mía,
que quiero pronto levar,
levar el ancla pesada
de la vida terrenal
que con sus duras cadenas
mata mi felicidad.»
Ven por mí, barquita negra,
que también voy a embarcar
en tus tablones sin fondo
la carga de mi pesar.
Llévala, llévala,
llévala al mar.
porque allá, aunque se ahogue mi pecho,
también ella se ahogará.
(Corina aparece por la izquierda y,
remando en su góndola, llega al lugar donde ya la espera Adriano, que habrá
llegado en otra góndola, por la derecha del canal. Ambos desembarcan,
recatándose para no ser vistos, y se reúnen en escena donde cantan lo
siguiente:)
ADRIANO
¡Mi Corina!
CORINA
¡Mi Adriano!
ADRIANO
Hay silencio y soledad.
CORINA
Nadie escucha.
ADRIANO
Nadie mira.
CORINA
¡Ah, qué hermosa libertad!
LOS DOS
Nuestro amor tiene su dicha
en el fondo de la mar;
cuando estemos en él, nadie
a separarnos irá.
Con las espumas por velo
y las rocas por altar
los amantes perseguidos
su boda celebrarán.
Cuando hay en el mundo calma
y en las olas tempestad,
¡Qué triste la muerte!
¡qué triste agonía!
¡qué larga será!
Mas dejando en el mundo tormentas
y encontrando la calma en la mar,
¡qué dulce la muerte!
¡qué dulce agonía!
¡qué breve será!
FLAVIO
(Dentro y lejos con la misma música que
cantó al irse)
Boga con nosotros, boga,,
gondolita del amor:
en el vino y en los besos
ahoguemos nuestro dolor.
CORINA y ADRIANO
Esos pobres gondoleros
qué alegres vienen y van,
no ven que a su lado pasa la barquita
que al fin de la vida los ha de llevar.
(Hablado)
ADRIANO
¿Vienes por libre voluntad?
CORINA
Ya lo ves: he venido sola a esta cita
final.
ADRIANO
Aún es tiempo. Piénsalo bien.
CORINA
Lo tengo pensado y decidido. Si yo fuese
una plebeya iría contigo al altar, y si no pudiera al altar, iría a donde me
llevaseis tú y mis deseos. Pero ni mi padre me consiente la santidad del matrimonio,
ni mis deberes infamar mi noble apellido con la deshonra de una fuga. Mis
ascendientes solían morir por su honor en las batallas de la guerra. ¿Por qué
no he de morir también por él en las batallas del amor?
ADRIANO
Y así te quiero ver, altiva, honrada. Si
yo pretendiera de ti otra conducta, deberías despreciar un cariño falso.
CORINA
¡Maldito orgullo de las castas! ¡Y cómo
va a burlarse de ellas la muerte igualándonos en sus brazos!
ADRIANO
Piénsalo, amor mío, piénsalo todavía.
Debes amar la vida.
CORINA
Contigo, mucho. Pero vivir sin ti,
¿acaso es vida? El mundo me parecería más solitario que la sepultura: y en él
estaría más muerta que estando enterrada.
ADRIANO
No me hables así; porque temo amar la existencia
cuando hay que dejarla. Ni me mires, porque amaré la luz que me hace verte.
CORINA
Acordémonos sólo de lo que padecemos.
ADRIANO
De la privación y de las persecuciones.
CORINA
De que querrán obligarme a ser de otro. ¡Ah,
qué horror!
ADRIANO
Más que el de cien muertes.
LOS DOS
Acabemos.
ESCENA VII
Dichos, el Capitán, Una Mujer por la
derecha.
CAPITAN
¡Hola, otra pareja dichosa! Sin duda
vais a dar un paseo amoroso como nosotros. Venecia convida a ello.
ADRIANO
Sí, un paseo largo.
CAPITAN
El nuestro no puede alargarse. Ya acabó.
Nos vamos a mi barco, que solo espera por mí para largar velas.
CORINA
¡Matrimonio feliz!
CAPITAN
¿Matrimonio? Probablemente como el vuestro.
Por temporada. Sed francos como nosotros los marinos. El quererse es cosa
natural.
(Quedan aparte el Capitán y la mujer,
hablando bajo. Adriano y Corina forman otro grupo)
ADRIANO
Todos felices, todos libres.
CORINA
Van a gozar de su juventud.
ADRIANO
¡Y ha de morir para siempre esa
hermosura que yo adoro tanto!
CORINA
¡Y ha de cegar para siempre esa
inteligencia tuya que me ha hechizado! (Dicen estas palabras con transporte
amoroso, Después, Adriano dice con cierto temor, como quien propone algo que no
va a ser aceptado:)
ADRIANO
Corina, ¿por qué ro huimos en ese barco?
CORINA
¡Ay! ¡Eso no, no!
ADRIANO
¿Cuál es el obstáculo? ¿El honor de tu
nombre? Pues está salvado. ¿Para qué la muerte? Basta con la apariencia de
ella. Nuestras góndolas flotarán abandonadas, como si hubiéramos desaparecido
del mundo. Nosotros resucitaremos con otros nombres en otro mundo vivo, real,
todo nuestro para amarnos en cuerpo y alma.
CORINA
Pero, ¿y la conciencia? Siempre quedará
el pecado.
ADRIANO
Lejos, muy lejos Corina y Adriano son
dos iguales, que llegan al altar y quedan casados por Dios y por los hombres.
CORINA
(Con decisión) Amor mío, veníamos a
morir: pues muramos para vivir.
ADRIANO
(Al Capitán) Sí ese barco nos admite
embarcaremos en él.
CAPITAN
¿Hasta dónde?
ADRIANO
A donde vayáis.
CAPITAN
A España... a Flandes.
ADRIANO
Pero deprisa.
CAPITAN
Mi bote tarda.
ADRIANO
Pues a mi góndola, y de dos remadas al barco.
CORINA
¿Está cerca?
CAPITAN
Tanto que, desde aquí conocería a mis
marineros si no lo impidiese la oscuridad de la noche. ¿Vuestros nombres?
CORINA
(Vacilando un poco) Emma Prato,
napolitana.
ADRIANO
Lorenzo Porti, toscano. (E1 capitán y la
mujer saltan a la góndola)
CORINA
Adiós, princesa Tanari; adiós, homenajes,
grandezas; ¡todo pasó para mí!
ADRIANO
¡Adiós, arte adorado; adiós, triunfos
con que yo soñaba! Voy a sepultar todo eso tan luminoso en un nombre oscuro.
CORINA
Sabe Dios, que esa es la pérdida que más
me duele.
ADRIANO
¿Qué importan todas las glorias del
mundo ante la gloria celestial? Y esa eres tú, ¡ángel mío! (Dichas las últimas
frases,, se embarcan en la góndola, dejando antes en la que trajo Corina, ésta
su manto y Adriano su capa. La góndola de Corina queda donde estaba. Los cuatro
personajes se van por la derecha en la góndola de Adriano.
ESCENA VIII
Guido, Juliano y los otros nobles
venecianos que salen por la derecha, después de unos compases de música en la
orquesta, los necesarios para dar lugar a que estén lejos Corina y Adriano.
JULIANO
Aquí está la góndola, aquí.
GUIDO
(Con dolor) Abandonada en el canal.
JULIANO
Esto es todo lo que hay en ella.
(Recogiendo y mostrando el manto de Corina y la capa de Adriano)
GUIDO
Despojos de un naufragio voluntario.
JULIANO
El príncipe Tanari va a morir de pena.
GUIDO
Y Dios hará justicia aplicándole esa
pena de muerte por parricida y además por ladrón. Ha robado a Venecia su mayor
gloria. ¡Imbéciles! no sabéis que se ha perdido el primer artista de Italia. (Por
otro lado y lejos, suena el canto alegre que Flavio y Jenaro entonaron antes)
TELON Y MUTACION
PARTE SEGUNDA
Interior de un taller de tapices en una
ciudad de Flandes. Salón grande. A la izquierda están los telares, devanaderas
y tornos. A la derecha una mesa larga con el tablero de plano inclinado como se
usa para dibujar. En ella varios cartones de modelos de tapices y otros enseres
propios de dibujo y de pintura.
ESCENA PRIMERA
Coro de ambos sexos El de mujeres está
trabajando en los tornos y devanaderas y tejiendo en los telares. El de
hombres, que son dibujantes y pintores, trabaja en la mesa. Entre las mujeres
está Corina, y entre los hombres Adriano.
(Cantado)
CORO
Dale, dale, dale,
dale todo el día,
en teje maneje
se pasa la vida.
En coser dos hora?,
ocho en descansar,
dos para quererte
y vuelta al telar.
CORINA
Dejó una princesa sus hilos de perlas
y halló en el trabajo su dicha mayor,
y fue tejedora que teje su vida
con hilos de amor.
CORO
Cuando estos tapices que tejen tus manos
decoren la estancia de rico señor,
tal vez a sus puertas demande limosna
el que los labró.
Dale, dale, dale,
dale todo el día,
en teje maneje
se pasa la vida.
En comer dos horas,
ocho en descansar,
dos para quererte
y vuelta al telar.
(A
dúo)
CORINA y ADRIANO
Dolor del trabajo
no es nunca dolor,
ni el hambre da pena,
si pena y trabajo
comparte el amor.
Tejer, tejer,
cantar, cantar.
juntos y alegres los dos
¡qué felicidad!
Dolores del arte, dolores fecundos,
por ellos el genio sus hijos da a luz.
Si es negra la vida, mirad a lo alto:
el cielo es azul.
Tal vez mendigando vayáis por las
puertas;
mas cuando vuestra obra oigáis celebrar,
el goce bendito de haberla creado
¿quién os quitará?
CORO
Teje, teje, teje,
teje todo el día,
en teje maneje
se pasa la vida.
En comer dos horas,
ocho en descansar,
dos para quererte
y vuelta al telar.
ESCENA II
Dichos, Maese Vander, por la izquierda,
Leopoldo. Una Tejedora. Después un Tejedor.
(Hablado)
VANDER
(Entrando) Dejad ya el trabajo. Espero a
unos señores venecianos. Harán buena compra y hay que presentarles el taller
como ellos merecen.
LEOPOLDO
Mercaderes sin duda. Esos no se fijan
más que en el precio.
VANDER
Nobles de la más alta nobleza. Conque a limpiar.
(Hombres y mujeres se ponen a arreglar deprisa los objetos y enseres del
taller. Mientras hacen esto, Maese Vander se acerca a la mesa de los pintores y
examinando un cartón dice:) ¿Quién trabaja en este cartón?
ADRIANO
Yo.
VANDER
Era excusada la pregunta. Nadie si no tú
tiene ese atrevimiento. ¿Por qué has retocado esto?
ADRIANO
No lo he retocado.
VANDER
Cierto; esto no es retocar, es hacerlo
nuevo. ¿Por qué?
ADRIANO
Porque me parecía malo.
VANDER
¿Te parecía...?
ADRIANO
Y lo era.
VANDER
(Con enojo) ¿El oficial corrige al
maestro?
ADRIANO
Si le disgusto, no lo haré otra vez, y
aun ésta puedo enmendar la falta.
VANDER
¿Cómo?
ADRIANO
Borrando el cartón. (Coge el cartón como
para borrarlo. Vander se lo quita)
VANDER
No: déjalo ya... por no volver a hacer
el trabajo. (Adriano se aleja)
LEOPOLDO
(A Vander) Además, no está mal
corregido.
VANDER
(Picado) ¿También crees que ese mozo es
un prodigio?
LEOPOLDO
Es más artista que todos los maestros de
Flandes.
TEJEDORA
En cambio, su mujer es la peor tejedora
de todo e! mundo.
LEOPOLDO
¡Si parece nacida para princesa!
TEJEDORA
Por eso su marido no quería que
trabajara, sino tenerla como tal princesa en su casita. Pero ella pe obstinó en
trabajar. ¿Sabéis por qué? ¡Eso sí que es cariño! Por no separarse
mientras él estaba en el taller.
LEOPOLDO
¡Qué terneza!
TEJEDORA
Si llevaran, como nosotros, diez años de
casados...
VANDER
El pan y el matrimonio sólo están
tiernos recién sacados del horno. Después, necesitan buen diente.
TEJEDORA
Pero si venían casados de Italia.
LEOPOLDO
No, señor. Yo asistí a su boda en Santa
Gúdula de Bruselas. Y por cierto que para los gastos vendieron un joyel que no
lo tiene igual la mujer del burgomaestre.
VANDER
Sería hurtado.
CRINA
(Aparte a Adriano, con quien forma grupo
separado) ¿Has oído que vienen unos señores veneciano? Es seguro que me
conocerán, y estamos descubiertos.
ADRIANO
Yo quiero saber noticias de allá.
Retírate tú. En cuanto a mí, me conocía poco ó nada la nobleza.
CORINA
¿Pues no te conocían mis ojos
enamorados?
ADRIANO
Los únicos que me interesaban. Ellos me vengaban
de los demás desdenes.
TEJEDOR
(Entrando) Maese Vander: quieren verlo
el Señor Flavio de Tanari, el marqués Genaro Barti y otros señores.
CORINA
¡Ellos aquí! (A Adriano)
ADRIANO
Ocúltate hasta que se vayan. (Corina se
va por la izquierda primer término)
VANDER
(Al Tejedor) Tú, Máximo, vete al almacén
y extiende los tapices fabricados. Querrán ver muestras. (E1 Tejedor se ya por
la izquierda, segundo término)
ESCENA III
Adriano, que procurará siempre ocultarse
entre los demás trabajadores, Maese Vander, Leopoldo, Flavio, Genaro, Guido. Estos
entran por la izquierda, segundo término.
VANDER
Estoy a las órdenes de vuestras
señorías, y muy honrado con su presencia.
GENARO
Verdaderamente honrado. No lo digo por mí,
que soy modesto.
VANDER
¡Oh, señores!
GUIDO
Pero debéis reverenciar al príncipe Flavio
Tanari, del Consejo de Venecia, y gran protector de las artes.
VANER
Ese fue siempre blasón de la nobleza de Italia.
FLAVIO
Soy algo inteligente; pero, por si
acaso, traigo conmigo al preclaro señor Guido Carli, maestro de la actual
pintura veneciana.
VANDER
¡Oh! Me congratulo por ello. Así podrán
estimar lo que valen mis trabajos.
FLAVIO
¿Se empieza a justificar el precio?
VANDER
No hablo de eso ahora. Hablo como
artista. Y como tal me complace ver a sus señorías en mi casa,
FLAVIO
Su fama llega a Italia. Por eso la
visito.
VANDER
¡Oh! Excelencia...
FLAVIO
Viajo ahora por Europa, y en todas
partes compro lo mejor para mi palacio de Venecia.
VANDER
¿Está alhajándolo?
FLAVIO
No; lo heredé bien alhajado, y poseo
riquísimos tapices de Flandes.
GUIDO
Pero con asuntos flamencos.
FLAVIO
Quiero otros con asuntos italianos.
Siempre tira la patria.
VANDER
Si el señor se digna dar el asunto, se
tejerían a su gusto.
FLAVIO
Me parece mucho dar el asunto y el
dinero. Yo sólo doy el dinero: el asunto... cualquiera.
VANDER
Su Excelencia puede ver los cartones que
tengo preparados. (Tómalos cartones)
FLAVIO
(A Guido) Véalos el maestro Guido. Me
atengo a su dictamen. ¡Figuras de papel! Yo me reservo para las figuras de
movimiento. (Se acerca a un grupo de Tejedoras, y habla bajo con ellas)
VANDER
(A Guido. Mostrándole los cartones) Mire.
Modelos de costumbres flamencas y holandesas.
GUIDO
Italiano.
VANDER
Véase: Roma pagana. Roma papal. Asuntos religiosos.
FLAVIO
(Desde su sitio) No: profanos, muy
profanos.
GENARO
Profanísimos.
VANDER
(Mostrando otros cartones) Escenas
sicilianas.
GUIDO
Muy bien pero muy bien. ¡Admirable!
VANDER
Señor, agradezco...
GUIDO
¿Quién pinta estos cartones? (Con
interés, y mirando mucho los cartones)
VANDER
Yo, señor.
GUIDO
¡Imposible!
VANDER
Señor...
GUIDO
Perdón. No hay en el mundo sino un
hombre capaz de esto. Es su manera, su estilo. Solo la escuela veneciana da
este colorido.
VANDER
¿Quién es?
GUIDO
¿Quién había de ser? Mi discípulo, mi
hijo de arte. ¡Si parece obra de su mano!
VANDER
Pues es de la mía. (Con vanidad) ¿Y cómo
se llama ese prodigio que se parece a mí?
GUIDO
Adriano Monti. ¿Quién no le conoce?
VANDER
¿Tan famoso es?
GUIDO
Lo es ahora. Antes vivió desdeñado. Su
inspiración y su pincel ardían al fuego de un amor secreto. Iba hacinando sus
cuadros en los rincones humildes de su casa. Cuando él murió, su pobre madre
vendió algunos cuadros para no morir de hambre, y pronto fue riquísima. Al
salir las obras de su obscuridad, iluminaron la Italia como el sol que sale de
la noche. Eran un tesoro descubierto en una tumba. El genio fue proclamado
después de muerto. Venecia llora arrepentida su ignorancia, y para enmendarla
eleva un monumento de desagravio a un hijo que es su orgullo. (Adriano, desde
lejos y siempre ocultándose sigue esta relación con vivo interés y da muestras ostensibles
de la impresión y alegría que le produce)
VANDER
Dios no debía de matar a esos hombres.
GUIDO
Y no lo mató Dios. Lo asesinó la vanidad
humana.
FLAVIO
(Acercándose al grupo de Guido y Vander)
No, no; se arrojó al mar quizá por despecho. Era un bribón que pretendió
seducir a una gran dama para casarse con ella.
ADRIANO
¡Mentira! (Desde su sitio, sin poder
contenerse)
FLAVIO
¿Quién se atreve?...
GUIDO
(Aparte) ¡Qué voz es esa, Dios mío!
VANDER
(Aparte a Adriano) ¡Y a ti qué te
importa que mienta, mientras pague bien la mentira!, volviéndose a Flavio) No
es nada, señor: disputan entre ellos. (Como disculpando a Adriano)
GUIDO
(Aparte también) Cuando hablo de esto me
exalto y creo ver y oír...
VANDER
Es una historia trágica como la de los
amantes de Verona.
FLAVIO
La tragedia de todos los tontos que
cambian por sus caprichos del momento la felicidad futura. Ved el resultado; ñ
aquellos dos necios vivieran se encontrarían, él famoso y rico, y ella huérfana
y libre para darle su mano.
VANDER
Puede servir de asunto para la tapicería.
GUIDO
Es gran asunto para muchos cuadros. La enamorada
que sale furtivamente de su palacio para acudir a cita misteriosa. Cita delante
de una tercera, la muerte.
VANDER
Luego el encuentro de los cadáveres.
GUIDO
Ni ese consuelo; los cadáveres no
aparecieron jamás.
GENARO
Más tarde la agonía de un noble anciano,
muerto al dolor que le produjo el rapto de su hija.
GUIDO
(Aparte a Vander) Y no deje de pintar la
alegría feroz de un disoluto que heredó por esa catástrofe títulos y riquezas.
VANDER
¿El Príncipe?
FLAVIO
Veamos la colección de tapices.
VANDER
Seré muy honrado.
FLAVIO
Quedad con Dios, buenas gentes. Quiero que
os acordéis de ni; voy a dejaros un asunto.
VANDER
¿Para los tapices?
FLAVIO
Para la conversación. Tomad (Les da un
bolso con dinero)
LEOPOLDO
Efectivamente, de esto se hablará
siempre en el taller. Es una magnanimidad regia.
FLAVIO
Conque bebed a mi salud. Y bebed mucho, porque
quiero mucha salud para gastarla como el dinero. Adiós, adiós. (Se va con Vander
y Genaro por la izquierda, segundo término. Adriano siempre ocultándose y sin
acercarse dice a Guido cuando éste va a salir detrás de los demás.
ADRIANO
Maestro Guido, vuelve aquí.
GUIDO
(Admirado) ¿Otra vez? Será ilusión. (Se va
con todos los que salen de escena, acompañando a Flavio y a los venecianos, y
haciéndoles manifestaciones de agradecimiento y respeto Queda solo Adriano)
ESCENA IV
Adriano, Corina.
ADRIANO
(Llamando) ¡Corina! ¡Realizados mis
sueños, realizadas mis ambiciones! (Corina entra por la izquierda primer
término Adriano le dice al verla:) ¡Corina!
CORINA
¡Silencio!
ADRIANO
Al contario. Alta la voz para que sepa?
tú y sepa el mundo que soy el gran artista a quien aclama Venecia.
CORINA
¡Pobre Lorenzo!
ADRIANO
¿Lorenzo? No. Llámame Adriano. Ese es mi
nombre famoso No renuncio a él.
CORINA
¿Estás loco?
ADRIANO
Sí, loco de alegría y de impaciencia.
Tengo delante un mundo de hermosura.
(Cantado)
Se pintan ya en los senos de mi cerebro
loco
mis triunfos y mis glorias en másica
visión.
¿Los ves? Lejos, muy lejos: los miro y
no los toco,
como doradas nubes que pasan en montón.
Ya miro a mi Venecia cargada de laureles;
patricios y plebeyos se agolpan en
tropel.
Coronan mi cabeza, coronan mis pinceles,
hasta el canal, por verde, parece de
laurel.
Ya escucho los aplausos, los vítores
sonoros
y alegre campaneo y músico clamor.
¿Escucha? ¡Qué bien suena! Como celestes
coros
que cantan en la altura las glorias del
Creador.
¡Delicia soberana ya siente el alma
absorta!
Yo quiero estar más cerca, subir al
pedestal.
¡Ah! Llévame a Venecia. La vida ¿qué me
importa,
ni que la carne muera, si el nombre es
inmortal?
CORINA
Olvídame y vete; allí está tu gloria
y para alcanzarla te estorba mi amor.
ADRIANO
¡Oh no! ¡Tú conmigo! Tu amor la
completa.
CORINA
Partir yo contigo será el deshonor.
Al vernos unidos por calles y plazas
los triunfos y aplanaos serán para ti.
¿Mas yo allí que aguardo? Maldita y sin
honra,
Las iras y afrentas serán para mí.
Allí va la infame —dirá toda Italia—
que mancha por siempre su noble solar;
la amante liviana que huyó de su casa,
la vil que a su padre hirió de pesar.
Yo he muerto, soy sombra sin vida ni
nombre;
de mí se alejaron grandeza, esplendor:
tu amor me quedaba recóndito y solo.
Si estorba a tus glorias, olvida mi
amor.
(Hablado
con orquesta)
ADRIANO
Pues no quiero, de ti ausente,
largo nombre en las historias:
son tus besos en mi frente
la corona de mis glorias.
CORINA
Quise probar tu amor fiel,
y pues lo sé...
ADRIANO
¿Irás conmigo?
CORINA
Sin mi nombre.
ADRIANO
(Haciendo un ademan de negación)
¿A qué el laurel,
si no lo parió contigo?
CORINA
El me tocara también
cuando, en casita apartada,
reclines junto a mi sien
tu cabeza coronada.
(Cantado.
— Dúo)
ADRIANO
Volvamos a Venecia
la que meció mi cuna;
allí quiero abrazarte
ceñido de laurel.
CORINA
Y en la serena noche
sobre la azul laguna,
esperará tu vuelta
tu enamorada fiel.
ADRIANO
(1) La multitud me aclama,
mágica voz me llama;
días así
yo presentí
y ambicionaba
mi amor para ti.
Tú de mi afán testigo
compartirás conmigo
glorias ansiadas,
dichas soñadas
que realidades
serán allí,
y que anhelaba
yo para ti
Lauros sin ti no quiero;
nada a tu amor prefiero;
él me alentó,
fue mi sostén
hasta lograr mi bien.
Pues el arte bendito
a ti me elevó
mis laureles son tuyos,
tu esclavo soy yo.
La gloria que tomé
por loca vanidad
¡es realidad!
(l) Necesidades perentorias de la música
han obligado a componer estos versos para embutirlos como con mazo en una pieza
musical hecha de antemano. Son obra de varios ingenios, a quienes agradezco la
pena que echaron sobre sus hombros, por culpa de mi pereza.
CORINA
La multitud te aclama,
mágica voz me llama;
días así
yo presentí
y ambicionaba
mi amor para ti.
Siento saltar
mi corazón
y al escuchar
tu aclamación
voy a pensar
que es para mí,
porque mi amor te di,
y antes que nadie te comprendí
todo de ti lo espero,
verte en la cumbre quiero,
donde mi amor
te seguirá también,
que hoy como ayer, en ti,
con dulce afán
mis ojos ven
al que será mi bien.
Por la gloria del arte
que a mí te elevó
a los ojos del mundo
redímame yo.
La gloria que tomé
por loca vanidad
es realidad.
ESCENA V
Adriano, Guido por la izquierda, segundo
término.
(Hablado)
GUIDO
(Dentro) Aquí sonó aquella voz que me
atrae. (Al oír la voz de Guido, Corina huye para no ser vista. Cuando se hoya
ocultado entra Guido)
ADRIANO
Maestro Guido.
GUIDO
¿Estaré perturbado?
ADRIANO
No; soy Adriano.
GUIDO
¿fantasma ó viviente?
ADRIANO
¿Aún dudas?
GUIDO
¿Explícame esto?
ADRIANO
Es historia larga. Después te la
contaré.
GUIDO
¿Pero qué haces en Flandes?
ADRIANO
Ganarme la vida miserablemente, como un obscuro
aprendiz.
GUIDO
¿Y por qué no pintas tus cuadros y serás
rico?
ADRIANO
Porque se conocería mi manera y se
descubriría mi paradero.
GUIDO
¡Si lo dije yo! No podía ser otro que
tú. ¡Oh! Nunca equivoco la mano.
ADRIANO
Lo sé todo. El desagravio. La gloria. Yo
voy por ella.
GUIDO
(Con tristeza. ¿Vas por ella? ¡Ah! No
puedes.
ADRIANO
¿Que no puedo?
GUIDO
Venecia te aclama como artista. Sus
jueces te han condenado como hombre.
ADRIANO
¿Por qué?
GUIDO
El príncipe te acusó por rapto, Y cuando
se cercioró de la pérdida de su hija, te acusó por asesinato.
ADRIANO
¿Asesinato?
GUIDO
Sí, por haberla inducido a suicidarse.
ADRIANO
Pero eso no es justo,
GUIDO
No hay justo ni injusto; hay solo poder
ó no poder. El príncipe era poderoso, el primer personaje de Venecia. Todo el
Consejo se puso de su parte y fuiste condenado.
ADRIANO
¿Y para qué, si ya me creían muerto?
GUIDO
Para deshonrar tu memoria.
ADRIANO
¡Ya ves como la han deshonrado! Venecia me
concede más honores que a su Dux.
GUIDO
La gloria es una sentencia de muerte. En
cuanto te presentes te perseguirán.
ADRIANO
Será una iniquidad... porque, porque...
(Vacilando al principio y luego decidiéndose) Maestro, ¿puedo confiar en ti?
GUIDO
Como en un padre; más, porque soy padre de
lo que hay en ti de inmortal.
ADRIANO
Corina vive.
GUIDO
¿Vive? Pues todo arreglado. Vámonos a
Venecia con Corina: su presencia destruye la como acusación.
ADRIANO
Consiente en ello; pero sin dejarle ver
de nadie ni dar su nombre: oculta y disfrazada como una mujer vulgar.
GUIDO
¡Ella que es ya princesa por la muerte
de su padre!
ADRIANO
Se la he ocultado para evitarle ese
dolor y el de verse aquí pebre siendo en realidad opulenta.
GUIDO
Cuando lo sepa no se negará a
presentarse
ADRIANO
Me niego yo. ¿Me crees capaz de sacrificar,
por mis vanidades, a la que todo lo ha sacrificado por mí? ¿De gozar yo los
honores públicos a costa del suyo? Guido, vete solo; yo soy un muerto. El
brillo del mundo pasa sobre mí como el sol por encima de los sepulcros; sin
penetrarlos.
GUIDO
¡Como que voy a dejar que te hagas el muerto
por su honor! ¡Qué me importa a mí eso! Estáis locos. ¿Qué más honor que ser princesa,
y sobre todo ser tu mujer? Voy a contarlo a voces.
ADRIANO
(Con decisión) Oyelo bien: si hablas una
sola palabra de esto, te juro que me mato de verdad.
GUIDO
Y yo te juro que vais a Venecia.
ADRIANO
Pero con ella ¡Sin ella ni al cielo! (Guido
se va por la izquierda, segundo término)
ESCENA VI
Adriano, Corina, Vander, y coros de
ambos sexos que antes salieron y vuelven a escena.
VANDER
¡Ea! Llamad para el trabajo... ya es la
hora.
TEJEDORA
Emma. (Llamando)
ADRIANO
Yo trabajo por ella. Dejadla.
VANDER
Pero ella cobra también. A fe que no
faltará al reparto de ese dinero del príncipe. Y lo tomará tan fresca como si
fuera suyo. (Entra Corina. Vander le dice con dureza) A tu obligación. (A
Adriano ) Y nosotros vamos a hacer esos cartones italianos. Cuidado con tus
correcciones. Es obra delicada.
ADRIANO
Por eso voy a dibujarla yo solo.
VANDER
¡Vaya un orgullo! Ni que fueras el mismo
Adriano.
ADRIANO
Pues soy... (Indignado por los malos
tratamientos, va a confesar quien es Pero se arrepiente y rectifica cambiando
de entonación) ¡Soy tan hombre como él.
VANDER
¡Envidioso!
ADRIANO
¡Envidioso de mi mismo! (Los operarios
reanudan sus trabajos en la misma forma en que lo hacían al empezar el cuadro y
cantando con la misma música que entonces)
(Música)
(1)
(1) En las representaciones se ha
alterado este final, suprimiendo el canto y acabando el cuadro en la parte
hablada, a fin de que los coristas puedan sin apresuramiento vestirse para la
fiesta del cuadro tercero.
Sin embargo, se conserva aquí el final
como fue trazado y escrito, porque parece el más artístico, el más real y más
animado. Lo mejor sería ejecutarlo como está escrito; pero, si esto no puede ser
por dificultades de tiempo, procúrese a lo menos que vuelvan a escena con
Corina algunos coristas ó comparsas que, aunque no canten, ocupen los telares y
tornos, figurando que continúan su trabajo.
TEJEDORAS y TEJEDORES
Teje, teje, teje,
teje todo el día,
en teje maneje
se pasa la vida.
TELON Y MUTACION
PARTE TERCERA
Salón bajo en el palacio de Tanari, en
Venecia. A derecha é izquierda puertas. En el foro, y separada del salón por
una columnata ó una arcada hay una galería que da a un canal. Este forma el
tercer término. Detrás de él y en último término, y muy al fondo, se ven los
edificios de la orilla opuesta. Tanto éstos como las góndolas que hay en el
canal están iluminados a estilo veneciano. Los intercolumnios de la galería
están tapados (*) con grandes tapices que representan la historia de Corina y
Adriano, según se describe en la escena primera. El mueblaje a la romana, como preparado
para la bacanal neroniana que en él se celebra. Es de noche. La escena está
iluminada por lámparas venecianas y flameros.
(*) En las representaciones del teatro
de la Zarzuela, los intercolumnios aparecían descubiertos, para que el público
pudiera disfrutar por entre ellos el efecto total de la notable decoración, del
Sr. Muriel, contemplando al primer golpe de vista el telón de fondo que
representaba el canal y los edificios iluminados a la veneciana. Después de
empezar el cuadro, los servidores del palacio colgaban en presencia del público
los tapices; pero estos por regla general, han de aparecer ya colgados al
alzarse el telón, dejando, sin embargo, a discreción de las empresas el u.sar
el procedimiento adoptado en Madrid cuando la decoración lo merezca ! o
natural, es que aparezca tapado el fondo, lo cual además simplifica la
decoración y ahorra gastos.
ESCENA PRIMERA
El Mayordomo del Príncipe Flavio. Varios
Jóvenes de la Nobleza Veneciana. Después Genaro, los Nobles aparecen por la
derecha al alzarse el telón. Traen capas venecianas y antifaces.
NOBLES
¡Viva el Carnaval!
OTROS
¡Viva la orgía callejera! (Van a entrar
en el salón. El Mayordomo les impide cortésmente el paso)
MAYORDOMO Perdonad, señores; no podéis
pasar
NOBLE 1º
¿No podemos? Verá? (Intenta pasar)
MAYORDOMO
No debéis.
NOBLE 2º
¿Que no debemos? Dad las gracias. Nos perdona
nuestras deudas.
MAYORDOMO
Que no debéis pasar con careta. Es la
orden recibida.
NOBLE 1º
¡Ah, precavido Mayordomo, ¿temes que a favor
del antifaz se introduzca algún ladrón de tu tesoro?
MAYORDOMO
Al contrario: el señor teme que se
introduzca alguna persona honrada.
NOBLE 1º
Y hace bien. Podría cohibir la libertad
de esta fiesta original. (Se quitan las caretas) Pues paso franco. ¿Nos
conoces?
MAYORDOMO
A todos. Sois muy dignos de pasar.
NOBLE 2º
La flor de la nobleza veneciana.
MAYORDOMO
Y la nata de los...
NOBLE 1º
De los perdularios... atrévete.
MAYORDOMO
No me atrevo a decirlo, pero tampoco me atrevo
a desmentiros.
NOBLE 1º
¿Pues qué, habían devenir a las orgías
de tu amo los canónigos de !San Marcos?
MAYORDOMO
¡Oh, no! Quizá fuesen más gravosos a la
bodega. Vuestras excelencias vienen ya predispuestos a la alegría; sois más ligeros
de cascos.
NOBLE 2º
Y nos emborrachamos pronto. Sigue atreviéndote.
MAYORDOMO
Sigo respetando vuestro parecer. (Entra
Genaro por la puerta izquierda)
NOBLE 1º
El Mayordomo está inspirado antes de tiempo.
GENARO
Ha preparado los vinos.
NOBLE 1º
Y nos llama perdidos y borrachos.
MAYORDOMO
Es día de Carnaval: el cumpleaños de la verdad.
NOBLE 2º
Pero tú la dices sin careta.
MAYORDOMO
Los viejos no tenemos humor para
disfrazarnos.
NOBLE 1º
(A Genaro ) ¿Y Flavio?
GENARO
Se presentará a su tiempo y con toda la
solemnidad propia de esta fiesta, que dejará memoria en los carnavales de
Venecia; una reproducción de las bacanales que celebraba Nerón, el monarca de
las orgías alegres ó terribles, de vino ó de sangre, según le daba la vena. Y
ahora entretened el tiempo examinando las novedades del palacio. Ved; para
preservarnos de miradas curiosas, se han tapado los intercolumnios de la
galería con esos grandiosos tapices.
NOBLE 1º
¡Sabes que son admirables!
GENARO
No lo sé. Llegaron ayer de Flandes y
acaban de ser colgados. Aún no los he visto, ni tampoco Flavio.
NOBLE 1º
Pues son exactísimos.
NOBLE 2º
Están hablando.
NOBLE 1º
No; Flavio y tú estáis robando. Ved si
las caras de ambos caballeros no son las vuestras.
GENARO
(Con risa forzada) Pues tiene gracia la
casualidad.
NOBLE 1º
¿Y aquella góndola? Desde ella se
arrojan al mar dos enamorados.
NOBLE 2º
La misma Corina y el famoso Adriano
Monti. Toda Venecia sabe esa historia trágica.
GENARO
Pues el flamenco sabe de ella más que
los venecianos. Esos retratos solo pueden estar sacados del fondo del mar.
(Preocupado y serio) Es muy extraño, mucho. (Suenan dentro ruido y voces
alegres y empieza en la orquesta la música, que no cesa ya hasta que llegue la
declamación de las quintillas)
VOCES
(Dentro) ¡Vítor, vítor! ¿Paso al
Emperador!
ESCENA II
Dichos, Guido, Flavio, Coro de bacantes,
de citaristas griegas, damas y caballeros romanos, esclavos negros. Las
esclavas traen grandes ánforas y copas, donde servirán vinos. Guardias
imperiales. Después de algunos compases todo este cortejo sale por la izquierda
en desorden, atropelladamente y con alegre algazara como corresponde a una
marcha báquica. Detrás aparece Flavio disfrazado de Nerón, sentado en una
silla, que llevan en hombros cuatro esclavos nublos Trae una corona de pámpanos
en la cabeza, en la mano derecha una copa y en la izquierda una cítara. Flavio
se baja de la silla, y todo el acompañamiento hace ademán de arrodillarse ante
él con cierta gravedad cómica.
VOCES
¡Vítor, vítor! Salud al divino Nerón.
FLAVIO
(Hablando a la par que la orquesta toca)
Pocas reverencias. Saludadme con himnos de crápula, con gritos de borrachera,
con rociadas de vino. ¿Sabéis por qué mando en Roma? Porque soy el primero en
todo. El primer disoluto, el primer histrión, el primer cantante, el primer
citarista, el primer gladiador, el primer auriga y el primer borracho de este
corrompido impelió. Comamos doce horas seguidas, bebamos doce ánforas seguidas.
Dancen las bacantes en torno de su padre Baco. Toquen mis citaristas griegas
delante de su padre Orfeo. Bebamos en honor de la madre Venus, que buena falta
le hace el honor. (Esta alocución es recibida con algazara, risotadas y voces
de aprobación. Hombres y mujeres beben y levantan las copas. En seguida empieza
el Coro a cantar y las bacantes a bailar. Se confía al talento de los
directores de escena la representación de esta orgía, así en la composición de
la parte escénica como en la manera de ejecutar la parte musical. Este coro,
más que cantarse, ha de gritarse y reírse sin temor a desentonar; pues
precisamente en el desconcierto y desorden consisten su carácter y su realidad.
Es más algarabía que música, aunque la algarabía vaya dentro de moldes
artísticos. La danza de bacantes también ha de ser descompuesta y desenfrenada.
Cuando esta acabe empieza lo que sigue.
(Cantado)
(*)
(*) Todo el diálogo siguiente ha sido
hecho para canto. En las representaciones se ha convertido en recitado con
orquesta por la misma razón que no se canta la parte de Flavio Donde los
actores sean cantantes deberán cantarlo con esta letra, porque para eso está hecho
y tiene su música correspondiente en la partitura.
FLAVIO
(Con burla, acercándose alegremente a
Genaro que preocupado y sombrío, se ha retirado antes a un extremo de la escena)
Qué tienes, amigo, ¿te entró el vino
triste?
GENARO
Que no me divierto.
FLAVIO
Pues dadle otra copa y si se resiste,
contad que está muerto.
GENARO
No te burles; miré tales cosas
que parece que sueño despierto.
FLAVIO
Por si el Chipre te tiene dormido
las bacantes despierten tus ojos
y las liras despierten tu oído.
GENARO
Mira a los tapices.
FLAVIO
Miro a las mujeres. (Distraído)
GENARO
Mira, mira aquello.
(Señalando a los tapices)
FLAVIO
(*) (Mira a los tapices, se fija en
ellos y se preocupa también)
¿Serán realidades
ó serán fantasmas
que pinta el mareo?
¿Quién vio aquella escena?
¿Quién sabe el arcano?
¿Qué incógnita mano
lo pudo pintar?
Todo eso en las aguas
quedó sumergido.
Y todo ha salido
del fondo del mar.
(Se retira, sentándose en su silla,
cabizbajo y triste)
(*) En el teatro de la Zarzuela Genaro
ha cantado estos versos en lugar de Flavio como se advierte en la nota primera
del primer cuadro. Donde el actor sea cantante, Flavio debe recuperar la voz que
cedió provisionalmente a Genaro.
GUIDO
(Acercándose y con sorna al notar la
preocupación de Flavio)
¿Qué tiene el amigo? ¿También vino
triste?
FLAVIO
Que no me divierto.
GUIDO
Pues darle otra copa, y si a ella
resiste
decid que está muerto.
(Se va por la derecha)
CORO
(Con burla y acercándose a Flavio)
¡Tú también serio y tristón!
Se te olvida tu papel.
¡Vaya un Nerón!
Recordando el lance aquel
se te encoge el corazón.
¡Vaya un Nerón!
(Hablado)
FLAVIO
(Levantándose y aparentando valor y
.serenidad)
¡Decís bien! Es desatino
todo miedo y toda pena.
A beber dorado vino
en honor del adivino
que ha pintado aquella escena.
Y ha sido fiel el pintor:
yo os lo digo, yo lo vi.
Y en prueba de mi valor,
voy a contaros aquí
aquel lance aterrador.
Por un lado, a tiempo igual,
llegó un amante leal,
por otro una dama bella,
mejor diría una estrella
reflejada en el canal.
Y temblaban de placer
las ondas de la laguna,
acaso por sostener,
con envidiable fortuna,
el cuerpo de esa mujer
Con afán se iban buscando,
él solo y la dama sola:
él remando, ella remando,
él cantando, ella cantando
una extraña barcarola.
El que la oyera creería
que amor cantaba su suerte
por tu dulce melodía,
y, por triste, parecía
que la cantaba la muerte.
Si satisfecho a vivir
el amor siempre convida,
desdichado, hace sufrir
tanto que busca el morir
por librarse de la vida.
A la muerte iban los dos...
Y a evitar el sacrificio
quise andar de ellos en pos;
pero si del alma Dios
tiró de mis pies el vicio.
Y tras impuros deberes,
y tras báquico cantar,
y borracho de placeres
yo rodé entre las mujeres,
y ellos rodaron al mar.
A boda mortal llevada
aquella belleza suma,
cual sirena enamorada,
iba haciendo de la espuma
su velo de desposada.
Aun desde mi alegre orgia
más lejana y menos fuerte
aquella canción oía;
¡y ya sólo parecía
que la cantaba la muerte!
GENARO
¿Y no recuerdas
la barcarola?
FLAVIO
Nunca la olvido
GENARO
Cántala.
FLAVIO
Oyela.
(Empieza a cantar la primera estrofa de
la barcarola a que se refiere, que es la de Corina y Adriano en el primer
cuadro. «La barquilla de la muerte, no deja de navegar» Pero la canta con
notable variación. Entonces Genaro le corrige diciéndole:)
GENARO
No es ese el canto,
recuerda bien.
FLAVIO
Vaya otra prueba;
repetiré.
(Flavio ensaya de nuevo la canción y
entona los dos primeros versos Apenas ha cantado y con gran precisión entra la
voz de Adriano, que desde dentro continúa y acaba la estrofa. Flavio, al oírla,
deja de cantar y queda suspenso y aterrado. Genaro, creyendo que el que canta
es Flavio, le dice como aprobando su acierto:)
GENARO
Ese es el canto.
FLAVIO
(Asombrado) Es el canto;
mas no lo canta mi voz:
viene él solo por el aire
como un eco acusador!
(Hablado)
FLAVIO
(Aparte a Genaro) ¿De dónde sale?
GENARO
(Con terror) ¡La canción de aquella
noche terrible!
FLAVIO
¡La misma! ¡La misma! Pero, ¿suena en
realidad, ó sólo para nosotros?... ¿Es voz humana, ó es el remordimiento que
zumba dentro de nuestros oídos?
GENARO
(A los circunstantes) ¿Habéis percibido
ese canto?
VOCES
(Varias del Coro) Perfectamente.
FLAVIO
(Como reconviniendo a Genaro, y aparte)
Genaro, pudimos salvarlos, y no quisiste.
GENARO
Por ti. Yo no había de heredarla. (Suenan
dentro voces y gritería)
FLAVIO
¿Qué alboroto es ese?
GUIDO
(Entrando muy alegre por la derecha) El
Sábado santo de Venecia; tocan a resurrección y a gloria. El gran Adriano Monti
ha resucitado y el pueblo le aclama.
GENARO
¿Estás loco ó borracho?
GUIDO
Borracho y loco, pero de alegría.
VOCES
(Dentro) ¡Viva Adriano!
GUIDO
Lo llevan ante su mismo monumento. ¡Esa sí
que es orgía; la orgia del alma; las vuestras nada: miseria, asco!
VOCES
(Dentro) ¡Viva! ¡Viva!
FLAVIO
Pues si vive, no podrá vivir mucho. Ese
hombre está condenado a muerte. ¡Prendedlo!
GUIDO
¿Prenderlo? ¡Como que yo lo he traído
para dejarlo en vuestras manos pecadoras!
VOCES
(Dentro) ¡No, no!
GUIDO
La justicia reconocerá su inocencia.
FLAVIO
Huyeron juntos y se presenta solo. ¿Qué
ha hecho de Corina?
GUIDO
Corina vive.
FLAVIO
¿Vive? (Pausa. Expectación é interesen
todos) Pues venga la prueba. (Suena dentro la voz de Corina, que canta una
pequeña parte de la barcarola. Estupefacción general. Flavio manifiesta
contrariedad. Guido, alegría)
GUIDO
¿Basta esa prueba viva?
GENARO
(Asustado) ¡La otra voz! ¡La de ella!
FLAVIO
¡Imposible! Murieron. Se alejaron así,
así, como los representa ese cuadro, y nadie volvió a verlos. Y se halló
abandonada la góndola y en ella el manto de Corina. Esto es una fascinación
sugerida por esos malditos tapices. Quítense de mi vista. Caigan en el agua las
pinturas, como cayeron los vivos. Rómpase este encanto. (Da un fuerte tirón del
tapiz que representa a Corina y Adriano en su góndola. El tapiz cae al suelo,
dejando ver detrás de él la misma escena representada en cuadro vivo. Esto es,
a Corina y Adriano en su góndola, y con los mismos trajes que llevaban en el
cuadro primero. Están en la misma actitud que tengan en el tapiz, de modo que
la escena viva sea reproducción de la pintada. Un rayo de luna los ilumina.
Flavio al verlos dice con espanto) ¿Qué es eso? ¿No se acaban nunca los
fantasmas? ¡Cae uno y se levanta otro! (Transición) Pero, ¡bah!, ni esa es
Corina, ni ese es Adriano. Me habéis preparado esta burla de Carnaval. Es
ingeniosa, pero pesada, pesada!
GUIDO
Efectivamente, yo la he preparado para
recordar á tu conciencia aquella noche en que te pedimos auxilio y nos lo
negaste. Por algo soy artista. Cada uno celebra el Carnaval a su gusto. El
vuestro es el Carnaval de la borrachera, el nuestro el de la gloria y la felicidad.
¿Quién se ha divertido más?
GENARO
De todas maneras quedará el rapto.
Prendedlo.
CORINA
(Saliendo de la góndola y adelantándose
a la escena con Adriano, por la escalinata del pórtico. No hay rapto. Huí por
mi voluntad con mi marido.
ADRIANO
Estamos casados con nombres supuestos:
CORINA
Yo el de Emma Prato.
FLAVIO
Pues siendo sólo Emma Prato, pierde su
jerarquía la princesa de Tanari.
CORINA
¿Y qué falta me hacen mis blasones?
¿Pues qué, el nombre de Adriano Monti no pesa más en el mundo que el de todos
nosotros juntos?
GENARO
No podrás vivir entre nuestros iguales.
CORINA
Viviré entre los superiores. (Por
Adriano y Guido, abrazándolos.
FLAVIO
(Alegremente y con despreocupación) Y con
tu herencia también. Te la devuelvo antes que me la quites. Siempre me
arruinaron las mujeres. Pero felicitadme: porque siquiera esta vez me arruina
una mujer honrada, Tu matrimonio es santo aunque ilegal.
GGIDO
Legal también. Hemos obtenido una bula del
Papa en la cual, probada la certeza de las personas, se dispensa la
suplantación: de nombres, que es lo de menos.
CORINA
En el cielo no se les da tanto valor
como en las vanidades de la tierra.
ADRIANO
¡Qué desgracia! Dios es un plebeyo
revolucionario.
TELON
Información
obtenida en:
https://archive.org/details/labarcarolazarzu00caba
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