LA TABERNERA DEL PUERTO
Romance marinero en tres
actos.
Libreto: Federico Romero y
Guillermo Fernandez-Shaw.
Música: Pablo Sorozábal.
Estrenada el 16 de mayo de
1936 en el teatro Tívoli de Barcelona.
ARGUMENTO
El
marinero Verdier que ha perdido la fe y no cree en la justicia divina llega al
puerto de su ciudad natal del que ha estado seis años ausente. Allí se entera
de que hay una taberna nueva a la que acuden los marineros atraídos por la
belleza de Marola que regenta la taberna ayudada de su compañero Juan de Eguía.
Todos los marineros están enamorados de Marola y todas las mujeres están
celosas de ella. Verdier se reúne con sus antiguos compañeros Leandro v Juan de
Eguía y rememoran sus días de juventud v sus aventuras.
Ripalda
dueño del café del Vapor disgustado por la falta de clientes, ya que todos
acuden a la taberna de Marola, trama contra esta escenas de celos y siembra
cizaña entre el matrimonio de Antigua y Chinchorro.
Juan
de Eguía quiere hacer contrabando con una partida de cocaína y comunica a
Marola que como Leandro está enamorado de ella, ha de convencerle para que él
sea el que lleve a cabo esta operación, Marola duda, no sabe si atender la
propuesta de Juan de Eguía o salvar de una situación enojosa a Leandro, por el
que siente un verdadero y apasionado amor.
Por
fin se decide a hacerle la propuesta a Leandro. Los planes de Marola y Juan de
Eguía son descubiertos por el marino inglés, Simpson quien denuncia a Leandro
que va a ser juego de los manejos de Juan de Eguía para llevar a cabo una
operación de contrabando. Leandro queda abrumado; él pensaba que el amor que le
había demostrado Marola era sincero y ahora se da cuenta de que es falso e
interesado.
Marola
está desesperada porque ama con pasión a Leandro y decide explicarle todo el
asunto.
Habla
con él, le declara su amor y le explica que Juan de Eguia es el padre de ella y
que ahora le ha pedido su colaboración para llevar a cabo la operación del
contrabando. Leandro comprende toda la situación y ambos entonan un apasionado
dúo de amor, Marola no quiere abandonar a Leandro y decide acompañarle en la
barca en que ha de salir al día siguiente con la partida de cocaína.
La
gente murmuradora al ver a Marola y a Leandro salir, imaginan que ambos se
escapan para emprender una nueva vida lejos de Juan de Eguía.
Juan
de Eguía a quien le abruman los remordimientos explica a todos su verdadera
identidad.
Declara
que él es el padre y no el marido de Marola y que ha cometido la infamia de
arrastrar a Leandro y a Marola a la aventura del contrabando. Comprenden el
sacrificio de Leandro, quien por obtener el amor de Marola, ha accedido a
realizar esta operación. Todos están indignados y gritan: “Juan de Eguía es
culpable”. Aparecen en el puerto Marola y Leandro seguidos por los carabineros.
Juan de Eguía se declara culpable y los carabineros le apartan de la pareja y
le conducen con ellos. Marola y Leandro enlazan sus manos y Verdier declara que
ahora sí cree en Dios y en la justicia divina. Leandro entra en la taberna con
Marola y la rutina vuelve al pueblo.
_______________
Personajes:
Marola: Tabernera hija de
Juan de Eguía, enamorada de Leandro.
Abel: Joven músico de Provenza.
Antigua: Mujer de Chinchorro, bebedora como él.
Leandro: Marinero enamorado de Marola.
Juan de Eguía: Contrabandista, padre de Marola.
Simpson: Amigorro y socio de Juan de Eguía.
Verdier: Marino marsellés de bajos fondos, socio de los anteriores.
Chinchorro: Borrachuzo patrón de un barco.
Ripalda: Dueño del café cercano a la taberna en que trabaja Marola.
_______________
Números musicales:
Escena “Eres blanca y hermosa…..¡Ay que
me muero por unos ojos!....Salve, Señora, Reina y Madre de misericordia!: (Marineros, Verdier, Ripalda, Abel, Menga, Tina,
Hombres, Mujeres)
Terceto “Hace días te esperaba” y
habanera “Bajo otros soles, por otros mares”: (Juan, Verdier, Simpson)
Dueto cómico “Ven aquí camastrón…..¡Ay
pobre de mi! mi vieja está borracha”: Antigua,
Chinchorro)
Dúo de Marola y Leandro “Todos lo
saben…..Marinero vete a la mar”: (Leandro,
Marola)
Final del acto I “Aquí está la
culpable….Si a tu marido tú le quieres agradar”: (Mujeres, Marola, Antigua, Juan, Abel, Leandro)
Escena de la taberna “Eres blanca y
hermosa… ¿Quieres tú cantar una canción? tabernera graciosa”: (Hombres, Simpson, Juan, Marola)
Romanza de Marola “En un país de
fábula….Yo también soy un pájaro viejo”: (Marola)
Romanza de Juan de Eguía “La mujer de
los quince a los veinte….chíbiri chíbiri”: (Juan)
Romanza de Simpson “Despierta, negro,
que viene el blanco….La luna es blanca muy blanca”: (Simpson)
Romanza de Leandro “¡No puede ser!….los
ojos que lloran no saben mentir”
Raconto de Marola, recitado “Yo soy de
un puerto lejano”: (Marola)
Terceto cómico “Marola resuena en el
oído”: (Abel, Ripalda, Marola)
Final del acto II “Yo no te comprendo,
¿qué es lo que pretendes? padre…..¡Marola! ¡Marola! Esta dama remolona va a
tenerme que escuchar”: Marola, Juan,
Marineros, Leandro, Abel, Simpson)
Dúo de Marola y Leandro “¿No escuchas un
grito que suena lejano?....Por el ancho mar en la noche”: (Marola, Leandro)
Recitado “En la taberna del puerto desde
que no hay tabernera” y canción de Abel “¡Ay que me muero por unos ojos!: (Abel)
Romanza de Juan de Eguía “¡No! No te
acerques”: (Juan, Hombres, Mujeres)
Final “¡Son ellos! era verdad….Yo sólo
fui culpable…..Ripalda, ¡ya voy creyendo que hay Dios!: (Hombres, Mujeres, Simpson, Leandro, Juan, Marola)
__________________
ACTO PRIMERO
En
el puerto viejo de Cantabreda, suburbio de pescadores, a un costado de la
ciudad norteña imaginaria. A la derecha, atacando desde la embocadura, la
taberna de Marola.
Es
una casita de dos plantas. En la primera, puerta del establecimiento y, a
continuación, ventana abierta.
Debajo
de esta en el exterior, una mesa con taburetes alrededor. En la planta alta un
balcón corrido con balaustrada de madera, formando galería debajo de la
cornisa, que es un tosco artesonado. Alguna ropa tendida en el balcón. La
taberna no tiene muestra o rótulo, pero a ambos lados de la puerta, hay sendos
cartelones de anuncios de bebidas exóticas, ron, whisky o ginebra. La fachada
de este edificio es oblicua con respecto a la batería. A la izquierda, también
atacando a la embocadura y también en dirección oblicua a la batería, o sea en línea perpendicular a la
fachada de la taberna, la puerta de un café, único hueco visible del edificio.
Saliendo
de ella se encuentra a la derecha un velador de mármol con dos sillas. Sobre la
puerta, un rotulo: “Café del vapor”. Al foro un recodo de la ría. Detrás del
pretil, que presenta una interrupción en el centro de la parte visible, para
dar paso a una escalera, se ven chimeneas de vaporcitos pesqueros de escaso
tonelaje y barcas de pesca. En la otra ribera la Cofradía de los Mareantes y
una iglesia de traza gótica. Detrás, trepando por un monte en forma de convexo
anfiteatro, el primitivo poblado: casas de tres pisos, todas con galerías o
corredores típicos. Una parte de los espectadores podrá ver un viejo puente
romano que une la Cofradía con la ribera de acá. Al comenzar el acto, está
amaneciendo. Hay luz del día ya claro, pero no ha salido el sol, que a poco,
dora el poblado del fondo hasta llenar de luz toda la escena. Dentro de la
taberna y del café, se percibe el alumbrado artificial, hasta que, después de
la salida del, sol queda extinguido.
(Nadie
en escena. Se oye el canto de unos marineros, que se supone en una embarcación
de la ría)
Escena “Eres blanca y hermosa…..¡Ay que
me muero por unos ojos!....Salve, Señora, Reina y Madre de misericordia!: (Marineros, Verdier, Ripalda, Abel, Menga, Tina, Hombres,
Mujeres)
MARINEROS
Eres
blanca y hermosa
como
tu madre,
morena
salada
como
tu madre.
(Salen
por el foro izquierda unos cuantos pescadores con ropa de agua. Cruzan
repitiendo el estribillo. Entran en la taberna. Del café sale Ripalda, el
dueño. Por el foro derecha sale Verdier, un tipo bien plantado, de cuarenta
años, con una indumentaria un poco anacrónica: botas altas, calzón gris, un
jersey listado y un chaquetón con grandes botones plateados. A la cabeza una
gorra de visera con la copa alta y arrollada como una barretina azul)
(Recitado)
VERDIER
Buenos
días, cafetero.
RIPALDA
¿Estoy
despierto o dormido?
VERDIER
Soy
Verdier.
RIPALDA
¿Cuándo
ha venido?
VERDIER
Anoche
atracó el velero.
Sírveme
un café caliente,
que
está la mañana fresca.
RIPALDA
Menos
mal que algo se pesca
y
aún queda un hombre decente.
VERDIER
¿No
hay nadie dentro?
RIPALDA
Un
borracho que ha dormido aquí la mona.
Es
que hay una lagartona…
VERDIER
¡El
café! ¡Pronto, muchacho!...
(Ripalda,
muy diligente hace mutis. Verdier se sienta a la mesa. Por el foro izquierda
viene Abel, un chico de catorce años, descalzo, pobre, pero limpiamente
vestido: calzón corto, camisa, una bandolera de la que cuelga un acordeón al
costado del mozuelo. Cruza la escena y se asoma a la puerta de la taberna,
mientras por el foro, pasan varios marineros con sus ropas azules acompañados
por sus mujeres. Llevan artes de pescar: bicheros, garlitos cubos, calderos,
banastas y algún farol.
Vienen
y se van cantando un aire sin letra. Dos de los marineros hacen mutis por la
abertura del pretil, bajando a la ría. Menga y Tina, se quedaron arriba,
largándoles desde el pretil los trebejos que han traído. Abel suspira y se
aparta de la taberna, preparando el acordeón. Se dirige a Verdier y a un
prudente distancia se detiene y canta acompañado de su instrumento)
ABEL
En
la taberna del puerto,
-¡qué
joven la tabernera!-
se
bebe el mejor vinillo
que
viene de extrañas tierras.
En
la taberna del puerto,
-¡qué
hermosa la tabernera!-
se
viven alegres horas,
bebiendo
las horas muertas.
En
la taberna del puerto,
-¡Dios
salve a la tabernera!-
los
hombres parecen tigres
que
huelen sabrosa presa.
(Cantado)
¡Ay,
que me muero
por
unos ojos!
¡Ay
que me muero
de
amores locos!
¡Ay,
que me mire
aunque
me muera!
¡Ay,
que me mire
la
tabernera!
(De
la taberna sale el grupo de marineros que antes entró. Mutis)
(Recitado)
ABEL
Déme
una perra, señor.
RIPALDA
(Que
sale con el servicio)
¡Vete
al diablo, sinvergüenza!
MENGA
Tú
eres un enredador.
ABEL
¡Trovador!
¡Como en Provenza!
VERDIER
Toma,
chico. Soy de allá.
(Dándole
una moneda)
Marsellés,
aunque me pese.
RIPALDA
¿Le
da usted limosna a ése?
TINA
¡Pronto
se la beberá!
ABEL
¿Yo
me emborracho?
TINA
Tú
y todos estáis borrachos por ella.
MENGA
¡Y
si fuese una doncella!
(Ha
empezado a sonar lejana la Salve marinera)
(Cantado)
HOMBRES
y MUJERES
(Dentro,
cantando)
¡Salve,
Señora,
reina
y madre
de
misericordia!
¡Vida
y dulzura
y
esperanza nuestra!
(Recitado)
VERDIER
¿Qué
canto es ése?
ABEL
Ese
canto es la Salve marinera.
Cuando
pasa una trainera por
frente
del camposanto,
como
vive en su capilla la
Virgen
del Carmen, cantan.
VERDIER
¿Y
así las olas espantan?
ABEL
Sí,
señor. ¿Le maravilla?
VERDIER
Está
medio mundo loco.
(A
Ripalda poniéndole un duro en la mesa)
Cóbrate
de este dinero.
¿Tú
crees en Dios, cafetero?
RIPALDA
(Espontáneo)
Sí,
señor.
(Al
ver el gesto de Verdier y cogiendo el duro)
Pero
muy poco.
(Mutis.
Oyese cerca la Salve. Por la izquierda sale, corriendo, un grupo de mujeres,
que vienen a colocarse junto a Menga y Tina, mirando a la ría y saludando con
manos y pañuelos)
(Cantado)
MUJERES
(Dentro)
¡Madre!
Dios
te escuche,
Dios
te salve,
reina
y madre.
¡Salve,
Señora,
reina
y madre
de
misericordia!
(Suena
ahora la voz del coro en el fondo de la escena y se va alejando)
HOMBRES
(Cantando
dentro)
Eres
blanca y hermosa,
como
tu madre.
_________________
(Las
mujeres van cambiando la dirección del saludo y al fin echan a correr todas
hacia la derecha. Abel se ha quitado el sombrero, hincando una rodilla en
tierra. Ripalda sale del café, le entrega la vuelta a Verdier, saca un cepillo
del bolsillo trasero del pantalón, le quita la gorra a Verdier y se la cepilla
cuidadosa e insistentemente, hasta que se pierde la Salve por completo.
Levantase
entonces Abel y también Menga y Tina, que se van por la derecha. Canta dentro
un marinero, dominando la voz del coro, pero disminuyendo también hasta
perderse por la izquierda)
Quedan
en conversación Ripalda, Verdier y Abel. Verdier confiesa que hace seis años
que falta de Cantabreda, por lo que no conoce la novedad de que hay una nueva
taberna en el puerto, a la que llevados por la belleza de Marola, la tabernera,
acuden siempre los marineros.
Abel
mismo manifiesta su amor por ella, no sin obtener cierta sorna por parte de
Ripalda. La curiosidad que muestra Verdier hace que en un mano a mano le
informen de Marola llegó al lugar hace dos meses en compañía de Juan de Eguía a
quien creen su marido. Tal como transcurre la charla parece que Ripalda no
tiene buen concepto de los nuevos vecinos. Por otra parte Verdier, al oír el
nombre de Eguia, se sorprende, dando muestras de conocerle envía a Abel con un
mensaje de su parte. Marola asomándose a la ventana les indica que Juan aún no
se ha levantado. Verdier que queda admirado por la bellaza de la muchacha, le dice
una contraseña por la que Eguia sabe le reconocerá ¿Quiere decirle, patrona,
que Brasil está en América? Mientras tanto aparecen Chinchorro, un patrón ya
maduro, casi viejo, con Fulgen y Senen, dos marineros jóvenes que trabajan para
él. Van buscando a Leandro, un marinero robusto y simpático que se entretiene
más de lo debido en la taberna de Marola.
Antes
de tropezarse con el que buscan lo hacen con Verdier, con quien Chinchorro
tiene unas palabras, pues ya se conocen. Al fin sale Leandro de la taberna; le
invitan a salir a la mar, pero no parece estar en buena disposición. A
continuación le afean a Leandro el estar enamorado de Marola y descuidar su
trabajo. Luego Chinchorro y sus dos marineros entran en la taberna. Juan
de Eguia sale al encuentro de Verdier.
Del café sale Simpson, viejo ex marinero inglés, alcohólico, que se gana la
vida de la caridad de los pescadores y de acompañar como interprete a los
marineros extraños que caen por Cantabreda. Simpson y Verdier se reconocen inmediatamente.
Por este último nos enteramos de que los tres son, en realidad gente de mal vivir.
Verdier sale al encuentro de Juan de Eguia, mientras Simpson se sirve del
caneco una convidada. Eguia es hombre de cerca de cincuenta años, curtido, con
alguna cicatriz, pero de expresión simpática, gesto dominador, aunque no
autoritario. Se impone por su sonrisa, que nunca abandona.
Terceto “Hace días te esperaba” y
habanera “Bajo otros soles, por otros mares”: (Juan, Verdier, Simpson)
JUAN
(A
Verdier)
Hace
días te esperaba.
VERDIER
El
asunto se dio mal.
JUAN
(Fijándose
en el viejo)
¡Hola,
Simpson!
SIMPSON
¡Mala
peste con vosotros!
¡Vaya
un par!
VERDIER
(A
Juan)
Ese
está con la ginebra y a comprometernos va.
JUAN
No
le temas, es un infeliz.
Le
domino como a un bergantín.
Obsérvale
bien, ¡y ahora veras! ¡Ohé!
(Tararea
un aire exótico que, desde el primer instante, hace efecto en el inglés)
SIMPSON
(Cuadrándose
ante Juan de Eguía)
¡A
sus ordenes mi capitán!
(Queda
Juan entre sus dos amigos)
JUAN
¡Que
días aquellos
de
la juventud!
SIMPSON
¡La
luna, tan blanca
y
el mar, tan azul!
JUAN
Bajo
otros soles,
por
otros mares,
¡con
qué bravura,
con
qué bravura,
bogó
mi nave!
Son
otros tiempos
que
ya no vuelven,
y
el recordarlos
y
el recordarlos
rejuvenece.
JUAN
y SIMPSON
Aquellas
noches
de
borrachera,
durmiendo
en brazos
de
torpes hembras!
¡Y
aquellas horas
de
corto idilio,
que
eran amores
para
el olvido!
SIMPSON
¡Y
aquellas negras!
¡Y
aquellos vinos!
JUAN,
VERDIER y SIMPSON
¡Cuantos
caminos tiene la mar!
¡Cuantos
escollos ocultos hay!
Juega
el velero con el azar,
y
nunca sabe ni cuando llega,
ni
adonde va.
JUAN
Tan
sólo obediente
navega
en la mar,
¡sumiso
al mandato
de
su capitán!
¡¡Ohé!!
(Termina
el numero cuadrándose de nuevo Simpson, y ahora también Verdier, ante Juan de Eguía)
_______________
Para
hablar con seguridad, los tres amigos se introducen en el café que regenta
Ripalda, a quien le envían a por tabaco para que les deje solos. Este, a su vez
le traspasa el encargo a Abel, que se le ha encontrado saliendo de la taberna.
Ante el muchacho se ufana de que el dueño de la taberna bebe en su café y que
está abrumado de trabajo. Luego sale Antigua, vendiendo sardinas. En el diálogo
con Ripalda todo su afán es que la invite a un trago de mala ginebra. Ripalda
le da un empujón que motiva llegue a la puerta de la taberna dando traspiés. Al
ver a su marido dentro, entra muy resuelta y saca a Chinchorro cogido por una
oreja. Los dos estén borrachos e inician un dúo cómico rápido y rítmico.
Dueto cómico “Ven aquí camastrón…..¡Ay
pobre de mi! mi vieja está borracha”: Antigua,
Chinchorro)
ANTIGUA
¡Ven
aquí, camastrón!
CHINCHORRO
¡Que
me arrancas la oreja!
ANTIGUA
(Soltándole)
¡Si
no fueras pendón!
CHINCHORRO
¡Que
demonio de vieja!
ANTIGUA
(Dirigiéndose
hacia la taberna)
¡A
esa guarra también
voy
a darle garrote!
CHINCHORRO
No
te expongas, mi bien,
que
te arranca el bigote.
ANTIGUA
Ven
acá, tití:
¿qué
le vistes a esa sinsorga
que
no me vieras a mí,
para
siempre estar ahí?
CHINCHORRO
Vengo
aquí a beber
y
a olvidarme de que en mi casa
duermo
con una mujer
que
parece un brigadier.
ANTIGUA
¡Ay,
Señor! ¡Que sufrir!
No
me deja ni vivir.
CHINCHORRO
¡Ay,
Señor!
¡Por
San Blas!
¡Cuándo
te la llevarás!
(Otra
vez a su mujer, tirando de ella)
¡Ven
aquí, bacalao!
ANTIGUA
¡Qué
me rompes la falda!
CHINCHORRO
¿Dónde
la has agarrao?
ANTIGUA
(Señalando
el cafetín)
¡Es
que me han convidao.
CHINCHORRO
¡Ay,
pobre de mí!
Mi
vieja está borracha.
¡Ay,
pobre de mí!
Que
yo lo estoy también.
Una
vieja, gorda y pelleja,
y
un abuelete como pareja,
se
van del bracete por la calleja,
cae
una teja ¡y hay un belén!
ANTIGUA
¡Ay,
pobre de mí!
Mi
viejo está borracho.
¡Ay,
pobre de mí!
¡Que
yo también lo estoy!
Este
viejo, necio y pendejo,
se
ha sacudido
más
de un pellejo,
y
a mí me ha ocurrido
lo
mismo que al viejo.
No
sé como ha sido
ni
sé ya quién soy.
CHINCHORRO
¡Ven
acá, mujer!
Que
te lleve pronto a la cama,
porque
te vas a caer
¡y
te voy a sostener!
ANTIGUA
¡Eso
sí que no!
Tú
no puedes, con lo que llevas
¡Mira
que bien ando yo!
¡Más
salada que Charlot!
CHINCHORRO
¡Santo
Dios! ¡Qué mujer!
De
narices va a caer.
ANTIGUA
Eso
tú; que ya estás
que
no ves por donde vas.
(Al
final cogidos del brazo y olvidándose de la banasta de sardinas, se dirigen
hacia el fondo izquierda, haciendo antes una breve evolución)
ANTIGUA
y CHINCHORRO
¡Trumla,
trumla, trumla, la, la!...
(Mutis
de ambos, sosteniéndose mutuamente)
_______________
Salen
de la taberna Marola, fulgen y Senén. Aparece Juan de Eguía y le pide a Marola
que le ayude en un negocio que tiene entre manos. La joven tabernera le
recrimina la vida que le hace llevar. Luego, el rudo marinero le explica el
plan a seguir: deberá convencer a un hombre fuerte y bravío que se decida salir
en un balandro a dar un paseo (todo hace pensar en un asunto feo). Ese “tío”,
como Eguía dice, no puede ser otro que Leandro, puesto que está enamorado de
ella. Marola se queda algo impresionada pero no se atreve a contradecirle y se
va de la taberna conteniendo un sollozo colérico. Juan, se encoge de hombros y
se dirige hacia el café de enfrente de donde salen Verdier y Simpson. Les
indica que el plan, aunque está reacia la muchacha ya está marchando. Aparece
Leandro, con el que intercambian algunas palabras; simulan una retirada rápida
para dejarlos solo y que pueda entrar en la taberna, no sin que antes. Simpson, le dirija una indirecta
por la que el joven se da cuenta que saben de su amor por la tabernera.
Dúo de Marola y Leandro “Todos lo
saben…..Marinero vete a la mar”: (Leandro,
Marola)
LEANDRO
¡Todos
lo saben!
Es
imposible disimular.
No
hay más caminos:
ella
en mis brazos,
o
renunciar.
¡Renunciar
no puede ser!
¡Es
mi vida esa mujer!
(Da
unas palmas y se sienta a la mesa. Sale Marola)
MAROLA
¿Qué
quieres? ¿Qué te sirvo?
LEANDRO
(Dudando)
Marola,
yo deseo…
Marola,
yo quisiera…
(Decidiéndose)
una
bebida tan rara
tan
dulce y tan buena,
que
alumbre los sueños
y
aplaque las penas.
MAROLA
No
sueñes marinero.
LEANDRO
Si
no existieran tus ojos,
radiantes
y bellos,
no
habría en mi alma
ni
penas ni sueños.
MAROLA
Tengo
los ojos radiantes
porque
los miras al sol.
LEANDRO
Verlos
quisiera de noche,
que
es el portal del amor.
MAROLA
Esa
aventura es difícil.
LEANDRO
Amo
la dificultad.
MAROLA
Una
mujer no es arena
que
echa a la playa la mar.
LEANDRO
Marola…No
comprendes
¡Te
quiero con toda el alma!
Y
he de luchar por lograrte,
¡por
verte en mis brazos!
con
todos los vientos
que
quieran en vano
tu
amor apartar de mí.
MAROLA
No
delires, soñador.
LEANDRO
Sé
piadosa con mi amor.
MAROLA
Marinero,
vete a la mar:
que
la tierra es mundo traidor;
y
las rosas de mi jardín
envenenan,
¡ay de mí!
con
el olor.
LEANDRO
Marinero
soy de la mar,
y
en el puerto está lo mejor:
son
los ojos de una mujer
que
me hicieron, ¡ay de mí!
soñar
de amor.
MAROLA
Vete
a la mar, marinero.
Ya
no lo debes dudar,
vete
a la mar.
MAROLA
y LEANDRO
Marinero,
soy de la mar.
(Leandro
ha estrechado entre las suyas las manos de Marola y se va corriendo, por donde aparecerá
Abel. Marola queda un momento suspensa, y de su actitud la sacan las primeras palabras
de Abel)
Abel,
que ha observado el brillo alegre de los ojos de Leandro, no puede resistirse a
tener una bella escena con Marola (ensimismada) en la cual le demuestra que la
ama (el dialogo es muy fluido, en versos de metro corto al modo de coplas).
Ante ello sorprendida, le recuerda a Abel que es un chiquillo. Este se va hacia
el café y ella le sigue un momento.
(Pausa)
_________________
(Vuelve
Marola hacia la taberna, pero se encuentra rodeada de un gran grupo de mujeres,
capitaneadas por Antigua y en son de motín)
Final del acto I “Aquí está la
culpable….Si a tu marido tú le quieres agradar”: (Mujeres, Marola, Antigua, Juan, Abel, Leandro)
MUJERES
(Por
Marola)
¡Aquí
está la culpable!
MAROLA
¿De
que tengo la culpa?
MUJERES
De
jugar con los hombres
y
volverlos tarumba.
MAROLA
Yo
no juego ni gano,
yo
no salgo ni entro.
MUJERES
Pero
los emborrachas
y
los tienes revueltos.
MAROLA
¿Yo
revuelvo a los hombres?
MUJERES
Bien
revueltos los tienes.
MAROLA
Si
ellos vienen a casa,
¡ya
sabrán a que vienen!
Si
vosotras supierais
alegrarles
la vida.
MUJERES
¡A
que acaben borrachos
le
llamáis alegría!
ANTIGUA
A
Chinchorro, mi marido
que
en mi casa no lo prueba,
lo
mismito que a una cuba
le
saque de la taberna.
MAROLA
Pero
tú, que no te vimos
asomarte
por mi casa,
has
pescado una merluza
que
parece un tiburón.
ANTIGUA
¡Cállate,
perdición!
que
te doy un coscorrón.
MUJERES
Porque
tú, para hablar,
tienes
mucho que callar.
MAROLA
Pues,
entonces, hablaré.
MUJERES
¡Tienes
mucho que callar!
¡Tienes
mucho que callar!
MAROLA
Si
vienen los hombres aquí,
vosotras
la culpa tenéis;
que
vais desgreñadas, oléis a sardinas,
y
estáis achicadas en cuanto los veis.
Ninguno
se puede alabar
de
haber conseguido de mí
más
que una sonrisa y un aire atrayente,
que
es el aliciente que encuentran aquí.
Y
no se devanen los sesos pensando que soy Lucifer.
Ser
limpia y amable
es
indispensable
en
una mujer.
MUJERES
¡Y
encima se burla!
¡No
hay quien lo tolere!
MAROLA
A
mí no me hiere
ni
asusta una voz.
MUJERES
¡Los
tiene atontados!
¡Los
ha embrutecido!
MAROLA
Veréis
como ha sido.
Tomad
la lección.
MUJERES
Y
encima tendremos
que
oír sus lecciones.
ANTIGUA
Tendrá
sus razones.
MAROLA
¡Más
claras que el sol!
(Dirigiéndose
a una de las mujeres jóvenes)
Si
a tu marido
tú
le quieres agradar,
en
vez de hacerle ¡fu!
déjate
acariciar.
Y
si de paso hueles a flores,
esos
olores le cautivarán.
Con
una esposa como una rosa
el
hombre contento está.
MUJERES
A
lo que hueles tú
yo
nunca puedo oler,
que
esos perfumes son
armas
de Lucifer.
MAROLA
No
son del diablo,
como
presumes,
que
mis perfumes,
bien
cristianos son,
agua
del río
y
un estropajo
¡y
un cacho de jabón!
MUJERES
¡Cállate!
¡Cállate!
¡Mira
que eso
no
lo aguanto yo!
MAROLA
Yo,
nada tengo que callarme.
MUJERES
¡Cállate!
¡Cállate!
¡Cállate,
ladrona!
¡Cállate,
cochina!
MAROLA
Lo
que queréis es asustarme…
Mujeres
¡Cállate! ¡Cállate!
MAROLA
¿Por
qué? ¿Por qué?
MUJERES
¡Que
te vamos a zurrar!
(Hablado)
JUAN
(Saliendo
por el foro izquierda)
Marola
¿qué pasa aquí?
ANTIGUA
Que
les sorbe los sentidos
y
nos roba los maridos.
MAROLA
¡No
es verdad!
ANTIGUA
¡Juro
que si!
Marola
¡Mentira!
ANTIGUA
Tú
sí que mientes;
que
eres de mala ralea.
Y
no está mal que lo sea,
sino
que tú lo consientes…
JUAN
(Cogiendo
a Marola de un brazo y arrojándola al suelo, con violencia)
¡Marola!
¡Siempre serás la misma!
ABEL
(Reprimiendo
un impulso de rebeldía)
¿Qué?
MAROLA
(Con
indecible angustia, levantándose)
¡Por
favor!...
JUAN
(Violento)
¡Calla
y vete!
(A
las mujeres)
¿Queréis
más?
(Marola
entra en su casa llorando)
ABEL
(Luchando
consigo mismo)
¡Dame
tu poder, Señor!
JUAN
Los
maridos complacientes
no
son hombres de mi casa.
ANTIGUA
A
las hembras imprudentes,
con
un trato así las basta.
JUAN
Ya
podéis marcharos presto.
ANTIGUA
Ya
nos vamos satisfechas.
(Inician
un mutis por el foro izquierda)
JUAN
(A
Abel)
Tú,
¿qué miras?
ABEL
Yo,
¡protesto!
JUAN
Tú
galán, ¡a tus endechas!
(Mientras
las mujeres acaban de salir, Abel se va mohíno. Cuando todos han desaparecido, Juan
rompe en una burlona carcajada, extrae la pipa del bolsillo, la carga y
enciende. Entre tanto, suena dentro, la voz de Leandro)
(Cantado)
LEANDRO
Marinero
soy de la mar
y
en el puerto está lo mejor;
son
los ojos de una mujer,
que
me hicieron, ¡ay de mí!,
soñar
de amor.
_________________
ACTO
SEGUNDO
Interior
de la taberna. Los muros son de piedra renegrida. En el muro del fondo, hay un
amplio ventanal y una puerta; al través
de ellos, se ve la arboladura de las embarcaciones fondeadas en la ría y al
otro lado, el caserío, la iglesia, etc. Delante de la ventana, una fila de
bancos al servicio de dos mesas rectangulares, separadas entre sí para dejar
paso. En el muro de la izquierda, puerta de entrada y la ventana que jugaron en
el acto primero. Entre los dos huecos, una mesa semejante a las del fondo. En
el muro de la derecha, en primer término, puertecita de acceso a la vivienda; a
continuación, anaqueles con frascos de vino, botellas de licores y servicio de
loza y cristalería; delante de la anaquelería, el mostrador, y, ya casi al
fondo, una puertecita que da a la cocina. En primer termino, a la derecha,
separada de la puerta, una mesa cuadrada con taburetes alrededor. Es de día.
(En
la taberna hay animación. Chinchorro, Fulgen, Senén y otros, ocupan la mesa
adosada al lateral de la izquierda. En una de las mesas del fondo hay cuatro
marineros negros de la escuadra americana. En las demás mesas y en el mostrador
beben otros marineros, que pululan también de grupo en grupo. En la mesa de la
derecha, Simpson)
Escena de la taberna “Eres blanca y
hermosa… ¿Quieres tú cantar una canción? tabernera graciosa”: (Hombres, Simpson, Juan, Marola)
HOMBRES
Eres
blanca y hermosa como tu madre;
morena
salada como tu madre;
eres
como la rama que al tronco sale,
morena
salada.
Toda
la noche estoy, niña, pensando en ti.
¡Cuánto
sufro de amores desde que te vi!
Morena
salada.
SIMPSON
¿Quieres
tú cantar una canción?
Tabernera
graciosa, canta, ¡canta!
¿Quieres
alegrar mi corazón?
Tabernera
graciosa, canta, ¡canta!
Canta
una canción para achicar
a
todo este orfeón.
JUAN
(Que
sale por la derecha)
Buenas
tardes, señores.
SIMPSON
Juan
de Eguía, salud.
JUAN
Muy
alegres estamos.
SIMPSON
Porque
no estabas tú.
Ya
se acabó la alegría.
Callad,
callad,
porque
el patrón
es
un sauce llorón.
JUAN
¡Marola!
MAROLA
¿Qué
quieres?
JUAN
Que
cantes conmigo.
MAROLA
¿Qué
cante?
JUAN
Pues,
claro.
MAROLA
¿Qué
voy a cantar?
JUAN
Tú
sabes, Marola, canciones muy lindas,
que
yo, en la guitarra sabré acompañar.
MAROLA
(Resignada)
Siempre
será lo que tú digas.
SIMPSON
La
tabernera va a cantar.
_________________
(Forman
grupo en el centro de la escena: Marola, sentada en una mesa; Juan de Eguía, a
su lado en una silla, tocando una guitarra que ha sacado del interior de la
vivienda; los demás, menos los marineros negros alrededor de las dos figuras,
escuchando)
Romanza de Marola “En un país de
fábula….Yo también soy un pájaro viejo”: (Marola)
MAROLA
En
un país de fábula vivía un viejo artista,
que
en una flauta mágica tenia su caudal.
Tan
pobre era y tan rústico, que el mísero flautista
dormía
en copas de árboles, por falta de un hogar.
Y
los pájaros de la selva le venían a despertar.
Y
los pájaros de la selva le venían a despertar.
Y
el viejo flautista tocaba a su vez,
diciendo
a los aires con gran altivez:
¡Ah!
Yo también soy un pájaro viejo
que
lleno de trinos el aire vernal.
Yo
también he volado en la vida
sin
rumbo y sin nido donde emparejar.
Vosotros
cantáis endechas de amor.
Yo
canto amarguras de mi corazón.
¡Ah!
Pero
una noche trágica durmiose el triste abuelo
sobre
el pomposo vértice de un árbol secular;
y,
entre un fragor horrísono, cayo una luz del cielo
y
el miserable músico durmió en la eternidad.
Ni
los pájaros de la selva consiguiéronle despertar.
Ni
los pájaros de la selva consiguiéronle despertar.
Las
aves cantaron y el viento lloró;
el
viento y las aves copiaban su voz,
¡Ah!
(Mientras
que el coro repite a boca cerrada la melodía del estribillo de la canción,
Marola imita el canto de las aves)
_________________
Corta
intervención hablada entre Chinchorro, Simpson y Juan para elogiar el canto de Marola.
Simpson,
le tienta a Eguía para que cante también, aunque presume que será una canción torva
y negra. Ante ello el dueño de la taberna responde con un canto alegre sobre
las mujeres y sus encantos.
Romanza de Juan de Eguía “La mujer de
los quince a los veinte….chíbiri chíbiri”: (Juan)
JUAN
La
mujer, de los quince a los veinte,
es
más dulce que un pirulí;
de
los veinte a los treinta emborracha,
porque
huele como el jazmín.
De
los treinta a los treinta y cinco,
es
sabroso licor de anís,
¡Las
mujeres de quince y de veinte,
de
treinta y cuarenta, me gustan a mí!
¡Chíbiri,
chíbiri, chíbiri, chíbiri!...
La,
la, la, la, la, la, la, la,…
Es
la rubia cabello de ángel,
aunque
el ángel sea Luzbel,
la
morena rosquilla caliente
con
almíbar de trigo y miel;
la
trigueña es jalea pura;
la
castaña marrón glacé;
y
no siendo rubita o trigueña,
morena
y castaña me gustan también.
¡Chíbiri,
chíbiri, chíbiri, chíbiri!...
La,
la, la, la, la, la, la, la,…
Siempre
el amor…
Siempre
el amor anda por el mundo
volando
a nuestro alrededor,
y
es la mujer cebo que nos brinda
tan
peligroso pescador.
De
sobra sé
que
la red tendida está
y
que el amor me pescará.
Dulce
es caer
en
sus finas redes
si
el rico cebo es la mujer.
de
los veinte a los treinta emborracha,
porque
huele como el jazmín.
De
los treinta a los treinta y cinco,
es
sabroso licor de anís,
¡Las
mujeres de quince y de veinte,
de
treinta y cuarenta, me gustan a mí!
¡Chíbiri,
chíbiri, chíbiri, chíbiri!...
La,
la, la, la, la, la, la, la,…
_________________
En
medio del jolgorio entra Ripalda presumiendo de tener almorzando a lo oficiales
principales de lo marinos americanos y pide si le pueden prestar un cubierto.
Chinchorro, mientras juega al dominó, se permite hacer unos comentarios a
Valeriano, sargento de carabineros. Que ha aparecido por la ventana del fondo.
Simpson advierte a Juan del mal término que parece correr el plan que hicieron,
pues las palabras de Chinchorro hacia Valeriano (“…me huelo que estos días…hay
marea”) hacen levantar sospechas. Juan de Eguía le tranquiliza:”…hablan por hablar”.
A pesar de ello, Simpson le manifiesta querer
librar el pellejo como ya lo ha hecho Verdier. Juan se levanta y se va,
advirtiéndole que le responde con su vida si no calla. Llega Abel asomándose
por la ventana del fondo y cuenta a lo marineros que Eguía ha maltratado a Marola
ante las mujeres del lugar, a pesar de la negativa de la tabernera. Los hombres
se indignan y Chinchorro en un gesto cómico, se sube a un taburete en actitud
de dar un mitin: propone buscar a Leandro para que sea el paladín que lo
conduzca a dar una lección al malvado dueño de la taberna. Todos salen al grito
de “¡Muera Juan!”. En escena quedarán Simpson y unos marineros negros
semiadormilados. Marola hace mutis por la puertecita del mostrador con gesto
angustiado.
(Simpson
se acerca al grupo de los negros y canta)
Romanza de Simpson “Despierta, negro,
que viene el blanco….La luna es blanca muy blanca”: (Simpson)
SIMPSON
Despierta,
negro, que viene el blanco.
Desde
el navío te está mirando.
Son
dos cucuyos sus ojos claros;
no
son luceros que van de paso.
El
blanco tiene la nave al pairo y está despierto
como
un alano.
La
luna es blanca, muy blanca.
La
noche es negra, muy negra.
El
negro, drumi que drumi,
y
el blanco, vela que vela.
Noche,
que sale la luna.
Negro,
despierta ¡despierta!
(Los
marineros, poco a poco, ha ido despertando fijando su inexpresiva mirada en
Simpson)
Ya
sabes, negro, cómo es el blanco:
se
finge ecobio, te sube el santo,
collares
cambia por nenes guapos,
y
al otro día te lleva al barco,
te
soba el cuero, te quita el mando,
te
da la pega, ¡y engorda el amo!
La
luna es blanca, muy blanca.
La
noche es negra, muy negra.
El
negro, drumi que drumi,
y
el blanco, vela que vela.
(Nuevamente
los negros han ido quedando adormilados)
Noche,
que sale la luna.
Negro,
despierta, ¡despierta! ¡Ah!
_________________
Aparece
en una ventana un oficial del crucero. Toca un pito, los marineros se ponen en
pie, como movidos por un resorte, y hacen mutis por la izquierda, marcando el
paso militar.
Simpson
hace la acción de pegar. Entra Leandro por el fondo.
En
esta escena, Simpson, que siente cierto aprecio por el apuesto pescador, le
previene de todo lo que contra él se proyecta: Eguía está utilizando a Marola
como cebo para que le seduzca a hacer un transporte de cocaína, a cambio de
nada o de ir a presidio si todo va mal.
Leandro,
loco de amor, no puede creer al ingles, quien, finalmente, se marcha dejando a
Leandro
pensativo.
Romanza de Leandro “¡No puede ser!….los
ojos que lloran no saben mentir”
LEANDRO
¡No
puede ser! Esa mujer es buena.
¡No
puede ser una mujer malvada!
En
su mirar, como una luz singular,
he
visto que esa mujer es una desventurada.
No
puede ser una vulgar sirena
que
envenenó las horas de mi vida.
¡No
puede ser! Porque la vi rezar,
porque
la vi querer, ¡porque la vi llorar!
Los
ojos que lloran no saben mentir.
Las
malas mujeres no miran así.
Temblando
en sus ojos dos lágrimas vi,
¡y
a mí me ilusionan que tiemblen por mí!
¡Qué
tiemblen por mí!
¡Viva
luz de mi ilusión!
¡Sé
piadosa con mi amor!
Porque
no sé fingir,
porque
no sé callar,
¡Porque
no sé vivir!
_________________
Sale
Marola y se encuentra con Leandro que vuelve a expresar su querer hacia ella
(la abraza).
Como
ya está en antecedentes (por Simpson) se ofrece para que le pida lo que quiera,
pues por ella cometerá un delito si es preciso. Marola rechaza la propuesta y
le confiesa su reciproco amor. En esto aparece Antigua; Marola va hacia el
mostrador, donde empieza a arreglar el orden de los cacharros. La vieja patrona
de Leandro ve con muy buenos ojos la actitud del pescador frente a la tabernera
y aprueba que la mime para que los matrimonios vivan en paz y los maridos no se
distraigan con ella. Después le comenta el momento en que Juan de Eguía pegó a
Marola delante de las mujeres. Antigua, que ha dejado el ambiente caldeado, se marcha;
mientras, el joven marinero, excitado, habla de ahogar a Juan. Marola lo retiene.
Pregunta
entonces, Leandro, como cayo en manos de ese “ogro” y como llegó hasta ahí.
La
tabernera comienza su raconto:
Raconto de Marola, recitado “Yo soy de
un puerto lejano”: (Marola)
(Recitado)
MAROLA
Yo
soy de un puerto lejano donde el amor es un torvo
contubernio
de mujeres que ponen precio al tesoro
de
sus caricias, y de hombres que las buscan, al retorno
de
sus cruceros tan largos, que el olvido es fruto propio.
Y
allí nací de mi madre y de un marino bisoño.
Crecí
tirada en el muelle, como un pájaro gallofo
de
esos que apenas consiguen lo que les sobra a los otros
pero
que cantan, no sé
si
de alegres o de tontos.
De
tarde en tarde, venía
al
puerto un velero corso
y
el capitán me buscaba
y,
en hallando mi acomodo,
ponía
un beso en mi mano,
me
daba unos luises de oro,
y,
a navegar, días, meses,
¡años
tal vez!
¡Siempre
hosco, siempre callado, hasta un día
que
volvió…¡tan cariñoso!
Había
muerto mi madre…
en
un hospital…El logro de aquella vida tan triste
era
un fin tan desastroso.
Y
el marinero me llevó
con
él a un puerto y a otro
hasta
varar en el tuyo,
y
aquí estamos
y
eso es todo.
LEANDRO
¿Es
tu marido?
MAROLA
(Pausa)
¡Es
mi padre!
Yo,
Leandro, le perdono.
Tú
callarás…si me quieres, como yo a ti…
LEANDRO
Soy
dichoso.
_________________
Leandro
se indica que está dispuesto a retirar el fardo de cocaína para arrojarlo al
mar, ya que es un testigo engorroso y hay que deshacerse de ello. Marola
entonces, le ruega a su enamorado que la lleve con él. Los dos jóvenes
reafirman en su amor. A continuación mutis por el fondo de Leandro y Marola por
la derecha.
Entra
en la taberna Ripalda, que viene a devolver el cubierto prestado. Instantes
después lega Abel sorprendiéndose de que el competidor de enfrente se digne a
pisar la taberna. Se desarrollará un divertido diálogo entorno a la revalidad
entre ambos por las atenciones de la bella tabernera. La entrada en escena de
Marola desemboca en un gracioso trío que sirve para distraer del dramático
argumento.
Terceto cómico “Marola resuena en el
oído”: (Abel, Ripalda, Marola)
ABEL
Marola
resuena en el oído
como
una caracola
que
tiene dentro el mar.
RIPALDA
Marola
por fin me ha convencido.
me
explico su aureola
brillante
y popular.
MAROLA
Marola
jamás les dio motivos
para
esos adjetivos
que
escucha por doquier.
Si
tiene su casa nombre y fama,
será
que sirve el ama de beber.
RIPALDA
En
la mía sirve el amo
y
no van ni con reclamo.
ABEL
En
la tuya lo que ocurre
es
que el público se aburre.
MAROLA
Pues
cualquiera pensaría
que
hay conciertos en la mía.
ABEL
No
hay orquesta ni gramola
porque
basta con Marola.
RIPALDA
Si
fuera soltera,
podría
Marola
ser
la cafetera de El Vapor.
ABEL
Sí
fuera soltera,
sería
Marola
dulce
carcelera de mi amor.
RIPALDA
(A
Abel)
Macaco.
ABEL
(A
Ripalda)
Bellaco.
RIPALDA
Pobrete.
ABEL
Zoquete.
RIPALDA
¡Mocoso!
ABEL
¡Baboso!
RIPALDA
¡Cretino!
ABEL
¡Pingüino!
RIPALDA
¡Vamos
a jugarla a cara o cruz!
MAROLA
(Separándose)
Marola
no es una lotería
que
sale en una bola premiada o sin premiar.
Marola
su gusto escogería
si
fuese libre y sola y hubiera de opinar.
ABEL
y RIPALDA
Marola:
si un día te decides,
te
pido que no olvides que estamos a tus pies.
MAROLA
Si
un día de hacerlo no me asusto,
tendrá
que ser a gusto de los tres.
RIPALD
¡Bonita!
ABEL
¡Salada!
RIPALDA
¡Rosita!
ABEL
¡Monada!
MAROLA
¡Eso
es derrochar el buen humor!
RIPALDA
¡Gitana!
ABEL
¡Graciosa!
RIPALDA
¡Barbiana!
ABEL
¡Preciosa!
MAROLA
¡Van
a enrojecerme de rubor!
RIPALDA
(A
Abel, como antes)
Macaco.
ABEL
(A
Ripalda)
Bellaco.
RIPALDA
Pobrete
ABEL
Zoquete
RIPALDA
¡Mocoso!
ABEL
¡Baboso!
RIPALDA
¡Cretino!
ABEL
¡Pingüino!
MAROLA
(Señalando
a cada uno, una de las puertas que comunican con el exterior)
¡Sálganse
a la calle, por favor!
RIPALDA
y ABEL
Marola
merece la aureola
que
tiene en Cantabreda
su
hechizo singular.
MAROLA
Marola
no sabe a que obedece
que
cada día crece su fama popular.
Marola
jamás les dio motivos
para
esos adjetivos que escucha por doquier.
MAROLA,
RIPALDA y ABEL
Si
tiene su casa nombre y fama,
será
que sirve el ama de beber.
(Hacen
mutis: Marola por la derecha, Abel por el fondo y Ripalda por la izquierda)
_________________
Aparece
Juan y llama a Marola. Hay un tenso dialogo entre ambos. Ella, le indica que
los pescadores le buscan y quieren matarle por el mal trato que la dio. Le
ruega que se marche del lugar. Él se ríe y responde que no es un cobarde,
además lo de humillarla fue una comedia, pero se alegra de saber que si él
falta tenga tan buenos defensores. Luego le interroga si ha visto a Leandro.
Ella no se atreve a decirle lo que ha fraguado y niega haberse entrevistado con
éste porque no quiere meterle en el sucio negocio. Sin embargo, su padre,
insistirá en los motivos por los que quiere conseguir el contrabando.
Final del acto II “Yo no te comprendo,
¿qué es lo que pretendes? padre…..¡Marola! ¡Marola! Esta dama remolona va a
tenerme que escuchar”: Marola, Juan,
Marineros, Leandro, Abel, Simpson)
MAROLA
¡Padre,
deja que te bese!
Deja
que te bese, padre.
JUAN
En
mi vida aventurera he perdido mil caudales.
¡Ayúdame
tú a ganar el último!
MAROLA
¡Cállate!
JUAN
¡Sálvame!
MAROLA
Un
caudal así ganado, ¿Para que lo quieres, padre?
JUAN
para
vivir a la orilla de tu cariño inefable
y
envejecer a la sombra de tus caricias filiales;
para morirme tranquilo de que mañana, por hambre,
¡no
te consiga un pirata, como logré yo a tu madre!
MAROLA
Yo,
tantas veces sumisa, no puedo hablar a Leandro
de
una aventura arriesgada cuyo ideal no es honrado;
porque
no quiero perderle, porque le pierdo y no vivo,
¡porque
me quiere y le quiero como jamás he querido!
(Hablado)
JUAN
Si
ya lo sabía.
MAROLA
¿Por
eso quisiste que yo le buscara?
JUAN
Por
eso, Marola.
MAROLA
¡Que
infamia!
(Marola,
despacio, se va por el fondo derecha. Juan la ve marchar y, luego, se va
también. Irrumpen los marineros rodeando a Leandro, Chinchorro, Fulgencio y
Senén)
(Cantado)
MARINEROS
No
se puede consentir.
¡Ese
es un pirata!
Tú
lo debes comprender.
LEANDRO
¡No
me deis la lata!
MARINEROS
Sin
piedad la maltrató.
LEANDRO
Puede
ser un cuento.
MARINEROS
Por
el suelo la tiró.
LEANDRO
¡Eso
es un invento!
MARINEROS
No
es una impostura; lo ha contado Abel.
LEANDRO
Esa
criatura cumple su papel.
Es
un romancero de imaginación.
MARINEROS
Esta
vez infiero que tiene razón.
(Por
Abel, que entra)
¡Aquí
está! ¡Míralo!
¡Ven
aquí! ¡Cuéntalo!
LEANDRO
(A
Abel)
Cuéntalo…
ABEL
Las
mujeres llegaron
y
a Marola acusaron
de
encender en vuestros ojos
llamaradas
de pasión.
Lo
escuchó Juan de Eguía
y
en presencia de todos,
con
modales descompuestos
a
Marola maltrató.
la
tiró por el suelo,
la
pegó sin clemencia,
y
Marola llorando,
le
pedía perdón.
LEANDRO
¡Basta!
De
él me encargo yo.
Pero,
¡A ver si os sentáis
y
con él me dejáis!
SIMPSON
(Que
llega de la calle)
Siempre
llego en buena hora
¡y
aquí estoy yo, a ver qué pasa!
(Dando
unas palmadas)
¿Quién
convida, caballeros?
¿No
hay quién sirva en esta casa?
(Sale
Juan de Eguía)
JUAN
¡Marola!
¡Marola!
Esta
dama remolona va a tenerme que escuchar.
LEANDRO
(Enérgico)
Cuidadito,
Juan de Eguía, ¡no la vayas a pegar!
JUAN
¿Qué
te importa a ti, muchacho, si la pego o no la pego?
LEANDRO
¡Quien
la pegue o la maltrate, se verá conmigo luego!
JUAN
No
me vengas con desplantes.
SIMPSON
¡Humos
de la mocedad!
JUAN
Me
dan ganas de zurrarla para ver si eso es verdad.
LEANDRO
¿Cuál
es tu derecho para maltratarla?
JUAN
¿Cuál
es, pues, el tuyo para defenderla?
LEANDRO
¡La
quiero! ¡Si! ¡La quiero!
JUAN
Estamos
en mi casa dos hombres frente a frente.
No
creo que esos vengan contigo a defenderte.
LEANDRO
¡Marchaos
y dejadme!
JUAN
(Aparte)
El
hombre es un valiente.
LEANDRO
¡Fuera!
MARINEROS
¡Vamos!
SIMPSON
(A
Leandro)
¡Calla!
LEANDRO
¡Vete!
(Se
retira el coro por la puerta de la calle, con Abel, Simpson y Chinchorro.
Quedan solos Juan de Eguía y Leandro)
JUAN
Yo
no soy un cobarde.
LEANDRO
Ya
lo sé Juan de Eguía.
JUAN
Pero
estoy esta tarde
que
ni yo me comprendo.
Yo
en cuestión de mujeres,
soy
un poco corsario,
y
la logras si quieres,
porque
yo te la vendo.
LEANDRO
(Aparte)
Si
supieras Juan de Eguía,
que
yo se que no es tu amante.
JUAN
(Aparte)
Eso
no lo esperaría
de
este joven mareante.
LEANDRO
Si
el precio me conviene,
¡yo
compro a esa mujer!
JUAN
El
precio de la venta
lo
vas a conocer.
(Con
mucho misterio)
Si
sale tu barca
de
noche a la mar,
y
en ella, tú solo,
me
vas a buscar
un
fardo en un punto
que
yo te diré,
¡delante
de todos
te
la entregaré!.
LEANDRO
¿Delante
de todos?
JUAN
¡Palabra
de honor!
LEANDRO
Pues,
esta es mi mano.
JUAN
Muchacho:
valor.
(Se
estrechan las manos)
JUAN
(Llamando)
¡Marola!
LEANDRO
¿Qué
quieres?
JUAN
Que
cumpla con su obligación.
MAROLA
(Saliendo)
¿Me
llamabas?
JUAN
Patrona,
dos copas de ron.
(Marola,
con aire inexpresivo, mira a lo dos hombres y luego les sirve, temerosa de
preguntar qué ocurre. Entre tanto, se asoma Chinchorro por uno de los
ventanales del fondo, buscando un charco de sangre, que no ve. Levanta los ojos
y halla a los dos rivales sentados ante
la mesa cuadrada, con cara de compadres, y hace un cómico gesto de asombro, que
coincide con el de otros marineros que se asoman también. Simpson entra
cautelosamente)
MARINEROS
¡Quien
había de pensar
que
se entenderían!
Algo
debe aquí pasar
cuando
se confían.
SIMPSON
(Aparte)
Este
granuja le conquistó;
pero
no sabe que aquí estoy yo.
(Irrumpe
Abel, cortando en seco la orquesta, que, luego, subraya suavemente la situación
hasta el final)
ABEL
(Rompiendo
a llorar)
Soy
un muñeco.
¡No
me hacen caso!
Marola
acude a consolarlo y cae el telón.
_________________
ACTO TERCERO
Cuadro primero
En
el mar navega una barca de vela, que gobierna Leandro. Le acompaña Marola. Es
de noche.
Dúo de Marola y Leandro “¿No escuchas un
grito que suena lejano?....Por el ancho mar en la noche”: (Marola, Leandro)
MAROLA
¿No
escuchas un gritó
que
suena lejano?
LEANDRO
Son
rachas de viento que vienen volando.
MAROLA
¿No
ves que no brillan luceros ni estrellas?
LEANDRO
Será
que murieron
de
envidia y de pena.
MAROLA
De
vagos temores el alma se llena.
LEANDRO
Si
estas a mi lado,
no
sufras ni temas.
MAROLA
¿Qué
miedo me puede asaltar
si
estoy a tu lado y a ti me confío!.
LEANDRO
No
temas al viento y al mar,
porque
hace ya tiempo que son mis amigos.
MAROLA
Me
das confianza.
LEANDRO
La
vida te diera.
MAROLA
¡Ay,
mi marinero!
LEANDRO
¡Ay,
mi tabernera!
LEANDRO
y MAROLA
Por
el ancho mar, en la noche
suena
mi canción. En mi corazón
canta
la juventud; y en mi juventud
canta
el amor, canta el amor.
(Surge
de pronto, la galerna. El resplandor de un relámpago ilumina los rostros de los enamorados)
MAROLA
(Asustada)
¡Dios
mío! ¡Leandro!
LEANDRO
¡Maldito
sea el huracán!
MAROLA
(Abrazándose
a Leandro)
¡Un
rayo! Brotó del fondo de la mar.
LEANDRO
(Pugnando
por desasirse de ella)
¿No
ves que vamos a volcar?
MAROLA
(Cayendo
de rodillas)
¡Oh,
santo Dios! ¡Virgen mía!
LEANDRO
(Arriando
la vela, semidestrozada por el viento)
¡La
he de salvar! ¡Es mi vida!
MAROLA
¡Leandro,
ven!
LEANDRO
Calma,
mujer.
(Se
hace oscuro y la orquesta subraya el ritmo y la sonoridad de la galerna, hasta
que va cediendo el temporal y aparece triunfante la estrofa de amor, como si
amaneciera un día claro. Se ha hecho entre tanto la mutación y comienza el
cuadro segundo)
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Cuadro segundo
Estamos
en el mismo escenario del acto primero. La taberna aparece con la puerta cerrada
y la ventana abierta. En el muelle, los grupos de marineros dan la impresión de
aburrimiento y nostalgia: las manos en los bolsillos; las espaldeas apoyadas en
las paredes, o en el pretil de la ría. Los que se hallan sentados en el suelo
son hombres al agua. Abel, sentado a la puerta del café, toca tristemente su
acordeón y canta. Los hombres, a boca cerrada, corean o armonizan su romance.
Recitado “En la taberna del puerto desde
que no hay tabernera” y canción de Abel “¡Ay que me muero por unos ojos!: (Abel)
(Recitado)
ABEL
En
la taberna del puerto, desde que no hay tabernera,
los
marineros asoman y no hay cuidado que beban.
En
la taberna del puerto, los vinos saben a ausencia,
las
horas huelen a envidia, los hombres…si los hubiera,
maldecirían
la noche de un sábado de galerna
que
un marinero corsario se llevó a la tabernera.
(Cantado)
¡Ay,
que me muero por unos ojos!
¡Ay,
que me muero de amores locos!
¡Ay,
que me mire aunque me muera!
¡Ay,
que me mire la tabernera!
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(Por
el fondo derecha sale un grupo de mujeres con mantillas unas y pañuelos otras,
para dirigirse a la iglesia. Se unen los hombres y las mujeres y, mientras Abel
repite su estribillo, los matrimonios se van coreando a boca cerrada)
Salen
por la derecha del fondo, Chinchorro, Fulgen y Senén. Los tres comentan con Abel
el hecho extraordinario de que Marola saliera con Leandro en la barca,
imaginando ellos que así intentaban burlar a Juan de Eguía. El suceso de haber
estallado el terrible temporal les hace pensar que la joven pareja yace en el
fondo del mar. Vase Abel y al rato sale Ripalda, repasando unos papeles que
lleva en la mano. Los tres marineros establecen una jocosa conversación con el
dueño del “Café del Vapor”, que toda su obsesión es que la gente se entere de:
“aunque los de enfrente cierren, su establecimiento se quede como lo mejor de Cantabreda”.
Al irse Ripalda sale Antigua, con ciertas dosis de alcohol en el cuerpo, y les
indica que ha encontrado un sitio cercano donde beber todo tipo de licores.
Chinchorro y sus acólitos tentados por la buena nueva se ponen en marcha, pero
les retiene, de repente, un movimiento de gente que entra en escena.
(Aparece
Juan de Eguía por el fondo derecha. Viene decaído pálido con la mirada perdida.
Le siguen hombres y mujeres, que le miran intrigados y no se atreven a
acercarse a él, con supersticioso temor Juan se dirige en silencio a la puerta
de la taberna y la abre. Antes de entrar retrocede, como si viera un fantasma)
Romanza de Juan de Eguía “¡No! No te
acerques”: (Juan, Hombres, Mujeres)
JUAN
¡No!
¡No! ¡No!
No
te acerques;
No
me persigas.
¡Apártate!
¡Perdona!
No
me acuses. ¡No me maldigas!
Perdóname,
Marola.
(Al
pueblo)
Mujeres:
miradme,
huidme,
¡matadme!
O,
al menos, prestadme
los
ojos para llorar.
Mis
ojos de hiena
no
lloran de pena
con
tanta ternura,
ni
tienen vuestro mirar.
¡Era
Marola hija mía!
HOMBRES
y MUJERES
¡Su
hija! ¡Quien lo pudo pensar!
JUAN
Los
ojos de Juan de Eguía
ya
saben lo que es llorar.
(Con
mucha emoción)
Vosotros,
marineros,
¿sabéis
en donde está?
No
me guardéis rencor.
Mis
culpas perdonad.
Yo
he sido un hombre infame, un padre envilecido.
Y
hoy sé cuánto la quiero después que la he perdido.
(Abrazando
a un marinero)
¿Tú
sabes, marinero, en donde acaso está?
(Desesperado)
¡Marola!
¡Marola! ¡Marola!
¡Piedad!
¡Piedad! ¡Piedad!
(Entra
en la taberna, como persiguiendo una sombra)
El
pueblo comenta horrorizado que Marola es hija de Juan de Eguía. Pero la voz de Simpson
anuncia la llegada de marola y Leandro detenidos por los carabineros. El ex
marinero inglés les relata el motivo por el que los enamorados se marcharon
juntos a retirar la canasta de contrabando, que era el esfuerzo exigido por
Juan de Eguía a Leandro para entregarle a su hija. Añade a esto la narración de
cómo se ha salvado la pareja de la furiosa galerna: Pudieron llegar a los
escollos de una cueva con el alijo de drogas y allí fueron hallados por la
mañana, acusándoles del delito. El grito de “Juan de Eguía es culpable”, surge
de todas las gargantas.
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(Entre
el silencio de la gente, interrumpido por algunos comentarios sueltos, van
apareciendo por el fondo derecha, primero un grupo de hombres y mujeres, que se
unen a los de la escena; luego un marinero de la Ayudantía del Puerto, detrás,
Marola y Leandro, y por último, Valeriano y otro carabinero)
Final “¡Son ellos! era verdad….Yo sólo
fui culpable…..Ripalda, ¡ya voy creyendo que hay Dios!: (Hombres, Mujeres, Simpson, Leandro, Juan, Marola)
HOMBRES
y MUJERES
¡Son
ellos! Era verdad.
¡Salvados!
¡Aquí están!
SIMPSON
(Se
adelanta a su encuentro y abraza a Leandro)
¡Muchacho!
La perdición
ese
hombre te buscó.
LEANDRO
Nada
se pierde en la vida
cuando
se encuentra un amor.
(Sale
Juan de Eguía de la taberna)
JUAN
¡No!
¡No!
(Se
abraza a Marola frenéticamente)
¡Perdóname;
Marola!
MAROLA
¡Padre
mío!
JUAN
(A
los carabineros)
Yo
sólo fui culpable.
¡Tratadme
sin piedad!
(A
Marola y Leandro)
No
me guardéis rencor.
¡Mis
culpas perdonad!
Yo
he sido un hombre infame,
un
padre envilecido.
Y
hoy sé cuanto te quiero…
¡después
que te he perdido!
(Estrecha
las manos de Marola, que une a las de Leandro. Los carabineros le apartan de
los jóvenes y parten con Juan de Eguía. Marola quiere seguirle pare Leandro la
retiene en sus brazos. La gente, curiosa, hace una evolución para ver marchar
al detenido y algunos lo siguen. Ripalda aparece por el fondo izquierda,
cruzándose con Juan. Simpson se dirige al cafetero)
(Recitado)
SIMPSON
¡Guísame
una purrusalda!
Ripalda
¿Para quién?
SIMPSON
Para
los dos.
RIPALDA
Pues
¿Qué sucede?
SIMPSON
Ripalda
¡ya voy creyendo que hay Dios!
(Leandro
conduce a Marola a la taberna, en la que entran ambos. Abel, sentado en el
pretil del muelle, les ve pasar con desilusión. Toma el acordeón en las manos,
lo besa y lo arroja a la ría. Simpson se sienta a la mesa de la puerta del
café, y entre tanto, va lentamente cayendo el telón)
FIN
Información
obtenida en la Página Web http://lazarzuela.webcindario.com/
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